Lectio Divina – Lunes II de Adviento

«Hoy hemos visto cosas increíbles»

1.-Introducción.

Señor, un día más vengo a pedirte que me envíes el Espíritu Santo para que me haga descubrir las maravillas que Tú obras en el corazón de tus fieles, en el interior de mi propio corazón. Haz que no me limite a admirar lo de fuera: lo visible, lo tangible, lo que puedo tocar con mis manos. El gran milagro que hizo Jesús al paralítico no fue el curarle su enfermedad física sino la sanación interior, el perdonarle todos sus pecados. Dame, Señor, en este día una mirada profunda  para ver  las maravillas que obras en el interior de mi corazón.

2.- Lectura reposada del evangelio. Lc. 5,17-26.

Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados». Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te quedan perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, – dijo al paralítico -: «A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Nos quedamos con las últimas palabras del Evangelio: “Hoy hemos visto cosas admirables”. El evangelista Lucas nos habla de la importancia del “hoy”. “Hoy se cumple esta escritura”. “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.  Es hermoso pensar que todas las maravillas que Dios ha hecho en el pasado, se pueden realizar hoy en el corazón del creyente. Aparentemente no ocurre nada nuevo: sale el sol por la mañana y se pone por la tarde. Los ríos siguen el mismo cauce, y por la noche brillan en el cielo las estrellas.  Y, sin embargo, hoy puede ser un bonito día para mí si dejo que Dios entre en mi vida. Todo puede cambiar, como cambió la vida de ese paralítico, curado por Jesús. También hoy yo puedo ser curado de mi parálisis interior. También yo hoy puedo dejar las muletas de mis esclavitudes y disfrutar caminando como una persona libre. También hoy puede venir el Señor a mi vida. Y cuando viene ocurren cosas como éstas: Se encuentran “el amor y la fidelidad”; se besan “la paz y la justicia”; se abrazan  “la fe y la esperanza”.

Palabra autorizada del Papa

“Jesucristo al comienzo le dice: «¡Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados!». Tal vez esta persona quedó un poco sorprendida porque quería sanarse físicamente. Es en Jesús en quien el mundo viene reconciliado con Dios, este es el milagro más profundo: Esta reconciliación es la recreación del mundo: se trata de la misión más profunda de Jesús. La redención de todos nosotros los pecadores; y Jesús hace esto no con palabras, no con gestos, no andando por el camino, ¡no! ¡Lo hace con su carne! Es Él mismo Dios, quien se convierte en uno de nosotros, hombre, para sanarnos desde el interior, a nosotros los pecadores. Jesús nos libera del pecado haciéndose Él mismo pecado, tomando sobre sí mismo todo el pecado y esto es la nueva creación. Jesús desciende de la gloria y se abaja, hasta la muerte, y una muerte de cruz, desde donde clama: Padre, ¡por qué me has abandonado! Tal es su gloria y esta es nuestra salvación”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 4 de julio de 2013, en Santa Marta).

4.- Qué me dice ahora a mí esta palabra ya meditada.  Guardo silencio.

5.-Propósito. Hoy voy a pensar en la cantidad de maravillas que Dios ha hecho en el interior de mi alma. Y le doy gracias.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, gracias por mostrarme en esta oración el tipo de fe que puede transformar mi vida. Una fe humilde que reconozca mi fragilidad y te busque. Una fe fuerte que me mantenga siempre unido a Ti. Una fe operante que me lleve a buscar los medios para soltar las ataduras del corazón y vivir ya como una persona libre que comienza a sentir el gozo de caminar en el amor.

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Ef 1, 3-6. 11-12 (2ª Lectura Inmaculada Concepción de María)

1ª) ¡La bendición superabundante de Dios!

El proyecto de Dios es inmutable y decidido ya desde antes de la creación del mundo. La Iglesia, al introducir o elegir este texto para la fiesta de la Inmaculada Concepción, nos invita a dirigir la mirada a María como la primera y singular beneficiaria de esta bendición* y elección en la Persona de Cristo, que es su Hijo al darle la naturaleza humana. La primera elegida en el plan de Dios antes de la creación del mundo. Jesús es el Bendito por antonomasia y María es la bendita que dio el ser humano a Jesús. En la Pascua llega a plenitud la bendición de Dios a favor de los hombres. Y la elección también es un elemento sustancial y un hilo conductor en la historia salvífica (es la teología fundamental de los deuteronomistas que interpretan toda la historia salvífica desde la elección). Jesús es el Elegido por antonomasia y su madre una elegida singular. Esta palabra sigue resonando hoy en medio de nuestro mundo y ofrece al hombre una esperanza alentadora. Los creyentes, desde la experiencia de pertenecer a la escuela del Bendito y adoctrinados por su madre la bendita, pueden anunciar al mundo con la palabra y el testimonio este privilegio magnífico de Dios abierto a cuantos quieran aceptarlo porque se les ofrece gratuitamente.

