Comentario – Día VII de la Octava de Navidad

1.- Ante el momento final, «la última hora», Juan da una consigna a sus lectores: que permanezcan fieles a la verdad, y no se dejen seducir por falsas doctrinas.

Aplicando la creencia judía de que al final de los tiempos vendrá el «anticristo», el «antiungido», Juan señala que ya está presente esta personificación de las fuerzas del mal: se trata de los falsos doctores, seductores, que habían pertenecido a la comunidad, pero que «no han permanecido con nosotros». Mientras que los creyentes deben seguir siendo «ungidos», fieles al Ungido por excelencia, Jesús (las palabras Cristo y Mesías significan lo mismo: el Ungido).

Se trata de la antítesis entre la verdad y la mentira. Cristo es la verdad, la Palabra que Dios nos ha dirigido. Todo lo que no sea Cristo es mentira, embuste y anticristo.

2.- Terminamos el año escuchando el prólogo de san Juan, el magnífico resumen de todo el misterio de Cristo y de nuestra fe.

La página que nos introduce a los grandes temas que luego va a desarrollar su evangelio.

La presentación teológica que Juan nos hace de Cristo nos lleva al mayor nivel de profundidad en nuestra celebración de la Navidad:

– estaba junto a Dios, era Dios desde toda la eternidad,

– era la Palabra viviente de Dios, la luz, la vida: y por él fueron hechas todas las cosas,

– un profeta, Juan Bautista, fue enviado por Dios como precursor y testigo de la luz, para preparar sus caminos,

– y al llegar la plenitud del tiempo, el Verbo, la Palabra que existía antes, se hizo hombre, se encarnó, y acampó entre nosotros, para iluminar con su luz a todos los hombres,

– pero los suyos no le recibieron, vino a su casa y no le reconocieron; siempre la contradicción que anunciara Simeón: el contraste entre la luz y las tinieblas,

– eso sí: los que creyeron en él, los que le acogieron, han recibido gracia sobre gracia, lo más grande que pueden pensar: el ser hijos de Dios, nacidos del mismo Dios.

Es la mejor teología de la Navidad, y a la vez el mejor estímulo para una vida cristiana llena de valores positivos.

3.- a) Las dos lecturas nos han centrado en lo principal que estamos celebrando en la Navidad: el misterio de Cristo Jesús, el Dios encarnado.

Así podemos acabar bien el año y disponernos a empezar el siguiente, porque Cristo es el centro de la historia. Como dice la oración del día, «has establecido el principio y la plenitud de toda religión en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo… porque sólo en él radica la salvación del mundo».

La carta de Juan Pablo II convocando al Jubileo del año 2000 empieza y termina con la misma cita de la carta a los Hebreos: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13,8).

Dios, por la encarnación de su Hijo, se ha introducido en la historia del hombre para redimirnos y comunicarnos su propia vida. Eso es lo que ha dado sentido a toda la historia y al correr de los años, que ha quedado impregnado de la presencia de Cristo Jesús.

Terminar el año y empezar otro en el ambiente de la Navidad, sobre todo en la cercanía del año 2000, nos invita a pensar en la marcha de nuestra vida, cómo estamos respondiendo al plan salvador de Dios. Para que no vayamos adelante meramente por el discurrir de los días, atropellados por el tiempo, sino dueños del tiempo, conscientes de la dirección de nuestro camino.

b) Es bueno que terminemos lúcidamente el año. «Es la última hora», decía la carta de san Juan, y nos invitaba a vigilar para que no se mezcle el error y la mentira en nuestra fe, a saber discernir entre el Cristo y los anticristos, entre el embuste y la verdad. En fechas como el fin de año necesitamos sabiduría para que nuestra historia personal y comunitaria no se desvíe de ese Cristo que, además de Niño nacido en Belén, se nos presenta como la Palabra y la Verdad y la Vida.

Nosotros, que hemos visto su gloria y hemos cantado nuestra fe en él en estas fiestas de Navidad, los que le hemos acogido en nuestra existencia, nos vemos obligados a que nuestro seguimiento sea más generoso y coherente.

