Lectio Divina – 19 de diciembre

No temas, Zacarías, tu petición ha sido escuchada

1.- Introducción.

Hoy, Señor, me pones ante mi vista dos personajes bien distintos: Zacarías, el incrédulo y María la creyente. Por no creer, Zacarías se queda mudo. Por fiarse de la Palabra de Dios, María recibe, como premio, el Magníficat. Y yo, ¿a quién estoy siguiendo en mi vida espiritual? ¿Me creo todo lo que predico? ¿No me vendría bien un silencio saludable?

2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 1, 5-25

Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo». El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

3.- Qué dice el texto

Meditación-reflexión

En la intención del Evangelista Lucas está el poner la anunciación de Juan en paralelo con la de Jesús. En las dos hay un Ángel del Señor, un saludo, un temblor del alma y un anuncio. A Zacarías se le propone creer en algo muy difícil: que su mujer Isabel, ya anciana, va a tener un hijo. El piensa que si  su mujer, cuando tenía las entrañas jóvenes y en plenas condiciones para la fecundidad, no ha podido tener un hijo. ¿Cómo lo va a tener ahora que las entrañas de Isabel ya están viejas y  caducas? Zacarías piensa, razona…y ésa fue su perdición. A la Virgen se le va a proponer algo todavía más difícil: tener un hijo sin intervención de varón. María no razona sino que cree en la palabra del Ángel, una palabra  que viene de Dios. Más tarde la misma Isabel le va a confirmar en esa fe y le va a felicitar por haberse fiado de Dios. Dichosa tú, ¡la creyente! (Lc. 1,45) Esa fe la mantendrá a lo largo de toda su vida. Y es una invitación a que también nosotros la tengamos. Es como decirnos:”Yo siempre me he fiado de Dios” ¡Y me ha ido muy bien! Haced vosotros lo mismo.

Palabra del Papa

«Juan es el don divino por mucho tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel; un don inmenso, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada e Isabel era estéril; pero nada es imposible para Dios .El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén, es más, sucede cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar santísimo del templo para quemar incienso al Señor. También el nacimiento de Juan el Bautista estuvo marcado por la oración: el canto de gozo, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor, y que recitamos cada mañana en los Laudes, el «Benedictus», exalta la acción de Dios en la historia» (Benedicto XVI, 29 de agosto de 2012)

4.- Qué me dice a mí este texto. (Guardo silencio).

5.- Propósito: Hoy voy a fiarme plenamente de Dios, como María.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, me estremece la poca fe de Zacarías, un sacerdote que ha pasado la vida en el Templo. Quiso razonar la fe y fue su perdición. Con María  ocurrió lo contrario.  Por eso Zacarías se quedó mudo y en cambio María proclamó las alabanzas al Señor en el Magníficat.  Yo hoy te pido una fe grande como la de María, y fiarme plenamente de tu Palabra.

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Oración de los fieles – Misa de Medianoche

Luz y Alegría, el Señor está con nosotros. La petición principal de hoy es la Paz, así pues respondemos:

R.- LLÉNANOS CON TU PAZ, SEÑOR.

1.- Por el Papa y todos los residentes del Vaticano, para que no se cansen de ser portadores de luz. OREMOS

2.- Por las gentes de los cinco continentes, para que la Paz que hoy celebramos haga nido en sus corazones y la alegría de este nacimiento sea recordada todo el año. OREMOS

3.- Por aquellos familiares que tenemos lejos, con los que podemos compartir esta alegría a través de la Iglesia Universal. OREMOS

4.- Por las familias, para que superen las dificultades lógicas del día a día y continúen todo el año la alegría que nos trae hoy el Niño Dios. OREMOS

5.- Por todos los que trabajan esta noche para que como a los pastores en Belén les llegue la Buena nueva del nacimiento de Dios. OREMOS

6.- Por los pobres, enfermos y necesitados, para que el Señor venga hoy a su corazón y para que encuentren una mano tendida que les permita salir de su situación. OREMOS

Padre, en esta bendita noche en que comienza la Redención de la humanidad que esperábamos desde la caída de nuestros primeros padres, concédenos a través de tu Hijo las gracias necesarias para completar la tarea que Él comenzó.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.


Llenos de alegría ante el Salvador del mundo, presentamos nuestras necesidades y las de todos los hombres, con la confianza de ser escuchados.

