Mandas profetas, Señor

Como hiciste con Juan Bautista,
continuamente nos estás avisando
cómo tenemos que vivir.
Vas poniéndonos personas
que acompañan nuestra vida,
como una lección de austeridad,
de profundidad y de coherencia.
Nosotros preferimos andar despistados,
distraídos en lo que llamamos
las cosas importantes de la vida,
pero que sabemos muy bien
que nada tienen que ver con lo esencial,
que son nuestras rutinas
y nuestros hábitos
pero que no siempre son
la forma de vivir a tu manera
ni de construir tu Reino.

Nos mandas profetas,
te las ingenias para recordarnos,
con su hacer o su palabra,
que quizá nuestra vida no es del todo
fecunda, que podríamos dar más fruto,
que los demás no se están beneficiando
de todas las cualidades que poseemos,
que no nos regalamos bastante

en la familia, en el trabajo,
en el entorno, en la vida social,
y en este mundo que nos necesita
para llenarlo de justicia y buen reparto.

Y Tú, Padre, nos hablas al corazón,
en vivo en la oración
y a través de otros hermanos
que disfrutan de una comunicación
más intensa contigo.

Nos recuerdas que no nos quieres
fariseos, presuntuosos, seguros,
que nos quieres frágiles y disponibles,
entregados y libres al mismo tiempo,
dispuestos a vivir a tu amorosa manera,
construyendo relaciones de igualdad,
atentos a todo aquello
que le ocurre al otro.
Y, sobre todo, nos invitas
a vivir comprometidos en transformar
este mundo nuestro
en esa tierra nueva
donde todas las personas
nos tratemos como hermanos.

Sigue mandándonos profetas,
sigue despertándonos el corazón.
No nos dejes pasarnos la vida sesteando
en una mediocridad
que nada tiene que ver contigo.
Frena el hacha que está dispuesta
a cortar nuestro árbol de la vida
porque no da frutos
y vuelve a darnos otra oportunidad
para vivir una vida más fecunda,
feliz y plena.
Solos no podemos, no sabemos…,
pero contigo al lado todo nos es posible.

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Lectio Divina – Jueves I de Adviento

“El hombre insensato edificó su casa sobre arena”

1.- Ambientación.

Señor, gracias por tu amistad, por tu paciencia, por tu gracia. Haz que sepa construir mi vida sobre la roca firme de tu amor. Dame la gracia de crecer en la fe, para descubrirte en los acontecimientos  de la vida y, sobre todo, en las personas. Que sea el amor la raíz de mi vida de modo que todo lo que haga esté enraizado en el amor. No un amor egoísta que viene de mí sino un amor desinteresado, gratuito, que sólo puede provenir  de Ti.

2.- Lectura sosegada del texto. Mateo 7, 21.24-27

«No todo el que me diga: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

3.- Qué dice el texto

Meditación

Jesús nunca engaña. Por eso nos advierte: Podéis pasar toda vuestra vida trabajando y llegar al final “con las manos vacías”. Los que edifican sobre la arena, no están ociosos, no hacen mal a nadie, están trabajando. Pero si llega un viento fuerte, todo se les hunde como un castillo de naipes. Han construido sobre arena. Jesús nos advierte: podéis estar ocupados toda la vida en hacer cosas y acabar como unos fracasados. La coherencia entre la fe que se profesa y la vida no admite «medias tintas». Escuchar cada día la Palabra de Dios y no ponerla en práctica es edificar sobre arena movediza. Sólo el amor construye. En esta vida todo lo que no pueda reciclarse en amor es arena. Sólo se puede edificar sobre la roca firme del amor. Sobre esa roca ha edificado Jesús su Iglesia. Y nosotros, cuando vivimos en el amor, somos piedras vivas de esa Iglesia.

