Lectio Divina – Inmaculada Concepción de María

Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra

AMBIENTACIÓN

La liturgia nos presenta un precioso cuadro a contraluz, es decir, un claro-oscuro. La luz de María sobre el fondo oscuro del primer pecado de nuestros primeros padres. El pecado no fue el comer una manzana. El pecado fue que Adán quiso comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, es decir, el árbol prohibido por Dios. Sólo Dios conoce el misterio del bien y del mal. Ellos no aceptaron su rol de criaturas, y quisieron ser como Dios. Dijeron NO A DIOS. Es el pecado del hombre de nuestro tiempo. Se ha hecho Dios. Con la técnica, el desarrollo, la ciencia…se ha erigido Dios. Nadie debe estar por encima del hombre. En cambio, María es la mujer del SI. Un sí total, sonoro, rotundo. Una vida totalmente orientada hacia Él. En gozosa dependencia de Él, en actitud reverencial: como una sierva que sirve a su Señor.

LECTURAS DEL DÍA

1ª lectura: Gen. 3,9-15.20.        2ª lectura: Ro.15,4-9

EVANGELIO

Lucas 1,26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

 María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

REFLEXIÓN

El decir NO a Dios trae consecuencias.

1.- Hombre perdido.

Adán, ¿dónde estás?  Sin Dios el hombre se esfuma, no es nada. Puro barro al no tener ese soplo divino. “Ninguna época supo menos de este hombre y en ninguna época este hombre estuvo tan perdido” (Heidegger).

  • Hombre que es capaz de llegar a la luna y preparar viaje a Marte, pero que no pisa tierra. Esta tierra, nuestro planeta, lo está ensuciando, deteriorando, maltratando… ¿quedará planeta para las generaciones futuras?… ¿Será habitable?… Mares y ríos contaminados, bosques talados…
  • Hombre que todos los días hace muchos trasplantes de corazón, pero que no es capaz de trasplantar amor, cariño, paz, concordia.
  • Hombre que sabe mucho de todo y no se sabe a sí mismo. “He ahí que me he constituido problema para mí mismo” (San Agustín)

Se está perdiendo ese hombre “misterio” … eso que tiene el hombre y que está por encima del hombre, es decir, la trascendencia.

Frente a ese hombre perdido, está María, la mujer centrada en Dios y, desde Dios en los demás. Bien orientada, gravitando sobre Dios… sin salirse nunca de su curso…, deshaciendo entuertos… “desatando nudos”…

2.- Hombre desnudo.

Nunca hemos tenido tantas cosas, tantos trastos: televisores, frigoríficos, cámaras de fotos, Internet. Etc. Cada adolescente lleva su móvil, su aparato de música… Mucho ruido por fuera pero poco silencio por dentro.  Y nunca tan vacíos de valores. Nunca la vida ha valido tan poco. Los suicidios están a la orden del día. Y no cualquier tipo de suicidios sino el de aquellos que quieren ser famosos a la hora de su muerte llevándose indiscriminadamente a muchas personas por delante. Hombre desnudo en la Biblia significa “angustia vital”. Es la que se vive cuando se pierde el sentido de la vida. Cuando ya no hay valores por dentro que sostienen la existencia. Caen como sacos vacíos… Y miedo ante la muerte. Angustia viene de angosto. Y así es el final: todo esfuerzo, trabajo, lucha…queda en una estrecha sepultura.

María es “la llena”. Llena de gracia. Llena de Dios. Todo en ella suena a plenitud. Como está llena de Dios, todo lo que hace tiene el marchamo de lo bien hecho, de lo acabado, de lo perfecto. Va contra unas vidas a medio hacer, a medio llenar de sentido…

“LLENA de gracia te llamo porque la gracia te llena; si más te pudiera dar, mucha más gracia te diera”. García Lorca, en versos desbordados de elogios a la Madre de Dios.

El hombre quiere esconderse. ¿Pero dónde? ¿Dónde te irás que Dios no esté?… Miedo a la vida…

María recibe este mensaje: No tengas miedo…Dios te mira con mucho agrado…

3.- Hombre insolidario.

Adán estaba solo en medio del cosmos. Nadie le arrancaba de su soledad. A Dios le dio pena y le hizo el precioso regalo de la mujer. Cuando le vio de frente, exclamó: Esto sí, esto es carne de mi carne y hueso de mis huesos… ¡Cuántos piropos!… Y, al pecar, comienza a acusarla: “Esta que me diste por compañera, me ha engañado” … Ya entran en el matrimonio las primeras desavenencias, los primeros conflictos…Acusa, le echa la culpa….

