Lectio Divina – San Juan Evangelista

“Ser testigos y anunciar la resurrección del Señor”

Invocación al Espíritu Santo:

Envía Padre bueno tu luz, para que sea ella la que nos guíe y nos conduzca por el buen camino. Ven Espíritu Santo e ilumínanos para ser buenos discípulos de Jesús, anunciar y ser testigos de su resurrección y al mismo tiempo trasmitir ese gozo y esa alegría a los demás. Amén.

Lectura. Juan capítulo 20, versículos 2 al 9:

El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Con este relato del evangelio de Juan, tiene muchos detalles propios del evangelista. Las primeras personas que entran en la tumba de Jesús son dos discípulos, y no las mujeres. Para el discípulo lo ideal, representado en aquel al que amaba Jesús, las vendas y el sudario de Jesús son pruebas suficientes de la resurrección: vio y creyó. El discípulo amado y Pedro representan a la comunidad joánica y a la gran Iglesia respectivamente, y las relaciones de precedencia entre ellos reflejan las relaciones entre estos dos grupos eclesiales.

Meditación:

El texto evangélico relata una de las experiencias que los discípulos tuvieron con el Cristo Resucitado. No se trata de una aparición, sino literalmente de una de las “etapas que los discípulos han tenido que recorrer” para comenzar a vislumbrar los nuevos horizontes de esperanza que el hecho de la Resurrección abriría en sus vidas. El acontecimiento se insinuaba ya en la tumba vacía, en las vendas que yacían en el suelo y en el sudario plegado en un lugar aparte. Ante estos hechos San Juan sentía que una certeza se fue apoderando de su corazón, la certeza de la fe: “Jesús está vivo”.

“Jesús está vivo”, esta convicción llena el corazón de todo creyente cristiano. La fe en la Persona viva de Jesucristo tiene el poder de abrir nuestros ojos para reconocerlo operante y presente en los sacramentos de la Iglesia, en los demás hombres, sobre todo en los que sufren y en nosotros mismos. Cristo, a través de su Iglesia, “está vivo” y pone su tienda en medio de nosotros.

Pero así como Jesucristo nació primero en el seno del Padre Eterno y luego en el seno de la Virgen María, así también tiene que nacer en nuestro corazón. Esto es lo que sucede en cada acto de fe.

Por eso tiene también sentido volver a celebrar su nacimiento en estas fechas. Sí, Belén fue un acontecimiento único, que ocurrió hace más de 2000 años, cuando, en un momento histórico concreto, el Hijo de Dios tomó nuestra carne y nació de la Virgen María. Pero este acontecimiento va teniendo sus repercusiones en la historia de los hombres como una piedra lanzada al centro de un lago, cuyo impacto va provocando ondas que se perciben hasta en los rincones más remotos del lago.

Por eso, Belén no es un acontecimiento aislado. A todas horas Cristo puede nacer en el corazón de cada hombre dispuesto a acogerlo. Con Él nuestro interior se alumbra y esto siempre nos da la certeza de que “está vivo”.

Oración:

Te damos gracias Señor por todo lo que nos has regalado. Padre Señor de la vida, gracias porque Cristo resucitó en el sepulcro. ¡Aleluya! Él es el lucero matinal que no conoce el ocaso. Él es el camino por donde los hombres debemos seguir. Padre lleno de amor haznos testigos de tu hijo Jesucristo que ha muerto, pero que ha dado la vida por nosotros y ha resucitado. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Contemplación:

La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios, no es producida por los padres, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 366).

Cristo realiza su función profética no solo a través de la jerarquía […] sino también por medio de los laicos. Él los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra: Enseñar a alguien […] para traerlo a la fe […] es tarea detodo predicador e incluso de todo creyente (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 904).

La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe […] ha dado testimonio de Cristo, anunciando su evangelio y brindando

su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra, cultura, vivienda y asistencia, entre otros.

Oración final:

Yo sé que estás vivo, Jesús; que tu muerte hizo brotar un manantial de vida para mí y que el océano de tu misericordia inunda todo el mundo. Eres fuente de Vida, insondable misericordia divina. Por eso, te pido que llenes mi corazón entero de tu amor, para que no viendo, crea; sufriendo, goce, y amándote, te anuncie.

Propósito:

Que seamos discípulos del Señor, alegres y felices por su resurrección y llevar esa noticia a los demás, ser testigos fieles y felices porque el Señor ha resucitado.

