Lectio Divina – Lunes III de Tiempo Ordinario

Somos testigos de Cristo, vencedor del mal

Invocación al Espíritu Santo

Escúchanos, espíritu Santo, Tú que eres nuestro Amigo. Tú que estás siempre cerca de nosotros: llena nuestros corazones de tu amor. Te damos gracias, oh Padre, porque, cuando Jesús volvió contigo nos enviaste al Espíritu Santo para que ocupara su puesto. Aunque no podemos verle, sabemos que está actuando en el mundo; en todo lo que es bueno y santo, y en nuestras vidas para que cumplamos tu voluntad. Envíanos al Espíritu Santo, te rogamos, para que moldee nuestras vidas y nos guíe siempre.

Lectura. Marcos capítulo 3, versículos 22 al 30:

Los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Solo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Antes de acercarnos a este texto debemos recordar quiénes eran los maestros de la ley. Ellos eran los encargados de enseñar la ley de Moisés, al cumplirla fielmente expresaban su amor y fidelidad a Dios, mientras que los encargados de que esta ley se cumpliera eran los saduceos. En versículos anteriores descubrimos que los mismos parientes de Jesús lo consideran loco y querían llevárselo, junto a ellos Los sacerdotes critican también a Jesús, diciendo que es un agente de satanás, la acusación, aunque inconsciente, es grave, el castigo consistía en morir apedreado. Jesús se ve obligado a defenderse, y lo hace adoptando por primera vez el lenguaje de las parábolas. Con él desenmascara la mentira de sus adversarios y descubre una vez más su identidad. Superior a Satanás, Él es el depositario y administrador de las fuerzas divinas.

Meditación:

Mt 4, 12-23

Mateo ubica el llamado de los primeros discípulos antes de un sumario que presenta resumidamente la misión de Jesús (vv. 23-25); podríamos decir que este resumen es una explicación de lo que implica la misión de Jesús y de los primeros discípulos. La proclamación del Reino tiene un alcance inmediato en la vida de las personas; la enseñanza y proclamación de Jesús de la Buena Nueva del Reino se nota en que curaba toda enfermedad y dolencia en el pueblo. De esta manera, junto a la enseñanza está la acción curativa de Jesús; más aún, no se entiende la enseñanza sin esta acción.

Con estos hechos se inicia un tiempo de apertura; se comienza a superar fronteras, a juntar a quienes se veían diferentes y con cierto desprecio entre sí: Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán. La misión de ir a todas las personas de las que serán responsables los discípulos (28, 16-20) ha comenzado con el ministerio de Jesús.

Aquí es donde se ubica la misión de los primeros discípulos como pescadores de hombres (4, 19). Es prácticamente imposible interpretar esta imagen sosteniendo que hay que sacar a las personas del mal (=mar) como el pescador a los peces; es mejor, por el trasfondo del Antiguo Testamento, decir que se trata de congregar a las personas, juntarlas, atraerlas para hacerles el bien, para proporcionarles elementos bondadosos (Jeremías 16, 16; Am 4, 2; Habacuc 1, 14-15). Para esto tienen que “dejar las redes” (Mateo 4, 20. 22) y seguir a Jesús. Es decir, ir detrás de él, seguir sus huellas, aceptar su llamada que compromete a la Persona entera (8, 22; 9, 9), que exige romper con cualquier actitud u organización que entorpezca la construcción del Reino (Marcos 10, 28).

Ser seguidores de Jesús pide que nos preocupe y ocupe lo que le preocupó y Ocupó a él. Nuestra misión debe superar prejuicios y romper barreras.

Oración:

Salmo 97 (fragmento):

El Señor es Rey: ¡Que se alegre la tierra, y salten de gozo los innumerables pueblos lejanos! Está rodeado de nubes y brumas, la justicia y el derecho son la base de su trono. Delante de él avanza el fuego, quemando a su alrededor a sus enemigos; sus relámpagos iluminan el mundo, y al verlo, la tierra se estremece.

El Señor ama a los que aborrecen el mal, cuida la vida de sus fieles, y los libera del poder de los malvados. Una luz amanece pare el justo, la alegría para los hombres honrados. Alégrense, justos, con el Señor; alaben su santo nombre.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 447: A lo largo de toda su vida pública de Jesús, sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 550: La venida del reino de Dios es la derrota del reino de Satanás. “Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios” (Mateo capítulo 12 versículos 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios. Anticipan la gran victoria de Jesús sobre “el príncipe de este mundo”. Por la cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: Regnavit a ligno Deus (“Dios reinó desde el madero de la Cruz”).

