Les presento a Juan

1.- “Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”. San Mateo, Cáp. 3. Hijo de Zacarías e Isabel. Él, sacerdote de templo de Jerusalén, dueño de una modesta granja en Judea. Ella, ama de casa y mujer ya madura. Edad: Apenas unos meses mayor que Jesús. Aspecto físico: Más bien desaliñado, al estilo de los pastores nómadas. San Mateo nos precisa su atuendo: Túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero. Su menú: Saltamontes y miel silvestre, el mismo que hoy aprovechan los beduinos. Temperamento: Hombre sincero y libre. Al cumplir sus veinte años se hubiera presentado al sanedrín, para suceder a su padre en el templo. Pero la institución no le atraía. Prefirió ser profeta. Lo habían sido Judas el Galileo, fundador del zelotes, Teudas y otros más. Sin embargo el método de Juan, así fuera directo y exigente, no invitaba a la revuelta contra los romanos, sino a la conversión interior. Comprendió, desde su contexto israelita, que el Mesías estaba ya próximo. Parece que recibió algún signo. “Fue dirigida la palabra de Dios a Juan”, apunta san Lucas.

2.- Su predicación es concreta y tajante. A cada paso cita al profeta Isaías: “El Señor aventará la paja y reunirá el trigo en el granero”. “Ya el hacha toca la base de los árboles y aquel que no de fruto será echado al fuego”. No está para componendas con quienes engañan al pueblo. Muchos fariseos y saduceos van a buscarlo y él los recibe con esta perla: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?”. San Lucas, por su parte, pone en escena al Precursor, luego de enumerar los siete grandes de ese tiempo: Tiberio César, el emperador. Poncio Pilato, procurador de Judea. Herodes, tetrarca de Galilea. Su hermano Filipo, gobernante de otras zonas, lo mismo que Lisanias en Abilene. Anás y Caifás, pontífices aquel año.

3.- Sin embargo a ninguno de ellos pide el Señor anunciar su llegada, sino al hijo de Zacarías. Se sitúa en la margen izquierda del Jordán, junto al camino que va a Oriente, y allí invita a sus oyentes a la conversión. Las cosas importantes de la vida no pueden definirse. Únicamente se describen. Así sucede con el Reino de los Cielos, en expresión de san Mateo, quien evita pronunciar el nombre sagrado del Señor. Un Reino que consiste en la realización de todas aquellas utopías que cultivamos en el corazón. Un estado ideal, donde la comunidad humana se ajustará del todo a los planes de Dios. Pero ese Reino exige, para avanzar entre nosotros, una condición indispensable: Convertirnos.

4.- ¿Pero qué es convertirse? Algún autor explica: Para mí la conversión no es otra cosa que soltar las amarras. Recordamos la historia de una hermosa cometa, que pasó muchos meses atada sobre el césped del parque. Los transeúntes la miraban con deseos de invitarla a volar, pero ella continuaba prisionera. Cierto día un viento recio sacudió su cuerpo multicolor. Se estremeció de miedo, pero enseguida sintió que ya era libre. Corrió entonces veloz, hasta que un niño la alcanzó, tomándola cariñosamente entre sus brazos. Y así pudo remontar las alturas. La conversión cristiana propicia nuestro encuentro con el Niño de Belén.

Gustavo Vélez, mxy

Anuncio publicitario

Allanar el camino

1.- Frecuentemente el desierto ha sido considerado como lugar privilegiado de encuentro con Dios. Los Santos Padres se retiraron al desierto buscando allí la presencia de Dios. Hoy, sin embargo, la palabra «desierto» tiene para nosotros otras connotaciones no tan positivas. Muchos subsaharianos atraviesan el desierto para llegar a la frontera de Ceuta y Melilla buscando trabajo y una vida más digna. Pero la mayoría son devueltos al desierto, donde sin duda sufrirán unas condiciones extremas e inhumanas. El desierto para ellos es un lugar de paso donde no quieren quedarse. Ni siquiera los participantes del París-Dakar quieren quedarse allí. Lo atraviesan raudamente, sin detenerse en el camino.

¡Cuántos desiertos hay a nuestro alrededor! Desde el que sufre el inmigrante que ha dejado su patria y no acaba de encontrar el trabajo que busca, hasta los hombres y mujeres que viven el desamor de una familia desestructurada, pasando por los niños y ancianos desatendidos porque hay otras prioridades que atender… ¡Cuánta soledad, vacío y desesperación! Estos son los desiertos de nuestro tiempo, quizás también los tuyos. El lugar inhóspito se convertirá en un lugar de salvación gracias a la intervención de Dios, que se hace presente en medio del pueblo en el exilio como pastor que apacienta su rebaño y lleva en brazos los corderos. El Señor trae la paz y la justicia, pero espera nuestra colaboración.

