Lectio Divina – Lunes II de Tiempo Ordinario

A vino nuevo, odres nuevos

Invocación al Espíritu Santo:

Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos renovemos interiormente con tu presencia, y nos llenemos de gozo al estar contigo. Amén.

Lectura. Marcos capítulo 2 versículos 18 al 22:

En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?”.

Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? Mientras está con ellos el esposo, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el esposo les será quitado y entonces sí ayunaran.

Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge y rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porqué el vino rompe los odres, se perdería el vino y se echarían a perder los odres. A vino nuevo, odres nuevos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

No hay razón para estar tristes y por eso es el ayuno signo de luto y penitencia queda abolido, mientras él esté presente. Jesús como novio que abre el tiempo de gozo y de la salvación definitiva. La presencia de Jesús exige que los hombres se renueven de forma radical, no solo una adaptación de los viejos esquemas, es necesaria la renovación del interior. ¡A vino nuevo, odres nuevos!

Meditación:

El discípulo, además de ser incluyente, debe vivir sus prácticas religiosas desde la novedad que trajo Jesús de vivir desde la Buena Nueva. Con Jesús llega una nueva manera de comprender las prácticas religiosas; no debería ser la tristeza o el sufrimiento la principal característica del discípulo, sino la alegría por vivir. Llama la atención que Jesús, en lugar de ayunar como algunos fariseos y los seguidores de Juan el Bautista (v. 18), más bien es ubicado comiendo con diversos grupos, especialmente con publicanos y pecadores (versículos. 15-17). Más aún, el ayuno no parece ser una de sus prácticas más comunes (Marcos 2, 18-19). Sin embargo, esto no quiere decir que Jesús nunca haya ayunado (Mateo 4, 1-11; Lucas 4, 1-13); incluso recomendó ayunar siempre y cuando se hiciera con buenas intenciones (Mateo 6, 16-18) y teniendo como marco de referencia indispensable el Reino.

Para Jesús toda práctica o costumbre religiosa debe guardar una relación profunda con la aspiración más profunda de felicidad que tiene todo ser humano.

Preguntémonos si nuestras prácticas religiosas reflejan una obsesión enfermiza de sólo cumplir algo para tranquilos. ¿De qué manera podemos impregnar nuestras prácticas o costumbres religiosas de la Buena Nueva y del auténtico deseo de felicidad? Busquemos un compromiso.

Oración:

Señor, haz que nuestros corazones sean fuertes, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, aunque nos duelan los cambios que son necesarios para nuestro camino a la santidad, dando testimonio y siempre te reconocemos como Señor y dueño de todo. Amén.

Contemplación:

¿Por qué el vino? A vino nuevo odres nuevos, si los elementos esenciales para celebrar la eucaristía son el pan de trigo y el vino de vid (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 179). Es el mismo Cristo que se entrega por nosotros, Él da la vida por nosotros, por qué no hacer un cambio radical desde el interior si lo dio todo.

Oración final:

Señor, hoy me invitas a dejar lo viejo, lo desgastado, la rutina. Me propones desprenderme del espíritu deteriorado y débil con el que a veces vivo mi fe. Me llamas a más, a estar en pie de lucha con un amor y un fervor renovado. Para que mi amor sea nuevo cada día debe alimentarse en la oración y en los sacramentos, por eso pido la intercesión de tu santísima Madre, para me ayude a renovar hoy mi amor por ti, para que me ayude a buscar continuamente mi renovación interior.

Propósito:

Pedir a la Virgen María que interceda por mí, para que sepa conservar y aumentar mi fe. Con ánimo renovado, tener más comprensión y tolerancia con los demás.

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Homilía – Lunes II de Tiempo Ordinario

La vida que se rige por los principios del mundo es el odre viejo y gastado.

La vida cristiana es una vida nueva, con nuevos principios de valoración de las cosas y con nuevas metas para conseguir.

Por eso no podemos pretender ser cristianos, si seguimos los principios del mundo, las normas de conducta del mundo y las costumbres del mundo.

No podemos pretender ser cristianos si aplicamos la escala de valores del mundo.

En ese caso, aparentamos un cristianismo que no hacemos vida. Nuestra vida es en realidad pagana.