Palabra autorizada  del Papa

“¿Es solamente un sentimiento, un estado psicofísico? Claro que si es solamente esto no se pueden construir encima nada que sea sólido. En cambio si el amor es una realidad que crece, y podemos decir como ejemplo, como se construye una casa. Crece y se construye como una casa. Y la casa se construye juntos y no cada uno por su lado. Construir aquí significa favorecer el crecimiento. Ustedes se están preparando para crecer juntos, para construir esta casa, para vivir juntos para siempre. No la cimienten en la arena de los sentimientos, que van y vienen, sí en cambio en la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer, de la misma manera que se construye una casa, que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Pero todo junto: afecto, ayuda, esperanza, apoyo”. (Papa Francisco, 14 de febrero de 2014)

4.- Qué me dice ahora a mí esta palabra ya meditada. Guardo silencio

5.-Propósito.

Hoy tomaré en serio la Palabra de Dios. Y procuraré ponerla en práctica. Por la noche pensaré si la he cumplido.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración

Jesús, ayúdame a cultivar una voluntad firme contra los cambios de los sentimientos y emociones, de modo que sea capaz de renunciar a todo aquello que me impida la donación a los demás y pueda cumplir siempre y en toda tu voluntad.  Éste es el único camino para poder construir sobre la roca firme. No permitas, Señor, que me pase la vida trabajando inútilmente.

Comentario – Jueves I de Adviento

1.- Tener una ciudad fuerte, asentada sobre roca, inexpugnable para el enemigo, era una de las condiciones más importantes en la antigüedad para sentirse seguros. Sus murallas y torreones, sus puertas bien guardadas, eran garantía de paz y de victoria. 

La imagen le sirve al profeta para anunciar que el pueblo puede confiar en el Señor, nuestro Dios. Él es nuestra muralla y torreón, la roca y la fortaleza de nuestra ciudad. Y a la vez, con él podemos conquistar las ciudades enemigas, por inexpugnables que crean ser -¿Babel, Nínive?-, porque la fuerza de Dios no tiene límites. 

Sólo acertaremos en la vida si ponemos de veras nuestra confianza en él: «mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres» (salmo). Un pueblo que confía en el Señor, que sigue sus mandatos y observa la lealtad, es feliz, «su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti». Mientras que los que confían en las murallas de piedra, y se sienten orgullosamente fuertes, se llevarán pronto o tarde un desengaño. Nuestra Roca es Dios. En él está nuestra paz y nuestra seguridad. Él nos llevará a la Jerusalén celestial, la ciudad de la fiesta perpetua. 

2.- El evangelio también nos habla de edificar sobre roca. 

Jesús -al final del sermón de la montaña- nos asegura que está edificando sobre roca, y por tanto su edificio está garantizado, aquél que no sólo oye la Palabra sino que la pone por obra. Edifica sobre arena, y por tanto se expone a un derrumbamiento lastimoso, el que se contenta con oír la Palabra o con clamar en sus oraciones ¡Señor, Señor! 

Cuando Jesús compara la oración con las obras, la liturgia con la vida, siempre parece que muestra su preferencia por la vida. Lo que quedan descalificadas son las palabras vacías, el culto no comprometido, sólo exterior. 

3.- a) ¿Cómo estamos construyendo nosotros el edificio de nuestra casa, de nuestra persona, de nuestro futuro? ¿cómo edificamos nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra Iglesia y sociedad?

La imagen de las dos lecturas es clara y nos interpela en este Adviento, para que reorientemos claramente nuestra vida.

Si en la construcción de nuestra propia personalidad o de la comunidad nos fiamos de nuestras propias fuerzas, o de unas instituciones, o unas estructuras, o unas doctrinas, nos exponemos a la ruina. Es como si una amistad se basa en el interés, o un matrimonio se apoya sólo en un amor romántico, o una espiritualidad se deja dirigir por la moda o el gusto personal, o una vocación sacerdotal o religiosa no se fundamenta en valores de fe profunda. Eso sería construir sobre arena. La casa puede que parezca de momento hermosa y bien construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde. 

b) Debemos construir sobre la Palabra de Dios escuchada y aceptada como criterio de vida. 

