Lectio Divina – 22 de diciembre

El Señor ha puesto sus ojos en su sierva y desde ahora será dichosa.

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 1, versículos 46 al 56:

Dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.

Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

La respuesta de María al saludo de Isabel, que tradicionalmente conocemos con el nombre de Magníficat, es un salmo de acción de gracias compuesto de citas del Antiguo Testamento, en el que se canta la gratitud de María y la de todo el pueblo de Dios por el cumplimiento de las promesas divinas.

Meditación:

A unos días de la Navidad, podemos contemplar este Evangelio con gran estupor. Jesús está a punto de venir a nuestras almas. Como hace dos mil años, el 24 en la noche, entrará a la pobre cueva de nuestro corazón, a la pobre cueva del corazón humano. ¡Qué es el hombre para que el mismo Dios venga a habitar a su casa! O como María dice «porque puso los ojos en la humildad de su esclava».

Y esta llegada del Señor nos ha de llenar de alegría. ¡Dios viene a mi alma! «mi espíritu se llena de júbilo». Pensemos en los pastores que llegaron a la cueva de Belén, a ellos también los escogió el Señor, no eran los más ilustres de Israel, ni los más poderosos. Pero el Señor los llamó, los miró y ellos se llenaron de alegría. No tenían mucho, pero pusieron a los pies de Jesús todo lo que tenían. Unos, leche, otros, queso, otros, pan, otros, miel… Cada uno dio lo que tenía, con alegría y con amor.

Y al llegar al final del adviento y a las puertas de la Navidad, podemos comenzar a preocuparnos y a pensar que no estamos preparados. Seguramente pensamos que no hemos trabajado lo suficiente en las semanas del adviento y quisiéramos darle un poco más al Niño Jesús. Pero el Señor nos mira y quiere entrar a nuestro corazón. Él sabe que no estamos preparados y conoce nuestra pobreza. Y lo único que nos pide es que le demos todo, nuestra misma pobreza.

Por eso las Navidades son un periodo de alegría y de gratitud. Jesús viene a nuestros pobres corazones para estar con nosotros. Abrámosle las puertas del corazón y llenémonos de gozo.

Oración:

Muéstranos, Señor, tu poder y ven a nosotros, para que por tu protección nos veamos libres de los peligros que nos amenazan a causa del pecado, y con tu poder, concédenos permanecer siempre en vela aguardando la venida de tu hijo, cumpliendo lo que el mismo autor de nuestra salvación nos enseñó y así poder salir a su encuentro.

Contemplación:

El reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres. Jesús desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres, conoce el hambre, la sed y la privación.

Oración final:

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito:

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Jesús, voy a rezar un rosario para agradecer, con María, el don de la Navidad. Voy a pedir la gracia de estar preparado para recibirte y para vivir estos próximos días navideños con gran alegría.

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En la noche del mundo, Dios, nos envía una luz: Jesús en Belén

1. – Una de las noches más santas y luminosas en el corazón del creyente es la Nochebuena. En familia hemos celebrado el paso de Dios pequeño en el Misterio de esta noche y como familia, en torno al altar, celebramos con toda la emoción que el corazón es capaz de contener el nacimiento de Jesús. Nada ni nadie puede empañar el gran regalo que esta noche nos trae: Dios ha nacido y por eso es Navidad

Nos alegramos porque, como los pastores, hemos escuchado en el valle de nuestras casas y de nuestras familias un gran pregón: ¡hoy en la ciudad de Belén ha nacido el Salvador! ¡Cómo no alegrarnos por la venida de un Niño tan especial! ¡Cómo no asombrarnos ante un cielo que se abre para descender sobre nosotros la paz!

En medio de las vicisitudes y contrariedades, de tantas tinieblas y nubarrones que nos acosan sentimos en esta noche, con el profeta Isaías, que una luz brilla con especial fulgor, belleza y eternidad. Alegría y asombro son dos actitudes que, en el sentimiento de esta noche, no pueden faltar ante la llegada de Dios en Jesús a la tierra. ¿Seremos capaces de alcanzarlas?

2. -Hemos venido en esta noche, delante del pesebre, porque sólo siendo pequeños podemos descubrir la luz y la perla más valiosa de la Navidad.

Hemos venido en esta noche, cuando hasta parece detenerse el ritmo de la tierra, porque en el Portal, Dios, responde a todas nuestras preguntas, mitiga toda prueba y nos tiende su mano para hacer frente a tanta injusticia que nos asola.

