1.- Ante el momento final, «la última hora», Juan da una consigna a sus lectores: que permanezcan fieles a la verdad, y no se dejen seducir por falsas doctrinas.
Aplicando la creencia judía de que al final de los tiempos vendrá el «anticristo», el «antiungido», Juan señala que ya está presente esta personificación de las fuerzas del mal: se trata de los falsos doctores, seductores, que habían pertenecido a la comunidad, pero que «no han permanecido con nosotros». Mientras que los creyentes deben seguir siendo «ungidos», fieles al Ungido por excelencia, Jesús (las palabras Cristo y Mesías significan lo mismo: el Ungido).
Se trata de la antítesis entre la verdad y la mentira. Cristo es la verdad, la Palabra que Dios nos ha dirigido. Todo lo que no sea Cristo es mentira, embuste y anticristo.
2.- Terminamos el año escuchando el prólogo de san Juan, el magnífico resumen de todo el misterio de Cristo y de nuestra fe.
La página que nos introduce a los grandes temas que luego va a desarrollar su evangelio.
La presentación teológica que Juan nos hace de Cristo nos lleva al mayor nivel de profundidad en nuestra celebración de la Navidad:
– estaba junto a Dios, era Dios desde toda la eternidad,
– era la Palabra viviente de Dios, la luz, la vida: y por él fueron hechas todas las cosas,
– un profeta, Juan Bautista, fue enviado por Dios como precursor y testigo de la luz, para preparar sus caminos,
– y al llegar la plenitud del tiempo, el Verbo, la Palabra que existía antes, se hizo hombre, se encarnó, y acampó entre nosotros, para iluminar con su luz a todos los hombres,
– pero los suyos no le recibieron, vino a su casa y no le reconocieron; siempre la contradicción que anunciara Simeón: el contraste entre la luz y las tinieblas,
– eso sí: los que creyeron en él, los que le acogieron, han recibido gracia sobre gracia, lo más grande que pueden pensar: el ser hijos de Dios, nacidos del mismo Dios.
Es la mejor teología de la Navidad, y a la vez el mejor estímulo para una vida cristiana llena de valores positivos.
3.- a) Las dos lecturas nos han centrado en lo principal que estamos celebrando en la Navidad: el misterio de Cristo Jesús, el Dios encarnado.
Así podemos acabar bien el año y disponernos a empezar el siguiente, porque Cristo es el centro de la historia. Como dice la oración del día, «has establecido el principio y la plenitud de toda religión en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo… porque sólo en él radica la salvación del mundo».
La carta de Juan Pablo II convocando al Jubileo del año 2000 empieza y termina con la misma cita de la carta a los Hebreos: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13,8).
Dios, por la encarnación de su Hijo, se ha introducido en la historia del hombre para redimirnos y comunicarnos su propia vida. Eso es lo que ha dado sentido a toda la historia y al correr de los años, que ha quedado impregnado de la presencia de Cristo Jesús.
Terminar el año y empezar otro en el ambiente de la Navidad, sobre todo en la cercanía del año 2000, nos invita a pensar en la marcha de nuestra vida, cómo estamos respondiendo al plan salvador de Dios. Para que no vayamos adelante meramente por el discurrir de los días, atropellados por el tiempo, sino dueños del tiempo, conscientes de la dirección de nuestro camino.
b) Es bueno que terminemos lúcidamente el año. «Es la última hora», decía la carta de san Juan, y nos invitaba a vigilar para que no se mezcle el error y la mentira en nuestra fe, a saber discernir entre el Cristo y los anticristos, entre el embuste y la verdad. En fechas como el fin de año necesitamos sabiduría para que nuestra historia personal y comunitaria no se desvíe de ese Cristo que, además de Niño nacido en Belén, se nos presenta como la Palabra y la Verdad y la Vida.
Nosotros, que hemos visto su gloria y hemos cantado nuestra fe en él en estas fiestas de Navidad, los que le hemos acogido en nuestra existencia, nos vemos obligados a que nuestro seguimiento sea más generoso y coherente.
Navidad es luz y gracia, pero también examen sobre nuestra vida en la luz. Cada uno hará bien en reflexionar en este último día del año si de veras se ha dejado poseer por la buena noticia del amor de Dios, si está dejándose iluminar por la luz que es Cristo, si permanece fiel a su verdad, si su camino es el bueno o tendría que rectificarlo para el próximo año, si se deja embaucar por falsos maestros. En este discernimiento nos tendríamos que ayudar los unos a los otros, para distinguir entre lo que es sano pluralismo y lo que es desviación, entre lo que obedece al Espíritu de Cristo 0 al espíritu del mal.
c) Junto a la vigilancia, las lecturas de hoy nos invitan a la alegría: ¿con qué mejor noticia podemos terminar el año que con la que nos da el evangelio de hoy: que los que creemos en Cristo Jesús somos hijos de Dios, nacidos del mismo Dios? Porque el Hijo de Dios se ha hecho hermano nuestro, nosotros somos hermanos de él y entre nosotros, y a la vez hijos del mismo Padre del cielo, llenos de la gracia de Jesús, iluminados con su luz y fortalecidos con su vida.
d) En la Eucaristía de hoy podemos dar gracias a Dios por todos los beneficios que hemos recibido de él a lo largo del año, sobre todo por habernos hecho hijos en el Hijo y hermanos los unos de los otros.
Y a la vez deberemos pedirle perdón por nuestros fallos, en el acto penitencial de la misa, o con el sacramento de la reconciliación, porque seguramente en el camino recorrido habrá luces y sombras, éxitos y fracasos, porque nunca acabamos de acoger a Cristo plenamente en nuestra vida y más de una vez nos habrá resultado más fácil seguir los caminos de este mundo que los evangélicos que él nos enseña.
«Has establecido el principio y la plenitud de toda religión en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo» (oración)
«Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria, alégrese el cielo, goce la tierra» (salmo)
«La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros» (aleluya)
«A los que recibieron la Palabra les dio poder de hacerse hijos de Dios» (evangelio)
«Dios mandó al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (comunión)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día