Lectio Divina – Lunes XXXIV de Tiempo Ordinario

De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos

1.- Oración introductoria.

Hoy, Señor, quiero darte gracias por tu mirada. No es como la nuestra que se va detrás de lo  grande, lo fastuoso, lo que deslumbra. Nos fijamos en los buenos artistas, famosos futbolistas, gente que sale mucho en Televisión. Nuestros ojos están enfermos, son turbios, miopes. La mirada de Jesús es limpia, profunda, dulce, transformadora. Jesús no  ve a aquellos que echan limosnas para engrandecerse, para que la gente se fije en ellos. Jesús ve, observa, mira y admira a esa viejecita que dando dos moneditas ha dado todo lo que tenía.

2.- Escucha atenta del evangelio. Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

En el evangelio de Lucas, este relato viene a continuación de una controversia de Jesús con los maestros de Israel que buscaban los primeros puestos y devoraban la hacienda de las viudas. Jesús observa cómo los ricos echan dinero en el arca del templo. Cuanto más sonaban las monedas más fuertes eran los aplausos de la gente. Pero la mirada de Jesús se detiene en una pobre viuda que, llevando dos monedas, echa las dos y se queda sin nada. Podría haberse quedado una y tener asegurado el pan del día siguiente. Pero la viuda se queda sin nada: sin el sustento de hoy y sin el pan del mañana. Al vaciarse de todo lo que tiene, pone el presente y el futuro en las manos de Dios.   No da de lo que le sobra sino de lo que necesita para vivir. Ha depositado sus monedas en el cepillo de las ofrendas para el sacrificio de “holocausto”. Y en esta clase de sacrificios, como indica la palabra, se quemaba todo. Ella es de Dios y le entrega a Dios todo lo que tiene y todo lo que es. Sólo Dios puede crear, es decir, sacar algo de la nada. Y, en el orden espiritual, lo mismo. Dios llena al que está vacío, enriquece al que es pobre, y con nuestra nada, sabe trabajar muy bien y hacer cosas maravillosas. Como sucedió con su madre que hizo con ella cosas admirables porque se fijó en su pequeñez.

Palabra del Papa

“Pero los pobres –y este es el tercer punto– no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos… En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano, Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo» (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada mundial de la juventud, enero 2014).

4.- Qué me dice hoy a mi esta palabra ya reflexionada. (Silencio)

5.-Propósito: Hoy daré algo a las personas que me necesitan: algo de mi tiempo, algo de mi afecto.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, estoy impresionado con la postura de esta pobre viuda que da todo lo que tiene para el Señor. En el evangelio de Lucas, tan amigo de los pobres, esta mujer será ejemplo y modelo de seguimiento fiel al Señor. Ella es feliz, no por ser pobre, sino por tener a Dios como suprema riqueza de su vida. Señor, ¡qué lejos estoy de vivir esta actitud de la viejecita!.  Dame un corazón grande y generoso, vacío de todo para poder llenarlo de Ti.

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Comentario – Lunes XXXIV de Tiempo Ordinario

Lc 21, 1-4

Hemos llegado a la «última» semana del año litúrgico. Las últimas páginas que leeremos, del evangelio según san Lucas, se refieren a los últimos días de la vida terrestre de Jesús, justo antes de la Pasión.

Jesús, cercana su muerte, tenía plena conciencia de su «fin» humano.

Su último y gran discurso versa también sobre el «fin» de Jerusalén, y el «fin» del mundo…
Este es un pensamiento que no debo evitar.

Porque también yo camino hacia mi «fin»

Jesús enseñaba en el Templo.

Antes de que hayan acallado su potente voz, esa voz que dice «las cosas de Dios», Jesús habla y enseña.

Después de haber hablado tanto, en los caminos, en los pueblos, a la orilla del mar, en las sinagogas provincianas, mirad, está enseñando «en el Templo». No desempeña ningún papel oficial, no es ni un «sacerdote del servicio» -sacerdocio levítico-, ni un «doctor de la Ley». No tiene derecho a entrar en el santuario, lo que es exclusivo del sumo-sacerdote. No toma la palabra desde un lugar ritual, en el curso de un acto litúrgico. El, el Hijo de Dios, el Portavoz de Dios, se contenta con reunir a su alrededor, como lo hace un simple orador de paso, a los pocos oyentes que tengan a bien escucharle.

