Lectio Divina – 3 de enero

Doy testimonio de que este es el Hijo de Dios

Invocación al Espíritu Santo:

Dios misericordioso, que has iluminado las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu palabra y el Espíritu Santo: acrecienta en nosotros la fe que tú mismo nos has dado; que ninguna tentación pueda nunca destruir la energía de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro espíritu. Amén.

Lectura. Juan capítulo 1, versículos 29 al 34:

Vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.

Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El evangelista presenta a Juan como un testigo cualificado de Jesús. Él mismo se reconoce como testigo excepcional al presentarse realizando en su persona el anuncio de Isaías: Yo soy la voz que clama en el desierto… Es el precursor o mensajero. No es ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta. Su testimonio presenta a Jesús como el Cordero de Dios, como el auténtico poseedor de Espíritu, y como el Hijo de Dios. Estos títulos de Jesús que pone en su boca el Bautista solo son pensables una vez que ha tenido lugar la pascua y se ha completado el acontecimiento cristiano.

Meditación:

Una de las convicciones más importantes que, según el evangelio de juan, debe tener el discípulo, es que Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (v. 29).

Esto tiene como consecuencia que el discípulo está convencido de que sigue al Orientador por excelencia. Y es que «pecar», desde los datos que ofrece el Antiguo Testamento, además de significar «hacer algo malo»‘ guarda relación con «no dar con el blanco», «no acertar»; de este modo, el pecado tiene relación con la maldad pero también con la desorientación. Si el cordero quita el pecado del mundo, significa entonces que el discípulo no sólo debe evitar el mal, sino que tiene que vivir en orientación permanente. Para el evangelio de Juan no sólo es arrepentirse de un pecado, sino, sobre todo, quien recapacita para que, en la medida de lo posible, ya no vuelva a suceder. Por eso, no es casualidad que posteriormente el mismo evangelio de Juan diga que Jesús «es la luz del mundo» y de que quien lo siga «no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (8, 12) y »la verdad los hará libres» (v. 32).

Creamos en Jesucristo que quita el pecado del mundo; convenzámonos de que esto implica hacer un esfuerzo por vivir en orientación, con horizontes claros; pero también con una disponibilidad permanente para recapacitar de manera oportuna.

Oración:

Cordero de Dios, quita mi pecado y hazme digno de poder tener un diálogo de amor contigo en este tiempo de oración. Te amo, pero no soy digno porque no he sido fiel a tu gracia, por eso envía tu Espíritu Santo para que me ayude a amarte como Tú me amas.

Contemplación:

Como todos los cristianos hay que tener presente nuestro compromiso a ser testigos de la misión profética de Cristo, cuando tenemos que acoger cada vez mejor en la fe la Palabra de Cristo y la anuncian a todo el mundo mediante la evangelización y la catequesis (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 190).

Oración final:

Señor Jesús, para tenerte como compañero de mi vida necesito conocerte más, de manera directa, en la Eucaristía, en el Evangelio y en la oración. No quiero quedarme en la superficialidad de quienes solo “oyen” hablar de Ti, pero no tienen una relación personal para conocer tu voluntad. Solo en el contacto asiduo contigo se podrá formar mi corazón de discípulo y misionero de tu amor.

Propósito:

Hay que recordar que, en nuestro Bautizo, Dios nos dijo estas palabras al hacernos sus hijos: “Este es mi hijo muy amado…”. Y cada día nos acompaña como Padre bueno.

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Homilía – 3 de enero

El Evangelio no quiere recordarnos hoy simplemente el mérito que asistió al Bautista, al identificar en Jesús al «Cordero que se entrega a la muerte para borrar el pecado», «al hombre sobre el que descendió el Espíritu» y «al Hijo de Dios»; pretende, más bien, llamarnos la atención sobre la necesidad del testimonio cristiano para que Jesús pueda ser reconocido.

¡De bien poco hubiera servido que Dios se hubiese encarnado en María, si Jesús no hubiera sido aceptado como Hijo de Dios!.

Si Dios no hubiera contado con la disponibilidad de Juan Bautista, Jesús no habría sido presentado como el «Cordero», «el hombre del Espíritu», «el Hijo de nuestro Dios».