María, la mujer solidaria. Acaba de saber que es la Madre de Dios. Pero esto no se le sube a la cabeza…Sigue siendo la misma. La sirviente, la esclava… la que sólo sirve para servir…Y se va a servir a su anciana prima Isabel que la necesita… Y después servirá a los reyes, a los pastores y a todo el mundo…Y sigue… desde el cielo…¿Quién de nosotros, cuando nos hemos visto mal, no hemos acudido a Ella y hemos sentido su apoyo, su presencia?…

María, la que nos orienta en la vida… La que llena de sentido nuestra existencia, …La que se solidariza con nosotros y nos enseña a compartir…

¡Qué cuadro tan bello!”….

PREGUNTAS

1.- ¿Alguna vez tengo la sensación de estar perdido?  ¿Cuáles son los síntomas?  ¿Busco apoyo en Dios?

2.- ¿Hay momentos en mi vida en que me siento hueco por dentro? ¿A qué se debe? ¿Me gustaría salir de esa situación?  ¿Cómo?

3.- ¿Me gusta ayudar a los demás? ¿En qué ocasiones lo hago?  ¿Podría hacer algo más?

Este evangelio en verso, suena así:

La historia de Adán y Eva
refleja nuestro destino:
Todos los hombres nacemos
en pecado concebidos…
Pero, en su gran compasión,
Dios nuestro Padre y Amigo,
nos envió un Salvador
en la persona de su Hijo.
Nació de una Madre Virgen,
llena de gracia y cariño,
INMACULADA, sin mancha,
con la inocencia de un niño.
Una madre sin pecado,
perla y tesoro escondido,
que contestó con un “SI”
al mensajero divino.
Esclava de su Palabra,
libre de todo egoísmo,
hizo de su vida entera
un regalo y un servicio.
Es para todos nosotros,
Estrella de peregrinos,
Vida, Esperanza y Dulzura,
nuestro amparo y nuestro auxilio.
Al celebrar, hoy, su Fiesta,
con fe viva, le pedimos
que nos lleve de su mano,
mientras  vamos de camino.

(Versos de José Javier Pérez Benedí)

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Inmaculada Concepción de María

El plan original de Dios

La fiesta que estamos celebrando hoy es como para que todos nos llenemos de alegría y esperanza. No sólo es la fiesta de una mujer, María de Nazaret, concebida por sus padres ya sin mancha alguna de pecado porque iba a ser la madre del Mesías. Es la fiesta de todos los que nos sentimos de alguna manera representados por ella.

La Virgen, en este momento inicial en que Dios la llenó de gracia, es el inicio de la Iglesia, o sea, el comienzo absoluto de la comunidad de los creyentes en Cristo y los salvados por su Pascua.

Ya desde la primera página de la historia humana, como hemos escuchado en la lectura del Génesis, cuando los hombres cometieron el primer pecado, Dios tomó la iniciativa y anunció la llegada del Salvador, descendiente del linaje de Adán, el que llevaría a término la victoria contra el mal. Y junto a él ya desde esa página aparece la «mujer», su madre, asociada de algún modo a esta victoria.

S. Pablo nos ha dicho aún con mayor cercanía cuáles son estos planes salvadores de Dios: él nos ha elegido, nos ha llenado de bendiciones, nos ha destinado a ser sus hijos, herederos de su Reino, como hermanos que somos de Cristo Jesús. S. Pablo no ha nombrado a la Virgen en este pasaje, pero nosotros sabemos, y hoy lo celebramos con gozo, que ella fue la primera salvada, la que participó de manera privilegiada de ese nuevo orden de cosas que su Hijo vino a traer a este mundo. Lo hemos dicho en la oración primera de la Misa: «preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de su muerte, preservaste a María de todo pecado».

La primera cristiana

Pero si estamos celebrando el «sí» que Dios ha dado a la raza humana en la persona de María, también nos gozamos hoy de cómo ella, María de Nazaret, cuando le llegó la llamada de Dios, le respondió con un «sí» decidido.

Su «sí» se puede decir que es el «sí» de tantos y tantos millones de personas que a lo largo de los siglos han tenido fe en Dios, personas que tal vez no veían claro, que pasaban por dificultades, pero se fiaron de Dios y dijeron como ella: hágase en mí según tu Palabra…

María, la mujer creyente, la mejor discípula de Jesús, la primera cristiana. No era ninguna princesa ni ninguna matrona importante en la sociedad de su tiempo. Era una mujer sencilla de pueblo, una muchacha pobre, novia y luego esposa de un humilde trabajador. Pero Dios se complace en los humildes, y la eligió a ella como madre del Mesías. Y ella, desde su sencillez, supo decir «sí» a Dios.

Hoy celebramos el recuerdo de esta mujer y nos alegramos con ella.

