Lectio Divina – Jueves XXXIV de Tiempo Ordinario

“Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»

1.- Oración introductoria.

Señor, tengo necesidad de luz para entender el significado profundo del evangelio de este día. Leído superficialmente produce miedo, temblor, espanto. Pero leído con la luz de la pascua es maravilloso: me habla de un nuevo mundo, de una nueva creación, de un nuevo modo de ser persona. Dame tu luz para que aprenda en profundidad tus bellas enseñanzas.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 21, 20-28

«Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».


3.-Qué dice el texto

Meditación-reflexión

Nunca podremos imaginar lo que supuso para los judíos del siglo primero la caída del Templo de Jerusalén por los romanos. Algunos lo interpretaron como “un anuncio del fin del mundo”. Sin embargo, los cristianos que estaban iluminados por la luz de Cristo Resucitado interpretaron que aquella ruina apuntaba a un mundo nuevo. Es como cuando la cáscara del huevo empieza a rasgarse; no es señal de muerte sino todo lo contrario: está apareciendo una nueva vida. Es muy evocadora la imagen del Hijo del Hombre. Está tomada del libro de Daniel en el capítulo 7. Allí aparecen cuatro bestias que salen del mar (lugar del mal) y saltan a la arena de la historia. Una bestia se come a otra, y esa otra es cada vez más feroz. Significan los imperios: el babilónico, el medo, el persa y el de Alejandro Magno. El anciano, con los libros en la mano es Dios en figura de anciano, que quiere dar una solución. Las cosas no pueden seguir así. Y la figura del Hijo del Hombre es la figura del Mesías que va a venir a dar rostro humano a una historia deshumanizada. Bella e impresionante imagen de Jesús que dice a Pedro: “Mete la espada en la vaina porque el que a hierro mata a hierro muere” (Mt. 26,52). El reino de Jesús es un reino humano y quiere construir una nueva sociedad de personas que no se dejan llevar por sus instintos bestiales, sino que crean en este mundo una nueva humanidad de hermanos bajo la mirada del mismo Padre. Esto es tan hermoso que hace decir al evangelista: “Levantad la cabeza, cobrad ánimo, se acerca vuestra liberación”. Jesús ponía una tarea a sus discípulos: “Desde ahora vais a ser pescadores de hombres”. Hermosa misión para todos los cristianos: hacer de cada ser humano no un poco hombre, ni un medio hombre, sino un hombre cabal, un hombre pleno y realizado, un hombre con rostro humano, siguiendo el ejemplo de Jesús.

Palabra del Papa

“Pensamos en el regreso de Cristo y en su juicio final, que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno habrá realizado o habrá dejado de realizar durante su vida terrena, percibimos que nos encontramos ante un misterio que nos supera, que no conseguimos ni siquiera imaginar. Un misterio que casi instintivamente suscita en nosotros una sensación de miedo, y quizás también de trepidación. Pero si reflexionamos bien sobre esta realidad, esta sólo puede agrandar el corazón de un cristiano y ser un gran motivo de consuelo y confianza. A este propósito, el testimonio de las primeras comunidades cristianas resuena muy sugerente. Estas solían acompañar las celebraciones y las oraciones con la aclamación Maranathá, una expresión constituida por dos palabras arameas que, según cómo sean pronunciadas, se pueden entender como una súplica: “¡Ven, Señor!”, o como una certeza alimentada por la fe: “Sí, el Señor viene, el Señor está cerca”. Es la exclamación con la que culmina toda la Revelación cristiana, al final de la maravillosa contemplación que se nos ofrece en el Apocalipsis de Juan. En ese caso, es la Iglesia-esposa que, en nombre de la humanidad, de toda la humanidad, y en cuanto su primicia, se dirige a Cristo, su esposo, deseando ser envuelta por su abrazo; un abrazo, el abrazo de Jesús, que es plenitud de vida y de amor”. (Catequesis de S.S. Francisco, 11 de diciembre de 2013).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito. Controlar bien en este día todos los instintos bestiales que hay en mí y dar rostro humano a todas mis acciones.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, he comenzado esta oración con miedo, con tristeza, con agobio. Pero salgo de ella con un corazón gozoso y esperanzado. El campesino que tira la semilla en la tierra, sabe que se va a pudrir; con todo vuelve contento a su casa porque sabe que de aquel grano podrido y muerto va a surgir una preciosa y granada espiga. Dame fe y esperanza para comprender que ese grano que se va a enterrar voy a ser yo, pero que  esa espiga maravillosa que va a  nacer voy a ser también yo. Gracias por las maravillas que Tú, Señor, haces con nosotros.

