Lectio Divina – 5 de enero

Natanael: Itinerario de una vocación

Invocación al Espíritu Santo:

Dios tú que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que animados por este mismo Espíritu, conozcamos la verdad, y gocemos siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 1, versículos 43 al 51:

Determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la tierra de Andrés y de Pedro.

Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?”. Felipe le contestó: “Ven y lo verás”.

Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En este texto descubrimos la historia del encuentro de Felipe y Natanael con Jesús. El modo y la manera como Juan describe la vocación de los discípulos es ubicada desde dos niveles. Primeramente, da a conocer cómo los discípulos reconocen a Jesús gradualmente; trayendo esto una valoración mayor del título que le dan a Jesús. Y en segundo lugar describe nuestro propio discipulado descubriendo la manera en cómo nosotros llegamos a la fe y qué significa para nosotros ser seguidores de Jesús.

Meditación:

El encuentro de Jesús con Felipe, en el evangelio, hace que éste se convierta en apóstol desde su experiencia de seguimiento; así, Felipe anuncia a Natanael que ha encontrado al Mesías. Se trata de un encuentro mutuo. Jesús encontró a un apóstol y Comentario Felipe encontró a aquel que Dios había prometido al pueblo de al Evangelio Israel.

En cambio, Natanael desconoce a Jesús y critica su origen humano, por el solo hecho de ser de Nazaret; sin embargo, Jesús lo conoce y le reprocha su falta de fe. Si Natanael quiere seguir a Jesús, debe conocerlo como Felipe, es decir, tener fe, creer que es el enviado de Dios.

El conocimiento que se tiene de Jesús es proporcional a la fe, la cual es un don de Dios, pero también es una entrega personal. De esta forma seguir a Jesús implica conocerlo y creer en él, sin reservas, tal como lo hace Felipe. Encontramos con Jesús implica el conocerlo y a la vez dejamos conocer por él, como es el caso de Felipe. Sería maravilloso aprender a conocemos a nosotros mismos con los ojos de Jesús.

Oración:

Bendito seas Señor, Padre, por el Espíritu que nos renueva, nos libera y nos hace renacer en Cristo. Nosotros al igual que Natanael un día escuchamos a un Felipe o a muchos que nos invitaron a conocerte y a mirarte, y gracias a ellos hoy reconocemos tu amor y tu grandeza porque nos has llamado a compartir la vida contigo como tus discípulos. En Jesús tu Hijo al igual que Natanael hemos encontrado la respuesta a nuestras interrogantes; no permitas que esta gracia sea vencida por nuestros miedos y cobardías, sino que estos sean confortados y fortalecidos con la mirada de Jesús que nos dice: no te preocupes porque mejores cosas verás.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 27: El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, por eso Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, porque solo en Dios el hombre encontrará la verdad y la dicha que no cesa de buscar.

En el numeral 1877: La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Único del Padre. Esta reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina.

El Documento de Aparecida nos enseña en el numeral 30: Como discípulos y misioneros anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino. Los cristianos somos portadores de bunas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras.

En el numeral 41: Los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido.

Oración final:

Gracias, Jesús, por invitarme a seguirte, porque mi fe no se limita a una serie de creencias, dogmas, o normas morales que deba creer y vivir sin más. Quiero alcanzar una adhesión total, vital, para poder corresponder a tu llamado. Comprendo que vale la pena renunciar a todo lo que me pueda apartar de Ti, quiero esforzarme para dejar que Tú me revistas, me transformes, para que mi forma de pensar, de sentir, de amar, sea tu forma de pensar, de sentir y de amar.

Propósito:

Hacer la opción de seguir a Cristo, como mi Modelo de actuar, como el criterio que guíe mis decisiones y como el centro de mi vida.

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Homilía – 5 de enero

Este pasaje del evangelio nos muestra a Jesús, acompañado tal vez de sus dos primeros discípulos, los que habían sido discípulos de Juan el Bautista, que se pone en marcha hacia su tierra Galilea.

