Lectio Divina – Jueves XXXII de Tiempo Ordinario

El reino de Dios ya está entre vosotros

1.- Introducción

Hoy, Señor, quiero que mi mirada coincida con la tuya: haz que no me fije en los grandes y poderosos de este mundo sino en los pequeños y sencillos: en esos pastorcitos que guardan el ganado cuando Tú naces en una cueva; en esos niños que tienen unos pocos panes y unos pececillos cuando das de comer a la gente hambrienta en el desierto; en esa pobre viuda que echa en el cepillo del templo las dos moneditas que le quedaban. Haz, Señor, que descubra el valor de lo pequeño.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 17, 20-25

En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: «Vedlo aquí o allá», porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. Dijo a sus discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: «Vedlo aquí, vedlo allá.» No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

El Reino de Dios ocupó el centro de la predicación de Jesús. A él dedicaba su tiempo y sus mejores  energías;  era el objeto de su ocupación y preocupación. El Reino de Dios, o mejor, el reinado de Dios, era la nueva situación creada por Dios para el hombre, con motivo de la llegada de Jesús al mundo.  Algunos esperaban esta venida de un modo espectacular. Pero este Reino “llegó sin dejarse sentir”. No hizo ruido. Y se instaló en silencio en los corazones de las personas de buena voluntad. Desde entonces miles y miles  de hombres y mujeres pasan su vida sin destacar en nada; sin recibir un aplauso; sin salir nunca en la prensa. Ellos y ellas van desgranando su vida ordinaria y sencilla en el campo, en un hospital,  en el taller, en los oficios de la casa. Estas personas jamás se enfadan ni están tristes, al contrario, ayudan al que lo necesita y todo lo hacen con  cariño,  con alegría, con ilusión. La razón de ese obrar es muy sencilla: “El reino de Dios ya está entre ellos”. Estos no necesitan milagros para ser santos. Toda su vida ha sido un puro milagro y su fiesta la celebran el día uno de noviembre.

Palabra del Papa

“Nosotros sabemos que la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado; que está vivo entre nosotros y que tiene una finalidad: el Reino de Dios, Reino de paz, de justicia, de libertad en el amor. Y tiene una fuerza que la mueve hacia aquel fin: es la fuerza del Espíritu Santo. Todos nosotros tenemos el Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo. Y él nos empuja a ir hacia adelante en el camino de la vida cristiana, en el camino de la historia, hacia el Reino de Dios. Este Espíritu es la potencia del amor que ha fecundado el seno de la Virgen María; y es el mismo que anima los proyectos y las obras de todos los constructores de paz. Donde hay un hombre y una mujer constructor de paz, es exactamente el Espíritu Santo quien ayuda y lo empuja a hacer la paz» (S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio. (Guardo silencio) 

5.-Propósito: Haré las cosas ordinarias de este día de modo que sean la mejor expresión de que el Reino de Dios ya ha llegado a mi corazón.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy te quiero agradecer el haber caído  en la cuenta de que Tú no eres para mí un ser extraño, que habitas en parajes lejanos. Estás a mi lado, es más, estás dentro de mi propio corazón. Ahí has instalado tu Reino.  Desde ahí diriges y orientas mi vida hacia la verdad, la libertad, el amor, la felicidad.

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Comentario – Jueves XXXII de Tiempo Ordinario

Lc 17, 20-25

Los fariseos preguntaron a Jesús; «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?»

El «Reino de Dios», palabra mágica que contenía, como en concentrado, toda la espera febril de Israel: un Día, Dios tomaría el poder, y salvaría a su pueblo de todos sus opresores… Era la espera de «días mejores», la espera de la «gran noche», el deseo de «una sociedad nueva», el sueño de una humanidad feliz.

No eran sólo los fariseos los quo deseaban ese Día. Los Doce, ellos también, en el momento en que Jesús iba a dejarles, se acercaban aún a preguntarle: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino para Israel?» (Hechos 1,6) ¿Es este también hoy nuestro deseo?