2. – Nuestra tarea es preparar el camino del Señor, allanar sus senderos, «que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale». ¿Cuál nuestra colina? Quizá sea nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. El gran pecado del hombre actual es prescindir de Dios y creerse él mismo el todopoderoso. Pero podemos también vivir sin valorarnos, con una falsa humildad y abatimiento. Por eso se nos dice que nos levantemos y reconozcamos los dones que Dios nos ha dado para ponerlos a disposición de los hermanos. A veces nos empeñamos en caminar por caminos tortuosos o escabrosos. Dios quiere que eliminemos los baches y las curvas que nos desvían de la senda verdadera. Tanto Isaías como Juan Bautista nos hacen una llamada a la conversión.

3.- Es necesaria la conversión. El domingo pasado se nos pedía una esperanza activa, estar despiertos. El Señor viene, pero nosotros tenemos que ir hacia El. Esto exige un cambio de mente y de corazón. Es decir, requiere volvernos a Dios. El mensaje de este segundo domingo de Adviento es la conversión. El bautismo de Juan es una preparación para la llegada de aquél que viene detrás «y yo no merezco ni llevarle las sandalias». El bautismo de agua es sólo de penitencia. Hay que empezar por ahí, es decir cambiando de rumbo y de actitud. Pero la auténtica transformación viene del Bautismo con el Espíritu Santo que proclama y ofrece Jesús. Como el fuego purifica y transforma, así también seremos trasformados por el Espíritu si vivimos el Evangelio.

4. – En este Adviento tienes la oportunidad de pararte y preguntarte: ¿qué camino estás siguiendo, el falso o el que conduce a la felicidad? Si vives obsesionado por el dinero, el placer, la vanagloria, el pensar sólo en ti mismo, te estás equivocando. Esto no te hace feliz. Tienes la oportunidad de rectificar y allanar tu camino. ¿Cómo puedes preparar el camino que conduce a Jesús, qué piedras son las que te hacen tropezar, qué baches son los que te encuentras? Sólo si tienes ilusión y ganas por llegar a la meta, podrás llegar. No lo harás solo, pues hay otros muchos que te acompañan. Prepárate para la Navidad. No te dejes arrastrar por el desenfreno de las cenas, el gasto inútil, las prisas….. Sólo merecerá la pena esta Navidad si encuentras de nuevo tu camino interior y escuchas al Dios de la misericordia, que viene a consolarte y a regalarte la salvación. ¿Estarás atento a su voz?

José María Martín OSA

I Vísperas – Domingo II de Adviento

I VÍSPERAS

DOMINGO II DE ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

SALMO 118: HIMNO A LA LEY DIVINA

Ant. Alégrate y goza, nueva Sión, porque tu Rey llega con mansedumbre a salvar nuestras almas.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.

Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alégrate y goza, nueva Sión, porque tu Rey llega con mansedumbre a salvar nuestras almas.

SALMO 15: EL SEÑOR ES EL LOTE DE MI HEREDAD

Ant. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes: «Mirad, nuestro Rey viene en persona y nos salvará.» Aleluya.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano;
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes: «Mirad, nuestro Rey viene en persona y nos salvará.» Aleluya.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. La ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. La ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

LECTURA: 1Ts 5, 23-24

Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

RESPONSORIO BREVE

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R/ Danos tu salvación.
V/ Tu misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Ven, Señor, y danos tu paz; tu visita nos retornará a la rectitud y podremos alegrarnos en tu presencia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ven, Señor, y danos tu paz; tu visita nos retornará a la rectitud y podremos alegrarnos en tu presencia.

PRECES
Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor, que nació de la Virgen María, y digámosle:

Ven, Señor Jesús.

Hijo unigénito de Dios, que has de venir al mundo como mensajero de la alianza,
— haz que el mundo te reciba y te reconozca.

Tú que, engendrado en el seno del Padre, quisiste hacerte hombre en el seno de María,
— líbranos de la corrupción de la carne.

Tú que, siendo la vida, quisiste experimentar la muerte,
— no permitas que la muerte pueda dañar a tu pueblo.

Tú que, en el día del juicio, traerás contigo la recompensa,
— haz que tu amor sea entonces nuestro premio.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Señor Jesucristo, que por tu muerte socorriste a los muertos,
— escucha las súplicas que te dirigimos por nuestros difuntos.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – Sábado I de Adviento

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas… sanando toda enfermedad y toda dolencia

1.- Ambientación.