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1708: Por su pasión, Cristo nos libró de satán y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado.

Oración final:

Una Iglesia dividida, como cualquier familia, no puede subsistir. La persona misma, dividida interiormente, tampoco puede subsistir. El pecado, particularmente aquel que hiere la caridad, causa división. Los primeros cristianos me dan ejemplo clarísimo de cómo vivir la unidad. Ellos superaron las barreras sociales, económicas y culturales. Rezaban por los demás y se animaban unos a otros a perseverar en la fe en Jesucristo. Ayúdame, Señor, a vivir así la caridad, no permitas que hiera nunca la unidad. Que todas mis palabras y acciones sean para construir la caridad.

Propósito:

Reconciliar a todos los cristianos en la unidad de una sola y única Iglesia de Cristo, supera las fuerzas y las capacidades humanas, por eso hoy haré una oración por la unidad.

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Homilía – Lunes III de Tiempo Ordinario

El pasaje del evangelio de hoy nos trae dos enseñanzas principales: la necesaria unidad que debe reinar en nosotros y la gravedad del pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo.

Al responder a las acusaciones de los escribas, Jesús les dice: «Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir.»

Y esta enseñanza que el Señor aplica en este pasaje al demonio, es válida en todos los órdenes de la tierra, y también en todas nuestras tareas en la Iglesia.

Con excesiva frecuencia vemos como muchas obras y actividades buenas: inquietudes apostólicas, grupos que se proponen alguna tarea, gente que se dispone a colaborar en una parroquia o en una capilla, al cabo de un tiempo, se interrumpen por diferencias de criterio u opinión de quienes se las propusieron.

El Señor nos predica la unidad. Existen muchos apostolados y tareas que solos no las podemos encarar. En los que es necesario el trabajo de un grupo. Pero para que ellos sean eficaces y perduren en el tiempo, es necesario que tengamos siempre bien presente que cualquier división o cualquier lucha interna, puede ser la semilla que haga fracasar todo propósito, por más bueno que sea. Debemos siempre saber escuchar y aceptar otros criterios u otras formas de hacer las cosas, impidiendo los conflictos que pueden malograr cualquier apostolado. La humildad y la mansedumbre enseñadas por el Señor, nos van a ayudar a aceptar otras opiniones, en beneficio de la unidad.

En la segunda parte del pasaje del Evangelio, San Marcos recoge palabras fuertes del Señor: «el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre.»

La blasfemia imperdonable contra el Espíritu Santo la constituye esta actitud de los fariseos de cerrarse a la gracia y tergiversar los hechos sobrenaturales, debido a que con ella se excluye la fuente misma del perdón.

Todo pecado, por grande que sea, puede ser perdonado, porque la misericordia de Dios es infinita; pero para que sea posible el perdón es necesario reconocer el pecado y creer en la misericordia de Dios.

La actitud de cerrarse es la que impide el perdón de Dios, ya que anula toda posibilidad de arrepentimiento.

El que peca así, voluntariamente se excluye del perdón divino, no porque Dios no pueda perdonar todos los pecados, sino porque el pecador, en su obcecación frente a Dios, rechaza a Jesucristo, a su doctrina y a sus milagros, y desprecia la gracia del Espíritu Santo.

Vamos a pedirle hoy al Señor que seamos auténticamente sinceros y humildes para reconocer nuestras faltas, y que nos mantengamos siempre abiertos a las inspiraciones de su Espíritu.

Y vamos a pedirle también que valoremos la unidad con nuestro prójimo en todas las tareas que realizamos.

Comentario – Lunes III de Tiempo Ordinario

Marcos 3, 22-30

a) Si sus familiares decían que «no estaba en sus cabales», peor es la acusación de los letrados que vienen desde Jerusalén (los de la capital siempre saben mucho más): «tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». 

Brillante absurdo, que Jesús tarda apenas un momento en ridiculizar. ¿Cómo puede nadie luchar contra si mismo? ¿cómo puede ser uno endemoniado y a la vez exorcista, expulsados de demonios? 

