Lectio Divina – Día V de la Octava de Navidad

El Señor es la Luz que ilumina mi ignorancia

Invocación al Espíritu Santo:

Oh, Espíritu de amor, Espíritu de verdad infunde en mi mente y en mi corazón, un rayo de tu luz para que comprenda el misterio de Dios en mi vida, que en Jesucristo, promesa del padre, se realiza.

Lectura. Lucas capítulo 2, versículos 22 al 35:

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En el marco institucional de judaísmo (purificación, presentación, templo), el pueblo judío, representado por Simeón y Ana, encuentra al que será la gloria de Israel y la luz de los paganos. Hacia él confluye la esperanza anunciada en el Antiguo Testamento. Pero la sombra de la cruz y del rechazo se insinúa ya en las palabras de Simeón. La confesión de la fe de la comunidad lucana, en boca de Simeón, no olvida que todo eso se cumplirá a través del camino difícil de la vida de Jesús. Una vida que asume plenamente nuestra humanidad.

Meditación:

En esta octava de Navidad el Evangelio invita a llevar a Jesús a los demás, para que tengan un encuentro personal con Cristo y pongan sus vidas en las manos de Dios, como lo hizo el anciano Simeón: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.”

¿Llevar a Jesús a los demás? Es válida la pregunta de cómo hacerlo, y la respuesta depende de nosotros, basta que reconozcamos nuestra dignidad de hijos de Dios, nos acerquemos a los sacramentos – como el hijo pródigo que retorna a la casa del Padre -, que vivamos cada día dando lo mejor de nosotros, siendo agradecidos, llevando esperanza y sonrisas a los corazones tristes. Esto es lo que hicieronsan José y la Virgen María, como hijos de Dios, se presentaron en el templo y consagraron al niño Jesús, llevaron esperanza y alegría a Simeón y Ana (Lc 2, 22-40). Llevar a Jesús es tan fácil, que basta recordar las palabras atribuidas a san Francisco de Asís, con quien nace la tradición del pesebre: “predica el Evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras”.

El Espíritu Santo, que obra en Simeón, está presente y realiza su acción también en todos los que, como aquel santo anciano, han aceptado a Dios y han creído en sus promesas, en cualquier tiempo.

(S.S Juan Pablo II, Audiencia general, 20 de junio de 1990).

Oración:

Señor tú eres la Luz del mundo y la gloria de tu pueblo, has que mi vida esté siempre iluminada por tu presencia en mi corazón, que tu amor en mí, lo refleje en mis hermanos, en mi prójimo.

Contemplación:

La presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor… Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, luz de las naciones y gloria de Israel, pero también signo de contradicción. La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salación que Dios ha preparado ante todos los pueblos (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 529).

Oración final:

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. Concédeme, Señor, la gracia de poder dar testimonio de Ti a todas las personas con quien me encuentre. Propósito:
Me pondré a disposición de quien necesite mi ayuda.

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Comentario – Día V de la Octava de Navidad

1.- Una cosa es conocer y otra vivir en conformidad con lo conocido.

Juan nos dice dónde está la prueba de la verdadera fe: «en esto sabemos que le conocemos, en que guardamos sus mandamientos». Y no como los gnósticos de fines de primer siglo, contratos que escribe esta carta, que daban la prioridad absoluta al saber («gnosis», conocimiento), y con eso se sentían salvados, sin prestar gran atención a las consecuencias de la vida moral. No actuaban según ese conocimiento de Dios.

El que cree conocer a Dios y luego no vive según Dios es un mentiroso, la verdad no está en él. Mientras que «quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud».

Más en concreto todavía, para Juan la demostración de que hemos dejado la oscuridad y entrado en la luz, es si amamos al hermano: «quien dice que está en la luz y aborrece al hermano, está aún en las tinieblas», «no sabe a dónde va» y seguramente tropezará, porque «las tinieblas han cegado sus ojos».

Es la consecuencia de haber conocido el misterio del amor de Dios en esta Navidad: también nosotros tenemos que imitar su gran mandamiento, que es el amor. La teoría es fácil. La práctica no lo es tanto: y las dos deben ir juntas.