¿Deseamos que Dios reine? ¿Qué incluimos, con nuestra imaginación, en ese deseo?

¿Qué espero de Dios en este momento?

¿De qué está más fuertemente deseosa la humanidad de hoy?

Jesús les contestó: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.»

Esa respuesta debió de decepcionar profundamente a los fariseos. Y, te lo confieso, Señor, también a mí me decepciona.

No me resulta fácil pensar que Dios reina de una manera tan discreta, tan modesta, «sin dejarse sentir».
¡Señor, sana mi deseo! Ayúdame a sentir agrado por las tareas modestas, ayúdame a promover el reino de Dios en las «cosas pequeñas», en las cosas sin apariencia.

Ni podrán decir: «¡Míralo aquí o allí!» porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.
Los cálculos, los presagios de catástrofes, los signos precursores del castigo de la humanidad, no tienen valor para Jesús: la próxima llegada del reino de Dios no puede observarse… no puede decirse: «Míralo aquí o allí»… simplemente porque ¡ya ha llegado!

¡Ese Reino está oculto!

Para detectarlo es necesaria mucha agudeza de atención, buenos oídos finos para oír su susurro, y ojos nuevos para discernirlo «en la noche».

¡Ese Reino es misterio!

No se le encuentra nunca en lo espectacular y ruidoso sino tan sólo en humildes trazos, en pobres «signos», en los sacramentos de su presencia oculta. Pero, como precisamente un signo es siempre frágil y ambiguo, hay que descifrarlo, interpretarlo… ese es el papel de la Fe.

Llegará un tiempo en que desearéis vivir siquiera un día con el Hijo del hombre y no lo veréis. Os dirán: «¡Míralo aquí, míralo allí!» No vayáis, no corráis detrás.

¡Siempre tenemos la tentación de ir a buscar los signos de Dios en otra parte! «¡No vayáis!» dice Jesús. Es en vuestra vida cotidiana donde se encuentra Dios.

Porque igual que el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así ocurrirá con el Hijo del hombre cuando vendrá en «su Día» Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por esa generación.

Sí, «un Día» vendrá para Gloria de Dios, para el Esplendor de Dios, para el Triunfo de Dios y de su Cristo. Será como el estruendo del trueno, como el rayo que cruza el firmamento: imprevisible, sorprendente, súbito.

Pero, entre tanto, es el tiempo del «sufrimiento», del «rechazo», de la «humillación y vergüenza». Antes de ese triunfo de Jesús y de su Padre, ambos, escarnecidos, humillados, arrastrados en el lodo y la sangre… negados por los ateos, dejados de lado por los indiferentes… ridiculizados por todos los descreídos… y, por desgracia, traicionados por «los suyos».

¡Señor, ten piedad de nosotros!

Noel Quesson
Evangelios 1

El que no trabaja, que no coma

1.- Este domingo es el penúltimo del tiempo ordinario. Las tres lecturas están dirigidas a los cristianos de las primeras generaciones, que estaban inquietos y anhelantes ante la segunda venida del Señor, porque ellos creían que era inminente. La frase de San Pablo está dirigida a esos cristianos que, cuando leyeron la primera carta del apóstol, entendieron que la segunda venida del Señor iba a llegar de un momento a otro. Si el Señor, se decían, va a venir de un momento a otro y nos va a llevar con él, triunfantes y gloriosos, ¿para qué trabajar y preocuparse del futuro? Lo mejor es vivir el presente en una espera gozosa y descansada. Esto de buscar excusas para no trabajar parece que es una tentación ya muy antigua. También San Agustín tuvo que escribir un pequeño libro sobre la necesidad del trabajo a algunos de sus monjes se apoyaban, para justificar su holganza, en unas frases que Cristo había dicho a sus discípulos: Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y vuestro padre celestial las alimenta (Mt. 6, 26). Hoy son muchos los que, sin necesidad de apoyarse en ningún texto sagrado, quieren comer y vivir sin trabajar. Por eso, la frase de San Pablo sigue teniendo un valor muy actual también para nosotros. Los cristianos sabemos que Dios ha puesto el mundo en nuestras manos para que trabajemos en él y, con el sudor de nuestra frente, obtengamos el alimento necesario. El no trabajar y el querer vivir a costa del sudor del de enfrente no es cristiano. Todos tenemos la obligación de trabajar, cada uno en la medida de sus posibilidades y de acuerdo con las capacidades que tenemos en el momento en el que vivimos. El Señor quiere que seamos operarios de su mies, quiere que con nuestro esfuerzo construyamos un mundo mejor que el que nos encontramos al nacer. Esto es lo que nos recomendaría hoy San Pablo.