Hemos venido en esta noche, y nos postramos ante el Dios humillado, porque si Dios actúa de esta manera, haciéndose niño, es porque nos enseña un nuevo modo de vivir. Cuando uno encuentra a Jesús es capaz de cambiar de arriba abajo, de relativizar pensamientos e ideas, modos y formas.

Hemos venido en esta noche, porque la sagrada escritura, nos sigue haciendo vibrar en lo más hondo de nuestras almas con la misma fuerza que en aquellos pastores sorprendidos en su pobreza pero abiertos sin condiciones al anuncio del Ángel: ¡os ha nacido un Salvador!

3.- La Navidad es la esperanza que Dios da a los que le esperan. Aunque, mañana nuestro mundo siga igual, no lo será de igual manera; habrá hombres y mujeres con los corazones y las vidas traspasados por esta fuerza misteriosa y divina de la Navidad. No todo será igual aunque todo siga igual.

Cuando uno contempla el Verbo Encarnado la alegría se impone frente a la tristeza, el optimismo frente al derrotismo, la luz ante la oscuridad.

Esa es la fuerza de la Navidad: la luz de Dios siempre será más grande que los pequeños cortocircuitos que nos da la vida. La vida que surge en Belén siempre será más inmensa que todos los problemas que nos sacuden.

Esta Nochebuena nos trae esta gran sorpresa: ¡no estamos solos! Dios baja en primera persona y se deja mecer, querer y adorar por todo aquel que cree y profesa que Dios tiene respuestas para el desafío del mundo.

¿Sabes qué es Navidad? Es el regalo que Dios nos da en esta noche: su amor en el rostro de Jesús. Luego, como los pastores, hagamos algo por anunciar el acontecimiento más importante para la humanidad: ¡DIOS EN LA TIERRA! ¡Estamos de enhorabuena! ¡Felicitémonos! ¡Dios en medio de nosotros!

Javier Leoz

Comentario – 22 de diciembre

1.- Las lecturas de hoy nos proponen un paralelo entre el cántico de Ana y el de María.

Las dos mujeres, la del Antiguo y la del Nuevo Testamento, reconocen la intervención de Dios en sus vidas y le dedican una alabanza poética y sentida.

Ana, la esposa de Elcaná, avergonzada por su esterilidad, había pedido insistentemente en su oración poder superar esta afrenta. Vuelve al Templo a dar gracias a Dios por haber sido escuchada, porque ahora es madre de Samuel, que será un personaje importante en la historia de Israel.

El emocionado cántico de Ana lo hemos dicho como salmo responsorial, y es fácil ver cómo las ideas son muy semejantes a las que la Virgen María cantará en su Magnificat: Dios ensalza a los pobres y los humildes, mientras que humilla a los soberbios.

2.- También María, en casa de Isabel, después de escuchar las alabanzas de su prima, prorrumpe en un cántico de admiración, alegría y gratitud a Dios, el Magnificat, que la Iglesia ha seguido cantando generación tras generación hasta nuestros días.

María canta agradecida lo que Dios ha hecho en ella, y sobre todo lo que ha hecho y sigue haciendo por Israel, con el que ella se solidariza plenamente. Le alaba porque «dispersa a los soberbios, derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos».

Esta oración que el evangelista Lucas pone tan acertadamente en labios de María, y que probablemente provenía de la reflexión teológica y orante de la primera comunidad, es un magnífico resumen de la actitud religiosa de Israel en la espera mesiánica, como hemos ido viendo a lo largo del Adviento, y es también la mejor expresión de la fe cristiana ante la historia de salvación que ha llegado a su plenitud con la llegada del Mesías, Salvador y liberador de la humanidad. Jesús, con su clara opción preferencial por los pobres y humildes, por los oprimidos y marginados, es el mejor desarrollo práctico de lo que dice el Magnificat.

Nada extraño que este cántico de María, valiente y lleno de actualidad, por el que manifiestan claramente su admiración Pablo VI en su «Marialis Cultus» (1974) y Juan Pablo II en su «Redemptoris Mater» (1987), se haya convertido en la oración de la Iglesia en camino a lo largo de los siglos, y que lo cantemos cada día en el rezo de Vísperas. La oración de María, la primera creyente de los tiempos mesiánicos, se convierte así en oración de la comunidad de Jesús, admirada por la actuación de Dios en el proceso de la historia.