Lo que está en juego es la lucha entre el espíritu del mal y el del bien. La victoria de Jesús, arrojando al demonio de los posesos, debe ser interpretada como la señal de que ya ha llegado el que va a triunfar del mal, el Mesías, el que es más fuerte que el malo. Pero sus enemigos no están dispuestos a reconocerlo. Por eso merecen el durísimo ataque de Jesús: lo que hacen es una blasfemia contra el Espíritu. No se les puede perdonar. Pecar contra el Espíritu significa negar lo que es evidente, negar la luz, taparse los ojos para no ver. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Por eso, mientras les dure esta actitud obstinada y esta ceguera voluntaria, ellos mismos se excluyen del perdón y del Reino. 

b) Nosotros no somos ciertamente de los que niegan a Jesús, o le tildan de loco o de fanático o de aliado del demonio. Al contrario, no sólo creemos en él, sino que le seguimos y vamos celebrando sus sacramentos y meditando su Palabra iluminadora. Nosotros sí sabemos que ha llegado el Reino y que Jesús es el más fuerte y nos ayuda en nuestra lucha contra el mal. 

Pero también podríamos preguntarnos si alguna vez nos obstinamos en no ver todo lo que tendríamos que ver, en el evangelio o en los signos de los tiempos que vivimos. No será por maldad o por ceguera voluntaria, pero sí puede ser por pereza o por un deseo casi instintivo de no comprometernos demasiado si llegamos a ver todo lo que Cristo nos está diciendo y pidiendo. 

Tampoco estaría mal que nos examináramos un momento para preguntarnos si nos parecemos algo a esos letrados del evangelio: ¿no tenemos una cierta tendencia a juzgar drásticamente a los que no piensan como nosotros, en la vida de familia, o en la comunidad, o en la Iglesia? No llegaremos a creer que están fuera de sus cabales o poseídos por el demonio, pero sí es posible que les cataloguemos como pobres personas, sin querer apreciar ningún valor en ellos, aunque lo tengan. 

Una última dirección en nuestra acogida de este evangelio. Somos invitados a luchar contra el mal. En esta lucha a veces vence el Malo, como en el Génesis sobre Adán y Eva. Pero ya entonces sonó la promesa de la enemistad con otro más fuerte. El Más Fuerte ya ha venido, es Cristo Jesús. A nosotros, sus seguidores, se nos invita a no quedarnos indiferentes y perezosos, sino a resistir y trabajar contra todo mal que hay en nosotros y en el mundo. 

En la Vigilia Pascual, cuando renovamos el sacramento del Bautismo, hacemos cada año una doble opción: la renuncia al pecado y al mal, y la profesión de fe. Hoy, el evangelio, nos muestra a Cristo como liberador del mal, para que durante toda la jornada colaboremos también nosotros con él en exorcizar a este nuestro mundo de toda clase de demonios que le puedan tentar. 

«Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos» (1ª lectura, 1) 

«El Señor se acordó de su misericordia y su fidelidad» (salmo I) 

«A David lo he ungido con óleo sagrado, mi felicidad y misericordia lo acompañarán» (salmo, II) 

«Una familia dividida no puede subsistir» (evangelio) 

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Dichosos…

Buscadores del verdadero Dios

Según la Biblia, uno de los pecados más abominables es el de la idolatría junto con el de tomar el nombre de Dios en vano. Tienen en común estos pecados el negar la trascendencia y libertad de Dios. Si la persona está en busca de Dios, Dios también está en la búsqueda de aquellos que sean de su agrado. Aunque justos y pecadores, esclavos y libres, súbditos y señores, explotadores y explotados se dirijan al mismo Dios con ruegos, súplicas y oraciones, Dios no otorga el mismo favor a unos que a otros.

Dios no solo está en búsqueda de individuos, también busca un pueblo que ponga su entera confianza en Él. En el Antiguo Testamento se hace referencia a esta búsqueda por parte de Dios de un pueblo que le sea fiel, que respete sus preceptos, que lo celebre y le ofrezca culto de acuerdo con la justicia y que su nombre sea glorificado por la boca de aquellos que le buscan con corazón sincero, aunque solo sean unos pocos, un resto.