De entre todos los que acudieron a Juan para recibir su bautismo de agua, Juan identificó a quien él estaba esperando: «al Salvador del mundo».

Y tuvo el coraje suficiente para decirlo en público: afirmando la misión de Jesús renegó de la suya; señalando en Jesús al Cordero que quita el pecado, envió hacia Jesús a todos los que habían acudido a verle a él.

No es fácilmente comprensible, no es ni siquiera del todo lógico, pero es un hecho innegable: Jesús necesitó del Bautista para darse a conocer; la presencia de Dios en el mundo hubiera pasado desapercibida, nadie habría valorado su voluntad de cercanía con los hombres, la encarnación habría sido un fracaso, de no haber sido descubierto Jesús entre la muchedumbre por el Bautista.

Como en los días del Bautista, hoy sigue Dios necesitando de hombres que lo testimonien sólo porque saben que Dios insiste en ser un Dios cercano al hombre.

Uno de los males del mundo del hoy es precisamente que muchos hombres no sienten a Dios cerca suyo.

Y esto ocurre porque faltan creyentes que se dediquen a vivir testimoniando cuanto creen: siempre hay que señalar a Dios. Dios se ha hecho preceder por precursores: se necesita de personas que descubran a Dios, que lo hagan cercano y creíble, próximo y familiar. Sólo así nacerá en la gente las ganas de seguirlo.

El cristiano hoy, como el Bautista ayer, ha de vivir para señalar la presencia de Dios en el mundo, para no permitir que se le ignore o se le arrincone, para no dejar que se lo silencie o se lo olvide. Aunque personalmente no perdamos nunca de vista a Dios, si lo pierde nuestro mundo por causa de nuestro silencio, lo estaremos perdiendo todos: la mejor manera de sentir la presencia de Dios hoy, es dedicarse como el Bautista, a proclamarlo presente; el testigo defiende su experiencia cuando la pública: ¡defendamos nuestra fe en Dios proclamándolo presente en el mundo!; ¡y ayudemos a quienes nos rodean a identificarlo!

Para hacer esta labor de precursores de Dios, estamos sobre este mundo los creyentes.

Que María, nuestra Madre nos ayude a ser precursores del Señor.

Comentario – 3 de enero

1.- La carta de Juan, después de haber insistido en la fe en Cristo como garantía de comunión de vida divina, da un paso adelante y nos presenta la condición de hijos que tenemos los cristianos.

«Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios: pues lo somos».

Es una afirmación gozosa, atrevida, clara y profunda a la vez. Nuestro carácter de hijos no es metáfora, es realidad. Misteriosamente renacidos del agua y del Espíritu, hemos sido incorporados a la familia de Dios.

Es el mejor resumen de la Navidad. El Hijo de Dios se ha hecho hermano nuestro, y por tanto todos hemos quedado constituidos hijos en el Hijo.

Y eso que «aún no se ha manifestado lo que seremos», porque cuando se nos manifieste Cristo, «seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es».

Ahora bien, el ser hijos nos exige no pecar. No hay nada más exigente que el amor.

«Todo el que permanece en él, no peca». Pero Cristo ha venido para liberarnos de nuestro pecado, porque conocía nuestra debilidad: «él se manifestó para quitar los pecados».

2.- En el evangelio continúa el testimonio del Bautista.

Hoy señala claramente a Jesús de Nazaret: «éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije…».

Juan puede dar con certeza este testimonio porque lo ha sabido por el Espíritu: «yo no lo conocía, pero he contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él».

Acabamos de celebrar el nacimiento de Jesús, y ya se nos presenta como el profeta, el maestro, el que entregándose en la cruz, quita el pecado del mundo, y el que bautizará en el Espíritu, no en agua. Navidad, Pascua y Pentecostés: el único misterio de Cristo.

3.- a) Llamarnos y ser hijos de Dios es la mejor gracia de la Navidad. Y es también la mejor noticia para empezar el año.

