Lectio Divina – Martes II de Adviento

«El Padre Celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños»

1.- Introducción

Espíritu Santo, dame tu luz en este momento de oración. Con la confianza de un niño ante su papá, a quien considera muy cercano, te pido docilidad para escuchar tu palabra y seguirla como una dócil oveja sigue a su pastor. Jesús, concédeme el don de buscar -con la sencillez y la nobleza de un niño- el amor, el cariño y la ternura de un Dios que ya está llegando en Navidad.

2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 18, 12-14

¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron.  De igual modo, el Padre Celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños«.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

En este capítulo 18 de Mateo, llamado capítulo eclesial, el evangelista nos propone las condiciones necesarias para toda comunidad cristiana. Y Jesús nos dice que lo primero para entrar en el reino de los cielos es hacerse niño. ¿Qué cualidades observamos en los niños?  a) Mientras es niño vive en una gozosa dependencia del papá. Ser cristiano es disfrutar de tener a un Dios que es mi Abbá, mi papá. b) El niño no tiene pasado. Y, por lo tanto, no tiene prejuicios: todos son sus tatos, sus familiares. Recibe todo lo que le dan: un caramelo, un juguete, y también sabe recibir un beso de un desconocido. El niño se deja querer. c) El niño va descubriendo todo y se deja sorprender. Y ser cristiano es dejarse sorprender por Dios. Un Dios maravilloso que nos levanta para darnos su beso en la mejilla.   4) El niño tiene un futuro por delante, desea hacer un año más, vive impulsado por una ley, la ley del crecimiento.  En nuestra vida espiritual nunca hay que decir: ¡basta! La muerte nos tiene que sorprender ¡vivos!

Palabra autorizada del Papa

“Hay una relación entre Dios y nosotros pequeños: Dios, el grande y nosotros pequeños. Dios, cuando debe elegir a las personas, también a su pueblo, siempre elige a los pequeños. Dios elige a su pueblo porque es el más pequeño, tiene menos poder que los otros pueblos. Hay un diálogo entre Dios y la pequeña raza humana. También la Virgen María dijo: «El Señor ha mirado la humillación de su sierva». El Señor ve el corazón. El Señor elige según sus criterios y elige a los débiles y los humildes, para confundir a los poderosos de la tierra. Y  siempre habrá un  diálogo entre nuestra pequeñez y la grandeza del Señor”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de enero de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice ahora a  mí esta palabra que acabo de meditar. (Guardo silencio).

5.-Propósito Seré delicado con el Señor y evitaré todo aquello que no le gusta a Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Gracias, Señor, porque te has revelado a los pequeños. Ya sabes que yo no puedo presumir de grandezas; tampoco las necesito. Sí puedo presumir de ser un niño que necesita de su Papá. Mi orgullo es el tener un Padre tan bueno, tan maravilloso, tan comprensivo y misericordioso. De eso me gloriaré y de nada más.

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La llena de gracia

1.- Cuando el Papa Pío Nono, en su Bula Ineffabilis Deus, declara que la Virgen María fue preservada inmune de toda culpa original lo que realmente está diciendo es que la Virgen María fue una criatura humana llena de Gracia desde el momento mismo de su concepción hasta el momento mismo de su muerte. No quiere decir que la Virgen María fuera concebida de manera distinta a como somos concebidas las demás personas; lo que dice es que, en previsión de los méritos de Cristo Jesús, la gracia de Dios hizo que en la persona de María no habitara nunca el pecado. María, por sí misma, fue una criatura humana limitada y frágil que tuvo que luchar contra las tentaciones e invocar cada día la gracia de Dios para poder vencerlas. Fue la gracia de Dios la que, derramándose totalmente y desde el primer momento en el ser de María, hizo que María fuera una criatura inmaculada desde el momento mismo de su concepción. Nosotros, mientras vivimos, podemos tratar de imitar a María, pidiéndole a Dios que no nos falte nunca su gracia para superar las tentaciones de cada día, como María las superó. Reconociendo nuestra debilidad y nuestra natural inclinación al pecado le pediremos a Dios, con humildad, que mire nuestra humillación y nos libre de todo pecado. Así podremos cantar, como María, el cántico del Magnificat, proclamando, también en nosotros, las grandezas del Señor.

