Lectio Divina – Lunes I de Tiempo Ordinario

¡Inúndame con tu espíritu Señor!

Invocación al Espíritu Santo:
Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente.

Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame. Y en cuanto corresponde al plan eterno Padre Dios revélame tus deseos. Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí. Dame a conocer lo que debo realizar. Dame a conocer lo que debo sufrir. Dame a conocer lo que con silenciosa modestia y en oración, debo aceptar, cargar y soportar.

Sí, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad y la voluntad del Padre. Pues toda mi vida no quiero ser otra cosa que un continuado perpetuo Sí a los deseos y al querer del eterno Padre Dios.

Lectura. Mateo capítulo 3, versículos 13 al 17.

Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?”. Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Mateo responde a la situación de su comunidad mostrando a Jesús como el mesías, explicando que la Iglesia es heredera de la misión de Israel.

Para los cristianos confrontados con el judaísmo, la respuesta sigue residiendo en que Jesús es el Mesías, pero aquí se debe realizar una aclaración muy importante: Jesucristo es el mesías, el elegido para sufrir dando su vida por nosotros y reinar desde la Cruz.

Meditación:

No es lo mismo ser bueno, que hacer el bien. Y no es un Simple juego de palabras. La diferencia entre una manera de actuar y la otra es, prácticamente, abismal. Más aún, a causa del Bautismo, cada cristiano, más que estar angustiado por ser (o parecer) bueno, debería preocuparse con seriedad por hacer el bien. El mejor ejemplo lo tenemos en Jesús, presentado por Pedro en casa de Cornelio (Hech 10, 34-38).

Podemos señalar en esta perspectiva bautismal, que hacer el bien define a la persona. Cuando Pedro, en casa de Cornelio -un oficial romano- quiere explicar quién es Jesús, dice que fue alguien que hizo el bien. No podía haber definido mejor a Jesús que dejando claro que había vivido para los demás, que había pensado en la felicidad de los otros.

De ahí que para Lucas esto solo es posible desde la unción por el Espíritu (Hech 10, 38); solamente por la unción del Espíritu, Jesús y desde él todo cristiano, no se guía por lo que le gusta. Y es que casi todo aquello que nos agrada está en relación con lo que nos deja cierto grado de satisfacción personal; sin embargo, sería un gran error vivir sólo de gustos, aunque muchos de éstos sean buenos. Por eso, la unción del Espíritu en Jesús, supuso asumir convicciones para realizar el bien, no en razón de sentirse a gusto, Sino porque las personas con las que entraba en contacto, lo necesitaban.

Esta bondad extrema de Jesús reflejaba que Dios estaba con él; Jesús con todo esto, no sólo manifestaba que tenía una relación profunda con Dios, sino que realmente estaba ungido por el Espíritu, dejando entrever la presencia de Dios en todo lo que hacía.

Procuremos, más que preocuparnos por nuestra tranquilidad, hacer el bien con autenticidad.

Oración:

Señor Jesús ven a nuestra vida y bautízanos con Tu Espíritu, llénanos del fuego de Tu Amor, transmite en nuestra vida tu luz inagotable y que todo nuestro ser esté siempre abocado a servirte de la manera en que Tú lo decidas.

Contemplación:

“El bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue […]” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2520).

Propósito:

Rezar un misterio del rosario, pidiéndole a María la gracia de sentirme verdaderamente hijo de Dios que vive la cultura del encuentro con los demás.

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Comentario – Lunes I de Tiempo Ordinario

Marcos 1, 14-20 

a) Estamos de inicio de libros.

Durante las primeras nueve semanas del Tiempo Ordinario proclamamos el evangelio de Marcos, que se lee en primer lugar entre los tres sinópticos, haciendo caso a los estudiosos actuales que sitúan a Marcos como el evangelio más antiguo, del que dependen en buena parte los otros dos, Mateo y Lucas. Se podría decir, por tanto, que Marcos es el inventor de ese género literario tan provechoso que se llama «evangelio»: no es tanto historia, ni novela, sino «buena noticia». Pudo ser escrito en los años 60, o, si hacemos caso de los papiros descubiertos en el Qumran, incluso antes.

