Lectio Divina – Lunes III de Adviento

LECTURA:            

Mateo 21, 23‑27”

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»

Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»

Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos «del cielo», nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?» Si le decimos «de los hombres», tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.» Y respondieron a Jesús: «No sabemos.»

Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»

MEDITACIÓN:           

“Si le decimos”

            Tengo que reconocer que me da bastante tristeza el escuchar las elucubraciones de aquellos hombres con las que ellos mismos caen en su propia trampa. Es aparentemente su modo de querer quedar bien, cuando en realidad quedan en ridículo y, sobre todo, se pone de manifiesto la falsedad de sus personas, sus intereses, corazón turbio y mala voluntad.

            Y no es que me dé tristeza por algo que no deja de ser lejano, sino porque esas mismas actitudes siguen siendo tan normales, tan habituales en nuestro hoy, que son esas cosas, como otras muchísimas, en las que vemos que los hombres estamos marcados por una forma de actuar que es universal e intemporal, y que parece que no podemos o no tenemos voluntad de superar. El corazón turbio es compañero del hombre a lo largo de toda su historia.

            No se trata de caer en el pesimismo, sino de ser realistas y conscientes de por dónde anda nuestro corazón si no somos capaces de cuidarlo, de educarlo, de hacerle descubrir lo positivo del bien, de la sinceridad, de la honestidad, si no lo abrimos a Dios. Y, por lo tanto, nos debía servir para trabajarlo con empeño para que saque lo mejor de sí.

            Por eso, se trata de mirarnos a nosotros mismos, a nuestro interior, y a nuestras formas de ser, de pensar, de actuar, porque puede ser que esos virus que llevamos dentro y que podemos tener controlados, se nos pueden revelar y manifestar. Porque si somos sinceros también podemos descubrir que cuando nos acercamos a Jesús y nos lanza su palabra, y hasta sentimos su llamada, muchas veces, antes de responder, nos paramos a pensar a ver qué le decimos. Porque si le decimos una cosa puede ser que nos comprometa, si le decimos otra puede ser que nos interpele, así, es mejor, pasar de hoja, no responder, dar largas, poner disculpas, ¡cuántas disculpas que sabemos con claridad que son disculpas!, pero que nos dejan tranquilos. Pero claro, cuando no respondemos, tampoco responde él; y luego, encima, puede ser que hasta nos quejemos de que no responde.

            El adviento comenzaba invitándonos a vigilar, a estar atentos a Dios que se acerca a nuestra vida de mil maneras, esperando siempre una respuesta esperanzada. Nos vamos acercando a la Navidad, donde vamos a experimentar que él nos sigue respondiendo, saliendo al paso, sin reservarse nada. Y no, no basta con celebrarlo con turrón y champán, sino con nuestra adhesión transparente, ilusionada y sincera. A ver qué le decimos.

ORACIÓN:        

“Seguir aprendiendo”

            Somos tan ingenuos, Señor, que pensamos muchas veces que con nuestras elucubraciones o evasiones, te vamos a engañar, cuando somos nosotros mismos los que nos engañamos, y lo peor es que nos lo creemos. Tenemos miedo de asumir las consecuencias de lo que decimos, y buscamos razones, que siempre las hay, para supuestamente, justificar nuestras respuestas y actitudes. No, no somos transparentes, ni sinceros. Y tú te empeñas incansablemente en que aprendamos, tus palabras y tu vida nos lo ponen al descubierto. Lo que sucede es que tú tienes muy claro por qué y para qué, y dónde te apoyas, sin miedos, con libertad frente a todo y frente a todos, y ahí nos cuesta entrar. Este tiempo es una nueva llamada. Quisiera seguir aprendiendo, Señor.

                                   

CONTEMPLACIÓN:              

“Corazón limpio”

Corazón limpio,
palabra sincera,
búsqueda ilusionada
que abre los ojos
al ser y a la existencia;
esperanza que clarea
una verdad que se intuye
y plenifica en el amor
de un Dios que se desvela.