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Comentario – San Juan Evangelista

Después de Esteban, el testimonio del apóstol Juan. Otro gran testigo que nos ayuda a profundizar en el misterio de la Navidad y a la vez relaciona estrechamente a ese Niño recién nacido con el Cristo que nos salva a través de su entrega pascual y su resurrección. Juan es el teólogo de la Pascua. Estuvo al pie de la cruz, con María, la Madre, y luego vio el sepulcro vacío. 

Pero también es el teólogo de la Navidad. Nadie como él ha sabido condensar la teología del Nacimiento de Cristo: la Palabra, que era Dios, se ha hecho hombre. 

1.- Empieza hoy, precisamente en el día de su fiesta, y durará hasta el final del tiempo de la Navidad, la lectura continuada de la primera carta de Juan, que nos va a transmitir con lenguaje lleno de lucidez y exigencia el misterio del amor de Dios. Esta carta va a ser la voz que más oiremos a lo largo de estos días. 

La introducción es solemne y densa, muy parecida al prólogo de su evangelio: «lo que hemos visto y oído, lo que contemplamos y palparon nuestras manos» es lo que anunciamos. Y no es sólo la experiencia de haber convivido con Jesús de Nazaret. Da testimonio de su preexistencia en el seno de Dios: «lo que existía desde el principio», «la Palabra de la Vida», «la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó». 

La finalidad de toda la carta es clara. El amor de Dios se nos ha manifestado para que tengamos comunión de vida con él y la alegría sea plena: «para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo», y «que nuestra alegría sea completa».

¿Podemos pensar un mensaje mejor para interiorizar la Navidad? 

No es de extrañar que el salmo nos invite insistentemente: «alegraos, justos, con el Señor. Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón». Para los que se saben amados y salvados por Dios todo es luz y fiesta. 

2.- El apóstol Juan, el que había sido testigo presencial de la muerte de Cristo, porque estaba al pie de la Cruz con María y las otras mujeres, es también testigo del sepulcro vacío. 

En el grupo de los discípulos hubo un momento difícil de falta de fe. No entendían el anuncio de Jesús de «que él había de resucitar de entre los muertos». Finalmente, alertados por el testimonio de la Magdalena, corren Juan y Pedro. De Juan sí se dice que «vio y creyó». 

Leer este pasaje en plena celebración navideña nos ayuda a entender todo el misterio de Cristo. No se trata sólo de la entrañable escena del Niño que nace adorado por pastores y magos. Ese Niño es el que con su muerte pascual nos conseguirá la salvación y la vida. La Navidad, cuando se profundiza, nos lleva hasta la Pascua. 

3.- a) Juan, el evangelista, el anunciador de la Buena Noticia. 

Él lo hizo con los importantes escritos que se le atribuyen: el evangelio, las tres cartas y el Apocalipsis. Gracias a su testimonio, miles y millones de personas a lo largo de dos mil años han entendido mejor el misterio del Dios hecho hombre, que luego se entregó en la Cruz para la salvación de la humanidad y, resucitado de entre los muertos, está presente en la vida de su Iglesia a lo largo de la historia. 

b) ¿Somos nosotros evangelistas de esta buena noticia en nuestro mundo? ¿Somos apóstoles, o sea, enviados? 

No hace falta ser obispos o sacerdotes, ni saber escribir libros como el Apocalipsis, para ser buenos testigos de Cristo. Precisamente en los primeros días fueron las mujeres, y en concreto la Magdalena, las verdaderas evangelistas: fueron apóstoles para con los apóstoles, porque fueron ellas las que creyeron en Jesús Resucitado y fueron a anunciarlo a los apóstoles. 

c) Lo que sí hace falta para ser evangelizadores es ser antes evangelizados nosotros mismos. Estar convencidos de esa gran noticia del amor de Dios que Juan nos va a ir repitiendo en su carta. La primera pregunta que nos debamos hacer hoy, al leer el inicio de la carta de Juan, es si de veras vivimos en comunión con ese Dios y estamos dispuestos a sacar todas las consecuencias que él nos pida. 

En la bendición solemne de la Navidad, el sacerdote nos desea: «el que encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador, os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio». 

Y en la de la fiesta de la Epifanía, igualmente: «a todos vosotros, fieles seguidores de Cristo, os haga testigos de la verdad ante los hermanos». 

El testimonio de los ángeles, el de los magos, el de Esteban y hoy el del apóstol Juan: estimulas para que en esta Navidad también cada uno de nosotros sea un mensajero del amor de Dios. 