La fiesta de todos

Pero a la vez se puede decir que esta fiesta es también nuestra. La Virgen María, en el momento de su elección radical y en el de su «sí» a Dios, fue (como diremos en el prefacio de hoy) «comienzo e imagen de la Iglesia». Cuando ella aceptó el anuncio del ángel, de parte de Dios, se puede decir que empezó la Iglesia: la humanidad, representada en ella, empezó a decir sí a la salvación que Dios le ofrecía con la llegada del Mesías.

Si Eva significa «madre de todos los vivientes», podemos gozarnos de que en María, la nueva Eva, que iba a estar junto al nuevo y definitivo Adán, Jesús, estamos como concentrados todos nosotros, los que a lo largo de los siglos formamos la comunidad creyente de Jesús. En ella quedó bendecida toda la humanidad: la podemos mirar como modelo de fe y motivo de esperanza y alegría.

Tenemos en María una buena Maestra para este Adviento y para la próxima Navidad.

Nosotros queremos prepararnos a acoger bien en nuestras vidas la venida del Salvador. Ella, la Madre, fue la que mejor vivió en sí misma el Adviento, la Navidad y la Manifestación de Jesús como el Salvador de Dios. Mirándole a ella, y gozándonos hoy con ella, nos animaremos a vivir mejor este Adviento y esta Navidad.

Que nuestra Eucaristía de hoy, sea, por todos estos motivos, una entrañable acción de gracias a Dios, porque ha tomado gratuitamente la iniciativa con su plan de salvación, porque lo ha empezado a realizar ya en la Virgen María, y porque nos da la esperanza de que también para nosotros su amor nos está cercano y nos quiere colmar de sus bendiciones.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1989, 23

Comentario – Jueves II de Adviento

A partir de hoy, y hasta el día 17, el hilo conductor de las lecturas lo llevará el evangelio de cada día, con la figura de Juan Bautista, el precursor del Mesías. Mientras que las lecturas del A.T. nos Irán completando el cuadro de los pasajes evangélicos. 

Si Isaías había sido hasta ahora quien nos ayudaba a alegrarnos con la gracia del Adviento, como admirable profeta de la esperanza, ahora es el Bautista quien, tanto en los domingos como entre semana, nos anuncia que se acaba el A.T. y el tiempo de los profetas, que con Jesús de Nazaret empiezan los tiempos definitivos. Más tarde será María de Nazaret quien nos presente a su Hijo, el Mesías enviado por Dios.

1.- Dios asegura de nuevo que estará cerca de su pueblo, con un lenguaje lleno de ternura: «yo, el Señor, tu Dios, te cojo de la mano y te digo: no temas, yo mismo te auxilio», «y tú te alegrarás con el Señor». Las imágenes que usa el profeta para dibujar esta salvación mesiánica están llenas de poesía y de futuro. Dará de beber a los sedientos, responderá a todo el que le invoque, hará surgir ríos en terrenos áridos, transformará el desierto llenándolo de árboles de toda especie. Es, de nuevo, la escenografía paradisíaca: la vuelta a la felicidad inicial estropeada por el pecado del hombre.

En la página que leemos hoy es a todo el pueblo de Israel a quien se dirige Dios diciéndole que le convertirá en trillo aguzado, o sea, en instrumento eficaz de preparación a los tiempos mesiánicos, roturando y preparando el terreno para la salvación. Dios cuida de su pueblo y a su vez éste es llamado a ser instrumento de salvación para los demás.

2.- Ese Dios volcado hacia su pueblo decidió, al cumplirse la plenitud de los tiempos, enviar a su Hijo al mundo. Y quiso también que su venida estuviera preparada por un precursor, Juan Bautista.

Hemos escuchado cómo Jesús alaba a Juan. Dice de él que es el profeta a quien se había anunciado cuando se decía que Elías volvería. Ya ha venido, aunque algunos no le quieran reconocer. Y es el más grande de los nacidos de mujer.

El Bautista es el último de los profetas del A.T., el que establece el puente a los tiempos nuevos, los definitivos. Por eso dice también Jesús que «el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él»: ahora que viene el Profeta verdadero, todos los demás quedan relativizados; ahora que se congrega el nuevo Pueblo en torno al Mesías, ha llegado a la plenitud el pueblo primero, la primera alianza.

Aprovecha Jesús para decir que su Reino supone esfuerzo, que hace violencia. Sólo los esforzados se apoderan de él. Es un orden nuevo de cosas exigente y radical. El Bautista ya anunció que el hacha estaba dispuesta para cortar el árbol. El Reino es gracia y es alternativa: salvación y juicio a la vez.

Él, el Bautista, hombre recio donde los haya, fue de los que recibieron con entereza este Reino. Supo mantenerse en su lugar, humilde: «conviene que yo mengüe y que él crezca», porque no era él el Salvador, sino el que le preparaba el camino. Vivió en la austeridad y predicó sin recortes el mensaje de conversión. Fue la voz que clama en el desierto para preparar la venida del Mesías. Además, encaminó a sus discípulos hacia Jesús, el nuevo y definitivo Maestro: «éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».