2.- La presentación de Jesús en el Templo, cuya primera parte leemos hoy, es una escena llena de sentido que nos ayuda a profundizar en el misterio de la Encarnación de Dios.

José y María cumplen la ley, con lo que eso significa de solidaridad del Mesías con su pueblo, y lo hacen con las ofrendas propias de las familias pobres.

Así, en el Templo sucede el encuentro del Mesías recién nacido con el anciano Simeón, representante de todas las generaciones de Israel que esperaban el consuelo y la salvación de Dios. En la tradición bizantina se llama precisamente «Encuentro» a esta fiesta. 120 Simeón, movido por el Espíritu, reconoce en el hijo de esta sencilla familia al enviado de Dios, y prorrumpe en el breve y entusiasta cántico del «Nunc dimittis»: «ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz», que nosotros decimos cada noche en la oración de Completas que concluye la vivencia de la Jornada. En su boca es como el punto final del Antiguo Testamento Describe en unos trazos muy densos al Mesías: «mis ojos han visto a tu Salvador», que es «luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Cristo, gloria del pueblo de Israel y luz para los demás pueblos. Pero a la vez esa luz va a ser «crisis», juicio, signo de contradicción. Todos tendrán que tomar partido ante él, no podrán quedar indiferentes. Por eso Simeón anuncia a la joven madre María una misión difícil, porque tendrá que participar en el destino de su Hijo: «será como una bandera discutida… y a ti una espada te traspasará el alma».

La presencia de María en este momento, al inicio de la vida de Jesús, se corresponde con la escena final, con María al pie de la Cruz donde muere su Hijo. Presencia y cercanía de la madre a la misión salvadora de Cristo Jesús.

3.- a) La carta de Juan nos ha señalado un termómetro para evaluar nuestra celebración de la Navidad: podremos decir que hemos entrado en la luz del Hijo de Dios que ha venido a nuestra historia si estamos progresando en el amor a los hermanos. «Quien ama a su hermano, permanece en la luz y no tropieza». Si no, todavía estamos en las tinieblas, y la Navidad habrá sido sólo unas hojas de calendario que pasan.

Es un razonamiento que no necesita muchas explicaciones. Navidad es luz y es amor, por parte de Dios, y debe serlo también por parte nuestra. Claro que la conclusión lógica hubiera sido: «también nosotros debemos amar a Dios». Pero en la lógica de Jesús, que interpreta magistralmente Juan, la conclusión es: «debemos amarnos los unos a los otros».

Porque el amor de Dios es total entrega: «tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que todos tengan vida eterna». El mismo Jesús (Jn 13, 34) relaciona las dos direcciones del amor: «yo os he amado: amaos unos a otros».

b) Se nos invita, por tanto, a que no haya distancia entre lo que decimos creer, lo que celebramos en la Navidad, y lo que vivimos en nuestro trato diario con los demás. «Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él»: el Jesús a quien estamos celebrando como nacido en nuestra familia, es el Jesús que nos ha enseñado a vivir, con su palabra y sobre todo con sus hechos. La Navidad nos está pidiendo seguimiento, no sólo celebración poética.

Habría bastante más luz en medio de las tinieblas de este mundo, si todos los cristianos escucháramos esta llamada y nos decidiéramos a celebrar la Navidad con más amor en nuestro pequeño 0 grande círculo de relaciones personales.

c) También el evangelio nos conduce a una Navidad más profunda. El anciano Simeón nos invita, con su ejemplo, a tener «buena vista», a descubrir, movidos por el Espíritu, la presencia de Dios en nuestra vida. Él la supo discernir en una familia muy sencilla que no llamaba a nadie la atención. Reconoció a Jesús y se llenó de alegría y lo anunció a todos los que escuchaban. En los mil pequeños detalles de cada día, y en las personas que pueden parecer más insignificantes, nos espera la voz de Dios, si sabemos escucharla.

Además, Simeón nos dice a nosotros, como se lo dijo a María y José, que el Mesías es signo de contradicción. Como diría más tarde el mismo Jesús, él no vino a traer paz, sino división y guerra: su mensaje fue en su tiempo y lo sigue siendo ahora, una palabra exigente, ante la que hay que tomar partido, y en una misma familia unos pueden aceptarle y otros no.