Tal vez allí podrá anunciar el Reino con mayor libertad y lejos del control de las autoridades del templo y de los fariseos.

Y en ese lugar va a buscar a un hombre llamado Felipe y lisa y llanamente le dice: sígueme.

Y Felipe…, lo siguió. Llama la atención en este pasaje, cómo Jesús, «va a buscarlo».

Jesús, no lo encontró por casualidad, la mejor traducción de este texto del evangelio, dice que Jesús va a buscarlo.

Y Felipe lo sigue con gusto y hace algo más, va a traerle un nuevo compañero, Natanael.

Probablemente ambos, Felipe y Natanael, esperaban la salvación. Felipe era de Betsaida, que era una pequeña ciudad comercial, en la que vivían judíos y gentiles.

Este pasaje del evangelio nos deja a nosotros también una enseñanza, porque Jesús nos llamó también a nosotros, nos buscó, probablemente muchas veces. Jesús nos llama para acompañarlo, para ser sus testigos en el mundo concreto en que vivimos. Y nosotros deberíamos tener la misma disposición de Felipe y simplemente seguir al Señor.

Pero además, Felipe tiene una actitud a imitar. Felipe no se guarda a Jesús para él. Felipe quiere compartir con su amigo Natanael la alegría de haber encontrado a Jesús.

Y Natanael le responde con frialdad

«¿Cómo va a salir nada bueno de Nazaret?»

Nazaret era una aldea insignificante, que no había dado ningún personaje importante y Natanael piensa que entonces tampoco Jesús puede ser nada bueno.

La actitud de Felipe es no entrar en discusiones. Le dice simplemente «Ven y lo verás».

Y consigue su propósito, porque ni bien Natanael ve a Jesús y Jesús lo reconoce, Natanael tiene para con él una maravillosa profesión de fe, lo reconoce al «Señor» como «Hijo de Dios» y «Rey de Israel».

La profesión de fe de Natanael se debe a que conocía las escrituras y esperaba la llegada del Hijo de Dios.

Nosotros muchas veces, no encontramos a Dios, porque lo desconocemos, desconocemos las Sagradas Escrituras, que nos hablan de él.

Pero también desconocemos a Dios porque no intentamos entrar en contacto con él

Por eso Felipe nos dice a nosotros hoy, como le dijo a Natanael hace casi 2000 años, Ven y lo verás.

Esa decisión de ir, es responsabilidad nuestra.

Hoy vamos a pedirle al Señor que nos busque, así como los buscó a Felipe y a Natanael, nosotros también queremos seguirlo.

Comentario – 5 de enero

1.- «Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros».

Después de haber insistido ayer en que nuestra condición de hijos de Dios nos debe hacer huir del pecado, hoy la carta de Juan se centra en la actitud del amor fraterno, y por el mismo motivo: porque todos somos nacidos de Dios y por tanto hermanos los unos de los otros.

La iniciativa la ha tenido Dios. Hemos experimentado su amor a la humanidad enviándonos a su Hijo, y en la entrega del Hijo hasta la muerte en cruz por los demás.

Ahora nos toca a nosotros orientar nuestra vida en una respuesta de amor. «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos».

El que ama, vive. El que no ama, permanece en la muerte. «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos». Según el evangelio de Mateo, el juicio final para el cristiano versará sobre si ha amado o no a su prójimo, sobre todo a los que estaban necesitados, hambrientos. Aquí Juan plantea el mismo interrogante: «si uno tiene de qué vivir y viendo a su hermano en necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo a va estar en él el amor de Dios?».

El argumento de Juan se hace todavía más dramático: «no seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano». «El que odia a su hermano es un homicida»

2.- Otros dos discípulos siguen a Jesús. Primero es Felipe, del mismo pueblo que Andrés y Pedro. Y Felipe se lo va a decir a su amigo Natanael. Se va extendiendo la buena noticia. Los familiares y los amigos se comunican la llamada.