R.- GRACIAS POR ESTAR CON NOSOTROS, JESÚS

1. – Por el Papa y todos los que tienen un puesto de responsabilidad en la Iglesia; para que no permitan que se quede nadie sin oír el anuncio del nacimiento del Señor. OREMOS

2. – Por los que esta noche no han tenido nada para saciar su hambre de pan y de amor; para que sepan que aunque los hombres somos injustos, Dios ha nacido, de una forma especial, para ellos. OREMOS

3. – Por los que sufren a causa de la violencia y las guerras; para que sientan esta noche dentro de su corazón la necesidad de dejar las armas y vivir en justicia y amor. OREMOS

4. – Por las familias que se han reunido pero no viven la fraternidad; para que el Señor ponga en su corazón la capacidad de perdonar, acoger, y amar. OREMOS

5. – Por los que estamos celebrando esta eucaristía para que mirando a ese “Dios con nosotros” arda nuestro corazón y se le ablande el hielo que tantas veces lo envuelve. OREMOS

Señor recuérdanos cada día del año la gran Noticia de Salvación: ¡Alegraos!. Os ha nacido el Salvador, el Mesías, El Señor.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amén

Comentario – 19 de diciembre

1.- A partir de hoy las dos lecturas de cada día presentan paralelismos y contrastes muy claros, según el estilo de «las vidas paralelas», para ayudarnos a entender los planes de Dios. Hoy, por ejemplo, escuchamos el anuncio del nacimiento de Sansón y el de Juan Bautista. 

Sansón debió ser un forzudo campesino, que llegó a hacer cosas increíbles, seguramente exageradas por los relatos populares. Pero la página que hemos leído subraya que ha sido Dios quien le ha elegido como instrumento en su plan de salvación para Israel. Le hace nacer de padres estériles, cuya oración escucha, y da su fuerza a este joven que ha quedado consagrado por el voto del nazireato.

Dios, que se sirve muchas veces de las personas más débiles, esta vez busca la colaboración de un hombre conocido por su mucha fuerza para que libere al pueblo de la opresión de los filisteos. Pero cuando Sansón se cree protagonista, y utiliza la fuerza para si mismo, Dios le retira su ayuda, y cae en manos de los enemigos.

En el salmo reconocemos humildemente que Dios es nuestra roca y nuestro refugio, el que nos libra de las dificultades, el que ya desde el seno de nuestra madre nos conoce v nos acompaña a lo largo de nuestra vida.

2.- En el evangelio, Dios interviene preparando el nacimiento del precursor del Mesías.

También aquí los padres son estériles: así se ve siempre más claro que es Dios el protagonista de nuestra historia de salvación. El hijo de Zacarías e Isabel se llamará Juan, llenará de alegría a todos, también estará consagrado por el nazireato (no beberá vino, por ejemplo), estará lleno del Espíritu y convertirá a muchos israelitas al Señor. Será el precursor de Jesús. En el anuncio del ángel se describe muy bien esta misión: «irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto».

3.- a) Es Dios quien salva, también hoy. No debemos fiarnos de nuestras propias fuerzas: ni de las físicas como las de Sansón ni de las intelectuales o espirituales, si creemos tenerlas. Cuando Sansón se independizó de Dios perdió su fuerza. El Bautista nunca se creyó el Salvador, sino sólo la voz que le proclamaba cercano y presente.

Nuestra actitud en vísperas de la celebración navideña es la de una humilde confianza.

Como Dios escuchó la oración de aquella buena mujer israelita y le concedió un hijo que fue decisivo para la liberación de Israel, como se fijó en aquel buen matrimonio de ancianos, Isabel y Zacarías, para hacerlos padres del profeta precursor de Jesús: así se fija en nosotros, escucha nuestra oración, nos llena de su alegría y además nos llama a ser colaboradores suyos en la gracia salvadora de esta Navidad para con los demás, siendo evangelizadores del Salvador y liberadores de los males de este mundo en que vivimos.

b) Cada uno colabora con las cualidades que tiene, pocas o muchas. No todos seremos héroes forzudos. No todos tendremos el cargo sacerdotal del incienso en el Templo de Jerusalén. Dios puede hacer brotar la salvación de un tronco seco o de un matrimonio estéril o de una persona sin cultura. Lo importante es que pongamos lo que podemos y sabemos al servicio de Dios, y así contribuyamos a que la Navidad sea un tiempo de gracia para nosotros y para nuestra familia, comunidad o parroquia.

