1.- La primera opción de Jesús. Después del Bautismo y del paso por el desierto, superadas las tentaciones, Jesús comienza el anuncio de la Buena Noticia en Galilea. Deja el pueblo donde había vivido y trabajado, Nazaret, para establecerse en Cafarnaún, junto al lago de Genesaret, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Ahora Cafarnaún va a ser “su pueblo”. El evangelista Mateo, que es el que vamos a seguir durante este ciclo litúrgico, tiene interés especial en decir que así se cumple la profecía de Isaías. Por el Génesis sabemos que Zabulón y Benjamín eran hijos de Jacob y las esclavas de Lía y Raquel. ¿Eran hijos de segundo orden? Para los judíos de Jerusalén estas regiones eran medio paganas, por eso habla Isaías de “Galilea de los gentiles”. Además, su religión se había “contaminado” con las costumbres de otros pueblos tras la estancia en el exilio. Pero es precisamente en estas regiones, “alejadas” de la religión pura, donde Jesús anuncia por primera vez su Evangelio. A partir de ahora, “a los que habitaban en tierra y sombras de muerte una luz les brilló”. Jesús hace una primera opción por los pobres, por aquellos que según los hombres viven en la oscuridad.
2.- Lo primero que predica Jesús es la conversión. Juan Bautista utilizaba unas palabras duras, exigiendo el cambio radical para evitar el castigo. Jesús pide la conversión, “porque está cerca el Reino de los cielos”. Es una cercanía no sólo temporal, sino, sobre todo, cercanía personal: el Reino de Dios está dentro de nosotros. Es la proximidad del Reino lo que anima a la conversión. Jesús ofrece el perdón y, sobre todo, la rehabilitación de la persona llenándola de Dios. Jesús acompaña la palabra con signos liberadores: cura las enfermedades y dolencias del pueblo. En El la palabra y el signo van unidos. Cuando anuncia la liberación, libera; cuando proclama el perdón, perdona; cuando habla con el enfermo, cura; cuando toca a leproso, le purifica….
3.- Para realizar su misión liberadora Jesús cuenta con colaboradores: son los primeros discípulos que reciben su llamada. A ellos dice “Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres”. La vocación es la respuesta a una llamada que el hombre recibe de parte de Dios. Quien toma la iniciativa es el que llama, el Señor. Muchos seguían a Jesús de forma interesada: porque hacía milagros, porque pensaban que les iba a ofrecer poder u otros beneficios. Jesús, en cambio, busca hombres que se dejen seducir por su palabra y su fuego, que se apasionen con sus proyectos y su estilo de vida. Hay dificultades que hacen, a veces, difícil el seguimiento de Jesús. La primera es la radicalidad, la entrega total que El propone: hay que estar dispuesto a dejarlo todo para seguirle. Así lo hicieron aquellos pescadores que, dejando las redes, la barca y hasta a su padre –los hijos de Zebedeo-, lo siguieron. Comprobarán después la segunda dificultad, pues el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza: los medios con que cuentan para proclamar el Evangelio son mínimos, lo único que les servirá será su testimonio personal. Pero la dificultad mayor va a ser comprender el sentido de la misión: ¿qué entenderían ellos cuando les decía que iban a ser pescadores de hombres? Lo comprenderían después de la resurrección…
4.- Jesús continúa llamando porque “la mies es abundante y los obreros pocos”. Son muchos los que padecen enfermedades del cuerpo y del espíritu, muchos que son prisioneros de sus esclavitudes personales, muchos los que se sienten abandonados. ¡Cuántos hombres y mujeres necesitan hoy ser rescatados por las redes liberadoras de Cristo! Dios no llama sólo una vez en la vida, su llamada se mantiene a lo largo de tu vida. Te puede llamar a través de los hermanos: son las mediaciones que utiliza para darnos a conocer su sueño. Hay vocaciones que han nacido y se han desarrollado a la luz de la realidad que nos interpela, o del ejemplo de personas de personas cercanas cuya vida nos “edifica”. En toda vocación hay mucho de búsqueda, pero en la mayoría de las vocaciones es Dios quien toma la iniciativa. Como a los apóstoles, El te dice “Ven y sígueme”. A continuación te señala la misión que has de cumplir, ¿cuál es la tuya? Hay vocaciones singulares de tipo social, político, sanitario o económico….Algunos son llamados a desempeñar un servicio especial en la comunidad eclesial como sacerdotes, diáconos o religiosos. Pero todos somos llamados y a todos se nos encomienda algún servicio. Pablo reconoce en la Primera Carta a los Corintios que El ha sido enviado no a bautizar, sino a anunciar el Evangelio. Pero hemos de anunciarlo dando un testimonio de unidad, pues no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Cristo crucificado. Hemos celebrado la semana de Oración por la unidad de los cristianos, culminada con la fiesta de la conversión de San Pablo. Que el testimonio del Apóstol nos anime a no cesar de orar para que sea una realidad el establecimiento del Reino de Dios, misión a la que Dios nos llama.
José María Martín OSA