2.- La serpiente me engañó y comí. Por lo visto, la serpiente era un ser astuto para nuestros antiguos padres en la fe: sed astutos como serpientes y cándidos como palomas. Pero la verdad es que, a la hora de disculparnos, todos tenemos dentro múltiples serpientes. Inventamos cualquier disculpa para justificar nuestros fallos y pecados y casi siempre pretendemos atribuir a los demás los fallos que nosotros cometemos. La razón más profunda está en nuestro orgullo y en nuestra vanidad. Jugamos a ser como dioses y a construir torres de Babel y, cuando fracasamos, echamos la culpa a los demás. Adán y Eva, ¡pobrecitos!, quisieron liberarse de la autoridad, del saber y del poder de Dios, en un intento de ser ellos sus propios dioses. Y, cuando se vieron desnudos, frágiles y desamparados, temieron el ruido y la presencia de Dios y se escondieron. Pero la vista de Dios les alcanzó y no supieron cómo disculparse. Es peligroso jugar a ser Dios, porque como la rana que quería ser elefante, corremos el peligro de explotar y de convertirnos en nada.

3.- Él nos eligió para que fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor. Ya hemos comentado en alguna otra ocasión este himno cristológico de la carta a los efesios. Pero no estará de más repetir que Dios, por amor, quiere que seamos sus hijos, santos e irreprochables ante él, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Es lo que hizo María de Nazaret, la virgen inmaculada, que se consideró siempre hija de Dios, su esclava, para que así se hiciera carne en ella la verdadera Palabra de Dios. María no quiso que la gracia de Dios redundara en alabanza suya, sino en alabanza del que había hecho obras grandes en ella.

4.- Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Estamos celebrando esta fiesta de la Inmaculada en la víspera del segundo domingo de adviento. No es difícil en este tiempo imaginar a María como una mujer alegre en la esperanza. María está alegre porque espera, con esperanza activa, que Dios nazca en su vida y en la vida de todas las personas que ama. Dios ha querido hacerse carne en su vientre y María está alegre porque sabe que, por medio de ella, Dios quiere nacer y crecer en el corazón de todos los creyentes. María está alegre porque sabe que la gracia de Dios le ha permitido a ella ser colaboradora del Dios que, por amor, ha venido a salvarnos y a redimirnos a todos. En este día mariano del adviento vamos a pedirle a Dios que se encarne y crezca cada día un poco más dentro de nuestro corazón, para que así podamos celebrar la Navidad con el corazón henchido de Dios.

Gabriel González del Estal

Comentario – Martes II de Adviento

1.- Se nota que el pasaje pertenece al «libro de la consolación» del profeta Isaías: sea de él en persona o de un discípulo suyo posterior, llamado «el segundo Isaías», que profetizó en tiempos del destierro.

En medio de una historia bien triste para el pueblo de Israel, tanto política como religiosa, resuena un pregón de esperanza, describiendo con fuerza literaria y plástica los caminos que a través del desierto van a conducir al pueblo de vuelta a Jerusalén, como sucedería en efecto, en el siglo VI antes de Cristo, por decisión del rey Ciro. 

Se dibuja aquí como una repetición del éxodo desde Egipto, camino de la tierra prometida. Ahora es la vuelta del destierro de Babilonia. En ambas ocasiones es Dios quien conduce y protege a su pueblo. Pero exigirá esfuerzo por parte de todos: han de ir construyendo el camino, allanando, rellenando, enderezando, como recordará más tarde el Bautista. Un buen símbolo de la colaboración del hombre en la salvación que le ofrece Dios.

El anuncio más consolador es que Dios llega, que llega con poder, que perdona a su pueblo sus pecados anteriores, que quiere reunir a todos los dispersos, como el pastor a sus ovejas. Es un retrato poético y amable de Dios como Pastor: «lleva en brazos los corderos, cuida de las madres». Tiene entrañas de misericordia para con su pueblo. No quiere que permanezcan más tiempo en la aflicción. 