2ª) ¡La superabundante gratuidad de Dios!

Él nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Con Cristo hemos heredado también todos. En el orden establecido por Dios, el derroche de su gracia tiene un comienzo especial. Cuando el autor habla de que todos hemos recibido el don para gloria de su gracia, proclama la universalidad del don. Todos recibimos superabundantemente. Todos los que entran en el plan de Dios, libremente aceptado, reciben a rebosar ese don. Entre todos los que recibimos ese don, hay una mujer que ha participado de modo singular del mismo. Cuando insistimos en la expresión “de modo singular” queremos decir eminente, pero no exclusivo. María llega a ser hija de Dios por Jesús como nosotros; participa de la heredad por medio de Jesús como nosotros. Pero en ella se adelanta el don antes de experimentar el pecado; nosotros alcanzamos el don después de participar de él pero cuando somos liberados de él por la fe y el bautismo. Recibe el don siendo preservada y redimida; nosotros lo recibimos porque somos redimidos. Pero todos entramos a formar parte del nuevo pueblo de Dios con una gran esperanza porque todos recibimos superabundantemente.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario – Lunes II de Adviento

1.- Sigue el profeta con su mensaje de alegría y sus imágenes poéticas, para describir lo que Dios quiere hacer en el futuro mesiánico.

Las imágenes las toma a veces de la vida campestre: el yermo se convierte en vergel, brotan aguas en el desierto, hay caminos seguros sin miedo a los animales salvajes. Y otras, de la vida humana: manos débiles que reciben vigor, rodillas vacilantes que se afianzan, cobardes que recobran el valor, el pueblo que encuentra el camino de retorno desde el destierro y lo sigue con alegría, cantando alabanzas festivas. Es un nuevo éxodo de liberación, como cuando salieron de Egipto.

Todo son planes de salvación: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos» (salmo). Ya no caben penas ni aflicción. Curará a los ciegos y a los sordos, a los mudos y a los cojos. Y a todos les enseñará el camino de la verdadera felicidad. La caravana del pueblo liberado la guiará el mismo Dios en persona.

De nuevo nos quedamos perplejos ante un cuadro tan idílico. Es como un poema gozoso del retorno al Paraíso, con una mezcla de fiesta cósmica y humana. Dios ha perdonado a su pueblo, le libra de todas sus tribulaciones y le vuelve a prometer todos los bienes que nuestros primeros padres malograron al principio de la historia.

2.- El sentido que tiene esta página, al ser proclamada hoy entre nosotros, nos lo aclara el pasaje evangélico que escuchamos: en Cristo Jesús tenemos de nuevo todos los bienes que habíamos perdido por el pecado del primer Adán.

Él es el médico de toda enfermedad, el agua que fecunda nuestra tierra, la luz de los que ansiaban ver, la valentía de los que se sentían acobardados.

Jesús, el que salva, el que cura, el que perdona. Como en la escena de hoy: vio la fe de aquellas personas, acogió con amabilidad al paralítico, le curó de su mal y le perdonó sus pecados, con escándalo de algunos de los presentes.

Le dio más de lo que pedía: no sólo le curó de la parálisis, sino que le dio la salud interior. Lo que ofrece él es la liberación integral de la persona.

Resulta así que lo que prometía Isaías se quedó corto. Jesús hizo realidad lo que parecía utopía, superó nuestros deseos y la gente exclamaba: «hoy hemos visto cosas admirables». Cristo es el que guía la nueva y continuada marcha del pueblo: el que dijo «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

3.- a) Cuántas rodillas vacilantes y manos temblorosas hay también hoy. Tal vez las nuestras. Cuántas personas sienten miedo, o se encuentran desorientadas. Tal vez nosotros mismos.

