1.- «Unos turistas querían llegar pronto a un castillo, en la ladera de una montaña. Había varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo uno que era un atajo muy corto, aunque extremadamente duro y empinado. No había manera de detenerse a comer o descansar, y la soledad era muy grande, porque casi nadie se atrevía a recorrerlo. Todos menos uno eligieron los caminos largos y fáciles. Pero eran tan largos que se aburrieron y se volvieron, sin llegar a su meta. Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y charlar, y se quedaron ahí definitivamente. El que subió solo, por el atajo, paso toda suerte de dificultades, y en el momento en que le pareció que no podía más, se encontró ya en el castillo. Fue el único que llegó».
2. – Esta parábola es un reflejo de nuestra vida como cristianos. Si optamos por el camino fácil nunca llegamos a ser de verdad cristianos comprometidos con el mensaje de Jesús. Nos quedamos en el camino, sin decidirnos a optar radicalmente por El. Las Bienaventuranzas nos recuerdan que somos ciudadanos del cielo. Para llegar a la cima tenemos que escoger el camino directo, el mismo que eligió Jesús. Cuando El proponía el programa de las bienaventuranzas nos estaba mostrando lo que hizo por nosotros: fue pobre de espíritu, lloró por su amigo Lázaro y por Jerusalén, fue sufrido como cordero llevado al matadero, tuvo hambre y sed de justicia y no dudó en proclamarlo, practicó la misericordia y el perdón, fue limpio de corazón, trabajo por la paz y fue perseguido por los poderosos de este mundo a causa de haber defendido la justicia. Jesús nos propone que seamos pobres en el espíritu. No es que la pobreza sea un bien en sí misma, lo que es bueno es el desprendimiento y la disponibilidad del que «elige ser pobre en el espíritu». Este camino es arduo y costoso. Quien lo emprende necesita coraje, decisión, firmeza y constancia, buenos pies y mucho ánimo. No es para apocados y gente «de poco espíritu». Sabemos que hay alguien que sostiene los pasos del que elige este camino, el propio Jesús El siempre va por delante abriendo senderos como luz del mundo y buen pastor. Pero no lo hace todo, sino que cuenta con nosotros , nos exige espíritu de lucha y que aceptemos los riegos que se presentan. No se trata de ser masoquistas escogiendo lo difícil en lugar de lo fácil. Se trata de asumir la opción por el Reino, a pesar de que esto conlleve dureza y esfuerzo. La recompensa es única y da sentido al esfuerzo: la posesión del Reino de los cielos, heredar la tierra, ver a Dios, ser llamado hijo de Dios.
3.- El que sigue el camino fácil no acaba de llegar a la meta porque no termina de comprometerse con la causa. Esto es lo que nos pasa a la mayoría de los cristianos: que no acabamos de entrar por el camino auténtico. No encontraremos nunca la felicidad que buscamos ni haremos realidad el Reino si ponemos una mano en el arado y volvemos la vista atrás. Nos seducen otra «felicidades» más fáciles y rastreras en lugar de escoger la senda empinada. De esta manera nos convertimos en antitestigos… Jesús invierte los valores de este mundo, lo pone todo al revés. Su mensaje es revolucionario, aunque se haya querido manipular la exigencia radical del Evangelio. Vivimos instalados en la sombra del camino o dando vueltas a elucubraciones teológicas, cuando lo único verdaderamente importante es el seguimiento de Jesucristo. No hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, a seguir otro camino. Pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Nos criticarán, se meterán con nosotros, seremos rechazados, viviremos a contracorriente, pero estaremos contentos porque estamos en el camino del Reino. Puede que nos faltan las fuerzas, puede que no lleguemos a vivir plenamente el ideal del Sermón del Monte, pero no debe asaltarnos nunca el desánimo ni la desesperanza, pues la cima está cerca y un día llegaremos.
José María Martín, OSA