Con un estilo sencillo, concreto y popular, Marcos va a ir haciendo pasar ante nuestros ojos los hechos y palabras de Jesús: con más relieve los hechos que las palabras. Marcos no nos aporta, por ejemplo, tantos discursos de Jesús como Mateo o tantas parábolas como Lucas. Le interesa más la persona que la doctrina. En sus páginas está presente Jesús, con su historia palpitante, sus reacciones, sus miradas, sus sentimientos de afecto o de ira. Lo que quiere Marcos, y lo dice desde el principio, es presentarnos «el evangelio de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios» (Mc 1,1). Hacia el final del libro pondrá en labios del centurión las mismas palabras: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39).

Además de leer cada año el evangelio de Marcos en los días feriales de estas nueve semanas, también lo proclamamos en los domingos de cada tres años: 1997, 2000, 2003…

La página que escuchamos hoy nos narra el comienzo del ministerio de Jesús en Galilea, que ocupará varios capítulos. En los versículos anteriores (Mc 1,1-13) nos hablaba de Juan el Precursor y del bautismo de Jesús en el Jordán. Son pasajes que leímos en el tiempo de Adviento y Navidad.

El mensaje que Marcos pone en labios de Jesús es sencillo pero lleno de consecuencias: ha llegado la hora (en griego, «kairós»), las promesas del AT se empiezan a cumplir, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed la Buena Noticia: la Buena Noticia que tiene que cambiar nuestra actitud ante la vida.

En seguida empieza ya a llamar a discípulos: hoy a cuatro, dos parejas de hermanos. El relato es bien escueto. Sólo aporta dos detalles: que es Jesús el que llama y que los llamados le siguen inmediatamente, formando ya un grupo en torno suyo.

b) Somos invitados a escuchar a Jesús, nuestro auténtico Maestro, a lo largo de todo el año, y a seguirle en su camino. Nuestro primer «evangelio de cabecera» en los días entre semana será Marcos. Es la escuela de Jesús, el Evangelizador verdadero.

Somos invitados a «convertirnos», o sea, a ir aceptando en nuestras vidas la mentalidad de Jesús. Si creyéramos de veras, como aquellos cuatro discípulos, la Buena Noticia que Jesús nos anuncia también a nosotros, ¿no tendría que cambiar más nuestro estilo de vida? ¿no se nos tendría que notar que hemos encontrado al Maestro auténtico?

«Convertíos y creed en la Buena Noticia». Convertirse significa cambiar, abandonar un camino y seguir el que debe ser, el de Jesús. El Miércoles de Ceniza escuchamos, mientras se nos impone la ceniza, la doble consigna de la conversión (porque somos polvo) y de la fe (creer en el evangelio de Jesús). El mensaje de Jesús es radical: no nos puede dejar indiferentes.

«Lo dejaron todo y le siguieron». Buena disposición la de aquellos pescadores. A veces los lazos de parentesco (son hermanos) o sociales (los cuatro son pescadores) tienen también su influencia en la vocación y en el seguimiento. Luego irán madurando, pero ya desde ahora manifiestan una fe y una entrega muy meritorias.

«Lo dejaron todo y le siguieron». No es un maestro que enseña sentado en su cátedra. Es un maestro que camina por delante. Sus discípulos no son tanto los que aprenden cosas de él, sino los que le siguen, los que caminan con él. Es más importante la persona que la doctrina. Marcos no nos revela tanto qué es lo que enseñaba Jesús -aunque también lo dirá- sino quién es Jesús y qué significa seguirle.

«Dios nos ha hablado por su Hijo» (1ª lectura, I)

«Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza» (salmo, II)

«Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo» (salmo, Il)

«Convertíos y creed la Buena Noticia» (evangelio)

«Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (evangelio)

 J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Jesús, el Hijo de Dios

El testimonio del Bautista sobre Jesús

Juan Bautista, precursor en el Adviento del que iba a venir, nos deja ahora su testimonio personal sobre el que ya ha llegado en el misterio de la Navidad. De él son estas impactantes palabras sobre Jesús: como lo he visto, doy testimonio de que él es el Hijo de Dios. Resuena en ellas el eco de lo escuchado el domingo pasado en el bautismo de Jesús, si bien en este caso no es la voz celeste del Padre la que testimonia sobre su Hijo predilecto sino el propio Bautista que ha visto al Espíritu descender y posarse sobre él. Su sorprendente testimonio se suma, pues, a la voz divina para confirmar, mediante el reconocimiento explícito de su confesión de fe, el testimonio del mismo Dios. De este modo, el acuerdo de ambos mensajes evidencia y asegura su veracidad y  fiabilidad.