Seguramente todos tenemos ya experiencia, y nuestra propia historia ya nos va enseñando la verdad del aviso de Isaías y de Jesús. Porque buscamos seguridades humanas, o nos dejamos encandilar por mesianismos fugaces que siempre nos fallan. Como tantas personas que no creen de veras en Dios, y se refugian en los horóscopos o en las religiones orientales o en las sectas o en los varios mesías falsos que se cruzan en su camino. 

El único fundamento que no falla y da solidez a lo que intentamos construir es Dios. 

Seremos buenos arquitectos si en la programación de nuestra vida volvemos continuamente nuestra mirada hacia él y hacia su Palabra, y nos preguntamos cuál es su proyecto de vida, cuál es su voluntad, manifestada en Cristo Jesús, y obramos en consecuencia. Si no sólo decimos oraciones y cantos bonitos, ¡Señor, Señor!, sino que nuestra oración nos compromete y estimula a lo largo de la jornada. Si no nos contentamos con escuchar la Palabra, sino que nos esforzamos porque sea el criterio de nuestro obrar. 

Entonces sí que serán sólidos los cimientos y las murallas y las puertas de la ciudad o de la casa que edificamos. 

c) Tenemos un modelo admirable, sobre todo estos días de Adviento, en María, la Madre de Jesús. Ella fue una mujer de fe, totalmente disponible ante Dios, que edificó su vida sobre la roca de la Palabra. Que ante el anuncio de la misión que Dios le encomendaba, respondió con una frase que fue la consigna de toda su vida, y que debería ser también la nuestra: «hágase en mí según tu Palabra». Es nuestra maestra en la obediencia a la Palabra.

ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Comentario – Jueves I de Adviento

Discernir la voluntad de Dios

Conocer la voluntad de Dios no es un trabajo fácil. Hay tres cosas que podemos hacer: (1) Tener el más profundo deseo de hacer la Voluntad de Dios; (2) Hacer lo mejor posible para discernir a través de la oración y la consulta espiritual; (3) Abandonarse totalmente en las manos de Dios. La oración de San Ignacio de Loyola, gran maestro en el discernimiento de espíritus, puede ayudarnos:

«Toma, Señor, y recibe toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo lo que tengo y llamo mío.
Me lo has dado todo.
A ti, Señor, te lo devuelvo.
Todo es tuyo; haz con él lo que quieras.
Dame sólo tu amor y tu gracia,
Eso es suficiente para mí».

Paulson Veliyannoor, CMF

Está cerca el Reino de Dios

1.- La clave de las tres lecturas de la Eucaristía de este domingo no está en el “convertíos”, sino en el “está cerca el Reino de Dios”. Pero si el reino de Dios viene a nosotros, tenemos que cambiar radicalmente. Nunca estamos preparados para recibir a Dios. Juan era un signo vivo de conversión y preparación: Su ejemplo, su palabra, sus gestos; el hombre que venia del desierto entrañaba un estilo de vida nuevo. Era un hombre quemado por la fuerza del Espíritu de dios; era el hombre que se alimentaba del Espíritu de Dios; era el hombre de la verdad y de la justicia en definitiva era el hombre que creía profundamente en el poder de Dios.

La primera lectura de la celebración dominical, sacada del libro del profeta Isaías es un poema mesiánico impresionante. Este texto nos pinta, con toda la imaginación de un hebreo de su época, lo que será, según él, la maravilla del momento en el que Dios sea quién reine efectivamente entre su pueblo: El rey, dice Isaías, defenderá a quien no tiene sino a Dios para que le haga justicia. La paz y la justicia serán efectivas. Habitarán juntos los violentos y los pacíficos y nadie agredirá a nadie. Hará posible una restauración cósmica, como una vuelta al paraíso. Lo que supone el triunfo del derecho y la justicia; la predilección por los pobres y la reconciliación universal. El Mesías, el ungido, el colmado, el enriquecido de Espíritu de Dios, hará todo esto y será un descendiente de David.