Lo podemos hacer si ayudamos a que sucedan este año y entre nosotros las señales que el ángel describía: si hay más alegría en nuestro entorno, si preparamos los caminos al Señor, si hacemos que haya reconciliación entre padres e hijos, si colaboramos a que las personas sean más sensatas…

c) Antes de ir a comulgar, en cada misa, se nos invita a un gesto de reconciliación con los demás. Era también uno de los signos que según el ángel iban a preceder a la venida del Salvador: la reconciliación de padres e hijos. Hoy este gesto preparatorio de la comunión puede tener un sentido especial de preparación antes de la celebración de la Navidad.

O Radix Iesse
«Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más»

Jesé fue el padre de David. Por tanto «la raíz o el renuevo de Jesé» es la descendencia de la familia de David. El padre de Jesús, José, era de la familia de David, como se había anunciado que seria el Mesías.

Pablo ve en este anuncio la universalidad del reinado de Cristo: «Como dice Isaías (11,1.10), aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre las naciones. En él pondrán los gentiles su esperanza» (Rm 15,12).

Nosotros también deseamos que venga a liberarnos de nuestros males.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

La gloria del Señor los envolvió de claridad

Nuestro tiempo rezuma miedo por todas partes. Echar un ojo a los medios, radios, diarios, televisiones, digitales y redes, nos deja entrever que el miedo, la angustia, campan a sus anchas por nuestro mundo. Todo son amenazas de oscuridad, avisos de desgracias. Se nos dice que todo puede ser peor, que nada marcha bien, que todo está mal. Noticias de guerras, muerte y violencia. De crisis, de desesperación, de angustia y de tristeza. Hay abusos, opresión, manipulación e injusticias. La muerte nos rodea. La frustración. El malestar. Todo eso golpea nuestro tiempo. Como en la historia tantas veces ha sido.

El profeta Isaías escribe en medio del destierro y el exilio de Israel en Babilonia, pero – y he ahí una clave fundamental de la condición humana- no quiere transigir con las tinieblas de la desesperación. Hay algo constante en la vida humana por la que, aunque caminamos siempre rodeados de sombras, con la amenaza de la muerte, nos resistimos a las tinieblas. A que eso sea todo. Hay una voz profunda en el corazón humano que se levanta contra la tristeza, la desesperación y la injusticia. Hay una negativa profunda a la oscuridad, que se resiste a normalizar la agresión, el abuso o la violencia. Así no puede ser. Así no debería ser. Siempre cabe la posibilidad de que eso cambie. No está el ser humano hecho para vivir en medio de la oscuridad. El hombre está hecho para el bien, la alegría, la justicia y la luz. Aunque nos choquemos con el muro de la oscuridad, nos resistimos a que sea eso el último factor real de la existencia.

Isaías alimenta esa esperanza, aunque con la humildad, la honestidad y la sabiduría de los hombres sabios, reconoce que el ser humano por sus solas fuerzas no puede acabar con la oscuridad del mundo. Que necesita que la salvación le llegue. En su fe, la fe de un Dios que ha salvado a Israel ya en otras ocasiones, confía en que Dios volverá a salvarlo, y proféticamente anuncia que un niño traerá esa salvación. Es aquí, probablemente, ese niño un símbolo de vida futura, de esa esperanza. Es aún una esperanza y una promesa inmanente que el Dios trascendente despertará, por la que acabará el destierro y por la que el reino de David se restaurará. Una promesa inmanente, con la fe que tan sólo Dios puede darle al hombre lo que anhela…

Lo realmente fascinante de una noche como esta es la narración de Lucas que nos dice que esa esperanza irrumpe en la historia, en un tiempo concreto, real e histórico. Que Dios trae directamente la luz al hombre y que no es un mero mito, ni un deseo espiritualoide que nunca se completa. En la realidad concreta de tiempos de Augusto y Cirino, en los lugares físicos concretos y reales de la Palestina del siglo I, en medio de una familia concreta y particular, con sus nombres y su pasado y su presente, ante unos testigos y con unas pruebas concretas, esa promesa de Dios de darle cumplimiento a la esperanza del hombre de salvación, plenitud y sentido, se hace real.

