Misterio de amor

1.- ¡Feliz Noche!, ¡Feliz Navidad! Son las palabras más repetidas hoy. Para muchos no es la Navidad, sino las «Navidades». Su celebración va unida a las cenas de empresa, la lotería, la cesta, Papá Noel -la esencia de la Navidad según un spot publicitario-, el abeto, las bolas y el espumillón, el aguinaldo, las panderetas y zambombas, el pavo, el champán, el turrón, los mazapanes… El gasto inútil y el desenfreno alcanza cotas inimaginables. ¿Es esto la Navidad? Olvidamos con frecuencia el origen de lo que estamos celebrando. Sólo cuando nuestra mirada se desvía hacia el Belén y vemos al niño sonriendo en su cuna de paja nos damos cuenta de la razón de todo esto.

2.- La clave está en cómo recibimos nosotros la llegada en toda su humildad del Niño-Dios. Toma nuestra condición, «se hace hombre para divinizarnos a nosotros», según San Agustín. Ahora Jesús viene a nosotros y podemos descubrirle en los pobres y necesitados. Muchas veces no le queremos ver cuando llama a nuestra puerta, le rechazamos como fueron también rechazados José y María. Este es el gran drama del hombre: el rechazo de Dios y del hermano. Es significativo ver cómo tuvieron que ir fuera de los muros de la ciudad, cómo los primeros que se dieron cuenta del nacimiento de su hijo fueron los excluidos de aquella época, los pastores, quienes, según Joaquín Jeremías, eran mal vistos porque nunca participaban del culto como los demás y vivían al margen de los demás. O más bien eran ellos marginados por los poderosos. Su trono fue un pesebre, su palacio un establo, su compañía un buey y una mula… ¡Por algo quiso Dios que fuera así!

3.- Hoy María y José siguen llamando a nuestra puerta. He aquí un relato, un cuento que puede ser realidad:

«Estando tranquilamente descansando en mi confortable casa después de un duro día de trabajo, llamó a mi puerta un inmigrante pidiendo ayuda, pero le dije lo que muchas veces se dice:

— ¡Largo de aquí; no me molestes! Aquí no hay sitio para ti. Que te den de comer en tu país.

Más tarde llamó a mi puerta un mendigo pidiendo ayuda, pero le dije lo que muchas veces se dice:

— ¡Largo de aquí; no me molestes! Trabaja para ganarte el pan, como hacemos todos y no vivas del cuento.

Luego llamaron a mi puerta un drogadicto y un alcohólico, pero les dije lo que muchas veces se dice:

— ¡Largo de aquí; no me molestéis! Si estáis así es porque vosotros lo habéis querido. ¡Allá vosotros!

Poco tiempo después llamó a mi puerta un parado pidiendo ayuda, pero le dije lo que muchas veces se dice:

— ¡Largo de aquí; no me molestes! Si no trabajas es porque no quieres.

Finalmente llamó a mi puerta la injusticia, y entró arrolladoramente en mi casa sin yo quererlo, dejándome sin trabajo, sin dinero, sin casa y sin amigos. Desesperado, fui llamando de puerta en puerta pidiendo ayuda, pero siempre recibí la misma respuesta:

–¡Largo de aquí; no me molestes!

Me vi obligado a marchar de mi tierra, y fui vagando de un sitio a otro, recibiendo siempre la misma respuesta:

–¡Largo de aquí; no me molestes!

Descubrí lo hostil que puede llegar a ser el mundo cuando se es un pobre excluido…., alguien que ya no cuenta para nadie. Refugiado en el alcohol, lloré amargamente tirado en un rincón de la calle, y allí quedé dormido sobre unos cartones. Al despertar, para sorpresa mía, me encontré de nuevo bajo el techo de mi confortable casa, acostado sobre mi cama y con mi pijama de siempre, teniendo todo lo que creía haber perdido desde que entró la injusticia en mi casa. ¿Qué había ocurrido? Después de serenarme un poco y recapacitar, me di cuenta de que todo resultó ser una terrible pesadilla, tan real como la vida misma.

De pronto llamó a mi puerta un hambriento pidiendo ayuda, y sin dudarlo, abrí mi puerta para que aquel hombre se sentara en mi mesa y comiera conmigo. Desde ese día decidí no seguir siendo culpable con mi indiferencia, y mi puerta quedó siempre abierta para poder hacer justicia a mis hermanos”.

4.- Dios se acerca al hombre hasta el punto de hacerse uno de ellos. Pero sólo los humildes, los pastores, fueron capaces de descubrirlo. El misterio de la Encarnación, es el misterio del Amor de Dios al hombre. Demos gracias a Dios en este día de Navidad por el Niño-Dios hecho hombre por nosotros.

José María Martín OSA

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