Lectio Divina – Martes III de Adviento

LECTURA:            

Mateo 21, 28‑32”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue.

¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»

Contestaron: «El primero.» Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

MEDITACIÓN:            

“Ve hoy a trabajar”

            Vamos a concluir esta primera parte del adviento para adentrarnos en la preparación inmediata de la encarnación. Y comenzábamos este tiempo con una llamada a vigilar, a velar, a trabajar nuestro presente para ir dando forma a este camino del Reino iniciado, y que nos está invitando a la consumación final. Y así, al terminar esta primera parte, resuena de nuevo ese “ve hoy a trabajar”.

            Y es que la espera de Jesús, ya lo sabemos y lo venimos repitiendo, no es ni evasión ni espera pasiva, tentación que ya surgió en las primeras comunidades cristianas, y que se nos puede colar cuando perdemos la perspectiva de esa espera. Porque la espera de algo que uno siente como bueno, estimula, no paraliza. Y ése es el tema, ser capaces de pararnos a mirar y analizar, si esta espera es de algo real, o son simplemente palabras. Si se trata de un “por si acaso” o lo experimentamos como la acogida de una palabra que, venida de Dios, se convierte en certeza que ansiamos alcanzar.

            Cuando eso es así, la vida se activa, se pone en camino, se analiza, se valora, se renueva, se corrige, se reorienta una y otra vez, ante nuestra tendencia a desviarnos, o ante el riesgo de que fuerzas interiores o exteriores nos arrastren por otros caminos o nos terminen haciendo indiferentes.

            Por eso, la llamada de Jesús se nos hace concreta. No está lanzada a cualquier momento o a momentos sueltos de nuestra vida, si no al ahora, al hoy, “ve hoy a trabajar”. Cada día, cada hoy, cada ahora, porque es lo único que tenemos entre las manos, porque la vida es tan importante que no debíamos permitirnos el lujo de dejar que el tiempo sea el que mande, en lugar de ser nosotros los que mandemos sobre el tiempo.

            Lo triste tal vez es eso, que sin darnos cuenta, no nos hacemos dueños de nosotros, y dejamos que sean los demás, el ambiente, el tiempo, los que marquen nuestra ausencia de ritmos, en lugar de ser nosotros los que seamos capaces de pararnos mínimamente para marcar nosotros los ritmos, los modos, las formas, dejándonos guiar por lo más noble que bulle en nuestro interior, por este Dios que viene, que ha venido y que quiere ser impulsor y motor de nuestro camino. Su venida nos vuelve a llamar a potenciar hoy esta apertura de nuestro ser.

ORACIÓN:          

“Acogerte”

            Señor, en ti adquiere sentido  mi camino, mi seguimiento, mi trabajo de cada día. En ti mis luchas adquieren fuerza porque vislumbran esperanza en medio de mi realidad limitada. En ti y por ti cada día se despierta en mí el deseo de asomarme a la ventana de mi corazón y vislumbrar el caminar de tantos hermanos que, de alguna manera, piden mi respuesta. Señor, ayúdame para que todo ello se potencie en el hoy de este adviento en el que te acercas a mi existencia con toda la fuerza de una esperanza que se apoya en ti y que quieres volcar, hecha fuerza de amor, sobre mí. Ayúdame a acogerte. Gracias, Señor.

CONTEMPLACIÓN:             

“La luz de tu amor”

Te asomas hoy
a la ventana de mi vida
para invitarme a abrirla;
y tengo miedo a dejarme
deslumbrar por tu luz,
porque sé que me hace ver
todo aquello  que, tal vez
deseo, pero quiero evadir.
Pero sigue, Señor,
sigue empujando mi ventana.
hasta abrirla del todo
y me queme la luz de tu amor.

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Comentario – Martes III de Adviento

1.- Un siglo después de Isaías, y un poco antes de Jeremías, alza su voz el profeta Sofonías, recriminando al pueblo de Judá (el reino del Sur) y advirtiéndole que le pasará lo mismo que antes a Samaria (el reino del Norte): el castigo del destierro. 

Israel se cree una ciudad rica, poderosa, autosuficiente, y no acepta la voz de Dios. Aunque oficialmente es el pueblo de Dios, de hecho se rebela contra él y se fía sólo de sí misma. Se ha vuelto indiferente, increyente. Ya no cuenta con Dios en sus planes. 

El profeta les invita a convertirse, a cambiar el estilo de su vida, a abandonar las «soberbias bravatas», a volver a escuchar y alabar a Dios con labios puros, sin engaños: sin prometer una cosa y hacer otra, como va siendo su costumbre. 