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Comentario – Lunes III de Adviento

1.- Esta vez es el adivino Balaán el que nos anuncia la salvación de Dios.

Curiosa figura la de Balaán. El rey de Moab le encarga, por su fama de vidente, que maldiga al pueblo de Israel y sus campamentos. Pero Dios toca su corazón, y el adivino pagano se convierte en uno de los mejores profetas del futuro mesiánico. En sus poemas breves, llenos de admiración, en vez de maldecir, bendice el futuro de Israel. Ve su estrella y su cetro y anuncia la aparición de un héroe que dominará sobre todos los pueblos.

Sorpresas de Dios, que no se deja manipular ni entra en nuestros cálculos. Somos nosotros los que debemos ver y oír lo que él quiere.

Es una profecía que en un primer momento se interpretó como cumplida en el rey David, pero que luego los mismos israelitas dirigieron a la espera del Mesías.

2.- De nuevo Jesús habla del Bautista y le presenta como profeta enviado por Dios.

Después de expulsar a los mercaderes del Templo, las autoridades le interpelan en público: «¿con qué autoridad haces esto?». Jesús, como tantas veces en el evangelio, elude elegantemente la cuestión, que no era sincera, y contraataca con la pregunta sobre el bautismo de Juan, o sea, sobre la persona misma del Bautista: ¿hay que considerarlo como del cielo o de los hombres?

Es una disyuntiva crucial, que desenmascara a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. No pueden contestar que es meramente autoridad humana, porque el pueblo tiene a Juan como profeta de Dios. Pero si su autoridad -la de Juan y en el fondo, la de Jesús- viene del cielo, entonces no se le puede ignorar, hay que aceptarle y hacerle caso, cosa que el pueblo sí ha hecho, pero muchos de las clases dirigentes no. El mensaje que hay detrás de una persona condiciona la aceptación de la misma persona. Los dirigentes de Israel no quieren aceptar a Juan, como tampoco el rey de Moab quedó nada satisfecho con las profecías del vidente Balaán, a quien él había contratado con la intención contraria. La peor ceguera es la voluntaria. Aquí se cumple una vez más lo que decía Jesús: que los que se creen sabios no saben nada, y los sencillos y humildes son los que alcanzan la verdadera sabiduría.

3.- a) Estas lecturas nos interpelan hoy y aquí a nosotros.

Balaán anunció la futura venida del Mesías. El Bautista lo señaló ya como presente.

Nosotros sabemos que el Enviado de Dios, Cristo Jesús, vino hace dos mil años y que como Resucitado sigue estándonos presente. La pregunta es siempre incómoda: ¿le hemos acogido, le estamos acogiendo de veras en este Adviento y nos disponemos a celebrar el sacramento de la Navidad en todo su profundo significado?

b) Admiramos las sorpresas de Dios en el pasado -elige a un vidente pagano para anunciar su salvación, como luego elegirá al perseguidor Saulo para convertirlo en el apóstol Pablo- pero tendríamos que estar dispuestos a saberlas reconocer también en el presente.

El testimonio de la presencia de Dios en nuestra historia no nos viene siempre a través de personas importantes y solemnes. Otras mucho más sencillas, de las que menos nos lo podamos esperar, que nos dan ejemplo con su vida de valores auténticos del Evangelio, pueden ser los profetas que Dios nos envía para que entendamos sus intenciones de salvación. Pueden ser mayores o jóvenes, hombres o mujeres, laicos o religiosos, personas de poca cultura o grandes doctores, creyentes o alejados de la Iglesia.

