Is 49, 3.5-6 – (1ª lectura Domingo II de Tiempo Ordinario)

1. ¡La reunión del pueblo de Israel disperso obra del Siervo!

Ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Ya el profeta Jeremías había entendido e interpretado que Dios le había elegido para la tarea profética desde el seno de su madre (Jr 1,5-7). Con toda seguridad el profeta-poeta que compuso los poemas que encontramos en Isaías se inspiró en estas palabras del gran profeta de Israel. Dios dirige sabiamente la historia y predestina a quienes quiere para que sean sus portavoces ante el pueblo y ante las naciones. En los profetas encontramos oráculos que se dirigen a Judá o a Israel según los casos. Pero también oráculos contra las naciones. La perspectiva se perfila y corrige al correr de la historia. La primera tarea del Siervo es la de reconducir al pueblo de Israel a la unidad. Esta unificación es un signo escatológico de la acción del Dios Salvador. La reunificación en la comunión debe comenzar por Israel, el pueblo de Dios, disperso por las naciones. Esta unidad y reunificación se convertirá en un signo para todas las naciones. Ya en el relato de la vocación de Abrahán, observamos que Dios le elige como padre y comienzo de un nuevo pueblo pero con una misión y una tarea en servicio de todas las naciones. Este germen llegará a su plenitud en Jesús. Ahora el profeta-poeta expresa la urgencia de esta unificación para que el proyecto de Dios siga adelante. Era necesaria la unificación y la comunión del pueblo de Dios para hacer creíble la unificación de todas las naciones. ¡Te hago luz de las naciones! De una manera expresa el profeta-poeta recoge este pensamiento de universalidad. En este momento la mirada a las naciones es una oferta de salvación. Dios quiere ser el Salvador de todos los hombres. Esta perspectiva es todavía una promesa. Hoy como ayer la comunión de los creyentes sigue siendo una urgencia que haga creíble el Evangelio y la misión de Jesús a favor de todas las gentes (Jn 17,20-23). Una coincidencia temporal y providencial nos permite proclamar estas palabras en medio del octavario de oración por la unidad de todos los cristianos. Esto nos revela la urgencia y actualidad de estas palabras de la Escritura.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Anuncio publicitario