Lucas hace ir a José y a María a Belén para que el niño Jesús sea el descendiente de David, nacido en esa ciudad, tal como lo habían anunciado los profetas. María desenvuelve ante nosotros, en el Magníficat, todas sus ideas acerca de cómo Dios iba a venir y hacer reinar la justicia, y a cambiar la situación de tal manera que se dé una verdadera “vuelta a la tortilla” social, política y económica. Esas ideas fueron las que pasaron de María a Jesús e inspiraron las acciones y palabras de Jesús toda su vida.

2.- En la misma línea de mantener viva en nosotros la esperanza de ver a este mundo convertirse en el Reino de Dios, en un mundo como Dios lo quiere, está la carta de san Pablo a los cristianos de Roma, que tenemos en la segunda lectura. Es como si san Pablo hubiera preguntado: ¿Cómo hemos de prepararnos a esa segunda «venida» de Cristo, a esa llegada de la plenitud de Reino de Dios? Y respondiera: amándonos los unos a los otros como Cristo nos amó. Lo que importa es “acogerse mutuamente”, aunque para ello se necesite un derecho de paciencia y de ayuda divina. Un par de versículos antes dice san Pablo: “Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación”. Superar las disensiones y unirse en la “alabanza” y en el “servicio”. Superar las cerrazones y abrirse a todos. Que nuestra vida sea una verdadera imitación de la de Jesús.

Si es Dios quien «viene», no puede ni quiere venir sino a salvar. Nada debemos temer de quien viene a reinar sobre nosotros y es nuestro mejor amigo. Como todo lo que Dios toma, el universo no puede se poseído por Cristo sino para ser plenificado en todas sus posibilidades, transformado en mejor, convertido en un mundo como Dios lo quiere, en un mundo en el que reine el amor y, con él, la justicia y la paz. ¿Le creemos a la Sagrada Escritura que nos dice que Dios viene a salvar?, ¿o preferimos creer a los charlatanes que hablan de castigos y catástrofes?

3.- El pueblo de Israel llevaba cuatrocientos años sin profetas de Dios, por lo menos sin reconocer a nadie como profeta de Dios. Juan Bautista es el primero, desde la muerte de Zacarías, a quien el pueblo ve como persona autorizada por Dios para hablarle en su nombre.

El evangelista opone la figura de Juan Bautista a la de Jesús. Juan se limita a anunciar el Reino, Jesús lo declara ya presente. Juan limpia el terreno, diríamos, Jesús es quien levanta el edificio. Juan dice que él bautiza con agua y que detrás de él viene Jesús bañando con fuego y Espíritu.

El relato evangélico tiene la finalidad de engrandecer a Jesús, de decirnos quién es el que «viene». Juan Bautista, dice el evangelista, por muy profeta que fuera, por muy importante que fuera, es, únicamente, un servidor de Jesús. ¿Cómo será de importante Jesús, dice el evangelista, que Juan Bautista es solamente un servidor humilde de Jesús? Es Jesús, dice Juan Bautista, quien comunicará la salvación de Dios, anunciada por Isaías.

4.- Fijémonos en el detalle evangélico: Ninguna prerrogativa nos vale. Ni el haber sido bautizados, ni el pertenecer a la Iglesia, ni el formar parte de un grupo determinado, ni llevar un escapulario, ni el haber comulgado tantos viernes de nuestra vida. Dios, dice el Evangelio, puede hacer de las piedras «hijos de Abrahán», no está pues la cuestión en ser «hijos de Abrahán». Es solamente la gracia de Dios, su amor a nosotros, manifestado en Jesucristo, lo que nos salva. Se trata de sentirnos agradecidos por haber sido perdonados sin mérito alguno de nuestra parte, sino gracias a Jesús el Cristo. ¿De verdad sentimos que Cristo ha significado algo decisivo e importante en nuestra vida?