En el Evangelio de San Juan, centrándonos en el Nuevo Testamento, y en los demás Evangelios, Jesús, el Hijo de Dios, es rechazado y despreciado como el Mesías, como aquel que viene a traernos la libertad verdadera de parte de Dios. Jesús vino a los suyos, al pueblo judío, pero ‘los suyos’ lo rechazaron mayoritariamente. Solo un pequeño resto, un grupito de seguidores, son los que darán inicio al Nuevo Pueblo de Dios, a la comunidad de la Nueva Alianza, son los cristianos, es la Iglesia. Ellos son los buscadores del Dios verdadero.  

Aquellos que Dios prefiere

De entre todos, Dios prefiere a aquellos que están dispuestos y disponibles para recibir y vivir la Palabra de Dios. Hombres y mujeres sencillos y descomplicados que tratan de vivir su fe religiosa de forma simple y devota. De la lectura de los Evangelios, de los Hechos de los Apóstoles y de las diversas cartas que forman parte del Nuevo Testamento, se desprende una particular preferencia de parte de Dios por los pobres, los humildes y sencillos, por todos aquellos que ponen la confianza de sus vidas en la Providencia de Dios.

Los pobres, los humildes y los sencillos son preferidos por Dios no a causa de su precariedad económica, o por su escasa formación intelectual, o por su falta de coraje emprendedor, nada tiene que ver con eso, sino por estar en mejor disposición y capacidad para recibir y vivir, con gozo y alegría, la fuerza y el vigor que la Palabra de Dios desprende. Poner la confianza en Dios antes que en la riqueza, la inteligencia humana, el éxito social o el prestigio personal, es estar abierto a la experiencia divina y al encuentro solidario con los demás.

Según un antiguo documento conocido como ‘La Carta a Diogneto’, los cristianos en el mundo no se caracterizaban porque llevaran una vida aparentemente diferente al resto de las demás personas, lo que les hacía diferentes a los ojos de los demás era la honestidad de sus vidas, el modo recto de llevar sus negocios y el modo fraterno y desprendido como vivían entre ellos. A los paganos les impresionaba la vida y el comportamiento moral de los cristianos, su piedad religiosa y la sincera coherencia de vida con la fe que profesaban.

El cielo como horizonte, el lugar de nuestro destino: el Paraíso

¿De dónde sacan su fuerza, su compromiso y su convicción los cristianos? Tanto los cristianos de entonces, como los de ahora, sin duda, bebemos de diferentes fuentes, pero de un mismo manantial: del Espíritu de Cristo. Las palabras y gestos de Jesús son para los cristianos de todos los tiempos la hoja de ruta. Formando parte de este camino, Las Bienaventuranzas constituyen la Carta Magna para los seguidores de Jesús de todos los tiempos y que, además, han de saber interpretar y vivir en las muy diferentes culturas y situaciones donde los cristianos viven y expresan su fe.

Uno de los filósofos más influyentes de nuestro tiempo, ya muerto hace tiempo, llamado Federico Nietzsche decía que los cristianos son culpables y enemigos de la humanidad por haber hecho de los pobres, los cojos, los ciegos, los resignados, los sufridos, etc. el ideal del hombre bueno a quien Dios aprecia, es decir, por haber idealizado como modelos de imitación a los despreciados, a los deficientes, a los miserables, a los fracasados, a los resignados… porque ellos heredarán la gloria de Dios y vivirán en el cielo. Este filósofo reaccionó furiosamente contras las Bienaventuranzas.

En muchas partes del mundo, en apariencia por motivos distintos y diversos, los cristianos son martirizados, marginados y despreciados por otros grupos religiosos, por declarados ateos y por los que dicen llevar la bandera secularización declarándose indiferentes religiosos. Habría que viajar hasta los siglos tercero y cuarto para encontrar en la historia una persecución a los cristianos de forma parecida. Sin embargo, la fe cristiana está edificada sobre la firmeza y el convencimiento que Dios, el Dios de las promesas, el Dios de Jesús, ha compartido nuestra humanidad, se ha hecho uno de nosotros, y que además se ha puesto de parte de los pobres, marginados, los despreciados y humillados de este mundo, optando por ellos. Hace pocos días hemos celebrado la Navidad, el misterio radical de la Encarnación del Hijo de Dios, y de Dios mismo, Las Bienaventuranzas expresan la apuesta decidida de Dios por esta humanidad en busca de sentido y realización.