Nosotros somos de los que creemos en Cristo Jesús. De los que celebramos la Navidad como fiesta de gracia y de comunión de vida con él. Pero también debemos ser más claramente «hijos de la luz» y vivir «como él vivió», no sólo de palabra, sino de obras.

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todos tengan vida eterna» (entrada)

«Tú has disipado las tinieblas del mundo con la venida de Cristo, la luz verdadera» (oración)

«Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él» (1ª lectura)

«Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza» (1ª lectura)

«Mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones» (evangelio)

«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

El camino para la paz

1. – Hoy es un día de fiesta por muchos motivos: celebramos la maternidad divina de María, el comienzo del año civil y la Jornada Mundial de la Paz. El tema principal es el primero, pues estamos en ambiente navideño -octava de Navidad- y desde hace siglos honramos a María con su mejor título: Madre de Dios. Por eso ella tiene un papel fundamental en el misterio del nacimiento del Mesías. Ella y José, pues ambos estaban junto al Niño cuando llegaron corriendo los pastores. Todos -según los evangelios no había muchas personas en aquel establo de Belén- se admiraban de lo que se decía de aquel Niño. Al decir todos se referían, supongo, a José y María, quien conservaba todas estas cosas «meditándolas en su corazón». Una vez más se nos muestra la fe y la humildad de María, tal como se manifestó en el momento de la Anunciación y cuando entonó el Magnificat en la visita a su prima Isabel. Por eso le pedimos, con Juan Pablo II: «Tú maría, Virgen de la espera y del cumplimiento, que conservas el secreto de la Navidad, haznos capaces de reconocer en el Niño que estrechas en tus brazos al Salvador anunciado, que trae a todos la esperanza y la paz».

2. – Dios es mi Padre. El texto del evangelio de Lucas termina con el relato de la circuncisión. Es un rito que expresa las raíces judías de Jesús, el entronque con las promesas de los profetas del Antiguo Testamento. Jesús nació bajo la Ley, pero vino a rescatar a los que estaban bajo la Ley, para convertirles en hijos de adopción. Todos hemos sido rescatados por Jesús, pues El es nuestro hermano. Ahora ya podemos llamar a Dios «¡Abbá!», Padre. Confieso que es la mejor noticia que podía recibir: Dios es mi padre, que me quiere, me mima, me perdona, está pendiente de mí, me guía por el buen camino. ¿Por qué temer, si Dios me acompaña siempre? En una ocasión escuché de labios de un joven musulmán recién convertido que lo que más le había impresionado de la fe cristiana es el concepto de Padre, el poder dirigirse a Dios con la confianza de un hijo querido. Creo que no nos damos cuenta de la grandeza y el gozo que produce esta gran noticia, saber que Dios es mi Padre. Eliminemos de nuestras creencias el temor o el miedo, pues no tiene sentido en aquél que cree en el Dios revelado por Jesús. El nombre que recibe el Niño-Dios indica cuál es su misión; en aquel tiempo no se le ponía el nombre por casualidad o porque le gustase mucho al padre. Jesús significa «Dios salva», es decir Dios está a favor nuestro. La religión del miedo no es cristiana, sólo es verdadera la religión del amor.

3.- «La libertad religiosa, camino para la paz”. Es el mensaje de la 25 Jornada Mundial de la Paz de este año. El mundo, recuerda el Papa, tiene necesidad de Dios: “Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional. La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. En efecto, ella valoriza y hace fructificar las más profundas cualidades y potencialidades de la persona humana, capaces de cambiar y mejorar el mundo. Ella permite alimentar la esperanza en un futuro de justicia y paz, también ante las graves injusticias y miserias materiales y morales. Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz”.

4.- Este es un día para dar gracias a Dios. Gracias por todo lo que hemos vivido en este año que terminamos, gracias por lo que viviremos en el año que comienza, gracias por todo lo nuevo que aparece en nuestra vida. Le pedimos a Dios que todos los buenos deseos que tenemos y que nos decimos en el Nuevo Año sepamos hacerlos realidad. Hacemos nuestro propósito de favorecer todo lo que ayude a que haya más felicidad para todos, amigos y desconocidos. Hacemos nuestros los deseos de la bendición de la primera lectura: «Que el Señor te bendiga y te proteja, ilumine tu rostro y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz». Este es nuestro deseo: «Paz y bien para todos».