3.- a) Juan el Bautista nos invita a un Adviento activo, exigente.

Celebrar la venida de Dios, en la próxima Navidad, no es sólo cosa de sentimiento y de poesía. La gracia del Adviento, de la Navidad y de la Epifanía pide disponibilidad plena, apertura a la vida que Dios nos quiere comunicar. Supone, como predicaba Isaías y repetía el Precursor, preparar caminos, allanar, rellenar, enderezar, compartir con los demás lo que tenemos, hacer penitencia, o sea, cambiar de mentalidad.

Si Navidad no nos cuesta ningún esfuerzo, será seguramente porque no hemos profundizado en su significado sacramental. El don de Dios es siempre a la vez tarea y compromiso. Es palabra de consuelo y de conversión.

b) En la Plegaria Eucarística IV del Misal se alaba a Dios por cómo ha tratado siempre a los débiles y pecadores: «cuando por desobediencia perdió tu amistad, no le abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca». Como decía Isaías de Yahvé y su pueblo Israel, «yo te cojo de la mano y te digo: no temas».

En el Adviento se deberían encontrar esas dos manos: la nuestra que se eleva hacia Dios pidiendo salvación, y la de Dios, que nos ofrece mucho más de lo que podemos imaginar. No es tanto que Dios salga al encuentro de nuestra mano suplicante, sino nosotros los que nos damos cuenta con gozo de la mano tendida por Dios hacia nosotros. Adviento es antes gracia de Dios que esfuerzo nuestro. Aunque ambos se encuentran en el misterio que celebramos. Ojalá todos, como prometía Isaías, «veamos y conozcamos, reflexionemos y aprendamos de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho»

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

¿Dónde estás?

La palabra “perdido” tiene varios significados, y probablemente todos hemos experimentado algunos o todos esos sentidos. Unas veces, cuando vamos a algún sitio, nos hemos perdido porque nos hemos salido de nuestra ruta y no sabemos llegar a nuestro destino. Otras veces lo decimos cuando algo está sucio, manchado o deteriorado, por ejemplo “lleva la camisa perdida”. Y otras veces, cuando creemos que algo o alguien no tiene remedio o solución, lo damos por perdido.

También interiormente podemos sentirnos “perdidos”: cuando, en los años de juventud, no sabemos hacia dónde orientar nuestra vida; o cuando, ya adultos y después de años llevando una vida convencional, un día nos damos cuenta de que estamos descentrados, no sabemos para qué hemos hecho todo; o cuando, por diferentes motivos y circunstancias, nos damos cuenta de que hemos adquirido actitudes y comportamientos negativos que nos hacen sentir manchados, “sucios”; o cuando, después de intentar muchas veces corregirnos y cambiar, experimentamos que no lo hemos logrado y nos damos a nosotros mismos por perdidos.

Por eso, en el camino del Adviento, preparándonos para acoger al Dios que se hace hombre entre nosotros para dar sentido a nuestra vida y mostrarnos el camino a seguir, la solemnidad de la Inmaculada Concepción nos ofrece en la 1ª lectura esa pregunta que Dios dirige a Adán: ¿Dónde estás? “Adán” representa al ser humano de cualquier tiempo y época; y, por tanto, somos nosotros. Hoy Dios nos pregunta: “¿Dónde estás?” ¿En qué etapa de tu vida, en qué situación existencial te encuentras? ¿Tu vida tiene un sentido, sabes a dónde te diriges, o te sientes “perdido”?

Cada uno tendremos que darle nuestra respuesta sincera. Pero, si resulta que nos sentimos “perdidos”, en cualquiera de sus formas, hoy el Señor nos ofrece a María, en su Inmaculada Concepción, como punto de referencia y modelo para reencontrar el camino a seguir.

En el Evangelio hemos escuchado “dónde está” María. Primero, físicamente: una ciudad de Galilea llamada Nazaret, un lugar pequeño en un rincón del Imperio Romano; y después, su “estado civil”: desposada con un hombre llamado José. No importa dónde estemos ni cuál sea nuestro estado social: Dios se hace presente en nuestra vida para ofrecernos su propuesta de amor y salvación, porque como hemos escuchado en la 2ª lectura, Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos.

El ángel saluda a María llamándola llena de gracia. Hoy celebramos que, para poder acoger en su seno al Dios encarnado, María fue “inmaculada desde su concepción”, preservada del pecado original. Y Ella “está limpia”, porque mantuvo esa limpieza que Dios le había regalado y por eso es “la llena de gracia”. Y así el ángel le dice: el Señor está contigo. Nosotros también recibimos la gracia de Dios en los Sacramentos y, para dejar de sentirnos perdidos, hemos de procurar mantener esa gracia de Dios en nosotros y así poder experimentar que “el Señor está con nosotros”.