2. También la primera lectura, la del profeta Malaquías, y la lectura del evangelio, podían ir muy bien dirigidas a los mismos cristianos a los que se dirigía el apóstol, cuando les hablaba de la necesidad del trabajo. El texto del profeta Malaquías está aplicado a los esperaban como inminente la llegada del día del Señor. Lo que les advierte aquí el profeta es que, cuando llegue ese día, los malvados y perversos arderán en el horno y no quedará de ellos ni rama, ni raíz. En cambio, los justos brillarán iluminados por un sol de justicia que lleva la salud en sus alas. Son palabras escritas para alimentar y fortalecer la esperanza de estos primeros cristianos, ante las grandes dificultades y persecuciones que estaban padeciendo. También son palabras que pueden servirnos hoy a nosotros, ya que también nosotros necesitamos alimentar nuestra esperanza con la promesa del triunfo final, sobre todo cuando nos vemos abatidos y con dificultades para mantener alta y firme nuestra fe. El Señor nos promete que será generoso con los que honren su nombre, en medio de una sociedad enemiga o indiferente, es decir, en una sociedad como la nuestra.

3.- En el evangelio de Lucas también se les insiste a los cristianos de esos primeros tiempos que estén preparados, porque van a sufrir humillaciones, sufrimientos y desprecios, ya que son muchas y grandes las calamidades y las catástrofes que les esperan. Así tendréis ocasión de dar testimonio, se les dice. Se les promete que el Señor no les abandonará, porque ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Lo que no deben tener los discípulos de Jesús nunca es miedo, ni cobardía. Deben mantenerse firmes y perseverantes: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Con mansedumbre y al mismo tiempo con firmeza es como debemos comportarnos los cristianos de todos los tiempos, ante la dificultad, la persecución o el desprecio.

4.- Este domingo 33 del tiempo ordinario es el Día de la Iglesia Diocesana. Estamos acostumbrados a oír que todos somos iglesia. Lo importante es que actuemos en nuestra vida ordinaria como miembros activos de la iglesia o parroquia a la que habitualmente asistimos. No debemos ir a la iglesia sólo a oír o a escuchar, vamos a participar en la vida cristiana de la iglesia, en la expresión común de nuestra fe cristiana. Además de pensar en la Iglesia cristiana y católica, en general, pensemos en la iglesia particular de la que debemos ser miembros activos. Las grandes virtudes y los grandes defectos de la Iglesia universal son también virtudes y defectos nuestros, pero los defectos primeros contra los que debemos luchar es contra los concretos y particulares defectos que tiene nuestra diócesis y nuestra parroquia particular. Y contra nuestros propios defectos particulares, porque cada uno de nosotros somos una de las piedras vivas que constituyen el edificio de la iglesia.

Gabriel González del Estal

Cruzar umbrales

Y después de tantas idas y vueltas,
de tantas sendas y veredas,
murallas, ventanas y puertas
soñadas y hechas…
uno aprende, con caricias y golpes,
caídas, éxitos y fracasos,
con vigilias y perdones,
que hay que cruzar muchos umbrales
para entrar en el interior de las personas.
en la interioridad de uno mismo,
y en la intimidad de tus entrañas…
y, así, poder descansar en el regazo del Padre,
que es el reino de tus promesas.

Este es el itinerario
en el que hay que perseverar
todos los días y todas las noches,
-haya conflictos, destrucción u oscuridad,
lágrimas, gozos o sinsabores-
para vivir con esplendor, gozo y paz.