Reciban todos mis cordiales saludos. Dios les bendiga y la Virgen Madre les proteja.

Fray Manuel Jesús Romero Blanco O.P.

Mt 5, 1-12 (Evangelio Domingo IV de Tiempo Ordinario)

Elegir el mundo de las bienaventuranzas como identidad cristiana

El primer gran discurso del evangelio de Mateo (5-7) es muy sintomático en la obra, por su estilo y por su significado, pues se trata, nada más y nada menos, que del Sermón de la Montaña. Hay una intencionalidad en presentar en esta “escuela judeo-cristiana” la predicación de Jesús en esos famosos discursos (los otros son: cc. 10; 13; 18; 24-25), que recuerdan los cinco libros del Pentateuco (la Torah judía). Pero ciñéndonos al texto de hoy, lo más relevante es el comienzo de este primer discurso por las famosas “bienaventuranzas”. Eso quiere decir –en continuidad con el texto elegido el domingo anterior-, que el reinado de Dios se asienta, pues, sobre las bienaventuranzas. No debe caber la menor duda. Son fórmulas clásicas de la tradición oriental y bíblica, como anuncio profético de cómo debe ser el futuro. Por lo mismo, como Dios quiere reinar desde su voluntad soberana, entonces debemos entender que en este texto se ha querido mostrar cuál es la voluntad de Dios en su “reinado”.

Es casi unánime la opinión de que el texto de las bienaventuranzas procede del “Evangelio Q” como a algunos gusta llamarlo hoy. No podemos entrar ahora en detalles sobre Q, que está en plena actualidad a la hora de acercarnos a las fuentes del Jesús histórico. [Quiero citar dos estudios de síntesis muy al alcance de todos. S. GUIJARRO, Dichos primitivos de Jesús. Una introducción al “proto-evangelio de dichos Q”, Salamanca, 2004; A. VARGAS-MACHUCA (Coord.), La fuente “Q” de los evangelios, Reseña Bíblica, n. 43, Otoño 2004, Verbo Divino, Estella (Navarra), en estos dos estudios podemos encontrar información y la bibliografía de los últimos años]. Esto ha de valernos como referencia puesto que hoy están casi resueltos algunos pormenores: Q tuvo que ser un documento escrito; no eran simplemente tradiciones orales que tenían a mano los profetas itinerantes; a pesar de sus arameísmos, Q se escribió en griego; casi la totalidad de Q se conserva en los evangelios de Mateo y Lucas (se deduce de los 230 versículos en común de ambos evangelios); el orden original de Q está bien reflejado en el evangelio de Lucas y es ese orden el que se usa para citar técnicamente el contenido de Q. El texto de las bienaventuranzas lo tenemos en Lucas con un tono más escueto, dialéctico, radical. No tienen ese carácter interiorista, casi de virtud a conseguir, como en el caso de Mateo (Mt 5,3-11), sino que miran a la situación externa y social de lo que se ve con los ojos y se palpa con las manos. En el fondo se trata simplemente de describir dos ámbitos bien precisos: el de los desgraciados de este mundo y el de los bien situados en este mundo a costa de los otros. Lucas nos ofrece las bienaventuranzas en el contexto del sermón de la llanura (Lc 6,17), cuando toda la gente acude a Jesús para escuchar su palabra; no es un discurso en la sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, donde se trabaja, donde se sufre.

Es un discurso catequético; por lo mismo, Lucas estaría haciendo una catequesis cristiana, como Mateo lo hace con el Sermón de la Montaña (5-7). Entre uno y otro evangelista hay diferencias. La principal de todas es que Lucas nos ofrece las bienaventuranzas y a continuación las lamentaciones (no son maldiciones; viene del hebreo hôy y en latín se expresa con vae: un grito de dolor, de lamento, un grito profético) como lo contrario en lo que no hay que caer. Otra diferencia, también, es que en Mateo tenemos ocho y en Lucas solamente cuatro bienaventuranzas (Lc 6,20-23). Sobre su significado se han escrito cientos de libros y aportaciones muy técnicas. ¿Son todas inútiles? ¡No!, a pesar de que sintamos la tentación de simplificar y de ir a lo más concreto.