Navidad es luz y gracia, pero también examen sobre nuestra vida en la luz. Cada uno hará bien en reflexionar en este último día del año si de veras se ha dejado poseer por la buena noticia del amor de Dios, si está dejándose iluminar por la luz que es Cristo, si permanece fiel a su verdad, si su camino es el bueno o tendría que rectificarlo para el próximo año, si se deja embaucar por falsos maestros. En este discernimiento nos tendríamos que ayudar los unos a los otros, para distinguir entre lo que es sano pluralismo y lo que es desviación, entre lo que obedece al Espíritu de Cristo 0 al espíritu del mal.

c) Junto a la vigilancia, las lecturas de hoy nos invitan a la alegría: ¿con qué mejor noticia podemos terminar el año que con la que nos da el evangelio de hoy: que los que creemos en Cristo Jesús somos hijos de Dios, nacidos del mismo Dios? Porque el Hijo de Dios se ha hecho hermano nuestro, nosotros somos hermanos de él y entre nosotros, y a la vez hijos del mismo Padre del cielo, llenos de la gracia de Jesús, iluminados con su luz y fortalecidos con su vida.

d) En la Eucaristía de hoy podemos dar gracias a Dios por todos los beneficios que hemos recibido de él a lo largo del año, sobre todo por habernos hecho hijos en el Hijo y hermanos los unos de los otros.

Y a la vez deberemos pedirle perdón por nuestros fallos, en el acto penitencial de la misa, o con el sacramento de la reconciliación, porque seguramente en el camino recorrido habrá luces y sombras, éxitos y fracasos, porque nunca acabamos de acoger a Cristo plenamente en nuestra vida y más de una vez nos habrá resultado más fácil seguir los caminos de este mundo que los evangélicos que él nos enseña.

«Has establecido el principio y la plenitud de toda religión en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo» (oración)

«Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria, alégrese el cielo, goce la tierra» (salmo)

«La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros» (aleluya)

«A los que recibieron la Palabra les dio poder de hacerse hijos de Dios» (evangelio)

«Dios mandó al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Sagrada Familia: Jesús, José y María

Fiesta de la sagrada familia

ORACIÓN PREPARATORIA

“Los esposos son entre sí reflejos del amor divino que consuela con la palabra, la mirada, la ayuda, la caricia, el abrazo. Por eso, querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con El, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo”. Papa Francisco. (A,L . Nº  321).

LECTURAS DEL DÍA

1ª lectura: Eclesiástico: 3,2-6.12-14.     2ª lectura: Colosenses 3,12-21

EVANGELIO

Mt 2,13-15.19-23

Apenas se marcharon, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: -Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta nuevo aviso, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche, se fue a Egipto y se quedó allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto (Os 11,1).Apenas murió Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: -Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que intentaban acabar con el niño.Se levantó, cogió al niño y a su madre y entró en Israel. Al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá. Entonces, avisado en sueños, se retiró a Galilea y fue a establecerse a un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas: que se llamaría Nazoreo.

EXPLICACIÓN-REFLEXIÓN

Se trata de una familia oriental donde conviven los esposos, los hijos y los abuelos. Y todos caben; con sus problemas y dificultades.

1.- Los esposos (2ª Lectura. Col. 3,12,21). Hay que ir al matrimonio equipados. Lo mismo que uno que va a esquiar o a escalar una montaña… ¿Qué traje deben ponerse?  “la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura”. La misericordia es una palabra compuesta que significa: poner el corazón sobre nuestra miseria. Todos somos limitados, somos pecadores. Y a veces, aún con la mejor intención, nos hacemos daño. La única solución es pedirnos perdón de todo corazón. Sin capacidad de perdón, nuestra convivencia siempre estará amenazada. El sol que sale con fuerza no tiene miedo a la escarcha de las frías mañanas de invierno. La humildad, dice Santa Teresa, es la verdad. La verdad de saber que en el matrimonio nadie es más que nadie ni menos que nadie. Los dos son hijos de Dios a quienes ama de la misma manera. La dulzura es el amor de excelencia, amor cariñoso, el amor de detalles. Es lo mismo que el aceite para los coches. Si falta, se enciende una lucecita roja que manda pararte. De lo contrario, te cargas el motor. Con la dulzura se suavizan las relaciones, se eliminan las tensiones y hace que la convivencia vaya sobre ruedas.

