Lectio Divina – Presentación del Señor

Porque hemos visto al Salvador

Presentación del Señor:

Oración inicial:

Señor: Hoy quiero escuchar tu voz, pero falta silencio a mi alrededor. Enséñame a estar callado y escuchar atento tu voz. Que tu palabra ilumine mi vida, que tu palabra me comprometa y me haga vivir en tu presencia. Aún no te conozco. No sé apenas nada del evangelio. Quiero ser tu amigo ¡Y me preocupo tan poco de ti! Tú vienes hoy a visitarme y me invitas a abrir la puerta de mi corazón. Desde lo profundo de mi ser te espero y te grito: ¡Ven Señor Jesús!

Lectura. Lucas capítulo 2, versículos 22 al 40:

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones. Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

[El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocarácontradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.]

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En el marco institucional del judaísmo (purificación, presentación, templo), el pueblo judío representado por Simeón y Ana, encuentra al que será la gloria de Israel y la luz de los paganos. Hacia él confluye la esperanza anunciada en el Antiguo Testamento. Pero la sombra de la cruz y del rechazo se insinúa ya en las palabras de Simeón.

La confesión de fe de la comunidad lucana, en boca de Simeón, no olvida que todo eso se cumplirá a través del camino difícil de la vida de Jesús. Una vida que asume plenamente nuestra humanidad.

Meditación:

La presentación de Jesucristo toca el timbre de nuestra conciencia al recordarnos lo importante que es presentarnos, ofrecernos a Dios. Este presentarse adquiere diversos matices: primero, la donación que hacemos de nosotros mismos a Dios al escucharle, al dejar que cada día vaya plasmando su obra en nuestra vida. Cada alma en particular fue creada con un fin, con una misión concreta dentro del plan providente de Dios, y Dios quiere hablar y manifestarse en el mundo, pero necesita voluntarios. Significa además la entrega que hacemos a todos los que vamos encontrando en nuestro camino. ¡Cuánto puede ayudar una sonrisa! Basta un gesto, una actitud. Por último, dicha presentación asegura, firma un pacto, cuyo cumplimiento tendrá lugar en el momento de nuestro abrazo definitivo con Dios, cuando cansados de nuestro peregrinar por esta tierra, le podamos decir a Dios: ¡Valió la pena apostar por ti!

No son las grandes predicaciones, no son las grandes obras de apostolado ni los proyectos de gran envergadura los que suscitan la verdadera admiración de los hombres. El asombro viene cuando detrás de todo aquello está un hombre que vive de Dios, un hombre que aprendió a presentarse a Dios y a los demás. María Santísima es experta en llevar nuestras obras a buen puerto. Basta una decisión libre y un entusiasmo por lo que tenemos que hacer.

Oración:

Salmo 53, versículos 3 al 6 y 8 al 9
Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.

Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras; porque unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte, sin tener presente a Dios.

Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.

Te ofreceré un sacrificio voluntario, dando gracias a tu nombre, que es bueno; porque me libraste del peligro, y he visto la derrota de mis enemigos.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2657: El espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa para orar en la esperanza. Inversamente, la oración de la Iglesia y la oración personal alimentan en nosotros la esperanza. Los salmos muy particularmente, con su lenguaje concreto y variado, nos enseñan a fijar nuestra esperanza.

Oración final:

Qué paz me da, Señor el ejemplo de tu Madre al ofrecerte a Dios, como el acto de cualquier mamá que ofrece a Dios el fruto de su amor a Dios en cada alumbramiento. Que el día cuando me presente a ti, pueda a mi vez presentarte otras muchas almas, ganadas para ti con horas de oración y sacrificio. Hazme comprender que cada acto de donación es una invitación a los hombres a creer en ti.

Propósito:
En cinco minutos que saque de oración, pediré por aquellas personas que he conocido.