Señor Jesús, a veces me encuentro como oveja sin pastor. Ilumina este encuentro contigo en la oración para que sepa ser fiel a las innumerables gracias que Tú me ofreces generosamente. Haz Jesús, que Tú seas todo para mí y que viva con la inquietud y el deseo de proclamar tu Buena Nueva a todas las personas. Que viva mi misión  de “anunciar la Buena Noticia del Reino”, y de “sanar los corazones destrozados”

2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 9, 35. 10, 1. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Les dijo: «Id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id y proclamad en que el Reino de los Cielos está cerca. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, purificad a los leprosos, echad  fuera a los demonios. Gratuitamente lo habéis recibido dadlo gratis”

3.- Qué dice el texto.


Meditación-reflexión

“Id a las ovejas perdidas”.

En la parábola de Jesús, la oveja perdida era una y las otras noventa y nueve estaban en el aprisco. Y, sin embargo, el pastor deja las noventa y nueve y va a buscar la única que se le había perdido. Y uno se pregunta: ¿Qué hubiera hecho ese pastor si se le hubieran perdido las noventa y nueve? ¿Se hubiera quedado tranquilo cuidando la única que le quedaba? ¿Y hubiera dormido tranquilo sabiendo que las otras 99 las tenía perdidas? Pensemos en nuestra situación actual: Metemos horas en cuidar los pocos que nos vienen y apenas hacemos nada por recuperar los que están fuera. Y seguimos durmiendo a pierna suelta.

“Proclamad  que el reino de Dios está cerca”. Esta es la noticia que tenemos que dar: Que Dios siempre está cerca, que no nos abandona nunca, que no se cansa de nosotros, que nos sigue queriendo aunque nosotros no le respondamos con amor. Nos tenemos que preguntar seriamente si el motivo de que se nos haya ido tanta gente de la Iglesia no estará en que no hemos sabido presentar el verdadero rostro de Dios, tal y como nos lo presenta Jesús.

“Dad el evangelio gratis”. Dios no tiene precio y no se puede comprar con nada; ni con Misas, ni con rosarios, ni con novenas. Él se nos da gratis. Y sólo cuando nos reconocemos “regalo de Dios” podemos hacer de nuestra vida un regalo para los demás.

Palabra autorizada del Papa

“Tomen el Evangelio. ¡Tómenlo, tómenlo con ustedes y léanlo cada día! ¡Es el mismo Jesús el que les habla allí! ¡Es la palabra de Jesús! ¡Esta es la Palabra de Jesús! Hoy se puede leer el Evangelio también con muchos instrumentos tecnológicos. Se puede llevar encima la Biblia entera en un teléfono móvil, en una Tablet. Lo importante es leer la Palabra de Dios, con todos los medios, pero leer la Palabra de Dios, ¡Es Jesús que nos habla allí!, y acogerla con el corazón abierto: ¡entonces la buena semilla da fruto!” (Papa Francisco, 6 de abril de 2014)

4.- Qué me dice ahora a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)

5.-Propósito:   La vocación no sólo se acepta sino que se celebra. Hoy doy gracias a Dios por haberme llamado.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Padre y Señor mío, cuántas personas hay que no te conocen y por ello su vida carece de sentido. No puedo ni debo cerrar mi corazón ante esta abrumadora realidad. Ayúdame a  abrir mi corazón  y llenar mi vida del celo por la causa de Cristo, No dejes que me olvide que soy un enviado tuyo. Ayúdame a que mi testimonio de vida sea el medio para que otras personas te amen y te sigan.

La bella utopía del Adviento

1.- Leyendo hoy este bello texto del profeta Isaías, aplicado al adviento, nos damos cuenta de que el adviento es una maravillosa y consoladora utopía. Utopía es, según el diccionario de la lengua, cualquier proyecto que no puede ser realizado en el momento presente, pero que creemos y deseamos que se realice en un futuro más o menos próximo. El adviento nos invita a esperar de una manera activa e ilusionada la venida de Dios, de su reino, a nuestro mundo. Mirando a nuestro alrededor comprobamos con desilusión y un cierto desencanto que la sociedad actual no está por la labor de trabajar para que sea Dios, su amor y su justicia, el que reine entre nosotros. Realmente, nuestro mundo no está lleno de la ciencia del Señor, no se ha posado sobre nosotros el espíritu de prudencia y sabiduría, el espíritu de consejo y valentía, el espíritu de ciencia y temor del Señor. Pero los cristianos tenemos derecho a seguir esperando la venida del Señor, como la han esperado durante siglos los cristianos que nos precedieron. Mil años, ante el Señor, son como un ayer que pasó. Trabajemos y vivamos con la certeza de que el reino de Dios aún no ha llegado a nuestro mundo, pero con la esperanza de que algún día llegará. Pidamos a Dios que, al menos, cada uno de nosotros estemos ya viviendo con el corazón lleno de Dios. Así, la Navidad, el nacimiento de Dios en nuestro mundo, podrá hacerse realidad algún día.