El mensaje del Adviento es hoy, y lo será hasta el final de los tiempos, el mismo: «levantad la cabeza, ya viene la liberación», «cobrad ánimos, no tengáis miedo», «te son perdonados tus pecados», «levántate y anda». Cristo Jesús nos quiere curar a cada uno de nosotros, y ayudarnos a salir de nuestra situación, sea cual sea, para que pasemos a una existencia viva y animosa.

Aunque una y otra vez hayamos vuelto a caer y a ser débiles.

b) El sacramento de la Reconciliación, que en este tiempo de preparación a la gracia de la Navidad tiene un sentido privilegiado, es el que Cristo ha pensado para que, por medio del ministerio de su Iglesia, nos alcance una vez más el perdón y la vida renovada. La reconciliación es también cambio y éxodo. Nuestra vida tiene siempre algo de éxodo: salida de un lugar y marcha hacia alguna tierra prometida, hacia metas de mayor calidad humana y espiritual. Es una liberación total la que Dios nos ofrece, de vuelta de los destierros a los que nos hayan llevado nuestras propias debilidades.

c) Pero el evangelio de hoy nos invita también a adoptar una actitud activa en nuestra vida: ayudar a los demás a que se encuentren con Jesús. Son muchos los que, a veces sin saberlo, están buscando la curación, que viven en la ignorancia, en la duda o en la soledad, y están paralíticos. Gente que, tal vez, ya no esperan nada en esta vida. O porque creen tenerlo ya todo, en su autosuficiencia. O porque están desengañados.

¿Somos de los que se prestan gustosos a llevar al enfermo en su camilla, a ayudarle, a dedicarle tiempo? Es el lenguaje que todos entienden mejor. Si nos ven dispuestos a ayudar, saliendo de nuestro horario y de nuestra comodidad, facilitaremos en gran manera el encuentro de otros con Cristo, les ayudaremos a comprender que el Adviento no es un aniversario, sino un acontecimiento nuevo cada vez. No seremos nosotros los que les curemos o les salvemos: pero les habremos llevado un poco más a la cercanía de Cristo, el Médico.

Si también nosotros, como Jesús, que se sintió movido por el poder del Señor a curar, ayudamos a los demás y les atendemos, les echamos una mano, y si es el caso les perdonamos, contribuiremos a que éste sea para ellos un tiempo de esperanza y de fiesta.

d) Cuando el sacerdote nos invita a la comunión, nos presenta a Jesús como «el Cordero que quita el pecado del mundo». Esta palabra va dirigida a nosotros hoy y aquí. Cada Eucaristía es Adviento y Navidad, si somos capaces de buscar y pedir la salvación que sólo puede venir de Dios. Cada Eucaristía nos quiere curar de parálisis y miedos, y movernos a caminar con un sentido más esperanzado por la vida. Porque nos ofrece nada menos que al mismo Cristo Jesús, el Señor Resucitado, hecho alimento de vida eterna.

ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Gén 3, 9-15. 20 (1ª lectura Inmaculada Concepción de María)

1ª) ¡El hombre reconoce su degradante desnudez frente a Dios!

Sabemos que estos relatos están redactados en un lenguaje popular cargado de imágenes para significar realidades esenciales para el hombre. El árbol de la ciencia del bien y del mal significa que Dios se reserva el derecho a determinar lo que es bueno y lo que es malo. El hombre puede elegir pero no determinar lo que es bueno y malo. La libertad del hombre está limitada por la voluntad de Dios de la que procede. Ese es el bien del hombre y la posibilidad de su realización y pleno sentido humano. El primer pecado ha sido un atentado a la soberanía de Dios, una reclamación de autonomía moral, por la que el hombre no se conforma con su condición de criatura (Is 5,20-21). Se ha roto esta relación y la situación de la humanidad es la que observamos diariamente significada por la “desnudez” consistente en caer en la cuenta de la situación en que se encuentra el hombre que un día fue el dueño del paraíso con toda significación simbólica. Y esta realidad recuerda al hombre que ha de establecer siempre un cuidadoso equilibro entre libertad, responsabilidad y limitación por la voluntad de Dios. Esto sería una forma de definir lo que se ha convenido en llamar pecado original. Esta lectura leída en el marco de la fiesta de hoy quiere decir que Dios proyecta restablecer este orden primero; para ello elige, capacita y prepara la mediación por la cual realizará un nuevo proyecto de restauración, María.