En ese caso, dice Jesús, estamos echando el vino del Evangelio en un odre viejo, porque nuestra mente y nuestra forma de vida, no responden a Jesús.

El cristiano debe ser, en el mundo egoísta, el que sabe amar al prójimo.

El cristiano debe ser, en un mundo malintencionado, el que lleve una vida transparente.

El cristiano debe ser, en un mundo violento, paciente.

En este evangelio, se le reprocha a Jesús que sus discípulos no hagan ayuno, como hacían los discípulos de Juan.

Y Jesús probablemente les recordaría el sentido que en los profetas tiene el ayuno que Dios quiere.

A Dios le gusta la misericordia, una vida limpia y comprometida con la justicia más que sacrificios de animales como se hacía en esa época o abstenerse de la comida o la bebida.

Por eso hoy a nosotros, que vivimos en un mundo consumista y materialista, la palabra del Señor hoy, nos cuestiona.

Si abriéramos los ojos a las necesidades de los demás, no podríamos seguir sin hacer nada.

El mejor ayuno, el más agradable al Señor, es la solidaridad con nuestros hermanos necesitados, nuestro compromiso por la justicia, el poner por obra esas acciones concretas en favor de la comunidad que vayan ayudando a la implantación del Reino de Dios.

En cada persona que sufre está Jesús, y el Señor nos pide que seamos solidarios.

Se cuenta que Diego en su camino hacia el colegio, veía siempre al mismo hombre todas las mañanas. Tirado en el suelo, sobre unos diarios y rodeado de bolsas, en invierno y en verano.

Diego siempre lo miraba medio de reojo, sobre todo por curiosidad.

Un día, en catequesis, le hablaron del rostro de Jesús, le dijeron que tenía que descubrirlo en el pobre, en el enfermo, en el que estaba solo… pero no prestó mucha atención a lo que decía el catequista. Incluso pensó, que en realidad era una pavada, porque los rostros de Jesús que veía en las estampitas, eran lindos, prolijos, mostraban a un Jesús limpito y bien alimentado.

Un día, a la salida del colegio, iba jugando con un compañero a las corridas, y ni siquiera vió al hombre de siempre, pero tampoco vió un auto que venía muy rápido cuando Diego se lanzó a cruzar tras su compañero.

Y sintió de pronto una mano fuerte que lo sujetaba y lo tiraba hacia atrás.

Diego se dio vuelta a ver quién lo había salvado…

En ese momento, por primera vez en su vida y sin necesidad de que se lo dijera su catequista, vio al hombre de harapos y reconoció el verdadero rostro de Jesús.

Hoy vamos a pedirle al Señor, que prepare nuestros ojos para descubrirlo en nuestro prójimo.

Comentario – Lunes II de Tiempo Ordinario

Marcos 2, 18-22

a) Nos encontramos con un tercer motivo de enfrentamiento de Jesús con los fariseos: después del perdón de los pecados y la elección de un publicano, ahora murmuran porque los discípulos de Jesús no ayunan. Los argumentos suelen ser más bien flojos. Pero muestran la oposición creciente de sus enemigos.

Los judíos ayunaban dos veces por semana -los lunes y jueves- dando a esta práctica un tono de espera mesiánica. También el ayuno del Bautista y sus discípulos apuntaba a la preparación de la venida del Mestas. Ahora que ha llegado ya, Jesús les dice que no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno.

Con unas comparaciones muy sencillas y profundas se retrata a si mismo:

– él es el Novio y por tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de fiesta; ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán; – él es la novedad: el paño viejo ya no sirve; los odres viejos estropean el vino nuevo.

Los judíos tienen que entender que han llegado los tiempos nuevos y adecuarse a ellos.

El vino nuevo es el evangelio de Jesús. Los odres viejos, las instituciones judías y sobre todo la mentalidad de algunos. La tradición -lo que se ha hecho siempre, los surcos que ya hemos marcado- es más cómoda. Pero los tiempos mesiánicos exigen la incomodidad del cambio y la novedad. Los odres nuevos son la mentalidad nueva, el corazón nuevo. Lo que les costó a Pedro y los apóstoles aceptar el vine nuevo, hasta que lograron liberarse de su formación anterior y aceptar la mentalidad de Cristo, rompiendo con los esquemas humanos heredados.

b) El ayuno sigue teniendo sentido en nuestra vida de seguidores de Cristo.