La voz de Dios nos puede venir de las direcciones más inesperadas, como en el caso de Balaán, si sabemos estar atentos. Al Bautista le entendió el pueblo sencillo, y las autoridades no. ¿Tendrá que seguir clamando en el desierto también hoy? ¿Qué velos o intereses tapan nuestros ojos para impedirnos ver lo que Dios nos está queriendo decir a través del ejemplo de generoso sacrificio de un familiar nuestro, o de la fidelidad alegre de un miembro de nuestra comunidad? ¿o es que queremos mantenernos cómodos con nuestra ceguera de corazón?

c) El papa Juan Pablo II, con su carta apostólica Tertio millennio adveniente, nos ha convocado a preparar y luego celebrar, sin movidas espectaculares, pero sí con renovación sincera, el aniversario número 2000 del nacimiento de Jesús. Para él estos años previos al inicio del tercer milenio son como un Adviento continuado, en el que somos invitados a ejercitar la esperanza, y también a prepararnos profundamente, para que la gracia del Jubileo sea fructífera para cada persona y para toda la comunidad eclesial.

El año 2000 será una ocasión de gracia y de venida del Señor. El Dios del ayer es el Dios del hoy y el Dios del mañana. El que vino, el que viene, el que vendrá. Cada día, no sólo en la Eucaristía, sino a lo largo de la jornada, en esos pequeños encuentros personales y acontecimientos, sucede una continuada venida de Dios a nuestra vida, si estamos despiertos y sabemos interpretar la historia.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo

El rey Ajaz era descendiente de David. Como sus antecesores, había sido ungido sacramentalmente para que desempeñase bien su reinado, siendo fiel a Dios, que era el verdadero Rey de Judá. Pero Ajaz no le era fiel. Ciertamente, era un pésimo gobernante. Además, sabía que fácilmente podía perder su reino, porque estaba en una situación muy delicada ante el creciente poder de Asiria (que deseaba hacerse con el control de Oriente Próximo) y el de sus dos oponentes: Siria y Efraín.

El reino de Judá era pequeño y pobre, y poco podía hacer por sí solo para oponerse a esos otros reinos. Todos ellos deseaban reemplazar a Ajaz en el trono de Judá para poner en su lugar a un gobernante vasallo que les apoyara. Por eso la dinastía de David se hallaba en una situación muy delicada. Todo hacía presagiar que, antes o después, de un modo u otro, Ajaz sería eliminado y, de esa forma, acabaría la sagrada dinastía que el mismo Dios constituyó en tiempos de David, más de doscientos años atrás.

Pero Dios, por medio del profeta Isaías, le prometió a Ajaz que su dinastía iba a continuar. Es así como comienza el texto del libro de Isaías que hemos escuchado, cuando el propio Dios anima a Ajaz a pedirle una señal que le haga ver que su promesa se cumplirá. Sin embargo, Ajaz se negó a pedir una señal a Dios, no porque no quisiera tentarle, sino porque no le interesaba lo que Dios le pudiera decir. Daba igual la señal que Dios le diese: Ajaz no se fiaba de Él. Y entonces Isaías, hablando en nombre de Dios, le anunció el nacimiento del Mesías, aquel que llevaría a su plenitud la dinastía davídica, el Hijo de Dios.

Aquello pasó siete siglos antes del cumplimiento de esta promesa. Pero lo que nos narra el pasaje evangélico que acabamos de escuchar ocurrió sólo unos meses antes. Como Ajaz, el bueno de José tenía sus propios planes. Era un humilde carpintero de Galilea. Hacía poco que se había desposado con una joven campesina llamada María, aunque todavía no vivían juntos. Pero, sorprendido y consternado, descubrió que aquella joven se había quedado embarazada. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por la ira, denunciándola ante las autoridades, tuvo compasión de ella y decidió repudiarla en secreto. Entonces, como pasó con Ajaz, Dios habló con José para comunicarle sus planes salvíficos, los cuales estaban a punto de cumplirse. Y José, a diferencia de Ajaz, confió totalmente en Dios. Es más, podemos imaginar el alivio que José sintió cuando en sueños el ángel le comunicó que María no era una pecadora sino todo lo contrario, pues había aceptado ser la Madre de Dios.

Nosotros, como Ajaz y José, somos hijos de Dios. Y, como ellos, estamos invitados a aceptar su plan salvífico, en el cual es fundamental la Encarnación del Mesías en este mundo. Por eso, si queremos formar parte de este plan, es necesario que aceptemos en nuestro corazón que el mismísimo Hijo de Dios se encarnó en este mundo y habitó entre nosotros.