Hoy más que nunca, las personas que nos rodean sólo entienden el lenguaje de un testimonio vital, no hecho de discursos, sino de obras. 

d) Cada Eucaristía es experiencia de Navidad y de Pascua: de un Dios hecho hermano nuestro, que se nos da él mismo como alimento desde su existencia pascual. 

Cada Eucaristía deberla ser, por tanto, motor y estimulo de una jornada vivida en comunión con ese Cristo, para difundir su luz entre nuestros hermanos. 

«Lo que hemos visto os lo anunciamos: la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó» (1ª lectura) 

«Os escribimos esto para que nuestra alegría sea completa» (1ª lectura) 

«Amanece la luz para el justo, la alegría para los rectos de corazón» (salmo) 

«La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros: de su plenitud todos hemos recibido» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

El amor es el ceñidor de la familia santa

1.- Referido a la Sagrada Familia esto aparece de forma evidente. Si San José no hubiera actuado por amor y con amor, habría repudiado a María antes de que el ángel le hablara en sueños. El amor de José a María se manifestó en forma de respeto, porque la amaba; en actitud de comprensión y generosidad, porque la amaba; en renunciar a su primer impulso de vanidad y orgullo herido, porque la amaba. El amor de José a María se manifestó también en forma de obediencia a Dios y de aceptar lo que le decía el ángel, porque el ángel era enviado por Dios y él amaba a Dios y se fiaba de Dios. El amor de María a José se manifestó en el silencio recatado, en la actitud amorosa, en el don de la devoción y de la entrega. El amor de María a Dios se manifestó en la obediencia y la disponibilidad, en medio de la ignorancia y del asombro. El amor de José a María y de María a José y el amor de José y María a Dios fue el ceñidor de la unión entre ambos; sin este amor el matrimonio de hubiera roto antes de haberse celebrado. Y el amor de los padres hacia el hijo y del hijo hacia los padres evitó una ruptura familiar temprana e irreparable. Porque el hijo les salió respondón y comenzó a ocuparse y preocuparse de las cosas de su Padre, sin previa consulta y aclaración ante los afligidos padres que le buscaban. Sí, fue el amor el auténtico ceñidor da la Sagrada Familia y ¡qué familia! Las familias actuales, nuestras familias, sólo se mantendrán unidas mientras vivan unidas por el amor. Si les falta el amor, a nuestras familias todo lo demás no les sirve de nada. El amor mutuo, claro, porque la familia es cosa de dos, o de más de dos, y si el amor no es mutuo la cuerda, la relación, se rompe. Desde siempre, los seres humanos hemos nacido y seguimos naciendo dentro de una familia; lo que está en crisis no es tanto la familia, sino la indisolubilidad de la familia. Para que una familia dure hace falta mucho amor, mucho amor mutuo, mucha capacidad de perdón, de generosidad y de entrega mutua, es decir, mucho amor cristiano. ¡Que el ejemplo de la Sagrada Familia anime a todas nuestras familias a construir su edificio familiar sobre el amor cristiano!

2.- Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto. La vida de la Sagrada Familia no fue una vida fácil, ni antes de tener que huir a Egipto, ni durante el tiempo que vivieron en Egipto, ni después de volver de Egipto. La Sagrada Familia fue una familia emigrante. La emigración no es un fenómeno moderno, pero sí es un fenómeno que va en aumento, porque los medios de comunicación son hoy más variados y fáciles de conseguir que antes, y porque la distancia económica y social entre los países más ricos y los países más pobres es abismal. Los cristianos tenemos que ser comprensivos y generosos con los emigrantes, ayudándoles en lo que podamos y como mejor podamos. La vida de los emigrantes, sobre todo en los primeros tiempos, es muy dura, y difícilmente podrán salir adelante sin la ayuda y la comprensión de los ciudadanos del país receptor. Con todo el mundo, pero sobre todo con los emigrantes, practiquemos las virtudes que San Pablo, en la lectura de este domingo, recomienda a los Colosenses: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión… y, por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

Gabriel González del Estal

Una familia de emigrantes

1.-“No hay nación que tenga a sus dioses tan cercanos como Israel” dice la Escritura, y esto se cumple hasta lo inconcebible en Jesús, Nuestro Dios y Señor, nacido de una madre, María y educado en el seno de una familia llena de cariño. ¿Hay algo más semejante a nosotros? ¿Más cercano?