Y de un modo inesperado, pues no es otro profeta el que trae el mensaje de un Dios lejano a los seres humanos, ni un rey glorioso que venza el mal, sino que en este niño el mismo Dios viene a cumplir su promesa. Se conecta así lo inmanente y lo trascendente, Dios y el hombre, la gloria y el tiempo. Por eso los ángeles y los cielos y la gloria que llena esta noche. Por eso las maravillas y portentos. La promesa de la plenitud del hombre, de la esperanza frente a la desesperación, de la luz y la belleza frente a la oscuridad, de la alegría y el gozo frente a la angustia y la tristeza, de la libertad frente a la opresión, de la justicia frente al abuso, y la paz frente a la agresión y la violencia, se hacen realidad hoy.

Por eso con el salmista podemos gritar de alegría y de gozo que hoy nos ha nacido un Salvador. Que ese niño en un pesebre, envuelto en pañales, sin sitio en la posada, en ese niño se cumple la promesa de Dios con la humanidad que ésta ha intuido en la esperanza frente a la oscuridad.

Ese niño que crecerá y vivirá, y enseñará, y se entregará hasta la muerte por amor para salvarnos, es la misma esperanza hecha carne.

Pero no nos olvidemos, Pablo en su carta a Tito lo recuerda, la salvación exige también del hombre. No nos salvará Dios sin nosotros mismos. Hay trascendencia en la inmanencia, y mística y misterio en la Encarnación y la salvación, esa es la parte de Dios, pero al ser humano se le exige también algo. Pablo lo dice. El misterio de la Navidad nos exige dos cosas: una vida distinta frente al mundo superficial y egoísta, es decir, vivir en la luz frente a la oscuridad; pero también nos exige paciencia para los tiempos de Dios frente al tiempo del hombre.

El tiempo es todo lo que tenemos y toca vivirlo de modo adecuado a lo que el hombre es. Una vida en el tiempo que se llene de honestidad, bondad, justicia, esperanza… y de paciencia. Lo escatológico de fines y esperas de venidas en gloria y majestad de Dios a la tierra, como hemos pedido en el Adviento, está muy presente en Pablo, pero como de ese misterio no sabemos el día ni la hora, Pablo nos recuerda que algo sí podemos hacer mientras. Vivir desde el amor y vivir en la paciente espera con Dios.

En ello late la idea y la conciencia de que el Reino de Dios se va haciendo poco a poco, que va dando pasos de justicia y de amor entre los hombres, pero también que siempre, aquí, donde conviven luz y oscuridad, será imperfecto. El más allá será la plenitud, pero eso no quiere decir que en el aquí y el ahora no se puedan dar pasos para construir algo de los anhelos del hombre.

El niño que nace hoy nos trae la esperanza de la luz y de la salvación. También, obviamente, para nuestro mundo de hoy, de oscuridad y calamidades y amenazas y desesperación. Ese niño que hoy nos nace viene para recordarnos que la esperanza es posible. Viene para volver a traernos la esperanza que tanto necesitamos. El niño que hoy nace es de nuevo una invitación a la humanidad a cambiar su vida, a alimentar la luz y la esperanza y la bondad frente a la oscuridad y la injusticia y la violencia. Pero es también una prueba de que la promesa de Dios es real y se cumple. Que la luz y el bien y la belleza y la justicia y la vida vencen a cualquier oscuridad y cualquier miedo. Que la muerte no tiene la última palabra.

Fray Vicente Niño Orti

Lc 2, 1-14 (Evangelio Misa de Medianoche)

1ª) ¡El nacimiento de Jesús en medio de la historia: Dios realmente entre los hombres, entre los pobres!

Salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero…. Historia y proyecto de Dios. La Escritura nos invita a contemplar siempre el proyecto de Dios inmerso en la historia de los hombres. No permite la huida de esta historia, aunque parezca desconcertante. Esta es la característica de la fe cristiana que es histórica, es decir, que contempla a un Dios transcendente y poderoso acomodándose pedagógicamente al desarrollo de la historia para realizar su proyecto salvador en favor de los hombres. Y el acontecimiento central de esta historia de la salvación, como no podía ser de otro modo, se realiza también en un marco histórico concreto y desconcertante. Por mandato de un emperador, usurpador e invasor del país del pueblo de Dios, el Mesías va a nacer en Belén. Dios actúa así. La grave tentación de nuestro mundo es la huída a no sabe dónde. El hombre intenta huir, alejarse de la historia real, porque sospecha, intuye o experimente que en el marco de la historia todo es paradójico y desconcertante. Y el creyente está asaltado por esa misma tentación. La realidad y el mensaje de esta Noche santa le invita con urgencia a tomar en serio el marco histórico en que le ha tocado vivir. Pablo nos invita a redimir el tiempo y el espacio. Esa es nuestra tarea: hacer de esta desconcertante y escandalosa historia una historia de la salvación en todos los ámbitos en que se desenvuelven nuestras vidas.