Natanael es el representante de tantas buenas personas que sin embargo son víctimas de algún prejuicio: «¿de Nazaret puede salir algo bueno?» Pero tiene buenas disposiciones. Hace caso a Felipe, «ven y lo verás», y pronto se deja ganar por Jesús, hasta llegar a la hermosa confesión de fe: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios». Del aprecio hacia una persona que habla bien y hace milagros, llega hasta la revelación de Jesús como el Hijo del Hombre, acompañado, como en la escala de Jacob, de ángeles que suben y bajan del cielo abierto.

3.- a) El amor al prójimo es el resumen de todas las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. Es también, siguiendo la carta de Juan, el fruto coherente de nuestra celebración de Navidad.

Hubiera sido mucho más cómodo que la ley cristiana más característica fuera la oración, o la ofrenda de un sacrificio a Dios, en agradecimiento por el amor que nos ha mostrado. Pero el encargo de Jesús es el amor. Hubiera resultado mucho más tranquilizante que la Eucaristía terminara en el «podéis ir en paz». Pero tiene una continuidad, que abarca el resto del día o de la semana.

Porque el mismo que nos ha dicho «este pan es mi Cuerpo, tomad y comed», nos ha dicho también: «lo que hiciereis a uno de esos lo hacéis a mí… estuve enfermo y me visitasteis».

b) Ya que al atardecer de la vida nos examinarán del amor, vale la pena que nos adelantemos a este examen nosotros mismos, por ejemplo sacando conclusiones de esta Navidad y en el comienzo de un nuevo año: ¿amamos a los hermanos, hasta las últimas consecuencias, como Cristo, que dio su vida por los demás? ¿o al contrario, los odiamos, y así puede aplicársenos a nosotros la acusación de homicidio, como a Caín? Hay maneras y maneras de asesinar al hermano: también con nuestros juicios y condenas, con nuestras palabras y actitudes, con nuestros silencios y rencores.

Si no amamos, no sólo de palabra sino de obra, ha sido vana nuestra fe. Han sido falsas nuestras fiestas. No hemos acogido al Hijo enviado por Dios. No podemos decir que creemos en Jesús, ni que nos mantenemos en comunión de vida con Dios. Estamos en la oscuridad y en la muerte.

c) El episodio de Felipe y Natanael nos puede interpelar también a cada uno de nosotros. Felipe, como ayer Andrés a su hermano Simón, comunica a Natanael la noticia. No se desanima por la respuesta un tanto despectiva que recibe, y juntos van a donde está Jesús. Felipe ha sido el colaborador de una vocación apostólica.

¿Aprovechamos nosotros la ocasión oportuna para transmitir nuestra fe, nuestra convicción, con palabras o con hechos, a tantas personas de buena voluntad que tal vez lo único que necesitan es una palabra de orientación o de ánimo o superar algún prejuicio?

d) Un momento de la Eucaristía que cada vez nos recuerda el mandamiento del amor fraterno es el gesto de la paz. Antes de ir juntos a recibir a Cristo, cada uno en unión con él, se nos invita a que nos demos la paz unos a otros, o sea, que hagamos un gesto simbólico con los más cercanos de que queremos progresar en fraternidad, que acudimos a la mesa común con ánimo de reconciliación. Es una lección diaria, que intenta corregir nuestro egoísmo, y nos hace entender la Eucaristía en toda la profundidad de su lección: recibimos al Cristo «entregado por», y por tanto debemos ir aprendiendo de él a ser nosotros también «entregados por» nuestros hermanos a lo largo de nuestra jornada y semana.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día

Este es mi Hijo, el amado mi predilecto

Señor Jesús, podemos indagar
y hacernos muchas preguntas sobre tu Persona.
Podemos formularnos toda clase
de interrogantes: ¿Quién eres Tú?
¿quién eres Jesús?, Sí, ¿quién es Jesús?

Hoy la Palabra nos ha dado, seguramente,
la mejor respuesta a esta pregunta.
Tú eres el “Hijo amado de Dios”.
Esa es tu auténtica identidad. Ese eres Tú:
Tú eres el hijo predilecto de Dios Padre.