2.- Los abuelos (1ª lectura. Eclo. 3,2-6.12-14). En la primera lectura se nos habla de abuelos y se nos dice cosas tan bellas como éstas:” el que respeta a sus padres ancianos acumula tesoros; cuando rece será escuchado. Hijo mío, no los abandones cuando sean mayores, aunque ya digan bobadas, ten indulgencia, no los abochornes”.   Acumula tesoros. Los hijos no obedecen, los hijos imitan. Lo que tú hagas con los abuelos harán tus hijos contigo. “Cuando reces serás escuchado” A veces decimos que Dios no nos escucha. ¿No será porque no tratamos bien a los mayores? “¡Hijo mío!, no los abandones” Da la impresión de que el mismo Dios se pone de rodillas para suplicarnos que no abandonemos a los abuelos. “Ten indulgencia, aunque digan bobadas”.  Ya sabemos que repiten las cosas y que son raros. Es lo normal. Lo mismo que los niños hacen gracias, los mayores tienen rarezas…  ¿Has pensado en lo que serás tú cuando tengas sus años?  ¡No los abochornes!  Un hijo nunca debe avergonzarse de sus padres. Tal vez no hayan tenido medios para adquirir cultura porque necesitaron trabajar para que tú pudieras estudiar.  Un hijo siempre se siente orgulloso de sus padres.

3.- Una familia con problemas. A los pocos días del nacimiento del Niño, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al Niño y a su madre, y huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.Qué duro, o como se dice ahora, qué fuerteel que quieran matar al Niño apenas ha pisado este mundo. Si este Niño sólo viene a salvar…a hacer el bien…María y José, sin protestar, sin pedir explicaciones abandonan su país, su pueblo, su casa, su familia…y marchan a Egipto, un país tan distinto y tan desconocido. Y allí, sin conocer a nadie, tienen que buscar un trabajo, una vivienda. Ellos eran pobres y es posible que los primeros días estuvieran sin trabajo, viviendo de limosnas, pasando por la humillación de tener que pedir…Pero esta es la situación que, a lo largo de tantos siglos, han vivido y están viviendo miles de personas que tienen que abandonarlo todo por buscar trabajo y un medio de vida.  Cualquier emigrante puede acudir a esta sagrada familia. Ella sabe por propia experiencia lo duro que es vivir en un país extranjero…Lo ha vivido. Ella está preparada para socorrer este tipo de situaciones, no desde fuera, dando una limosna, sino desde dentro, metiéndose en el pellejo de la gente.

PREGUNTAS

1.- Hoy que hay tantos fracasos en los matrimonios.  ¿Nos preocupa el equiparles mejor? ¿Todo se reduce a unos cursillos antes de la boda?

2.- Hoy en España los abuelos tienen abundante comida, calefacción y medicinas. Y, sin embargo, se sienten solos. ¿A quién corresponde    dar esa medicina que cure su amarga soledad?

3.- Hay muchas familias en el mundo que tienen necesidad de salir de su país con todo lo que esto conlleva de desarraigo y de sufrimiento. ¿Cuál es nuestra postura ante los inmigrantes?  Como cristianos, ¿no podemos hacer más por ellos?

Este evangelio, en poesía, suena así:

José, María y Jesús,
un padre, una madre, un hijo.
Una Sagrada Familia,
un triple “amor” florecido.
La felicidad dormía
en aquel precioso “nido”.
Los tres vivían alegres
por el “amor” seducidos.
En aquel hogar bendito
Dios puso su domicilio.
Dios siempre se hace presente
donde hay “amor” y cariño
Su casa estaba asentada
sobre “roca” de granito.
No pueden con el “amor”
ni los vientos ni los ríos.
Su puerta quedaba abierta
al paso de los vecinos.
Donde hay “amor”, no hay extraños;
todos se sienten amigos.
Toda su vida giraba
alrededor del servicio.
Sin flores no hay primavera.
No hay “amor” sin sacrificio.
Señor, en nuestras familias,
Falta “amor” y hace frío.
Que en Jesús, José y María
encontremos nuestro abrigo.