2.- Juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Es decir, el lobo no se comerá al cordero, la pantera no se comerá al cabrito, el león no se comerá al novillo, el oso no se comerá a la vaca. Por eso, la venida de Dios a nuestro mundo será una noticia alegre, sobre todo para los pobres y desamparados. Dios vendrá y desplegará la fuerza de su brazo, dispersando a los soberbios en su propio corazón, derribando a los potentados de sus tronos y exaltando a los humildes, colmando de bienes a los hambrientos (cántico del Magnificat). Al preparar el portal de nuestro corazón navideño llenémoslo de humildad, de amor a Dios y al prójimo, para que Dios pueda nacer y quedarse a vivir dentro de nosotros. Esta debe ser nuestra principal ocupación espiritual durante el adviento.

3.- Entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. La utopía exige siempre paciencia, porque el tiempo de nuestra vida es corto, mientras que el tiempo de Dios es eterno. Si estamos seguros que la utopía se realizará, no queramos adelantar tramposamente las agujas de nuestros relojes temporales. Nuestra esperanza no está fundada en nuestros merecimientos, sino en el amor y en la misericordia de un Dios que no falla. Nuestra fe en un Dios que no puede fallar es la que debe alimentar y sostener nuestra paciencia y la que debe dar consuelo y fuerza a nuestros inevitables desánimos. Entretanto lo que tenemos que hacer es estar de acuerdo entre nosotros para que, unánimes, alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, acogiéndonos mutuamente, como Cristo nos acogió para gloria de Dios. Trabajemos y recemos, pues, unidos y concordes, para que el adviento de Dios pueda hacerse realidad algún día entre nosotros.

4.- Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Juan el Bautista predicaba y exigía a los muchos fariseos y saduceos que venían a que los bautizara un bautismo de conversión, como condición previa para que pudieran ser bautizados. El ser hijos de nuestro padre Abrahán no era suficiente para que el Dios, padre de todos, les perdonara. Igualmente a nosotros, los cristianos, no nos va a ser suficiente el hecho de ser hermanos de Cristo e hijos de un mismo Padre, Dios. Si el camino por el que Dios quiere venir hasta nosotros está lleno de montes de soberbia, de pedruscos traicioneros y de zarzas y abrojos egoístas, el Dios del amor y de la compasión no podrá transitar hasta nosotros. Eso significa la conversión: derribar y extirpar la soberbia de nuestro corazón y llenar nuestras manos y nuestra vida de amor y de misericordia. Si nuestro corazón está lleno de amor, entonces el Dios del amor, el Dios de Jesucristo, el Dios de la Navidad, podrá nacer en nosotros.

Gabriel González del Estal

Comentario – Sábado I de Adviento

1.- Toda la semana estamos escuchando a Isaías, el maestro de la esperanza. Él nos va proponiendo el programa que tiene Dios, lleno de gracia salvadora. Nos sigue llamando cada día a dejar el pesimismo y mirar con ilusión hacia el futuro. 

Los símiles están tomados de la vida agrícola, que todos entendían y entendemos fácilmente: Dios quiere que ya no haya lloros ni hambre, que no falte la lluvia para los campos, que las cosechas sean abundantes y no le falten pastos al ganado. 

El profeta nos asegura que nuestro Dios es un Dios cercano, que nos escucha y nos conoce por nuestro nombre: «Apenas te oiga, te responderá». Si andamos desorientados, oiremos muy cerca su voz que nos dice: «éste es el camino, caminad por él». «No se esconderá tu Maestro». «Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre» (salmo). Y si estamos heridos, o nuestros corazones están destrozados, él vendará nuestras heridas y reconstruirá lo que estaba destruido. 

El profeta tiene permiso para soñar. Habla a un pueblo que está desanimado, destrozado política y religiosamente. Es a los pobres y a los afligidos a quienes se dirige su palabra de ánimo, para anunciarles que Dios no les olvida, que se apiada de ellos, porque es rico en misericordia. 

2.- El anuncio de esperanza del profeta se cumple en Cristo Jesús. Como en tantas otras páginas del evangelio, en la de hoy se ve cómo él está muy cercano y camina con su pueblo, ayuda a todos, no sólo a los que están llenos de vida, sino a los cansados, a los sumergidos en enfermedades y dolencias, a los que andan como ovejas sin pastor, y de modo particular si se trata de ovejas perdidas. Como su Padre, Jesús es rico en misericordia. Su corazón se compadece de los que sufren. 