Fue en el río,
no sabemos si por la mañana o al anochecer,
en invierno o en verano, poco importa.
Fue en las aguas del Jordán,
mezclado entre los que arrepentidos
que se acercaban al Bautista,
chorreando tu cuerpo de agua,
rodeado de penitentes
que reconocían sus pecados,
formando Tú con todos ellos una comunidad…,
fue entonces cuando se oyó la voz del cielo,
que era la de Dios Padre.
Esa voz era el acta de tu presentación
al mundo:
“ESTE ES MI HIJO”, decía Dios Padre.
Este es tu carnet de identidad,
estas son tus señas.
Bien seguro eres también Hijo de María.
No lo olvidamos.
Eso lo sabía todo el mundo.
Pero lo que allí se oye no lo sabía nadie:
ESTE ES MI HIJO, AMADO, MI PREDILECTO.

Y esa fue la gran Buena Noticia
por la que Tú viviste y nos trajiste al mundo.
Esa es la Buena Noticia
que anunciaste con tus Palabras
y con tus hechos: Dios es Padre-madre,
tuyo y nuestro,
y Tú eres el Hijo predilecto.

Esa es, Señor Jesús,
la Buena Noticia que Tú quieres
que nosotros vivamos
y continuemos anunciando
y mostrando, en toda nuestra vida,
allí donde nos encontremos.
¡Ayúdanos a vivirla y a trasmitirla
ahora y siempre!
¡Ayúdanos a ser buenos hijos
y así ser buenos hermanos!

¡Qué sosiego, qué paz nos invade,
cuando caemos en la cuenta
de que Dios es nuestro Padre!

Dios es un Padre como el de la parábola
del “hijo pródigo”,
que espera, abraza, levanta, perdona, olvida,
devuelve la dignidad perdida
y para colmo hace una fiesta
por el hijo perdido (muerto)
que ha regresado.

Dios es un Padre como el dueño del campo
que sale muchas veces a lo largo del día
en busca de trabajadores para su viña
y al final a todos les da el mismo salario.

Dios es un Padre que come con los pecadores,
como hiciste Tú en casa de Zaqueo,
y que perdona a la pecadora arrepentida:
“Nadie te ha condenado yo tampoco”.

Pero también es un Padre
que nos advierte del peligro,
que quiere que el mal, el pecado no nos domine
como Tú le dijiste a la mujer a quien querían
apedrear: “Vete y no peques más”

Tú Bautismo, Señor Jesús,
nos recuerda nuestro bautismo.
Yo no sé como fue el mío.
El Bautismo me ha incorporado
a Cristo, a tu muerte y resurrección.
El Bautismo me ha hecho hijo de Dios,
miembro de la familia de Dios.
Una familia muy numerosa
que a lo mejor en ocasiones
solo lo sea de nombre
¡Qué lastima!

Gracias, Señor Jesús,
porque me has introducido en tu familia.
Gracias, ahora y siempre,
por el día de mi Bautismo

Ayúdanos, Señor Jesús,
para que seamos conscientes
de nuestra dignidad,
de nuestra identidad.
Échanos una mano para que vivamos
lo que somos.

Notas para fijarnos en el evangelio de hoy

• Después de unos treinta años que pasó Jesús en Nazaret, su vida oculta, o sea la mayor parte de su vida, se acercó al río Jordán donde Juan predicaba, bautizaba y donde en torno al bautista se había creado un grupo de seguidores, un movimiento. (13)

• El bautismo de Juan sólo se recibía una vez en la vida, quien tenía que bautizarse, antes manifestaba arrepentimiento de sus pecados, como condición para ser admitido en el rito de la inmersión en el agua y ser bautizado.

• El bautismo de Juan era muestra del arrepentimiento y promesa del perdón de los pecados que Dios concedería en un futuro próximo, cuando la historia llegaría a su fin. El perdón de los pecados no era concedido en el momento del bautismo sino que se recibiría en el último día con la efusión del Espíritu Santo.