En definitiva, el evangelio de Mateo (5,1-12), concretamente las bienaventuranzas, es la expresión de la mentalidad de Jesús de cómo debemos entender la llegada del Reino de Dios. ¿Son una utopía que propone Jesús, sin visos de realidad? Esa sería la respuesta fácil. No obstante, las utopías (lo que está fuera de los normal), no se proponen para soñar sino para vivir con ellas y desde ellas. La ética de las bienaventuranzas, pues, requiere nuestra praxis. Jesús habla así, no solamente porque soñaba, sino porque las vivía desde su propia experiencia personal y desde ahí sentía la fuerza de Dios y del evangelio con el que se había comprometido. Lo importante es su mensaje, que no puede ser distinto de algo así: Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres, y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. Así debemos entender la primera aproximación al mensaje de hoy. Esa es una realidad social, pero a la vez es una realidad teológica. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los limpios de corazón, de los perseguidos por la justicia, de los que hacen la paz, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere ni puede revelarse en el mundo de los ricos, del poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Y por ello ¿dónde debemos estar los cristianos? En el mundo del no-poder, que es el de las bienaventuranzas.

Podemos añadir algo que nos parece muy pedagógico e imprescindible y que tiene que ver con la praxis misma de las bienaventuranzas. J. Mateos traducía la primera bienaventuranza de la siguiente forma “los que eligen ser pobres porque esos tienen a Dios por rey” y así lo plasma en su edición del NT. Lo justificaba (cf El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Cristiandad, Madrid, 1981) muy acertadamente, porque, en definitiva, no se puede ser “pobre de espíritu” o “en el espíritu” buscando simplemente una interioridad, sino que la opción por la pobreza frente a la riqueza es un reto frente a este mundo de competencia y de injusticia. Pero deberíamos decir, ya un poco fuera de la literalidad del texto y de la posibilidad de la traducción, que esta “opción” de “elegir” debe ser la tónica de todas las bienaventuranzas de Mateo. Y esto es lo que los cristianos deben “elegir” para ser solidarios con los que viven esas situaciones reales. Porque las bienaventuranzas de Jesús se inspiran en la situación inhumana que viven muchos hijos de Dios y es en ese mundo de las bienaventuranzas donde Dios se siente el Dios vivo, el Dios de verdad. Por eso los seguidores de Jesús debemos “elegir”, como opción radical, ese mundo de las bienaventuranzas para que la fuerza liberadora del evangelio cambie ese mundo.

Fray Miguel de Burgos Núñez

1Cor 1, 26-31 (2ª lectura Domingo IV de Tiempo Ordinario)

Llamados desde la pequeñez

La lectura es de 1ª Corintios plasma la situación social y humana de la comunidad de Corinto. Para poder entender adecuadamente el texto debemos suponer lo que precede, todo aquello que dice relación a la sabiduría de la cruz, a la locura con la que Dios quiere salvar el mundo, que se leerá en otro momento (1 Cor 1,18-25): no con poder, sino con lo que no cuenta, con el escándalo de la cruz. Pablo, pues, pretende refrendar esta teología suya con lo que él sabe de la comunidad de Corinto: no se han hecho cristianos los grandes filósofos y maestros, ni la mayoría de las familias pudientes; al contrario, se han hecho cristianos los trabajadores de los puertos, los de oficios bajos. Ese es el signo del camino con el que Dios lleva adelante su proyecto.

La diatriba (1,20-25) con la que Pablo quiere enganchar a la comunidad le lleva de la mano a que esa comunidad sea capaz de enfrentarse a su propia realidad: ¿de dónde vienen? ¿quiénes son? ¿qué esperan? Y podrán constatar que no hay muchos sabios, ni entendidos, ni influyentes ciudadanos de la polis griega. En realidad la comunidad puede leer la realidad viva de su pequeñez, de lo que no cuenta en este mundo tan cruel. Por lo mismo, que no piensen desde las grandezas de este mundo. Su vocación, su llamada es lo que es y así lo ha querido el Señor. Y es eso lo que les debe enseñar que la “palabra de la cruz” es “poder de Dios” en la misma entraña de esta comunidad de origen sencillo y humilde. No se trata solamente de un planteamiento retórico, aunque este texto tiene mucho de “narratio”, sino de una realidad pura y dura. La “teología de la cruz” es lo propio del cristianismo y no puede pretender ser como otros grupos sociales en el mundo. Eso sería desvirtuar su identidad.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Sof 2, 3-3, 13 (1ª lectura Domingo IV de Tiempo Ordinario)