José María Martín OSA

María conservaba todas estas cosas meditándolas

María, Madre de Jesús,
hoy es otro día tuyo
dentro de nuestro calendario.

Un día que seguramente
expresa con más justicia
la raíz de tu grandeza,
el papel más grande de tu vida:
Tú eres la Madre de Jesús, el Redentor.

Estamos estos días de Navidad
celebrando el nacimiento
del Hijo de Dios.
Él es el centro de nuestra atención.
Y en estos días no podemos olvidarte
porque Tú, María, eres su Madre.

Gracias María por asumir ese papel
y por la manera como fuiste,
siendo la Madre de Dios:
esta misión la llevaste con humildad
y sencillez.

Tú, María, fuiste la del “SÍ”
con todas sus consecuencias.

Tú, María, nos dice el evangelista,
que guardabas y meditabas
todas aquellas cosas que iban sucediendo
en tu vida,
todo lo que Dios iba haciendo,
toda la vida de tu Hijo Jesús:
sus palabras y sus obras
y también la reacción de la gente
ante la novedad de tu Hijo.
Todo iba reposando en tu corazón
y era tu sustento.

¿Qué es lo que yo guardo y medito
en mi corazón?
¿Qué es lo que me alimenta?

A veces pienso que soy más dado
a guardar y meditar los fracasos,
los desaires, las afrentas…
A veces constato que suelo guardar
muchas tonterías
y cosas banales, cuando no perjudiciales.

¿Por qué no guardo y medito más
las obras de Dios?
Porque Dios sigue haciendo maravillas
en nuestro mundo.

Enséñame, María,
a guardar y meditar la obra de Dios
en nuestro mundo.
Enséñanos a guardar y meditar
como Tú lo hacías.

Yo quisiera también estar presto
como los pastores
para ir al encuentro de tu Hijo,
al encuentro de lo que Dios está haciendo
en nuestro mundo.

Yo quisiera, como ellos,
encontrar en la vida a tu Hijo,
el gran tesoro.
Y a su vez, como ellos,
compartir con otros ese encuentro
para que otros muchos experimenten
el bien inmenso de Jesucristo.

Enséñame, María, a ser el pastor
que sigue las insinuaciones del Espíritu;
el pastor que va en busca
de las huellas de Dios,
el pastor que va al encuentro de tu Hijo
para después ser apóstol tuyo.

Danos, María,
muchos pastores, para nuestros grupos
y comunidades parroquiales.
Tú sabes que tenemos necesidad de ellos.
Es quizás esta una de nuestras mayores
necesidades.

Felicidades, María,
por ser la escogida por Dios
para ser la madre del Salvador.
Felicidades, por tu “SÍ”.
Felicidades, por su tu estilo de vida.
Gracias.

Notas para fijarnos en el Evangelio

● Los pastores, que estaban guardando sus rebaños, han recibido el anuncio del ángel. ¿Qué hacen?

● Lo mismo que hizo María cuando el ángel le comunica que su prima Isabel está encinta. De prisa se van a ver lo que ha acontecido: “los pastores fueron corriendo hacia Belén…” (16)

● Es la prontitud. Es la misma reacción que aparece en las primeras narraciones de vocación en las que se destaca la prontitud por dejar lo que estaban haciendo (sus redes, la pesca…) y comienzan una nueva vida (seguir a Jesús, ser pescadores de hombres) (Mt 4, 18-22).

● Así, los pastores dejan sus ocupaciones y van a verificar lo que ha acontecido. Todo ello es fruto de la alegría que produce en ellos el anuncio y fruto también de la Gracia de Dios.

● Los pastores encuentran lo que se les había anunciado: María, José y el niño, en pañales, recostado en un pesebre. (16) Es la imagen que se ha hecho tan popular y que encontramos en todos los belenes, es la imagen central de estos días de Navidad.

● ¿Qué querrá decirnos con ello el evan- gelista?

●Es un cuadro, es una escena bonita para pintar y para representar…. pero ¿qué hay detrás de ella?: humildad, pobreza, sencillez, normalidad, vida de familia, anonadamiento, encarnación con todas sus consecuencias… amor, amor de Dios.