2ª) ¡El Dios fiel no abandona jamás su obra y su proyecto!

Ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón. El texto hebreo, que anuncia una hostilidad entre la raza de la serpiente y la de la mujer, opone, por lo mismo, el hombre al diablo y a su realeza, y deja entrever la victoria final del hombre sugerida por la distinta situación de los contendientes y acaso también por el empleo de un término que significa a la vez pisar y acechar Es el primer destello de salvación, el Protoevangelio*. La traducción griega, al abrir la última frase con un pronombre masculino, atribuye esta victoria no al linaje de la mujer en general, sino a uno de los hijos de la mujer; así se esboza la interpretación mesiánica que muchos Padres harán explícita. Junto con el Mesías, va incluida su madre, y la interpretación mariológica de la traducción latina ella te aplastará se ha hecho tradicional en la Iglesia. Estos detalles nos permiten comprender y transmitir a nuestro pueblo, que tiene derecho a conocer más y más la verdad de la Escritura, cómo la acción del Mesías (él) y la acción de su madre (ella) se imbrican de una manera admirable para realizar la salvación futura. Sólo Jesús es el Salvador pero ha querido que su madre colaborara intensamente en esta misión, de una manera singular e irrepetible pero subordinada a él. El que realmente aplasta la cabeza del enemigo del hombre, el diablo, es Jesús mismo en la cruz y en la resurrección (Hb 2,10-15). Jesús es el Salvador, el único Mediador entre Dios y los hombres (1Tm 2,5-6). La figura de María encaja admirablemente en este proyecto. El hombre de hoy es invitado a sentirse convocado, elegido, capacitado adecuadamente para llevar su misión adelante. Lo que en María fue un privilegio singular el creyente lo participa por la fe y el sacramento de la fe, el bautismo, que le capacita para compartir y realizar la misión de humanizar al mundo invitándole a dirigir la mirada al proyecto original de Dios.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Alegría sin límite en sus rostros

¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?

En el Adviento de nuestra vida, los cristianos se preguntan: Y nosotros, ¿a quién esperamos? ¿Cómo lo hacemos?

El evangelio de este domingo, nos presenta a Juan el Bautista en la cárcel, en tensión ante la llegada del Mesías. Una inquietud  que le hace  enviar a dos de sus discípulos  a preguntar a Jesús por su mesianismo. Un anhelo que el pueblo de Israel y la humanidad ha vivido desde siempre.

Estas dudas de Juan sobre Jesús, pueden ayudarnos a nosotros a esperarlo y seguirlo mejor hoy. ¿Sirven para algo las dudas? ¿De qué duda se trata? Cuando nosotros, como Juan, dudamos si Jesús es el que nos habíamos imaginado, y nos abrimos a la respuesta que El da de sí mismo,  avanzamos y pasamos de la duda a la verdadera fe, y nos aparece quien es el verdadero Mesías.PorqueUna fe que no duda, es una fe dudosa(Cristian Duquoc).

De esta manera, este domingo de adviento nos ayuda a revisar nuestras expectativas  mesiánicas a la luz del misterio de la Encarnación del Señor que viene continuamente a nuestras vidas. El Señor vino, el Señor viene, y el Señor vendrá. Estas tres venidas resumen la pretensión de todo el tiempo de adviento, para hacernos cercano el mesianismo de Jesús de esta manera: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados.Ellos son el rostro  de un Dios que los mira con infinita ternura y que expresan su venida real y verdadera hoy. El Adviento es tiempo de renovar la fe en la salvación, para purificarla, a fin de que sea más auténtica.

¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!

El Evangelio en Adviento nos pone en tensión ante la llegada del Señor, pero sin escándalos en la manera de acoger su mesianismo. ¿Cómo lo entendió y lo dio a conocer Jesús ante las expectativas de Juan?.  Con la misericordia y la justicia que devuelve la vida a los últimos, a los pobres y pequeños. Es lo que recoge el prefacio de Adviento cuando dice: El Señor que viene a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo reciban en la fe y por el amor demos testimonio de la llegada de su Reino.

¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí! Con su Encarnación el Hijo de Dios se ha unido con todo hombre. En cada vida humana se prolonga este misterio de unión de lo divino con lo humano. En cada vida humana  se hace presente el misterio de Cristo. Del mismo modo que la humanidad de Jesús es el sacramento de Dios, su presencia entre nosotros en el desvalido o el enfermo, es el sacramento de Cristo. Esto no nos puede escandalizar, sino todo lo contrario, reconocer la presencia de Cristo allí donde más se beneficia al ser humano, allí donde se cuida del hermano, allí donde el mal retrocede.