A lo mejor seremos personas débiles, con poca suerte, delicados de salud, sin grandes éxitos en la vida. Pero una cosa no nos la puede quitar nadie: Dios nos ama, nos conoce, nos ha hecho hijos suyos, y a pesar de nuestra debilidad y de nuestro pecado, nos sigue amando y nos destina a una eternidad de vida con él.

Todo esto no se nota exteriormente. Ni nosotros ni los demás notamos esta filiación como una situación espectacular o milagrosa. Como sus contemporáneos no reconocían en Jesús al Hijo de Dios. Pero eso son los misterios de Dios: de verdad somos hijos suyos, y aún estamos destinados a una plenitud de vida mayor que la que tenemos ahora. En medio de las tinieblas ha brillado una luz, ha entrado Dios y nos ha hecho de su familia: no puede ser que sigamos en la desesperanza o en la oscuridad.

Es una convicción que puede hacer que nos apreciemos más a nosotros mismos, de modo que nunca perdamos la confianza ni caigamos en el desánimo. Preguntémonos hoy: ¿de veras nos sentimos hijos, oramos como hijos, actuamos como hijos? ¿qué prevalece en nuestra espiritualidad, el miedo, el interés o el amor? ¿nos dejamos inspirar por ese Espíritu de Dios que desde dentro nos hace decir: «Abbá, Padre»?

b) Pero las lecturas de hoy nos hacen mirar también a los demás con ojos nuevos: porque ellos también son hijos del mismo Dios, y por tanto hermanos nuestros. Como fruto de esta Navidad, ¿seremos mejores testigos de Cristo, como el Bautista? ¿nos preocuparemos más de los demás, anunciándoles al Cristo que quita el pecado del mundo y da sentido a nuestra vida?

c) Cuando nos preparamos a la comunión eucarística, el sacerdote nos invita a decir el Padrenuestro con confianza de hijos: «nos abrevemos a decir». Y a continuación a darnos la paz. Hijos y hermanos.

Y cuando ya nos invita a acercarnos para comulgar, nos repite cada vez la palabra que hoy hemos escuchado del Bautista: «éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo».

Cada Eucaristía debería aumentar nuestro amor de hijos, nuestra confianza en el poder perdonador de Cristo, y a la vez nuestra actitud más fraterna con todas las personas que encontramos en nuestro camino.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto

En el Señor Jesucristo los creyentes cristianos descubrimos el cumplimiento de las promesas que durante siglos nutrieron la esperanza del pueblo de Israel. El siervo de Yahvé anunciado por el profeta Isaías, que trae el derecho a las naciones, es este Jesús de Nazaret que se acerca como un judío más, atraído por la llamada a la conversión que Juan el Bautista está proclamando a orillas del río Jordán, a ser bautizado por él.

Tras el bautismo acontece la teofanía. El Espíritu que se posa sobre Jesús y la voz del Padre, marcan y sellan la identidad de Jesús. Dios mismo está en Él, nadie como Jesús ha poseído ni poseerá la presencia del Espíritu de Dios, es tal y tan estrecha esta presencia que se hace identidad. El bautizado en el Jordán es el Hijo de Dios, Dios- uno-como-nosotros.

He aquí un primer acento a destacar en nuestras homilías de este domingo del bautismo de Jesús: nuestra fe en Él como la presencia del misterio de Dios en la historia y en el devenir de la humanidad.Bueno sería destacarlo muy formalmente, incluso con algún rito particular dentro de la celebración eucarística.

Un segundo punto es fijarnos en la misión que el ungido, animado por el Espíritu divino, viene a desempeñar. Él va a implantar el derecho y la justicia. Y ciertamente Jesús lo hizo. Muy particularmente se empeñó en dignificar la vida de todos aquellos con quienes se encontró por los caminos de Galilea y que vivían sin la dignidad, los medios y la felicidad que el Padre quiere para sus hijas e hijos. Esta acogida de Jesús hacia los hallados en los márgenes de la sociedad inaugura un mundo nuevo y una nueva humanidad, una nueva forma de entendernos y de relacionarnos los seres humanos, que sobre todo desde el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal hará presente el Reino de Dios en nuestro mundo.