Es precisamente en el interior del recinto del Templo -y ese detalle es muy significativo: allí termina su misiónpero es también en espacio descubierto, en la explanada del templo o bajo una de sus columnatas.

Alzando los ojos vio a los que depositaban sus ofrendas en el arca del Tesoro.

Los «ojos» de Jesús. Los contemplo.

Observo lo que hacen sus ojos.

Bajo el peristilo del templo, galería de columnas de mármol que adornaban la fachada, había, ante el vestíbulo de la «Tesorería», trece grandes arcas, cuya cubierta formaba un embudo o buzón de amplia ranura.

Un sacerdote de servicio se ocupaba de anotar el valor total de la ofrenda y la «intención» que le comunicaba el donante. Jesús lo está observando.

Vio a los ricos que depositaban sus donativos.

Vio también a una viuda necesitada que echaba unos cuartos. Dos «lepta»… dos «cuartos»… Las monedas más pequeñas de entonces.

Miro el gesto de los «ricos», como Jesús lo miraba. Miro el gesto de la viuda, también, como Jesús.

Abre mis ojos, Señor, que sepa «mirar» mejor y en profundidad.

Escucho el ruidito, modesto y humilde, de las dos moneditas al caer en el arcón, en medio de las voluminosas ofrendas ya depositadas.

Jesús dijo: «En verdad os digo: Esa pobre viuda ha echado más que nadie. Porque todos esos han echado de lo que les sobra, mientras que ella, de lo que le hace falta. Ha dado todo lo que tenía.»

La mirada de Dios, la apreciación de Dios…¡Cuan diferente es de la mirada habitual de los hombres! Dios ve de un modo distinto. Los ricos parecen poderosos, y hacen ofrendas aparentemente mayores. Pero, para Jesús, la pobre mujer ha dado «más». ¡Cuánta necesidad tenemos de cambiar nuestro modo de «ver», para ir adoptando, cada vez más, la manera de ver de Dios!

«Ella dio todo lo que tenía para vivir… dio de su indigencia»

¡Qué la admiración de los que son discípulos de Jesús no se dirija nunca hacia los gestos aparentes, ostentosos sino hacia los pobres, los humildes, los pequeños! ¡Cuánta necesidad tenemos de un cambio en nuestros corazones!

Noel Quesson
Evangelios 1

Estad en vela

Motivos para la esperanza, Dios no falla

Vivimos una seria crisis de credibilidad de las instituciones clásicas que por siglos dieron fundamento a los valores humanos, culturales y religiosos: Familia, Escuela, Iglesia. Parecería que no hay ya más razones para la esperanza. Es una sensación real, pero necesita el esfuerzo de situar correctamente nuestro desencanto. La causa de la decepción son las personas y las instituciones, sus comportamientos, sus actuaciones, sus promesas incumplidas, sus debilidades y errores. Basados en los valores y en los proyectos más nobles podemos hacer grandes obras, pero también somos mezquinos y capaces de inhumanidades terribles.

El tiempo litúrgico del Adviento nos ofrece motivos de esperanza. El profeta Isaías nos lo manifiesta en la visión del Señor que reúne a todos los pueblos en la paz eterna del Reino de Dios. Habla de la esperanza de tiempos nuevos y mejores, entreviéndola en medio de la turbulencia política, económica, social y religiosa que le tocó vivir. Dios no falla, es fiel en su amor y hace posible la vida humana en medio de todas las dificultades.

Reforzar la esperanza y la vigilancia

Solo podremos apreciar el amor de Dios con dos actitudes que el Adviento nos recuerda: la esperanza y la vigilancia.

Tener esperanza no es lo mismo que esperar. Esperamos cuando lo que llega se debe al esfuerzo humano. Tenemos esperanza cuando lo que adviene nos sobrepasa humanamente. Esperar nos sitúa en estado de receptividad. Esperar con esperanza es estar convencidos de que llegará algo que supera nuestras fuerzas, en nuestro caso el Reino de Dios en su plenitud.

Espera y esperanza no se contraponen, más bien la esperanza cristiana pasa a través de genuinas esperas humanas. Podemos esperar muchas cosas, pero tener muy poca esperanza y podemos tener una gran esperanza con pocas esperas humanas. Hay esperas pasivas, de los no comprometidos; hay esperas interesadas, del tipo ‘doy para que me den’; y hay esperas activas y creadoras, de los que aportan cada día su esfuerzo para tener un poco más cerca lo que esperan.