Esos signos mesiánicos que Jesús hace, y refiere a Juan,  estamos llamados a hacerlos ahora los cristianos, para ser así llegada de Cristo hoy. Si el cristiano ve a Cristo en el  prójimo necesitado,   el necesitado debe ver en el cristiano solidario y fraterno la presencia de Cristo que se acerca a él. Esto, no nos puede producir escándalo. Al contrario, nos da la alegría de una Bienaventuranza duradera.

¡Alegraos! ¿Qué alegría? Porque Dios viene en persona y os salvará.

La alegría ante la cercana venida del Señor es la característica propia de este domingo. Alegría porque Dios viene en persona y nos librará de todos nuestros males.  Isaías, el  Profeta del Adviento, a quien Jesús le gustaba recordar,  nos ofrece hoy una oda a la alegría, con una profecía que se cumple plenamente en Jesucristo curando  a los enfermos, resucitando a los muertos y anunciando a los pobres la Buena Nueva. Una Salvación como Liberación.

Esto significa para nosotros, que en medio de todas las crisis,  Adviento es un tiempo  de alivio.  Un tiempo para anunciar la Liberación, cuando las previsiones parezcan desastrosas.  Un renacer en la confianza, una alegría ante la belleza de la salvación, porque El Señor viene en persona y nos salva. Y de esta manera,  es también  un tiempo para llenar los vacíos de nuestro corazón.

Este Adviento en que vive el cristiano,  nos ayuda  a crecer en la alegría y el buen ánimo de la fe… Quien tiene esperanza en el Señor recibe el don de la alegría, que más que un sentimiento o estado de ánimo pasajero, es un don mesiánico y fruto del Espíritu Santo. Es laalegría del Señor y por el Señor. La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (Papa Francisco).  El Papa nos invita a encontrar en la Palabra y los hechos de Jesús, una fuente de  alegría.

Un anuncio destinado a toda la humanidad y de modo particular a los más pobres en alegría. Pensemos en los numerosos enfermos y en las personas solas que además de experimentar sufrimientos físicos, sufren también en el espíritu, porque a menudo se sienten abandonados. ¿Cómo compartir con ellos la alegría sin faltarles al respeto en su sufrimiento?

Pensemos también  en quienes han perdido el sentido de la verdadera alegría  de creer, especialmente si son jóvenes y la buscan en vano donde es imposible encontrarla.

El camino de la alegría no es fácil. Hace falta trabajar para ser feliz.  La primera característica  de la alegría cristiana es descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús.  Nuestra alegría está llamada a ser una evangelización a los pobres, un amor, que en lo concreto, hace presente a Dios.

La felicidad que nos trae la Navidad se debe reflejar en obras concretas. ¿Qué acciones pueden fomentar la alegría del Señor en mi entorno?

Fray José Antonio Segovia O.P.

Mt 11, 2-11 (Evangelio Domingo III de Adviento)

1ª) ¡Juan desea tener una información más completa sobre Jesús!

Juan que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? A Juan, en la cárcel, han llegado informaciones de las actuaciones y palabras de Jesús. También le han informado de cómo Jesús es realmente una bandera discutida, un signo de contradicción. Ciertamente Jesús ha suscitado las más opuestas reacciones. El pueblo tiene su imagen del Mesías ya bien formada. Jesús se presenta anunciando el reinado de Dios como inminente, signo de la era mesiánica. Pero, por otra parte, su actividad no lleva el marchamo de la rebelión contra nadie para conseguir la total liberación. La actitud de Jesús desconcierta a todos. Tampoco se produce el terrible juicio que el propio Juan había anunciado. ¿Quién es Jesús y cuál es su misión? Y Juan quiere tener una información adecuada. La pregunta de Juan sigue planteada por muchos creyentes y discípulos suyos en este mundo nuestro. Jesús sigue siendo objeto de búsqueda incansable. En el fondo sigue inquietando al mundo moderno. Sigue desconcertando al hombre de hoy. Los creyentes somos llamados a ofrecer la imagen adecuada de Jesús. Esta es nuestra tarea, nuestra misión en lo cotidiano de cada uno. Porque el hombre necesita del encuentro con Jesús, porque sólo él es el verdadero Mesías que responde a las necesidades más profundas de los hombres.