En tercer lugar es importante destacar que es ésta una buena ocasión para recordar y actualizar en todos los miembros de la comunidad creyente nuestra condición personal de bautizados en el nombre del Señor Jesús. A veces da la impresión de que el gran sacramento del Bautismo que nos une y configura con Cristo Jesús, “el más bello y el más sublime de los dones de Dios”, en la expresión de San Gregorio Naciancieno, lo tenemos un tanto olvidado.

Caer en la cuenta de nuestra condición de bautizados debería instarnos avivir siempre dando gracias y buscando caminos de coherencia en conformidad con nuestra condición de discípulos y seguidores de Jesús.

Dando gracias por este misterio de comunión con Cristo Jesús, que nos sumerge en su mismo destino de vida entregada hasta el extremo y recuperada por la fuerza del Espíritu de Dios a otra Vida-sin-amenaza-alguna. Bautismo y gozo pascual y sentimiento de plenitud de sentido van siempre estrechamente unidos en lo más profundo del ser creyente cristiano.

Y buscando siempre caminos de coherencia. Hoy los ungidos por el Espíritu de Dios somos nosotros, los creyentes cristianos, y nuestra misión es la misma que dinamizó toda la vida del Señor Jesús. Al igual que Él, también nosotros deberíamos pasar por el mundo haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por cualquier tipo de mal. El sufrimiento sigue estando ahí, marcando y lacerando la vida de no pocas personas. Bautizados en el nombre de Cristo Jesús, fieles a su mismo Espíritu, también nosotros cada día hemos de enarbolar la búsqueda del derecho y de la justicia para tantos seres humanos que carecen de ambos.

Nos descubrimos ungidos y urgidos a hacer presente y a extender en nuestro mundo el Reino de Dios, a cuya causa el predilecto del Padre dedicó todo su ser. Así nos configuramos con Cristo y desde nuestra comunión bautismal con Él vamos impulsando el resurgir de la nueva humanidad cuyo motor es el amor mismo del Padre hacia todo ser humano.

Fr. César Valero Bajo O.P.

Mt 3, 13-17 (Evangelio Bautismo del Señor)

1ª) ¡Jesús, entre los pecadores, se acerca al Jordán!

Fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que le bautizara. Sorprendente situación: Jesús entre los pecadores camino del Jordán. Desde el comienzo del relato se invita al lector a centrar su atención adecuadamente. Todo el acontecimiento está cargado de profundo sentido y el evangelista quiere que desde el principio dirijamos la mirada en la dirección que él estima la adecuada. Jesús va a recibir la misión y tarea del Siervo: asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso presenta de modo anticipado visualmente esta misión y tarea. Los discípulos de Jesús no caminan por el mundo aislados. Al contrario, lo hacen por los mismos caminos y en los mismos ámbitos que sus hermanos los hombres. Ahí, en medio de todos, el creyente es sal y luz. Y es llamado a no escandalizarse del mal de nadie, sino a reconocerlo, asumirlo y tratar de superarlo. Ardua pero noble tarea.

2ª) ¡Es necesario cumplir el plan de Dios!

Juan intentaba disuadirlo diciéndole: soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? Jesús le contestó: Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere. Este corto diálogo de Jesús con Juan es altamente dramático y significativo. En el relato de la infancia según Mateo nada se nos dice de Juan. Es Lucas quien recuerdo ampliamente la anunciación de su concepción y las circunstancias de su nacimiento. Incluso lo presenta como pariente de Jesús. Por tanto, habrá que pensar que es el primer encuentro de lo dos frente a frente. Juan, como profeta, descubre a quién tiene delante y se niega a bautizarlo. La respuesta de Jesús es una expresión cargada de sentido en la historia de la salvación. Dios tiene un plan y en él está incluido este encuentro fundamental. Realicemos este proyecto desde los comienzos, insiste Jesús.

3ª) ¡Donación del Espíritu para la misión!

Salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Es necesario observar que la donación del Espíritu no está relacionada con el bautismo. Se abren los cielos y desciende el Espíritu cuando Jesús ha salido de las aguas del Jordán. El bautismo de Juan no confiere el Espíritu Santo. Esto es un privilegio propio del bautismo cristiano y sólo del bautismo cristiano. La apertura de los cielos y el don del Espíritu son dos realidades que convergen en la misma significación: en este momento se declara solemnemente que aquel hombre, llamado Jesús, que está al borde del Jordán es a la vez el Profeta escatológico, es decir, el Profeta esperado para el momento culminante de la salvación y el Siervo de Yahvé que llevará adelante el proyecto de Dios. Por eso recibe el equipamiento necesario para cumplir esta misión. El don singular del Espíritu Santo que, en la visión de Juan el evangelistas, permanece establemente sobre él y siempre (característica especial del momento culminante de la salvación) (Jn 1,32).

4ª) ¡Jesús es el predilecto de Dios!

Y vino una voz del cielo que decía: este es mi hijo, el amado, mi predilecto. La voz que se oye procedente del cielo corrobora la vocación de Jesús. Aquel hombre es a la vez el Siervo de Yahvé y el Hijo de Dios, el Elegido para llevar adelante la salvación. Mateo ya nos había anunciado que Jesús es el Hijo de Dios desde la concepción virginal. Pero en una reflexión cristológica éste descubrimiento (alimentado y dirigido por el Espíritu Santo) fue lento en la primera Iglesia: comenzó después del Acontecimiento Pascual, se entendió ya en el Bautismo y finalmente en la concepción virginal. La misión de Jesús engloba todos los aspectos que fueron anunciados para el Siervo, pero realizados de una manera supereminente: anunciar la Palabra para restaurar e inaugurar la nueva alianza y asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso es tan importante este acontecimiento de la vida de Jesús. El creyente en medio del mundo es un freno de la agresividad, violencia y egoísmo ambicioso de los hombres. Es un instrumento de reconciliación y de paz, a imitación y representación de Jesús, en medio de los hombres. Esta tarea y misión son especialmente urgentes de nuestro tiempo. El testimonio de la promoción de la paz con la vida y las palabras es una forma excelente de imitar a Jesús en su tarea y misión del Siervo.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Hch 10, 34-38 (2ª lectura Bautismo del Señor)

1ª) ¡Dios no tiene acepción de personas!

Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. En los poemas del Siervo se anunció una tarea universal. Pedro comprueba que Jesús, el verdadero Siervo de Yahvé, ha realizado satisfactoriamente aquella misión anunciada como lo muestra el hecho de que, después de la escucha del Anuncio solemne sobre Jesús (kerigma), una familia de paganos se abre a la fe y a la salvación y recibe el Espíritu. Son la primicia y la garantía de una cosecha mucho más abundante. Realmente el Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, no tienen acepción de personas; todos le interesan y todos son llamados a participar de la filiación divina adoptiva. Para los creyentes ya no hay distinción de razas, lenguas, naciones o expresiones religiosas. Desde la convicción de su propia fe vivida y experimentada sabe que el diálogo con todos es posible, necesario, sincero y urgente.

2ª) ¡Jesús ungido por el Espíritu Santo!

Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Otro aspecto de la promesa que se cumple en Jesús: ha recibido el don del Espíritu Santo para realizar su misión y su tarea. Pedro recuerda un aspecto importante en esta donación del Espíritu: Jesús recibió la fuerza del Espíritu. A Lucas le place llamar al Espíritu «Fuerza» (Dynamis) de Dios (Lc 1,35; Hch 1,8). Este aspecto es importante para comprender la misión de Jesús: a pesar de las graves dificultades, incomprensiones y rechazos, Jesús llevará adelante la misión hasta la consumación final. Tampoco a los discípulos de Jesús les faltará esta fuerza que viene de lo alto y contra la que nadie podrá. Ya lo habían experimentado los profetas (Jr 1,8s). Nunca ha sido fácil la tarea del testimonio de la vida y la evangelización. Pero siempre ha seguido adelante, especialmente por el testimonio de los mártires.

3ª) ¡Jesús, el hombre para todos, pasó haciendo el bien!

Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. Así capacitado para la misión, Jesús pasó haciendo el bien. Era el hombre para los demás en todos los aspectos. Y Pedro lo recuerda solemnemente en su proclamación kerigmática. Este reconocimiento y proclamación define un aspecto importante de la misión y tarea de Jesús. Es una característica del Siervo de Yahvé el ser para los demás y por los demás. Se ha cumplido amplia y superabundantemente la profecía sobre el Siervo.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 42, 1-4. 6-7 (1ª lectura Bautismo del Señor)

1ª) ¡El Siervo, elegido y preferido de Dios, equipado para la misión!

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. Hay que subrayar que el Siervo es elegido de modo singular y privilegiado por Dios. Es aquel en quien se complace su alma, es decir, del agrado total de Dios, es su preferido. El contexto inmediato de esta vocación es la liberación del pueblo de Dios del exilio de Babilonia, pero más allá de estas fronteras nacionales se vislumbra y abre un horizonte más amplio. Se le promete un don especial del Espíritu para que puede llevar adelante su misión que no sería fácil y que estaría sembrada de graves y duras dificultades. Con la luz y la fuerza del Espíritu llevará adelante con éxito la misión que se le encomienda. Aunque el Siervo es un profeta y la síntesis acabada del profetismo, tiene también rasgos regios. Por eso desde el primer poema se le atribuye una de las funciones más características de los reyes de Israel: la defensa del derecho de los pobres, los huérfanos, las viudas y los indefensos. Este poema manifiesta a los creyentes-testigos de Jesús que ser llamados a esta tarea es un privilegio de Dios y que son capacitados adecuadamente para realizarla. Por tanto, hay de disipar el miedo y las dudas y realizar nuestra misión con firmeza y confianza total.

2ª) ¡La misión del Siervo para su pueblo: restauración!

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra. El Siervo de Dios que es modelo de respeto, suavidad y mansedumbre, realizará, no obstante, su misión de restauración con firmeza. Las circunstancias en que ejerció su tarea no fueron nada fáciles: exilio y el post-exilio de Babilonia. Todo estaba derrumbado y había que restaurarlo. En esta ardua tarea el Siervo va a la cabeza del pueblo. Por eso necesitará la firmeza que procede del Espíritu que se le ha prometido de modo especial. No se dejará arrastrar por la acepción de personas, ni por la debilidad. Implantará el derecho con limpieza, firmeza, ecuanimidad y equidad. Es el modelo ejemplar de profeta y gobernante que sólo aspira a hacer posible el bien común de todos. Los creyentes que vivimos en un mundo hostil y agresivo necesitamos esas cualidades del Siervo para cumplir nuestra tarea de testimonio vivo en nuestros ámbitos habituales de convivencia y de trabajo. Somos invitados a conjugar armónicamente la suavidad, mansedumbre con la firmeza y la valentía.

3ª) ¡La misión del Siervo: luz de las naciones!

Yo, el Señor, te he llamado… te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. La vocación del siervo transciende las fronteras de Israel. El profeta-poeta anónimo que compuso estos poemas abre el horizonte hasta englobar a todas las gentes y naciones. La experiencia de Babilonia y el encuentro con otros pueblos hizo madurar en su mente, iluminada por el Espíritu inspirador, que la tarea de este Elegido privilegiado de Dios era convocar a todas las gentes para que pudieran entrar en el proyecto salvador de Dios. Este pensamiento aparecerá en el Nuevo Testamento cuando se hable de la misión de Jesús (recuérdese el encuentro con Simeón y el envío de los Apóstoles por el resucitado según Mateo 20,18-20) y cuando se hable de la vocación de Pablo ( Hch 9, 22 y 26). Los discípulos de Jesús son llamados a proclamar al mundo que en Dios no hay acepción de personas; que todos son llamados a participar realmente de la salvación.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – 3 de enero

Hoy me he tomado la licencia de centrar mi reflexión sobre el comienzo del salmo responsorial. Es el salmo 97 y da inicio con estas palabras: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. ¿Qué maravillas? Pues aquéllas que llegan hasta el confín de la tierra. Las de aquellos que antes sembraban con lágrimas y ahora cosechan entre cantares y llenos de júbilo. Las que experimentan, cuando cambia la suerte, los esclavos desterrados, a quienes sus opresores, entre risas de escepticismo, les pedían que cantasen un cantar de Sión y ellos, llenos de nostalgia, respondían que no se podían cantar ese canto en tierra extranjera.