• Juan proclamaba la conversión ante el fin inminente.

• Los tres sinópticos narran el Bautismo de Jesús de una forma muy similar y lo sitúan al inicio de la actividad pública de Jesús, como el acto inaugural en el que Jesús asume su condición y su misión mesiánica.

• Parece que Juan, durante un tiempo, fue el maestro de Jesús. Del núcleo de seguidores del Bautista, Jesús escogió algunos de sus discípulos. (Jn 1, 35-39) Pero el planteamiento y el estilo de vida de Juan y de Jesús son diferentes.

• El diálogo que aparece en el relato entre Juan y Jesús (13-14) tiene como finalidad resaltar la superioridad de Jesús. Ciertamente Jesús no tenía porque recibir el bautismo de Juan; pero Jesús se hace uno más mezclado entre la gente que se acercaba a Juan, cargando sobre sus hombros nuestros pecados, el que no conocía el pecado.

• Juan concedía una gran importancia al Dios juez, que pronto juzgaría a la humanidad, por lo que predicaba la conversión de los pecados (2), mientras Jesús predicaba el Reino del Padre de la misericordia, la compasión y el perdón. Esta Buena Noticia Jesús la anunciará, la vivirá y la expresará con sus palabras y sus signos a lo largo de su vida pública. Esta Buena Noticia de Jesús no cuadraba con la mentalidad religiosa del momento, y le llevará a Jesús a la cruz. Esta experiencia de Dios Padre compasivo y lleno de misericordia es la mayor y mejor herencia del cristianismo.

• La experiencia de Jesús y la de Juan eran bastante diferente.

• Para Jesús Dios es ante todo Padre, esta convicción de Hijo le acompañaría a lo largo de toda su vida. Y de Dios Padre hablará en distintas ocasiones.

• El relato está descrito como teofanía, como manifestación de Dios. Es el Bautismo de Jesús una nueva manifestación de Jesucristo. (16-17)

• En este momento del Bautismo, Dios Padre, por medio de aquella voz que se oye, nos muestra la verdadera identidad de Jesús: Jesús es el Hijo predilecto de Dios Padre: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco». (17). Con su Bautismo comienza la misión de Jesús.

• El Bautismo de Jesús nos recuerda nuestro propio bautismo por el que hemos sido incorporados en la familia de Dios, por el que se nos ha dado la vida de Dios. Somos hijos de Dios, he ahí también nuestra identidad. Con este motivo demos le gracias a Dios por nuestro bautismo, renovémoslo y veamos si somos consecuentes con lo que somos.

• Nuestra identidad es nuestra filiación divina, somos hijos de Dios. Lo más grande que se puede decir de nosotros: somos hijos de Dios, todos los otros títulos son insignificantes al lado de este. Ahí está una de nuestras señas de identidad que nos hacen a todos los bautizados iguales: miembros de la misma familia.

Mirando las estrellas

¿Y qué son las estrellas
sino velas puestas en el firmamento
para que no nos sintamos perdidos
en este mundo en el que vivimos?

¿O quizá sean lucernas
que alumbran y calientan
nuestros pasillos y alcobas
cuando el sol ya no brilla?

¿O serán tal vez candiles
lejanos que parpadean
porque necesitan aceite
para continuar su tarea?

Hay quienes dicen que son llamas,
sólo llamas de amor vivas
que susurran tu ternura
a todos los que las miran.

¿O serán hogueras que nos recuerdan
desde hace millones de años
que tú nos recreas y acrisolas
con tu presencia gratuita?

Yo creo que las estrellas son todo eso
-velas, llamas, hogueras,
candiles, lucernas- y mucho más:
¡son la esperanza de la humanidad entera!

¡Así es para mí tu Navidad:
regalo de estrellas vivas,
tarea de encenderlas,
gozo de verlas desde la tierra!

Sólo una y a ratos nos hubiera bastado,
pero tú nos has regalado millones y millones
para que disfrutemos y no nos perdamos
en este tiempo de crisis y apagones.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Con los pastores, estos Magos son los primeros adoradores, del Niño-Dios.