Los problemas que hoy salpican con sus olas a nuestras familias no perdonaron tampoco a la familia de Jesús. Su patria era un país dominado por un ejército extranjero siempre dispuesto a la dura represión cuando la creía necesaria. El gobierno del propio país estaba en las manos de Herodes, hombre injusto que no buscaba más que mantenerse en el poder.

El terrorismo estaba representado por los llamado zelotes, que asesinaban en las sombras de las estrechas calles de Jerusalén a los que arbitrariamente habían sentenciado a muerte. La religión estaba en poder de unas familias sacerdotales ambiciosas, que habían vaciado de sentido la religión y el culto a Dios mercantilizándolo y reduciéndolo todo a meras formas externas.

José ni fue un pequeño empresario, ni siquiera un obrero especializado, como nos lo han representado los pintores clásicos, era más bien quizás un manitas, pero sin trabajo fijo, y que por lo tanto no pocas veces estaría en el paro, pero sin subsidio, uno de esos que Jesús iba a describir reunidos en la plaza publica esperando que alguien los contrate.

El evangelio de hoy nos describe a la santa familia como una familia de emigrantes, que al fin tienen que regresar a la propia patria y empezar una vez más de nuevo. Hasta en el seno de la familia hubo incomprensiones. José y María no le entendían a Jesús en su proceder, y nos consta de la regañina que María, su madre, le echó en el templo, ¿por qué te has portado así con tu padre y conmigo”?

2.- Impresiona pensar que Jesús, la Sabiduría Divina, aprendió de María y José. De María tal vez aquello de la alegría de la vecina que encuentra la dracma perdida y viene a contarlo a las amigas.

–O lo de que no se debe poner un remiendo de paño nuevo a un manto viejo porque lo destroza.

–O aquello de que la luz hay que ponerla en alto para que ilumine la habitación.

De José, campesino avezado a mirar al cielo y a la naturaleza, aquello de las nubes que traen el agua, o los brotes que anuncian la primavera, o los lirios adornados por el Padre Dios, o los pajarillos a los que nunca falta de comer, o la maldad del alacrán que hay que mantener lejos del niño indefenso.

Jesús, como cada uno de nosotros aprendió de sus padres.

3.- ¿Qué mantuvo unida a esta familia en medio de unos problemas tan semejantes a los nuestros?

–Una fe ciega en un Padre Dios, que nunca les regaló cesta de Navidad ni juguetes de Reyes Magos, pero les mostró su camino y les dio fuerza y alegría para hacerlo.

–Un gran amor y respeto mutuo, que es por parte de los hijos reconocimiento agradecido a ese día a día de padre y madre que se afanan por ellos, y es por parte de los padres el tratar de hacer que los hijos aprendan a volar con sus propias alas, porque cada hijo tiene su camino, y si algún hijo despreciando el aprendizaje se lanza a volar antes de tiempo y se rompe una pata o un ala, que sepa tomar la propia responsabilidad sin echar la culpa a los padres que no tienen ninguna.

José María Maruri, SJ

Música – Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Entrada:  Hoy la paz bajó del cielo (Apendice ) Adeste fideles: CLN 51; Estrella y camino CLN 316; Madre del Salvador CLN-313­
Introito: (En latin) Salve sancta parens  
Gloria: De Palazón; Se podría cantar la Misa de la Virgen: Cum iubilo.
Salmo y Aleluya: El Señor tenga piedad y nos bendiga (Propio).
Ofertorio: Salve madre CLN 309; Santa Maria (Liturgia de las Horas) Navidad Nº 21; Santa Maria del Amen CLN 312;  
Santo:de Palazon:  
Comunión: Altísimo Señor (Cantos varios) ; Se alegra mi espiritu (Cantos varios) Gloria n excelsis Deo CLN  67

Oración de los fieles – Santa María, Madre de Dios

En este día en que todos nos deseamos un feliz año, presentamos al Padre a través de María Madre de Dios los deseos de Paz sobre toda la tierra. Hoy repetimos:

R.- QUE TU PAZ NOS LLEGUE ABUNDANTEMENTE.

1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que sean anunciadores de la Paz que nos viene de lo alto. OREMOS.

2.- Por los gobernantes y dirigentes, para que la Paz que nos trajo Jesús llegue por su mediación a todos los pueblos de la tierra. OREMOS.

3.- Por las familias para que Dios las bendiga y las acompañe durante todos los días de este año y del resto de sus vidas. OREMOS.