Anuncio publicitario

Comentario – Jueves XXXIV de Tiempo Ordinario

Lc 21, 20-28

La mayoría de los exégetas piensan que Lucas escribió su evangelio en los años después del 70. Los acontecimientos históricos acaban pues de demostrar que Jesús había dicho verdad al anunciar la destrucción de Jerusalén.

Cuando veréis Jerusalén sitiada por los ejércitos…

Aquí, Marcos y Mateo decían: «Cuando veréis la abominación de la desolación» (Marcos 13, 14; Mateo 24, 25). Era sin duda lo que, de hecho, había dicho Jesús, repitiendo una profecía de Daniel 11,31. Lucas «traduce» con mayor concreción.

Sabed que está cerca su devastación. Entonces los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad.

Después de un siglo de ocupación romana la revuelta que se estaba incubando terminó por explosionar, en los alrededores del año 60. Los Zelotes, que habían tratado de arrastrar a Jesús a la insurrección, multiplicaron los atentados contra el ejército de ocupación. El día de Pascua del 66, los Zólotes ocupan el palacio de Agripa y atacan al Legado de Siria. Todo el país se subleva. Vespasiano es el encargado de sofocar la revolución. Durante tres años va recuperando metódicamente el país, y aísla Jerusalén. Reúne fuerzas enormes: la V. , la X. ; y la XV. legión. Luego el emperador deja a su hijo, el joven Titus, el cuidado de terminar la guerra. El sitio de Jerusalén, fortaleza considerada inexpugnable, dura un año, con setenta mil soldados de infantería y diez mil a caballo. El 17 de julio del 70, por primera vez después del exilio, cesa el sacrificio en el Templo. Desde entonces no lo ha habido nunca más. El historiador judío, Flavio José, habla de un millón cien mil muertos durante esta guerra, y noventa y siete mil prisioneros cautivos.

¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! porque habrá una gran calamidad en el país y un castigo para ese pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos…

Al predecir la espantosa desgracia nacional de su pueblo, Jesús no tiene nada de un fanático que clama venganza. Sus palabras son de dolor. Es emocionante verle llorar por las pobres madres de ese pueblo que es el suyo.

Jerusalén será pisoteada por los paganos… hasta que la época de los paganos llegue a su término.

Jesús parece anunciar un tiempo para la evangelización de los paganos. A su término, Israel podrá volver a Cristo a quien rechazó entonces. Esta es la plegaria y la esperanza de san Pablo. (Romanos 11, 25-27) compartida con san Lucas (Lucas 13, 35) ¿Comparto yo esa esperanza?

Aparecerán señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán las naciones por el estruendo del mar y de la tempestad. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, pensando en lo que se le viene encima al mundo, porque hasta los astros se tambalearán.

Es el lenguaje corriente del género apocalíptico. Según la concepción de la época, los tres grandes espacios: cielo, tierra y mar… serán trastornados. El caos se abate sobre el universo. (Comparar con Isaías 13, 9-10; 34,3-4 donde esas mismas expresiones en imágenes son empleadas en la caída de Babilonia).

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y majestad.

¿Sin que nos demos cuenta, se ha pasado a otra profecía, esta vez la del «fin del mundo? Algunos exégetas lo creen. Otros piensan que Jesús continuaba hablando de la destrucción de Jerusalén: el Hijo del hombre «viene», a través de muchos sucesos históricos, en particular de éste que vio el aniquilamiento del culto del Templo… el culto verdadero proseguía en torno al Cuerpo de Cristo, en la Iglesia, nuevo Templo de Dios.