El apóstol san Pablo, en su proceso de conversión, cuando pasó de ser un perseguidor de la Iglesia a ser uno de sus apóstoles, aceptó plenamente el plan salvífico de Dios, integrando en su propia vida la Encarnación del Mesías. Por eso, cuando escribe a la comunidad cristiana de Roma, afirma que el Evangelio que él predica se refiere al«nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor».

Dentro de unos pocos días celebraremos la Navidad. Pues bien, si queremos vivirla realmente, cada uno de nosotros debemos ahora meditar lo que realmente significa que Dios tenga un plan salvífico para nuestra vida, para nuestra familia y para nuestra comunidad. Y debemos ser muy conscientes de que en ese plan es fundamental la Encarnación de Jesucristo.

Al rey Ajaz le trajo sin cuidado el anuncio de la Encarnación, porque era un egoísta. En cambio, a José le cambió totalmente la vida, pues optó por actuar según la voluntad de Dios, en consonancia con su plan salvífico.

Como hubiera hecho Ajaz, ¿voy a dejar que esta fiesta de Navidad pase superficialmente, sin transformar mi vida? O, como hizo José, ¿voy a escuchar lo que Dios me comunica por medio de su Palabra y voy a actuar según su voluntad, acogiendo a Jesús en mi corazón?

Fray Julián de Cos Pérez de Camino

Mt 1, 18-24 (Evangelio Domingo IV de Adviento)

1ª) ¡Desconcertante modo de actuar Dios con los hombres!

La concepción de Jesucristo fue así: la madre de Jesús estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. ¿Casados o simplemente desposados? La situación jurídica de María y José que supone Mt 1,18 parece clara a la luz de las costumbres matrimoniales judías. La celebración del matrimonio hebreo comprendía dos actos, separados por un espacio de tiempo más o menos largo, según la condición de la esposa (un año, si eran sus primeras nupcias; un mes, si era viuda de anterior matrimonio. El primer acto, llamado «san-tificación» o «adquisición», correspondía a los desposorios, si bien eran ya un contrato formal más que simple promesa de matrimonio. Los desposados eran ya prácticamente marido y mujer, aunque todavía no vivían juntos. La cohabitación tenía lugar tras el segundo acto «la conducción de la esposa a casa de su marido». Todo hace suponer que lo que ocurre en Mt 1,18ss sucede cuando María y José han celebrado ya los qiddushîn (santificación), pero todavía no han tenido lugar los nisu’în (conducción). Sólo así aparece razonable el encargo o mandato del ángel, que invita a José a conducir a su casa a María y hacerse cargo, como padre legal, del Niño que va a nacer.

2ª) ¡El debate interno de San José, hombre justo!

José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Una desposada que se entregase a un hombre que no fuese su esposo, había de ser tratada de la misma manera que una mujer casada que hubiera cometido adulterio (Dt 22,23-28). El Evangelista no intenta suavizar la situación y los efectos de la consiguiente decisión resolutoria de José. Mateo intenta abiertamente dramatizar una y otra. Aun cuando San José es tenido por santo y bueno -y el evange-lista deja constancia de ello-, la situación era muy angustiosa y la solución tenía que ser forzosamente complicada. Este acontecimiento tiene especiales repercusiones en la vida del creyente. Ante los graves interrogantes e incomprensibles situaciones surgen en nuestro corazón preguntas angustiosas también. El creyente se encuentra en situaciones difíciles no pocas veces. ¿Cómo es posible que Dios actúe de esta manera en nuestras vidas? ante la presencia de cualquier mal grave sea a nivel personal, familiar o internacional nos interrogamos por la eficacia real del gobierno de Dios. No es fácil entrar silenciosamente en el misterio de Dios y su modo de proceder en la historia. Pero es verdad que todo lo hace bien, incomprensiblemente bien.

