¡Tanto para tan poco!

1.- No os voy a volver a explicar como es el lugar donde ocurre la escena que se cuenta en el evangelio del presente domingo, mis queridos jóvenes lectores. Os he hablado de él en tantas otras ocasiones anteriores, que no es preciso repetirlas. Os añado hoy únicamente, que por el lado jordano, el lugar precisado por el texto, continúa pudiéndose visitar. Parece que por el lado oeste, debido a la gran contaminación y suciedad que arrastran sus aguas, las autoridades no permitirán el acceso, ni siquiera el último jueves de octubre, como venían haciéndolo hasta ahora.

Lo que sí quisiera es que reflexionaseis sobre una realidad histórica. Juan nace “en la montaña de Judá”, dice el texto, hoy nadie duda de que se trata de Ein-Karen. Se retira al desierto, llevando vida anacoreta. Hemos de suponer que esto, a lo más tardar, lo hizo en llegando a los doce años, su mayoría de edad o, como se expresa en judío, cuando el hombre se hace esclavo de la Ley. El Precursor reflexiona, se interroga, trata de oír y descubrir el sentido que debe dar a su vida. Más tarde, pasados los treinta años, abandona la soledad, para proclamar su mensaje: hay que prepararse, vestirse con elegancia anímica, librarse de de la roña espiritual, para hacerse presentable, cuando llegue el Mesías. No espera él de Él, ningún favor o predilección. Sabrá que de Él se trata, por la misteriosa apariencia de paloma, que verá posarse sobre su cabeza. Será la señal de que su misión ha terminado, será la prueba de que ha sido fiel a su elección. Podrá entonces retirarse discretamente, disminuir el protagonismo alcanzado en el breve tiempo de su actuación pública. La manifestación no debe quedársela para él solo. Deberá darle publicidad, y es lo que se nos cuenta en el fragmento que leemos hoy.

2.- Lo hará, no sin antes despojarse de los que a su alrededor se habían hecho discípulos y admiradores suyos. Pero este es el tema del próximo domingo.

Sí, tanta dedicación interior, tan intensa y tan duradera, para tan minúscula actuación publica. Es algo así como el mensaje que nos trasmite la película que estos días se estrena entre nosotros, “Des hommes et des Dieux”.

Degollaron a los monjes, pero su testimonio todavía admira a la gente de bien, conmueve e invita a cambios radicales, explicado en libros o en este film. Ganará premios en certámenes internacionales, será vista por muchos o ignorada. No os inquietéis, nada de calidad espiritual pierde valor. El tiempo no la daña. Igual que el oro en lo económico, es un valor de reserva, y mucho más en tiempo de crisis como el nuestro. El sacrificio lo es en todo tiempo, en el ámbito de lo Trascendente. El mensaje de Juan, resuena en el comportamiento de tantos hermanos nuestros que estos días mueren, por ser fieles a sus enseñanzas.

No sabía yo, la noche del 31 de diciembre, cuando solitariamente, a caballo del 2010 al 1011, celebraba misa, lo que estaba decidiendo un hombre suicida. Empecé a las 12.04. Los hermanos coptos de Alejandría, hacia las 12.15 sufrieron el atentado. Ellos en su iglesia se jugaron la vida, mi plegaria los acompañó sin saberlo. Espero que un día, en el concierto sublime del final de la historia, nos encontremos y celebremos, nuestra actuación, que, no se olvide, importante y espectacular fue la de ellos, importante, silenciosa y sin acechanzas la mía. Importante porque, gracias a mi liturgia, el Señor Jesús se ofrecía al Padre Dios, enriquecieron el mundo y que en aquel momento fragmentaba la medida del tiempo.

Pedrojosé Ynaraja

Anuncio publicitario