(José Javier Pérez Banedí)

Comentario – Sagrada Familia: Jesús, José y María

(Mt 2, 13-15. 19-23)

En este texto aparece la solicitud de José, su sensibilidad atenta a la voz de Dios, su prontitud para seguir las indicaciones divinas. Pero su figura está al servicio del misterio de Jesús.

En este texto, Jesús se nos muestra, ya desde niño, perseguido y rechazado por los poderosos, parte de una familia pobre y sufrida que debe emigrar para escapar de la violencia y la persecución.

José, que “tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto” no muestra ciertamente una familia poderosa, respetada por la sociedad, sino una familia que simboliza a todas las familias despreciadas y relegadas por el mundo del dinero y la apariencia, a todas las familias desamparadas y abandonadas.

De hecho, este Jesús que debe huir a Egipto, exiliado ya desde niño, y desde allí vuelve a su tierra, está representando la suerte de todo su pueblo pobre, sufriente y peregrinante. Por eso Mateo aplica a Jesús la cita de Oseas 11, 1 que se refería al pueblo judío: “De Egipto llamé a mi hijo”.

Jesús y su familia no se nos presentan entonces como un pequeño grupo de privilegiados que se aíslan de la multitud para llevar una vida más serena y más fácil, liberada de las perturbaciones del mundo, sino como una familia plenamente integrada en su pueblo, solidaria con los sufrimientos de los más pobres, corriendo la misma suerte angustiosa de ese pueblo oprimido.

La vida familiar de Jesús ilumina nuestra vida en familia.

Oración:

“Concede Señor a las familias cristianas un espíritu solidario, para compartir la vida y las angustias de las demás familias, para romper los cercos de su pequeño mundo y abrirse a la vida del pueblo, para caminar con los demás por esta historia”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Acércate a Belén

Acércate a esos lugares del mundo
donde hoy acampa silenciosamente
el Verbo, sin derechos y sin palabra,
donde se refugia su humanidad
desnuda, doliente, maltratada.

Acércate y ofrécele acogida,
casa donde pueda morar y descansar,
porque ha venido y está en lo suyo,
aunque no tenga credenciales.
ni permiso legal de residencia.

Acércate y escucha, en silencio, el clamor
de sus gritos, gemidos y palabras,
reivindicando sus derechos
y los nuestros que están pisoteados;
acércate sin miedo, quiere ser nuestro amigo.

Acércate y déjate querer
por quien ha plantado su tienda entre nosotros,
y en medio de este mundo tenso,
hostil, cerrado y acotado,
pone la ternura de Dios en nuestras manos.

Acércate a Belén como los pastores
y contempla a Dios encarnado;
acércate alegre y raudo
aunque ya no haya estrellas
ni rumor de ángeles ni cantos.

Acércate ahora que puedes
comenzar un año nuevo
lleno de vida y presentes
y se te abre el horizonte
porque hay alguien que te quiere.

Florentino Ulibarri

La misa del domingo

La noche en que María dio a luz a su Hijo, había «en aquella región… unos pastores que pasaban la no­che al aire libre, velando por turno su rebaño» (Lc 2, 8). Un ángel del Señor se les presentó, «la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2, 9), y ellos comprensiblemente se llenaron de temor. El ángel disipó su temor anunciándoles una excelente noticia: «hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11).

Hemos comentado anteriormente lo que significan estos títulos (ver APUNTES en la NATIVIDAD DEL SEÑOR, Misa de medianoche): aquél Niño es el Salvador por antonomasia, es “Dios que salva”, Dios que se ha hecho hombre para salvar a su pueblo y a la humanidad entera (ver Mt 1, 21). Él es el Cristo, el Ungido por excelencia, ungido por el mismo Espíritu Santo. Él es el Señor, es decir, es Dios.