3ª) ¡Dios siempre interviene oportunamente!

José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella vienen del Espíritu Santo. dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús… Y todo sucedió para se cumpliese lo que había dicho el señor por el Profeta. Mirad: la virgen concebirá… Para Mateo la concepción por obra del Espíritu Santo es lo que hace a Jesús Hijo de Dios. En el NT junto con engendrar, se emplean otros verbos como hacer (Hch 2,36), elevar (Hch 5,31), designar (Rm 1,4) y dar un nombre (Flp 2,9) para describir cómo Dios otorgó a Jesús los títulos cristológicos después de la Resurrección (o exaltación). La teología cristiana ha armonizado y asumido en su enseñanza las dos ideas: concepción virginal (Mateo y Lucas) y la preexistencia de la Palabra (Juan). En Lucas el Espíritu Santo es el agente principal en la generación del Hijo de Dios, también María desempeña su papel en relación con esa filiación. Los dos momentos en el «cómo» de la filiación davídica eran acciones de José: «no tengas miedo en llevarte a María tu mujer»; «le pondrás por nombre Jesús». El mismo mandato angélico señala el papel de María en el «cómo» de la filiación divina: «dará a luz un hijo»; «la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo». Mateo subraya la concepción virginal como cumplimiento del plan de Dios que se dio a conocer en la profecía (Is 7,14). El Espíritu Santo que actúa en la concepción del Mesías es el Espíritu Creador. El resultado es la nueva creación. Este relato de Mateo manifiesta al creyente que se interroga y que se debate, que es verdad que Dios actúa siempre bien y sale al encuentro de su criatura. En este mundo que nos toca vivir cotidianamente (familia, trabajo, múltiples relaciones humanas) es necesario que el creyente ilumine los momentos difíciles de los hombres con su vida y con su palabra. Este mensaje tiene plena actualidad hoy.

4ª) ¡La intervención de Dios secundada por la libre respuesta del hombre!

Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel. La descendencia davídica se va a transmitir a través de una paternidad legal. Esa es abiertamente la voluntad de Dios. José no adopta como propio al hijo de otro, sino que reconoce como hijo suyo legítimo al hijo de su mujer, empleando la misma fórmula con que otros padres judíos reconocían sus hijos legítimos. La historia de la salvación enseña al creyente actual que la cooperación humana libre nunca es excluida. Es necesario que el hombre, como José en este fundamental acontecimiento, colabore. Dios no anula la decisión libre de su criatura, cuenta siempre con ella incluso arriesgándose a que se malogre su obra en los hombres.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Rom 1, 1-7 (2ª lectura Domingo IV de Adviento)

1ª) ¡El centro del Evangelio: Jesús Mesías e Hijo de Dios!

El Evangelio, prometido ya por los profetas en las Escrituras Santas, se refiere a su Hijo, nacido, según lo humano, de la estirpe de David; constituido según el Espíritu Santo, Hijo de Dios en pleno poder por la resurrección de su muerte: Jesucristo nuestro Señor. Se trata de una reflexión sintética del acontecimiento de la Encarnación. En la reflexión y experiencia del acontecimiento de Cristo en la Iglesia se han recorrido algunos pasos importantes por este orden: Resurrección, Bautismo, Encarnación. Mientras Jn habla de la preexistencia del Verbo, Mt y Lc hablan de Encarna-ción por obra del Espíritu Creador. Pablo afirma las grandes verdades de la Encarnación: Jesús descendiente de David e Hijo de Dios con pleno poder por su Resurrección. Desde una fe adulta y madura, es necesario revisar profundamente el talante y el modo de celebrar (sacramental y experi-mentalmente) el acontecimiento de la Encarnación. Es necesario ahondar y penetrar en el sentido auténtico de los relatos dramatizadores de los acontecimientos de los orígenes. Es necesario volver a descubrir y escuchar el Evangelio auténtico en unos relatos populares entrañables.

2ª) ¡La Encarnación contemplada desde la Pascua!

