Cuando la religión amenaza

El pasado 16 de septiembre, Mahsa Amini, una joven iraní de 22 años, moría en circunstancias no aclaradas tras ser detenida por la “policía de la moral” (¡¡!!), por “llevar mal colocado su hiyab”.

Es obvio que la “moral” que da nombre a ese cuerpo policial no es una moral genuina que buscara, por encima de cualquier otra cosa, el bien de todos los seres; se trata de una “moral” dictada por el poder teocrático de Irán -la perversión de la moral, por tanto-, con el objetivo prioritario de mantener el control sobre la población.

Todo régimen teocrático es autoritario y la religión, de manera especial cuando ha llegado al poder, utiliza la amenaza -y amenaza en nombre de Dios- como recurso de control y de sometimiento: “El hacha toca ya la base de los árboles… y el árbol que no da fruto será talado y echado al fuego”.

A partir de ahí, se inocula el miedo y la culpa, con tal eficacia que llegan a formar parte del imaginario de la propia población que, casi sin advertirlo, interioriza, no solo las normas morales impuestas, sino las amenazas y castigos, así como los sentimientos de miedo y de culpa que conllevan. Hasta el punto de que ven la amenaza como algo necesario. En este sentido, recuerdo una ocasión en la que -ejerciendo aún el ministerio, en un funeral- hablé del “perdón gratuito e incondicional” de Dios. A la salida, me esperaba una mujer joven que, “desde la fe”, sentía que debía recriminarme por este motivo: si no hay amenaza de castigo, la gente no se comportaría bien. Me di cuenta de que sus “buenas intenciones” no podían disimular un infantilismo proyectado, que lleva a ver a las personas como niños pequeños que necesitan de la amenaza y del castigo para no desviarse del “buen camino”.

La religión -como el poder- recurre a la amenaza y al castigo porque, más allá de todas las justificaciones con que se quieran ocultar sus intenciones, lo que está buscando es imponer su “verdad” y proteger su situación de dominio.

Pero el miedo y la culpa terminan envenenando a la persona por lo que, antes o después, esta se verá conducida a la rebeldía activa, la desafección o el resentimiento reprimido. Jesús retrató magistralmente estas actitudes en la parábola del “hijo pródigo” -o “los dos hijos”- (Lc 15,11-32): el menor se rebela y escapa; el mayor cumple todas las normas, pero alimenta un resentimiento hostil. En contraste con estas actitudes, el padre muestra el único camino de salida posible: el respeto a la libertad de cada hijo y la oferta de una visión que trasciende absolutamente cualquier miedo, cuando afirma: “Todo lo mío es tuyo”.

¿Sé liberarme del miedo y de la culpa?

Enrique Martínez Lozano

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Convertíos

Convertirse es volver los ojos a Dios y creer en el Espíritu que habita en nosotros.

En mayor o menor medida, y por distintos motivos, todos hemos hecho propósito firme de conversión en diversos momentos de nuestra vida; nos hemos propuesto cambiar, sacudirnos la pereza, renunciar a nuestras pasiones, enfocarnos a Dios y vivir como cristianos; compartiendo, perdonando…

Pero no lo hemos logrado, porque lo hemos fiado todo a nuestra voluntad, y la voluntad no da para tanto. Es como quien intenta dejar de fumar: “A partir de mañana lo dejo”, pero una semana después el propósito se desvanece y todo queda en un mero intento fallido. Con la conversión pasa lo mismo. Cuántas veces, tras superar algún episodio difícil de la vida, hemos visto naufragar nuestro propósito de enmienda porque lo habíamos fiado todo a la voluntad.

Sería estupendo que pudiésemos elegir libremente la opción por Dios como quien elige cambiar el canal de televisión, pero no podemos, porque nuestras pasiones son mucho más fuertes que nosotros. Por eso, quizá sea bueno entender la conversión, no como un acto puntual de voluntad, sino como un proceso que nunca acaba y que nada tiene que ver con ella…

Lo entenderemos mejor con un ejemplo.

Imaginemos un día frío y desapacible. Está nevando y la temperatura permanece bajo cero. Hemos estado caminando toda la mañana por el monte y, al fin, hemos llegado a un refugio caldeado por el fuego que arde en un fogón al fondo de la estancia. Estamos ateridos y queremos entrar en calor lo antes posible, pero, por mucho que nos acerquemos al fuego, tardaremos un rato en conseguirlo. Al menos, dentro, nos iremos calentando, pues quedándonos fuera seguiremos cada vez más congelados.

Y en esto puede consistir la conversión; en acercarse al fuego. Como decía Ruiz de Galarreta: «Convertirse es que la cercanía de Jesús nos va cambiando. Convertirse es que la presencia del Fuego nos va calentado, la presencia del Agua nos va lavando, nos va fertilizando…».