Preguntémonos: ¿Esperamos activamente el Reino de Dios? ¿Sabemos de qué hemos de convertirnos? ¿Nos creemos «hijos de Abrahán», es decir, algo, por formar parte de un grupo o institución? ¿Deseamos, siquiera, la llegada del Reino de Dios? ¿Hacemos algo para que ya vaya reinando la justicia, la paz y el amor?

Y algo importante: Sobre cualquier viejo tronco puede seguir soplando el Espíritu y sacar de él multitud de renuevos. Después de un duro invierno, siempre hay una primavera.

Antonio Díaz Tortajada

Un programa para el Adviento

1. -Juan es el último profeta del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo, es el precursor del salvador. Nos invita a la conversión, al cambio de mente y de corazón, de pensamiento y sentimiento. Nos invita a tomar postura, de ella depende la diferencia que separará a unos de otros. Nosotros preguntamos también: ¿entonces, qué hacemos? El nos indica un camino: compartir nuestros bienes, servir al necesitado, no aprovecharse de los demás, dar de comer al hambriento… ¿Qué me respondería a mí en este momento de mi vida Juan Bautista? Si quiero preparar de verdad mi interior para la venida de Jesús no debo eludir esta pregunta. Sólo si estoy dispuesto a dar una respuesta adecuada estaré en condiciones de que el Evangelio sea de verdad una Buena Noticia.

2.- En este domingo yo quiero ser otro Juan Bautista, quiero que el Señor me ayude a ser consecuente hasta el extremo, como lo fue él; quiero ser profeta de la esperanza, quiero ser instrumento de Dios para generar ilusión y alegría en mi entorno. Tengo motivos para la esperanza y para vivir con alegría desbordante porque me siento amado por Dios, ¿por que no colaboro a que sea posible la esperanza para todos aquellos que no conocen la alegría de sentirse queridos y salvados por Dios y viven sumergidos en el mundo de las tinieblas o de la desilusión? ¡Señor, que sea capaz de escuchar este mensaje de Adviento! Es para mí.

«Hombre de hoy,
¿dónde has puesto tus ojos,
dónde tienes tu esperanza?
Hombre y mujer de hoy,
¿dónde tienes la meta de tu caminar.
tienes hambre de todo y nada te sacia.
Tienes, tienes, tienes….
y tu tener no te da felicidad.
te prometen y sigues decepcionado.
Hombre y mujer de hoy.
escucha tu soledad
y déjate encontrar por Aquel que viene a buscarte
en la fragilidad del silencio,
en la promesa que anuncia la Buena Noticia
Dios quiere al hombre y a la mujer. Hoy se acuerda de ti»

3.- Te propongo este abecedario positivo como camino para vivir el adviento:

Agradecer a Dios habernos regalado a las personas con las que convivimos.
Buscar el bien común por encima de los intereses personales.
Corregir con empatía a aquél que se equivoca.
Dar lo mejor de uno mismo, poniéndose siempre al servicio de los otros.
Estimar a los otros, sabiendo reconocer sus capacidades.
Facilitar las cosas dando soluciones y no creando más problemas.
Ganar la confianza de los otros compartiendo con ellos sus preocupaciones.
Heredar la capacidad de aquellos que saben ser sinceros con valentía y respeto
Interceder por los otros a Dios, antes de hablarle de nuestras cosas.
Juzgar a los otros por lo que son, no por lo que tienen ni por lo que aparentan.
Limitar las ansias personales frente a las necesidades del grupo.
LLenarse con lo mejor que uno encuentra en el camino de la vida.
Mediar entre los compañeros que no se entienden.
Necesitar de los otros sin ningún perjuicio.
Olvidar el miedo al «qué dirán».
Preocuparse por los más débiles y los más necesitados.
Querer siempre el bien de las personas.
Respetar las opiniones de los demás.
Salir al encuentro del otro, no esperando que él dé el primer paso.
Tolerar los defectos y límites propios y ajenos con sentido del humor.
Unirnos todos para que podamos vivir en paz y armonía.
Valorarse con realismo, sin creerse superiores a los demás
X es una incógnita que invita a la búsqueda constante de la verdad.
Yuxtaponer ilusiones y esperanzas, trabajos y esfuerzos por crear fraternidad.
Zambullirse sin miedo en el nuevo día que Dios nos regala cada mañana.