2ª) ¡Desconcertante y esperanzador mensaje: os traigo una gran alegría para todo el pueblo!

No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Son un relato de anunciación, una revelación. Cuando se hace presente Dios por medio de sus mensajeros, los receptores siempre sienten temor y espanto ante lo inesperado y lo divino. Pero lo importante es el mensaje que se quiere revelar. Es necesario saborear todo el sentido que el Espíritu Santo nos ofrece a través del evangelista. Estos títulos aplicados a Jesús los reveló el Espíritu a la Iglesia después de la Pascua. Pero ahora se anticipan a la Infancia para revelarnos la hondura de la presencia de Dios en aquel marco tan sumamente austero y simple. ¡Dios es así! estamos saboreando la Navidad desde la Pascua y el don del Espíritu. Y esto es la gran Buena Noticia que el mundo necesita. Debemos prestar hoy especial cuidado al actualizar este acontecimiento. Lo estamos reviviendo desde el misterio pascual. Eso significa para el creyente un compromiso serio frente a la historia que vive. En la Pascua se produjo la gran liberación, para que en la Navidad celebrada hoy se realice de nuevo. No celebraremos bien la Navidad si no se rompe a nuestro alrededor algún lazo esclavizador que imposibilita la verdadera comunión en la familia, en el trabajo, en nuestros compromisos sociales.

3ª) ¡Gloria y paz!

Una legión del ejército celestial alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. En el lenguaje de la Biblia la «gloria» designa la automanifestación gloriosa de Dios. La gloria se manifiesta en la creación, pero sobre todo en la historia de la salvación (grandes gestas de Dios). Al fin de los tiempos se espera una manifestación definitiva de la «gloria» mediante la salvación de Israel. Esta Noche, como la de Pascua, son apropiadas para recordar, experimentar, proclamar, y recibir la gloria de Dios. Gloria y paz. La paz es el bienestar en el más amplio sentido de la palabra, la dicha, la salud corporal, la tranquilidad, el entendimiento pacífico entre los pueblos y los hombres, la salvación entendida como una realidad estable. Se participa a la vez en la paz y en los dones salvíficos. La Escritura testimonia que en estrecha relación con la paz se encuentra la justicia sin la cual aquella es imposible. La gloria y la paz están estrechamente vinculadas entre sí y con el plan salvador de Dios, de tal manera que la paz es la síntesis y la suma de todos los bienes salvíficos que Dios ofrece gratuitamente al hombre y en cuya recepción y proclamación se manifiesta la gloria de Dios. El profeta Isaías proclamaba: Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas. No alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra (Is 2,4). Esta palabra nos urge hoy a educarnos para la paz y no para la guerra. Los acontecimientos que se agolpan parecen desmentir este proyecto amoroso de Dios. Las naciones se preparan cada vez más para la guerra. Pero la verdadera paz no se construye sólo desde arriba. El edificio de la paz se comienza a construir desde abajo: nuestra propia intimidad y nuestra comunión con el Príncipe de la paz hasta alcanzar a las múltiples relaciones sociales y humanas. La paz es muy frágil y muy necesaria para los hombres. ¡Así se celebra bien el Nacimiento del Príncipe de la paz! Los creyentes debemos, esta Noche, asumir gozosamente la misión de hacer sensible y tangible al mundo la gloria de Dios respondiendo a su proyecto salvador y asumiendo el compromiso de llevarlo a los demás mediante la construcción de la paz. Dichosos los que promueven la paz porque ellos son hijos de Dios (Mt 5,9). Es el resultado del misterio pascual de Cristo: Por medio de él quiso reconciliar consigo todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra, trayendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz (Cl 1,20).