Tú quieres encontrarnos cruzando umbrales,
libes y expuestos,
sin defensas ni trincheras,
a la sombra de tu Espíritu,
siguiendo voz y aliento
hasta que decline nuestro tiempo…

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

• La tradición profética pone que el abandono del templo o su destrucción eran contemplados como la consecuencia de la ruptura de la alianza por el pueblo (Jr 7,1- 15; Ez 8-11; Miq 3,12)… Jesús anuncia la destrucción porque Israel no le ha aceptado como enviado para establecer la nueva alianza entre Dios y los hombres. A partir de ahora, el lugar de la presencia de Dios y de encuentro con Él es Jesús, luz que se revela a las naciones (Lc 2,32). Los discípulos, unidos a Él, somos también lugar de este encuentro, piedras vivas, templo del Espíritu (1 Pe 2,5).

• Ante la pregunta por el tiempo de la destrucción, Lucas responde con un discurso apocalíptico en el que no se une la destrucción de Jerusalén con la venida final de Jesús. Aunque si su proximidad (Lc 21,27.28.31.32.36), pero el cristianismo de lucano acepta en su concepción de historia el retraso de la parusía (ej. Marcos describía la desacralización del templo por los romanos -Mc 13,14 – como signo apocalíptico –Dn 9,27- y que era signo que precedía a la venida del Hijo del hombre). Lucas separa la destrucción de Jerusalén de los signos de la venida del Hijo del hombre por un tiempo de los “paganos” (21,24). Avisa así del peligro de dejarse engañar por gente que anuncia el final (con palabras de guerras, peste,… nada de eso supone inminencia). Para hablar del futuro escatológico, Lucas utiliza las imáge- nes estereotipadas de denuncias proféticas sobre el juicio final tal y como lo describen Miqueas, Jeremías y Ezequiel.

• Lucas hace una llamada a dar testimonio ante las persecuciones (es el “martirio” ante persecuciones, Esteban, Santiago-), ahí, Jesús, estará dando capacidad de responder (15), es una llamada a la confianza absoluta en Dios y constancia en seguir su camino que lleva a la autentica salvación (21,19). Existía el peligro, en la corriente de entusiasmo apocalíptico, de perder el contacto con la realidad histórica y cotidiana (Lc 17,23; 19,11). Si el Señor ha vencido a la muerte, piensa Lucas, el fin hacia el que caminamos no es una utopía anónima, sino Jesús Resucitado, a quien encontramos también en la Iglesia y en el mundo (sacramentalmente oculto).

• La finalidad de Lucas no es describir los acontecimientos que van a suceder en el futuro, como dar a los creyentes de su comunidad la fuerza y el coraje para que puedan vivir el seguimiento de Jesús (en medio de las pruebas y recordando el valor del tiempo presente). En la parusía del Hijo del hombre se producirá nuestro encuentro definitivo con Él, culminación de una vida de fidelidad a su Evangelio. Lucas invita a poner la atención en el presente, vivido a la luz del Resucitado.

• La destrucción del templo sucedió en el año 70 d.C. Lucas pone esta conversación a las puertas de la Pascua: Jesús ha hecho el duro camino de subida a Jerusalén, y está a punto de padecer Pasión y Muerte, y Resucitará. Los discípulos, viviendo con perseverancia (18- 19) su camino, su subida (12-17), tampoco serán destruidos. Los discípulos están llamados a vivir el hoy, siguiendo el camino de Jesús a Jerusalén y asumiendo las dificultades y las angustias del tiempo presente, el tiempo de la Iglesia.

• Así como los primeros cristianos vieron la destrucción del templo (6) –posiblemente cuando Lucas escribe ya ha sido destruido- y comprobaron que el fin no había llegado (9), los cristianos de todos los tiempos nos tenemos que disponer a vivir en medio de las adversidades y persecuciones (12), incluso con el dolor de la posible traición de familiares y amigos (16) y de ser odiados por todos (17). En el mundo que nos rodea (10-11) y en nosotros mismos tendremos siempre la experiencia de la pérdida, de la destrucción y de la muerte. Pero, al mismo tiempo, tenemos la experiencia de Cristo Resucitado, que “salva nuestras almas” (19).