2ª) ¡Jesús satisface el deseo de Juan, su Precursor y su testigo encarcelado!

Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia». Lucas añade algo importante: En aquel momento, Jesús curó a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. después les respondió: Id y contad a Juan… (Lc 7,21-22). El conjunto pende de la frase: los pobres son ya evangelizados. Este texto es una combinación -libre- de citas tomadas de Is 35,5s y 29,18s (descripciones del tiempo de la salvación) con Is 61,1s (buenas noticias para los pobres). Las imágenes que utilizan son todas ellas expresiones antiquísimas en Oriente para designar el tiempo de la redención, en el que no habrá ya sufrimiento, ni lamentos, ni dolor. Por consiguiendo, en Lc 7,22 y Mt 11,5 tenemos a la vista un jubiloso clamor escatológico de Jesús. Para sintonizar mejor nuestro oído con su contenido, escuchemos esta lista que se encuentra entre los rabinos del tiempo de Jesús y fijémonos en el contraste: cuatro pueden compararse con un muerto: el paralítico, el ciego, el leproso y el que no tiene hijos. A la situación de tales personas, y según el pensamiento de aquella época, no se le puede llamar ya vida. Están, prácticamente, muertos. Pero ahora se presta ayuda a los que, sin perspectiva alguna, estaban desesperados. Ahora, los que se parecían a los muertos, son suscitados a la vida. Fluye el agua de la vida, se ha terminado el tiempo de maldición. La consumación el mundo está comenzando ya ahora. Estrechamente asociado con este clamor de júbilo está Lc 4, 16-21: el discurso-programa de Nazaret que se abre con una cita expresa de Is 61,1s. Toda la predicación se compendia en esta frase: ¡Hoy se ha cumplido esta palabra!

3ª) ¡Dichosos los que no se escandalizan de Jesús!

Dichoso el que no se sienta defraudado por mí. Los signos ofrecidos por Juan responden al proyecto más genuino de Dios para la época mesiánica como lo atestiguan los profetas. Pero la historia se había encargado de deformar aquella imagen auténtica. La esperanza en el salvador se había deslizado hacia otros intereses. Jesús quiere llevar a Juan la verdad. Pero es desconcertante. Juan podía haberse visto defraudado. Jesús le advierte que este es el camino y la verdad. Y le proclama feliz si es capaz de superar el escándalo, el tropiezo, la decepción. Jesús le conduce hacia el campo de las bienaventuranzas entendidas como congratulaciones de Jesús a pesar de las resistencias y las dificultades. Hoy sigue Jesús proclamado esta congratulación para sus discípulos, para los creyentes que viven en este mundo nuestro tan poco dispuesto a seguir a un maestro que parece no llenar las aspiraciones de los hombres. Con frecuencia decimos y nos decimos que hay que estar en la realidad; que el Evangelio parece no acabar de responder. Y, sin embargo, Jesús nos invita a entrar en la verdadera realidad: Él mismo y su mensaje. El ofrece realmente la respuesta más acabada que necesita el hombre. Pero es necesario proclamarlo con la vida y las palabras. Y esta es nuestra tarea.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Sant 5, 7-10 (2ª Lectura Domingo III de Adviento)

1ª) ¡Son necesarios el aguante, la paciencia y la longanimidad para llegar a la meta del encuentro con el Señor glorioso!

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. La Parusía del Señor se retrasa y en consecuencia las dudas surgían en el corazón de los creyentes. Es necesario mantener el temple y el aguante en una paciencia a toda prueba. Así lo pensaron los evangelistas, especialmente Lucas. El Señor volverá con toda seguridad, pero más tarde. Mientras tanto es necesaria la constancia, el aguante y la longanimidad. Es el tiempo de la lucha y de la tenacidad pero movidos por una gran esperanza. La vida del creyente en medio del mundo está marcada por el destino martirial violento o no violento. Lo había anunciado ya el Maestro: Os he dicho esto, para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo, yo he vencido al mundo (Jn 16,33). El destino martirial y glorioso de Jesús es el mismo destino de la Iglesia en medio del mundo. Santiago que, en general, es un hombre que desciende a lo concreto, a la realidad, deduce las consecuencias prácticas de la auténtica espera en la segunda venida del Señor: es necesario ejercitar la paciencia entendida como aguante y tenacidad, como compromiso. La certeza de la vuelta próxima del Señor exige del creyente la firmeza. La paciencia y la firmeza son imprescindibles. En otros lugares de su carta traduce muy concretamente las exigencias de la esperanza cristiana: incluso debe impulsar la anulación de las desigualdades económicas y de trato entre los que caminan hacia la misma esperanza.