No pretende aportar soluciones políticas ni económicas: lo que da Jesús a los que se encuentran con él es esperanza, sentido de la vida. Les predica la Buena Noticia. Orienta a los desorientados, como prometía Isaías. 

Y es éste precisamente el encargo que transmite a sus discípulos: les envía como trabajadores a la mies para que hagan lo mismo que él, que expulsen demonios, curen enfermedades y proclamen a todos la Buena Nueva de la salvación. Y que lo hagan gratis, como gratis lo han recibido. Que comuniquen esperanza a los que la han perdido. 

3.- a) Ese Dios que sana corazones destrozados, ese Cristo que se apiada de los que sufren, es quien hoy nos invita a nosotros a tener y a repartir esperanza. 

La humanidad sigue igual, hambrienta, desorientada, desilusionada. Si estamos desanimados, o más o menos hundidos en una situación de pecado o de tibieza, la llamada del Adviento, o sea, el anuncio de la venida de Jesús a nuestra historia, va dirigida preferentemente a nosotros. Son nuestras lágrimas las que quiere enjugar, y nuestras heridas las que quiere vendar con solicitud. 

Eso es Adviento y eso es Navidad. Que se repite año tras año. Si Isaías podía decir que Dios está cerca, ahora, con Cristo, esta cercanía es mucho mayor. 

b) Esto, en primer lugar, nos da confianza a nosotros. Pero a la vez que buscadores de Dios, se nos invita a ser anunciadores de Dios, a comunicar nuestra esperanza a los demás. ¿Haremos el papel de Isaías en medio de nuestra sociedad? ¿anunciaremos a alguien, cerca de nosotros, la Buena Noticia de la salvación a través de nuestra cercanía y de la esperanza que le contagiamos? ¿seremos «adviento» para alguien, porque comunicamos alegría, porque cuidamos de los enfermos o de los abandonados, porque nos acercamos al que sufre o está solo? Y eso no sólo a los que son de trato agradable, sino también a los que han sido menos agraciados por la vida, menos simpáticos y cultos, menos fáciles de tratar. 

c) Dios quiere vendar nuestras heridas. Pero a la vez nos encarga que nosotros también vendemos heridas a nuestro alrededor. Ahora Cristo no va por las calles curando y liberando a los posesos. Pero sí vamos los cristianos, con el encargo de que seamos adviento y profeta Isaías en nuestra familia, en nuestra comunidad, en la parroquia, en la sociedad. Y eso lo cumpliremos si a nuestro alrededor crece un poco más la esperanza, y las personas que conviven con nosotros se sienten amadas y ven cómo se les curan las heridas y se va remediando su desencanto. Si inspiramos serenidad con nuestra actitud, y sabemos quitar hierro a las tensiones, y aliviar el dolor de tantas personas, cerca de nosotros, que sufren de mil maneras. 

Eso es lo que hacía Cristo Jesús hace dos mil años. Y será Adviento y Navidad si vuelve a suceder lo mismo, ahora por medio de los cristianos que estamos en el mundo. 

d) La Virgen María también nos da ejemplo, en las páginas del evangelio, de saber mostrarse cercana a los que la necesitan. Está contenta con el anuncio del ángel, pero corre a ayudar a su prima en los trabajos de su casa. En Caná está al quite del apuro de los novios e intercede ante su Hijo para que les proporcione vino. La Virgen creyente, y a la vez, la Virgen servicial.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Vivimos tiempos parecidos

1. UNA RAMA VERDE. El retoñar de los árboles es un portento que se repite. Troncos aparentemente muertos que echan brotes verdes y tiernos, raíces perdidas en el fondo de la tierra que asoman reverdecidas y pujantes. Con esa imagen Dios llama a la esperanza en este período del Adviento. Isaías se dirige a los hombres de su tiempo y también a nosotros: No todo está perdido, les dice. De ese madero carcomido y viejo brotará un vástago, de ese pueblo deportado y dividido surgirá el Mesías que salve a la humanidad entera.

Y el portento se realizó. El más grande acontecimiento que jamás pudo soñarse. Del tronco podrido de Jesé, de la humanidad caída y muerta, brotó el hombre más perfecto de todos, el que al mismo tiempo es perfecto Dios… Cristo Jesús nació en medio de la noche. El recuerdo de este hecho crucial para todos, nos ha de reanimar, nos ha de despertar de nuestro sueño, nos ha de impulsar a la esperanza, a mirar una vez más con amor y confianza a esa rama verde, Cristo nuestro Señor, que brota pujante del añoso tronco de Jesé.