Pero ser “la llena de gracia” no hace que María lo tenga todo claro; ella experimenta el claroscuro de la fe, pero por eso pregunta: ¿Cómo será eso…? Para dejar de sentirnos perdidos, también debemos preguntar, buscar respuesta desde la fe a los interrogantes que la vida nos presenta. Y la respuesta del ángel a María (el Espíritu Santo vendrá sobre ti…) vale también para nosotros, porque hemos recibido ese mismo Espíritu para que, como María, nos dejemos guiar por el Espíritu.

María contestó al ángel: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. María “está” en presencia de Dios y “le deja” que actúe en Ella. A partir de ese momento, el camino de María va a seguir un rumbo diferente, imprevisible, tendrá que “meditar muchas cosas en su corazón”, pero no se va a sentir perdida porque se fía de Dios y sabe que para Dios nada hay imposible.

Hoy, sea cual sea nuestra situación, estemos donde estemos, por muy perdidos que nos sintamos, contemplemos a María en su Inmaculada Concepción y, como Madre nuestra, pidámosle que nos enseñe a responder a esa pregunta de Dios: ¿Dónde estás? con sus mismas palabras: “Aquí estoy”. Que nos enseñe a sentirnos en presencia de Dios y a dejar que Él “haga en nosotros según su palabra”, para dejar de sentirnos perdidos y orientar nuestra vida hacia el encuentro con Dios.

Él viene a ti: sus palabras son sus obras

1.- Hacen falta profetas en nuestro mundo, decimos con frecuencia. Hoy nos encontramos con dos, mejor con tres si incluimos a Pablo de Tarso. Los tres anuncian la salvación, los tres animan a tener esperanza, los tres denuncian la injusticia, los tres son perseguidos por decir la verdad y a los tres les mueve el amor de Dios. El profeta Isaías anuncia a los desterrados en Babilonia que llegará un día en que volverán a su tierra y «se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará». Juan el Bautista es el segundo profeta que nos presenta la Palabra de Dios de este tercer domingo de Adviento. Manda una embajada para hablar con Jesús y éste le confirma como profeta y más que profeta, el mayor de los nacidos de mujer.

La misión de Juan fue preparar el camino del Señor, ser el precursor del Salvador. Pablo habla de la otra venida del señor al final de los tiempos, la parusía que creía ya cercana. Insta a tener paciencia como el labrador que espera el fruto de su cosecha, o los profetas que soportaron con paciencia todos los sufrimientos. Una lección para nosotros que tanto nos quejamos por pequeñas cosas y un motivo de esperanza.

2.- Entre la primera y última venida de Jesucristo hay otra venida que se produce todos los días en nuestra vida. El está ahí y viene a tu puerta para que le abras. Es como aquel sastre, Juan era su nombre, que pedía a Dios que viniese a visitarlo, hasta que un día Dios le dijo que iría a verle. El buen hombre se levantó muy temprano para recibir la visita del Señor. Durante la mañana sólo se acercó a él un pobre niño hambriento y tiritando de frío, al que nuestro hombre regaló uno de sus mejores trajes y le proporcionó un buen caldo caliente. A mediodía apareció un borracho que no tenía donde caerse y Juan le metió en su casa, le recostó en su cama y le puso una manta encima para que no se congelase. Ya al atardecer vio como se pelaban dos mujeres en la calle y él salió de la sastrería y puso paz en medio de ellas. Juan se acostó defraudado, creyendo que Dios no había cumplido su promesa. Cuando ya el sueño le vencía escuchó la voz de Dios y Juan le echó en cara que le hubiera tenido todo el día esperando su venida, pero Dios le respondió que sí había ido a visitarlo, El estaba en aquél niño muerto de hambre, en el borracho y en los dos mujeres que se peleaban. Juan le había ayudado y por eso estaba orgulloso de El, pues supo recibirle como debe ser: con amor generoso y gratuito. Jesús viene a nuestra vida cada día. ¿Sabremos descubrirle?

3.- Los discípulos de Juan descubrieron a Jesús por sus obras: «los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio». San Agustín comenta que es como si Jesús dijese «Ya me veis, reconocedme. Ved los hechos, reconoced al hacedor».

Jesús es el auténtico profeta esperado desde todos los tiempos. El anuncia un mundo nuevo basado en el amor. El es quien hace realidad este anuncio aquí y ahora, El es el que da la vida por nosotros. Todos los que sufren encuentran alivio, consuelo y curación ante la presencia de Jesús. Si te encuentras mal, si tus fuerzas flaquean, si la enfermedad o el cansancio pueden contigo, acude a El. Sus palabras son sus obras, míralo y tu vida cambiará. Por eso hoy estamos alegres, en este domingo «gaudete», alegre, porque la salvación, el tesoro que todos buscamos ha llegado a nosotros: Jesús de Nazaret.