Noel Quesson
Evangelios 1

La conversión de san Agustín

1.- El Evangelio de San Mateo hace referencia a la Segunda Venida de Cristo. Se producirá al final de los tiempos y estará precedida de misterio y agitación. Pero será sólo un tiempo limitado, después vendrá el gran momento en que se inicia la Vida del Mundo Futuro. Esa vuelta terrible del Señor incita a mejorar nuestra situación, al arrepentimiento por todas nuestras faltas. Y en verdad habría –tal vez– que despojar a la Parusía de su componente tremendista y enfrentarla tan solo a la necesidad de nuestra limpieza interior –¿y exterior?–, para mejor ponernos en la presencia real de Jesucristo triunfante y glorificado. Es decir, si no acudimos sucios y mal vestidos a la visita de un gran personaje temporal, ni tiene sentido alguno que fuéramos hacerlo cuando esperamos la llegada del Hombre Dios. Por tanto, debemos limpiar nuestro corazón y nuestra alma para ese momento y el temor debe estar más cerca del sentimiento de no defraudar al Señor Jesús que del miedo físico por cualquier catástrofe. Es obvio, no obstante, que al final de los tiempos se instaurará definitivamente la justicia de Dios –y aunque ella estará profundamente unida a la misericordia divina–, podríamos ser merecedores de su reprobación.

El tiempo de Adviento es útil para ese análisis de nuestras conciencias y, tras limpiarlas, recibir adecuadamente al Niño Dios. El arrepentimiento no es otra cosa que poner las cosas en su sitio y situar a nuestras almas en perfecta sintonía con Dios. No es fácil, a veces, reconocer las faltas porque la soberbia nos lo impide. Pero, también, en otras ocasiones la maraña de engaños que teje el Maligno puede tenernos engañados y confundidos. El arrepentimiento es, por tanto, un acceso a la objetividad -al justo significado- de nuestros actos.

2.- En la primera lectura, la Profecía de Isaías nos ofrece esa imagen de un reino de paz donde «de las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas». Es una de las frases más hermosas de la Escritura, pues el hombre anhela desde siempre la destrucción o transformación de las armas y de sus consecuencias. La Venida del Señor traerá la paz y como un adelanto, el tiempo navideño siempre es portador de paz y sosiego.

3.- A su vez, San Pablo nos habla de la necesidad de transformación de nuestros cuerpos y de nuestras almas, en un pasaje que inspiró a San Agustín en su conversión: «Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo». Dicho párrafo de la carta de Pablo a los Romanos incluye una frase muy actual. Dice: «Y que el cuidado de nuestro cuerpo no fomente los malos deseos». Ciertamente, muchos de los esfuerzos de la gente de ahora por estar sanos o bellos sólo responden al deseo de ser más supuestamente atractivos en función de ciertos éxitos amorosos ilícitos. Pero también el otro consejo, el que inspiró la conversión de San Agustín, es asimismo muy adecuado para los tiempos presentes Habrá sin duda durante en la próxima Navidad un exceso de comilonas y borracheras que desafíen a la Justicia al pensar en las necesidades de pobres y marginados. Y, eso mismo, respecto a una conducta permanente es que el camino del exceso corporal solo trae desgracias y no solo físicas.

4.- No viene mal en este domingo primero de Adviento hacer una referencia expresa a la conversión de San Agustín. Es tiempo de conversión y cualquier ejemplo debe sernos útil y más el de uno de los más grandes santos de la historia de la cristiandad. Inmerso en una vida de juergas y comilonas no encontraba –aunque lo deseaba– un camino claro hacia Cristo. Cuando escucha como una cantinela de niños –que no ve– y que dice: «tolle, lege» acude al Libro Sagrado y lo abre por la Epístola de los Romanos y comienza a leer: «Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo y que el cuidado de nuestro cuerpo no fomente los malos deseos»… San Agustín leía ese texto en el mes de julio del 386. A pesar de los años transcurridos, no hay tanta diferencia entre su tiempo y el nuestro. San Agustín encontró su camino tanto en el enamoramiento de Cristo como en su continuada alabanza a Dios. Las Confesiones son una permanente alabanza a Dios y, sobre ello, se compone un impresionante canto de alegría por la presencia de Dios en su vida, que Agustín recuerda en toda su obra. Es importante que los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que viven esclavizados por una vida llena «de comilonas y borracheras, de lujurias y desenfrenos, de rivalidades y envidias», se acerquen a la enseñanza de San Agustín.