No podemos convertirnos por un acto de voluntad, pero sí podemos acercarnos a la Palabra; sí podemos tratar de conocer mejor a Jesús y dejarnos fascinar por él. Y para ello, podemos orar, contemplar, leer, celebrar bien la eucaristía, practicar el silencio… en definitiva, podemos dejar que el Espíritu crezca en nosotros, desde dentro, como una semilla que va germinando hasta convertirse en un árbol capaz de dar fruto.

Y es que, afortunadamente, quien se acerca al fuego se va calentando…

Miguel Ángel Munárriz Casajús

El presente del Reino

¿Qué entendería Juan el bautista por “reino de los cielos (Mt 3,1-12)? ¿Cuáles eran sus expectativas? ¿Qué significa que el reino se avecina, que está cerca? Por varios textos que vienen más adelante en la narración mateana, queda claro que Juan no sabía exactamente a qué se refería y que incluso pondrá en duda si Jesús es el mesías o si hay que esperar a otro (Mt 11,3-8). A pesar de esta poca claridad respecto a ello, su misión es preparar el camino para aquello que espera pero que no conoce exactamente cuál será la forma de su realización.

Como otros ascetas de su tiempo, Juan llama a la conversión. Juan bautiza con agua; recibe la confesión de los pecados; acoge a muchos fariseos y saduceos; advierte con rigor a quienes se confían en ser exteriormente practicantes porque viven de falsas ilusiones. Y anuncia varias novedades.

· La primera es la cercanía y proximidad del reino. El futuro anhelado se vuelve presente. El tiempo cobra nuevos significados y el presente se llena de contenido, de esperanza y de urgencia. No hay que esperar más.

· La segunda es que este reino no es solo para los “hijos de Abraham” porque “Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras”. De hecho, todo el cosmos, en la representación de las piedras, puede entrar en la categoría de “hijos de Abraham”, porque Dios puede hacer de toda la creación hijos suyos, miembros de la larga tradición de un Israel que abre sus barreas y sus límites.

· La tercera es que el reino viene con una persona, y que esta persona, de gran importancia, irá acompañada del Espíritu Santo. En boca del bautista no se nombra directamente a Jesús, sino que lo deja como incógnita, e insiste en el protagonismo del Espíritu y su obra.

· La cuarta, planteada desde la metáfora del trigo, es que hará justicia y reunirá a todos los dispersos.

El anuncio de Juan se centra entonces en el reino, que pertenece al presente, a la actualidad. Un reino que incluye a cada uno y al cosmos entero y un reino decisivo y radical, sin medias tintas y exigente.

En nuestro hoy, el anuncio resuena otra vez con la misma urgencia, con la misma comprensión de un presente dilatado que acoge la venida poderosa de este hombre-dios lleno del Espíritu. La religiosidad sin conversión no es una opción. Esperar para más adelante tampoco. Posiblemente, como Juan, no conozcamos la forma concreta que adquiere este reino, pero tenemos la certeza de que se dilata en medio nuestro de manera inexorable.

Paula Depalma

II Vísperas – Domingo II de Adviento

II VÍSPERAS

DOMINGO II DE ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo. Aleluya.

SALMO 113B: HIMNO AL DIOS VERDADERO

Ant. Aparecerá el Señor no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y otro,
hechura de manos humanas:

Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

Tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendita a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aparecerá el Señor no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey: él vendrá y nos salvará.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey: él vendrá y nos salvará.

LECTURA: Flp 4, 4-5

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.

RESPONSORIO BREVE

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R/ Danos tu salvación.
V/ Tu misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. ¡Dichosa tú, María, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡Dichosa tú, María, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.

PRECES

Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor, que viene a salvar a todos los hombres, y digámosle confiadamente:

Ven, Señor Jesús.

Señor Jesucristo, que por el misterio de la encarnación manifestaste al mundo la gloria de tu divinidad,
— vivifica al mundo con tu venida.

Tú que participaste de nuestra debilidad,
— concédenos tu misericordia.

Tú que viniste humildemente para salvar al mundo de sus pecados,
— cuando vuelvas de nuevo con gloria y majestad, absuélvenos de todas las culpas.

Tú que lo gobiernas todo con tu poder,
— ayúdanos, por tu bondad, a alcanzar la herencia eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
— alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Juan y Jesús nos piden que cambiemos la manera de pensar

Hoy, los profetas Isaías y Juan tienen la palabra. La palabra de un profeta no es fácil de aceptar porque obliga a cambiar. El profeta es el hombre que ve un poco más allá que el resto de los mortales. Desde su postura escudriñadora, no le gusta lo que ve y busca algo nuevo. Esa novedad la encuentra dentro de sí, viendo las exigencias de su ser verdadero. El profeta no es un portavoz enviado desde fuera; es siempre un explorador del espíritu humano que tiene la valentía de advertir a los demás de lo que ha visto.