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Homilía – Presentación del Señor

En el evangelio de hoy se nos presenta la escena que recordamos en el cuarto misterio gozoso del Rosario, en que María y José, cumpliendo las prescripciones de Moisés, presentan al Niño Jesús en el Templo. En esa ocasión es cuando Simeón predice que Jesús será signo de contradicción en el mundo y que el corazón de María será traspasado por una espada:

Según lo predice el anciano Simeón, Jesús será la señal de contradicción: unos lo amarán, otros lo odiarán y lo llevarán a la Cruz; unos estarán dispuestos a morir por El, mientras que otros no cesarán en hacerlo desaparecer de la historia y de la superficie de la tierra.

El Papa nos dice que debemos observar que de este «signo de contradicción», Simeón pasa directamente a la Madre y se dirige a su corazón, vinculando la contradicción, que se refiere al Hijo, con la experiencia interior de la Madre: «Y una espada atravesará tu alma»

La Santísima Virgen está asociada a la obra redentora de Cristo: Ella es nuestra Corredentora, como fue Jesús nuestro Redentor.

No hay redención sin dolor; el alma de la Santísima Virgen estará traspasada por la espada de dolor por todo lo que Ella sufrió en su Corazón durante la Pasión de su Hijo Jesús.

De una u otra forma todos estamos comprometidos con la obra redentora de Jesús y todos debemos colaborar en la redención de los hombres y del mundo; todos debemos, por lo tanto, participar del dolor de Jesús y de María Santísima.

Jesús es señal de contradicción para el mundo y los católicos, como discípulos de Jesús, habremos de seguir la misma suerte que el Maestro. También habrá quien nos odie, nos persiga y nos moleste. Habrá quien nos ridiculice, se ría de nosotros y de la doctrina que predicamos.

Esto no solamente no nos debe desalentar, sino que tampoco debe entristecernos, pues sabemos que seguiremos la misma suerte que el Maestro, y que si seguimos al Maestro en la Cruz, también lo imitaremos en la hora de la resurrección y también gozaremos de su victoria final, que será lo definitivo, lo que nunca pasará.

Jesús venció al mundo y nos advirtió: «En el mundo tendrán tribulación, pero Yo he vencido al mundo».

Comentario – Jueves IV de Tiempo Ordinario

Marcos 6, 7-13

a) El envío de los apóstoles a una misión evangelizadora, de dos en dos. está sencillamente contado por Marcos. aunque con matices muy interesantes.

Les había elegido para que estuvieran con él y luego les pudiera enviar a misionar. Ya han convivido con él, le han escuchado, han aprendido: ahora les envía a que prediquen la Buena Nueva, con autoridad para expulsar demonios y con el aviso de que puede ser que en algunos lugares sí les reciban y en otros no. Les hace partícipes de su misión mesiánica. Se hace ayudar. Busca quien colabore en la tarea de la evangelización.

Para ello les recomienda un estilo de austeridad y pobreza -la pobreza «evangélica»-, de modo que no pongan énfasis en los medios humanos, económicos o técnicos, sino en la fuerza de Dios que él les transmite.

b) Los cristianos -y de un modo particular los ministros ordenados, los religiosos y los laicos más comprometidos en la acción pastoral de una comunidad- somos enviados en medio de este mundo a evangelizar. Dios no se sirve normalmente de ángeles ni de revelaciones directas. Es la Iglesia, o sea, los cristianos, los que continúan y visibilizan la obra salvadora de Cristo.

Como los doce apóstoles, que «estaban con Jesús», luego fueron a dar testimonio de Jesús, así nosotros, que celebramos con fe la Eucaristía, luego somos invitados a dar testimonio en la vida. Tal vez no individualmente, cada uno por su cuenta, sino con una cierta organización, de dos en dos, enviados y no tanto autoenviados.

También para nosotros vale la invitación a la pobreza evangélica, para que vayamos a a misión mas ligeros de equipaje, sin gran preocupación por llevar repuestos, no apoyándonos demasiado en los medios humanos -que no habrá que descuidar, por otra parte- sino en la fe en Dios. Es Dios el que hace crecer, el que da vida a todo lo que hagamos nosotros.