En primer lugar, el salmista nos invita a contemplar esas obras salvadoras de Dios para toda la comunidad humana. Son esas obras las que van más allá de los límites geográficos e históricos de Israel y abarcan de norte a sur y de este a oeste hasta los confines de la tierra. Ellas son las que impiden que nuestro canto derive en puro folclore religioso.  En segundo lugar, nos invita a cantar un cántico nuevo, con moderación primero y con algarabía y aclamación bullanguera después. No se trata sólo de que cante la voz humana. De hecho, además de ésta, se invita a participar también a la variedad de los instrumentos para participar en la alegría  de la fiesta. Se invita a tararear y hasta a bailar, poniendo ritmo corporal a la música. El cántico nuevo es necesario que cante la vida misma y que ésta sea la Vida Nueva.

Ya está bien de aburrimiento litúrgico y de cánticos lastimeros “muy de iglesia”. Hemos de renovar nuestros libros de cantos y hemos de renovarnos quienes cantamos esos cantos. Hemos de vivir una alegría desbordante, sin perder las formas y el buen gusto. Que se note que estamos sobrecogidos por las maravillas de Dios.

Ciudad Redonda

Meditación – Santísimo Nombre de Jesús

Hoy celebramos la memoria del Santísimo Nombre de Jesús.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 2, 21-24):

Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Hoy, inmersos en el ciclo de Navidad, celebramos el mismo Nombre de Jesús. La veneración de este Santísimo Nombre surgió en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos difundieron esta devoción: «Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, suplicado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, dado al llegar la plenitud de la gracia» (San Bernardino).

Después de diversas vicisitudes litúrgicas, san Juan Pablo II restableció esta celebración en el misal romano. En este día —justamente— los jesuitas celebran el título de su “Compañía de Jesús”.

Es propio de las personas —ángeles y hombres, es decir, seres espirituales— distinguirse en su singularidad única con un nombre propio. Pero el caso de Dios es especial: propiamente, no le encaja ningún nombre. Él, por su infinita perfección está por encima de todo y de todos, está por encima de todo nombre (cf. Fil 2,9), es el Inefable, es el Innombrable…

Sin embargo, por su infinita Misericordia, se ha inclinado hacia el hombre e, incluso, ha aceptado ponerse un “nombre propio”. La primera revelación de su nombre la hizo en el desierto cuando Moisés le pidió: «’Cuando me pregunten cuál es tu nombre, ¿qué tengo que decirles?’. Dios le dijo a Moisés: ‘Yo soy el que soy’» (Ex 3, 13-14). Mientras que nosotros tenemos que decir que “soy hombre”, “soy mujer”, “soy arquitecto”… (hemos de especificar de muchas maneras lo que somos), Dios —en cambio— simplemente “ES”. Por tanto, podríamos decir que “Yo soy el que soy” es el nombre filosófico que se adapta de alguna manera a Dios. 

Pero en su generosa condescendencia, Dios Hijo se ha encarnado para salvarnos: Él es perfecto Dios y perfecto hombre. Y, como tal, sus padres «le pusieron el nombre de Jesús» (Lc 2,21). “Jeshua” significa “Dios es salvación”. He aquí un Nombre —el Santísimo Nombre de Jesús— que merece toda la veneración y total respeto. Así lo indica el segundo mandamiento de la Ley de Dios… Y así nos lo enseñó el propio Jesús: «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre…».

Hoy rendimos honor al “Santo Nombre de Jesús”. Así, en mayúsculas: ¡no es para menos! Debemos tratar como realidad sagrada (santa) todo nombre personal, y proponernos —con la lengua— ser ahí máximamente respetuosos.

Es propio y debe ser tratado con propiedad el nombre de cada persona, pues “persona” significa “ser irrepetible”, único, totalmente original… Y es que la dimensión espiritual nos hace totalmente únicos. La fe cristiana aun añade un motivo más definitivo: Dios ama a cada ser humano por sí mismo y en sí mismo; cada hombre, cada mujer vale toda la Sangre de Cristo, una Sangre que tiñe también a nuestros nombres.

