Nació en Oies (Austria), en plenos Alpes, a 1500 metros sobre el nivel del mar. Era una familia de campesinos. A los 23 años es ordenado sacerdote. Dos años más tarde entre la Congregación del Verbo Divino, recién fundada por Arnoldo Janssen.
«Tengo 25 años. He estado en la cura de almas en San Martino de Badia, en la diócesis de Bressanone. Además del alemán, domino también el italiano, del cual proviene mi lengua materna. Entiendo un poco el francés escrito. Constatando mi deseo de hacerme misionero, ruego a vuestra reverencia acoja esta mis insistente misiva».
A sus 27 años es uno de los dos primeros misioneros que el Verbo Divino envía a China. Y allí trabaja de forma heroica durante los 29 años que le restan de vida.
Trabajo agotador que a sus 56 años le hacen parecer un anciano.
Su padre fundador dijo de él: «Alma buena y santa que se ha conquistado méritos imperecederos en el Shantung meridional». Y su obispo en China nos dice: «No recibió jamás un reconocimiento de parte de los chinos, ninguna orden, ningún signo de distinción, ni condecoraciones. No quiso salirse del rol de simple soldado raso: es decir, cumplir su deber con modestia y fidelidad».
Fue beatificado en Roma por Pablo VI, junto con su fundador, Arnoldo Janssen, en 1975.