No es extraño que el salmo nos haga cantar sentimientos de alegría por la cercanía mostrada en todo tiempo por Dios a su pueblo: «cantad al Señor, bendecid su nombre, delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra». 

2.- Es un mensaje que nosotros acogemos con más motivos todavía al escuchar el evangelio. También Jesús hace un retrato del «Padre del cielo», y lo describe como Pastor con un corazón bueno, comprensivo, que va en busca de la oveja descarriada y se llena de alegría cuando la encuentra. «No quiere que se pierda ni uno de estos pequeños». 

Es un retrato que más que con palabras ha manifestado Jesús con su propia vida. A imitación de su Padre, él se preocupa de todas las ovejas, de modo especial por las más débiles, las que se escapan del redil y corren peligros. 

No las abandona, las busca, las acoge, las perdona, las devuelve a la seguridad. Es en verdad el Buen Pastor. 

Si el Padre es rico en misericordia, Cristo aparece también en las páginas del evangelio como comprensivo, misericordioso, benigno con los pecadores, dispuesto siempre a perdonar. A los dos discípulos «extraviados» que abandonan la comunidad de Jerusalén y, desanimados, se quieren refugiar en su casa de Emaús, el Resucitado les sale al encuentro, los recupera pacientemente y les envía de nuevo a la comunidad. Siempre Buen Pastor. 

No ha venido a condenar. sino a salvar. 

3.- a) A los primeros a quien Cristo Jesús quiere salvar en este Adviento es a nosotros mismos. Tal vez no seremos ovejas muy descarriadas, pero puede ser que tampoco estemos en un momento demasiado fervoroso en nuestro seguimiento del Pastor. Todos somos débiles y a veces nos distraemos del camino recto. 

Cristo Jesús nos busca y nos espera. No sólo a los grandes pecadores y a los alejados, sino a nosotros, los cristianos que le seguimos con un ritmo más intenso, pero que también necesitamos el estímulo de estas llamadas y de la gracia de su amor. Somos nosotros mismos los invitados a confiar en Dios, a celebrar su perdón, a aprovechar la gracia de la Navidad. El que está en actitud de Adviento -espera, búsqueda- es Dios para con nosotros.

Y se alegrará inmensamente si volvemos a él.

b) Pero también nos enseñan estas lecturas a mejorar nuestra actitud para con los demás. ¿Ayudamos a otros a volver del destierro o del alejamiento a la cercanía de Dios? ¿estamos siendo en este Adviento, ya en su segunda semana, mensajeros de la Buena Nueva para con otros y pastores ayudantes del Buen Pastor? ¿sabemos respetar a los demás, esperarles, buscarles, ser comprensivos para con ellos, y ayudarles a encontrar el sentido de su vida? ¿tenemos corazón acogedor para con todos, aunque nos parezcan poco preparados, incluso alejados, como lo tiene Dios para con nosotros, que tampoco somos un prodigio de santidad? 

Tal vez depende de nuestra actitud el que para algunas personas esta Navidad sea un reencuentro con Dios. Y no por nuestros discursos, sino por nuestra cercanía y acogida. 

El profeta puede dirigirse a nosotros y decirnos: «Consolad, consolad a mi pueblo. 

¡Grita! ¿Qué debo gritar? ¡Aquí está vuestro Dios!». Hoy las lecturas nos lo han gritado a nosotros. Ahora nosotros podemos ser heraldos de esperanza en medio de un mundo que no abunda precisamente en noticias buenas. Empezando por nuestra propia familia o comunidad. 

c) En cada Eucaristía viene Cristo Jesús a nosotros. En la comunidad: «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio»; en la Palabra que nos dirige: él mismo es la Palabra viviente de Dios que se nos da; en la Eucaristía de su Cuerpo y su Sangre, que son alimento de vida eterna. Ahí está condensada la razón de ser de nuestra confianza y de nuestra actuación misionera durante la jornada.

ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

El Señor está con nosotros

1. – Dios quiere seguir siendo amigo del hombre, pasear, dialogar familiarmente con él. Vivir en la presencia de Dios es el paraíso. No es Dios el que nos expulsa del edén, somos nosotros mismos los que nos desterramos, cuando nos alejamos de su presencia. Si huyes de Dios, vivirás en el destierro, la tierra te producirá cardos y espinas. Reinará la desarmonía y la división. No debes huir de Dios, búscale. Así no te sentirás nunca solo y siempre vencerás al mal, simbolizado en la serpiente. Conseguirás el don de la sabiduría, la ciencia del bien y del mal. Entonces brotarán en tu vida la paz y la alegría, entonces los hombres compartirán fraternalmente los dones que Dios les regala.

2. – María es la «nueva Eva». Eva es seducida y engañada por el orgullo y el ansia de dominio. Se dejó seducir por el pecado y fue sometida al yugo de la violencia, del temor, de la tristeza, de la culpabilidad, de la ignorancia y de la tiranía. María también es seducida, pero es por el Amor de Dios. Por eso recibe del ángel este mensaje lleno de confianza: «no temas». María». María, humilde y confiada, libre y obediente es el prototipo de la mujer nueva, el principio de la nueva humanidad basada en el amor y en la confianza en la voluntad de Dios.

María quiere alimentarse de la Palabra de Dios, no de otras cosas pasajeras o engañosas. María se contrapone a Eva, salva a Eva, la rehabilita. Eva transmite dolor y esclavitud, María ofrece liberación y gracia. La «llena de gracia» vence al mal y nos invita a nosotros a asociarnos con ella en la lucha. Sabemos que el Señor «está con nosotros».

3.- La Madre del salvador es también nuestra Madre porque su Hijo así lo quiso: «Ahí tienes a tu Madre». María no puede estar lejos de la mente y del corazón del cristiano, especialmente durante el tiempo de Adviento. La fiesta de la Inmaculada, al comienzo de este tiempo es un estímulo para nuestra «espera confiada». ¿Quién mejor que ella, que lo llevó en su seno, pudo esperar su venida? Ella, la Madre concebida sin pecado, nos invita a arrepentirnos, a desechar el mal y a hacer el bien para preparar el camino al Emmanuel. María tiene una misión importante en la Iglesia porque es Madre y modelo de la Iglesia. Nuestra devoción a María debe llevarnos a su Hijo Jesucristo: «Haced lo que El os diga». Todo lo que tiene, todo lo que es María le viene de Cristo. María es la primera cristiana, toda cristiana, hecha enteramente para Cristo. Por eso es la mujer del futuro, la humanidad del futuro, la nueva humanidad que siempre hemos soñado y que Dios mismo soñó. Pero esto sólo será posible si vivimos cerca de Dios, confiados y seducidos por su Amor, como María. Entonces reinará en todo el mundo otra vez la armonía y la paz.

José María Martín OSA

María, Santa, Inmaculada, Irrepochable

1.- Sin querer ofender vuestros conocimientos religiosos, sino para aclarármelos a mí mismo, voy a decirme en voz alta, que el dogma de la Inmaculada Concepción no es lo mismo que la Virginidad de María, ni que la Virgen fuera concebida por su madre Ana virginalmente, ni que esa especie de prebautizo de la Virgen –es decir como nosotros somos bautizados una vez nacidos—que ella lo hubiera sido en el mismo momento de su concepción.

Es que la Virgen María es el único ser humano, que teniendo sus raíces en una humanidad corrompida por los egoísmos, los odios, las envidias, la impureza, sin embargo ha germinado y crecido sobre toda esa contaminación que todos los demás respiramos y crecemos, sin absorber de esa humanidad mas que lo bueno que Dios puso en ella.

–Es como esas flores llenas de colores brotadas en tierras resecas y baldías.

–O esas plantitas de hojas delicadas en aguas llenas de verdín

–O esos pinos de montaña que sostienen sus copas verdes y esplendorosas metiendo sus raíces entre grietas de rocas ariscas y duras.

Es que María jamás llevó en su corazón esa viborilla venenosa que todos llevamos dentro.