Para admiración de todos, el Bautista acaba de reconocer en toda su hondura y profundidad la filiación divina de aquel a quien había anunciado y bautizado. Ha testimoniado de forma fehaciente y pública la dignidad suprema que encumbra a quien sólo visibilizamos en la humildad de la carne. Ha contemplado su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14). Con esta presentación de Jesús, antes de iniciar su ministerio público, el Bautista manifiesta y enfatiza ante el pueblo galileo la incomparable grandeza, la alta consideración y relevancia que se merece y le corresponde a Jesús como Hijo de Dios.

Desde las alturas de la contemplación

El evangelista San Juan (representado por la tradición cristiana en el águila que sobrevuela las alturas) encabeza la primera de sus cartas con esta solemne declaración: lo que existía desde el principio, lo que hemos visto y oído, lo que hemos contemplado y palpado con nuestras manos: la vida eterna que estaba con el Padre, es lo que os anunciamos y testimoniamos (1 Jn 1,1-3). Esa es la mirada desde la que nos presenta también ahora a Jesús, expresión de una profunda comprensión e interiorización de su persona. En su pronunciamiento, está compartiendo con los lectores la alta cristología que confesaban los primeros cristianos.

¿Quién es Jesús? ¿En qué se substancia su misteriosa personalidad? Nos lo van desgranando y revelando los títulos cristológicos que le acompañan, esas formulaciones cargadas de densidad teológica enraizadas en la  multisecular tradición religiosa del pueblo de Dios. Él era antes que yo, comienza confesando el Bautista: ya pre-existía desde el origen de los siglos; es el Eterno: el que fue, es y será siempre más allá del tiempo y del espacio. Sin embargo, a pesar de su condición divina, no desdeñará ofrecerse comoel Cordero de Dios, lleno de misericordia, que se solidariza con los pecadores; él es el Siervo doliente y fiel (1ª lectura) que asumirá sobre sus espaldas la dura carga del terrible poder inherente al pecado para desactivarlo y congregar a su pueblo mediante la gracia y el perdón. Finalmente, como lo habían predicho los profetas, Jesús es el que bautizano en agua sino en el Espíritu Santo: purifica las conciencias y renueva desde dentro el corazón del hombre, para proclamar bienaventurados a los limpios de corazón.

El humilde marco de nuestra condición humana

La figura de Jesús ha quedado impresa en múltiples imágenes y representaciones simbólicas de la tradición bíblica. Las que configuran el icono de Jesús que nos ha dejado el testimonio del Bautista (el Pre-existente, el Cordero de Dios, el portador del Espíritu) vienen a ser como esas pequeñas teselas de diversas formas y colores que componen cualquier mosaico: todas ellas importantes, pero ninguna exclusiva ni decisiva al margen de las demás. Los mortales, desde el diminuto y recortado marco de nuestra experiencia personal, apenas si logramos asomarnos al trascendente misterio del Dios hecho hombre.  Hemos de contentarnos con pálidos reflejos, como los destellos de la estrella de Belén, si queremos orientarnos y movernos en medio de la oscuridad de la noche.

De ahí que el evangelista San Juan pretenda introducirnos en el exigente dinamismo de una fe que afronte de cara la eterna, la radical pregunta de Jesús a sus discípulos: Yvosotros, ¿quién decís que soy yo?Si olvidamos el penetrante icono teológico que nos ha regalado el testimonio del Bautista, malamente podremos comprender y seguir de cerca el calado del sentido religioso que entrañan los diferentes relatos evangélicos.

Y es que Jesús, en su cercanía, trasciende cuanto podamos pensar y decir de él. Por eso mismo se nos hace tan familiar la suplicante exhortación de Pablo: “que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que viváis arraigados y fundamentados en el amor. Así podréis  comprender, junto con todos los creyentes, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo; un amor que supera todo conocimiento y que os llena de la plenitud misma de Dios” (Ef 3, 17-19). Súplica que sintoniza con la dócil  actitud reverencial bellamente expresada en el villancico navideño: venid fieles todos, postrémonos humildes, delante del Dios-hombre, venid y adoremos al Rey y Señor.