Tanto humana como cristianamente nos hace bien a todos el saber renunciar a algo y darlo a los demás, saber controlar nuestras apetencias y defendernos con libertad interior de las continuas urgencias del mundo al consumo de bienes que no suelen ser precisamente necesarios. Por ascética. Por penitencia. Por terapia purificadora. Y porque estamos en el tiempo en que la Iglesia «no ve» a su Esposo: estamos en el tiempo de su ausencia visible, en la espera de su manifestación final.

Ahora bien, este ayuno no es un «absoluto» en nuestra fe. Lo primario es la fiesta, la alegría, la gracia y la comunión. Lo prioritario es la Pascua, aunque también tengan sentido el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo como preparación e inauguración de la Pascua. También el amor supone muchas veces renuncia y ayuno. Pero este ayuno no debe disminuir el tono festivo, de alegría, de celebración nupcial de los cristianos con Cristo, el Novio.

El cristianismo es fiesta y comunión, en principio. Así como en el AT se presentaba con frecuencia a Yahvé como el Novio o el Esposo de Israel, ahora en el NT es Cristo quien se compara a si mismo con el Novio que ama a su Esposa, la Iglesia. Y eso provoca alegría, no tristeza.

«Cristo, con gritos. y lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte» (1ª lectura, I)

«A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer» (1ª lectura, I)

«¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos, o quiere que obedezcan al Señor?» (1ª lectura, II)

«Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios» (salmo, II)

«Tus palabras, Señor, alegran el corazón» (aleluya)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos

Evangelizar: palabras y obras

Hoy empezamos a escuchar la narración continua de la vida pública de Jesús según el evangelio de san Mateo. Nos presenta una síntesis que incluye los elementos que definen el programa básico de la misión de Jesús: Predica y confirma su enseñanza con obras. «Comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Convertirse es cambiar la orientación de la propia vida, cambiar de criterios y de corazón, para adecuarlos al plan de Dios y experimentar que Dios reina en nuestras vidas, que nos ama, que está cerca de nosotros. Esto es lo esencial de la predicación de Jesús.

San Mateo añade que, para confirmarla: «Recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo». Su misión, pues, incluía predicación y acciones concretas de ayuda a la gente necesitada. Teoría y práctica, mensaje y acción. La palabra solo es creíble cuando la acompañan las obras.

Dice san Mateo, además, que así se cumplía la profecía de Isaías: «El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierras y sombras de muerte, una luz les brilló». No es de importancia menor que la predicación de Jesús empezara en Galilea, «dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún». La que llamaban “Galilea de los gentiles (de los paganos)” era la región de Palestina que estaba más alejada de la práctica religiosa de Israel. Eran tierras de sombras en las que una luz brilló.

El anuncio de la Palabra de Dios que hoy haga la Iglesia también tiene que dirigirlo a los más alejados, los sobrantes, los descartados, los que viven sumergidos en la oscuridad, en el dolor, en la opresión, en la injusticia. Son hoy las tierras de sombras en las que brille la luz y la práctica de la misericordia.

La llamada de Jesús: Pescadores de hombres

Enmarcada entre sus palabras y sus obras, al comienzo de su vida pública, Jesús hace también la llamada a sus primeros discípulos. Desde el mismo momento en que empieza a anunciar la buena noticia de Dios busca colaboradores: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron».

Seguir a Jesús no es copiar materialmente su vida. Significa salir del mundo que nos rodea para entrar en el espacio que rodea a Dios. Hacerlo requiere conversión. Desde nuestro bautismo entramos en ese espacio e iniciamos una conversión continua que nos acerque progresivamente a Él. San Mateo ve en Pedro y Andrés, Santiago y Juan, la representación de los discípulos de todos los tiempos en su acercamiento a Dios. Su narración presenta rasgos y detalles altamente significativos:

  • No son ellos los que se constituyen a sí mismos discípulos, sino Jesús quien les llama. No para asimilar una doctrina, ni siquiera para vivir un proyecto de vida, sino para solidarizarse con una persona (“seguidme”).
  • El atractivo de la llamada de Jesús es tan fuerte que les lleva a un profundo desprendimiento. Rompen lazos sociales, dejan su oficio y medios económicos (redes y barca), y familia (padre) para irse tras él.
  • El seguimiento es un camino. ‘Dejar’ y ‘seguir’ son verbos que indican un desplazamiento de nuestro centro vital. Seguir no es instalarse en un estado ni es simple imitación. Se trata de ir tras las huellas de Jesús y proseguir su causa.
  • Las coordenadas del discípulo son dos: comunión con el Maestro (“Venid en pos de mí”) e ir hacia el mundo (“os haré pescadores de hombres”). El seguimiento no nos coloca en un espacio separado y sectario; el mundo es el lugar donde ser discípulos y testigos de la buena noticia.
  • La llamada puede surgir en cualquier lugar. Ningún escenario sagrado, simplemente el paisaje del lago y el fondo de las duras tareas cotidianas. Dios nos llama a seguirle en nuestro entorno ordinario, en el puesto de trabajo, en medio de las tareas diarias…

Algunas consecuencias

Evangelizar es el núcleo de la misión de la Iglesia y una parte ineludible de nuestro seguimiento de Jesús. Ningún cristiano debería rehuir el anhelo evangelizador y misionero. La calidad de nuestro cristianismo se puede medir por su interés evangelizador.

La fe cristiana no se limita a adhesión doctrinal, es también conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Cuidémonos mucho de la tentación de querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe a unas verdades o a un culto.

En el Domingo de la Palabra de Dios y en el marco de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, renovemos nuestra conversión, impliquémonos en la tarea de llevar la alegría y el consuelo del Evangelio a todos, trabajemos por la unidad de quienes creemos en Cristo y pongamos el Evangelio en el centro de nuestras vidas y de nuestras comunidades.

Fray José Antonio Fernández de Quevedo

Mt 4, 12-23 – Evangelio Domingo III de Tiempo Ordinario

¡La estancia en Cafarnaúm un signo prometedor de universalidad!

La decisión de Jesús de fijar su residencia en Cafarnaúm es un símbolo significativo de su plan evangelizador. Importa la significación simbólica porque Cafarnaúm es una ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel y el mundo pagano. En esta ciudad existe una red de control de mercancías. En esta ciudad hay muchos recaudadores de impuestos. Abierta al mundo pagano, es un signo prometedor de la llegada del Evangelio al mundo gentil, aunque en su día. Mateo anuncia pero espera a presentar la realidad después de la resurrección de Jesús que es cuando envía a los apóstoles a evangelizar a todas las gentes. Precisamente en el discurso misionero (capítulo 10), Mateo insiste en que los apóstoles no han de ir a los gentiles, sino que deben dirigirse a las ovejas perdidas de Israel. Anuncio y cumplimiento en dos etapas distintas: la etapa del Jesús que vive entre los hombres es para reunir a las tribus de Israel; la etapa del Jesús resucitado que ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra que supone el derribo de todos los muros de separación. Entonces será posible la oferta del Evangelio a todas las gentes porque el Señor de la tierra es Jesús resucitado y puede enviar embajadores y mensajeros suyos por todos su dominios. La estancia en Cafarnaúm no será estable y cerrada. Jesús va a adoptar una forma nueva de proclamación de la Palabra de Dios: la itinerancia. Será un itinerante permanente durante su ministerio. Es una característica que le permite alcanzar a pueblos y aldeas para anunciarles la Buena Nueva de la presencia ya de la Soberanía de Dios. La misión de la Iglesia es universal. Hemos de repetirlo una y otra vez porque es necesario ofrecer al mundo la realidad universal, en todos los planos y gentes, de la Iglesia. Sólo así será creíble su existencia y su mensaje a los hombres de toda cultura o nación. Los discípulos actuales de Jesús son invitados a seguir prestando una profunda y sincera adhesión a la persona de Jesús, y a su Evangelio liberador, consolador y esperanzador como respuesta eficaz y válida para las necesidades que aquejan a nuestro mundo. Es urgente y necesario este compromiso real, palpable y convincente con el Evangelio.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

1Cor 1,10-13.17 – 2ª lectura Domingo III de Tiempo Ordinario

¡Es necesario recuperar la concordia y la comunión en la comunidad!

Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Se trata de una situación histórica ocurrida en una comunidad concreta y por unas motivaciones concretas. La comunidad de Corinto, por la procedencia de sus miembros y por los dones del Espíritu recibidos, podía ser un modelo ejemplar de cómo Dios elige a los humildes y desposeídos de este mundo y los transforma en una familia suya sobre la que derrocha muchos de sus dones. Pero la experiencia real es que se produjo una profunda brecha en la misma. El abuso o mal uso de los dones recibidos la condujo a una situación lamentable. La exhortación de Pablo corresponde a una respuesta directa, real y urgente. Los dones de Dios son para constituir una comunidad, para el bien común de todos y no para el bien particular de nadie. Esta es una constante que encontramos en las cartas paulinas y en los escritos del Nuevo Testamento. La comunidad se salvará sólo si fomenta la comunión. Y sólo puede ofrecer un signo creíble de Jesús si recupera la unidad (así lo había pedido Jesús en la última Cena, según el testimonio de Jn 17). La recuperación de la unidad no es cuestión de pactar una tregua o un recurso fácil a la unidad externa. La unidad y la comunión sólo es posible, recuerda Pablo en esta carta a los miembros de la comunidad (y se convierte en un modelo para toda la historia de la Iglesia), a través de tres actitudes fundamentales y que alcanzan la hondura de cada miembro de la comunidad: ponerse de acuerdo mediante un diálogo mutuo y entre todos iluminado por la palabra y el ejemplo de Jesús; tener un mismo pensar en la verdad del Evangelio y compartir unos mismos sentimientos de fraternidad. Los tres elementos remiten a la interioridad del hombre, al corazón en términos bíblicos. Y esto exige un cambio decisivo que no es nada fácil. ¡Los mensajeros son servidores no líderes que capitanean partidos diferentes! Ayer como hoy la comunidad cristiana está formada por hombres y mujeres que tienen sus capacidades humanas y sus riquezas humanas así como sus flaquezas, pero que son invitados a vivir en comunión verdadera contando con la diversidad. Unanimidad, no necesariamente uniformidad, pide el Evangelio para la comunidad cristiana. Sólo desde esta aceptación de lo diverso con el empeño de formar una sola comunidad se convierte en un signo visible y creíble de la presencia viva de Jesús que anima a todos a la búsqueda del bien común. Y precisamente esto lo necesita hoy el mundo tanto o más que nunca. En un mundo dividido por las guerras y enemistades, es más urgente que nunca la recuperación de la comunión como una oferta creíble y coherente a este mismo mundo que es en el que desarrolla su historia la Iglesia.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Is 9, 1-4 – 1ª lectura Domingo III de Tiempo Ordinario

¡La luz de Dios alcanza a los gentiles!

