Comentario – Epifanía del Señor

(Mt 2, 1-12)

Los magos de Oriente eran astrólogos, poseedores de una ciencia que enorgullecía a los habitantes de la zona del río Eufrates. Dios ha hablado su lenguaje y a través de un signo celestial les ha anunciado el nacimiento de un nuevo rey, un gran soberano que debía ser homenajeado.

Mientras Herodes era un rey ilegítimo, Jesús aparecía así como el verdadero rey de Israel, descendiente de David.

Pero la figura de los magos de Oriente en realidad simboliza a los pueblos paganos que acercan su homenaje al Mesías, y por eso en ellos estamos representados todos los creyentes, de todos los pueblos de la tierra, que conocimos a Jesús y lo adoramos.

Cuando el texto nos dice que los magos “se llenaron de inmenso gozo”, nos invita a preguntarnos si estamos viviendo con alegría nuestro encuentro personal y cotidiano con el Señor Jesús.

De ahí la importancia de esta fiesta, donde cada uno de nosotros celebra que Cristo se ha manifestado a su propia vida. Él podría haberme salvado sin que yo lo conociera, sin que yo disfrutara de su amistad, pero además de eso ha querido revelarme su hermosura, ha querido regalarme su amistad, ha querido manifestarse a mi vida y ofrecerme un trato íntimo y personal.

Celebremos íntimamente nuestro propio encuentro con él, descubramos una vez más que es bueno haberlo conocido; pero pidámosle también que nuestra vida sea una luz para los demás, de manera que otros puedan encontrarse con él.

Oración:

“Te doy gracias Jesús, porque no solamente me das tu fuerza en mi interior y me ayudas en el camino de la vida, sino que también me has regalado el honor de poder conocerte, de adorarte, de contemplar tu misterio. Gracias por esa mirada de predilección de la cual no puedo ser digno. Y doy gloria a tu nombre porque te has manifestado a todos los pueblos de la tiera”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

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