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Tit 2, 11-14 (2ª lectura Misa de Medianoche)

1ª) ¡Dios ofrece gratuitamente la salvación a todos los hombres!

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres. Toda la Escritura, desde la primera promesa de salvación (Gn 3,15) pasando por la promesa hecha a Abrahán (Gn 12,1ss) y realizada en plenitud en Jesucristo es una proclamación del proyecto universal de Dios en favor de todos los hombres de todos los tiempos. Dios no tiene acepción de personas, no excluye a nadie del banquete festivo de su Reino. Y se ha cumplido con la Encarnación de Jesucristo, consumado plenamente en el misterio pascual. Esta oferta de Dios tiene consecuencias concretas y exigentes. Si este el proyecto de Dios, el Padre de todos, todos los creyentes han de ir por el mundo proclamando con sus vidas esta realidad. Es necesario romper fronteras y derribar obstáculos que surgen por todas partes. Hoy experimentamos a todos los niveles la grave realidad de los racismos y discriminaciones de todo género. Navidad es la realización del recorrido de Dios (infinito) al hombre finito. Y es una invitación urgente a que todos realicemos el recorrido que va de mí a mi hermano y de mi hermano a mí.

2ª) ¡La gratuidad de Dios exige una respuesta convincente!

Llevar desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos… Para prepararse un pueblo dedicado a las buenas obras. El autor de la Carta a Tito se encuentra en un momento en el que los cristianos parecen perder el primer frescor del evangelio. La Iglesia en aquellos momentos padece crisis muy alarmantes tanto en el ámbito doctrinal como práctico. El autor de esta carta se ve en la obligación pastoral de llamar al atención. Ciertamente Dios ha puesto toda la creación al servicio del hombre, de todos los hombres. Hoy se nos invita a vivir en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad. La utilización de todos los bienes de la naturaleza y de todos los recursos exige la justa distribución de los mismos. Navidad debería ser un momento privilegiado para que los creyentes reflexionasen sobre su actuación en todos los ámbitos: laboral, nacional e internacional para comprobar qué hemos hecho y qué estamos haciendo con los bienes que son de todos. La contemplación de la escena de Belén plantea graves y urgentes interrogantes y está clamando por profundas y serias actuaciones de los discípulos de Jesús.

3ª) ¡El proyecto de Dios sobre los hombres es único en sus etapas!

Aguardamos la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. El misterio que celebramos esta noche nos invita a dirigir la mirada en tres direcciones: futuro, presente y pasado. El futuro de la vuelta gloriosa del Señor es un acicate para el presente de la historia de la salvación que se apoya en el pasado de las maravillas de Dios que ahora actualizamos. La Escritura nos urge a vivir aquel pasado como un «recuerdo», es decir, una actualización y presencialización de lo que aquello significó y sigue significando. Esta noche santa, que no debe esfumarse en una inoperante memorización, debe urgir al creyente a contemplar reposadamente aquel acontecimiento y por qué se ha producido. En silencio junto a José y María es necesario y urgente meditar en lo sucedido. Dios, infinitamente rico, pobre. Dios, infinitamente santo, asume la naturaleza humana menos en el pecado. Algo debería cambiar en nuestra vida.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 9, 2-7 (1ª lectura Misa de Medianoche)

1ª) ¡Dios es la luz de los hombres que disipa las tinieblas!

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. El binomio luz-tinieblas está presente en toda la historia de la salvación. En los orígenes las tinieblas lo invadían todo. La intervención creadora de Dios con su Palabra y con su Espíritu será una victoria de la luz sobre las tinieblas. Todo el universo brillaba con luz esplendorosa… Para tus fieles brillaba una espléndida luz… Cuando un silencio apacible lo envolvía todo, y la noche llegaba a la mitad de su veloz carrera, tu omnipotente palabra se lanzó desde el cielo, desde el trono real, cual implacable guerrero… traía como aguda espada un decreto irrevocable (Sb 18,14s). Con el Nacimiento del Mesías se tiende un puente entre la tinieblas y la luz. En adelante el hombre podrá vivir siempre en la luz. Nuestro mundo actual necesita de la luz como en pocas etapas de la historia. De la luz que viene de Dios y que alcanza a la vida humana en todos sus niveles. Los creyentes somos invitados esta noche a dejarnos empapar de la luz del Mesías que se nos regala y luego ser lámparas encendidas a nuestro alrededor.