¡Es posible la alegría cuando se experimenta la acción eficaz de Dios!
Has multiplicado su alborozo, has acrecentado su alegría: se alegran ante ti, con la alegría de la siega, como se regocijan al repartirse el botín… Todo calzado de guerra, todo manto empapado en sangre, está siendo quemado, devorado por el fuego. La experiencia de alegría es una constante que se hace presente cuando se realizan las actuaciones salvadoras de Dios. De nuevo los Salmos nos proporcionan la clave para esta situación. Acabada la esclavitud, el pueblo puede sentirse seguro y vivir tranquilamente. En la Escritura encontramos la imagen de una vida sosegada bajo la parra y la higuera que han pasado a ser símbolos de la tranquilidad, de la paz, y de la felicidad del hombre. Cuando el pueblo se encuentra libre en su heredad puede disfrutar de los signos de la providencia. Esta experiencia que recorre la Escritura, la recoge ahora el profeta Isaías recurriendo a su vez a otras imágenes de la victoria y del cultivo de la tierra. El fondo de todo es que el proyecto salvador de Dios prevalece una vez más contra todas las resistencias y oposiciones de los pueblos más poderosos. En la Escritura se nos enseña que la esperanza siempre es posible. Y la esperanza verdadera engendra la alegría en aquellos que son capaces de esperar contra todas las resistencias y oposiciones. Los tiempos que tiene presente el profeta eran recios porque se trataba de una dura invasión del rey asirio con todas sus terribles consecuencias. Pero el cambio realizado por la intervención de Dios permite a su pueblo disfrutar con mayor hondura el beneficio de la liberación. Este mensaje ofrece al hombre de hoy un punto de referencia para la contemplación de un proyecto de Dios que puede responder a las necesidades profundas de nuestro mundo. La liberación en forma de luz que ilumina la existencia es un valor del que carece nuestro mundo. Y Dios sigue llevando su proyecto liberador hacia adelante pero quiere utilizar los medios y los testigos que lo hagan creíble y aceptable. Los discípulos de Jesús tienen hoy la misión de asumir este proyecto capaz de cambiar las estructuras desde su raíz para conseguir la verdadera humanización de la sociedad. La palabra de Dios sigue siendo una lámpara que ilumina en lugar tenebroso la existencia humana (1Pe 1,19).También en nuestros tiempos recios los creyentes necesitan esta palabra profética en medio de un mundo con frecuencia hostil y agresivo para ofrecerle motivos de esperanza verdadera. Una esperanza que debe hacer referencia siempre a la utopía aportada por Jesucristo a los hombres. Es necesario que los discípulos de Jesús sean transmisores de esta posibilidad real de esperanza y de cambio, aunque la experiencia cotidiana parezca desmentirla. Ese es el secreto de la palabra profética y de la palabra de Jesús: que el proyecto de Dios es más fuerte, firme y duradero que los proyectos que se realicen al margen del mismo.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio

HABLEMOS DE VINO

Recuerdo una conversación que tuve con un prestigioso bodeguero al que conozco desde hace tiempo, prácticamente, de la familia. Él hablaba por teléfono pidiendo nuevas barricas para la cosecha cercana. Al terminar, le comenté:

  • “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos”.

Y él, sonriendo me dijo:

  • Bueno, no creo que eso lo dijera por razones vinícolas, porque la utilización de barricas nuevas para vinos nuevos es algo que ha empezado a hacerse en los últimos 30-40 años.

Le pedí que me explicara un poco más…

  • En realidad todavía hoy, en muchas bodegas, se usan barricas viejas pero más bien para abaratar costes, ya que por el desgaste del odre, el vino se “ensucia”, toma notas de sabor que no le son propias.

Yo seguía pensando en el Evangelio y cada vez me impresionaba más lo que contaba…

  • … Aunque, claro, depende mucho de la calidad del odre en sí: si la calidad es mala, da igual que sea nuevo o viejo… Algunos dicen que prefieren lo viejo pero, sinceramente, en una cata a ciegas, elegirás el vino de barrica nueva porque sabe más a sí mismo…

Desde aquella conversación inocente, cuando leo este Evangelio, sonrío sorprendida por dentro y me asombro una vez más de la audacia de Jesús. No sólo para contarnos con imágenes cercanas cómo es Dios y su Reino, sino también para vivir tan abierto a la vida que todo lo que le rodeaba se convertía en posibilidad para anunciar la Buena Noticia.

Nos pasamos la vida poniendo remiendos y paños calientes… y sabemos que no funciona. Que los parches sólo son parches… y que lo viejo termina por romperse y derramar lo que hayamos depositado. Pero nos es mucho más fácil y cómodo poner parches antes de buscar nuevas barricas que puedan acoger lo nuevo, lo que nos cuestiona, lo que duele, lo que no entendemos, lo que ni siquiera sabemos que va a llegar… Porque cuanto más viejo sea nuestro odre, más “contaminaremos” el vino, por bueno que sea.

Rosa Ruiz Aragoneses

Meditación – Lunes II de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes II de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 2, 18-22):

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?»

Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»

Hoy, Jesucristo —a propósito de la «intencionada» pregunta sobre el ayuno— se presenta como el «esposo» de las nupcias prometidas de Dios con su pueblo, desvelando así progresivamente su condición de Mesías y de su existir dentro del misterio de Dios. En Jesús, de manera insospechada, Dios y el hombre se hacen uno, celebran las «bodas», las cuales, sin embargo, pasan por la cruz, por el momento en que el novio «será arrebatado».