3.- Saber alabar a Dios, con alegría agradecida, es una de las principales actitudes cristianas. Ana y María nos enseñan a hacerlo desde las circunstancias concretas de sus vidas.

La comunidad cristiana está reaprendiendo ahora a ser una comunidad orante, y en concreto, a orar alabando a Dios, no sólo pidiendo. Muchos salmos de alabanza, y sobre todo la Plegaria Eucarística, la oración central de la Misa, junto con himnos como el Gloria, son expresión de nuestra alabanza ante Dios, imitando así la actitud de María.

María alabó a Dios ante la primera Navidad. Su canto es el mejor resumen de la fe de Abraham y de todos los justos del A.T., el evangelio condensado de la nueva Israel, la Iglesia de Jesús, y el canto de alegría de los humildes de todos los tiempos, de todos los que necesitan la liberación de sus varias opresiones.

La maestra de la espera del Adviento, y de la alegría de la Navidad, es también la maestra de nuestra oración agradecida a Dios, desde la humildad y la confianza. Para que vivamos la Navidad con la convicción de que Dios está presente y actúa en nuestra historia, por desapacible que nos parezca.

Algunos esperan la suerte de la lotería, como remedio a sus males. A los cristianos nos toca cada año la lotería: el Dios-con-nosotros. Si lo sabemos apreciar, crecerá la paz interior y la actitud de esperanza en nosotros. Y brotarán oraciones parecidas al Magnificat de María desde nuestras vidas. Ella será la solista, y nosotros el coro de la alabanza agradecida a Dios Salvador.

O rex gentium 

«Oh Rey de las naciones
y Deseado de los pueblos,
piedra angular de la Iglesia,
que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra» 

Cristo Jesús no sólo es Rey de los judíos, como pusieron en la inscripción de la cruz.

Sino de todos los pueblos.

Su reinado, que es cósmico y humano a la vez, quiere traer paz y reconciliación. Él es la «piedra angular» de la Iglesia (Hch 4,11; 1P 2,4); una piedra angular que «hace de dos pueblos -Israel y los paganos- uno solo» (Ef 2, 14).

El mismo Dios que hizo al hombre del barro de la tierra, es el que ahora le salva por medio de su Hijo, que también ha querido compartir con nosotros la condición y la fragilidad humana, pero que viene a darnos la comunión de vida con Dios.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

El nacimiento de Jesús

1.- No sabemos cuándo exactamente nació Jesús. Durante los primeros trescientos años de la Iglesia los cristianos decían que Jesús había nacido un plenilunio de primavera (lo que nosotros llamamos un «viernes santo») y que, treinta y tantos años después, Jesús había muerto en otro plenilunio de primavera. El relato evangélico que pone a los pastores cuidando bajo el cielo nocturno sus rebaños, presupone que el nacimiento sucedió en un plenilunio de primavera, como lo creían los primeros cristianos. Es el emperador Constantino, en pleno siglo cuarto de la era cristiana, el que cambia la fiesta pagana del nacimiento del sol, en el solsticio de invierno, por la fiesta cristiana del nacimiento de Cristo.

San Francisco de Asís, al comienzo del siglo XIII, es quien crea la costumbre de representar lo ocurrido en Belén, con figuras visibles que plasmen ante el pueblo sencillo lo que es el misterio de la encarnación de Dios con todas sus consecuencias concretas históricas. Es san Francisco de Asís, pues, quien crea los «portales» o «belenes» que estamos tan acostumbrados a ver en nuestras iglesias para estas fechas. Es una catequesis plástica del “icono” de la Navidad.

2.- Hemos visto ese suceso presentado en todas las formas habidas y por haber. De puro conocido se nos pasan por alto puntos esenciales del relato. Los primeros llamados a adorar al Niño fueron unos adultos pobres y pecadores: Los pastores de Belén, que entonces eran tenidos en sospecha como pecadores públicos al no poder cumplir con la Ley de Moisés, porque los pastores iban, con sus rebaños, de un lado a otro. El Salvador que nace, les dice el ángel, es para ellos: Adultos pobres y pecadores. Cristo no nace para los niños, sino para los adultos, para el pueblo oprimido y pobre.

La Navidad no es para los niños. Eso es lo que repite la segunda lectura: Trae la salvación para todos los hombres. ¿Cuáles? Nos responde la primera lectura. Para los hombres que forman parte del pueblo que camina en tinieblas; quebrantó Jesús la vara del opresor que oprimía a ese pueblo.