Y en fin que las Lecturas de esta primera semana de Adviento nos inicien en la preparación para la próxima venida del Señor. Debemos de meditar sobre ellas con espíritu de cambio y conversión.

Ángel Gómez Escorial

A la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre

Señor Jesús, empezamos hoy
el tiempo de Adviento,
tiempo de preparación a la Navidad.

Los grandes acontecimientos
empiezan mucho antes de su día.
Para los grandes eventos de la vida
siempre hay una preparación.

Hoy, Señor Jesús,
comenzamos la preparación a la Navidad,
a la celebración de tu venida a este mundo.

Yo comparo la Navidad
con una buena siembra,
preludio de una buena cosecha.

Un día Dios decidió sembrar en este mundo
la buena semilla que fue tu Persona,
Señor Jesús.

Fue muy importante,
fue transcendental esa decisión.
Y Tú viniste y te sumergiste en el surco
de nuestra Historia, te enterraste
en la tierra de Nazaret,
en aquella sociedad agrícola, judía,
anónima de un pueblecito desconocido
y allí fuiste creciendo en todos los aspectos
de la vida humana hasta mostrarte un día
como el enviado de Dios
pero siempre con mucha discreción
y llevado por la compasión.

Nosotros, durante este tiempo del Adviento
en el que nos disponemos a prepararnos
a la celebración de tu venida,
vamos a disponer nuestro corazón
a acogerte.

Es cierto que Tú viniste
pero hoy parece que nos estás diciendo
que a esa venida tuya hay que añadir
otras venidas.

Tú, Señor Jesús, continúas
permanentemente viniendo
a nuestras vidas
por ello nos pides que hemos de estar
atentos, despiertos
para reconocer tus huellas,
para descubrir los signos de tu fuerza,
de tu presencia.

Ven, Señor Jesús,
continúa viniendo a nuestro mundo,
a nuestros hogares,
a nuestros pueblos y barrios.

Ven, Señor Jesús,
A nuestras escuelas,
ven a nuestros lugares de ocio,
ven a nuestros medios de comunicación,
ven a las casas que sufren y a las que ríen.

Ven Señor Jesús a tantos hogares
que tienen sus miembros en paro
y lo pasan mal.

Ven al mundo de los jóvenes
y al de los niños,
al mundo de los ancianos
y de los adultos.

Ven, Señor Jesús,
no esperes que te invitemos.
Entra sin llamar
porque todos te necesitamos.

Necesitamos tu Palabra,
tu paz, tu compasión,
tu fidelidad al Padre,
tu amor a la verdad,
tu entrega sincera,
tu amor sin reservas.

En este comienzo del tiempo de Adviento
te pedimos que te esperamos a diario
en nuestras casas
y en nuestras calles,
en nuestras iglesias
y en nuestros hospitales,
en este mundo a veces tan materialista,
y tan envidioso.

Señor Jesús, no tardes
y mantén nuestra esperanza en tu venida.

Gracias, Señor Jesús.

Notas para fijarnos en el Evangelio

● Hoy la comunidad cristiana comienza el tiempo del Adviento, tiempo de preparación a la Navidad, a la venida en carne mortal del Hijo del Hombre.

● Ante este aniversario de la venida del Hijo de Dios, la Palabra de Dios nos pre- senta la otra venida, la definitiva. Y de ahí se nos invita a estar vigilantes (42.44).

● Nos encontramos ante el discurso de Mateo sobre la venida del Hijo del Hom- bre que lo ilustra con tres parábolas:

* 1ª La del servidor fiel y prudente Mt 24, 45-51;

* 2ª La de las diez vírgenes que salieron con sus lámparas a recibir al novio Mt 25 1-13;

* 3ª La de los talentos Mt 25 14-30.