Además, la respuesta del Señor clarifica la relación entre Antigua y Nueva Alianza: el espíritu nuevo no será un remiendo añadido a lo viejo, sino el perfeccionamiento al que ya apuntaban las enseñanzas del Antiguo Testamento. No se niega ni se margina la Ley, sino que se lleva a cumplimiento su intrínseca expectativa. El «nuevo Moisés» será el mediador de una Alianza superior a la que Moisés podía traer del Sinaí…

—Jesús: tu amor que se entrega en la Cruz es el vino nuevo y selecto reservado para el banquete nupcial de Dios con los hombres.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Lunes II de Tiempo Ordinario

LUNES DE LA II SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido, Prefacio común.

Leccionario: Vol. II-impar

  • Heb 5, 1-10. Siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
  • Sal 109.Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
  • Mc 2, 18-22.El esposo está con ellos.

Antífona de entrada
Este es un verdadero mártir que derramó su sangre por el nombre de Cristo, no temió las amenazas de los jueces y así alcanzó el reino de los cielos.

Monición de entrada y acto penitencial
Este pasaje muy conocido de los Hebreos evoca el lugar central de la pasión y glorificación de Cristo en nuestra fe. Los sacerdotes judíos tenían que ofrecer primeramente sacrificios por sus propios pecados.  Cristo reemplazó el “No serviré” de Lucifer, con el servicio de obediencia a la voluntad del Padre.

Sabemos por experiencia que todo cambio supone siempre un problema para nosotros. Todo cambio nos llama a salir de la seguridad de nuestros bien engranados hábitos y de nuestras certezas, y nos fuerza a marchar por caminos no familiares ni conocidos. Por eso, como algo natural, nos resistimos al cambio. — Pero es una ley inherente del Cristianismo estar siempre abiertos a la renovación y a la conversión. La dificultad está en que lo viejo y lo nuevo se muestran normalmente intolerantes el uno con el otro.

Yo confieso…

Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
que reúnes lo que está disperso y conservas lo que has unido.
mira con amor al pueblo de tu Hijo,
para que cuantos han recibido un mismo bautismo,
vivan unidos por la fe y por el mismo amor.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
El mensaje de Jesús no es una especie de “parche mal pegado”, cuya finalidad es enmendar los estropicios de la corrupción humana. Su originalidad no se puede reducir a cubrir las formas de la religiosidad tradicional. Jesús es nada menos que el «Esposo»: Él posee, por eso, una fuerza capaz de formar un hombre enteramente nuevo. Él ofrece a los convidados al banquete una dimensión festiva que –superando la simple penitencia exterior– ha de desembocar luego, con gran naturalidad, en la preocupación por el hermano.

Oración de los fieles
Elevemos, hermanos, con fe nuestras súplicas a Dios, principio de unidad y de paz, y pidámosle que escuche las oraciones que todos los creyentes en Cristo le dirigimos estos días:

1.- Por la Iglesia, para que tanto el pueblo de Dios como sus líderes sigan los impulsos del Espíritu creador para hablar a la gente de hoy, en un lenguaje moderno, el mensaje siempre nuevo del evangelio de Jesucristo, roguemos al Señor.

2.- Por los artistas, poetas e inventores, para que nos revelen el esplendor de la creación y las riquezas de la vida más allá de la aparente rutina y monotonía de nuestra existencia, roguemos al Señor.

3.- Por nuestras comunidades cristianas, para que no tengamos miedo al cambio auténtico, y consigamos de Cristo el valor para comenzar -con nuestra propia conversión-, la renovación del mundo y de la Iglesia, roguemos al Señor.

Señor, Padre santo, que en la sangre de tu Hijo y con la efusión de tu Espíritu Santo has establecido una alianza nueva y universal, escucha nuestras oraciones y haz que todos tus hijos lleguen a la unidad en la confesión de una fe única e íntegra y perseveren unidos en tu alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, recibe con bondad nuestros dones
y, al santificarlos,
haz que sean para nosotros
dones de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Jn 15, 1. 5
Yo soy la verdadera vid y vosotros los sarmientos, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

Oración después de la comunión
ESTA comunión, Señor,
que significa la unión de los fieles en ti,
realice también la unidad en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.