• Estas palabras de Jesús son una segunda respuesta a aquel maestro de la ley (Lc 10,25ss) y a aquel hombre importante y rico (Lc 18,18ss) que, por el camino de subida, le habían preguntado: ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

• Ahora es el tiempo no de preocuparse de si esto se acaba o no se acaba. Es tiempo de seguir a Jesús, no de buscar las seguridades en la Ley (Lc 10,25ss) o el dinero y las posesiones (Lc 18,18ss). Es tiempo de dar testimonio (13). Es tiempo de confiar en que Jesús no abandona nunca al discípulo en el camino (15). Es el tiempo de acoger la salvación, que se nos da hoy, no al final: Anda, haz tú lo mismo, como aquel samaritano (Lc 10,37); vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza (Lc 18,22).

Notas sobre el texto, contexto y pretexto

• Tras las controversias con los jefes de Israel (19,47-21,4), se nos presenta el discurso escatológico (21,5-38) en la que se sitúa este Evangelio. Lucas (como Mc y Mt) concluye la predicación de Jesús en Jerusalén con este discurso sobre el final (lo escatológico). La peculiar visión de la Historia de Salvación de Lucas se organiza en tres momentos: destrucción de Jerusalén, tiempo de misión o de la Iglesia y venida del Hijo del hombre que traerá la plenitud del Reino de Dios.

• Si Lucas pone de manifiesto que Jerusalén y su templo ya no son el lugar de encuentro con Dios. Este encuentro tiene lugar ahora a través de Jesús. En Jerusalén el anuncio del Reino ha chocado con los intereses del poder civil y religioso; el Evangelio se ha vuelto peligroso para los seguidores del Resucitado. Jesús anuncia que el único acceso a Dios es su persona comprometida a favor de los hombres: lo demás todo será destruido…. En otro momento se nos recordará (Pablo) que siempre tenemos oportunidad de construir el auténtico templo de Dios que somos nosotros (piedras vivas).

• La segunda venida de Cristo ha provocado en la historia temores y angustias…. Jesús alerta ante engaños de falsos mesías y profetas que ponen en peligro la perseverancia hasta el final…

• En tiempos de Jesús continuaba la reconstrucción del templo (desde el 20 a.C. hasta el 63 d.C.). Por documentos de la época se sabe que el lujo de sus adornos era sensacional (parece que había una vid de oro a la que se añadían sarmientos de oro regalados por sus fieles… a esto se llama exvotos) Jesús, como otros profetas anteriores, dice que todo será destruido… Dios no está en las suntuosidades…

Comentario al evangelio – Jueves XXXII de Tiempo Ordinario

Respirar y empujar

El 31 de diciembre de 2016, en un encuentro interreligioso en Estados Unidos, Valerie Kaur, activista social, pronunció un poderoso discurso. Reflexionando sobre los tiempos difíciles que atravesaba Estados Unidos entonces, dijo: «La madre que hay en mí se pregunta: ‘¿Y si? ¿Y si esta oscuridad no es la oscuridad de la tumba, sino la oscuridad del útero? ¿Y si no somos un país muerto, sino un país que espera nacer? ¿Y si nuestra historia es la de un largo parto? ¿Y qué te dice la comadrona cuando estás de parto? ‘Respirar y empujar’«.

La oscuridad sobre el mundo no ha hecho más que empeorar desde entonces. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos seguir respirando y empujando, para que nazca el bebé que está dentro de nosotros, el Reino. Si no respiramos, morimos; si no empujamos, el Reino muere dentro de nosotros.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – San León Magno

Hoy celebramos la memoria de san León Magno.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 16, 13-19):

En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Hoy celebramos la santidad de uno de los más grandes papas que han honrado la sede de Roma. Su pontificado duró más de 21 años y ha sido sin duda uno de los más importantes en la historia de la Iglesia. El Papa san León vivió en tiempos sumamente difíciles: las repetidas invasiones bárbaras, el progresivo debilitamiento de la autoridad imperial en Occidente y una larga crisis social habían obligado al Obispo de Roma a asumir un papel destacado incluso en las vicisitudes civiles y políticas. Conocemos bien la acción del Papa san León gracias a sus hermosísimos sermones y gracias a sus cartas. 