● Después del anuncio de la venida del Hijo del Hombre, que se relata en un texto anterior al de hoy, se nos invita a saber leer los signos de los tiempos con el ejemplo de la higuera, que empieza a dar hojas nuevas, y a conti- nuación tenemos el texto de hoy donde se nos invita a estar vigilantes.

● ¿Cuándo será el día del juicio final, el día de rendir cuentas de nuestras vidas, el día en el que aparecerá la superioridad de Dios, el día de nuestro encuentro definitivo con Dios?

● El momento es desconocido, no se sabe. Sólo Dios sabe el día y la hora. Y ello no es para desentendernos y vivir al margen de esta realidad, sino para estar más vigilantes, para que no nos coja desprevenidos.

● El Señor puede volver en cualquier momento y ello nos debe empujar a no instalarnos, sino a vivir a tono con lo que somos: seguidores de Jesús.

● No hemos de hacer de este mundo nuestro hogar definitivo, aquí estamos de paso, y vamos camino de nuestra patria definitiva.

● Las palabras de Jesús son una invitación a estar vigilantes, a vivir despiertos, a no dejarnos atrapar por las cosas de este mundo que son pasajeras.

● Esta invitación a la vigilancia y a estar permanentemente despiertos Jesús lo muestra con tres ejemplos:

* El primero hace referencia a lo que aconteció antes del diluvio en tiempos de Noé, sólo Noé fue el que se salvó metiéndose en la arca mientras el resto de la gente comía y bebía, llevaba una vida normal. (38)

* El segundo habla de dos hombres y dos mujeres que estaban trabajando a uno de lo llevaron y otro se quedó. (40- 41)

* Y el tercero habla de la irrupción inesperada del ladrón. (43)

Como conclusión: Hay que estar preparados.

● Pienso que el mensaje de hoy bien puede ir en la línea de invitarnos a ser responsables, de esforzarnos por actuar correctamente haciendo bien las cosas y de ayudar a otros a serlo.

● Todo ello no debe producirnos inquietud, ni temor, estamos en buenas ma- nos: Dios nos quiere y Él vela por nosotros. No vamos a peor sino a mucho mejor.

● Ante las dificultades que nos no faltarán tengamos confianza.

Comentario al evangelio – Jueves XXXIV de Tiempo Ordinario

«Jesús va a ganar»

¿Tiene usted dificultades para entender todas estas narraciones crípticas del Libro del Apocalipsis? He aquí un incidente que puede serle de ayuda para comprender mejor el Libro: James Hewett, en su libro Illustrations Unlimited, narra la historia de Bernard Travaieille, un estudiante de un seminario teológico. Un día, mientras jugaba al baloncesto, se dio cuenta de que el anciano conserje, que esperaba pacientemente a que los chicos terminaran sus partidos para cerrar el gimnasio, estaba leyendo la Biblia. Bernard se dio cuenta de que el hombre, que evidentemente tenía poca formación académica, estaba leyendo el Libro del Apocalipsis, que incluso los eruditos bíblicos tenían dificultades para comprender. Sorprendido, Bernard le preguntó al conserje: «¿Lo entiendes?» El conserje respondió: «Oh, sí, lo entiendo». Ahora, realmente intrigado, Bernard indagó: «¿Entiendes el Libro del Apocalipsis? ¿Qué crees que significa?» El conserje respondió tranquilamente: «Significa que Jesús va a ganar».

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Jueves XXXIV de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XXXIV de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 21, 20-28):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

El mensaje actual es claro. Habrá un final. Llegue antes o después, vendrá de manera inevitable. Esta catástrofe global es el presagio más duro de ese día y es una misericordiosa advertencia de Dios que llama al hombre a arrepentirse y confiar en Cristo para que se salve mientras todavía sea posible.

Probablemente el temor se apoderó de los oyentes al escuchar semejantes perspectivas de ruina y devastación en los labios de Jesús. Nosotros también podemos sentir ese temor e inseguridad. Si deseamos paz y quietud en nuestra vida, debemos confiar. La vida en esta tierra significa un tiempo de preparación, una oportunidad para conocer a Cristo, con quien esperamos pasar la eternidad.