Hoy Isaías anuncia lo que debía ser cada hombre personalmente y lo que podía ser la comunidad. Pero extiende los beneficios de una comunidad auténticamente humana a toda la creación. El causante de ese maravilloso cambio será el Espíritu. Los tiempos mesiánicos llegarán cuando las ciencias humanas no tengan la última palabra, sino que la norma última sea “la ciencia del Señor”. Sencillamente genial. Hoy sabemos que esa sabiduría de Dios está en lo hondo de nuestro ser y allí debemos descubrirla.

Lo primero que nos anuncian es que nacerá algo nuevo de lo viejo. En lo antiguo, aunque parezca decrépito y reseco, siempre permanece un germen de Vida. La Vida es más resistente de lo que normalmente imaginamos. En lo más hondo de todo ser humano siempre queda un rescoldo que puede ser avivado en cualquier instante. Ese rescoldo es el punto de partida para lo nuevo, para un verdadero cambio y conversión.

El evangelio de hoy, leído con las nuevas perspectivas que nos da la exégesis, nos puede abrir increíbles cauces de reflexión. Es un alimento tan condensado, que necesitaría horas de explicación (diluirle para convertirlo en digerible). El problema que tenemos es que lo hemos escuchado tantas veces, que es casi imposible que nos mueva a ningún examen serio sobre el rumbo de nuestra vida. Y sin embargo, ahí está el revulsivo. Pablo ya nos lo advierte: “La Escritura está ahí para enseñanza nuestra”.

En aquellos días… Este comienzo es un intento de situar de manera realista los acontecimientos y dejarlos insertados en un tiempo y en un lugar. Jesús ya tenía unos treinta de años y estaba preparado para empezar una andadura única. Sin embargo, los cristianos descubren que los primeros pasos los quiere dar de la mano del primer profeta que aparecía en Israel después de trescientos años de sequía absoluta.

En el desierto. La realidad nueva que se anuncia aparece fuera de las instituciones y del templo, que sería el lugar más lógico, sobre todo sabiendo que Juan era hijo de un sacerdote. Esto se dice con toda intención. Antes incluso de hablar del contenido de la predicación de Juan, nos está diciendo que su predicación tiene muy poco que ver con la religiosidad oficial, que había desfigurado la imagen del verdadero Dios.

Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios. Está claro que se trata de una idea cristiana, aunque se ponga en boca del Bautista. Es exactamente la frase con que, en el capítulo siguiente, comienza su predicación el mismo Jesús. Sin duda quiere resaltar la coincidencia de la predicación de ambos, aunque más adelante deja claro las diferencias. Convertirse no es renunciar a nada ni hacer penitencia por nuestros pecados. Conversión (metanoia), en lenguaje bíblico, es cambiar de mentalidad.

Éste es el que anunció el profeta Isaías. Esta manera de referirse al Bautista es muy interesante, porque resume muy bien lo que pensaban los primeros cristianos de Juan. Para ellos, la figura de Juan responde a las expectativas de Isaías. Juan es Elías (correa de cuero) que vuelve para preparar los tiempos mesiánicos.

Llevaba un vestido de piel de camello. La descripción del personaje es escueta pero impresionante. Su figura es ya un reflejo de lo que será su mensaje, desnudo y sin adornos, puro espíritu, pura esencia. ¡Qué bien nos vendría hoy un poco más de coherencia entre lo que vivimos y lo que predicamos! Esa falta de coherencia es lo que denuncia a continuación en los fariseos y saduceos. Juan es un inconformista que no se amolda en nada a la manera religiosa de vivir que tenían los judíos de su tiempo.

Acudía a él toda la gente. La respuesta parece que fue masiva. Se proponen dos ofertas de salvación: la oficial, Jerusalén (templo) y la protestante en el desierto. La gente se aparta del templo y busca la salvación en el desierto junto a un profeta. La religión oficial se había vuelto inútil, en vez de salvar esclavizaba. Más tarde, Mateo   llevará a toda esa gente a Jesús, en quien encontrará la salvación definitiva.

Dad el fruto que pide la conversión. A los fariseos y saduceos, Juan les pide autenticidad. De nada sirve engañarse o engañar a los demás. Los fariseos y los saduceos eran los dos grupos más influyentes en tiempo de Jesús. También van a bautizarse, pero sin cambiar. Las instituciones opresoras tratan por todos los medios de domesticar ese movimiento inesperado, pero son desenmascarados por Juan.