Promovió incansablemente el primado romano, presentándose como auténtico heredero del apóstol san Pedro: los numerosos obispos, en gran parte orientales, reunidos en el concilio de Calcedonia, fueron plenamente conscientes de esto. El concilio de Calcedonia afirmó la unión en la única Persona del Hijo, sin confusión ni separación, de las dos naturalezas humana y divina. 

—Esta fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, fue afirmada por el Papa en un importante texto doctrinal dirigido al obispo de Constantinopla, el así llamado “Tomo a Flaviano”, que al ser leído en Calcedonia, fue acogido por los obispos presentes con una aclamación elocuente, registrada en las actas del Concilio: «Pedro ha hablado por la boca de León».

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – San León Magno

SAN LEÓN MAGNO, papa y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-par

  • Flm 7-20. Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido.
  • Sal 145. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob.
  • Lc 17, 20-25. El reino de Dios está en medio de vosotros.

Antífona de entrada Cf. Eclo 45, 24

El Señor hizo con él una alianza de paz, y lo nombró príncipe para que tuviera eternamente la dignidad del sacerdocio.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy recordamos a san León Magno, Papa del siglo V, a quien la Iglesia venera como doctor por la claridad y profundidad de su doctrina, y a quien tocó vivir siempre tiempos difíciles manteniendo la firmeza y la lucidez ante las herejías que sacudieron a la comunidad cristiana durante aquellos años.

Vamos, pues, a celebrar el Sacrificio Eucarístico; el mismo Sacrificio que san León ofreció por el bien del Pueblo de Dios. Y para ello, comencemos poniéndonos en la presencia del Señor y, reconociéndonos pobres y débiles, pidámosle perdón por nuestros pecados.

• Buen Pastor, que conoces a tus ovejas. Señor, ten piedad.
• Buen Pastor, que buscas con amor la oveja perdida. Cristo, ten piedad.
• Buen Pastor, que nos guías hacia la vida de tu Reino. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
que nunca permites que las puertas del infierno
prevalezcan contra tu Iglesia,
asentada sobre la firmeza de la roca apostólica,
te pedimos, por intercesión del papa san León Magno,
que permaneciendo firme en tu verdad
goce de una paz continua.
Por nuestro señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos, hermanos, e imploremos la misericordia de Dios, nuestro Padre.

1.- Para que se acuerde del pueblo rescatado por la sangre de su Hijo. Roguemos al Señor.

2.- Para que los gobernantes de las naciones promuevan el desarrollo de los pueblos, y desaparezcan la injusticia, la violencia, el paro y el hambre en el mundo. Roguemos al Señor.

3.- Para que ilumine a los que no conocen a Cristo con la luz del Evangelio. Roguemos al Señor.

4.- Para que nos conceda a cuantos invocamos su nombre los bienes temporales y eternos. Roguemos al Señor.

5.- Para que de la luz y el descanso eterno a todos los difuntos. Roguemos al Señor.

Oh, Dios, que sabes que la vida de los hombres está llena de necesidades; escucha los deseos de tu pueblo y concédele benignamente lo que te pide con humildad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, por estas ofrendas que te presentamos
ilumina, complacido, a tu Iglesia,
para que tu grey crezca y se desarrolle en todas partes,
y sus pastores, bajo tu guía,
sean de tu agrado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Mt 16, 16. 18

Pedro dijo a Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Oración después de la comunión
SEÑOR, gobierna con bondad a tu Iglesia,
alimentada en esta mesa santa,
para que, dirigida por tu mano poderosa,
tenga cada vez mayor libertad
y persevere en la integridad de la fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.