4.- Por los que no viven en paz a causa de su alejamiento de Dios, para que en esta navidad encuentren la Luz que acaba de llegarnos. OREMOS.

5.- Por todos los niños que durante este año recibirán el Bautismo o la Primera Comunión, por los jóvenes que se confirmarán o los que contraerán matrimonio. Para que la gracia de Dios que recibirán les ayude a estar cada vez más cerca de Él. OREMOS.

6.- Por todos los que nos hemos reunido en torno a la Mesa de Dios, para que este año que hoy comienza se vea aumentado nuestro amor y nuestra cercanía al único que nos trae la salvación. OREMOS.

Padre, atiende con generosidad estas necesidades que tu pueblo te presenta. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén


En este día especialmente dedicado a Santa María te pedimos tu gracia para todos los que confiamos en la intercesión de la Virgen. Y respondemos

R.- MIRA A LA MADRE DE TU HIJO Y QUE INTERCEDA POR NOSOTROS

1.- Por el Papa Francisco y por el éxito de su mensaje sobre la paz, en esta jornada pontificia y mundial por la paz, para que sus palabras de concordia impregnen el mundo entero. OREMOS

2.- Por el Obispo de nuestra diócesis (….) y todos los Obispos de la tierra para que sigan sirviendo con entusiasmo a los fieles de las diócesis que tienen a su cargo. OREMOS

3.- Por todos los religiosos y religiosas, especialmente a los de las obras que llevan el nombre de la Santísima Virgen, en sus diferentes advocaciones, para que la Madre de Dios guié su camino. OREMOS

4.- Por los políticos del todo el mundo, y por los organismos internacionales, para que fomenten la paz y luchen con entusiasmo para terminar con las guerras y el terrorismo. OREMOS

5.- Para que termine la carrera armamentística y los recursos dedicados a la compra de armas se destine a socorrer a los hambrientos y enfermos de todo el mundo. OREMOS

6.- Por nosotros que, presentes en la Eucaristía, que con fe, esperanza y amor festejamos a la Virgen María. OREMOS

Señor Acepta nuestras plegarias y concédenos lo que con sinceridad te pedimos

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amén

Comentario al evangelio – San Juan Evangelista

Juan 2.0

Juan se adelantó a Pedro y llegó primero al sepulcro; pero no entró. Dejó que Pedro entrara primero y luego lo siguió. Ese no es el Juan que hemos conocido hasta ahora: Este hijo del trueno era competitivo – conspiró, con su hermano, para arrebatarle los puestos más prestigiosos del Reino (Mt 20,21). Era competitivo: discutía sobre quién era el más grande de los discípulos (Lc 9,46). Fue celoso – silenció a alguien que curaba en nombre de Jesús, sólo porque no pertenecía a su grupo (Lc 9,49). Fue sacrificado – quiso que Jesús invocara fuego del cielo para destruir a los samaritanos (Lc 9, 54). ¿Cuándo y cómo aprendió Juan a respetar la autoridad, a ceder el paso a Pedro y a caminar detrás? Quizá lo aprendió en el Cenáculo, en la primera Eucaristía. Allí, apoyado en el pecho de Jesús, Juan escuchó el latido del corazón de Jesús, y salió como un hombre transformado: Juan versión 2.0

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – San Juan Evangelista

Hoy celebramos la memoria de San Juan Evangelista.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 20, 2-8):

El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

En el evangelio lo encontramos corriendo junto a Pedro hacia el sepulcro.

No hace mucho contemplábamos una escena parecida en un contexto diferente: a unos hombres se les anuncia una noticia y van corriendo a corroborarla. Son los pastores en Belén. Tanto ellos como estos apóstoles se encontraron con signos pobres: un Niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre; el Mesías, el Señor, pobre entre los pobres y una tumba vacía, tan solo con los lienzos que habían cubierto el cuerpo sin vida del Hijo de Dios.

Pero a Juan, como a los pastores, le bastó: por gracia de Dios, vio y creyó. Él, que había sido testigo de tantas maravillas al lado de Jesús y que lo había visto traspasado en la cruz, supo reconocer su gloria en aquel sitio, en aquel acontecimiento que podía no significar nada pero que lo significaba todo.