Fray Juan Huarte Osácar

Jn 1, 29-34 (Evangelio Domingo II de Tiempo Ordinario)

1. ¡Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí porque existía antes que yo!

Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije: “Tras de mi viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. En la Iglesia primitiva se planteó un problema grave cuando surgió la secta de los Bautistas. Este fragmento del relato joánico hay que leerlo en este marco. ¿Hay rivalidad entre Juan y Jesús? El evangelista Juan lo resuelve recurriendo a este testimonio que clarifica la situación: Juan está al servicio de Jesús y le prepara el camino. A lo largo del relato encontramos otros datos clarificadores. En este caso el Bautista reconoce que Jesús es anterior a él, no precisamente mayor de edad, sino porque existía antes que él apareciera en la historia, es decir, que Jesús es anterior al tiempo. Es una reflexión muy madurada en los círculos joánicos sobre la identidad de Jesús. Recordemos algunos datos que nos permiten comprender mejor el papel de cada uno (Jn 1,6-8; 3,26-30). He recogidos estos dos testimonios porque describen bellamente la misión de ambos: Jesús y Juan. En el proyecto de Dios no hay rivalidades ni protagonismos que sobrepasen la misión recibida. Ya en sus orígenes surgió la duda de la primacía de Jesús. Las Cartas paulinas así llamadas de la Cautividad tratan de afrontar y resolver este problema que tiene repercusiones importantes en la consecución de la salvación. Hoy como ayer vuelve a surgir el problema de la supremacía y singularidad de Jesús. Los creyentes son invitados a centrar su vida en Jesús y desde él apreciar e interpretar todos los valores humanos y religiosos. La singularidad de Jesús no es excluyente, sino integradora. En la comunidad cristiana y en el concierto de las religiones Jesús debe ser presentado como el camino, la verdad y la vida; como la puerta y el pastor; como la vid verdadera. En él encuentran todos los valores humanos y religiosos su sentido verdadero.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

1Cor 1, 1-3 (2ª lectura Domingo II de Tiempo Ordinario)

1. ¡Llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios!

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios. Acabamos de ver en la lectura anterior que la vocación profética es una decisión que Dios toma libremente, incluso antes de que el profeta llegue a este mundo. Y también la vocación apostólica. A pesar de las peripecias que siguió la vida de Pablo antes de encontrarse con el Evangelio y con Jesús, Dios había trazado un plan sobre su vida que se realizaría en su momento. El propio Pablo nos recuerda en otras cartas este destino de su vida (Gl 1,13ss). La llamada apostólica es un puro don de Dios anterior a todo merecimiento por parte del receptor. Esta es la señal de su autenticidad. Con frecuencia aparece en la Escritura la reacción de los llamados: preocupación y dificultades para aceptarla, sabedores como eran de que la realización de la misma no era fácil: Jeremías recurre a su juventud e incapacidad; Isaías no se siente digno de la llamada; Pablo se reconoce y confiesa un perseguidor. Pero el proyecto de Dios desborda todas las limitaciones, previsiones y resistencias humanas. Esta realidad debe alentar a quienes hoy como ayer son invitados a aceptar la misión y participar en esta urgente tarea. Dios es más fuerte y mas grande que nuestras debilidades y limitaciones. Esta confianza plena de los llamados, como lo hizo Pablo, garantiza el llevar adelante la causa de Jesús en la evangelización de un mundo muy necesitado del auténtico Evangelio. Hoy como ayer la misión sigue pareciendo tarea inalcanzable, compleja y sumamente dificultosa para todos los discípulos de Jesús. La palabra de la Escritura sigue siendo una luz que ilumina, una seguridad que reconforta y un sello de autenticidad.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 49, 3.5-6 – (1ª lectura Domingo II de Tiempo Ordinario)

1. ¡La reunión del pueblo de Israel disperso obra del Siervo!

Ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Ya el profeta Jeremías había entendido e interpretado que Dios le había elegido para la tarea profética desde el seno de su madre (Jr 1,5-7). Con toda seguridad el profeta-poeta que compuso los poemas que encontramos en Isaías se inspiró en estas palabras del gran profeta de Israel. Dios dirige sabiamente la historia y predestina a quienes quiere para que sean sus portavoces ante el pueblo y ante las naciones. En los profetas encontramos oráculos que se dirigen a Judá o a Israel según los casos. Pero también oráculos contra las naciones. La perspectiva se perfila y corrige al correr de la historia. La primera tarea del Siervo es la de reconducir al pueblo de Israel a la unidad. Esta unificación es un signo escatológico de la acción del Dios Salvador. La reunificación en la comunión debe comenzar por Israel, el pueblo de Dios, disperso por las naciones. Esta unidad y reunificación se convertirá en un signo para todas las naciones. Ya en el relato de la vocación de Abrahán, observamos que Dios le elige como padre y comienzo de un nuevo pueblo pero con una misión y una tarea en servicio de todas las naciones. Este germen llegará a su plenitud en Jesús. Ahora el profeta-poeta expresa la urgencia de esta unificación para que el proyecto de Dios siga adelante. Era necesaria la unificación y la comunión del pueblo de Dios para hacer creíble la unificación de todas las naciones. ¡Te hago luz de las naciones! De una manera expresa el profeta-poeta recoge este pensamiento de universalidad. En este momento la mirada a las naciones es una oferta de salvación. Dios quiere ser el Salvador de todos los hombres. Esta perspectiva es todavía una promesa. Hoy como ayer la comunión de los creyentes sigue siendo una urgencia que haga creíble el Evangelio y la misión de Jesús a favor de todas las gentes (Jn 17,20-23). Una coincidencia temporal y providencial nos permite proclamar estas palabras en medio del octavario de oración por la unidad de todos los cristianos. Esto nos revela la urgencia y actualidad de estas palabras de la Escritura.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes I de Tiempo Ordinario

“En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres”, hemos escuchado en la primera lectura de hoy. Sí, la Palabra de Dios recorre la historia de la humanidad. No podemos decir que nuestro Dios es un Dios mudo, pues su Palabra ha resonado desde el origen del mundo y seguirá resonando hasta el final de la historia.

Sucede con la Palabra de Dios como con las ondas que se emiten por el espacio, si no estás en sintonía, esa Palabra para ti no existe. Hay que conectar y hacerlo correctamente, para una buena recepción.

Juan Bautista termina su actividad y da paso a la de Jesús, que se centrará sobre todo en la proclamación de la Palabra: “Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Ese reino que Jesús anuncia no es la promoción de un territorio, de una nación, sino una experiencia de la nueva vida que Dios quiere para sus hijos e hijas.

Jesús se presenta en Galilea no como un profeta más, sino como aquel en quien comienza a hacerse realidad la soberanía universal de Dios como padre compasivo y salvador. Pero, por otra parte, si Dios ofrece la salvación, espera a su vez una respuesta de acogida de parte de las personas. Esta respuesta se concreta en la fe y la conversión, es decir, en el retorno sincero a Dios y en la confianza absoluta en el poder salvador de Dios, encarnado en la persona de Jesús.

“Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»

La llamada de Jesús es siempre concreta, personal. Lo fue junto al lago de Galilea y lo es ahora a mi que estoy escribiendo este comentario y a ti, amigo, hermano en la fe, que lo estás leyendo. Y ¿para qué nos llama Jesús? Para “pescar hombres”, es decir, para multiplicar el amor de Dios. Que todas las personas con quienes me relacione hoy se dejen llenar de esa presencia amorosa de Dios.

Ciudad Redonda

Meditación – Lunes I de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes I de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 1, 14-20):

Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él.

Estamos en los comienzos de la predicación de Jesús, de la predicación del “evangelio de Dios”, es decir, de las buenas noticas que nos quiere ofrecer para iluminar nuestra vida y llenarla de sentido. Sabemos que todas sus buenas noticias se resumen en una, de la cual se derivan todas las demás: el anuncio del Reino de Dios.