2.- Pero la Inmaculada Concepción no se acaba en ser un privilegio más de María. Nos trae un mensaje. Es una buena nueva, una buena noticia. Un notición como todo el Evangelio.

En la lectura del Génesis en que entre símbolos, se anuncia a María como inmune de todo veneno y vencedora del mal. Allí se nos anuncia la Gran Nueva del gran amor de un Dios capaz, por amor, de dejarse engañar por el hombre.

Porque el hombre para no obedecer al Señor es mucho más sinuoso y viperino que el mismo Lucifer, que para rebelarse contra Dios tuvo que dar un puñetazo en la mesa y soltar un “No serviré”, que todavía anda resonando por el universo entero como un eco que rebota de estrella en estrella.

El hombre no levanta la voz. Adán acusa a Eva. Eva acusa a la serpiente. Nadie es culpable. Bueno, sí; si alguien lo es, es el mismo Dios. Porque Adán pecó por la “mujer que Tú me distes”, le dice al Señor. El hombre jamás tiene culpa. ¿No es verdad?

Y a pesar del todo el Señor no se enfrenta con el hombre. Se enfrenta con la víbora venenosa que llevamos dentro y promete que ese mismo hombre y mujer un día vencerán a víbora.

Esta es la Buena Nueva, el Notición, que donde abundó la culpa allí sobreabundó la gracia, la bondad del Dios bueno, la misericordia.

3.- Y como la virgen María fue llamada a ser santa e inmaculada nos dice hoy San Pablo ser santos e irreprochables. Y para que esto fuera posible a pesar de la viborilla, a pesar de la viborilla que llevamos dentro, y que nos hace hacer lo que no queremos y hacer lo que queremos, condice San Pablo, el señor en el bautismo dio un margen de Dios, un transplante de su corazón para que se desarrolle en una vida nueva. Pero para que se germen se desarrolle hay que decir un sí a Dios, un sí a la vida nueva, un sí a querer vivir como irreprochables.

¿Somos irreprochables en alma y cuerpo? ¿Irreprochables en la honradez de nuestras vidas? ¿En la bondad de corazón con los demás? ¿Irreprochables con nuestros amores? ¿Amamos sin esperar nada o nos amamos a nosotros y nuestro amor es puro egoísmo?

Si vamos siendo irreprochables, si nuestro pequeñito SÍ a Dios va haciéndose más sonoro, entonces el transplante del corazón de Dios al nuestro se va realizando sin rechazo y hay esperanzas de que lleguemos a ser como María, santa, inmaculada, irreprochable.

José María Maruri, SJ

Alégrate, llena de gracia

La festividad de hoy nos conduce a celebrar la identidad de quien fue “enriquecida con el resplandor de una santidad enteramente singular” (Vaticano II, LG 56), de tal manera que celebramos y nos congratulamos de tener una madre “llena de gracia”. Eso es lo que festejamos: nuestra Madre tiene la plenitud de agraciada por Dios. La Virgen María fue agraciada con el don de la gracia de Dios de un modo del que nunca ha habido ni habrá persona humana igual.

Comentaremos el texto evangélico de hoy siguiendo las palabras del Prefacio que oiremos al sacerdote en la misa (lex orandi, lex credendi).

Purísima había de ser la Virgen que nos diera al Cordero inocente

Dios quiso preparar a la Virgen para que fuera la digna madre de su Hijo. El Vaticano II recuerda esta verdad de ser enriquecida con una santidad enteramente singular. Por eso la designamos como el evangelio “la llena de gracia” (Lc 1,28).  Sólo Dios sabe lo que implica esa plenitud pues no tiene comparación con ninguna otra creatura. La gracia de Dios se la puede tener limitada por parte nuestra, pero la Virgen asumió voluntariamente esa gracia de la maternidad, como dice el evangelio de hoy, y eso hizo que la gracia de Dios se derramara extensamente sobre ella según era el designio de Dios. La encarnación del Hijo de Dios en la raza humana así quedó dignamente preparada en un grado  que nadie conoce pero que va paralelo a  la insondable encarnación de Jesús. La preparación estaba a la altura de la realidad de la encarnación, es decir, la santidad infusa que el mismo Dios quería para su madre. Por eso en teología se dice que el fundamento de toda la mariología es la maternidad divina. Es Dios y no podía ser ningún otro quien escogió prepararse una digna madre para su Hijo. Y la razón a la postre es la de S. Anselmo: potuit, decuit, ergo fecit.Todo como previsión de méritos y redención. Vivimos en un orden en que todo es gracia, todo es don de Dios.