Si todo nombre propio merece un sagrado respeto, ¿cuánto más el Nombre del “Santo de los santos”. Pero, ¡cuántas veces hemos maltratado el Nombre de Dios! ¡Cuántas blasfemias! No en vano en el “Padrenuestro” Jesús nos mueve a suplicar “santificado sea tu nombre”.

—En el “Magnificat” —excelente ejemplo de oración—, Santa María confiesa al Todopoderoso “cuyo nombre es Santo”. ¡Esta confesión no fue casual!

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – Santísimo Nombre de Jesús

SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS, memoria libre

Misa de la memoria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio de Navidad.

Leccionario: Vol. II.

  • Fil 2, 1-11. Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús.
  • Sal 8. No ¡Señor, Dios nuestro qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
  • Lc 2, 21-24. Le dieron el nombre de Jesús.

Antífona de entrada          Flp 2, 10-11
Al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre.

Monición de entrada y acto penitencial
Llegado el día en que debían circuncidar al Niño, se le puso el nombre de Jesús, que significa «Dios salva». San Bernardino de Siena contribuyó mucho a la difusión del culto a este excelso nombre. El Papa Inocencio XIII extendió esta festividad a la Iglesia universal en 1721.

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
que cimentaste en la encarnación de tu Verbo
la salvación del género humano,
concede a tu pueblo la misericordia que implora,
para que todos sepan que no ha de ser invocado
otro nombre que el de tu Unigénito.
Él, que vive y reina contigo.

Reflexión
Este texto está marcado por la solemne proclamación del Bautista, que reconoce en Jesús al «Cordero de Dios», que quita el pecado del mundo. Juan no duda en presentarlo luego como el «Ungido» por la fuerza de lo alto. Como el precursor, también nosotros hemos de dar un claro y valiente testimonio de Cristo, sobre todo con nuestras vidas. Efectivamente, sólo un testimonio de vida coherente –de «vida en el Espíritu», sería mejor decir– podrá ser eficaz y convincente al momento de ofrecer este mensaje de salvación al mundo concreto en que vivimos.

Oración de los fieles
Presentemos ahora nuestras súplicas confiadas a Dios Padre, que nos ha predestinado a ser hijos suyos en Jesucristo, Señor y Salvador nuestro.

1.- Por la Iglesia; para que sepa comunicar al que es el Verbo en el que está la vida, en lenguaje asequible al hombre de nuestro tiempo. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones sacerdotales; para que nunca falten en nuestra diócesis los sacerdotes necesarios para atender nuestras parroquias y comunidades. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que tienen en sus manos los destinos de los demás; para que la luz de la verdad guíe a nuestros gobernantes, y a todos los que tienen autoridad en el mundo. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los que han perdido la fe; para que la luz de Cristo se manifieste a los que no le conocen, y atraiga de nuevo a los que se han alejado de Él. Roguemos al Señor.

5.- Por todos y cada uno de nosotros y de nuestros familiares y amigos; para que nosotros sepamos dar testimonio de la luz de Cristo de manera que la gente pueda llegar a creer en Él. roguemos al Señor.

Dios y Padre nuestro; tú que te has dado a conocer al mundo por medio de Jesucristo, tu Hijo, el Verbo que estaba en el principio junto a Ti y que alumbra a todo hombre viniendo al mundo, para entrar en diálogo con nosotros; escucha nuestras peticiones, atiende a nuestras súplicas, y concédenos aquello que con confianza y humildad te pedimos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
AL presentar, Señor, los dones de tu generosidad,
te rogamos que, así como a Cristo, obediente hasta la muerte,
le otorgaste el Nombre que nos salva,
nos concedas también
la fuerza de su protección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión           Sal 8, 2
Señor, Dueño nuestro, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra.

Oración después de la comunión
SEÑOR, la Víctima recibida
que hemos ofrecido a tu majestad en honor del Nombre de Cristo
infunda en nosotros tu gracia abundante,
para alegrarnos también porque nuestros nombres
están escritos en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.