Los fariseos, conocedores de todas las normas, cumplían más de lo que estaba mandado, por si acaso. Los saduceos eran el alto clero y los aristócratas, los que estaban más cerca del templo y de Dios. Éstos son los que tienen que convertirse. ¿De qué? Aquí está la clave. Un cumplimiento escrupuloso de la Ley compatible con una indiferencia e incluso desprecio por los demás, es contrario a lo que Dios espera. Estar todo el día trajinando en el templo no garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios.

La conclusión es demoledora. Ninguna religiosidad que no valore al hombre tendrá sentido. Somos propensos a dilucidar nuestra existencia relacionándonos directamente con Dios, pero se nos hace muy cuesta arriba el tener que salir del egoísmo y abrirnos a los demás. Nos cuesta aceptar que lo que me exige Dios (mi verdadero ser) es que cuide del otro. Sin pudiéramos escamotear esta exigencia, todos seríamos buenísimos.

El Dios, con el que nos relacionamos prescindiendo del otro, es un ídolo. Convertirse no es arrepentirse de los pecados y empezar a cumplir mejor los mandamientos. No se trata de dejar de hacer esto y empezar a hacer aquello. No podemos conformarnos con ningún gesto externo. Se trata de hacerlo todo desde la nueva perspectiva del Ser profundo. Se trata de estar en todo momento dispuesto a darme a los demás.

Él os bautizará con Espíritu Santo. Se trata de otra idea cristiana. Está hablando de un bautismo superior al suyo. Toda plenitud es siempre realizada por el Espíritu. No está hablando del “Espíritu Santo”, sino de la fuerza de Dios que capacita a Jesús y a todo el que “se bautice en él”, para desplegar todas las posibilidades de ser humano.

Fray Marcos

Paraíso, conversión, acogida

1. De las ruinas de Jarkov al paraíso (Isaías 11,1-10)

El domingo pasado, la primera lectura nos situaba en un mundo utópico sin guerras ni carrera de armamentos. Este domingo, nos habla de la utopía de la paz universal, simbolizada por la vuelta al paraíso. El poema de Isaías podemos leerlo como un tríptico.

La primera tabla ofrece un paisaje desolador, parecido al de las ruinas de Ucrania. En este caso, el territorio de Judá, un bosque arrasado y quemado después de la invasión y la guerra. Pero en medio de esa desolación, en primer plano, hay un tronco del que brota un vástago: el tronco es Jesé, el padre de David; el vástago, un rey semejante al gran rey judío.

En la segunda tabla, como en un cuento maravilloso, el vástago vegetal adquiere forma humana y se convierte en rey, y sobre él vienen todos los dones del Espíritu de Dios y todos los pone al servicio de la administración de la justicia. El enemigo no es ahora una potencia invasora. Lo que disturba al pueblo de Dios es la presencia de malvados y violentos, opresores de los pobres y desamparados. El rey dedicará todo su esfuerzo a la superación de estas injusticias.

La tercera tabla da por supuesto que el rey tendrá éxito, consiguiendo reimplantar en la tierra una situación paradisíaca, que se describe uniendo parejas de animales fuertes y débiles (lobo-cordero, pantera-cabrito, novillo-león) en los que desaparece toda agresividad, y todos los animales aceptan una modesta dieta vegetariana («el león comerá paja con el buey») como proponía el ideal de Gn 1,30. Como símbolo admirable de la unión y concordia entre todos, aparece un pastor infantil de lobos, panteras y leones, además de ese niño que introduce la mano en el escondite de la serpiente. El miedo, la violencia, desaparecen de la tierra. Y todo ello gracias a que «está lleno el país del conocimiento del Señor». Ya no habrá que anhelar, como en el antiguo paraíso, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Hay una ciencia más profunda, el conocimiento de Dios, y ésa no queda recluida dentro de unos límites prohibidos, sino que inunda la tierra como las aguas inundan el mar.

Esta esperanza del paraíso no se ha hecho todavía realidad. Pero el Adviento nos anima a mantener la esperanza y hacer lo posible por remediar la situación de injusticia.

2. Conversión (Mateo 3,1-12)

El evangelio del primer domingo nos invitaba a la vigilancia. El del segundo domingo exhorta a la conversión, que implica el doble aspecto de vuelta a Dios y cambio de vida, basándose en la predicación de Juan Bautista. Pero el evangelio de Mateo introduce unos cambios muy significativos en el relato de Marcos.