Es del nacimiento de este Niño del que escribe San Pablo: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer» (Gál 4, 4; Segunda Lectura). Se trata del texto más antiguo del Nuevo Testamento que se refiere a María. Comenta el P. Cándido Pozo que «estas breves palabras contienen enseñanzas teológicas de la mayor importancia». Sostiene él que la traducción “envió” empobrece «la riqueza de matices del verbo griego exapésteilen, que se traduce mejor como “envió [Dios] de junto a sí”. La idea es que «el Hijo preexiste junto al Padre, y esa preexistencia hace posible que el Padre lo envíe del cielo a la tierra. Ahora bien, la realización de ese envío tiene lugar en la encarnación, en la que nace de una mujer, María, recibiendo de ella la naturaleza humana»  (María en la Escritura y en la fe de la Iglesia, BAC, Madrid 1979, pp. 60s). Por tanto, la afirmación de San Pablo «incluye la verdad fundamental de la maternidad divina de María» (Allí mismo, p. 61).

Es justamente esta realidad la que la Iglesia celebra en este día: María es Madre de Dios, que en griego se dice Theotokos. ¿Qué debemos entender cuando decimos que María es la Madre de Dios? «La expresión Theotokos, que literalmente significa “la que ha engendrado a Dios”, a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere sólo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con Él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio a luz.

»Así pues, al proclamar a María “Madre de Dios”, la Iglesia desea afirmar que ella es la “Madre del Verbo encarnado, que es Dios”. Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.

»La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios» (S.S. Juan Pablo II, Catequesis, 27/11/1996).

Este Niño, Hijo de Dios desde toda le eternidad y hecho Hijo de María en el tiempo, ha venido a salvarnos, a «li­brarnos del dominio de la Ley, para que recibiéramos la condi­ción de hijos adoptivos de Dios» (Gál 4, 5). Dios se ha abajado para elevarnos, Dios se ha hecho hombre para hacernos partícipes de su misma naturaleza divina (ver 2 Pe 1, 4): «Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios» (Gál 4, 7; 1 Jn 3, 1-2).

Luego del asombroso anuncio del ángel los pastores fueron presurosos a Belén y encontraron al Niño tal y como les había dicho el ángel: «envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 12). El cumplimiento de la “señal” era garantía de que la buena noticia traída por el ángel era verdaderamente una comunicación sobrenatural. Sin duda no se guardaron la noticia para sí mismos, sino que la divulgaron a cuantos pudieron por el camino, pues un gozo semejante es incontenible. Su testimonio causaba asombro y admiración a quienes los escuchaban. Ellos, luego de adorar al Niño, «se volvieron dando gloria y alabanza a Dios». Eran hombres sencillos, pero profundamente religiosos.

Por su parte María, luego de escuchar el testimonio de los pastores, «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19). Con ello el evangelista nos transmite un rasgo exquisito y ejemplar de su personalidad espiritual y psicológica: ella es una mujer reverente, que acoge y atesora todo lo que viene de Dios, lo medita, lo guarda y custodia en su corazón. No olvida, sino que vive nutriéndose día a día de esta cordial memoria, y de esa manera permanece fiel a Dios incluso en los momentos de mayor prueba.

Pasados los ocho días «tocaba circuncidar al niño» (Lc 2, 21). La circuncisión era el signo de incorporación del niño varón al pueblo de Israel. Debía realizarse al octavo día del nacimiento, y podía realizarlo cualquier persona (ver Ex 5, 25; 1 Mac 1, 63; 2 Mac 4, 16), ya sea en casa o en la sinagoga, ante diez testigos.

En el momento de la circuncisión se pronunciaba una fórmula de bendición a Dios y se imponía el nombre al niño. A Él «le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel an­tes de su concepción» (Lc 2, 21). Jesús es la forma reducida de Yehoshúa, que significa “Yahvé [Dios] salva”, «porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21).

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Hay quienes rechazan tajantemente referirse a María como Madre de Dios. Nos increpan escandalizados: “¿Cómo puede una criatura tan insignificante ser la madre de su Creador, de Aquel que es eterno e increado? ¡Eso es imposible! ¡Es totalmente desproporcionado llamarla Madre de Dios! ¡Es elevarla demasiado en su dignidad, es constituirla en una especie de divinidad! ¡Y Dios es uno sólo!”