Jesús quiere corregirnos de ese deseo, a veces insaciable, de saber lo que vendrá y cómo será. Lo que nos enseña o nos quiere remarcar, es la actitud que tendremos que tener cuando esto pase, si nos toca vivirlo, porque además no lo sabemos. Habla de tres cosas muy concretas: ánimo, levantar la cabeza y liberación. Parece irónico que después de tanto desastre se nos invite a tener ánimo. Esta actitud sólo la puede tener aquel que tiene los pies bien puestos sobre la tierra, pero al mismo tiempo los ojos y el corazón en el cielo, simbólicamente, solo el que tiene su corazón anclado en la vida que vendrá, pero con esperanza. Es el ánimo que proviene de la fe, solo el que cree puede pensar y sentir así, el que tiene la certeza de que la palabra de Dios es verdad y jamás defrauda. El ánimo en estas situaciones es de alguna manera un indicador de la fe. ¿Decimos que creemos y nos desesperamos?. Si ante la posibilidad del fin perdemos la esperanza es porque nuestras certezas están atadas con criterios demasiado humanos. Muchas veces tenemos la fe atada a un alambre. Cuando llega la prueba, ahí es donde se comprueba verdaderamente dónde está atada nuestra fe.

Pidamos ese ánimo que nos impulsó a levantar la cabeza, un alma alegre para estar dispuestos y preparados a lo que venga, sabiendo que nada se escapa de las manos de nuestro Padre.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.

Liturgia – San Andrés Dung-Lac

SANTOS ANDRÉS DUNG-LAC, presbítero, y compañeros, mártires, memoria obligatoria

Misa de la memoria (rojo)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-par

  • Ap 18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9a. Cayó la gran Babilonia.
  • Sal 99. Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero.
  • Lc 21, 20-28. Jerusalén será pisoteada por gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.

O bien: cf. vol. IV.


Antífona de entrada
La sangre de los mártires se derramó en la tierra por Cristo, por eso han alcanzado los premios eternos.

Monición de entrada y acto penitencial
Celebramos hoy la memoria de los santos Andrés Dung-Lac, presbítero, y de sus compañeros, mártires. Durante el siglo XVI varias familias religiosas anunciaron el Evangelio en Vietnam y mucha gente del pueblo recibió con alegría la Buena Noticia. Esta fe enseguida fue probada por la persecución y durante los siglos XVII, XVIII y XIX muchos cristianos fueron martirizados. A todos ellos los recordamos en esta misma celebración. El grupo canonizado está formado por noventa y seis vietnamitas, ocho de ellos obispos, otros muchos presbíteros, junto con otros muchos fieles de ambos sexos y de toda condición y edad, que prefirieron el destierro, las cárceles, los tormentos y, finalmente, la tortura, antes que pisotear la cruz y abandonar la fe cristiana

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
que te has dignado multiplicar los hijos de adopción
en todo el orbe de la tierra,
e hiciste que la sangre de los santos mártires Andrés
fuera semilla fecunda de cristianos,
concédenos que, fortalecidos por su ayuda,
avancemos continuamente siguiendo su ejemplo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Hermanos, en esta oración pública y comunitaria que vamos a hacer, no se limite cada uno a orar por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos a Cristo, el Señor, por todo el pueblo.

1.- Pidamos para todo el pueblo cristiano la abundancia de la bondad divina.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)

2.- Supliquemos la fortaleza del Señor para todos los que gobiernan las naciones.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)

3.- Roguemos al Señor por todos nuestros hermanos que no han podido venir a esta celebración.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)

4.- Pidamos la clemencia del Salvador para todos nosotros, que imploramos con fe la misericordia del Señor.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)

Atiende en tu bondad nuestras súplicas, Señor, y escucha las oraciones de tus fieles. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
DIOS todopoderoso,
mira con bondad la ofrenda de tu pueblo
y, por la intercesión de los santos mártires,
transfórmanos en sacrificio agradable a ti,
para la salvación de todo el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Mt 10, 32
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos, dice el Señor.

Oración después de la comunión
ALIMENTADOS con el Pan de los fuertes,
en la celebración de los santos mártires,
te pedimos humildemente, Señor,
que, unidos con fidelidad a Cristo,
trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.