Hemos de acostumbrarnos a una verdad que aparece a lo largo del Nuevo Testamento y que la Iglesia hace suya hoy, después de no pocos estudios y reflexiones: que todo el evangelio ha de ser leído e interpretado desde la Pascua y el don del Espíritu. Que todos los gestos y palabras de Jesús reciben de la luz pascual una iluminación, comprensión y profundización nueva. Lo había anunciado el Maestro: cuando venga el Paráclito os conducirá a la verdad plena (Jn 16,12ss) y os lo enseñará todo (Jn 14,26s). Estas expresiones invitan a contemplar el acontecimiento de la Encarnación desde la experiencia y fe pascuales que nos ayudará a entender de forma nueva el propio relato de la infancia, el propio acontecimiento de la Encarnación. De tal manera que esta forma de ver las cosas nos prohíbe leer los relatos de la infancia de otra forma que no sea pascual. Son tan Evangelio como los relatos de la Pasión y Resurrección. Por eso es urgente y necesario vivir y experimentar los acontecimiento de la Infancia desde la Pascua. de hecho, es en el marco pascual donde hoy celebra la Iglesia los sucesos de los orígenes. Esto nos ayudaría a vivir adecuadamente la Navidad auténtica en todas sus dimensiones cristológicas y de encarnación en el mundo que nos ha tocado vivir.

3ª) ¡Pablo elegido gratuitamente para anunciar esta maravilla de Dios!

Por él hemos recibido este don y esta misión: anunciar que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. En los escritos paulinos aparece una y otra vez que ha sido elegido para anunciar el Evangelio gratuitamente. Más aún, Dios que eligió desde el seno de su madre para anunciar a Jesucristo, tuvo misericordia de él porque fue un perseguidor de la Iglesia. Esta doble experiencia ha marcado toda la misión de Pablo. Ha descubierto a través de ella la enorme paciencia que Dios tuvo con él y la fuerza renovadora del Evangelio de Jesús. Es necesario recuperar la experiencia de la gratuidad con profundidad y equilibrio. Lo es particularmente urgente en nuestro mundo en el que parece que todo está sujeto a pagarés, facturas, recibos, letras de cambio. Dios es gratuito ciertamente. Aunque no barato, es decir, la gratuidad exige la entrega total a su proyecto en favor de nuestros hermanos los hombres.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 7, 10-14 (1ª lectura Domingo IV de Adviento)

1ª) ¡Oferta generosa de Dios!

 En aquellos días, dijo el Señor a Acaz: Pide una señal al Señor tu Dios en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo. El profeta está seguro de que Dios quiere cumplir su proyecto. El misterioso mundo subterráneo (sheol), y el espacio entre el firmamento y el cielo superior escapan al dominio del hombre; por tanto, un «signo o señal» en ellos sólo puede ser obra de Dios. Para infundir confianza, el profeta recuerda con insistencia a Acaz la protección de Dios. Cuando se habla de una señal ofrecida por Dios se trata o de un milagro directo: Esta es la señal que el Señor te da como prueba de que cumplirá su palabra (38,7). En el relato de la vocación de Moisés: Si no te creen ni se convencen por el primer prodigio, creerán por el segundo (Ex 4,8). Y en el relato de la vocación de Gedeón: Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien me habla (Jc 6,17). O de un hecho singular cuya predicción es posible sólo para Dios: Y para que sepáis, oráculo del Señor, que mis amenazas de castigaros en este lugar van a cumplirse inexorablemente, esta será la señal, oráculo del Señor (Jr 44,29s). Las palabras de Isaías proponen una señal milagrosa inmediata que sirva como indicio y confirmación de la profecía acerca del éxito de la guerra siro-efraimita. Se podrían eliminar algunas dificultades dando al hebreo ‘ôt el sentido de «milagro», y no de «señal».

2ª) ¡Una actitud religiosa afectada y falsa!