Jesús nos comunica que Dios no se conforma con ser nuestro creador, quiere  ser nuestro Rey y Señor, porque sabe que es algo muy bueno, lo mejor para todos nosotros. Se ofrece a ser nuestro Rey y Señor, quiere que le dejemos reinar en nuestro corazón para que él guíe nuestros pasos y encontrar así la felicidad deseada. Sabiendo que este Rey y Señor quiere ejercer su reinado no como un tirano sino como un buen Padre que nos ama entrañablemente. Rey y Padre se unen en él. Bien sabe Jesús que a las puertas de todo corazón humano hay otros realidades que llaman y quieren reinar en él: el dinero, el poder, el egoísmo… Pero son dioses y reyes falsos porque nunca proporcionan la felicidad que ofrecen.

Vemos que Jesús, ya desde el principio, quiere rodearse de colaboradores que prediquen y extiendan su buena noticia del Reino. Se hizo el encontradizo con Simón, Andrés, Santiago y Juan. Les invitó a seguirle y a anunciar como él la llegada del Reino de Dios. Y los cuatro “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.

Hoy Jesús nos invita a preguntarnos quién es el Rey y Señor de nuestro corazón, quién manda y dirige nuestra vida. Conocemos la respuesta que le gustaría oír.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – Lunes I de Tiempo Ordinario

LUNES DE LA I SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

Misa de feria (verde)

Misal:  cualquier formulario permitido; Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Heb 1, 1-6. Dios nos ha hablado por el Hijo.
  • Sal 96.Adorad a Dios todos sus ángeles.
  • Mc 1, 14-20.Convertíos y creed en el Evangelio.

Antífona de entrada
En un trono excelso vi sentado a un hombre, a quien adora muchedumbre de ángeles, que cantan a una sola voz: «Su imperio es eterno».

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy vamos a traer al altar todo el cúmulo de esperanzas, de temores, de proyectos y de interrogantes que ha traído consigo el año nuevo,  poniéndolos confiadamente en manos del Señor, dejándonos llevar, con espíritu filial, por la providencia del Padre, que nos ama y quiere siempre nuestro bien.

Y para celebrar dignamente estos sagrados misterios, a los que traemos todas nuestras intenciones, pidamos humildemente perdón por nuestros pecados.

• Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos. Señor, ten piedad.
• Tu, que has venido a llamar a los pecadores. Cristo, ten piedad.
• Tu, que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH Dios,
principio de toda criatura,
concédenos que en este año,
cuyo comienzo te ofrecemos,
abundemos en bienes de la tierra
y seamos luz del mundo
por la santidad de nuestras obras
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Con confianza de hijos presentemos nuestras peticiones a Dios Padre, que en Jesucristo nos llama a la conversión.

1.- Por la santa Iglesia, llamada a ser signo de conversión para todos los pueblos del mundo. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones a dejar las redes y seguir a Jesús como pescadores de hombres. Roguemos al Señor.

3.- Por el entendimiento entre las naciones y la paz en el mundo entero. Roguemos al Señor.

4.- Por los pobres, por los que sufren, por los humildes, por los que pasan cualquier tipo de necesidad. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros aquí reunidos llamados por Jesucristo a la conversión y a creer en el Evangelio. Roguemos al Señor.

Dios y Padre nuestro, que nos llamas a seguirte y a anunciar la llegada de tu Reino; escucha nuestras oraciones y concédenos cuanto con fe te hemos suplicado. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR,
que la ofrenda de tu pueblo te agrade,
nos santifique y alcance para nosotros
lo que imploramos piadosamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 35, 10
Señor, en ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz.

Oración después de la comunión
PROTEGE, Señor,
a todos los pueblos que han participado en estos sacramentos,
para que, a lo largo de este año, no sean afligidos
por ningún peligro cuantos confían en tu protección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Adrián, Abad de Canterbury

Nació en África. Era abad de Nérida, cerca de Nápoles cuando el Papa San Vitalinano lo escogió por su ciencia y virtud para instruir a la nación inglesa de Canterbury, aún joven en la fe. San Adrián trató de declinar la elección recomendando a San Teodoro para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la misión. El Papa accedió a su petición y lo nombró asistente y consejero del nuevo Obispo. San Teodoro lo nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín la ciencia de los Padres, y sobre todo la virtud.

San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del año 710.