Esperar –con esperanza– es “desear provocando”, desear algo tan apasionadamente que uno se entrega a la realización de lo que espera. Dios nos ha prometido el Reino como una tarea, una misión, un quehacer apasionante. Adviento es tiempo para alimentar la virtud de la esperanza. Jesucristo esperó siempre activamente la venida del Reino, su plenitud, a pesar de los fracasos momentáneos. Y cuando todo parecía hundirse, él seguía fiel.

A la esperanza la complementa otra actitud imprescindible a la que nos invita el Adviento: Vigilancia.

Nos dice San Pablo: «Es hora de espabilarse porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer». Y Jesús: «Estad en vela porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor». Vigilar es velar solícitamente durante un tiempo, hasta alcanzar el fin deseado. Exige tener los ojos abiertos y cuidar con responsabilidad. Vigilar ante la llegada de Dios equivale a estar despiertos, en disposición de servicio, atentos ante el futuro sin descuidar el presente, abiertos a reconocer la presencia de Dios y de su reino en los acontecimientos y a actuar en consecuencia.

Nuestro Adviento personal: Dios viene a mí

Ante la llamada a espabilarnos podríamos pensar que solo se trata de poner nosotros algo más de empeño, de atención, de buena voluntad en nuestra vida cristiana. Está bien ponerlo, es necesario, pero no es ni suficiente ni lo más importante. No se trata de lo que nosotros debemos hacer sino de lo que Dios hace en nosotros. La iniciativa la tiene él. El amor es suyo. Nuestra intervención es siempre segunda, en respuesta a la suya. Él es además el origen de nuestra respuesta, quien nos conoce y ama, quien comienza la relación viniendo a nuestro encuentro.

Cuando en Adviento repetimos la invocación: ¡Ven, Señor!, –como en el padrenuestro pedimos ¡venga a nosotros tu Reino!–, en realidad, no pedimos tanto que venga el Señor –ya está en nosotros– como que cada uno de nosotros comprenda y viva la presencia y la acción amorosa del Dios que viene a nosotros. Y que de ahí surja la respuesta de corresponder a su amor, a su venida constante.

San Pablo nos invita: «Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz». Quiere decir: Rechacemos toda manipulación de la verdad, toda dominación de unas personas sobre otras, todo lo que nos defrauda, nos decepciona y atenta contra la esperanza; y asumamos claramente las causas de la paz, de las relaciones justas, de la dignidad de todas las personas, de la verdad que nos hace libres, de los valores del Reino de Dios que ya vamos gustando y que fortalecen nuestra espera esperanzada de un Dios que viene a nosotros y desborda todas nuestras expectativas.

Al iniciar un nuevo Adviento descubramos a Dios como Padre, origen y causa de todo bien, y pidamos crecer en esperanza y en el amor que reaviva nuestra ilusión de vivir.

Fray José Antonio Fernández de Quevedo

Mt 24, 37-44 (Evangelio Domingo I de Adviento)

1ª) La pedagogía de la historia para enseñar y apuntalar la esperanza

Lo que pasó en tiempos de Moisés, pasará cuando venga el Hijo del hombre. Sobre el esquema apocalíptico, Jesús y los evangelistas intentaron hablar del futuro. Pero no interpretaríamos correctamente este capítulo si nos dejamos guiar excesivamente por la imaginación y por el montaje representativo que lo acompaña. Son sólo imágenes propias de ese género literario. El fondo de la cuestión no está en el temor sobrecogedor de tales signos y acontecimientos. Todo el discurso escatológico orienta nuestra mente a la vigilancia, a la esperanza, a la tarea cotidiana vivida y mantenida en la perseverancia y realizada con la orientación de esta esperanza. El centro es la esperanza en un fin glorioso que Dios tiene preparado para los hombres y que se realizará a pesar de todas las oposiciones, persecuciones y dificultades. El mejor desarrollo de este discurso sería el Libro del Apocalipsis que es fundamentalmente un testimonio en favor del Cristo glorioso que, pasando por la muerte, ha resucitado y está sentado a la derecha del Padre. Se proclama con fuerza que Jesús es la esperanza de su Iglesia envuelta en la relajación y en las persecuciones. Siempre es posible seguir adelante. Nuestro mundo clama y anhela, incluso sin ser consciente de ello, de personas convencidas y coherentes con su esperanza y sus convicciones. El mundo actual en lo cotidiano y en las grandes empresas sigue necesitando de Jesús y de sus discípulos animados por una gran esperanza.

