Lectio Divina – San Esteban

San Esteban Protomártir

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu. Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 10, versículos 17 al 22:

Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se está haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina. (Benedicto XVI, 25 de diciembre de 2008)

Meditación:

La historia está llena de creadores de muy diversas doctrinas. Hombres que van llenando los corazones ajenos de promesas. Y así, los conquistan con la promesa de satisfacer un largo elenco de derechos: derecho a esto, a aquello, y a lo de más allá… Son los demagogos.

El profeta, sin embargo, no habla de derechos sino de obligaciones. No enseña en nombre propio sino de Aquel que le ha enviado, Dios mismo. Por eso, no puede dejar de anunciar el mensaje que le ha sido confiado, aunque ello muchas veces le acarree la incomprensión, la prisión o la misma muerte.

Los cristianos por el Bautismo somos también profetas. Somos portadores del Evangelio de Jesucristo en medio del mundo que nos ha tocado vivir. En el hoy de nuestra historia, con sus luces y con sus sombras.

Jesucristo no nos engaña, ni llena nuestro corazón de falsas promesas… “Os entregarán a los tribunales, seréis llevados ante gobernadores y reyes, seréis odiados por causa de mi nombre”. Una misión difícil pero no por ello menos cierta deltriunfo final de Cristo. Tendremos muchas dificultades, nos perseguirán… “pero el que persevere hasta el fin se salvará”.

Oración:

Gracias, Jesús, porque en tu gran misericordia, has querido abajarte a una condición tan pobre como la mía, y por ser el sostén de mis afanes cotidianos. Sé que sin Ti nada puedo, y por esta razón, me acerco a Ti, con un corazón lleno de confianza, a pedirte la fuerza para que pueda llevar con amor y paciencia las contrariedades que me permitas en este día. Jesús, confío en Ti. Sé que desde tu cruz, me ayudarás a ser feliz.

Contemplación:

Poniéndote en la posición de Esteban: ¿has sufrido alguna vez por causa de tu fidelidad al Evangelio? .

La sencillez del pesebre y la dureza del martirio van a la par en la vida de Santos y Santas y en la vida de tantas personas que hoy son perseguidas hasta la muerte por causa de su fidelidad al evangelio. ¿Tú conoces de cerca personas así?

Oración final:

En ti, Yahvé, me cobijo, ¡nunca quedé defraudado! ¡Líbrame conforme a tu justicia, tiende a mí tu oído, date prisa! (Salmo 31, versículos 2 al 3).

Propósito:

Visitaré a Jesús en la Eucaristía y le pediré la gracia de ser su luz en esta semana para las personas que me necesiten.

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La Octava de Navidad

La noche del 24 de diciembre se empieza a celebrar de manera solemne la Natividad del Señor y luego siguen ocho días llamados «Octava de Navidad», que comienza el 25 de diciembre y concluyen el 1 de enero, en los que igualmente se festeja el nacimiento del Niño Dios.

La celebración de la «Octava» tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, en el que los judíos festejaban las grandes fiestas por ocho días.

Asimismo, tal como se lee en el Génesis (17, 9-14), hace muchos siglos Dios hizo una alianza con Abraham y su descendencia cuyo signo es la circuncisión al octavo día después del nacimiento.

En la Octava de Navidad también se celebran:

26 de diciembre: San Esteban, primer mártir del cristianismo y representa a todos los que murieron por Cristo voluntariamente.

27 de diciembre: San Juan Evangelista, el joven y valiente apóstol que permaneció al pie de la cruz con la Virgen María. Es considerado el «discípulo amado» y representa a los que estuvieron dispuestos a morir por Cristo, pero no los mataron.

28 de diciembre: Los Santos inocentes, representan a los que murieron por Cristo sin saberlo y a los millones de bebés que mueren hoy día con el aborto.

Domingo después de Navidad: La Sagrada Familia Modelo para todas las familias y símbolo de la unión de la Santísima Trinidad.

1 de enero: María Madre de Dios. Todos los títulos atribuidos a la Virgen María tienen su raíz en este dogma de fe.

Comentario – San Esteban

Se acabó la poesía de la Navidad. Después de celebrar el nacimiento del Hijo de Dios como hermano nuestro, nos encontramos con el martirio del joven Esteban. Y es que ese Niño que ha nacido en Belén es el mismo que más tarde por fidelidad a su misión, entregará su vida en la Cruz para salvar a la humanidad. Jesús será el primer mártir, testigo del amor de Dios. Esteban será luego el primero entre sus seguidores que le imite en el martirio. 