El Niño-Dios no viene para que los comerciantes hagan negocio, o para que los ricos sean más ricos, o para que los fuertes dejen sentir su fuerza sobre el cuerpo de los débiles. Viene a instalar un reino de justicia, un reino de paz, un reino de amor incondicional, y eso no es cosa de niños. Todo lo contrario: Mientras que nuestros niños vivan esperando que alguien bueno les regale, no esperarán la solución de sus problemas por medio del trabajo.

No es que los habitantes de Belén fueran más duros o más malos que lo normal. Como María y José, los parientes de los betlemitas habían ido a Belén a inscribirse en el censo mandado, y las casas estaban verdaderamente llenas. Pero, ¿qué hubieran hecho si hubieran sabido que quien iba a nacer esa noche era nada menos que «Dios-hecho-carne»?

3.- Eso es lo tremendamente comprometedor de la Encarnación. Por ella, Dios se ha hecho una sola cosa con el ser humano y lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre. El Dios-Niño es un regalo. Esa es la gran revelación, el gran anuncio. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo”. El Niño-Dios que ha nacido es la visibilización del amor de Dios. En él iremos descubriendo todo el misterio de Dios. El rostro invisible de Dios en Cristo se nos ira dibujando. ¡Y qué retrato!

Cristo nos trae la salvación de Dios haciéndose una sola carne con nosotros. Cristo nos trae la sonrisa de Dios, el rostro iluminado de Dios hacia el hombre. Cristo nos trae la generosidad de dios. Cristo nos trae el perdón y la paz, y la gracia de dios.

Dios se hace carne en la carne de un pobre, de un obrero. ¿Quién espera la salvación de manos de quienes trabajan con sus manos? Lo que ocurre en el vientre de María, lo que ocurre en Belén en el nacimiento de Jesús es lo que ocurre, según nuestra teología, con cada Eucaristía en la que participamos: Cristo se hace carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. ¿Tiene nuestra Eucaristía consecuencias comprometedoras o sólo consecuencias emocionales y superficiales?

4.- Para censarse nadie va al lugar en donde nació, sino que en donde uno es censado dice en qué lugar nació. Al evangelista no le interesaba prioritariamente la coherencia histórica, sino el sentido teológico, decirnos que Jesús es el descendiente-heredero de David anunciado desde antiguo y esperado por el pueblo que El es el salvador del pueblo, el Cristo, el ungido, el Mesías.

El que los ángeles aparezcan conmovidos por una gran alegría es la forma bíblica de decirnos que la presencia del Mesías conmociona a la creación entera (se decía: lo visible y lo invisible). Eso mismo es lo que quiere decirse en el Apocalipsis cuando se habla de terremoto, de fuego, etc., que hacen posible y deseable una nueva tierra y un nuevo cielo. La mentalidad bíblica no puede ser más clara: nada, ni las estructuras físicas de universo, ni las fuerzas no físicas que no conocemos, pueden sustraerse a la presencia y acción del Mesías; El es la levadura de Dios puesta en el seno de la masa-creación, la creación entera debe sufrir dolores de parto hasta ser reengendrada en Cristo.

Antonio Díaz Tortajada

Ha llegado nuestra liberación

1.- A los pastores que velaban por la noche sus rebaños, se les presentó un ángel del Señor, y «les anunció la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor» Apareció enseguida una legión de ángeles que alababa a Dios: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres a quienes Dios ama» (Lucas 2,1. Cantan los ángeles porque hoy es día de gloria en el cielo y el día grande para los hombres, porque hoy Dios se ha desposado con la humanidad en un niño recién nacido a quien su madre contempla y abraza, canta, ríe, llora, adora. Anonadada por ver a su hijo en sus brazos, le rodea con el amor más puro, encendido y tierno que cabe en este mundo con los ojos arrasados en lágrimas de dicha.

2.- Ahora sí que «ha aparecido con claridad la bondad de Dios y su amor al hombre que trae la salvación a todos los hombres» (Tito 2,11). Dios es amor y el amor desea, quiere, busca y consigue el bien del que ama. Dios nos manifiesta su amor infinito en un niño chiquito. «Dios ha derramado copiosamente el Espíritu Santo sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador» (Tit 3,6). Ha sido una lluvia torrencial de amor y de misericordia para limpiarnos de nuestros pecados. «Ya somos herederos de la vida eterna en esperanza» (Tit 3,7). «Él nos pastoreará con el poder de Yahvé». Ya no somos «ciudad abandonada». Hemos sido buscados por Dios por medio de un Niño, que es su Hijo muy amado, a quien hoy ha engendrado (Isaías 62,11).