Purísima la que destinabas entre todos como abogada de la gracia

La gracia de María tiene también la función derivada de ser corredentora y mediadora con Cristo y a él subordinada. La Virgen ha sido asociada a la obra de su Hijo que es la redención y mediación de toda gracia de la que él es la fuente originaria e ineludible. Era conveniente que la Virgen, asociada gratuitamente y en dependencia total de la obra de su Hijo, fuera asociada al sacrificio redentor de Cristo y, con total dependencia de él, pudiera presentar al Padre esa única redención. Así es como hay que entender la cooperación de María a la salvación de todos los humanos en Cristo. El Vaticano II lo indica claramente: “la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora. Lo cual en verdad ha de entenderse de tal manera que nada resta ni añade a la dignidad y eficacia de Cristo, único mediador” (LG 62a). Con estas características se cumplió la redención de Jesucristo  y la liberación de todos los males, siendo una de sus características haber asociado a su madre santísima a la obra que él eminentemente cumplió.

El pueblo fiel siempre ha captado esta característica de nuestra redención y por ello se ha entregado a la devoción de María en múltiples situaciones, condiciones y plegarias o devociones. Es un sentimiento que han tenido los cristianos de todos los tiempos que han multiplicado y actualizado en infinidad de devociones a la Virgen, hasta tal punto que a algunos les parecerían excesivas como si ocultara la mediación única de Cristo en nuestra salvación. Viendo las cosas es su fundamento  esta es la singularidad de la redención de Cristo; es única e inalcanzable pero  Dios ha asociado a otros a esa obra única y esto es lo que ocurre con la mediación de rango excepcional de María. Ella es colaboradora por gracia de la mediación única operada en Jesucristo y el pueblo cristiano acude a ella como abogada e intercesora de la redención que se cumplió en ella y a la que, a su vez, fue hecha partícipe y mediadora subordinada. Misión, pues, de María mediadora de intercesión entre los cristianos y de comunión eclesial pues, como dice el Concilio Vaticano II, “la mediación única del redentor no excluye sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación que participan de la única fuente” (LG 62b).

Fr. Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

Lc 1, 26-38 (Evangelio Inmaculada Concepción de María)

1ª) ¡El marco de la encarnación!

Lucas pone especial cuidado en narrar las circunstancias humanas en que se va a producir el acontecimiento central de la historia de la salvación. Coincide con el relato de Mateo al descri-bir a los personajes elegidos por Dios para realizar su designio de enviar a su Hijo al mundo nacido bajo la ley, nacido de mujer. José y María estaban desposados, es decir, con el propósito ya firme de formar pronto un hogar en Nazaret. Se indica la situación de María, es una virgen. Y José es de la casa de David. Ambos elementos son necesarios para la adecuada comprensión de la narración. Jesús será hijo de David a través de José que, sin embargo, no será su padre biológico. Lo será por la paternidad legal que produce los mismos efectos jurídicos que la paternidad natural, cuando así lo reconoce públicamente el padre. La Palabra se hará historia en un hogar humano, pero con una intervención divina del todo especial como lo demuestra la presencia de un ángel enviado por el Señor.

2ª) ¡La misión encomendada a María!