Respondió Acaz: No la pido, no quiero tentar al Señor. El rechazo de Acaz, que recuerda la prohibición de tentar sin motivo la omnipotencia divina: No tentéis al Señor vuestro Dios, como hicisteis en Masá (Dt 6,16), fue quizá motivado por el hecho de que ya había tomado la decisión de recurrir a la ayuda de Asiria, rechazando la actitud de total abandono en Dios, como quería el profeta. La elección de la «señal» era dejada en manos de Acaz; pero al rechazarla, es Dios quien toma la decisión, y dará «su» señal. Dios rechaza toda doblez de corazón. Bien es cierto que esta misma tentación la sufrimos nosotros hoy en medio de nuestro mundo que exige pruebas palpables, controlables y contrastadas. Nos ha tocado un momento histórico ambivalente: cargado de muchas posibilidades y a la vez envuelto en graves contradicciones. El creyente debe iluminar su entorno desde una fe adulta y madura.

3ª) La actitud más molesta para Dios: la falta de confianza en Él.

Entonces dijo Dios: Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, sino que cansáis incluso a Dios? Pues el Señor por su cuenta os dará una señal. Mirad; la virgen está encinta… La respuesta de Isaías en nombre del Señor no se dirige solamente al individuo presente, sino también a toda la dinastía davídica. El rechazo manifiesto de una «señal» que ofrece Dios es un acto irreverente de irreligiosidad. Esto podría impedir la intervención de Dios para evitar el desastre. En consecuencia la «señal» es elegida por Dios mismo. Enmanuel es un apelativo teofórico, como otros nombres que encontramos en el Antiguo Testamento. Hay que tener en cuenta otros lugares en los que se habla también de este niño prodigioso: Aunque hagáis planes, fracasarán; aunque deis órdenes, no se cumplirán. Porque Dios está con nosotros (8,10). Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros descansa el poder, y es su nombre: “Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz” (9,1-6). A pesar de las resistencias y oposiciones, Dios sigue llevando adelante su proyecto salvador en nuestro mundo. El creyente, movido por la esperanza, afirma con su vida y su palabra que Dios, en su providencia solícita, nunca se equivoca en el modo de actuar con los hombres porque busca siempre su bien. Su plan es, con frecuencia, misterioso pero eficaz para el hombre de ayer y de hoy.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes III de Adviento

Una iglesia modelo

El tema de la alegría continúa también hoy. Mira la comunidad reunida hoy: María, Isabel y el pequeño Juan en el vientre, todos rebosando de pura alegría. Isabel está encantada de ver a María. El pequeño Juan está tan emocionado que salta en su casita. María rompe a cantar. Y ahí tenemos una imagen clásica de una comunidad cristiana, una Iglesia modelo: una comunidad que reconoce la irrupción de Dios en sus vidas y se deleita en las acciones de Dios en las vidas de los demás. No hay envidias, ni actitudes de santidad, ni pretensiones, sino una abundancia de pura felicidad. A menudo, tendemos a presentar a María como una mujer de dolores; pero su capacidad de vivir los dolores provenía de su mayor capacidad de mantener la alegría. Jesús predijo que la marca distintiva de sus seguidores sería el amor que se tuvieran unos a otros; y no se puede amar sin alegría en el corazón.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Lunes III de Adviento

Hoy es lunes III de Adviento.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 21, 23-27):

En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Desde que Jesús, en los últimos años de su vida, se dedicó a proclamar ante el pueblo su mensaje, su buena noticia, muchos de sus oyentes comenzaron a intuir que era una persona especial, empezando por su manera de hablar, y concluyeron que “ensañaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”.

También su manera de actuar era distinta. El evangelio de hoy hace alusión a su purificación del Templo “y arrojó de allí a cuantos vendían y compraban en él”. Para sus contemporáneos, Jesús era un hombre normal, del pueblo, no pertenecía a la clase dirigente religiosa… por eso, les chocó su actuación en el Templo.

Igualmente los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo quedaron sorprendidos de su actuación y se atrevieron a preguntarle: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”. De sobra Jesús sabía que esta pregunta se la hacían no para aceptarle a él y su verdad y toda su predicación. Buscaban ir en contra de él y encontrar algo de qué acusarle.