3. – «Hoy ha brillado una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. Ha amanecido la luz y la alegría para los rectos de corazón» (Salmo 96). Salieron corriendo los pastores después de oír al ángel, que les había anunciado la gran alegría, que sería también para todo el pueblo: «Encontraréis un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre» (Lucas 2,11). Corrían los pastores transfigurados, «envueltos en la claridad de la gloria del Señor», con una felicidad y alegría interior que nunca habían experimentado. «Y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre» (Lucas 2,16). En la gruta oscura ha nacido Dios. En su ciudad él es el Cordero que la ilumina. En la cueva de Belén sólo unas luces rústicas y primitivas apenas consiguen dejar la estancia en penumbra. Pero allí está Dios. Dios que se ha abajado hasta el polvo y el estiércol. Siendo el Camino, no puede andar. Siendo la Verdad, no puede hablar. Siendo la Vida, tiene que recibirla de los pechos de una mujer, María, la bienamada, la llena de gracia, sumergida en el misterio viendo cómo chupa a sus pechos dulces, su leche materna.

5. – Los pastores traen sus regalos y miran absortos. No habían sentido nunca un gozo tan interior y profundo. Nunca han estado tan cerca de Dios, aunque no lo saben, y no quieren perderse la contemplación de aquella maravilla, María les deja que acaricien aquella carita capullo de rosa. Jamás podrán olvidar lo que tienen la suerte de estar viendo. Quedarán marcados toda la vida. Contaban a María y a José lo que los ángeles les habían dicho del Niño, y María se llenaba de asombro y de alegría, y sonreía escuchándoles. «Y María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lucas 2,19).

6.- Dios nos ha amado tanto que se ha hecho tan pequeño. Dios se ha eclipsado en un bebé. Ya no es la zarza que arde…, ni el Sinaí llameante entre el resonar de truenos. Es como si el sol entero se hubiera encerrado en una bombillita. El amor de Dios se ha manifestado más en Belén que en la cruz, porque hay mayor distancia de Dios a hombre, que de hombre a muerto. «Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre es lo más importante que se puede ser» (Ortega). Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre ha sido incrementado. «Cuando Cristo apareció eh brazos de su madre revolucionó al mundo» (Teilhard de Chardin)

Hagamos posible que cuantos celebran la Navidad la comprendan. Para ello, en vez de hacer ternurismo, hagamos teología navideña. No hagamos tópicos más o menos fervorosos. Ni consideremos al hombre como un «superman» casi Dios. Sino consideremos su creaturidad y precariedad, elevada por el amor divino a su propio nivel.

7. – «Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído». Como ellos, nosotros bendigamos y glorifiquemos a la santa Trinidad que ha querido enviarnos a Jesús, Verbo divino encarnado, para hacer su morada entre los hombres, para salvarlos. La salvación ya está en marcha. Abramos nuestro corazón para que la Navidad se prolongue durante toda nuestra peregrinación por esta tierra. Jesús, en seguida, vivo sobre el altar. Venid, adoremos.

Jesús Martí Ballester

Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador

Señor Jesús, hoy te contemplo
como uno de esos niños pequeños,
recién nacidos, con sus ojos cerrados
y un poquito de pelo en la cabeza,
con muy poco peso,
envuelto en unas telas blancas
que abultan más que todo tu cuerpo,
acunado en brazos de tu Madre, María.

A ella la veo contenta,
satisfecha teniendo entre sus manos
ese gran tesoro que eres Tú.
A ella la veo que está enseñándonos,
ofreciéndonos a su Hijo que eres Tú, Jesús.
Ella nos lo muestra y nos lo da.
No se lo guarda sino que lo comparte.

Gracias María por tu disponibilidad.

Viniste al mundo, Señor Jesús,
y lo hiciste desde el principio hasta el fin
como uno más de nosotros.

No tomaste tu venida
como un juego, como un espectáculo
sino que te hiciste totalmente como nosotros
menos en el pecado.