Alégrate, agraciadísima*, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. La expresión alégrate que puede tener un sentido corriente de saludo, como por ejemplo la paz sea contigo, etc. reviste un sentido del todo especial cuando se la relaciona con Zc 9,9; Sf 3,14-17; Jl 2,21-23. Se trata de la alegría porque la época mesiánica alborea ya. Es el gozo de todo un pueblo, representado ahora por María, que entiende que el Mesías está ya a la puerta. Y el título dado a María, que traducimos por agraciadísima está relacionado directamente con la misión que se le va a encomendar. Significa, en primera instancia, que María ha sido el objeto de la benevo-lencia divina porque la ha elegido para la misión de ser la madre del Mesías y la Madre del Hijo de Dios. Como consecuencia de esta misión del todo singular, Dios preparó al instrumento elegido cuidadosamente. Estas palabras que leemos en 1Tm 1,12 se pueden aplicar de modo eminente a María: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo porque me eligió, me capacitó y me confió este ministerio (1Tm 1,12).

Como se puede observar a lo largo de la Escritura, Dios capacita adecuadamente a todos aquellos a los que quiere encomendarles alguna misión especial. La Iglesia confiesa que María fue liberada y preservada de la realidad del pecado y es elegida para la misión salvadora de su Hijo Jesús. Este don y privilegio nos reenvía a los orígenes y nos permite comprender su sentido. Así lo entendió la versión latina al traducirlo por llena de gracia. María está destinada a una gran tarea en la historia de la salvación. Así lo ha querido Dios. Y se le asegura la presencia divina para acompañarla en esa misión: el Señor está contigo. Este privilegio es para el mundo de hoy una llamada urgente para que recapacite que la voluntad de Dios, de la que nació la libertad de los hombres, es siempre superior a esta libertad. Advierte al hombre y le invita a aceptar con alegría que la comunión con la voluntad y proyecto de Dios no le resta nada, sino que le engrandece y le hace realmente eso, un hombre

3ª) ¡El Hijo de Dios-Hombre, fruto del Espíritu y de María!

El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Lucas enseña lo mismo que Pablo en Rm 1,3s cuando dice: acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos. Lc 1,35 es, por tanto, el centro del relato de la anunciación. La pregunta de María ha provocado una más profunda explicación: el hijo que tendrá no sólo será el Mesías, será además el Hijo de Dios. Y esto es obra del Espíritu Santo. Pero se trata del Espíritu Creador. Va a tener lugar una nueva creación y para realizarla es necesaria la presencia del Espíritu Creador y la virginidad de María que está al servicio de esta maravilla. Sólo en la conjunción de la fuerza omnipotente del Espíritu y la colaboración de una virgen se expresa adecuadamente la singularísima novedad que se va a producir: la encarnación de la Palabra como primer momento de la nueva creación. La virginidad de María, que se da como elemento necesario, está al servicio de la maravilla que representa la encarnación como nueva creación. María está siempre al servicio de Jesús. Y lo estará más adelante durante el ministerio y hasta el final de su vida. Dos maravillas conjuntadas: intervención del Espíritu Creador de Dios y la aportación de una madre virgen.

Sólo la aportación libre de la criatura hace posible la maravilla del plan de Dios. ¡Dios es así!. Él podía hacerlo sólo y directamente. Ha querido hacerlo a través de su criatura libremente asociada a la tarea. Y eso es lo que hace María. Pronunciando el admirable ¡Hágase! ha entrado a formar parte directa en la encarnación. Su decisión ha hecho posible que la Palabra se hiciera realmente historia en todo humana, menos en el pecado. La actitud de María que acoge la Palabra de Dios para asumirla y meditarla será permanente durante toda su vida. Enseña San Agustín: Ciertamente, cumplió Santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por eso, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno… De ahí que María, es dichosa también porque escuchó la Palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo… Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno (Sermón 25, 7-8).

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Música – Domingo III de Adviento

Entrada: Hija del pueblo María. CLN. 327; Estrella y camino.CLN 316:  Hija de Sion  Cantos varios)
Introito en Latín: Gaudens gaudebo
Misa de la Virgen: Cum  Iubilo
Responsorial y aleluya. Cantad al Señor un  cántico nuevo
Ofertorio: Tomad Virgen pura. (-Cantos varios. Popular)
Comunión: Cántico de María CLN. 321; Mujer fuerte CLN. 322; El Señor hizo en mi maravillas (Cantos varios) Madre de la Esperanza.
Final: Salve Regina  CLN. 302; Salve madre CLN. 309; Alma Redemptoris (Gregoriano).