Deberíamos dar ejemplo de la austeridad y pobreza que quería Jesús: todos deberían poder ver que no nos dedicamos a acumular «bastones, dinero, sandalias, túnicas». Que nos sentimos más peregrinos que instalados. Que, contando naturalmente con los medios que hacen falta para la evangelización del mundo -la Madre Teresa de Calcula necesita millones para su obra de atención a los pobres-, nos apoyamos sobre todo en la gracia de Dios y nuestra fe, sin buscar seguridades y prestigios humanos. Es el lenguaje que más fácilmente nos entenderá el mundo de hoy: la austeridad y el desinterés a la hora de hacer el bien.

También a nosotros, como a los apóstoles, y al mismo Cristo, en algunos lugares nos admitirán. En otros, no. Estamos avisados. Se nos ha anunciado la incomprensión y hasta la persecución. Pero no seguimos a Cristo porque nos haya prometido éxitos y aplausos fáciles. Sino porque estamos convencidos de que también para el mundo de hoy la vida que ofrece Cristo Jesús es la verdadera salvación y la puerta de la felicidad auténtica. No sólo queremos «salvarnos nosotros», sino colaborar para que todos, nuestros familiares y conocidos, se enteren y acepten el Reino de Dios en sus vidas.

«Os habéis acercado a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo» (1ª lectura, I)

«Oh Dios, meditamos tu misericordia» (salmo, I)

«Guarda las consignas del Señor tu Dios, caminando por sus sendas» (1ª lectura, Il)

«Les fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Buenas obras que se convierten en luz

1.- La “sal” y la “luz” son dos imágenes muy claras de lo que Jesús quiere ayudarnos a vivir como discípulos. Estas dos parábolas son continuación del mensaje de las bienaventuranzas que escuchábamos la semana pasada. Digamos que son un efecto de acoger ese mensaje de felicidad que Jesús nos propone. Nos convertimos en discípulos, somos fermento de una humanidad nueva y mejorada. Ponemos el “buen sabor” y la “luz” de Jesús en nuestros actos de cada día. En definitiva, vivimos el amor de Jesús y al estilo de Jesús.

A los niños de la catequesis que van a hacer la primera Comunión este año les hemos regalado un tarro de sal en el día que han hecho la renovación de sus promesas bautismales, como símbolo de ese “buen sabor” de Jesús que ellos se comprometen a poner, desde su pequeña madurez, en todo lo que hagan. Nosotros, como adultos, cada vez que rezamos el Credo también renovamos nuestra fe, y asumimos el mismo compromiso que estos niños, pero con un nivel de madurez mayor, o por lo menos eso se supone.

2.- ¿Cómo ser sal y luz en los tiempos que corren? Creo que si estamos más atentos a la Palabra de Dios descubriremos muchas pistas para ello. Por ejemplo, hoy la primera lectura del profeta Isaías es un ejemplo muy claro. Habla Isaías de “parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo… sacia el estómago del indigente”. Estos gestos de amor al prójimo, especialmente al más pobre y necesitado, harán posible lo que Isaías dice a continuación: “brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”.

Los niños de la catequesis aprenden que todos los mandamientos se resumen en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Son dos mandamientos inseparables. Y eso es lo que viene a decir también la palabra de Dios de hoy. Ser sal y luz es posible en la medida que nuestro amor a Dios se concreta en el amor al prójimo, y especialmente al prójimo más necesitado, más pobre. Es por esto por lo que destacó fundamentalmente la vida de Jesús, por su cercanía a los pobres, los enfermos, los excluidos, los pecadores… El Evangelio es y será siempre una invitación a vivir y a amar al estilo de Jesús.

3.- Jesús, después de estas dos imágenes, termina diciendo: “alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Esas “buenas obras” se convierten en luz que posibilita a otras personas descubrir el amor y la cercanía de Dios. Son signos de una nueva evangelización que no se hará con palabras, sino con gestos, con gestos de amor, con los gestos y maneras de Jesús, que siguen siendo válidos y actuales, y de los que necesitamos seguir aprendiendo. Y sólo podemos aprenderlos si nos acercamos a la Palabra de Dios con un corazón de discípulo.