● Pero en este día, festividad de María Madre de Dios, bueno será que nos detengamos especialmente en María. Ella está junto al niño, es la Madre.

● El evangelista se detiene en el relato que tiene como protagonistas a los pastores y a María.

● De los pastores nos dice que ellos se convirtieron en anunciadores de lo que habían visto y contemplado. Ellos comunican a los demás lo que han vivido, son testigos de las maravillas del amor de Dios. Y su admiración y entusiasmo contagia a los que les oían. (18)

● Los pastores se convierten en mensajeros de la presencia de Dios en el mundo. Si Jesús tuvo como precursor Juan Bautista, Jesús al venir a este mundo, tiene también unos primeros anunciadores: los pastores, que precisamente no eran gentes bien consideradas. Así Dios hace las cosas. Los caminos de Dios no son nuestros caminos.

● Y María es la otra protagonista en quien se fija el evangelista al decirnos que conservaba todas estas cosas medi- tándolas en su corazón. (19). ¿Qué nos quiere decir con ello?

● Posiblemente que ante Dios, como primera reacción o actitud, hemos de callar, adorar, agradecer como hacía María. Posiblemente esta actitud debió ser frecuente a lo largo de toda su vida. María contempla en silencio lo que acontece y trata de mirar la vida con los ojos de Dios. En la vida ve la mano de Dios (Lc 2, 51).

● ¿No actuaría así especialmente en los momentos importantes de la vida de Jesús cuando la vemos al pie de la cruz o cuando contemplaría alguno de sus milagros o escucharía sus muchas palabras?

● ¿No debería hacer eso también Jesús cuando se nos dice que se retiraba toda la noche orar? (Mt 14,23;26,36)

● Jesús buscaba, parece ser, lugares solitarios para permanecer en contacto con Dios Padre. A Jesús le gustaba estar con Dios Padre. Buscaba permanentemente la voluntad de Dios Padre. Era su primera preocupación.(Jn4,34;6,38)

● Por otra parte, al final del relato, vemos que José y María hacen con su hijo lo que habitualmente hacían todos los padres, se sujetan a las costumbres del momento: lo circuncidan y le ponen el nombre de Jesús. (21). Muchas veces aparece la coletilla “como lo había…”, dando así constancia del cumplimiento de lo que se había anunciado.

Comentario al evangelio – Día V de la Octava de Navidad

Esperando en la esperanza

Simeón es un símbolo de la «espera en la esperanza» que supone el tiempo de Adviento. Él abrigaba la promesa del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Mesías en persona. Sin embargo, dada la época en la que vivió, con su reducción de la religión a meros servicios rituales y un comercio fácil para los líderes espirituales, lo que menos se hubiera esperado es que el Mesías apareciera entonces. Además, cuando alguien espera durante mucho, mucho tiempo, la espera puede volverse monótona, cansada y menos intensa y alerta; y hay muchas posibilidades de que uno no vea el objetivo cuando aparezca. No es el caso de Simeón. Él esperó con esperanza y con ojos frescos, y reconoció al bebé-Mesías que venía en pañales. Cuando pasamos por tiempos oscuros y la luz del día parece un sueño lejano, que Simeón nos inspire a esperar con esperanza la llegada de Dios.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Día V de la Octava de Navidad

Hoy es el día V de la Octava de Navidad.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 2, 22-35):

Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Hoy contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el Templo, cumpliendo la prescripción de la Ley de Moisés: purificación de la madre y presentación y rescate del primogénito.

La situación la describe san Josepmaría Escrivá, en el cuarto misterio de gozo de su libro Santo Rosario, invitando a involucrarnos en la escena: «Esta vez serás tú, amigo mío, quien lleve la jaula de las tórtolas. —¿Te fijas? Ella —¡la Inmaculada!— se somete a la Ley como si estuviera inmunda. ¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?

»¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! —Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. —Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón».

Vale la pena aprovechar el ejemplo de María para “limpiar” nuestra alma en este tiempo de Navidad, haciendo una sincera confesión sacramental, para poder recibir al Señor con las mejores disposiciones. Así, José presenta la ofrenda de un par de tórtolas, pero sobre todo ofrece su capacidad de sacar adelante, con su trabajo y con su amor castísimo, el plan de Dios para la Sagrada Familia, modelo de todas las familias. 