2ª) ¡El Señor, presente, volverá con toda seguridad. Una meta común exige un camino compartido y solidario!

Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser condenados. Tomad como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas. El problema del retraso de la Parusía fue grave e inquietante en la Iglesia primitiva. En un primer momento pensaron, y Pablo también, que el Señor volvería pronto, durante la primera generación de cristianos. En esta tensión vivieron y murieron los primeros mártires (Esteban, Santiago el Mayor, etc.). Pero no fue así. Las preguntas surgían angustiosas: ¿qué ocurre con la vuelta del Señor? ¿somos víctimas de un engaño, de un sueño? No fue un problema periférico porque les afectaba en su misma experiencia de creyentes. Hoy, como ayer, muchos creyentes se plantean los mismos interrogantes o semejantes: ¿por qué no actúa Dios más enérgicamente en la historia? ¿por qué no vemos señales inequívocas de la presencia de un Salvador-Libertador entre los hombres? ¿cómo se explican las catástrofes naturales? ¿y las constantes injusticias en todas partes? La respuesta ha de partir de la aceptación franca de los hechos y el recurso a la Escritura. Porque sabemos que el cielo y la tierra pasarán pero las palabras de Jesús no pasarán (Lc 21,33). No lo tiene nada fácil el creyente en este momento de la historia que le ha tocado vivir. Por eso necesita realizar el camino de la esperanza con los otros, en comunión permanente.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 33, 1-6a. 10 (1ª lectura Domingo III de Adviento)

1ª) ¡La alegría, un don de Dios que invade hasta la naturaleza!

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso. Al terrible destino, que cae sobre los pueblos paganos y sobre Edom en particular, contrasta la visión, llena de escenas gozosas con que se describen la felicidad y la bendición de Dios, que sobrevienen a Sión y a sus habitantes. El canto, comienza con la invitación a la alegría más intensa, volviendo la mirada al desierto y a la estepa, porque pronto se verán pletóricos de una vegetación magnífica. El verbo con el que se expresa la alegría, no aparece en ninguna otra parte de los capítulos 1-35, mientras que se encuentra siete veces en la última parte del libro (61,10; 62,5; 64,4; 65,18s; 66,10.14). ¡La alegría es un don de Dios! Se trata de la alegría así llamada escatológica, que invade profundamente al hombre en cualquier circunstancia. La alegría está vinculada estrechamente a la las bienaventuranzas y a la realización del proyecto de Dios. Hoy son más necesarios que nunca testigos de esta alegría que sólo la fe en Jesús y su seguimiento pueden dar. Porque es distinta de toda otra forma de alegría. El mundo moderno necesita creyentes que sepan vivir, transmitir y contagiar el fruto del Espíritu Santo que es la verdadera alegría.

2ª) ¡La trasformación de la naturaleza debe alcanzar también a las personas!

Ellos verán la gloria del Señor… Fortaleced las manos débiles… decir a los cobardes de corazón: sed fuertes no temáis. Se insiste sobre la inminencia de una metamorfosis. El profeta indica la razón y la causa de la alegría: Dentro de muy poco tiempo, el Líbano se convertirá en vergel y el vergel se convertirá en bosque (Is 29,17). Líbano, Carmelo y Sarón han sido entendidas como las regiones más privilegiadas de la Palestina antigua. El desierto y la estepa son espectadores, como ya lo fue el Sinaí: Mientras Aarón les estaba hablando, todos los israelitas miraron hacia el desierto y vieron que la gloria del Señor aparecía en la nube (Ex 16,10). La gloria del Señor se había posado sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió durante seis días… La gloria del Señor aparecía a la vista de los israelitas como un fuego devorador sobre la cima del monte (24,16ss), de una manifestación sensible de la omnipotencia divina. ¿Quiénes son los que contemplarán la gloria del Señor? en primer, el Líbano, el Carmelo y el Sarón; en segundo lugar, los hombres que vuelven del exilio; en tercer lugar, el propio desierto y la estepa. De este modo el texto quiere subrayar un contraste hondamente pedagógico: precisamente el desierto incapaz de tal vegetación se asombra porque se debe a la intervención del poder providente de Dios. Acaecida la transformación en la naturaleza, el pensamiento se vuelve ahora al pueblo, igualmente necesitado de una metamorfosis que sólo puede conseguir con la gracia de Dios.