José María Martín OSA

¿Eres Tú el que ha de venir o esperamos a otro?

Señor Jesús,
el pobre de Juan
estaba encerrado, prisionero,
por el terrible Herodes,
todo por los celos de su mujer,
todo porque Juan denunciaba
las injusticias.

Su prisión era a lo mejor algo abierta,
o tenía visitas ocasionales
de sus amigos.

Es así como a algunos de sus seguidores
les encarga que vayan a Jesús
para preguntarle
si de verdad Él era el Mesías
o si había que esperar a otro?

¿Por qué lo hace Juan?
¿Dudaría de Jesús?
¿Pondría en duda tanta misericordia
y la falta de mano dura?
¿Esperaría signos más extraordinarios
en la forma de actuar de Jesús
que evidenciaran que Dios estaba con Él?

Tal vez Juan dudaría y a lo mejor,
privado de libertad y sufriendo
en la prisión, lamentaría su situación.

La duda es humana,
pero también lo es buscar la solución
a los interrogantes.

Señor Jesús,
ayúdanos a buscar repuestas
a nuestras dudas.
Ayúdanos a ir a Ti
para solventar nuestros interrogantes.

Tú Señor Jesús,
les escuchas pacientemente
y te haces cargo de lo que ello supone
para Juan preso.
Y en tu respuesta
no te pierdes en argumentaciones

más o menos convincentes.
Tú para solucionar sus interrogantes
les presentas tu vida, lo que haces:
buscar el bien de los necesitados,
te desvives por ellos, das vida
donde hay sufrimiento y muerte
y anuncias la Buena Nueva a los pobres.

Eso, Señor Jesús,
te basta y con esa carta de presentación
los discípulos de Juan se vuelven
para entregársela a su maestro.

Gracias, Señor Jesús, por tu claridad,
por tu elocuencia tan concreta
y por nada del mundo teórica.

Gracias por tu vida, por tus gestos
tan expresivos del ser de Dios.
De alguna manera nos estás diciendo
que donde hay misericordia,
solidaridad, ayuda, amor…
allí está Dios.

Tal ves nosotros, como Tú hiciste,
deberíamos ir más al grano,
apoyarnos más en los hechos,
hacer lo que Tú hacías
según nuestras posibilidades
para demostrar al mundo
que tu camino
es el verdadero,
que Tú eres el enviado de Dios Padre,
que Tú eres el Hijo de Dios.

Ayúdanos a ser, como Tú,
manifestación del amor de Dios.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Estamos próximos a la Navidad.

• Como preparación a este gran acontecimiento y disponernos a celebrarla, la liturgia nos ofrece el testimonio de Juan Bautista.

• La mayoría de los profetas son y han sido molestos en su tiempo y muchos de ellos terminan de mala forma, también ahora.

• Juan, como tantos profetas, concluyó su vida como uno más de los profetas, en la cárcel y muriendo martirizado. Todo por decir la verdad. Juan Bautista no tenía pelos en la lengua, como decimos.

• Estando él en la cárcel manda a algunos de sus discípulos a preguntar a Jesús si era el Mesías esperado o si debían esperar a otro (3). Posiblemente Juan pudo llegar a tener dudas sobre la persona de Jesús, su soledad y el estar en prisión pudieron llevarle a dudar de su misión ¿habré servido para algo?, ¿será esta una buena causa?, ¿Jesús es el que tenía que venir y por tanto mi misión la he cumplido debidamente?

• Muchas preguntas también nos hacemos nosotros y muchas personas, preguntas fundamentales para nuestras vidas. Buscamos respuestas a esos interrogantes en la Palabra de Dios, en la doctrina de la Iglesia, en personas que nos pueden iluminar.

• El envío de algunos de sus discípulos a Jesús para preguntarle por su identidad nos puede inducir a pensar que en su soledad de la prisión pudo llegar a ver su vida como una vida fracasada, Juan tendría sus dudas: ¿De qué ha valido lo que he hecho?, ¿he perdido el tiempo?, podría llegar a pensar, ¿estaré equivocado?…

• Tal vez Juan más rigorista, al escuchar lo que le decían de Jesús que comía con los pecadores, que hablaba de perdón y misericordia, etc., pudo llegar a dudar de la persona de Jesús.