1.- Esteban es un diácono que la comunidad ha nombrado, junto con otros seis, para cuidar de los aspectos más organizativos y benéficos de su vida. Es de cultura griega. Habla muy bien, se enfrenta con los judíos y les denuncia por su infidelidad: no han sabido reconocer al Mesías que cumple todas las esperanzas del A.T., Jesús de Nazaret. El suyo es un discurso provocativo, que supone la ruptura entre el Israel que no ha querido aceptar a Jesús y el Israel que sí le reconoce como Mesías e Hijo de Dios. Sobre todo se escandalizan cuando Esteban afirma que ve a Jesús de pie a la derecha de Dios.

Esto es lo que le lleva a la muerte. Era muy incómodo su mensaje para los que acababan de deshacerse de Jesús. Le apedrearon hasta la muerte. 

El joven Esteban es un buen imitador de Cristo Jesús. Es «diácono», o sea, servidor de la comunidad, como se definía a sí mismo Jesús: he venido a servir y a dar mi vida por todos. Es mártir, o sea, testigo, hasta la muerte: Jesús fue el primero que dio testimonio de la verdad hasta las últimas consecuencias. A Esteban le acusaron, como a Jesús, de blasfemia contra la ley y el Templo. Le ajusticiaron fuera de la ciudad, como a Jesús, y murió perdonando a sus verdugos, como Cristo en la Cruz. 

Celebramos el martirio de Esteban. Pero para la Iglesia el día de la muerte de un santo es el «dies natalis», el día de su verdadero nacimiento. No andamos lejos de la fiesta de ayer. 

Ahora se trata del nacimiento de Esteban a su vida gloriosa, ya en comunión perfecta con Cristo Jesús. 

2.- Cristo anuncia a sus seguidores que les llevarán a los tribunales. Les perseguirán. Creerán que hacen un acto de culto a Dios eliminándolos. Pero no tienen que temer: el Espíritu es el que les inspirará lo que deben decir. 

Esta página fue escrita cuando ya la comunidad tenía la amarga experiencia de las detenciones y los martirios, por ejemplo de Santiago. Pero la persecución la experimentaron todos: Pedro, los apóstoles, Pablo en sus varios viajes. Y el primero, Esteban. También aquí la Navidad apunta a la Pascua, con su gran decisión de entrega y de cruz, para Cristo y para sus seguidores. 

3.- a) Las consecuencias de la Navidad son inesperadas. De la alegría de Belén y del Dios-con-nosotros pasamos a la seriedad del testimonio de vida por coherencia con la fe. Navidad es algo más que la ternura del Niño entre pajas, acompañado por María y José y el canto de los ángeles. Creer en Jesús y seguirle comporta decisiones y tomas de postura: es signo de contradicción. Jesús lo había anunciado: sus seguidores serán perseguidos. 

b) Esteban es el primero que ha dado testimonio hasta la muerte. A lo largo de la historia, cuántos cristianos han seguido a Cristo en medio de la persecución y las dificultades. Su respuesta ante las dificultades ha sido perseverar dando testimonio de Jesús y de su evangelio hasta la muerte. Que es el testimonio más creíble. 

Hay martirios breves e intensos, como el de Esteban. Hay martirios largos: el testimonio y las dificultades de cada día, a lo largo de años. Tal vez éste es el nuestro. Y hoy se nos invita a no cansarnos de este amor y de esta fidelidad. 

c) ¿Damos nosotros, en nuestra vida, un testimonio así de creíble para los que nos rodean? ¿o nos echamos atrás por cualquier esfuerzo que nos suponga la fe en Cristo? 

Cuando surgen estas dificultades en nuestro camino de seguimiento de Cristo, ¿hacemos nuestras las palabras de confianza del salmo: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», que Esteban hizo propias: «Señor Jesús, recibe mi espíritu»? 

d) ¿Sabemos hacer nuestras sus últimas palabras de perdón? El ejemplo de Esteban que, a imitación del mismo Cristo, muere perdonando, es una lección para nosotros. A nosotros no nos están apedreando físicamente. Pero al cabo de la vida tenemos mil ocasiones para perdonar a nuestros hermanos. Como hemos pedido en la oración del día: «concédenos la gracia de imitar a tu mártir san Esteban, que oró por los verdugos que le daban tormento, para que nosotros aprendamos a amar a nuestros enemigos». 

