1.- En esta frase del evangelio de Mateo está resumido el proyecto de Jesús de Nazaret y, asimismo, el proyecto de los verdaderos seguidores de Cristo, el proyecto de los cristianos de todos los tiempos: proclamar el evangelio del Reino. ¿Cómo entendía y ponía en práctica Jesús la proclamación del Reino? Si atendemos al contexto de la frase nos damos cuenta enseguida de que no se trata sólo de una proclamación verbal. La frase completa es: recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. El curar las enfermedades y dolencias del pueblo no era algo añadido y accesorio a la proclamación del Reino; era la manera propia y particular que tenía Jesús de proclamar el Reino, era el signo y la señal humana más clara de que el Reino que Jesús estaba predicando se estaba haciendo ya presente en la Galilea de los gentiles. Jesús de Nazaret estaba haciendo ya presente en la tierra el Reino de Dios. Sí, no se trataba sólo de enseñar en las sinagogas el evangelio del Reino, se trataba también y sobre todo de poner en práctica ese Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Esa es la misión de los cristianos de todos los tiempos: anunciar con la palabra el evangelio de Jesús y ponerlo en práctica con la vida.
2.- El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Es el mismo texto de Isaías que leíamos en el día de Navidad: el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. La luz les venía ahora de la Galilea de los gentiles. ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Sí, porque es Dios el que lo hace, un Dios que ha escogido un pueblo pequeño y una carne débil para hacerse presente entre los hombres, para ser nuestro Enmanuel. Todos nosotros somos frecuentemente país en tinieblas y andamos en sombras de muerte. Nos oprime el yugo de nuestros pecados y la vara de los que intentan equivocarnos. Jesús de Nazaret quiere ser una luz grande para nosotros, quiere romper y quebrantar el bastón de los que nos intimidan y amenazan. Si somos fieles al evangelio de Jesús, si proclamamos con valentía su Reino, con nuestras palabras y con nuestras obras, él acrecerá en nosotros la alegría y aumentará en nosotros el gozo.
3.- Poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Parece que los primeros cristianos de Corinto andaban frecuentemente a la greña. Más o menos como nosotros ahora. Pablo les reprende una y otra vez. ¿Nos reprendería también hoy Pablo a nosotros? Nosotros hablamos ahora mucho de la necesidad de rezar y de hacer algo para conseguir la unidad de las iglesias cristianas. Si todos los cristianos nos consideramos seguidores del mismo Jesús de Nazaret, y si todos llamamos Padre al mismo Dios, ¿por qué nos cuesta tanto unirnos? ¿No será porque, muchas veces, anteponemos nuestros intereses particulares, étnicos, culturales y hasta económicos, al único interés religioso que debe guiar nuestras palabras y nuestras obras? Y ¿cuál puede ser ese único interés religioso sino el de proclamar el evangelio del Reino, con nuestras palabras y con nuestra vida entera?
4.- Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos. En definitiva, se trata siempre de lo mismo: de convertirse al evangelio. Sólo una persona convertida puede predicar el evangelio del Reino, porque sólo una persona convertida puede entrar de verdad en ese Reino. Jesús de Nazaret ya estaba haciendo presente el Reino, él mismo era el Reino, pero necesitaba seguidores para que el Reino de Dios fuera proclamado por generaciones y generaciones. Los seguidores de Jesús deberemos proclamar el Reino con el mismo espíritu y de la misma manera que lo hizo el Cristo: predicándolo con nuestras palabras y haciéndolo presente con nuestras obras. Obras, sobre todo, de justicia y de misericordia, curando las enfermedades y dolencias que este injusto e inmisericorde mundo nuestro, siembra y produce, una y otra vez. Enfermedades y dolencias que el egoísmo de los más fuertes siembra y produce en el cuerpo y en el alma de los más débiles. ¡Con cuánta alegría y con cuánto gozo recibirían el evangelio del Reino las personas y los pueblos más empobrecidos y marginados de la tierra, si nosotros se lo proclamáramos con el Espíritu de Jesús de Nazaret!
Gabriel González del Estal