¡Jamás habíamos visto una cosa semejante!
Invocación al Espíritu Santo:
Señor infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, que has creado al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada, ya que enviaste a tu hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocados a tu Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo ayúdanos a comprender tu palabra, y haznos herederos de su eterna bienaventuranza.
Lectura. Marcos capítulo 2 versículos 1 al 12:
Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras Él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla este así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios?”. Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘¿Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados -le dijo al paralítico-: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”.
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).
Indicaciones para la lectura:
Jesús aparece como quien tiene la potestad de perdonar a los pecadores, los maestros de la ley se escandalizan porque saben que ese poder es exclusivamente divino. Jesús les demuestra que su poder es auténtico y pone en juego su poder de sanar. El perdón y el milagro son la revelación de la potestad divina que tiene Jesús. Y estas dos acciones son un signo de salvación completa que Jesús trae y a la que el hombre está designado.
Meditación:
No basta con tener salud o alivio en la vida; es necesario experimentar la reconciliación. Quizá, por eso, Marcos ha colocado este pasaje después de la curación del leproso y antes de narrar que Jesús comía con pecadores ( Marcos 2, 13- 17); y curiosamente aquí, se abordan ambas situaciones de manera complementaria: la curación y el perdón.
Podemos señalar la constatación sorprendente de que Jesús primero perdona los pecados y, sólo después, realiza la curación. Esto significaría que el alivio, la curación, es muestra de que Dios quiere perdonar. Ante la actuación de Jesús, los escribas se escandalizaban de que la misericordia y el perdón estén al alcance de los que ellos consideraban -además de pobres- lejos de Dios, por el solo hecho de padecer cierta enfermedad.
Desde esto podemos sostener que, con este milagro, se deja entrever la grandeza del perdón de los pecados, es decir, de la reconciliación. Claro que es importante gozar de salud y alivio físico; pero también es igual, o más importante, vivir con la salud interior que sólo proporciona la experiencia del perdón de Dios y de los demás.
Agradezcámosle a Dios el don de la salud; pidámosle que esto mismo nos ayude a vivir en permanente reconciliación con nosotros mismos, con los demás y con él. Busquemos un compromiso.
Oración:
Señor ayúdanos a ser portavoces de tus enseñanzas que dan vida en medio de la muerte del mundo. Queremos ser testigos de tus obras y palabras, auxílianos para descubrir los motivos que tenemos en nuestra vida para alabarte y glorificarte Señor nuestro. Amén.
Contemplación:
El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo, quiso que su Iglesia continuase, en la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1421).
Oración final:
Solo Tú puedes devolver a nuestras vidas el estado de gracia. Solo Tú curas nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. ¡Qué afortunados somos, pues no tenemos que desmantelar tejados para obtener tu perdón!
Nosotros mismos podemos acudir sin que nadie tenga que llevarnos…
Propósito:
En mi oración, pedir a Dios que aumente mi fe.