El «resto» del que nace lo nuevo

La primera lectura del día está tomada, en textos cortados, del profeta Sofonías , quien actúa en tiempos del rey Josías (640-609) y nos habla de un tema bien conocido: el “resto de Israel”, de una nueva comunidad. Precisamente la reforma que comienza este rey famoso de Judá, se cree que fue promovida, entre otros, por este profeta que percibe la necesidad de insistir en la justicia, atacando el sincretismo religioso o la idolatría cultual, así como los abusos de las autoridades. Pero él prevé que tras la crisis, incluso del castigo que adivina, el pueblo debe esperar la salvación. Y esta salvación debe llegar en un pequeño “resto”, el grupo que siempre se ha mantenido fiel a Dios.

Describe este nuevo pueblo, este resto, como pobre y humilde, que no debemos entender en sentido espiritual exclusivamente, porque no podía ser esa la mente del profeta. Desde luego, el nuevo pueblo, como núcleo, no podía salir de los poderosos, de los ricos e influyentes, porque estos habían dejado a Judá en el mayor de los desastres hasta que el profeta anima al rey Josías para la reforma. Es verdad que a este pueblo pobre y humilde pueden pertenecer todos los que, con nuevos criterios, renuncien al poder y a la injusticia. Así, pues, el texto de Sofonías viene a preparar el mensaje de las bienaventuranzas, que es la clave de la Liturgia de la Palabra de este día.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario al evangelio – Lunes III de Tiempo Ordinario

Estamos en el tiempo intermedio entre la Navidad y la Cuaresma. No tiene el realce de los grandes momentos del año cristiano. Pero en la vida espiritual, como en el crecimiento de las plantas, hace falta el sol y el agua cada día para que puedan dar el fruto que de ellas se espera. Por eso la Iglesia nos invita a alimentarnos cada día con la Palabra de Dios. De esa fuente inagotable sacaremos el “agua viva” que sacia nuestra sed y nos ayuda a crecer en la fe como cristianos.

El tema que se nos presenta a la meditación en este lunes es el del perdón de los pecados.

En la lectura de la carta a los Hebreos se nos recuerda que “Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos”. Es la muerte del Señor en la cruz que se hace presente en la celebración de la Eucaristía para que todos  podamos recibir su perdón. Nunca nos cansaremos de dar gracias por este regalo tan inmenso de la Eucaristía que pone al alcance de todo cristiano el perdón de Dios.

Por eso el Salmo nos invita a cantar al Señor porque ha hecho maravillas en favor de todos sus hijos.

El texto del evangelio de este día continúa profundizando en el tema del perdón de los pecados. Dice Jesús: “Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres”.

Pero a continuación hace una acotación sobre un pecado imposible de perdonar:
“el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre. Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo”.

El Catecismo de la Iglesia Católica en el nº 1864 dice: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna”. Es el drama de la libertad humana que puede oponerse a Dios y a su Palabra y cerrar el corazón al perdón.

La blasfemia contra el Espíritu Santo es, pues,  presumir y reivindicar el “derecho” de perseverar en el mal. Es un rechazo  al perdón y a la redención que Cristo ofrece. La blasfemia contra el Espíritu Santo es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la misericordia divina.

Carlos Latorre

Meditación – Lunes III de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes III de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 3, 22-30):

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios.»

Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: «¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre.»

Jesús dijo esto porque ellos decían: «Está poseído por un espíritu impuro.»

Sabemos que desde el principio, hubo personas que aceptaron a Jesús y su predicación  y otros le rechazaron. Y buscaban argumentos para desacreditarle, para que sus oyentes y sus seguidores le diesen la espalda.

Una prueba de estos segundos, la tenemos en el evangelio de hoy, donde “unos letrados de Jerusalén” se pronuncian en contra de él, con el argumento de que “tiene dentro a Belzebú y expulsa los demonios con el  poder del jefe de los demonios”. Un argumento bien débil y que Jesús rebate fácilmente. ¿Cómo uno mismo se va a echar a sí mismo? “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás… Si Satanás se rebela contra sí mismo, no puede subsistir, está perdido”.