«Imitando a san Esteban, aprendamos a amar a nuestros enemigos» (oración) 

«A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, sé la roca de mi refugio» (salmo) 

«El que persevere hasta el final, se salvará» (evangelio) 

«Nos salvas por el nacimiento de tu Hijo y nos llenas de júbilo por el triunfo de Esteban» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

María conserva estas cosas, meditándolas en su corazón

Desde el punto de vista litúrgico de los varios aspectos que tiene la celebración de este día, es el de María, Madre de Dios. Es la fiesta más antigua de María en occidente. Como dogma fue definido en el Concilio de Éfeso en el 431. No es precisamente un dogma mariológico, sino cristológico. Pablo VI la recuperó la fiesta y la colocó en este día de la octava de Navidad y primero del año.

En la segunda lectura que hemos proclamado, dirigida a los Gálatas, San Pablo les dice muy claramente, que llegado” la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley”. Indica con toda claridad que Jesús, el hijo de María, nació como todo ser humano que llega a este mundo. El medio para ello es a través de una mujer. Es así verdadero hombre que se identifica con el pueblo de la Promesa al nacer “bajo la Ley”.

El plan salvífico de Dios se hace realidad mediante un hombre, judío, que entra de lleno en la historia humana. Llega para rescatar a todos los que viven de una u otra forma sin libertad. Lo primero que hace es rescatar, redimir, dar la libertad. De este modo nos concede a todo ser humano una nueva dimensión: “la adopción filial”. El hombre ya tiene un nuevo modo de relacionarse con Dios. La fe cristiana no se dirige a Dios como el ser todopoderoso y temible, lo vivimos como “Padre”. Esto se nos concede por el don del Espíritu que se nos ha dado, que es el que ora y confiesa por medio de nuestros labios. Podemos afirmar que si somos hijos, somos también herederos. La gran dignidad del hombre es ser “hijo de Dios”. María es Madre de Dios y Madre nuestra. Y es el mismo Pablo VI quien declaró a María “Madre de la Iglesia”. Madre de la Cabeza, Jesucristo, y Madre de los miembros, todos los bautizados.

San Pablo no cita a María, pero en el evangelio de Lucas hemos leído que los pastores “fueron corriendo” a Belén, y encontraron “a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”. En los planes de Dios los primeros en descubrir su obra salvadora es la gente sencilla, los que saben entender la acción liberadora de Dios, lo que había esperado con ansiedad el pueblo de la Promesa. Los pastores se acercan a Jesús alabando y dando gloria a Dios.

En el relato de Lucas que hemos proclamado hoy en esta celebración, no sólo habla de los pastores. El evangelista deja caer una frase muy expresiva: “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”, y él es el que mejor nos presenta a María, la Madre de Jesús, en su papel de colabora de Dios en la obra de la salvación. Ha dejado llenarse de la Palabra, el Hijo de Dios, hecha carne y ha escuchado con ternura lo que dicen los pastores.

María la Madre de Dios y nuestra, con la mirada puesta en Dios y en los seres humanos, irá tejiendo junto a José, un estilo de vida, que su hijo, Jesús, irá captando y asimilando en su crecimiento ante Dios y los hombres. Así, todos los seguidores de Jesús, formamos la gran familia humana que trabaja por la construcción del Reino en este mundo. Un Reino de Paz. Nuestro lenguaje tendría que ser siempre un lenguaje de paz. Este es el deseo de la lectura de los Números que hemos proclamado en primer lugar:

“El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.

¿Podemos hablar de paz en una casa donde domina la desconfianza, la falta de diálogo, donde hay peleas? ¿Podemos decir que hay paz en una tierra en la que domina la especulación, la ambición la injusticia, el despilfarro…? Si somos hijos de un mismo Padre, ¿tiene sentido que nos sentemos en la mesa Eucarística, invitados por Jesús, y seguir diciendo que somos hermanos, si no somos constructores de paz, base para que se dé la verdadera unidad fraterna?