Simeón ha recibido del Espíritu Santo la revelación de que no moriría sin ver a Cristo. Va al Templo y, al recibir en sus brazos lleno de alegría al Mesías, le dice: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación» (Lc 2,29-30). En esta Navidad, con ojos de fe contemplemos a Jesús que viene a salvarnos con su nacimiento. Así como Simeón entonó el canto de acción de gracias, alegrémonos cantando delante del belén, en familia, y en nuestro corazón, pues nos sabemos salvados por el Niño Jesús.

+ Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart

Liturgia – Día V de la Octava de Navidad

DÍA V DENTRO DE LA OCTAVA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Misa del día V dentro de la Octava (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Prefacio de Navidad, embolismos propios de la Octava en las Plegarias Eucarísticas. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. II

  • 1Jn 2, 3-11. Quien ama a su hermano permanece en la luz.
  • Sal 95.Alégrese el cielo, goce la tierra.
  • Lc 2, 22-35.Luz para alumbrar a las naciones.

Antífona de entrada          Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tanga vida eterna.

Monición de entrada y acto penitencial
Dios viene a su pueblo como de incógnito, como un niño llevado en los brazos de su madre. Simeón, el anciano en el templo, tomó a Jesús en sus brazos y reconoció a este niño como al Salvador esperado por los judíos en el Antiguo Testamento, pero, al mismo tiempo también, como la salvación para todos los pueblos y todos los hombres.

En Jesús el viejo Israel puede desvanecerse en paz. Este niño iba a ser gloria de Israel, sí, pero también luz de todos y cada uno de los paganos. Viene a nosotros ahora no solamente a ser la luz para nosotros, los cristianos. Él no nos pertenece a nosotros en exclusiva, sino que es de y para todos los hombres sin excepción. San Juan nos dice cómo reflejar la luz de Cristo: Todos los que aman a su prójimo están viviendo en la luz.

• Rey de la paz y Santo de Dios: Señor, ten piedad.
• Luz que brillas en las tinieblas: Cristo, ten piedad.
• Imagen del hombre nuevo: Señor, ten piedad.

Se dice Gloria

Oración colecta
DIOS invisible y todopoderoso,
que has disipado las tinieblas del mundo
con la llegada de tu luz,
míranos complacido, para que podamos cantar dignamente
la gloria del nacimiento de tu Unigénito.
Él, que vive y reina contigo.

Oración de los fieles
Unámonos todos en oración.

1.- Por todos los padres que llevan a sus niños a la iglesia para bautizarlos, para que Dios los bendiga a ellos y a sus hijos, roguemos al Señor.

2.- Por todos los padres que sufren cuando sus hijos les causan pena y dolor, para que sigan confiando en el Señor y teniendo la fortaleza necesaria, roguemos al Señor.

3.- Por todos los pueblos que comienzan a conocer a Jesucristo, para que le acepten como su alegría y vida, roguemos al Señor.

Dios y Señor nuestro, que manifestaste tu salvación a Simeón antes de que conociera la muerte; escucha nuestras súplicas y concédenos la gracia de recibir a tu Hijo como luz que envías para alumbrar a las naciones y dar testimonio de Él ante el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas

ACEPTA, Señor, nuestras ofrendas
en las que vas a realizar un admirable intercambio,
para que, al ofrecerte lo que tú nos diste,
merezcamos recibirte a ti mismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad

Antífona de comunión          Cf. Lc 1, 78
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos ha visitado el Sol que nace de lo alto.

Oración después de la comunión

CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que, por la eficacia de estos santos misterios,
se fortalezca constantemente nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
• Dios, bondad infinita, que disipó las tinieblas del mundo con la encarnación de su Hijo y con su nacimiento glorioso iluminó este día santo aleje de vosotros las tinieblas del pecado y alumbre vuestros corazones con la luz de la gracia.

  • Quien encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio.
  • Quien por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino os conceda la paz a vosotros, amados de Dios, y un día os admita entre los miembros de la Iglesia del cielo.
  • Y la bendición de Dios todopoderoso…

Despedida
Llevemos a todos la Buena Noticia: “Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Podéis ir en paz.