Tú el Salvador, el Mesías, el Señor…
tomas el camino estrecho de la humildad
y del servicio.
¡Qué lección más grande para todos nosotros!
¡Cuánto, Señor Jesús,
nos cuesta entrar por tus caminos!

Y en lo pequeño, en ese niño recién nacido
está el futuro de la humanidad,
la salvación del género humano,
la gran Buena Noticia.
Yo quedo prendado de tanto misterio
y te doy gracias por hacer las cosas a tu manera.
Que nosotros sepamos hacer nuestras cosas
a tu manera, a la manera de hacer de Dios.

Señor Jesús,
ya desde el principio te escoge Dios Padre
los que serán tus compañeros,
tus predilectos:
los pequeños, los marginados…
representados en aquellos pastores.

Una vez más he de decirte, Señor Jesús,
que no dejas de desconcertarnos.
Cada paso que das
es un interrogante para nosotros.

Y para postre cuando Dios nos dice
cual es el signo de su presencia entre nosotros
una vez más nos desconciertas.

Nosotros, seguramente, lo hubiéramos puesto
en algo deslumbrante, luminoso, rico…
y Tú, Padre bueno,
por medio de los ángeles,
les dices a los pastores que el signo de Dios es
la debilidad “envuelto en unos pañales…
recostado en un pesebre”.

O sea que a lo mejor, Señor Jesús,
nos estás diciendo
que también ahora tu presencia entre nosotros
continúa estando en la debilidad.
La debilidad es el señorío de Dios
en este mundo.

¡Qué difícil nos resulta a todos:
seglares, presbíteros, religiosos/as, obispos,
asumir y vivir en carne propia
todas estas cosas, toda esta manera de hacer
que es tan diferente a lo que solemos ver!

El pesebre y la cruz
no deberían ser sólo unos objetos
que situamos en unos lugares
y que tienen su encanto,
sino que deberían ser los signos
de todo un estilo
de vida de los seguidores de Jesús
y de sus comunidades

Gracias, muchas gracias, Señor Jesús
por haber nacido,
por la manera como lo hiciste
y por el fin con que viniste.

Gracias, Señor Jesús.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• El evangelista sitúa a Jesús dentro de la historia humana y nos habla de un censo, de unas personas, de unos lugares y de unas circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús. José y María están de viaje, fuera de casa cumpliendo con unas obligaciones civiles, como todo ciudadano del imperio.

• Jesús, el Hijo de Dios, el Señor de los señores viene al mundo en un ambiente de pobreza, rodeado de pocas cosas pero de un gran amor de María y José.

• María, con sumo cariño y delicadeza, acoge entre sus brazos al que llevó nueve meses en su seno. Aquellos mismos brazos serán, más tarde, los que lo recibirán al bajarlo de la cruz.

• Dios, por medio del ángel entra en escena y pone letra a la música, nos muestra lo que está sucediendo: “De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre»”. (9-12)

• La presencia de Jesús en el mundo es la Buena Noticia para la humanidad. Toda su persona: sus actos y sus palabras serán Buena Noticia y sus seguidores continuamos anunciando la Buena Noticia.

• El que nace, el Niño que está en brazos de su madre o recostado en el pesebre es el Salvador, el Mesías, el Señor. Jesús vino al mundo para salvarnos, así lo vivieron los primeros cristianos y así se expresó Jesús a lo largo de su vida pública. No ha venido para amedrentar, ni para fastidiar a nadie, sino que ha venido para darnos la dignidad de hijos de Dios. Ha venido para darnos la vida de Dios. Ha venido para plantar cara al pecado y a la muerte. Ha venido para darnos la auténtica felicidad.

• Jesús es acompañado por los ángeles, por Dios y por los pastores, por gentes humildes que en aquella época eran poco valorados.

• A esos pastores, a las personas que serán sus primeros compañeros el ángel les da una señal para que lo reconozcan: “Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre»”. (12)

• Todo un símbolo, como la cruz. En ambos estuvo el Salvador. Los dos nos muestran sufrimiento, pobreza, desprendimiento, debilidad. Y nosotros, como contrapunto, buscamos tanto la seguridad. Todo un camino para sus seguidores. ¿No nos está diciendo el relato que Dios se encuentra en la debilidad? ¿Dónde buscamos nosotros la presencia de Dios?

• Los pastores creen en el mensaje de los ángeles, van al encuentro del niño y se convierten en sus mensajeros. (15.17)

• En Navidad no podemos olvidar ni a María ni a José, ambos están presentes y participan directamente en tan gran acontecimiento, especialmente María, que junto con Jesús es la gran protagonista.