Que el Señor nos bendiga, nos proteja, ilumine su rostro sobre nosotros a lo largo de este año que hoy iniciamos.

Fr. Manuel Gutiérrez Bandera

Lc 2, 16-21 (Evangelio Santa María, Madre de Dios)

1ª) ¡Los primeros invitados: los pastores!

Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Todos se admiraban de lo que decían los pastores. Los pastores son los primeros que visitan a Jesús en Belén. Habían recibido una revelación de la identidad del Niño que retrotrae la revelación pascual de Jesús como Señor y Mesías (Hch 2,36). De los pastores se tenía entonces una opinión ambivalente y compleja: por una parte recuerdan y son símbolo de la ascendencia davídica (David era pastor y estaba pastoreando cuando fue elegido como rey de Judá y de Israel). Su misma presencia visualiza la descendencia davídica de Jesús. Pero a la vez eran sospechosos de conducta irregular. Eran marginados sociales en su época. Pues bien, esos pastores una vez encontrado a Jesús, se convierten en pregoneros de lo que han visto y oído. Son mensajeros y apóstoles de la Buena Noticia. Esa será la tarea fundamental de los Apóstoles y de la Iglesia. Por eso Lucas retrotrae a la infancia la experiencia pascual de la proclamación de Jesús. Los creyentes somos convocados a proclamar y pregonar por el mundo lo que hemos visto y oído en la experiencia sacramental, en la escucha de la palabra y en la experiencia personal. Sabemos que todo encuentro importante deja una huella imborrable en el espíritu y una urgencia irresistible de comunicarlo. la auténtica experiencia empuja a una sincera y convincente comunicación.

2ª) ¡Actividad meditativa y contemplativa de María!

Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Esta descripción de la actividad interior de María aparece todavía en otra ocasión: con motivo del encuentro de Jesús en el templo (Lc 2,51). Lucas utiliza dos verbos distintos: conservar y meditar (= rumiar, darle vueltas). El primero sugiere la acción de guardar celosamente un tesoro muy valioso en lugar seguro. Corazón significa en la antropología hebrea la intimidad de la persona: entendimiento, voluntad, sede de los sentimientos más nobles del hombre. Guardar celosamente en lo más íntimo de su persona es lo que hace María con todo lo que escucha y observa. Pero además «medita» (rumia y da vueltas) todos los acontecimiento y gestos que se producen alrededor de Jesús. Más tarde los mismos gestos y actitudes de Jesús serán el objeto de su labor de meditación. La misma expresión la encontramos en Génesis 37,11 al hablar de los sueños de José: Jacob meditaba todo esto. El significado correcto parece ser el de «dar vueltas» en el interior a fin de ordenar todos los elementos y encontrarles su sentido. Es la acción de quien quiere entrar y asimilar el misterio. María daba muchas vueltas para entrar en la comprensión de Jesús dada la riqueza de la personalidad del Hijo. Y es una labor que mantuvo toda su vida. Como Jacob, quiere encontrar el sentido de cuanto Jesús hace y dice. María es, madre y maestra, de los discípulos de Jesús inmersos en un mundo poco habituado a escuchar y, todavía menos, la palabra de Dios. Los creyentes han de responder a esta urgencia insustituible de escucha y de búsqueda de sentido en la personalidad de Jesús. Es la respuesta que el mundo necesita.

3ª) ¡Madre de Dios y discípula de Jesús!

Sabemos, por el relato de la anunciación, que María es llamada a cumplir la singular e irrepetible misión de ser la Madre de Dios (Lc 1,35). Es la misión y el don más altos que Dios le concedió. De este don arrancan todos los demás; todas las demás prerrogativas penden de esta central y fundamental. Pero también es necesario dirigir la mirada hacia su respuesta permanente y fiel. Lucas nos recuerda una breve pero entrañable escena del ministerio de Jesús: Una mujer de entre la multitud dijo en voz alta: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron. Pero Jesús dijo: Más bien dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (Lc 11,27-28). San Agustín comentaba: «Ciertamente, cumplió Santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por eso, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo. Por esto María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno… De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la puso por obra; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo… Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno» (Sermón 25,7-8). María fue admirable por los dones recibidos de Dios y es imitable por su profundo y progresivo camino de fe. La verdadera relación con María se podría resumir en cuatro expresiones: conocerla cada vez mejor; imitarla cada vez con más fidelidad; amarla y dejarnos amar por ella con mayor intensidad; venerarla desde el corazón y los gestos visibles. Sólo en la conjunción de las cuatro actitudes estaremos en el camino correcto de nuestra relación con ella. La escucha de la palabra cuenta con una congratulación-bienaventuranza de Jesús. La alegría que proporciona la tarea de llevar la buena noticia no es fácilmente comparable con otras formas de alegría. También nuestro hermanos en la fe necesitan hoy profundizar y madurar sus verdaderas relaciones con María.