• Podemos observar tres actitudes muy diferentes en el relato:

  1. La de Herodes, prototipo del tirano, de la persona injusta. (3.8)
  2. La de los sacerdotes y letrados (4), o sea los dirigentes religiosos e intelectuales. Conocían las profecías pero están ciegos, no buscan. Ellos querían un Mesías poderoso y no son capaces de descubrirlo en la pobreza, no han sabido ver la estrella. Son grandes conocedores de la Palabra de Dios pero no se ponen en camino. Estos personajes nos interpelan porque nosotros también podemos ser grandes conocedores de la Palabra pero no es suficiente, hay que ponerse en camino, hay que ir al encuentro de Jesús.
  3. Los Magos (1) son buscadores en la realidad que les rodea del sentido que explique sus vidas. Vienen de lejos. No pertenecen al pueblo judío. No conocen la historia bíblica. La fe supera las fronteras. Dios llama también por medio de signos, en este caso por medio de la estrella (2.9). Son personas abiertas que tienen un corazón dispuesto a creer. La gracia de Dios surge donde menos nos hubiésemos atrevido a esperar. Hoy también en nuestro mundo hay personas, verdaderas seguidoras de Jesús, que son como estrellas e invitan a seguir sus pasos que nos llevan a Jesucristo.

• Los Magos ADORAN. El centro del relato no son los Magos sino aquel Jesús, a quien ADORAN (11).

• Los Magos en la pequeñez de aquel Niño reconocen la grandeza de Dios. Con ellos estamos invitados a adorar, a reconocer la grandeza de Dios.

• Para ello hemos de aprender a hacer como ellos, a ver y reconocer la estrella, los signos de la presencia de Dios: en la naturaleza, en los acontecimientos, en la Palabra, en las personas, en las celebraciones, etc.

• Como ellos, nuestra misión es ponernos en camino hasta encontrar a Jesús, al Salvador del mundo. Dios, entonces y ahora, se ha hecho cercano para que pudiésemos encontrarlo.

• No es fácil en nuestro mundo, en ocasiones, tan indiferente con la fe cristiana llegar a descubrir la estrella y seguirla hasta llegar a Jesús que es la verdadera meta.

• Podríamos también señalar que los Magos fueron tres, para seguir la estrella de la fe es muy importante la comunidad, el Equipo de Vida.

• La salvación no está en los “saberes” sino en el seguimiento, en el encuentro.

Ciudad Redonda – 5 de enero

Lo dicen desde muchísimos ámbitos y por mi parte rubrico la afirmación: estamos inmersos en una cultura de muerte. En una cultura asesina, en la que cualquier Caín, por la cochina envidia o por cualquiera otra sinrazón, se levanta contra su hermano Abel y le quita la vida. En muchos lugares del mundo, la vida no vale gran cosa. Cuanto más indefenso y vulnerable está uno, más fácilmente puede ser presa de violento asesinato. Se asesina al humano-hermano con premeditación y alevosía, midiendo los pasos más fríamente calculados. Se mata simple y llanamente, por “razones” de lo más estúpidas, aduciendo y escudándose en que a uno, el otro le ha mirado mal. Se acuchilla o se dispara contra la otra persona, a quien antes se profesaba amor eterno, en la violencia de genero. Se mata y se enseña a matar, en las guerras de alta o baja intensidad, a los “niños de la guerra” y a quienes no son tan niños. Se ejecuta a quienes están en el corredor de la muerte, haciendo de la ejecución un “espectáculo ejemplar”. Ejemplares pretenden ser los ajustes de cuentas entre bandas rivales de maras o entre narcotraficantes. Se mata lentamente por hambre y por la falta de acceso a los bienes de primera necesidad. Se mata con los abortos que se practican en las más elegantes clínicas. Se mata y se enseña a matar físicamente.