2ª) ¡Estad despiertos en todo momento pero sin ansiedad ni angustia!

Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Se trata de tomar en serio el «hoy» de Dios, el presente salvífico que Dios ofrece a los hombres. Abierto ciertamente a un futuro que llegará con toda seguridad, pero que será más tarde. En el entretanto es imprescindible la vigilancia. La esperanza cristiana no nos exime del compromiso diario al lado de los hombres nuestros hermanos. Precisamente por la confianza en la certeza del fin glorioso el cristiano toma con toda seriedad el presente de que dispone. Pero no debe dejarse arrastrar por la ansiedad. Estamos viviendo una etapa de la historia singular. Por todas partes surgen brotes escatologistas, milenaristas que amenazan con cataclismos. estos movimientos son el polo opuesto a la esperanza cristiana porque atenazan, mutilan los anhelos de la construcción del reino de Dios ya en este mundo por preparación, etapa previa, primicia. No os dejéis arrastrar por esos mensajes catastrofistas. Los cristianos no podemos ni debemos hacer cábalas y combinaciones numéricas. El Señor volverá con toda seguridad. Pero ya nos advirtió que no sabemos ni el día ni la hora. Este espacio de tiempo es para la vigilancia y para el compromiso por establecer, reino de Dios en Cristo Jesús con todos los hermanos los hombres.
Estad también vosotros preparados para cuando venga el Hijo del hombre. Hay que reconocer que la pedagogía de Jesús era excelente, creadora de personas recias. Una y otra verdad nos advierte de que no debemos perder el tiempo en asuntos marginales. Nos ha conducido al corazón humano en su más limpia profundidad. Sabe muy bien qué es lo que el hombre necesita en su íntima profundidad: el encuentro de la realización plena en una felicidad inmarcesible en una comunión entrañable. Para ello hay que estar preparados siempre y en camino. La mirada fija en el objetivo central. Esa tensión robustece el camino; poda lo accesorio; explota los dones recibidos para la realización de la tarea. La tensa espera de algo importante aviva la vigilancia. Es necesario descubrir que la vuelta del Hijo del hombre es la respuesta definitiva a los anhelos de la humanidad. Es necesario anunciar al mundo que Jesús da sentido definitivo a la existencia humana.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Rom 13, 11-14 (2ª lectura Domingo I de Adviento)

1ª) ¡El cristiano ha de estar siempre despierto!

Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabi¬larse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. Pablo deduce una de sus consecuencias fundamentales: si las cosas han sucedido así es necesario que tomemos en serio la respuesta a la esperanza cristiana. Esta es exigente en cuanto a la respuesta se refiere. El cristiano está siempre «en camino» y debe adoptar una actitud de exigente vigilancia. El creyente no es ciudadano de este mundo y es ciudadano de este mundo. Se le advierte que ha de vivir intensamente la realidad presenta, con plena responsabilidad, pero no debe olvidar su carácter de peregrino hacia otra patria definitiva. Este equilibrio que imprime la auténtica y madura fe cristianan hay que conservarlo siempre vigilante. El creyente no puede entretenerse en la ciudad terrena, pero debe asumir la tarea de la construcción de l reino con todas fuerzas. La esencia de la esperanza requiere esta actitud, pero siempre abierta a un futuro glorioso y seguro. El Maestro nos aconsejó: sed astutos como las serpientes y sencillos como las palomas.

2ª) ¡En marcha solo con lo imprescindible porque al camino es difícil, largo, costoso, pero admirable!