2ª) ¡Dios nos hizo para la felicidad y nos quiere felices!

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia. Una lectura atenta de la Escritura, especialmente del profeta Isaías, nos convencerá de la importancia que la alegría tiene en el plan de Dios. Ya desde la creación nos hizo para la felicidad. Dios que es eterna y plenamente feliz proyectó sobre su creación, especialmente sobre el hombre, esta realidad profunda en que Él vive. La venida del Mesías, que restaurará el plan de Dios no podía estar ajena a esta experiencia de alegría y felicidad. Todos somos conscientes de que vivimos en un mundo muy ruidoso, que acaso ríe a carcajadas. Pero está muy ayuno de la verdadera alegría y felicidad que el profeta entiende ha de ser la proyección visible de la que Dios posee. Los creyentes hemos de ir por el mundo irradiando una alegría (muchas veces incomprensible) que nadie nos puede quitar, porque es la que necesita el mundo que nos rodea. Porque, en palabras de la Doctora Santa Teresa, «un santo (discípulo de Jesús) triste es un triste santo».

3ª) ¡Dios entre los hombres: una promesa desbordante!

Porque un niño nos ha nacido… Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Es una de las más bellas profecías mesiánicas. Utiliza imágenes apropiadas enmarcadas, lógicamente, en el mundo religioso y cultural en el que él vive. Todas estas imágenes y calificativos apuntan y convergen en el gobernante ideal que conduce a su pueblo hacia la paz. Esta palabra, que aparecerá de nuevo a lo largo de este tiempo navideño, engloba según la comprensión bíblica todos los bienes de salvación que Dios ofrece al hombre: desde los más espirituales hasta los más tangibles y experimentables. El mundo cuenta, entre sus tesoros más inapreciables, la presencia siempre actual del Príncipe de la paz que quiere conducirlo hacia ella. Necesitamos tomar más en serio la paz y la equidad en el mundo. En todas sus manifestaciones: la paz íntima del corazón zarandeado por innumerables preocupaciones, en las familias, en la convivencia cotidiana, en las relaciones públicas nacionales o internacionales. La paz que está amenazada por todas partes. Dios es un Dios de paz no de aflicción.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – 19 de diciembre

La esterilidad de Zacarías

¿Cómo podría Zacarías no confiar en las palabras de Dios? Después de todo, tanto él como su esposa pertenecían a una larga línea de sacerdotes. Seguramente, estaba bien educado en la fe y en la larga historia de las intervenciones de Dios en la historia. Además, era un hombre casado con la posibilidad de concebir naturalmente un hijo, aunque no fuera probable a su edad. Además, Dios le habla en el Santuario, donde la presencia de Dios está garantizada. Mira a Manoa, un hombre común y corriente, sin pretensiones académicas: ¡sin embargo, simplemente cree en la visión que tuvo su esposa! La verdad es que, si Isabel era estéril en el vientre, Zacarías lo era en el alma: su fe era posiblemente más ruido de rutina que sustancia. En la aptitud de las cosas debía permanecer en silencio, reflexionando en su corazón, para que su fe madurara y naciera: durante el mismo tiempo que tardó el bebé en madurar en el vientre de Isabel.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – 19 de diciembre

Hoy es 19 de diciembre.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 1, 5-25):

Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

Estamos a las puertas de la fiesta del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Es un nacimiento especial. Su madre es María que lo concebirá sin concurso de varón, pero con la intervención del Espíritu. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios”.

El relato evangélico de hoy nos relata los prolegómenos extraordinarios del nacimiento de Juan el Bautista. El ángel Gabriel comunica a Zacarías el nacimiento de un hijo. Algo de lo que Zacarías se atreve a dudar, y así se lo dice al ángel: “¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada”. Como consecuencia de su duda, Zacarías quedará mudo hasta el nacimiento de su hijo Juan, que va a ser el precursor de Jesús, el que le anuncie como el Mesías, al que debemos hacer caso. 

Es verdad, la concepción de Jesús y de Juan tienen un carácter extraordinario, y el nacimiento de Jesús va seguir siendo extraordinario, al nacer en una cuadra y tener que ser recostado en un pesebre. Tenemos un Dios sorprendente, al que debemos escuchar siempre para captar la verdad que quiere comunicarnos.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – 19 de diciembre

19 de DICIEMBRE, feria

Misa de feria – 19 de diciembre (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias, Prefacio II o IV de Adviento.