• El Plan de Dios, escondido a lo largo de los siglos, da un gran salto y se hace presente en la Historia de la humanidad.

Comentario al evangelio – 22 de diciembre

Himno de Adviento de María

El 15 de agosto, reflexionamos sobre lo poderoso que fue el Magnificat de María. Fue tan potente que sacudió a los poderes terrenales de varios países. He aquí una reflexión de Dietrich Bonhoeffer sobre el poder de su Magnificat:

«El canto de María es el himno de Adviento más antiguo. Es a la vez el más apasionado, el más salvaje, incluso se podría decir que el himno de Adviento más revolucionario que se haya cantado jamás. No es la María dulce, tierna y soñadora que a veces vemos en los cuadros; es la María apasionada, entregada, orgullosa y entusiasta que habla aquí…. Este canto… es un canto duro, fuerte, inexorable, sobre los tronos que se derrumban y los señores de este mundo que se humillan, sobre el poder de Dios y la impotencia de la humanidad. Son los tonos de las mujeres profetas del Antiguo Testamento que ahora cobran vida en la boca de María».

Hoy, compón tu propio Magnificat, dando voz a las maravillas que Dios ha obrado en tu vida.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – 22 de diciembre

Hoy es 22 de diciembre.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 1, 46-56):

En aquel tiempo, dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.

Hoy, María desea que Dios sea grande en el mundo. No tiene miedo de que Dios con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad: si Dios es grande, también nosotros somos grandes. El hecho de que nuestros primeros padres pensaran lo contrario fue el núcleo del pecado original. 

Temían que, si Dios era demasiado grande, quitara algo a su vida. Pensaban que debían apartar a Dios para tener espacio para ellos mismos. Esta ha sido también la gran tentación de la época moderna, de los últimos tres o cuatro siglos. Pero cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final se convierte sólo en el producto de una evolución ciega, del que se puede usar y abusar. Eso es precisamente lo que ha confirmado la experiencia de nuestra época. 

—Apliquemos esto a nuestra vida. Es importante que Dios sea grande entre nosotros, en la vida pública y en la privada.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – 22 de diciembre

22 de DICIEMBRE, feria

Misa de feria – 22 de diciembre (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio II o IV de Adviento.

Leccionario: Vol. II

  • 1Sam 1, 24-28. Ana da gracias por el nacimiento de Samuel.
  • Salmo: 1 Sam 2, 1-8.Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
  • Lc 1, 46-56.El Poderoso ha hecho obras grandes en mí.

Antífona de entrada          Sal 23, 7
Portones, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales: va a entrar el Rey de la gloria.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy vamos a participar en una celebración de acción de gracias al Señor, que hace grandes cosas a favor de la gente humilde que confía en Dios.

• Rey de las naciones y Deseado de los pueblos. Señor, ten piedad.
• Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo. Cristo, ten piedad.
• Ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
que, al ver al hombre caído en la muerte,
quisiste redimirlo con la venida de tu Unigénito,
concede a quienes profesan humildemente la fe en su encarnación
participar también en los bienes del Redentor.
Él, que vive y reina contigo.

Oración de los fieles
Invoquemos confiadamente al Padre, en nombre de Jesús, que viene a traernos la Buena Noticia, y pidámosle que escuche nuestra oración.

1.- Por todas las cosas buenas que hemos experimentado en la vida, pedimos al Señor que acepte nuestra gratitud: R/ Señor, te damos gracias de corazón.

2.- Por todos los que han recibido de Dios muchos dones y talentos, para que, movidos por gratitud, los compartan generosamente con todos. Te rogamos:

3.- Por nuestra fe, por nuestros hermanos y hermanas en nuestras comunidades cristianas, y por la presencia de Cristo entre nosotros, te damos gracias:

Acoge, Padre, las súplicas de tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, confiando en tu bondad,
nos presentamos con ofrendas ante tu santo altar,
para que, purificados por tu gracia,
quedemos limpios en virtud de estos misterios que ahora celebramos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II o IV de Adviento

Antífona de comunión          Lc 1, 46. 49
Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí.

Oración después de la comunión
NOS fortalezca, Señor, la participación en tu sacramento,
para que, acompañados por las buenas obras,
merezcamos salir al encuentro del Salvador que viene
y recibir el premio de las bienaventuranzas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.