Oración de los fieles – Domingo III de Adviento

Dios Padre Nuestro, observa esta Asamblea de hijos tuyos que reunidos aquí en la Eucaristía esperamos la venida de tu Hijo Unigénito, nuestro Maestro y Amigo. Y respondemos

R.- DANOS ALEGRÍA EN LA ESPERA, SEÑOR

1.- Por el Papa Francisco, por el obispo de nuestra diócesis (…) y por todos los obispos de la tierra para que ayuden y estimulen a una espera de Adviento en alegría al pueblo a ellos confiado. OREMOS

2.- Por el todo el Pueblo de Dios, especialmente por los sacerdotes, por los diáconos, por las personas consagradas y por todos los hombres y mujeres que viven un laicado comprometido y solidario con todos los hermanos. OREMOS

3.- Por los gobernantes de todo el mundo, especialmente por los de los países de mayoría católica o cristiana, para que sepan interpretar el mensaje de amor y esperanza que el Adviento trae a sus conciudadanos. OREMOS

4.- Por los responsables de la economía y de las políticas sociales para que luchen contra las causas que producen la pobreza y la marginación. OREMOS

5.- Por los pobres, los enfermos, los ancianos, los marginados, los inmigrantes en dificultades, para que reciban, durante este Adviento, toda la ayuda que necesiten. OREMOS

6.- Por todos nosotros, presentes en esta Eucaristía del Primer Domingo de Adviento para que sepamos esperar el Nacimiento de Jesús con alegría, dedicación, amor y solidaridad OREMOS

Recibe Dios Nuestro estas plegarias que te presentamos con fe y con esperanza

Por Jesucristo Nuestro Señor


Como dice San Pablo es hora de espabilarse y dejar aquellas actividades que nos alejan de Dios. Pidámosle al Dios que viene:

R.- AYUDÁNOS A PREPARAR TU VENIDA.

1.- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes, para que con sus palabras, gestos, estímulos y ejemplos nos hagan despertar a la vida que Cristo viene a traernos. OREMOS

2.- Por el fin de las guerras y las hostilidades, por el cambio en los corazones, para que todos aceptemos Dios con juez supremo, y juntos construyamos la paz. OREMOS

3.- Por los niños, para que puedan celebrar una Navidad llena de amor, fiel reflejo del Amor que Cristo nos trae. OREMOS

4.- Por los que sufren, los que viven solos, los que tienen necesidad, para que encuentren a su alrededor la comprensión necesaria para seguir adelante. OREMOS

5.- Por los que en otros años celebraron el Adviento con nosotros y ya no están aquí, para que estén junto al Padre disfrutando de su Reino. OREMOS

6.- Por todos los presentes en esta Eucaristía y que desde hoy preparamos tu venida, para que este tiempo de espera sirva de reflexión y cambio en nuestra rutina. OREMOS

Padre, en este comienzo de Adviento te pedimos que acojas estas súplicas y nos ayudes a preparar la venida de tu Hijo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.

Comentario al evangelio – Martes II de Adviento

Lo que Dios no quiere

Estaba con un grupo de jóvenes adultos y surgió el tema del suicidio. Una mujer, católica apasionada, fue especialmente severa en su opinión sobre los que se suicidan. Quitarse la vida, decía, era un pecado muy grave que merecía el infierno. Le pregunté: «Imagina que tienes un hijo. Se suicida. Si tuvieras el deber de juzgarlo, ¿lo condenarías al infierno?». Se quedó callada un momento y dijo: «No, no lo haría». «Dios dice que aunque una madre se olvide de su hijo, él no se olvidaría de nosotros. ¿Estás segura entonces de que Dios condenaría así?» «Nunca lo había pensado así», dijo y se derrumbó. No sabemos cómo juzga Dios finalmente. Pero una cosa sabemos: El Padre de Jesús en el cielo no quiere que perezca ni uno solo de los pequeños.

Paulson Veliyannoor, CMF