La noche está avanzada, el día se echa encima…pertrechémonos con las armas de la luz. En una visión escatológica que subyace a estos textos, afirmar que la noche está avanzada quiere decir que la realidad salvadora está presente para siempre y que la meta es firme y segura. El hombre ya no camina a tientas y como en la noche, porque con la venida de Jesús se ha abierto el definitivo camino que conduce con toda seguridad a la meta deseada. La noche es símbolo de precariedad, de inseguridad, de debilidad y de riesgo. Por otra parte, en la escritura simboliza el alejamiento de Dios que es luz y, como consecuencia, se convierte en símbolo de inmoralidad y discomunión. El día, por el contrario, según la escritura es símbolo, por estar guiada por la luz, de certeza, seguridad, credibilidad. Aunque el camino sigue siendo largo y vosotros, ya es posible realizar ese itinerario bien pertrechados con las armas de la luz. Cristo camina en medio de los discípulos que le siguen: Os aseguro que si dos de vosotros se pone de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi Padre celestial. Porque donde están dos o tres reunidos en nombre, allí estoy en medio de ellos (Mt 18,19s). Acaso el pensamiento central pudiera sintetizarse en estas expresiones paulinas: El creyente ha de actuar de tal manera como si todo dependiera de su esfuerzo (plena responsabilidad temporal que urge una fe y una esperanza madura) y como si todo dependiera exclusivamente del poder de Dios, es necesario vivir intensamente el hoy de Dios.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 2, 1-5 (1ª lectura Domingo I de Adviento)

¡En las situaciones extremas Dios se hace solícitamente presente!

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes. La expresión «al final de los días» es frecuente en la Escritura. En un clima de discurso de despedida leemos en el libro del Génesis: Jacob llamó a sus hijos y les dijo: Reuníos, que quiero deciros lo que será de vosotros en los días venideros (Gn 49,1); y en el libro del Deuteronomio: En medio de tu angustia, cuando te hayan sucedido estas cosas en los últimos días, te volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz (Dt 4,30); y en el libro del profeta Jeremías: La ira del Señor no se retirará hasta que haya cumplido y realizado lo que el Señor había planeado. En aquellos días lo comprenderéis (Jr 30,24). No tiene necesariamente un sentido escatológico-mesiánico. Se refiere al final de un período futuro, cuya extensión es determinada frecuentemente por el contexto. Es evidente, no obstante, que es fraseología enfática es muy apropiada para aludir a la lejana época mesiánica e incluso a la escatológica. A partir de la situación extremadamente grave en que se encuentra el reino de Judá tanto por la falta de fe y de respuesta moral como por la amenaza de invasión por obra de Siria y del reino del norte, el profeta-poeta dirige la mirada a un futuro glorioso del reino. En momentos difíciles se hace más urgente reavivar la esperanza y el compromiso ético. La imagen de Jerusalén en la cima de los montes invita a creer en la seguridad y firmeza del proyecto de Dios sobre su pueblo y sobre el mundo. La esperanza cristiana tiene algunos rasgos específicos: que mira siempre hacia un bien, futuro, difícil pero posible porque se apoya en el poder de Dios. Este acontecimiento subraya el último aspecto de nuestra esperanza. Nunca fallará.

2ª) Jerusalén-Iglesia lugar de encuentro de todos los hombres porque poseen la Palabra de Dios que ilumina

Hacia él afluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. De Jerusalén saldrá la palabra del Señor. Para manifestar de manera tangible la gloria del templo de Jerusalén se deja a la imaginación de lector la composición del lugar: Jerusalén es situada sobre un vértice altísimo, obtenido gracias a la superposición de los diversos montes. Jerusalén y su templo (lugar de la presencia protectora de Dios) se convertirán en centro de la humanidad. Se trata de una idea universalista muy querida al libro de Isaías y otros profetas. En el así llamado apocalipsis de Isaías podemos leer algunos pensamientos: Se sonrojará la luna, se avergonzará el sol, porque el Señor todopoderoso reinará en Jerusalén, en el monte Sión, glorioso ante sus ancianos (24,23); con imágenes de gran valor evocador y narrativo afirma: El Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados (25,6). En el Segundo Isaías afirma el poeta profeta: No gritará, no alzará la voz, no voceará por las calles; no romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue. Proclamará fielmente la salvación, y no desfallecerá ni desmayará hasta implantarla en la tierra. Los pueblos lejanos anhelan su enseñanza (40,2ss). En el Tercer Isaías: Como el cielo nuevo y la tierra nueva que voy a crear, subsisten ante mí, oráculo del Señor, así subsistirán vuestra estirpe y vuestro nombre (66,22s). También en el libro de Jeremías en una sección dedicada a describir el nuevo pueblo de Dios se puede leer: Entonces llamarán a Jerusalén “Trono del Señor”; todas las naciones se reunirán en ella, en el nombre del Señor, y abandonarán los proyectos de su corazón obstinado (Jr 3,17). Finalmente, en el libro de Zacarías, obra posexílica de especial relieve e importancia, en un oráculo mesiánico se lee: Así dice el Señor todopoderoso. Todavía han de venir gentes y habitantes de ciudades populosas. Los habitantes de una ciudad irán a decir a los de la otra: “Vamos a invocar al Señor todopoderoso y a pedir su protección. Yo también voy contigo”. Y muchos pueblos y naciones poderosas vendrán a adorar al Señor todopoderoso en Jerusalén y a pedir su protección (Zac 8,20-22). Se dirige la mirada en doble dirección: hacia la promesa hecha a Abrahán (en ti serán benditas todas las naciones) y hacia la realidad de la humanidad: necesitada de la luz de la palabra de Dios. Con el Adviento se nos invita a dirigir la mirada a la Vuelta gloriosa del Señor. Toda la humanidad ha de participar en la esperanza de Israel y de la Iglesia. Todas la naciones buscan «los caminos y los senderos» del Señor, es decir, su Palabra que los ilumina, como lo indica el propio profeta. Esta Palabra es la manifestación de la voluntad salvífica de Dios. Afirma San Jerónimo: «la Iglesia, fundada originalmente en Jerusalén, dio origen a las iglesias de todo el mundo».