Dice también el profeta del Adviento, mirando hacia el horizonte de la historia, que ese brote nuevo se alzará como bandera de salvación. Todas las gentes le buscarán, pues sólo en él está la libertad, el amor, la paz, la alegría… Nosotros también queremos caminar hacia ti, Señor. Cambiar nuestras rutas perdidas y orientarlas con decisión hacia donde tú estás.

Cambiar de ruta, día a día. Mirar tu luz y ponernos en camino, sin rodeos ni demora. Es necesario estar continuamente agarrado al volante, cosido al timón de nuestra nave. Tenemos, sin remedio, un defecto en el mecanismo de nuestra dirección, e insensiblemente nos inclinamos a uno o a otro lado. El Adviento es un período de conversión, de cambio de conducta… Hemos de entrar en este movimiento que la Iglesia alienta esperanzada. Hemos de pararnos a considerar cómo marcha nuestra vida, hemos de hacer una revisión a fondo en el motor de nuestro espíritu. Ponerlo a punto, con el deseo y la ilusión renovada de caminar hacia Cristo, de vivir siempre de cara a Dios.

2. ANSIAS DE SALVACIÓN. La ansiedad de salvación que todo hombre lleva dentro de sí, escondida quizá en lo más íntimo de su ser, es un sentimiento que se agudiza cuando crece el temor y la angustia, motivados quizá por circunstancias particularmente difíciles. Eso es lo que ocurría en los tiempos en que aparece el Bautista a orillas del Jordán. Israel estaba bajo el yugo de Roma, tiranizada además por los herodianos, los descendientes del cruel Herodes el Grande que dejó su reino entre los hijos que le quedaron, después de haber matado él mismo a aquellos que más derecho tenían a subir a su trono. Eran años de intrigas palaciegas que intentaban acabar con el viejo rey, que no acababa de morir y eliminaba fríamente a quienes intentaran algo contra él, aunque fuesen los hijos de su más querida esposa, o el primogénito Antípater

Días de violencia y de terrorismo en los que la sangre corría con frecuencia por las calles, en los que la tortura y el encarcelamiento estaban a la orden del día. Por otra parte la corrupción moral llegaba a límites inconcebibles en una degradación cada vez más profunda y extendida. Por todo ello el anhelo de un salvador, la esperanza de que llegara pronto el Mesías se hacía cada vez más intensa.

No sé si será mucho decir que vivimos tiempos parecidos, o tal vez peor. Quizá sea dramatizar demasiado, cosa que no quisiera. Pero sí se puede afirmar que hay miedo en las calles, sobre todo a determinadas horas y por ciertos sectores de cualquier ciudad. Es verdad también que la sangre salpica con demasiada frecuencia, y con excesiva cercanía, a las páginas de los rotativos.

También podemos decir, sin exageraciones, que la degradación moral está destruyendo los cimientos de nuestro viejo mundo, que se rompe la familia, sin que haya formas adecuadas para recomponerla una vez rota. Se busca con demasiada frecuencia el placer y el confort por encima de todo y a costa de lo que sea. Sí, sin ponernos trágicos, hay que reconocer que cada día ocurren cosas de las que hemos de lamentarnos, o que hemos de temer.

Ante todo esto es lógico pensar que el hombre de hoy anhela con ansiedad la salvación, ese nuevo Mesías que nos redima otra vez, sin considerar que ya estamos redimidos y que lo que hay que hacer es cooperar con Dios para hacer realidad sus planes de redención. Por ello las palabras del Bautista tienen plena vigencia. Sí, también nosotros tenemos que arrepentirnos, convertirnos, hacer penitencia y preparar nuestro espíritu para la llegada del Señor.

3.- VOLVER A DIOS, QUE ESO ES CONVERTIRSE. Dejar nuestra situación de pecado, o de tibieza que es peor quizá, por medio de una buena confesión de nuestras faltas. Dolernos en lo más hondo de haber pecado, proponernos sinceramente rectificar. Y luego hacer penitencia, mortificar nuestras pasiones y malas inclinaciones, prescindir de nuestra ansia de comodidad, huir del confort excesivo, contradecir alguna vez nuestro gusto o deseo. Arrepentimiento, conversión y penitencia. Sólo así haremos posible la salvación y recibiremos adecuadamente a nuestro Salvador.