Anuncia también que serán los pobres los que acojan esta invitación, y que Dios tiene planes de construir un nuevo pueblo a partir del «resto de Israel», el «pueblo pobre y humilde», sin maldad ni embustes, que no pondrá su confianza en sus propias fuerzas sino que tendrá la valentía de ponerla en Dios. 

Se repite la constante de la historia humana que cantará María en su Magnificat: Dios ensalza a los pobres y humildes, y derriba de sus seguridades a los que se creen ricos y poderosos. 

2.- En torno a la figura de Juan, el Precursor, y más tarde del mismo Mesías, Cristo Jesús, también hay alternativas de humildad y orgullo, de verdad y mentira. 

Jesús, con su estilo directo y comprometedor, interpela a sus oyentes para que sean ellos los que decidan: ¿quién de los dos hijos hizo lo que tenía que hacer, el que dijo sí pero no fue, o el que dijo no, pero luego de hecho sí fue a trabajar? 

Al Bautista le hicieron caso los pobres y humildes, la gente sencilla, los pecadores, los que parecía que decían que no. Los otros, los doctos y los poderosos, los piadosos, parecía que decían que sí, pero no fue sincera su afirmativa. 

Muchas veces en el evangelio Jesús critica a los «oficialmente buenos» y alaba a los que tienen peor fama, pero en el fondo son buenas personas y cumplen la voluntad de Dios. El fariseo de la parábola no bajó santificado, y el publicano, sí. Los viñadores primeros no merecían tener arrendada la viña, y les fue dada a otros que no eran del pueblo. Los leprosos judíos no volvieron a dar las gracias por la curación, mientras que sí lo hizo el tenido por pecador, el samaritano. 

Aquí Jesús llega a afirmar, cosa que no gustaría nada a los sacerdotes y fariseos, que «los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios», porque sí creyeron al Bautista.

Jesús no nos está invitando a ser pecadores, o a decir que no. Sino a decir sí, pero siendo luego consecuentes con ese sí. Y esto, también en tiempos de Jesús, lo hace mejor el pueblo «pobre, sencillo y humilde» que se está reuniendo en torno a Jesús, siguiendo su invitación: «venid a mí, que soy sencillo y humilde de corazón». 

3.- a) Ahora puede pasar lo mismo, y es bueno que recojamos esta llamada a la autocrítica sincera. 

Nosotros, ante la oferta de salvación por parte de Dios en este Adviento, ¿dónde quedamos retratados? ¿somos de los autosuficientes, que ponen su confianza en sí mismos, de los «buenos» que no necesitan la salvación? ¿o pertenecemos al pueblo pobre y humilde, el resto de Israel de Sofonías, el que acogió el mensaje del Bautista? 

Tal vez estamos íntimamente orgullosos de que decimos que sí porque somos cristianos de siempre, y practicamos y rezamos y cantamos y llevamos medallas: cosas todas muy buenas. Pero debemos preguntarnos si llevamos a la práctica lo que rezamos y creemos. No sólo si prometemos, sino si cumplimos; no sólo si cuidamos la fachada, sino si la realidad interior y las obras corresponden a nuestras palabras. 

También entre nosotros puede pasar que los buenos -los sacerdotes, los religiosos, los de misa diaria- seamos poco comprometidos a la hora de la verdad, y que otros no tan «buenos» tengan mejor corazón para ayudar a los demás y estén más disponibles a la hora del trabajo. Que sean menos sofisticados y complicados que nosotros, y que estén de hecho más abiertos a la salvación que Dios les ofrece en este Adviento, a pesar de que tal vez no tienen tantas ayudas de la gracia como nosotros. Esto es incómodo de oír, como lo fueron seguramente las palabras de Jesús para sus contemporáneos. 

Pero nos hace bien plantearnos a nosotros mismos estas preguntas y contestarlas con sinceridad. 

b) En la misa de estos días, en las invocaciones del acto penitencial, manifestamos claramente nuestra actitud de humilde súplica a Dios desde nuestra existencia débil y pecadora: «tú que viniste al mundo para salvarnos», «tú que viniste a salvar lo que estaba perdido», «luz del mundo, que vienes a iluminar a los que viven en las tinieblas del pecado… Señor, ten piedad». Empezamos la misa con un acto de humildad y de confianza. Y no es por adorno literario, sino porque en verdad somos débiles y pecadores. 