Para no confundirnos nosotros y para explicarlo a otros, conviene comprender lo que entendemos bajo este importante título de “María, Madre de Dios”.

Ante todo, un poco de historia. Ya desde el siglo IV los cristianos se dirigían habitualmente a Santa María con el título de Madre de Dios, en griego, Theotokos. En la oración mariana más antigua que se conoce, oración que se remonta a aquella época, se la invocaba así: «Bajo tu misericordia nos refugiamos, ¡oh Madre de Dios!; no desprecies nuestras súplicas en la necesidad, sino líbranos del peligro, sola pura, sola bendita». En efecto, es el origen de la querida oración que hoy conocemos con el título de “Bajo tu amparo”.

Como antigua es aquella oración, antigua es también la discusión sobre si María puede ser llamada o no Madre de Dios: se remonta al siglo V. En aquel entonces Nestorio, elegido patriarca de Constantinopla (hoy Estambul) el 428, consideró intolerable aquel título y lo combatió decididamente. ¿Su argumento? El Verbo de Dios, que existe desde toda la eternidad junto al Padre, no puede haber sido engendrado por ella, deberle la existencia, ser su Hijo. María solamente puede engendrar la naturaleza humana de Jesús, más no la divina, por ello es y puede ser llamada Madre de Jesús, pero no Madre de Dios.

Pero tal argumento presenta un problema grave: ¿Coexisten en Jesús dos personas distintas, una humana y otra divina? Afirmar que María es madre sólo de su parte humana es lo mismo que afirmar que el Verbo “habitó en” un hombre (como si habitase en una casa) y negar que el Verbo “se hizo” hombre (ver Jn 1,14). Y eso es totalmente inadmisible pues «sólo puede ser redimido lo que ha sido asumido»: si el Verbo divino no asumió verdaderamente nuestra naturaleza humana, si Dios no se hizo hombre verdaderamente, entonces no hemos sido redimidos por la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Al honrar a María con el título de Madre de Dios no queremos elevarla por encima de Dios, o menos aún afirmar que ella haya dado la existencia al Verbo eterno. ¡Nada más alejado de nuestra fe católica que eso! Al decir que María es Madre de Dios afirmamos en cambio que su Hijo es Dios que se ha hecho verdaderamente hombre en su seno inmaculado, afirmamos que el Verbo divino —la segunda persona de la Trinidad—  ha asumido de ella plenamente nuestra naturaleza humana para reconciliarla, redimirla y elevarla, afirmamos que en Cristo, aunque tiene una naturaleza divina y otra humana, no hay sino una sola persona, la divina.

En resumen: si María es madre de Cristo, y Cristo es Dios-hecho-hombre, entonces María es Madre de Dios.

Fundamentándose en este razonamiento, el Concilio de Éfeso, en el año 431, rechazó la doctrina de Nestorio y afirmó la maternidad divina, atribuyendo oficialmente a María el título de “Theotokos”.

A María, mujer elegida para ser la Madre de Dios, se aplican sin duda con particular fuerza las palabras que Dios dirige a su elegido: «Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti» (Jer 31,3). Por ese amor tan especial, Dios la elige, Dios la prepara para ser la Madre de su Hijo. Así, pues, ¿no está ella por encima de cualquier otra criatura humana, por el simple hecho de esta elección divina? Y si Dios la amó y ama tanto, ¿no debo amarla yo también como Él? Y si Dios la elige para cumplir una misión tan importante en la historia de la humanidad, la misión de acercarnos al Reconciliador, de hacer presente a Dios entre nosotros (ver Is 7,14), ¿no debo yo también darle un lugar central en mi vida?

Por otro lado, ¡con qué inmenso amor habrá amado Jesús a su Madre! ¿No es Él el Maestro del auténtico amor humano? ¿No amó Él hasta el extremo? ¿No es Él el amor mismo? Si amo a Jesús con todo mi corazón, ¿no es lo propio querer tener sus mismos sentimientos, querer amar como Él amó, querer amar todo lo que Él amó y a quienes tanto amó? Ésta ha de ser también nuestra respuesta comprometida: «Yo quiero amar a María como Jesús la amó, quiero acogerla en “mi casa” (ver Jn 19,7), en lo más íntimo de mí, en mi vida». Al amar a María como Jesús la amó, descubrirás cómo Ella te enseñará a amar más aún a su Hijo, el Señor Jesús.