4ª) ¡Se llamará Jesús-Salvador-Dios con nosotros!

Y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. A los ocho días cumplen con Jesús un rito habitual entre los judíos desde Abrahán (Gn 15,23-27) como signo de la alianza de Dios con él. En adelante el signo de pertenencia al pueblo de Dios es la aceptación de las cláusulas de la alianza (especialmente del reconocimiento de Dios como único y sólo Dios) y el signo visible de la circuncisión. Y Jesús, que quiso ser uno de tantos y pasar por un hombre cualquiera (Flp 2,7) en todo menos en el pecado (Hb 4,15), comparte y se integra realmente en su pueblo el rito de la circuncisión. Pero en este marco, lo importante es que se le impone el nombre de Jesús como lo había indicado el ángel tanto en la anunciación a María (Lc 1,31) como en la anunciación a José (Mt 1,21). Y Mateo nos da la explicación: porque él salvará a su pueblo de los pecados. Es necesario que la Iglesia aparezca ante el mundo, mediante gestos y palabras, como la servidora de todos, al nivel de todos para llevar el mensaje de Jesús a todos. Nos cuesta mucho a los creyentes esta tarea testimonial. Jesús nos urge y nos indica que este es el camino más eficaz de evangelización. Pero va delante abriendo camino acompaña a los suyos invisible pero permanen-temente.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Gál 4, 4-7 (2ª lectura Santa María, Madre de Dios)

1ª) ¡Dios se hace presente en la historia en su Hijo para revelar a los hombres que son hijos por adopción!

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer… para que recibiéramos el ser hijos por adopción. El pensamiento de Pablo se concentra en la filiación divina. Para conseguirla no es suficiente la observancia de la ley. Era necesario que el propio Hijo de Dios se hiciera hombre para hacernos a todos hijos de Dios por adopción. La Encarnación tendrá como finalidad conseguir para los hombres este don desbordante y totalmente gratuito. Jesús, el Salvador, nació de una mujer, es decir, fue realmente hombre. Pablo no dice expresamente el nombre de María. Ha sorprendido siempre que en todos los escritos paulinos no aparezca el nombre de María. Pero afirma de ella el privilegio y la actuación principal: ser madre de aquel por el cual recibimos el inapreciable don de la filiación. Todos recibimos el don gratuito de la filiación por medio de Jesús, Hijo de Dios y de María. Hoy que proclamamos la maternidad divina de María es una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestra igualdad de hermanos. Es necesario que los creyentes proclamen ante el mundo que para Dios somos todos muy importantes, iguales y realmente hermanos. Y que esto conlleva un serio compromiso y responsabilidad.

2ª) ¡Consuelo y seguridad en el Espíritu Santo que nos garantiza la libertad. Herederos de Dios!

Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá! Padre. Ya no eres esclavo sino hijo. Y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. Escuchamos en el relato evangélico (prólogo del evangelio de San Juan) del Día de Navidad: los que reciben la palabra adquieren el poder-derecho de ser hijos de Dios. Y el propio Juan nos recuerda en otra parte de su evangelio: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad y la verdad os hará libres… El esclavo no permanece para siempre en la casa, mientras que el hijo sí. Por eso, si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres (Jn 8,31-36). Este es el fruto y la consecuencia más importante de la Navidad. El hombre puede con todo derecho dirigirse a Dios como Padre. Pero esta experiencia es inseparable de la presencia y la actuación del Espíritu. Con Él y sólo con Él podemos experimentar y manifestar nuestra conciencia de filiación divina. Crea una relación de entrañable confianza filial. Más tarde, en su ministerio, Jesús nos enseñará a tratar y dirigirnos a Dios con el mismo título y del mismo modo que lo hacía Él. Los hombres necesitan que les descubramos el verdadero rostro de Dios. Dios no es «un algo» que está allá arriba, como muchas gentes piensan y opinan; ni un Dios justiciero, insensible y ajeno a las preocupaciones y problemas de los hombres. Nuestro Dios es cercano, entrañable, lleno y desbordante de noble y serena ternura. Encontrar el verdadero rostro de Dios es urgente.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Núm 6, 22-27 (1ª lectura Santa María, Madre de Dios)

1ª) ¡Abundancia de la bendición de Dios!