3ª) !La salvación alcanza a todo el hombre!

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán… Y volverán los rescatados del Señor. Volverán al Señor con cánticos. Los efectos de la intervención divina son descritos con la imagen de personas disminuidas físicamente, que recuperan súbitamente la plenitud de salud. Volverán los rescatados del Señor, que reemprenderán de nuevo en Sión una existencia de alegría y de felicidad. En toda esta perspectiva de futuro la coincidencia de este fragmento con los capítulos 40-66 es significativa. Por lo que la interpretación de este fragmento debe tener en cuenta esos capítulos que se sitúan en la inminencia de la liberación de exilio, dos siglos después de la existencia histórica del profeta Isaías. Esta relación favorece la interpretación de este fragmento para darle su verdadero relieve teológico y soteriológico como una llamada intensa a la esperanza en un futuro mejor que Dios promete a su pueblo y lo realizará. De este modo, el fragmento encaja con toda propiedad en medio del adviento, tiempo de esperanza. El sentido expreso de las dos metáforas aparece de nuevo de una manera más explícita. Se trata de personas carentes de toda esperanza. A esas personas descorazonadas se les anuncia de parte de Dios la salvación. Es innegable la alusión a la vuelta del exilio que se la imagina como una peregrinación de personas desbordantes de alegría. En la nueva Jerusalén se prohíbe todo signo y gesto de dolor.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes II de Adviento

Más fácil de decir que de hacer

Sinceramente, me resulta más fácil decir: «Tus pecados están perdonados» que decir: «Levántate y anda». Imagina esto: Alguien se desahoga conmigo sobre sus luchas en la vida. Le escucho y le digo: «Rezaré por ti». Por supuesto, rezar debo, ante todo; pero debo confesar que es mucho más «conveniente» asegurarle mis oraciones que hacer algo para ayudarle a «levantarse y caminar». En otras palabras, debo rezar por él, así como convertirme en la respuesta a su oración, en la medida de mis posibilidades. Como hizo Jesús: no sólo perdonó los pecados del paralítico, sino que también sanó su cuerpo. He aquí un reto de Adviento de Santiago: «Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta el alimento de cada día, y uno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y comed hasta hartaros», y no les cubrís sus necesidades corporales, ¿de qué sirve? » (2:15-16).

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Lunes II de Adviento

Hoy es lunes II de Adviento.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 5,17-26):

Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados».

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».

Bien conocido para nosotros es este pasaje evangélico de la curación del paralitico y del otorgamiento del perdón de sus pecados por parte de Jesús. Nos es fácil sospechar que a Jesús, aparentemente un hombre como los demás, no le fue fácil convencer a los que le rodeaban que también era Dios, era el Hijo de Dios.

Uno de los medios que empleó fue realizar signos especiales, milagros, fuera del alcance de cualquier persona humana. Antes de curar al paralítico de su dolencia corporal, le perdona sus pecados apoyándose en su fe: “hombre, tu pecados están perdonados”. Los letrados y fariseos, que no veían a Jesús como el Hijo de Dios, reaccionan normal dentro de su lógica: “¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar los pecados más que Dios?”. Razonamiento correcto pero del que no sacan sus verdaderas consecuencias, es decir, admitir que Jesús puede perdonar porque es Dios, es el Hijo de Dios. El mismo Jesús para reafirmar su rango divino, realiza la curación del paralítico, algo que solo está al alcance Dios. Al ver este milagro “todos quedaron asombrados y daban gloria a Dios, diciendo hemos visto cosa admirables”. Podemos sospechar que algunos empezaron a creer en la divinidad de Jesús, pero no los letrados y fariseos… que al final lograron condenarle a morir en una cruz.

Un día más, pidamos al Señor que aumente nuestra fe, que aumente nuestra creencia, nuestra seguridad de que Jesús es hombre y Dios verdadero. Y hagámosle caso.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.