3ª) Es necesario experimentar y proclamar que el Dios cristiano es de todos y para todos

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. Dios aparece y es reconocido como el árbitro inapelable para todos los pueblos. El proyecto de Dios es universal. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Por caminos diversos quiere conducir la historia de su pueblo y la historia de la humanidad porque sólo en el encuentro con El está la salvación. Por caminos diversos pero hacia la misma meta. En la paz mesiánica todo armamento será inútil. Es necesario que los creyentes proclamemos ante el mundo esta carácter universal de proyecto de Dios y el carácter liberador de su proyecto. Adviento es una gran oportunidad para la renovación en la Iglesia de su conciencia universal a todos los niveles: geográfico, étnico, cultural, social, económico y religioso. La Iglesia es un signo de salvación para los hombres: No te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que, creerán en mí por medio de su palabra. Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado… Para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado (Jn 17,20-22). El Adviento es, a la vez, esperanza y compromiso. El fragmento de Isaías abre muy adecuadamente el comienzo de la celebración litúrgica del Adviento porque recoge muy bien la honda significación teológica del mismo. Nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro con el compromiso de reconducir el presente. El futuro es contemplado como una realidad a la que todos tenemos acceso y podremos participar en él. El profeta recurre reiteradamente a la imagen del «camino» y del «caminar». Porque el Adviento, tiempo abierto, pone en marcha a la Iglesia y ofrece al mundo un futuro que responde a las urgencias más profundas de la humanidad.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes XXXIV de Tiempo Ordinario

Llegar a la fe

Nunca podremos comprender un misterio, al menos en este lado de la vida; sólo podemos estar bajo el misterio y vivir con él, con una actitud de asombro y entrega dinámica. Esta es esencialmente la lección que nos ofrece el libro de Job sobre el enojoso problema del sufrimiento humano. El libro de Job, uno de los clásicos de la literatura mundial y aclamado por Alfred Lord Tennyson como «el mayor poema de los tiempos antiguos y modernos», nos lleva a través de la profundización de la fe de Job. En la lectura de hoy lo encontramos con cierta ecuanimidad y respuesta catequética ante las tragedias, una respuesta que indica más la racionalización que la fe. (Como veremos en los próximos días, las defensas de Job deben derrumbarse, y lo harán, y lo dejarán completamente desnudo de alma ante Dios, y al final llegará al núcleo de la fe: el asombro, la admiración, la maravilla y la entrega al Misterio.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Presentación de la Virgen María

Hoy celebramos la memoria de la Presentación de la Virgen María.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 12, 46-50):

En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Hoy la Iglesia rememora aquel momento en el que la pequeña María entregó completamente su corazón al Altísimo. Santa Maria fue llena de gracia y sin mancha de pecado ya desde el primer instante de su concepción en el seno de su madre, santa Ana. Evidentemente, Ella no era consciente de este estatus, pero sí que era plenamente consecuente. 