Sólo el humilde pide perdón y salvación, como decía el salmo de hoy: «los pobres invocan al Señor y él les escucha». 

El Adviento sólo lo toman en serio los pobres.

Los que lo tienen todo, no esperan ni piden nada.

Los que se creen santos y perfectos, no piden nunca perdón. Los que lo saben todo, ni preguntan ni necesitan aprender nada.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Música – Domingo IV de Adviento

 Entrada:  A ti Señor (Apéndice) ) Vamos a preparar el camino CLN. 17; Cielos lloved (Liturgia de las Horas) Adviento-Nº 11; La Virgen sueña caminos CLN 16
Introito en Latín: Rorate coeli
Misa: de Adviento
Corona de Adviento: Ven Señor. CLN 15
Responsorial y Aleluya: Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria.
Ofertorio: Rorate. CLN 32
Santo: CLN.- I  I 6..
Comunión: El Dios de la paz CLN 1; Palabra que fue luz  CLN 18; Esperamos tu venida CLN. 19;  
Después de la Comunión: Marana tha(Liturgia de las horas)Adviento-Nº 2;
Final: Madre de la Esperanza. Alma  Redemptoris(L de las Horas; Adviento

Oración de los fieles – Domingo IV de Adviento

Este es el último paso hacia el portal, ya estamos en puertas de recibir al Rey de la gloria. Le pedimos en este cuarto domingo, que sea pronta su venida. Así repetimos:

R.- VEN, SEÑOR, NO TARDES

1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes para que lleven sin descanso la buena noticia a todos los hombres del mundo.

OREMOS.

2.- Por todos los dirigentes de la tierra, para que con sus decisiones ayuden a la extensión del Reino.

OREMOS.

3.- Por todos los que sufren por encontrarse lejos de Dios, para que pronto se vuelvan a Dios y así nazca el niño en sus corazones.

OREMOS.

4.- Por todos los que dudan en el camino de su fe, para que escuchen en su interior la Palabra oportuna y disciernan junto a Dios el camino a seguir.

OREMOS.

5.- Por los matrimonios, para que ante las dudas, confíen siempre en la ayuda de Dios.

OREMOS.

6.- Por todos los que hemos preparado esta venida de Dios, para que encuentre en nosotros unas manos inocentes y un puro corazón.

OREMOS.

Padre, en estas horas anteriores a la venida de Cristo, te pedimos que atiendas todas nuestras súplicas, para poder acoger con más amor al Amor.

Por Él que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén


Señor Dios Padre Nuestro, pronto ya llega tu hijo. Te rogamos que aceptes con benevolencia estas plegarias que te presentamos en este último domingo de Adviento.

Y respondemos

R.- AQUÍ ESTAMOS, SEÑOR, ESPERÁNDOTE

1.- Por el Papa Francisco, por el obispo de nuestra diócesis (…..) y por todos los obispos de la tierra, para que sientan la profunda esperanza que siempre trae la llegada de nuestro Salvador.

OREMOS

2.- Por los sacerdotes, los diáconos, las consagradas y los consagrados, los religiosos y religiosas, y todos los hombres y mujeres que trabajan por el prójimo desde la Iglesia

OREMOS

3.- Por lo que todavía no han recibido la luz del Espíritu, por los ateos, los agnósticos, por aquellos que desean convertirse y no lo consiguen para que la venida del Niño Dios obre en ellos un milagro de amor.

OREMOS

4.- Por los enfermos, los impedidos, los solitarios, los presos para que, por efecto de la solidaridad navideña, pasen más acompañados las próximas horas

OREMOS

5.- Por las personas de fe de cualquier religión para reciban el consuelo de sus propias creencias y sepan descubrir, un día, al Dios hecho hombre

OREMOS

6.- Por todos los que, presentes en la Eucaristía, nos disponemos a recibir al Niño Jesús, para que Él nos haga más entregados a los prójimos que más nos necesitan

OREMOS

Aquí estamos, Señor, esperando confiados a tu Hijo. Atiende nuestras súplicas y danos la alegría que no cesa.