Antonio García Moreno

Ven Señor Jesús

1.- Desde que, ahora, hace dos mil años, Jesús se marchó, todos sus seguidores le esperamos, día a día. El «Ven Señor Jesús» es la jaculatoria más antigua de la Iglesia y generación tras generación los cristianos esperan esa vuelta. Llama la atención como, incluso, San Pablo pudo pensar al principio de su predicación que la segunda llegada del Señor estaba muy próxima. A partir de esa «decepción» hemos aprendido a esperar sin fecha, aunque con el mismo entusiasmo. Por eso, el Adviento y la Navidad son un camino anticipado hacia la Parusía. Juan, el Bautista, nos va a recordar en el Evangelio de Mateo que leemos en este Segundo Domingo de Adviento que está próxima esa venida y, por tanto, la culminación en la Tierra del Reino de los Cielos. Nos marca un camino de arrepentimiento y conversión para mejor esperar al Señor. Y, ciertamente, esa dirección sirve, igualmente, para esperar la conmemoración del Nacimiento del Niño Dios que esa vuelta gloriosa, ante la cual también hemos de estar expectantes.

2.- Juan Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento y marca la soldadura y transición entre las dos etapas de la acción de Dios en el mundo. Juan tenía una vocación fuerte y un comportamiento austero que lindaba ya con lo infrahumano. Su sinceridad era evidente y esa sinceridad le costó la vida ante Herodes por no callar los pecados del rey. Juan, además, no se atribuyo jamás poder alguno y solo su capacidad anunciadora. El Evangelio hace referencia a la profecía de Isaías que marca el ámbito de la proclamación del Nuevo Camino en el desierto. Y en el desierto iba a formarse Juan a la espera de la Primera Venida. La profecía de Isaías tiene un epilogo de concordia que ha inspirado nuestro editorial de esta semana y que, sin duda, reúne un camino de paz impensable: la concordia de las bestias, la vuelta a la Naturaleza del Jardín del Edén donde los conflictos -ni siquiera los relativos a la supervivencia- existían.

3.- San Pablo, en la Carta a los Romanos, establece perfectamente la relación entre la época veterotestamentaria y la puramente evangélica. No pueden separarse. La primera ha anunciado y ha hecho posible la segunda. Nosotros somos herederos del padrinazgo que Dios otorgó al pueblo de Israel. Por eso la escena de Belén, incluso en su concepto más científico o arqueológico, nos llena de felicidad. Y es que las aproximaciones históricas a la Palestina de tiempo de Jesús nos abre aún más el entendimiento para mejor esperar al Niño Dios. ¡Ven, Señor Jesús!

Ángel Gómez Escorial

Una voz grita en el desierto

1.- Preparar el camino al Señor no es nada nuevo pero cuesta para quien se toma en serio la venida de Jesús. Juan Bautista fue uno de esos hombres que se preocupó de ir echando buen firme para que el Señor entrase mejor en los corazones de sus contemporáneos. Es como aquel pregonero que, al inicio de nuestras cabalgatas de reyes, anuncia previamente lo mucho y bueno que viene detrás. El anunciador no es ni el mensaje ni el regalo pero -el pregonero- anima, despierta, mantiene en vilo, ayuda a desear y gustar lo que está por venir.

Hoy Juan Bautista es ese “heraldo” que nos invita:

-A valorar como insignificantes tantas cosas que obstaculizan y ensombrecen la llegada de Jesús.

-A rellenar esos grandes agujeros, que son nuestras vidas vacías, con la oración y la expectación (no el derroche) que produce la próxima Navidad.

-A la restauración no tanto de puentes entre orillas cuanto a ser puentes entre nosotros y Dios cultivando la esperanza.

-Juan nos anima no al parcheado superficial de caminos y sí al nivelado y a la sensibilización de nuestros corazones que es donde sentimos que Dios nace de verdad.

3.- Para que el Nacimiento de Cristo sea un futuro que viene es preciso invertir, en estas próximas semanas; tiempo, espacios, creatividad, entusiasmo y oración para poner a punto nuestro interior. No podrá nacer el Señor si andamos confundidos en mil direcciones o perdidos en mil revueltas y espesuras que nos alejan de El. Que no nos ocurra como aquel escalador al que después de alcanzar la cima de una gran cumbre le preguntaron: “¿Cómo es la montaña?”. Y respondió: “no lo sé; en todo momento miré hacia abajo”.La navidad será navidad si la llenamos de la dulzura de Dios y sino…serán otros tantos días más que nos dejarán desmotivados y decepcionados. Es cuestión de que nos dejemos robar, en medio de tanta preparación superflua, aquella otra que nos hace sensibles y receptivos al auténtico Misterio que se avecina.

Todo esto lo analiza Juan Bautista y, como buen pregonero de Dios, nos invita a una reforma auténtica en los caminos de nuestras propias vidas para que el Señor entre sin dificultades por ellos.