En Marcos, todo tiene un tono muy positivo. Juan Bautista predica un bautismo de conversión y la gente se bautiza. Juan no es un loco; su forma de vestir y de alimentarse recuerda al profeta Elías. Pero no anuncia un castigo, sino la venida de uno muy superior a él, que bautizará con espíritu santo.

Mateo, que escribe décadas más tarde, cuando existe un claro enfrentamiento entre los cristianos y las autoridades judías, divide el relato en dos partes.

En la primera, Juan predica la conversión, pero añade como motivo la cercanía del reinado de Dios, tema que será fundamental en la predicación de Jesús. Un mensaje exigente pero muy positivo, bien acogido por la gente.

En la segunda, los protagonistas son los fariseos y saduceos, representantes de las autoridades judías opuestas a los cristianos. A ellos Juan se dirige de forma insultante (“camada de víboras”) y con tono amenazador. El hacha está dispuesta a cortar el árbol que no dé buen fruto, y no les servirá de nada decir que pertenecen al pueblo elegido, que son hijos de Abrahán. Incluso cuando habla del personaje superior a él, no dice simplemente que bautizará con espíritu santo, sino con espíritu santo y fuego, porque separará el trigo de la paja y ésta la quemará en un fuego inextinguible.

Este pasaje nos obliga a examinar si producimos buenos frutos o si nos refugiamos en la cómoda confesión de que somos cristianos, católicos, y no necesitamos convertirnos. Por otra parte, plantea la duda de si Jesús actuará de esa forma terrible que anuncia Juan Bautista. La respuesta a esta pregunta la ofrecerá el evangelista más adelante.

3. Acogida (Romanos 15,4-9)

Las primeras comunidades cristianas estaban formadas por dos grupos de origen muy distinto: judíos y paganos. El judío tendía a considerarse superior. El pagano, como reacción, a rechazar al cristiano de origen judío. En este contexto se mueve la lectura de Pablo. Hoy día no existe este problema, pero pueden darse otros parecidos, que dividen a los cristianos por motivos raciales, políticos o culturales.

Reflexión final

Las lecturas de Adviento nos dan un nuevo baño de utopía y realismo. Ante los numerosos problemas de todo tipo que se dan en el mundo, hay que mantener la esperanza del paraíso, sabiendo que eso se logrará mediante gobernantes justos. Pero también debe darse un compromiso personal de conversión, buenas obras, vuelta a Dios y acogida de los demás, incluso los que pueden resultarnos más ajenos y contrarios.

José Luis Sicre

Comentario – Domingo II de Adviento

(Mt 3, 1-12)

Juan el Bautista se presenta en el desierto, y es la voz que clama en el desierto. Su vestidura de piel de camello y las langostas como alimento, indican que su vida transcurría en la austeridad del desierto, liberando de los atractivos de la ciudad, del consumismo, de la apariencia.

En la Biblia el desierto simboliza el encuentro con Dios del corazón humano, que reconoce la vanidad de todo y descubre que sólo en Dios encuentra un sentido para su existencia. Por eso toda la Biblia está marcada por este símbolo del desierto.

El pueblo judío viajó por el desierto para alcanzar una nueva vida, los profetas pasaban un período de purificación en el desierto antes de una misión, y algunos textos de profundo lirismo nos hablan de la necesidad de entrar en el desierto para seguir a Dios con un corazón liberado: “De ti recuerdo tu cariño juvenil… cuando me seguías por el desierto” (Jer 2, 2). “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2, 16).

Pero eso mismo Juan el Bautista, que tiene que abrir paso a la llegada del Mesías, también se identifica con el desierto, y la gente acudía al desierto a recibir su sabiduría.

No olvidemos que el mismo Jesús pasó cuarenta días en la soledad y la austeridad del desierto antes de salir a predicar.

Por eso deberíamos pensar que cada uno de nosotros necesita del desierto, de un tiempo de liberación, de despojo interior, de soledad, para poner la propia vida bajo la luz de Dios y estar disponible sólo para él. Este tiempo de desierto libera el corazón, abre nuevos caminos, despeja la mirada, renueva la existencia.

A veces es necesario entrar en el desierto para poder renacer.

Oración:

“Señor, dame el deseo de pasar por el desierto, y de encontrar ese desierto en mi vida cotidiana, esos espacios de liberación que purifican mi vida manchada, que dan lugar a tu presencia luminosa, para que tú puedas invadir mi existencia”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Visión idílica y endurecimiento de sanciones

1.- La cultura judía, como la musulmana, prohíbe las representaciones de seres animados. Es una norma que pueden cambiar los tiempos y las sensibilidades, de tal manera que lo que podía representar un peligro para la fe y creencia en un Dios espiritual, ya no lo es. Os explico esto, mis queridos jóvenes lectores, porque la lectura primera de este domingo la he visto en diferentes sitios y recuerdo muy bien que ilustra el texto de ediciones de la Hagadá que tengo. Es una visión que podríamos calificar de «país de las maravillas» y que es un bonito estímulo para realizaciones plásticas. No os digo que dibujéis panteras, osos, serpientes y corderos. No niego tampoco que puede ser un buen entretenimiento. A los profetas les gustaba expresarse con imágenes sacadas de la naturaleza, son ellos los que mencionan más vegetales y animales en sus escritos bíblicos. Pero sería pueril que nos quedáramos satisfechos con la contemplación imaginativa.