El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. Esta primera lectura, centrada en la bendición, orienta la reflexión hacia una realidad muy importante en la tradición bíblica. La bendición, eficaz por sí misma, es entendida como una realidad dinámica y eficaz. Es un tesoro que los patriarcas reciben de Dios. Dios bendijo a nuestros primeros padres (Gn 3), bendijo a Abraham y en él serían benditas todas las naciones (Gn 12). Y esta misma bendición la han de transmitir a la hora de la muerte a los primogénitos como una herencia, como parte central del testamento (Gn 27). Resume todos los bienes y favores que Dios concede a los hombres. La bendición recordará siempre a su pueblo la benevolencia de Dios hacia él. Iluminar el rostro sobre alguien es conceder su benevolencia y la seguridad de su presencia y protección. Para el creyente, Cristo mismo es la bendición. Por tanto, tienen la tarea de llevar al mundo la seguridad del favor divino. Y, en consecuencia, orientar la vida positivamente, con entusiasmo y esperanza.

2ª) ¡Necesitamos el don de la paz!

El Señor se fije en ti y te conceda la paz. La bendición tiene otro elemento importante: es la garantía de la paz de parte de Dios a los hombres. Recordamos que la paz es el resumen de todos los bienes salvíficos que Dios concede a los hombres, y de ella fluye la paz entre los hombres. Una y otra vez aparecen en la Escritura este deseo de paz y la necesidad de la paz. En este momento se conjuntan la bendición y paz. A la vez que la paz está estrechamente relacionada con la promesa hecha por Dios a los hombres. Ya hemos predicado el día de Navidad de este precioso don de la paz, porque era el canto de los ángeles en la aparición reveladora a los pastores. Hoy, que civilmente comenzamos un nuevo año, es necesario pedir a Dios su bendición que cuaja especialmente en la paz. Y unirnos a toda la Iglesia, y a todos los hombres de buena voluntad, que oran por la paz de un modo especial, ya que hoy es la jornada por la paz del mundo, comenzando por promover la paz en los ámbitos en que se desarrolla nuestra vida.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – San Esteban

Una revolución copernicana

En el relato de la muerte de Esteban -el protomártir de la Iglesia- hay un momento extraordinario (que, por cierto, se omite en la primera lectura de hoy, pero que debemos considerar). El versículo 60 nos dice que Esteban murió pidiendo a Dios de rodillas que perdonara a sus asesinos. Esto fue extraordinario, porque hasta entonces ninguna figura del Antiguo Testamento lo había hecho. Incluso el último profeta asesinado en el AT, Zacarías, murió maldiciendo a sus enemigos (cf. 2 Cr 24:22; Lc 11: 50-51). ¿Qué provocó ese 0cambio copernicano en Esteban, y después en todos los mártires de la Iglesia que hicieran lo mismo? Nada más que la gracia del Crucificado, que modeló para todo el mundo cómo afrontar el mal humano con las fuerzas del amor. «Mártir» significa «testigo»: testigo de esta revolución del amor que Cristo llevó a cabo. Como prometió Jesús, en esos momentos, es el propio Espíritu Santo quien da testimonio de Cristo, a través de ellos.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – San Esteban

Hoy celebramos la memoria de san Esteban.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 10, 17-22):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de su primer mártir, el diácono san Esteban. El Evangelio, a veces, parece desconcertante. Ayer nos transmitía sentimientos de gozo y de alegría por el nacimiento del Niño Jesús: «Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). Hoy parece como si nos quisiera poner sobre aviso ante los peligros: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán» (Mt 10,17). Es que aquellos que quieran ser testimonios, como los pastores en la alegría del nacimiento, han de ser también valientes como Esteban en el momento de proclamar la Muerte y Resurrección de aquel Niño que tenía en Él la Vida.