José María Martín OSA

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Nos encontramos en Adviento, tiempo de espera, de preparación para celebrar la fiesta de Navidad.

• Ante este acontecimiento como preparación la Iglesia nos presenta a algunos personajes que pueden ayudarnos a disponernos a vivir la Navidad.

• Mateo nos presenta en este texto, que está en los comienzos de su Evangelio, a la persona de Juan Bautista y al mismo tiempo a su acción profética.

• Mateo nos ofrece el retrato de Juan Bautista. La descripción que nos ofrece Mateo de Juan es impresionante: Su vivienda es el desierto, deshabitado, con poquísima vegetación, zona inhóspita y dura para el ser humano. Su vestido: poca cosa, nada de lujos, viste de pieles. Su alimentación saltamontes y miel silvestre, una dieta ascética. Una vida de pobreza y muchísima austeridad. Con todo ello nos ofrece su estilo de vida, y además Juan invita a sus oyentes a un cambio de vida, a una conversión de vida. (4)

• Juan de él mismo dirá que es “una voz que grita en el desierto” (3), y nada más. No adquiere un protagonismo especial, él se siente enviado por Dios.

• Sus palabras son una fuerte llamada al arrepentimiento, a un cambio radical de vida. En su predicación utiliza imágenes muy llamativas. Juan habla de «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».(3)

• Sus palabras son una llamada a la esperanza en la venida del Salvador.

• Juan se fija sobre todo en los líderes políticos y religiosos del pueblo.

• Su mensaje denuncia lo que se puede llamar el conjunto del judaísmo oficial, que se opone al Proyecto salvador de Jesús.

• Entre sus oyentes, y a los que de una manera especial van dirigidas sus palabras, están los fariseos y los saduceos a los que Juan les dirige unas palabras muy fuertes, para suscitarles a la conversión, al cambio de vida. (7)

• Uno de los peligros de entonces y de ahora es el ritualismo estéril o la seguridad de unas herencias, “pues Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras”. (9)

• El criterio definitivo es la conversión y la adecuación de nuestras vidas al Proyecto de Dios.

• Para ello Juan pide el arrepentimiento y la conversión pública de los pecados.

• Juan pide y proclama la conversión, la opción por una vida nueva exigida por la llegada del Reino de Dios.

• Eso es lo que se nos está diciendo a nosotros también para poder celebrar convenientemente el gran acontecimiento de la Navidad: Convertíos.

• El mensaje de Juan es actual para todos. Todos ante la Navidad estamos llamados a disponernos, a convertirnos de algo o de mucho. En nuestras vidas también hay criterios, maneras de ser y de pensar que no encajan con la oferta de Jesús, tanto a nivel personal, como con el vecindario, con la familia, en el mundo del trabajo, etc. que no cuadran con el estilo de vida de Jesús, con su Proyecto del Reino, y con la ayuda de Dios estamos invitados a cambiar para adecuarnos a nuestro modelo que es Jesús.

• La llamada de Juan tiene eco en aquel momento “y la gente acudía a él”. (5)

• También hoy hay personas sensibles al mensaje de Juan (posiblemente nosotros mismos) y están dispuestas a la conversión dando gestos en sus vidas de arrepentimiento.

• Juan es el precursor, el que anuncia la llegada de la gran novedad, y como señal de purificación el que administra el bautismo, en recuerdo del paso de los israelitas por el mar Rojo.

• Nosotros, tenemos algo de Juan, y estamos llamados, donde nos encontramos, a ser anunciadores con nuestras obras y palabras de la llegada del Reino de la venida del Hijo de Dios.

Meditación – Jueves I de Adviento

Hoy es jueves I de Adviento.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 7, 21.24-27):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

La vida humana se puede edificar sobre roca, sobre arena, sobre humo, sobre castillos en el  aire…

Hemos construido la economía sobre la ambición de poseer, acumular, y la casa se nos hunde.