2.- La profecía de Isaías se refiere a comportamientos. Sería irresponsable que quisiéramos juzgar y condenar la actuación de poderes públicos despóticos, si no pudiéramos referirnos a actuaciones concretas de nuestro entorno. Porque para llegar a la idílica situación que describe el cuadro al que me refería, le precede una serie de enunciados severos. Yo sé que vosotros los jóvenes no estáis inclinados a juzgar las actuaciones de los poderes públicos. En general los políticos no os convencen y pasáis de ellos. Revestirse de posturas escapistas no es correcto, aunque resulte cómodo, pero injusto. Os estoy escribiendo cuando sé que en más de un país se celebran elecciones. Estoy seguro que si mirara reportajes televisivos vería monjas que acuden a las urnas, personas de relevancia pública que también lo hacen, escasa gente joven. Yo, que he renunciado a colaborar de cualquier manera en la administración de la cosa pública, como he renunciado a tener esposa e hijos, no voy, pero os digo, a los que no pretendáis seguir este camino, que analicéis con minuciosidad la actuación de vuestras autoridades y juzguéis si su proceder conduce a situaciones de paz y armonía, como la descrita por el profeta. Y que no os quedéis con el juicio positivo o negativo, sino que os planteéis con sinceridad cual debe ser vuestra preparación, cuales vuestros propósitos, para que en el mundo se viva paz mesiánica. Prepararse para una correcta actuación pública, sea política o sindical, es una buena manera de vivir el Adviento.

3.- El poder público lo asociamos, con más o menos acierto, a corrupción, a revanchismo, a privilegios que no le son permitidos a cualquier hijo de vecino. El dominio y la autoridad no son entelequias, impregnan a personas concretas. Vosotros mismos, ya que sois jóvenes ahora, el día de mañana podéis tener grandes responsabilidades colectivas, para las que ahora os debéis preparar. No se puede ignorar que tenéis el peligro de quedaros en planteamientos generales incoloros inodoros e insípidos. Os pongo un ejemplo. No resulta insólito encontrarse a un grupo apasionado de jóvenes de inclinaciones izquierdistas y radicalmente anticapitalistas, que discuten mientras consumen indiferentes el más puro y caro refresco de cola y licor selecto. Tal vez el ejemplo no os sirva y se me ocurre imaginar que os reunís para salvar al Tercer Mundo de sus miserias, mientras mascáis chicles o vais tragando indiferentemente pipas. O jugáis irresponsablemente con sal, o tiráis el selecto aceite de oliva con el que, en excesiva abundancia, habéis regado vuestra ensalada (la sal en el centro de África puede ser un lujo y el jugo del olivo, prohibitivo aliño, por su precio, en la mayoría de países). Podría multiplicar ejemplos. Y no me digáis, mis queridos jóvenes lectores, que exagero. Trato de traducir a lenguaje actual el testimonio de Juan el Bautista. Sólo desde la austeridad radical se pueden denunciar las injusticias. Condenar males desde posiciones aburguesadas, es juego sucio e innoble. El Precursor lo había aprendido en su largo periodo de silencio en el desierto. Cuando se atrevió a hablar en público a la orilla del Jordán y utilizó el lenguaje duro, maleducado, atrevido y sincero, pudo hacerlo porque todos sabían que su vida era ejemplo de dominio de sí mismo, sin buscar selectos manjares ni ropa de marca. La valentía solo se puede mantener honradamente, si se parte de una tal vida. De aquí que las palabras de Juan todavía hoy sean de actualidad.

4.- Son tiempos difíciles, los próximos lo serán también. La vida cambiará no porque cambien los colores de los partidos políticos, sino porque surjan personas más o menos diestras, más o menos adultas, más o menos intelectuales, pero que sean en su dirigir, en su proyectar y en su distribuir, personas honestas. El lenguaje de Juan era todo lo contrario del que uno pueda esperar de un orador que trata de convencer a una multitud. No obstante ello, se hizo, en su tiempo más conocido que el mismo Jesús, al que él anunciaba. Era modesto para con su persona, por eso podía ser exigente para quien debía actuar en el futuro.