Y Jesús aprovecha esta ocasión para ofrecernos una buena enseñanza. Nos podemos preguntar si Dios será capaz de perdonar nuestros pecados, por fuertes que sean. Acudiendo a múltiples pasajes de Jesús, la respuesta es afirmativa. Nuestro Dios hagamos lo que hagamos, nos marchemos de su casa como el hijo pródigo, siempre tendrá la mano levantada para seguir ofreciéndosenos su amor y su perdón. Pero hay una excepción. Dios no podrá perdonar a los que no quieran recibir su perdón, al que blasfeme contra el Espíritu Santo, que es igual que ir en contra de la luz. Ese quiere permanecer en las tinieblas, en su pecado. Pero sigue en pie la oferta de Dios de otorgar su perdón al que acuda a él con el corazón arrepentido. Pero Dios no puede perdonar a quien no quiera ser perdonado.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – San Ildefonso

SAN ILDEFONSO, obispo, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de pastores (para un obispo). Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Heb 9, 15. 24-28. Se ofreció una sola vez para quitar los pecados. La segunda vez aparecerá a los que lo esperan.
  • Sal 97. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
  • Mc 3, 22-30. Satanás está perdido.

Antífona de entrada             1S 2, 35
Suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, dice el Señor.

Monición de entrada y acto penitencial
Parece extraño, y realmente suena como mala voluntad, el que los Escribas atribuyan el bien que hace Jesús, especialmente al arrojar demonios, al poder de Satanás, el príncipe de los demonios. ¿No habrían de haber reconocido que el Espíritu de Dios estaba obrando en Jesús? Los judíos esperaban que, en los tiempos mesiánicos, el Espíritu de Dios vencería a los espíritus del mal, y en Jesús el buen Espíritu estaba visiblemente activo. Nosotros también tenemos que optar entre el Espíritu de Dios y los espíritus del mal que nos inducen al pecado. Si escuchamos la palabra de Dios y obramos conforme a ella, permitimos al Espíritu de Dios vencer al mal en nosotros y en torno a nosotros.

Yo confieso…

Oración colecta
DIOS todopoderoso,
que hiciste a san Ildefonso insigne defensor de la virginidad de María;
concede a los que creemos en este privilegio de la Madre de tu Hijo,
sentirnos amparados por su poderosa y materna intercesión.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Jesús rechaza estar endemoniado, a partir del principio lógico de que Satanás no puede estar en contra de sí mismo. Nuestro Salvador, efectivamente, está contra el demonio, es más fuerte que él y por eso puede vencerlo. Al cerrarse a aceptar lo evidente, esto se convierte en una imperdonable «blasfemia contra el Espíritu Santo». En ella incurren aquellos que se obstinan en no reconocerlo como el «Enviado» del Padre. Este Espíritu del Resucitado – con sus multiformes dones de gracia– es principio irremplazable de cohesión y unidad en toda auténtica comunidad de creyentes.

Oración de los fieles
Presentemos nuestra oración a Dios Padre, que ha prometido escuchar la oración de los que se reúnen en nombre de su Hijo, pidiendo especialmente por la unidad de los cristianos.

1.- Para que todas las Iglesias que creen en Cristo superen su torpes prejuicios y divisiones y lleguen a ser uno en el Señor, que les trajo perdón, amor y paz, roguemos al Señor.

2.- Para que el Espíritu del Señor toque a todos los endurecidos por el pecado y les induzca a arrepentirse y a cambiar su vida, roguemos al Señor.

3.- Para que nuestras comunidades acepten con bondad a los hermanos que hayan errado, defiendan a los débiles y a las víctimas de injusticia, y den testimonio de la misericordia de Dios, roguemos al Señor.

Señor, que eres el único que puede realizar aquello que a los hombres nos parece imposible, escucha las oraciones de tus fieles, haz que cese la división de tu Iglesia y que tu pueblo rechace el escándalo de la desunión. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
RECIBE, Señor,
estos dones de tu pueblo ofrecidos en la fiesta de san Ildefonso.
para que, por medio de ellos,
percibamos confiadamente el auxilio de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Jn 10, 10
Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante, dice el Señor.

Oración después de la comunión
SACIADOS con la comunión del Cuerpo santo
y la Sangre preciosa de tu Hijo,
te pedimos, Señor y Dios nuestro,
que lo que hemos celebrado con piedad sincera
produzca en nosotros frutos de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.