Lectio Divina – Jueves III de Tiempo Ordinario

Somos iluminados por Cristo para dar fruto generoso

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú el aliento que vivifica nuestra alma. Tú, la luz que ilumina nuestra mente, Tú el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos siempre de tu protección.

Lectura. Marcos capítulo 4, versículos 21 al 25:

Jesús dijo a la multitud: “¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Siguió hablándoles y les dijo: “Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Tomemos es cuenta que el evangelio de Marcos fue escrito alrededor del año 65, lo que nos indica que la comunidad cristiana ha tenido 32 años para reflexionar acerca de las enseñanzas y la vida de Jesús. Marcos parece reunir varios dichos de Jesús, formando estas dos breves parábolas, la de la lámpara y la de la medida. Con ellas, se ayuda para explicar cómo Cristo continúa desvelando el Reino de Dios. Las parábolas ocultan la luz del Reino a los que no creen, pero la luz de la verdad acabará por ser reconocida.

Meditación:

Con estas dos parábolas, Cristo quiere enseñarnos cómo hay que instaurar su Reino.

La maldad de las personas no viene sola; existen elementos correlacionados que la acompañan; uno de ellos, quizás el más importante, es la oscuridad, o, mejor dicho, el ocultamiento de lo que se hace. Esto corresponde a un elemento universal que aparece en todas las culturas; el ser humano no es ajeno a los escondites o a los espacios oscuros que le sirven para hacer de las suyas, con cierto grado de impunidad.

Como contraparte a este elemento, el evangelio de Marcos propone que el seguidor de Jesús sea una persona de luz. De ahí que sea muy esperanzador que la luz, símbolo de lo bueno, no ilumine sólo ciertos momentos o espacios de la vida, sino que alumbre todo. Pero no se trata de que sólo una dimensión de la persona sea iluminada: toda ella debe ser transparentada integralmente por la luz.

Esta disponibilidad del discípulo es confirmada o ampliada por la certeza de Jesús de que nada existe para que se oculte o se mantenga en secreto eternamente; Jesús sabía que hay ciertos secretos que se prolongan eternamente, no por fidelidad a la Verdad o por el bien de las personas, sino precisamente porque favorecen la mentira y promueven la impunidad de ciertos grupos o personas.

¿Qué comportamientos nuestros están más cerca de la oscuridad que de la luz? ¿Qué podemos hacer para ser más transparentes?

Oración:

Gracias Padre por Cristo, esperanzado sembrador de la semilla del Reino con su palabra de vida. Jesús fue el primer grano de trigo que, muriendo, dio espléndida resurrección para todos. Él es parábola viva de tu amor al hombre. Su optimismo nos contagia y estimula a dar fruto. Haz de nosotros, Señor, el campo de tu sementera, la tierra buena y mullida, con tempero y profundidad, para que prenda, germine y grane la semilla del Reino. Así, nuestra vida, escondida en Cristo como el grano en el surco, culminará en cosecha de eternidad.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1216: Este año es llamado iluminación, quienes reciben esta enseñanza, su espíritu es iluminado. Habiendo recibido en el bautismo al verbo, “la luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Juan capítulo 1, versículo 9), el bautizado, tras haber sido iluminado, se convierte en “hijo de la luz” y en “luz” él mismo (Efesios capítulo 5, versículo 8).

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 26: La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él. Dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.

Oración final:

Gracias, Señor, por esta meditación que me recordó que debo ser luz para los demás y eso solo lo voy a lograr si Tú vienes a hacer tu morada en mí. Quiero hacer todo movido por el amor, únicamente así tendré la fuerza para amar a los demás con sinceridad, con desinterés, con pureza de intención, sin esperar nada a cambio.

Propósito:

Hacer todo movido por el amor a Dios, con pureza de intención, confiando que con Él todo es posible.

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