¿Os atreveríais vosotros, mis queridos jóvenes lectores, a hablar así? Hay que prepararse en la austeridad. Exigírsela en los pequeños detalles. Sólo un hombre riguroso consigo mismo es capaz de expresarse con libertad públicamente y proferir y anunciar amenazas. Esa virtud ascética, espera el Señor de vosotros, para haceros colaboradores de sus proyectos.

Pedrojosé Ynaraja

Lectio Divina – Domingo II de Adviento

Convertíos…

INTRODUCCIÓN

“Jesús se aleja del bautista y comienza a vivir desde un nuevo horizonte. No hay que vivir preparándonos para   el juicio inminente de Dios. Es el momento de acoger a un Dios Padre que busca hacer de la humanidad una familia más justa y fraterna. Movido por esta convicción, Jesús deja el desierto y marcha a Galilea a vivir de cerca los problemas y sufrimientos de la gente. Es ahí, en medio de la vida, donde se le tiene que sentir a Dios como “alguien bueno”: un Padre que atrae a todos a vivir una vida más humana. Jesús abandona también el lenguaje amenazador del Bautista y comienza a contar parábolas que jamás se le habían ocurrido a Juan. El mundo ha de saber lo bueno que es ese Dios que busca y acoge a sus hijos perdidos, porque sólo quiere salvar, no condenar” (José A. Pagola)

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Is. 11,1-10.       2ª lectura: Ro. 15,4-9.

EVANGELIO

Mateo 3, 1-12

Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; 6confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

REFLEXIÓN

1.- Juan y Jesús. Jesús admira a Juan y hace de él el mayor elogio: “De entre los nacidos de mujer, nadie es mejor que Juan”.  Pero añade esta coletilla: “Aunque el más pequeño en el reino es mayor que él” (Lc. 7,28). Jesús admira a Juan, se ha dejado bautizar por él, y como él ha llamado a todos a la conversión. Cuando Herodes mata a Juan, Jesús se retira. Tanto le ha impresionado su muerte que necesita tiempo para el duelo. Pero Jesús no sigue el camino de Juan.

Diferencias:

  1. Juan vive solo en el desierto y Jesús vive en comunidad con sus discípulos, y mezclado con la gente.
  2. Juan lleva una vida ascética, muy austera. Y Jesús “come, bebe, asiste a bodas y pasa como uno más, como uno cualquiera”. Su mística es el amor. Un amor ardiente y apasionado por el Padre y un amor concreto con los hombres, sus hermanos.
  3. Juan es duro en su mensaje, mete miedo a la gente y le amenaza si no se convierten. Jesús habla de amor, de perdón, de misericordia. Esto hace que Juan, estando en la cárcel, tenga dudas y mande unos emisarios a que les diga si es el Mesías o tienen que esperar a otro. (Mt. 11,3). Jesús le dice que es dichoso “aquel que no se escandaliza de Él”. (Mt. 11,6). Jesús supera la ira y la venganza propias del A.T. Y pasa por la vida con un amor escandaloso.

2.- Jesús realiza los sueños de los profetas. Los profetas son hombres geniales. Son poetas, artistas, soñadores. Llevan mensajes de protesta cuando el pueblo se desvía y llevan también mensajes de esperanza cuando este pueblo está hundido.

En la primera lectura, Isaías sueña con un mundo al revés, pero un mundo maravilloso: “habitará el lobo con el cordero; el leopardo se tumbará con el cabrito y el ternero y el león pacerán juntos”. Ha puesto juntos a un animal salvaje y a otro pacífico. Lo normal es que el salvaje se coma al pacífico. Pero, en la visión del profeta, en los tiempos del Mesías, el animal pacífico no sólo podrá habitar con el salvaje, sino que llegará a domesticarlo.  Esos instintos bestiales, salvajes, que todos llevamos dentro quedarán vencidos por unos nuevos instintos de cercanía, bondad, fraternidad. Tiempos en que un “niño puede meter la mano en la boca de la serpiente y no le hará daño”. El niño, al no tener pasado ni prejuicios, cree que todo el mundo es bueno, que todos son tus tatos, su familia. Para él la vida es un juego. Los mayores no metemos la mano en la boca de nadie porque nos puede morder. Ese mundo ideal en el que nadie haga mal a nadie, es más, en el que todos vivamos como humanos, es el que ha venido a traernos Jesús. Él nos habla de un Dios Padre que es bueno para todos: “Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre juntos y pecadores” (Mt.5,45). Murió pidiendo perdón por sus mismos asesinos.

PREGUNTAS

1.- ¿Trato de dominar todo lo bestial que todavía queda dentro de mí?