4.- Juan se retiró a un desierto como medida de encuentro y reflexiva. Nosotros no necesitamos ir tan lejos:

-Una iglesia abierta, que nos viene de camino, es un oasis en el estío

-Una Biblia abierta y leída por la noche es un Juan que de nuevo nos alerta

-La misa diaria en este tiempo de adviento nos prepara (estamos en el año de la eucaristía)

-Una ofrenda oportunamente y racionalmente entregada nos hace solidarios

-Un paseo con una oración de fondo nos empuja a la contemplación

Estos caminos pueden ser, perfectamente, cinco pequeños desiertos que nos ayuden al embellecimiento interno ante la llegada de Jesús en Navidad.

Lo demás (luces, dulces, licores y estrellas) serán un simple pulido de superficie pero sin mayor consistencia ni trascendencia que las secuelas que dejan.

5.- Hoy, Juan Bautista, nos interpela; ¿En qué tenemos que cambiar para que la llegada del Señor sea una feliz realidad? ¿Qué es lo que necesitamos para ese cambio?

Preparar el camino al Señor implica saber dónde fallamos y buscar los medios necesarios para acondicionarlo. Y uno de los grandes fallos, entre los muchos que podemos tener, es que el cristiano de hoy se ha habituado a ser cristiano pero no a preparar como si fuese la primera vez la venida de Jesús en Belén.

El adviento es un buen contra-ataque para hacer frente a ese virus.

Javier Leoz

¡Dios grita en el desierto!

1.- Muchos de nosotros, en varias ocasiones, hemos sufridos inundaciones, aquí y allá. Entonces sabemos que la seguridad de un futuro exige muchos cambios. Hay que canalizar ríos. Habrá que desviar, tal vez, carreteras y vías de tren construidas facilitonamente. No se puede salir del paso con limpiar los escombros y barro producido por las riadas. Se necesitan cambios definitivos y radicales en muchos casos. No bastan las chapuzas que duran poco tiempo.

Pues eso es lo que Juan gritaba en el desierto: “Convertíos”, que no es la chapuza de sacar a la luz los sacos de antracita de unos pecados amontonados en la oscuridad de una carbonería, dejando el almacén tan húmedo y oscuro como ha estado siempre.

* Convertíos es cambiar de actitud, es reorientar la vida, es tirar abajo la carbonería para convertir el antiguo solar en un hermoso jardín

* Convertíos es virar en redondo y deshacer el camino andado porque íbamos en dirección contraria. ¿No os habéis perdido nunca por una carretera nueva, amplia, sin apenas tráfico, para daros cuenta, de pronto que en lugar de ir a Talavera estáis yendo hacia Villaviciosa de Odón? El camino es cómodo, pero no me lleva donde voy

* Convertíos es cambiar de escala de valores, poner abajo lo que estaba arriba, y arriba, y arriba lo que de hecho estaba abajo.

2.- ¿No nos diría san Juan a nosotros “convertíos” al ver nuestra actitud religiosa tal vez reducida a salir del paso cumpliendo con unas prácticas más esenciales de misas, confesiones y comuniones, sin que haya una verdadera unión de nuestras voluntades a la del Señor? “He aquí la esclava del Señor”. También los fariseos exactos cumplidores de la Ley en lo externo.

— ¿No nos diría “convertíos” si viera que consciente o inconscientemente tenemos todos puesto en lo más alto de la escala de valores “el pasarlo bien” o “el que no nos falte de nada”?

— ¿No nos diría “convertíos” ante nuestra actitud con los demás, si no de hostilidad, sí de indiferencia ante sus problemas, que a lo más mueven nuestra compasión infructuosa, pero que difícilmente nos empujan a compartir?

¿No estaremos corriendo cómodamente por una hermosa carretera en dirección contraria al Reino de Dios? ¡Convertíos, parad, stop…! Qué por ahí no vamos a ninguna parte. Creo que san Juan podría haber sido un eficaz guardia de la circulación.

3.- ¿No os impresiona aquello de “una voz grita en el desierto”? ¿No creéis que estamos dejándole al Señor gritar en el desierto y en desierto hace ya muchos años?. Ese Dios que de las piedras puede sacar verdaderos hijos de Abrahán. Es decir, sinceros cristianos.

Dios nos lleva hablando a gritos a través de su Palabra Escrita infinidad de años y nosotros, tal vez, ni le oímos porque llevamos todos esos auriculares con la música muy alta. Porque si Él está en el desierto, somos nosotros los que no estamos en el desierto en cuya soledad podríamos escucharle, recibir sus ondas sin interferencias de otras ondas que impiden oírle.

Una voz grita en el desierto. Dios grita en el desierto. ¿No tendremos interés por escucharle? Adviento es buen tiempo para que cada uno trate, al fin, de escuchar lo que Dios nos viene queriendo decir hace mucho tiempo.

José María Maruri, SJ