• Por ello envía a dos de sus discípulos para que le pregunten a Jesús sobre su misión. (2)

• Jesús escucha la inquietud de Juan y le ofrece una respuesta no teórica sino real, una respuesta que es su persona y su misión. No les dice ni sí, ni no, Jesús simplemente les indica a los mensajeros de Juan cual es su estilo de vida, cuales son sus obras para que el mismo Juan vea si es o no el Mesías que tenia que venir.

• Jesús les presenta algunos datos de sus señas de identidad, que todo el mundo puede verificar: gracias a su persona, a su acción, los ciegos ven, los inválidos caminan, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Nueva.(5) O sea su Proyecto es de amor y por los cuatro costados.

• Esas son algunas de las escenas de Jesús y por tanto esas deben ser algunas de las señas de sus seguidores que estamos llamados a hacer realidad en nuestro mundo el Proyecto de Jesús: anunciar la Buena Nueva, de una manera especial a los pobres y ser portadores de vida, de esperanza… luchando contra lo que hace sufrir al ser humano.

• Bueno es escuchar estas palabras, este anuncio de Jesús en víspera de estas fiestas navideñas donde a veces lo que se oye es comprar, gastar, rodearse de muchas cosas como solución para ser y hacer felices a las personas.

Comentario al evangelio – Inmaculada Concepción de María

Amén de María

La noticia totalmente inesperada e inaudita que el ángel Gabriel le trajo a la joven María evocó en ella varias reacciones. María tenía el corazón turbado; se preguntaba qué le esperaba. Tenía dudas sinceras. Con toda probabilidad, no habría comprendido del todo la explicación dada por el ángel. Sin embargo, al final, confió en Dios. Se rindió. A diferencia de Adán y Eva, que ocultaron su desnudez a Dios, ella desnudó su alma ante Dios y luego dijo: «así sea». Se puede argumentar que la gracia de la inmaculada concepción de la que fue dotada le permitió responder de la manera en que lo hizo. Pero la verdad es que nosotros no somos muy diferentes: la gracia que se le concedió a ella en la concepción se nos concedió a nosotros en nuestro bautismo. La misma gracia puede permitirnos decir «sí» a la voluntad de Dios, a menos que elijamos lo contrario. Que la Madre María nos ayude a decir amén a la voluntad de Dios.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Inmaculada Concepción de María

Hoy celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 1, 26-38):

En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

La fiesta de hoy desde antiguo forma parte del misterio de Navidad. Es una faceta de este misterio la idea de que nuestra redención y la humanización de Cristo llevan implícitos el misterio de la maternidad divina y la singular mediación de la Madre de Dios en nuestra salvación. Nuestra salvación es un misterio de la gratuidad concedida a los hombres y precisamente a través de una encarnación del Hijo de Dios como hombre en dependencia de la maternidad de María.  María es la “llena de gracia” precisamente en su función de ser Madre de Dios. Por el cometido ejercido en la encarnación es por lo que María es “llena de gracia” como ninguna otra criatura lo ha sido y lo será. Nuestra fiesta es, pues, admirar cómo una criatura ha sido desbordada por el don de la gracia como nunca una persona la había sido ni lo será.

La admiración ante el misterio que hoy celebramos es el que inspiró obras sublimes como la pintura de la Anunciación de Fr. Angélico, los poemas sublimes de Paul Claudel o las secuencias de F. Zeffirelli, pero también impulsa nuestros sentimientos particulares de devoción en el día presente al leer el relato de la palabra de Dios de S. Lucas.

La Iglesia ha celebrado este misterio de la plenitud de gracia de la Virgen desde muy antiguo. La santidad original de María se celebró desde los siglos V y VI y pasó luego a Occidente, donde se celebró como fiesta litúrgica en Italia y pasó luego a otros países.

Pero es la celebración de hoy no podemos menos de recordar la interminable y cansina discusión sobre condiciones de la liberación del pecado original. A partir del siglo XII los teólogos y el pueblo fiel que le seguía se vieron envueltos en una disputa interminable sobre precisiones de tiempo y alcance de tal obra de santificación de la Virgen, empezando por inquirir cuándo y cómo se realizó la liberación del pecado original que es con el que nacemos todos. Las elucubraciones de Duns Scoto, sobre todo, sostuvieron que la Virgen fue inmune del pecado original, mientras que S. Bernardo, Sto. Tomás y otros habían sostenido que la Virgen había incurrido en el pecado original del que fue luego liberada. Interminables discusiones sobre el tema que, inexplicablemente, envolvieron también al pueblo fiel en dependencia de los teólogos. Todo esto sólo se superó cuando Pío IX en 1854 y en la Bula que definía este dogma tomó una vía intermedia afirmando que la Virgen María fue “preservada inmune de la culpa original desde el primer instante de su concepción”. Como decía el gran mariólogo S. Alberto Magno, yo nunca podré saber en qué momento preciso se realizó la liberación del pecado original en la Virgen, pero es que eso es mera curiosidad pues el dogma lo único que evidencia es la gratuidad del don recibido de Dios.