2.- ¿Sueño con un mundo más justo, más humano, más fraterno? Y yo, ¿qué hago por conseguirlo?

3.- ¿Estoy convencido de que todavía hay en el mundo más bien que mal; más amor que odio; más personas que rechazan la guerra y buscan la paz?

Este evangelio, en verso, suena así.

Hoy la «Niña del Adviento»
viste un «traje recio, austero».
Nos llama a la «conversión»,
a allanar nuestros senderos.

Juan bautiza en el desierto,
pues «está negando el Reino»;
pero todo su mensaje
tiene su base en el «miedo».

Concibe a Dios como a un Juez,
que amenaza con el «fuego»
al árbol que no da frutos
y ocupa en balde el terreno.

Jesús, más fuerte que Juan,
también nos pide un esfuerzo,
pero no quiere asustarnos.
Trae la paz para el Pueblo.

Él nos invita y desea
que salgamos a su encuentro
con libertad, con amor,
en justicia y en derecho.

Jesús quiere que cambiemos
los puñetazos por besos,
que dejemos de ser «lobos»
para ser mansos «corderos».

Que celebremos, Señor,
con gozo, tu Nacimiento.
Que, en nuestro tronco ya viejo,
rebrote un retoño nuevo.

Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

Se necesitan cambios definitivos y radicales

1.- En muchas provincias españolas hemos tenido inundaciones muy graves y la seguridad de un futuro exige muchos cambios. Hay que canalizar ríos, habrá que desviar tal vez carreteras y vías de tres, construidas facilitonamente. No se puede salir del paso con limpiar los escombros y el barro, producidos por las riadas. Se necesitan cambios definitivos y radicales en muchos casos… No bastan chapuzas que duran poco tiempo.

Pues esto es lo que Juan gritaba en el desierto:

**“Convertíos”… que no es la chapuza de sacar a la luz los sacos de antracita de unos pecados amontonados en la oscuridad de una antigua carbonería, dejando el almacén tan húmedo y oscuro como ha estado siempre.

**“Convertíos”… es cambiar de actitud, es reorientar la vida, es tirar abajo la carbonería para convertir el solar en un hermoso jardín.

**“Convertíos”… es virar en redondo y deshacer el camino andado porque íbamos en dirección contraria. ¿No os habéis perdido nunca por una carretera nueva, amplia, a penas sin tráfico para daros cuenta, de pronto que en lugar de ir a Talavera este yendo hacia Villaviciosa de Odón? El camino es cómodo, pero no me lleva a donde voy.

**“Convertíos”… es cambiar la escala de valores, poner abajo lo que estaba arriba, y arriba lo que, de hecho, estaba abajo.

2.- No nos diría San Juan a nosotros “Convertíos”… al ver nuestra actitud religiosa tal vez reducida a salir del paso cumpliendo con unas prácticas más esenciales de misas, confesiones y comuniones sin que haya una verdadera unión de nuestras voluntades a la del Señor (He aquí la esclava del Señor) también los fariseos era exactos cumplidores de la Ley en lo externo

+no nos diría “Convertíos”… si viera que consciente o inconscientemente tenemos todos puesto en lo más alto de nuestra escala de valores “el pasarlo bien” o “el que no nos falte de nada”

+no nos diría “Convertíos”… ante nuestra actitud ante los demás, si no de hostilidad, sí de indiferencia ante sus problemas, que a lo más mueve nuestra compasión infructuosa, pero difícilmente nos empuja a compartir.

¿No estaremos corriendo cómodamente por una hermosa carretera en dirección contraria al Reino de Dios? ¡Convertíos!, ¡Parad! ¡Stop!, ¡qué por ahí no vais a ninguna parte! Creo que San Juan hubiera sido un eficaz guardia de la circulación.

3.- ¿No os impresiona aquel “una voz grita en el desierto? ¿No creéis que estamos dejándole al Señor gritar en el desierto? En el desierto ya lleva muchos años ese Dios que de las piedras puede sacar verdaderos hijos de Abrahán, es decir sinceros cristianos. Dios nos lleva hablando a gritos a través de su Palabra Escrita infinidad de años. Y nosotros ni le oímos porque llevamos todos puestos esos atronadores auriculares que tanto se ven ahora.

Porque si Él está en el desierto, somos nosotros los que estamos en el desierto en cuya soledad podríamos escucharle, sintonizar sus ondas sin interferencia de otras frecuencias que nos impiden oírle a Él.

Una voz grita en el desierto. Dios grita en el desierto. ¿Será que no tendremos interés por escucharle? Adviento es buen tiempo para que cada uno tratemos al fin de escuchar lo que Dios nos viene queriendo decir hace mucho tiempo.

José María Maruri, SJ