La tradición cristiana está convencida de que María —siendo muy joven— decidió dedicarse plenamente en alma y cuerpo a Dios. De hecho, éste fue el motivo por el cual tal día como hoy, pero en el año 543, en Jerusalén, se hizo la dedicación de la iglesia de Santa Maria la Nueva.

¡Lo que son los caminos de Dios!, frecuentemente discretos y siempre eficaces. En la antigüedad era totalmente impensable que una chica no fuera dada en matrimonio. Una chica “soltera”, ella sola, más bien era sospecha de lo contrario que pretendía María. Así pues, ¡cosas del Espíritu Santo!, la joven María quedó desposada con José. Sin duda la Divina Providencia había preparado un hombre santo —también nos lo imaginamos joven— capaz de cuidar a María tal “como Dios manda”.

No sabemos cómo, pero podemos suponer que María y José habían acordado entregarse completamente a Dios compartiendo un “matrimonio virginal” (algo también impensable). Si no era a través de este peculiar camino, ¿cómo se podía proteger la virginidad de Santa María? Seguramente san José era el único chico judío capaz de aceptar la misión de proteger la virginidad de María a través de un matrimonio también virginal. Los dos, como hermanos dedicados plenamente al querer de Dios. 

Finalmente, resultó que ese matrimonio tan peculiar —virginal— fue el instrumento preciso que Dios preparó para “entrar” a su Hijo en la tierra, «nacido de mujer, nacido bajo la Ley» (Gal 4,4). «María concibió a Cristo por la fe en su corazón antes que concebirlo físicamente en su cuerpo» (San Agustín). También nosotros, imitando a Santa María, podemos concebir a Jesús en nuestro corazón mediante la fe y la obediencia a Dios, ya que «el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12,50).

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – Presentación de la Virgen María

PRESENTACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de la BVM o de un domingo del Tiempo Ordinario. Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-par

  • Ap 14, 1-3. 4b-5. Llevaban grabados en la frente el nombre de Cristo y el de su Padre.
  • Sal 23. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
  • Lc 21, 1-4. Vio una viuda pobre que echaba dos monedillas

O bien: cf. vol. IV.


aAntífona de entrada          Cf. Jdt 13, 18-19
El Señor Dios altísimo te ha bendecido, Virgen María, entre todas las mujeres de la tierra, porque ha sido glorificado tu nombre de tal modo que tu alabanza está siempre en la boca de todos.

Monición de entrada y acto penitencial
Se celebra hoy la memoria de la Presentación de la bienaventurada Virgen María al Señor en el templo de Jerusalén, según la tradición venerable. María fue el verdadero templo de Dios, llena de gracia desde su concepción.

Yo confieso…

Oración colecta
CONCÉDENOS, Señor,
a cuantos honramos la gloriosa memoria
de la santísima Virgen María,
por su intercesión, participar como ella
de la plenitud de tu gracia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos al Señor, Dios de nuestros padres, para que nos escuche y tenga piedad de nosotros.

1.- Por la unidad y libertad de la santa Iglesia católica y apostólica. Roguemos al Señor.

2.- Por la vida, el ministerio y la salud de nuestro padre el papa N. y de nuestro obispo N., y por el clero y el pueblo que ama a Cristo. Roguemos al Señor.

3.- Por la paz y el progreso de las naciones. Roguemos al Señor

4.- Por el perdón de nuestros pecados y la liberación de toda violencia, división y peligro. Roguemos al Señor.

5.- Por esta comunidad, congregada en el nombre de Jesucristo, y por cuantos no han podido venir a esta celebración. Roguemos al Señor.

Te pedimos, Dios de bondad, que escuches nuestras oraciones y derrames sobre nosotros la abundancia de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
GOZOSOS al venerar la memoria de la Madre de tu Hijo,

te ofrecemos, Señor,
el sacrificio de alabanza, y te pedimos,
por este sagrado intercambio,
que se acrecienten en nosotros los frutos de la redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de la bienaventurada Virgen María: en la fiesta, o II-IV.

Antífona de comunión           Cf. Lc 1, 48
Me felicitarán todas las generaciones, porque Dios ha mirado la humildad de su esclava.

Oración después de la comunión
FORTALECIDOS, Señor,
con el alimento del cielo,
te pedimos humildemente reconocer de palabra
y seguir con nuestras obras a tu Hijo,
nacido de la Virgen fecunda,
al que hemos recibido en este sacramento.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.