Hemos construido la vivencia de la fe sobre el yo y la casa común, la comunidad se nos hunde.

El Adviento es oportunidad para edificar nuestra vida en la escucha de la Palabra de Dios y en la puesta en práctica de la misma.

Decir Señor, Señor y no «poner en práctica» es palabrería  que se hunde en el  vacío.

Decir soy cristiano y no soy practicante es contradicción y engaño superficial.

Su Palabra puesta en práctica es el fundamento, es el cimiento, la roca firme, que consolidará  la casa en la paz, la armonía, la esperanza, la alegría, el fraterno compartir. Es Él, el Mesías que va a nacer la fuerza que nos mantendrá en pie en desánimos o dificultades Él es fuerza para vivir, ilusión para edificar convivencia, garantía de futuro salvador.

Reaviva el ánimo, hay esperanza de Salvación porque el Señor viene.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.

Liturgia – Jueves I de Adviento

JUEVES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO, feria

Misa de feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio I o III de Adviento.

Leccionario: Vol. II

  • Is 26, 1-6. Que entre un pueblo justo, que observa la lealtad.
  • Sal 117.Bendito el que viene en nombre del Señor.
  • Mt 7, 21. 24-27.El que hace la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos.

Antífona de entrada Cf. Sal 118, 151-152
Tú, Señor, estás cerca y todos tus caminos son verdaderos; hace tiempo comprendí tus preceptos, porque tú eres eterno.

Monición de entrada y acto penitencial
La Primera Lectura procede de un encarte en el libro de Isaías, que seguramente fue escrito en un período posterior. Habla del juicio de Dios y de la victoria de Dios sobre las “ciudades del pecado”. Pero Jerusalén, comunidad de Dios, ciudad de Dios, permanecerá. Los que son fieles a Dios pueden fiarse de él. Él es fiel y sólido como una roca.

Los que aceptan el llamado retador de las palabras de Jesús, viviendo como discípulos, están edificando sobre roca. Esto se realiza tanto en el discípulo individual, como en la comunidad de la Iglesia.

• Tú que vienes con gran poder. Señor, ten piedad.
• Tú que purificas el mundo con el fuego de tu Espíritu. Cristo, ten piedad.
• Tú que vienes para crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Señor, ten piedad.

Oración colecta
DESPIERTA tu poder, Señor,
y ven a socorrernos con tu fuerza,
para que la gracia de tu bondad
apresure la salvación que retrasan nuestros pecados.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Confiando plenamente en el Señor, la Roca perpetua que nos salva y da la profundidad, pidámosle ahora confiadamente que nos conceda la salvación que nos trae Jesucristo.

1.- Para que la gente encuentre en la fe y el amor de nuestras comunidades cristianas el apoyo necesario para ser fieles a Dios y entregados solidariamente los unos a los otros, roguemos al Señor.

2.- Para que los que sufren sigan poniendo su confianza en Dios y encuentren fortaleza en Cristo crucificado, roguemos al Señor.

3.- Para que nosotros aprendamos a confiar y a fiarnos los unos de los otros como hermanos en Cristo, roguemos al Señor.

Señor Dios, que eres una roca sólida, segura y fiable, atiende nuestras súplicas, y concédenos que nuestra fe no se tambalee en medio de las tormentas y tensiones de nuestro tiempo, sino que, ardiendo en deseo por cumplir tu voluntad, permanezcamos fieles al mandamiento del amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor,
los dones que te ofrecemos,
escogidos de los bienes que hemos recibido de ti,
y lo que nos concedes celebrar con devoción
durante nuestra vida mortal,
sea para nosotros premio de tu redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I o III de Adviento

Antífona de comunión Tit 2, 12-13
Llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios.

Oración después de la comunión
FRUCTIFIQUE en nosotros, Señor,
la celebración de estos sacramentos,
con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa,
a descubrir el valor de los bienes del cielo
y a poner en ellos nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.