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amen

Comentario al evangelio – Martes III de Adviento

Todo es Gracia

¿Por qué, en las parábolas de Jesús, un hombre siempre tiene dos hijos, y ninguno de ellos es perfecto? Ni en la parábola del hijo pródigo ni en la de hoy los hijos salen perfectos. Quizá sea esa la verdad: no hay hijos perfectos en este lado de la vida. Basta con echar un vistazo a las Escrituras para convencernos de que ninguno de los grandes patriarcas o profetas o reyes o apóstoles es un dechado de virtudes; de hecho, ¡muchos de ellos hicieron cosas terriblemente pícaras! Es aquí donde las palabras de Lord Illingworth, un personaje de la obra de Oscar Wilde de 1893, Una mujer sin importancia, adquieren un significado más profundo: «La única diferencia entre el santo y el pecador es que todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro». «Nos salvamos por la gracia de Dios, no por nuestras virtudes. Sólo tenemos que responder a esta gracia, como hace el hijo menor de la historia, cuyo impulso también procede de la gracia.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Martes III de Adviento

Hoy es martes III de Adviento.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 21, 28-32):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

Hoy, Jesús alude al Bautista: él —último profeta del Antiguo Testamento— señaló a Cristo; y Éste señala al Padre. Efectivamente, «a Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer». En Jesús se cumple la promesa del nuevo profeta. En Él se ha hecho plenamente realidad lo que en Moisés era sólo imperfecto: Él vive ante el rostro de Dios no sólo como amigo, sino como Hijo.

Sólo partiendo de esta afirmación se puede entender verdaderamente la figura de Jesucristo, tal como se nos muestra en el Nuevo Testamento. En ella se fundamenta todo lo que se nos dice sobre las palabras, las obras, los sufrimientos y la gloria de Jesús. Si se prescinde de este auténtico «baricentro», no se percibe lo específico de la figura del Señor.

—Tu oración, Jesús, es la conversación del Hijo con el Padre, en la que está implicada tu alma humana (conciencia y la voluntad): también quiero implicarme yo.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Martes III de Adviento

MARTES DE LA III SEMANA DE ADVIENTO, feria

Misa de feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias, Prefacio I o III de Adviento.

Leccionario: Vol. II

  • Sof 3, 1-2. 9-13. La salvación mesiánica será enviada a todos los pobres.
  • Sal 33.El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
  • Mt 21, 28-32.Vino Juan y los pecadores le creyeron.

Antífona de entrada          Cf. Zac 14, 5. 7
Vendrá el Señor y con él todos sus santos; y aquel día habrá una luz espléndida.

Monición de entrada y acto penitencial
Dios habló continuamente a su pueblo de palabra y de obra; sin embargo, su pueblo no escuchó. Pero, de entre los miembros del pueblo, un «Resto» de gente pobre volverá a Dios. Con ellos, todas las naciones paganas y pecadoras vendrán a servir a Dios. Los pecadores que reconocen su pobreza quizás están más abiertos a Dios que los que se jactan de ser rectos y santos. Estos miembros del «Resto de Israel», por su fidelidad y su celo, sirven de inspiración a todos, incluso a extraños y marginados, y les motivan a ser mejores.

• Tú que siempre estás cerca de nosotros. Señor, ten piedad.
• Tú que vas de camino junto a nosotros. Cristo, ten piedad.
• Tú que estás siempre en medio de nosotros. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios, que has manifestado tu salvación
hasta los confines de la tierra,
concédenos esperar con alegría
la gloria del nacimiento de tu Hijo.
El, que vive y reina contigo.

Oración de los fieles
Dirijamos ahora nuestras plegarias a Dios nuestro Señor, que está siempre cercano a los pobres y a los pecadores arrepentidos.

1.- Por la Iglesia, para que reconozca más fácilmente que necesita renovarse constantemente para que sus miembros puedan llegar a ser más semejantes a Jesús, roguemos al Señor.

2.- Por los pobres entre nosotros, para que sepamos compartir más con ellos lo que tenemos y tratarlos mejor como personas humanas, roguemos al Señor.

3.- Para que, conscientes de la pobreza de nuestros corazones, nos volvamos menos pretenciosos y más abiertos a Cristo, roguemos al Señor.

Dios y protector nuestro, que respondes a quienes acuden a ti con un corazón sincero, escucha nuestras oraciones y enséñanos a ser humildes y sencillos, de forma que, reconociendo nuestras limitaciones, nos abramos a la venida de tu Hijo cuando nos visite en los acontecimientos de la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
QUE los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza
te conmuevan, Señor,
y al vernos desvalidos y sin méritos propios
acude, compasivo, en nuestra ayuda.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Prefacio I o III de Adviento

Antífona de comunión          Cf. 2 Tim 4, 8
El juez justo dará la corona de la justicia a los que aguarden con amor su venida.

Oración después de la comunión
SACIADOS con el alimento espiritual
te pedimos, Señor,
que, por la participación en este sacramento,
nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra
y amar intensamente los del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.