Comentario al evangelio – Sagrada Familia: Jesús, María y José

Ser Sagrada Familia

Lee:

El Libro del Eclesiástico ofrece ideas sobre cómo ser una «familia santa» en la que reinan el respeto, el amor, la bondad y el cuidado. Según Pablo, cuando la palabra de Dios habita en el centro de nuestras vidas, las virtudes mencionadas se despliegan en nosotros. Mateo narra la huida de la Sagrada Familia a Egipto.

Reflexiona:

Convertirse en una familia santa es un trabajo duro. La familia de José, María y Jesús lo atestigua. El hecho de que José y María dijeran «sí» a la voluntad de Dios no hizo su vida más fácil por arte de magia. Tuvieron que vivir la pobreza, la falta de hogar, el exilio, la casi pérdida del niño, la viudez y la muerte por crucifixión…. ¿No se parece esta familia a algunas que hemos conocido por ahí? ¿O quizás incluso a nuestras propias familias? Este pensamiento debería consolarnos y darnos esperanza. Si la Sagrada Familia pasó por esas luchas, las nuestras no son excepcionales. Y si ellos las sobrevivieron confiando en las palabras de Dios, nosotros también podemos hacerlo, haciendo que la palabra de Dios sea el centro de nuestra vida. También debe impulsarnos a ser palabra de Dios para las familias de nuestro entorno.

Ora:

Reza por una familia que sepas que está pasando por momentos difíciles.

Actúa:

Acércate a esa familia con una ayuda práctica que puedas pagar.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Sagrada Familia: María, Jesús y José

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 2,13-15.19-23):

Después que se fueron los Magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño». El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: «Será llamado Nazareno».

Hoy celebramos con alegría a la Sagrada Familia de Nazaret. El contexto es el más adecuado, porque la Navidad es por excelencia la fiesta de la familia.

Los seres humanos no viven la procreación meramente como un acto reproductivo, sino que perciben su riqueza: intuyen que cada criatura humana que se asoma a la tierra es el “signo” por excelencia del Creador y Padre que está en el cielo. ¡Cuán importante es que cada niño, al venir al mundo, sea acogido por el calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús nació en un establo y como primera cuna tuvo un pesebre, pero el amor de María y de José le hizo sentir la ternura y la belleza de ser amados. 

—La Sagrada Familia de Nazaret pasó por muchas pruebas, como la de la “matanza de los inocentes”, que obligó a José y María a emigrar a Egipto. Confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y aseguraron a Jesús una infancia serena y una educación sólida.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Sagrada Familia: Jesús, María y José

SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ, fiesta

Misa de la fiesta (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Credo. Prefacio de Navidad, embolismos propios de la Octava en las Plegarias Eucarísticas. No se puede decir la Plegaria IV.

Leccionario: Vol. I (A)

  • Eclo 3, 2-6. 12-14. Quien teme al Señor honrará a sus padres.
  • Sal 127.Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
  • Col 3, 12-21. La vida de familia en el Señor.
  • Mt 2, 13-15. 19-23.Toma al niño y a su madre y huye a Egipto.

Antífona de entrada Cf. Lc 2, 16
Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

Monición de entrada
Cada familia tiene sus inquietudes y sus problemas. En la fiesta de hoy, la Sagrada Familia, se nos muestra cómo María, José y Jesús tuvieron su buen cupo de problemas y aflicciones, especialmente porque la verdadera razón y el corazón de esta familia era Jesús, ese hijo desconcertante. Ellos, sus padres,  hicieron todo a favor de su hijo. Lo que nos parece a nosotros más típico en la Sagrada Familia es que en todo buscaban la voluntad de Dios; esto será característico también de Jesús –la voluntad de Dios iba a ser su alimento y su bebida. — Que el corazón de nuestras familias sea también Jesús, y con él, con María y José nos preguntemos qué es lo que Dios quiere de nosotros, y que sepamos cumplirlo.