Y Jesús, como vemos en este evangelio, haciéndoles una pregunta comprometida para ellos y al negarse a responderle… tampoco él contesta a su pregunta: “Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto”.

Podemos concluir que quien se acerca a Jesús con mala intención no obtendrá ninguna respuesta. Hemos de acudir siempre a él deseando conocer su verdad, su buena noticia… y nos responderá. Para eso vino hasta nosotros para regalarnos su mensaje, el que ilumina nuestra vida.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – Lunes III de Adviento

LUNES DE LA III SEMANA DE ADVIENTO, feria

Misa de feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias, Prefacio I o III de Adviento.

Leccionario: Vol. II

  • Núm 24, 2-7. 15-17a.Avanza una estrella de Jacob.
  • Sal 24.Señor, instrúyeme en tus sendas.
  • Mt 21,23-27.El bautismo de Juan ¿de dónde venía?

Antífona de entrada Cfr Jr 31, 10; Is 35, 4
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor; anunciadla en los confines de la tierra: he aquí nuestro Salvador que viene, no temáis.

Monición de entrada y acto penitencial
«Queremos ser liberados de esas ilusiones, frustraciones, injusticias y represión a las que el mundo moderno nos ha sometido con violación de sus promesas; esto es lo que van diciendo los jóvenes, los desheredados, los autómatas de la tecnología moderna: ‘Queremos ser libres, personas auténticas, gente rescatada del hambre y de la espiral de la inferioridad incurable. Sí, responde el «Hombre del pueblo». Vengan a mí todos los atribulados y yo les consolaré. Estoy con ustedes, con el poder del Espíritu, sin violencia y sin pasión. Solamente la sabiduría libera al mundo». Pablo VI, Mensaje de Navidad, 25 diciembre, 1970.

• Tú que descendiste del cielo para traernos el perdón del Padre. Señor ten piedad.
• Tú que vienes a visitarnos, para que en tu presencia encontremos la paz. Cristo, ten piedad.
• Tú que volverás con gloria al fin de los tiempos para pedirnos cuenta del trabajo que nos encomendaste. Señor, ten piedad.

Oración colecta
ESCUCHA con piedad nuestras súplicas, Señor,
e ilumina las tinieblas de nuestro corazón
con la gracia de tu Hijo, que viene a visitarnos.
Él, que vive y reina contigo.

Oración de los fieles
Mientras aguardamos, en este tiempo santo de Adviento, la venida de Jesucristo, nuestro Redentor, elevemos nuestra oración a Dios Padre, fuente y principio de todo bien.

1.- Señor Jesús, haz que tu Iglesia sea una estrella que proclame que tú estás presente entre tu pueblo, cuando nos amemos unos a otros y cuando tengamos sentido de justicia, y así te decimos:

2.- Señor, que los que van vagando por la vida sin saber siquiera a dónde van descubran en el evangelio algo que dé sentido a sus vidas, sobre todo que descubran a la persona de Jesús, y así te decimos:

3.- Señor, al prepararnos para la Navidad, querríamos que te hicieras más cercano y más real a nosotros, y así te decimos:

Dios de poder y misericordia, escucha la oración tu pueblo que aguarda la venida de tu Hijo y transforma nuestros corazones para que podamos reconocer en Jesús la luz y la voz de aquel que nos viene a traer tu salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor, los dones que te ofrecemos,
escogidos de los bienes que hemos recibido de ti,
y lo que nos concedes celebrar con devoción
durante nuestra vida mortal
sea para nosotros premio de tu redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I o III de Adviento

Antífona de comunión Cf. Sal 105, 4-5; Is 38, 3

Ven, Señor, a visitarnos con tu paz para que nos alegremos delante de ti con un corazón íntegro.

Oración después de la comunión
FRUCTIFIQUE en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos,
con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa,
a descubrir el valor de los bienes del cielo
y a poner en ellos nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.