Quienes en el evangelio se describe como los hermanos de Jesús, de acuerdo como se usaba la palabra hermano en el pueblo de Israel, son sus parientes y paisanos de Nazaret.
Como Jesús nunca hizo cosas extraordinarias entre ellos, se extrañaban de lo que se decía, de su actuación en otros lugares y de que ya fuera famoso. Creían conocerlo, pero en realidad no lo conocían: muchas las veces nosotros también creemos conocer a nuestro prójimo pero la mayoría de las veces no es así. Y esto pasa sobretodo, cuando tenemos que reconocer en los que nos rodean, virtudes o cualidades buenas.
La gente que escuchaba a Jesús dice: «¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido?»
Jesús recibió toda su educación humana de María, de José y de sus paisanos de Nazaret. De ellos recibió la Biblia y la cultura de su pueblo. Pero también el Padre le comunicaba su Espíritu para que experimentara la verdad de Dios en todas las cosas. Lo importante, tanto para él como para nosotros, no era leer mucho ni acumular experiencias, sino ser capaz de valorar todo lo que le ocurría. La sabiduría de Jesús salía de él mismo y, en lo más profundo de su ser, la inexpresable sabiduría eterna se volvía evidencia y certeza para nombrar y para juzgar tanto el actuar de Dios como las acciones de los hombres.
Pero no era por eso que Jesús conocía el porvenir y obraba milagros. Estos dones que Dios concede a sus profetas, se los comunicó en plenitud a Jesús en el momento del bautismo de Juan.
San Marcos en su evangelio relata que la gente decía: «Pero no es más que el carpintero». El evangelio utiliza un término que tiene un significado muy amplio: «artesano», el que hacía esas cosas sencillas que necesitaba la gente del campo. Pero ya los primeros cristianos de Palestina decían que Jesús había sido carpintero.
Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra… Durante el tiempo en que Jesús vivió en medio de ellos, nunca manifestó algún don especial, y tal vez no lo habían designado para ningún cargo en la comunidad de la sinagoga. Si desde ya muchos años se habían acostumbrado a tratarlo como a uno de tantos, ¿cómo le iban a demostrar ahora respeto o fe?
Como decíamos, nos puede pasar a nosotros también hoy, que no reconocemos las virtudes o los méritos entre los que nos rodean, y tenemos tendencia a quedarnos falsamente impresionados por todo lo que nos viene de afuera.
Pidamos a María que nos ayude a creer siempre en su Hijo Jesús, y que nunca se pueda decir de nosotros, como dice el Evangelio, que Jesús se asombraba de cómo se negaban a creer.