Fr. Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

Liturgia – Inmaculada Concepción de María

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

Misa de la solemnidad (blanco o azul)

Misal: Antífonas y oraciones propias, Gloria, Credo, Prefacio propio. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV. 

Leccionario: Vol. IV

  • Gén 3, 9-15. 20.Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer.
  • Sal 97.Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
  • Ef 1, 3-6. 11-12.Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.
  • Lc 1, 26-38.Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Antífona de entrada             Is 61, 10
Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación y me ha envuelto con un manto de justicia, como novia que se adorna con sus joyas.

Monición de entrada
Celebramos una fiesta de María. En ella lo proclamamos Inmaculada, es decir, libre del pecado de origen, de ese mal que hace que la humani­dad esté herida y dañada en su raíz. Y, a la vez, es fiesta de anuncio, de promesa y esperanza, porque también nosotros vamos a ser sanados.

Acto penitencial
Con alegría y con fe, dispongámonos, pues, a escuchar la Palabra de Dios que nos anuncia la salvación y a alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, prenda de vida eterna, confesándonos culpables ante Dios y los demás, e invocando a nuestra Señora, la Inmaculada Virgen María, refugio de pecadores, para que interceda por nosotros.

• Por la fuerza que gastamos en sentir el poder y la autoridad. Señor, ten piedad.
• Por la sed de apariencia, coleccionando saludos y tratamientos. Cristo, ten piedad.
• Por tener como ídolo al dinero, decisivo carnet de identidad en la sociedad. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta
OH, Dios,
que por la Concepción Inmaculada de la Virgen
preparaste a tu Hijo una digna morada
y, en previsión de la muerte de tu Hijo,
la preservaste de todo pecado,
concédenos, por su intercesión,
llegar a ti limpios de todas nuestras culpas.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Credo
Confesemos ahora todos juntos nuestra fe en el Cristo que nació un día en la historia, y cuyo retorno esperamos gozosos.

Oración de los fieles
Unidos en la fe y en la esperanza, presentemos al Padre nuestras plegarias:

1.- Por la Iglesia. Que, como María, sea pobre y humilde y ponga toda la esperanza en su Señor. Roguemos al Señor.

2.- Por nuestras familias, y por todas las familias de nuestra parroquia. Que aprendamos a queremos más y a procurar el bien de todos, y nos ayudemos a crecer en la fe y en la esperanza. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que sufren problemas económicos graves, tensiones y rupturas, tristezas y desengaños. Que encuentren la fuerza y la ayuda que necesitan para seguir adelante. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros. Que experimentemos siempre la protección de María y sepamos, como ella, ofrecer a Jesucristo al mundo. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, las peticiones que te presentamos en esta fiesta, y concédenos lo que te pedimos con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, recibe complacido el sacrificio salvador que te ofrecemos
en la solemnidad de la Inmaculada Concepción
de santa María Virgen
y, así como reconocemos que la preservaste, por tu gracia,
limpia de toda mancha,
guárdanos también a nosotros,
por su intercesión, libres de todo pecado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio: El misterio de María y de la Iglesia
V/.   El Señor esté con vosotros. R/.

V/.   Levantemos el corazón. R/.

V/.   Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.

EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque preservaste a la santísima Virgen María
de toda mancha de pecado original,
para preparar en ella,
enriquecida con la plenitud de tu gracia,
la digna madre de tu Hijo,
y mostrar el comienzo de la Iglesia,
su bella esposa, sin mancha ni arruga.

Purísima había de ser
la Virgen que nos diera al Cordero inocente
que quita el pecado del mundo.
Purísima la que destinabas entre todos,
para tu pueblo,
como abogada de gracia,
y ejemplo de santidad.

Por eso,
unidos a los coros de los ángeles,
te alabamos proclamando llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Antífona de comunión
Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María, porque de ti ha nacido el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.

Oración después de la comunión
SEÑOR Dios nuestro,
el sacramento que hemos recibido
repare en nosotros las heridas de aquel primer pecado
del que preservaste de modo singular
la Concepción inmaculada de la santísima Virgen María.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
— Venga a vosotros la gracia del Padre,
cuya palabra descendió al seno de la Virgen María
para hacerse Salvador del género humano.
R./ Amén.

— Permanezca en vosotros la paz de Cristo,
cuya venida esperó con gozo la santísima Virgen, Hija de Sión.
R./ Amén.

— La luz del Espíritu Santo os ilumine,
para que, vigilantes en la oración y alegres en la alabanza,
esperéis la segunda venida de Cristo.
R./ Amén.

— Y la bendición de Dios todopoderoso
del Padre, del Hijo † y del Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y permanezca para siempre.
R./ Amén.