Acto penitencial
Pidamos perdón a Dios porque con frecuencia hemos hecho sin cuidado ni atención las tareas comunes de nuestra vida cotidiana, 

  • Señor Jesús, tú creciste en Nazaret y viviste como el hijo del carpintero local. Señor, ten piedad de nosotros.
  • Cristo Jesús, el trabajar con las manos formaba parte de tu dignidad humana. Cristo, ten piedad de nosotros.
  • Señor Jesús, por medio de tu vida en la Sagrada Familia tú santificaste las tareas ordinarias de la vida de cada día. Señor, ten piedad de nosotros.

Ten misericordia de nosotros, Señor, y perdona nuestros pecados. Que nuestras vidas te den culto y adoración y llévanos a la vida eterna.

Se dice Gloria.

Oración colecta
OH, Dios, que nos has propuesto a la Sagrada Familia
como maravilloso ejemplo,
concédenos, con bondad,
que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor,
lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Se dice Credo.
Vamos a confesar ahora nuestra fe, recordando las grandes intervenciones de Dios en la historia de la salvación, especialmente, la de la Encarnación de Jesucristo, el Hijo único y verdadero.

Oración de los fieles
Unidos a la Sagrada Familia de Nazaret, confiamos en el Señor que conoce todas nuestras necesidades, y le pedimos que bendiga a todas las familias. Y así digamos:   
R/ Señor, bendice a tu pueblo.

1.- Por la familia de la Iglesia, para que sea como una madre y un hogar para todos los necesitados, roguemos al Señor: R/ Señor, bendice a tu pueblo.

2.- Por todos los matrimonios, para que sepan conservar la frescura de su primer amor, o redescubrirlo si la hubieran perdido, roguemos al Señor: R/ Señor, bendice a tu pueblo.

3.- Por todas las familias del mundo, para que sus miembros sigan creciendo en aprecio y en actitud de servicio mutuo, roguemos al Señor: R/ Señor, bendice a tu pueblo.

4.- Por los niños y por los jóvenes, para que sus padres sean para ellos adultos responsables preocupados por su crecimiento y felicidad, roguemos al Señor: R/ Señor, bendice a tu pueblo.

5.- Por los matrimonios separados y por sus hijos, para que puedan encontrar gente afectuosa cuyo amor comprensivo les ayude a superar la quiebra de la vida en su hogar, roguemos al Señor: R/ Señor, bendice a tu pueblo.

6.- Por nuestras comunidades cristianas, para que como miembros de una sola familia aprendamos a llevar los unos las cargas de los otros y también a compartir las alegrías, roguemos al Señor: R/ Señor, bendice a tu pueblo.

Padre, nosotros confiamos en ti. Danos la gracia de no negarnos unos a otros todo el  amor que tú nos has mostrado en Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
AL ofrecerte, Señor, este sacrificio de expiación,
te suplicamos,
por intercesión de la Virgen Madre de Dios y de San José,
que guardes a nuestras familias en tu gracia y en tu paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad

Antífona de comunión Cf. Bar 3, 38
Nuestro Dios apareció en el mundo y vivió en medio de los hombres.

Oración después de la comunión
PADRE misericordioso,
concede a cuantos has renovado con estos divinos sacramentos
imitar fielmente los ejemplos de la Sagrada Familia
para que, después de las tristezas de esta vida,
podamos gozar de su eterna compañía en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
D
IOS, bondad infinita,

que disipó las tinieblas del mundo
con la encarnación de su Hijo
y con su nacimiento glorioso
iluminó esta noche santa
aleje de vosotros las tinieblas del pecado
y alumbre vuestros corazones con la luz de la gracia.
R/. Amén.

Quien encomendó al ángel anunciar a los pastores
la gran alegría del nacimiento del Salvador
os llene de gozo
y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio.
R/. Amén.

Quien por la encarnación de su Hijo
reconcilió lo humano y lo divino
os conceda la paz a vosotros, amados de Dios,
y un día os admita entre los miembros de la Iglesia del cielo.
R/. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R/. Amén.