Pero hay otras formas de matar que no son físicas precisamente, sino que aparecen, cuando se “mata el ruiseñor” (así se titulaba una película española). Cuando se mata la ilusión y se pierden los proyectos. Cuando no hay más que un presente descorazonador y un futuro rutinario sin mañana y sin creatividad. ¿No es esto lo que viven muchos parados, en una cultura del insolidario y muy neoliberal “sálvese” quien pueda? El paro masivo de los parados ¿no está matando la autoestima, las ilusiones y los proyectos de vida? ¿Si no se pone freno a esta situación, no se estará destruyendo la esperanza de futuro de las generaciones venideras? Desde ahí, nos hemos de preguntar si hay alguna alternativa a esta cultura de muerte.

Nosotros somos discípulos y seguidores de Jesús y apasionados por el Reino. Y lo primero que se nos ha dicho, al iniciar este seguimiento, es que tenemos que amarnos unos a otros, como Él nos amó. Que no podemos amar sólo de palabra, sino que tenemos que amarnos de verdad y de hecho, viviendo una cultura samaritana entre las personas y entre las instituciones. Que el amor no hace nunca daño al hermano. Que quien ama tiene que estar dispuesto a perdonar, sin llevar cuentas del mal, y a dar la vida, dando vida. Que uno tiene que hacer por los demás, lo que a él le gustaría que le hicieran. En una palabra: que amar es ser portador de vida. Es vivir, es dejar vivir y es ayudar a vivir, oponiéndose a cualquier cultura de muerte. De esta oposición, son testigos los mártires de todos los tiempos.

Ciudad Redonda

Meditación – 5 de enero

Hoy es 5 de enero.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 1, 43-51):

En aquel tiempo, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Seguimos adentrándonos en el sentido de los textos que marca la liturgia en el día de hoy y se nos presenta un relato que nos narra una llamada vocacional a trabajar dentro del rebaño del Señor. La primera lectura nos ponía el acento en la venida de Dios con un mandato nuevo y ahora se nos muestra un encuentro. El ser cristiano y discípulo lleva aparejado consigo el proceso de discernimiento, maduración, crecimiento en la fe.

Esa es la realidad con la que va luchando Natanael, un israelita en el que no se encuentra engaño. Una persona podríamos decir íntegra que está buscando el sentido de la vida. Seguramente se habría interrogado acerca de las promesas que esperaba el pueblo de Israel, sobre los grandes interrogantes que a veces asaltan el corazón del ser humano. ¿Qué sentido tiene todo lo que estamos viviendo? La vida, la muerte, nos sorprendes con sus interrogantes y nos deja pensativos. En ese camino está el discípulo Natanael, que se nos muestra un tanto incrédulo ante la invitación de acercarse a conocer a Jesús.

Lo lógico es durar: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? ¿De qué me conoces? Así comienza todo un proceso de discernimiento, maduración y crecimiento en la figura del Maestro. Es precisamente el encuentro lo que transforma nuestra propia realidad.  El encuentro con Cristo da plenitud a nuestra vida, sentido a nuestra existencia y alegría a nuestro ser. Es lo que nos convierte por completo. Cambia radicalmente la pobreza de nuestros esquemas y al igual que expresa el apóstol Pablo, todo nos parece basura comparado con el vernos reflejados en la compasión de su mirada: «Más aún: todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él» (Ef 3,8-9).

«Ver cosas mayores» es elevar la mirada al proyecto del Reino de Dios. Esta vida con las tinieblas de sus interrogantes nos llevan a no ver claro el horizonte de sentido al que está llamado el ser humano. Sin embargo, en el encuentro con la mirada del Maestro nos eleva hacia una dimensión más profunda de sentido si nos dejamos transformar, pasar de la duda y el miedo a la confianza plena en haber encontrado el tesoro de nuestra vida. Encontrar una luz nueva y un brillo distinto porque comprendemos la densidad que lleva el mandato nuevo del Maestro. De aquel que te ve, que te mira con compasión, que te conoce y que te invita: «Me amas más que estos». En esa clave has encontrado el sentido y te sumas al proyecto del Reino de vivir y de ser en el amor.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.