El mismo Espíritu que cubrió con su sombra a María, la Madre virgen, para que fuera posible la realización del plan de Dios de salvar a los hombres; el mismo Espíritu que se posó sobre los Apóstoles para que salieran de su escondrijo y difundieran la Buena Nueva —el Evangelio— por todo el mundo, es el que da fuerzas a aquel chico que discutía con los de la sinagoga y ante el que «no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hch 6,10).

Era un mártir en vida. Mártir significa “testimonio”. Y fue también mártir por su muerte. En vida hizo caso de las palabras del Maestro: «No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento» (Mt 10,19). Esteban, «mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios» (Hch 7,55). Esteban lo vio y lo dijo. Si el cristiano hoy es un testigo de Jesucristo, lo que ha visto con los ojos de la fe lo ha de decir sin miedo con las palabras más comprensibles, es decir, con los hechos, con las obras.

+ Rev. D. Joan BUSQUETS i Masana

Liturgia – San Esteban

SAN ESTEBAN, protomártir, fiesta

Misa de la fiesta (rojo)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Prefacio de Navidad, embolismos propios de la Octava en las Plegarias Eucarísticas. Conveniente Plegaria Eucarística I. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. IV

  • Hch 6, 8-10; 7, 54-59. Veo los cielos abiertos.
  • Sal 30.A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
  • Mt 10, 17-22.No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.

Antífona de entrada
Las puertas del cielo se han abierto para san Esteban, el primero de los mártires, y por eso triunfa coronado en el cielo.

Monición de entrada y acto penitencial
En este primer día de la Octava de la Natividad del Señor celebramos la fiesta de san Esteban, protomártir, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, que fue el primero de los siete diáconos que los apóstoles eligieron como cooperadores de su ministerio. También fue el primero de los discípulos del Señor que en Jerusalén derramó su sangre, dando testimonio de Cristo. Como el Señor en el momento de su muerte, oraba por sus perseguidores mientras era lapidado. Ocurrió en el siglo I.

• Tú, el Hijo de María, e Hijo de Dios. Señor, ten piedad.
• Tú, la fuerza de los mártires. Cristo, ten piedad.
• Tú, resurrección y vida para todos los que te siguen. Señor, ten piedad

Se dice Gloria.

Oración colecta
CONCÉDENOS, Señor, imitar lo que celebramos
para que aprendamos a amar a los enemigos,
al celebrar el nacimiento para el cielo
de quien supo orar también por los perseguidores.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Al Señor Jesús, el Testigo fiel, el Servidor de todos, elevemos confiados nuestras suplicas, avaladas por la gloriosa intercesión de san Esteban.

1. Para que toda la Iglesia dé testimonio valiente del Evangelio y, con la fuerza del Espíritu, lo anuncie a través de su vida y de su palabra hablada. Oremos.

2.- Para que los pobres y necesitados en el cuerpo y en el espíritu encuentren siempre hermanos que les sirvan entregada y generosamente. Oremos.

3. Para que, por la intercesión de san Esteban, que supo anunciar con valentía el mensaje de Cristo, los que luchan en favor de la justicia y de la verdad tengan el valor que en todo momento necesitan. Oremos.

4. Para que todos nosotros, como el protomártir Esteban, seamos fortalecidos en la fe y en la capacidad para perdonarnos mutuamente. Oremos.

Te lo pedimos, Padre, que en Cristo coronaste al santo mártir Esteban con la gloria eterna. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor,
los dones de nuestra devoción
en el día de la gloriosa memoria
del mártir san Esteban.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad

Antífona de comunión   Hch 7, 59
Se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu».

Oración después de la comunión
SEÑOR, te damos gracias
por la abundancia de tus misericordias para con nosotros,
al salvarnos por el nacimiento de tu Hijo
y llenarnos de alegría
en la fiesta de tu mártir san Esteban.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
• Dios, bondad infinita, que disipó las tinieblas del mundo con la encarnación de su Hijo y con su nacimiento glorioso iluminó este día santo aleje de vosotros las tinieblas del pecado y alumbre vuestros corazones con la luz de la gracia.

  • Quien encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio.
  • Quien por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino os conceda la paz a vosotros, amados de Dios, y un día os admita entre los miembros de la Iglesia del cielo.
  • Y la bendición de Dios todopoderoso…

Despedida
Llevemos a todos la Buena Noticia: “Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Podéis ir en paz.