Esto nos interpela a nosotros, nos llama a abrirnos al Dios que se revela en lo pequeño: en la encarnación, en el pesebre, en el taller del carpintero, en aquel joven rabino sin estudios, en el Crucificado y en aquellas pobrezas y pequeñeces que cada uno conoce. Si nos une a Él una relación estrecha, si somos amigos y compañeros del Señor, reconoceremos su Presencia, su huella, su actuar discreto pero sublime. Se abrirán los ojos de nuestro corazón como los de san Juan y los de tantos hombres y mujeres mencionados en su evangelio: Natanael, Nicodemo, la Samaritana, Marta de Betania… El amor nos conducirá a la fe y la fe al amor.

Lo cual nos lleva de nuevo a la primera lectura: revelación, experiencia, gozo y vida, testimonio, comunión con los hermanos y con Dios. Así sea. San Juan Evangelista, ruega por nosotros.

Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad – MM. Dominicas

Liturgia – San Juan Evangelista

SAN JUAN, apóstol y evangelista, fiesta

Misa de la fiesta (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Prefacio de Navidad, embolismos propios de la Octava en las Plegarias Eucarísticas. Conveniente Plegaria Eucarística I. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. IV

  • 1Jn 1, 1-4. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos.
  • Sal 96.Alegraos, justos, con el señor.
  • Jn 20, 1a. 2-8.El otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro.

Antífona de entrada 
Este es Juan, que durante la cena reclinó su cabeza en el pecho del Señor: apóstol bienaventurado, a quien fueron revelados los secretos divinos y difundió la palabra de vida por toda la tierra.

Monición de entrada y acto penitencial
Íntimo del Señor, obsesionado con el amor. Éstos pueden ser muy bien los rasgos propios de Juan el Evangelista. Él había experimentado en su propia persona lo que significa ser amado por Jesús y, a cambio, amarle. 
¡Y Jesús era el Señor, el Hijo de Dios!  En la etapa última de su vida estaba sanamente obsesionado por el amor, como su evangelio y su primera carta nos revelan. Era el hombre que predicaba amor; las palabras que usaba, la urgencia e insistencia con que hablaba no pueden venir sino de un hombre que vivió profundamente ese amor y que sintió que ése debía ser también el distintivo de los seguidores de Jesús y de las comunidades cristianas.

Se dice Gloria

Oración colecta
OH, Dios, que por medio del apóstol san Juan
nos has revelado las misteriosas profundidades de tu Verbo,
concédenos comprender con inteligencia y amor
lo que él ha hecho resonar en nuestros oídos admirablemente.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Elevemos nuestras oraciones a Dios, que existe por toda la eternidad, pero que ha querido hacerse hombre para manifestarnos su amor con un corazón humanado.

1.- Señor Jesús, danos la gracia de entender y poner en práctica que el corazón del evangelio es el amor hacia ti y hacia los hermanos. Por eso te rogamos. 

2.- Señor Jesús, que nuestras palabras y obras den testimonio de que creemos y nos alegramos en ti como nuestro Señor Resucitado.  Por eso te rogamos. 

3.- Señor Jesús, danos la gracia de ser alegres, que nos sintamos seguros porque sabemos que vivimos en tu presencia. Por eso te rogamos.

Oh Dios, que por el nacimiento de tu Hijo en nuestra carne has querido manifestarnos tu amor y tu cercanía; escucha nuestras oraciones y haz que, siguiendo las huellas de san Juan que supo vivir en tu amor, lleguemos un día a la plenitud de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SANTIFICA, Señor, los dones que hemos presentado
para que, al participar de esta cena,
nos abramos al misterio del Verbo eterno
que revelaste a tu apóstol san Juan
en la misma fuente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad

Antífona de comunión   Jn 1, 14. 16
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; de su plenitud todos hemos recibido.

Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso,
te pedimos, por el misterio que hemos celebrado,
que el Verbo hecho carne,
a quien anunció el apóstol san Juan,
habite siempre entre nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
D
IOS, bondad infinita,

que disipó las tinieblas del mundo
con la encarnación de su Hijo
y con su nacimiento glorioso
iluminó este día santo
aleje de vosotros las tinieblas del pecado
y alumbre vuestros corazones con la luz de la gracia.
R/. Amén.

Quien encomendó al ángel anunciar a los pastores
la gran alegría del nacimiento del Salvador
os llene de gozo
y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio.
R/. Amén.

Quien por la encarnación de su Hijo
reconcilió lo humano y lo divino
os conceda la paz a vosotros, amados de Dios,
y un día os admita entre los miembros de la Iglesia del cielo.
R/. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R/. Amén.

Despedida
Llevemos a todos la Buena Noticia: “Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Podéis ir en paz.