Leccionario: Vol. II

  • Jue 13, 2-7. 24-25a. El nacimiento de Sansón fue anunciado por el ángel.
  • Sal 70. Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
  • Lc 1, 5-25. Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista.

Antífona de entrada Cf. Heb 10, 37
El que viene llegará sin retraso y ya no habrá temor en nuestra tierra, porque él es nuestro Salvador.

Monición de entrada y acto penitencial
Dios está con nosotros. Dios está en medio de nosotros. En Jesús, Dios es uno de nosotros. Dios en forma humana vive en medio de nosotros y viene para hacernos real y plenamente humanos en el modo que Dios se propuso; y quiere que seamos total y perfectamente humanos.
Aquí está Jesús, nuestro modelo de profunda humanidad. Solamente tenemos que mirarle y dejar que él nos modele y nos forme con su Espíritu. Entonces nosotros también seremos completa y totalmente hijos e hijas de nuestro Dios bondadoso. Éste es el formidable mensaje de hoy. — Percibamos a Jesús aquí en medio de nosotros. Que su palabra y su eucaristía nos transformen, y que lleguemos a ser carne de su carne y sangre de su sangre.

• Señor Jesús, tú eres el prometido Emanuel, Nuestro Dios-con-Nosotros. Señor, ten piedad.
• Cristo Jesús, tú eres nuestro Salvador. Tú vienes a salvarnos de nuestros pecados. Cristo, ten piedad.
• Señor Jesús, tú eres uno de nosotros, plenamente humano, para hacernos a nosotros completamente humanos e hijos e hijas de Dios. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
que has querido revelar al mundo
el resplandor de tu gloria por el parto de la Virgen santa,
concédenos proclamar con fe íntegra
y celebrar con piedad sincera
el gran misterio de la Encarnación.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Nuestro Dios y Salvador oye los gritos de su pueblo. Confiémosle todos nuestros anhelos y a todos nuestros seres queridos, amados también por él. Y digámosle: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo.

1.- Por una fe más profunda en el Hijo de Dios, que se hizo hombre para traer luz a todos los que buscan en la oscuridad, roguemos al Señor: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo.

2.- Por la paz y reconciliación en el mundo en general, y en nuestros propios pequeños mundos en particular, roguemos al Señor: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo. 

3.- Para que haya más respeto y atención hacia hermanos que precisan ayuda en su necesidad, y una mayor preocupación por los que sufren, roguemos al Señor: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo.

4.- Pidiendo luz y sabiduría para los líderes de las naciones, para que todos sus subordinados alcancen una participación equitativa en los dones de la creación de Dios, roguemos al Señor: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo.

5.- Por los padres que esperan un hijo o hija, para que protejan con calor y cariño la nueva vida, y para que experimenten y transmitan el amor de Dios para con sus hijos, roguemos al Señor: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo.

6.- Y por nosotros mismos en nuestras comunidades cristianas, para que seamos amables unos con otros, como Dios es bondadoso y amable con nosotros, roguemos al Señor: R/ Ven, Señor, y visita a tu pueblo.

Oh Dios y Salvador nuestro, danos como sumo don a tu Hijo Jesús. En él se verán cumplidas todas nuestras expectaciones, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, mira con bondad las ofrendas
que presentamos sobre tu altar
y consagra con tu poder lo que nuestra debilidad te presenta.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II o IV de Adviento

Antífona de comunión Lc 1, 78-79
Nos visitará el Sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso,
sé propicio con nosotros
y, al darte gracias por los dones recibidos,
haz que de tal modo deseemos los que están por llegar,
que recibamos con el corazón purificado
el nacimiento admirable de nuestro Salvador.
El, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Bendición solemne
— Dios todopoderoso y rico en misericordia,
por su Hijo Jesucristo,
cuya venida en carne creéis y cuyo retorno glorioso esperáis,
en la celebración de los misterios del Adviento,
os ilumine y os llene de sus bendiciones.

  • Dios os mantenga durante esta vida firmes en la fe,
    alegres por la esperanza
    y diligentes en el amor.
  • Y así,
    los que ahora os alegráis por el próximo nacimiento de nuestro Redentor,
    cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria
    recibáis el premio de la vida eterna.

— Y la bendición de Dios todopoderoso…