El lenguaje narrativo de estas imágenes es, cuanto menos, muy sorprendente: ¿Cómo puede perder la sal su ser de sal? ¿Cómo puede volverse sosa? Es necesario entretenernos siquiera un corto espacio en analizar la función de la sal. Entre esas funciones algunas se entienden hoy como ayer: sazonar, dar sabor a los alimentos. En este caso la sal debe desaparecer diluyéndose en los mismos. Sólo entonces realiza su tarea de dar sabor a los alimentos. Es el aspecto sapiencial de la imagen utilizada por Jesús. La sabiduría de los discípulos, siempre conectada con Jesús-Sabiduría personificada, podrá alcanzar a los hombres y dar sentido verdadero a la existencia humana (sentido del dar sabor a los alimentos, un condimento insustituible regularmente). Pero la sal cumple otra función importante: se aplica a ciertas carnes para evitar la corrupción. Muchos hemos podido ver la aplicación de esta función. Hay alimentos que, “salados” oportunamente, se conservan intactos, incorruptos y siempre útiles. La sal en este caso es necesaria para evitar la corrupción y conservar los alimentos. Todavía hay una tercera función que hoy no tiene vigencia, al menos que yo sepa. Se trata de una función que sí existe en el oriente y existía en tiempo de Jesús. Aquellos hombres utilizaban placas de sal que colocaban en el interior de los hornos donde cocían el pan. La función de esas placas de sal era la de mantener el calor a la adecuada temperatura para que la cocción del pan fuera posible y adecuada. Estas placas después de un tiempo perdían su virtualidad como conservadoras del calor y eran retiradas del horno, se arrojaban a la vera de los caminos y eran sustituidas por otras. Ya no sirven para nada. Esto se puede ver todavía hoy en la pequeñas aldeas palestinas que mantienen costumbres muy antiguas en su vida diaria. La sal mantiene el calor. Los discípulos son enviados al mundo para mantener el calor del Evangelio para facilitar la tarea de la salvación.
¡La luz que suavemente ilumina, orienta y da sosiego! Estas imágenes chocantes y sorprendentes poseen una capacidad evocadora y pedagógica extraordinaria. También hoy es necesario que los discípulos tomen conciencia real de que están destinados a diluirse en la sociedad, sin perder su identidad más auténtica ciertamente, en servicio de todos los hombres. Imitando al Siervo de Yahvé que no vocea por las calles, ni quiebra la caña cascada, ni apaga el pabilo vacilante. También es necesario que los discípulos tengan conciencia de que son enviados a un mundo tentado por la inclinación a la corrupción en muchos flancos. La sal advierte y preserva de la misma. Tarea sumamente arriesgada, difícil y provocadora. Pero urge imperiosamente en nuestra sociedad. También los discípulos de hoy son llamados a mantener el calor del Evangelio en medio del mundo, en definitiva el calor del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús y alentado constantemente por el Espíritu. Las relaciones humanas corren el peligro de ser cada día más frías, a pesar del ruido del mundo a través de múltiples formas. Es necesario contribuir a mantener el calor entre todos y en los ambientes que nos toca en suerte compartir.
La tarea de los discípulos es la propia de los embajadores. El Señor que les envía garantiza la eficacia de su tarea iluminadora de la humanidad. Es necesario vivir el discipulado de Jesús con esta amplia esperanza, esta ardua tarea y esta noble misión. Jesús confía su luz a los enviados para que la transmitan al mundo. Hoy es necesario, acaso como nunca, la presencia de estas lámparas en medio de un mundo inquieto y a la vez necesitado de la verdadera luz del Evangelio. Las personas quedan implicadas en la tarea. No se nos invita sólo a proclamar una palabra, se nos urge hoy a acompañar la proclamación con la coherencia de la vida. A estas enseñanzas de Jesús preceden inmediatamente las bienaventuranzas que son un programa incomparable de vida. La vida de los creyentes de hoy ha de ser como la. Pero no podemos perder de vista que somos seres referenciales, es decir, transmisores de una luz que no poseemos en exclusiva sino la tenemos recibida para compartirla, de una luz qua nadie podrá apagar. ¡El protagonista es la gloria de Dios y la salvación de los hombres! Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.