4.- Cada domingo nos acercamos a la Eucaristía, Dios nos habla al corazón, parte el pan para nosotros, se nos da en alimento. La Eucaristía que celebramos se convierte en un reto y es el de acercar ese amor de Dios a los más pobres y eso no lo va a hacer nadie por nosotros. Jesús nos invita a ser sal y luz, a amar como él nos amó, a implicarnos activamente en la vida de los pobres, para descubrir el verdadero sentido de las bienaventuranzas, para descubrir el gran proyecto de amor que Dios tiene para nosotros y que nos ha mostrado en su hijo Jesús. Proclamemos juntos nuestra fe, renovemos nuestro compromiso con los más pobres, acojamos con alegría la invitación a ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

Pedro Juan Díaz

La sal y la luz de la caridad

1.- Cuando partas tu pan con el hambriento, brillará tu luz en las tinieblas. Me ha parecido interesantísimo el comentario que hace hoy el profeta Isaías a las palabras de Cristo en el evangelio. Los siglos que separan la existencia del profeta Isaías de la existencia de Cristo no impiden ver en este texto del profeta una maravillosa aplicación a lo que Cristo recomienda a sus discípulos. Cristo nos dice que seamos luz y que seamos sal para iluminar y para dar sabor cristiano a la vida de los demás. El profeta nos dice que sólo seremos luz para los demás si encendemos en nuestro corazón el fuego de la caridad. Lo dice con palabras tan bellas que es mejor repetirlas que interpretarlas. “Cuando partas tu pan con el hambriento, hospedes a los pobres sin techo, vistas al desnudo y no te cierres a tu propia carne, entonces romperá tu luz como la aurora, te abrirá camino la justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá, gritarás y te dirá ‘aquí estoy’”. Este texto del profeta, como sabemos, es un texto referido al ayuno. El ayuno que no te abre al prójimo es un ayuno estéril. El ayuno aquí no se refiere sólo a privarse de comida, sino a desterrar la opresión, la maledicencia y la violencia. Lo que nos dice hoy el profeta Isaías es tan válido para nosotros, los cristianos del siglo XXI, como lo era para los judíos de los siglos séptimo y octavo, antes de Cristo. El rostro de Dios se manifiesta más en la misericordia que en el cumplimiento de normas, leyes y ritos. Al final de nuestra vida no nos van a juzgar por las bellas palabras que hayamos dicho, ni por los muchos rosarios que hayamos rezado –es solo un ejemplo-; al final de nuestras vidas nos juzgarán por el amor, por nuestro amor a Dios manifestado en nuestro amor al prójimo. Este es el mandamiento de Jesús. Si nuestra vida está dirigida por el amor al prójimo desembocará necesariamente en Dios. Si nuestra luz ha brillado a lo largo de nuestra vida en acciones de caridad y justicia, Dios, al final, nos mirará complacido y nos dirá “aquí estoy”.

2.- Si la sal se vuelve sosa, no sirve más que para tirarla fuera. La sal física no se puede volver nunca sosa; es químicamente imposible. Pero la sal de la vida, la que debe dar sabor, y saber, y sabiduría, a nuestra vida, sí puede perder fuerza y terminar disolviéndose en la apatía y la vulgaridad. Entonces sólo vale para tirarla fuera. Eso es lo peor que puede pasarle a nuestro cristianismo personal y social: que se haga anodino, y convencional, y ropaje puramente externo. Entonces puede ser tirado fuera, porque puede ser sustituido fácilmente por otros credos y costumbres sociales igualmente convencionales. Y es que si nuestro cristianismo no tiene fuerza interior, no es una gran luz del alma, se quedará sólo en eso, en gestos externos y en costumbres sociales y convencionales. Más pronto que tarde, terminará en la insignificancia y en la nada. Igualmente, si nuestra luz sólo alumbra debajo del celemín, los demás, el mundo, no verán, ni se sentirán iluminados por nuestra luz.

3.- Mi palabra y mi predicación no fueron sino en la manifestación y el poder del Espíritu.San Pablo les dice a los primeros cristianos de Corinto que no les atrajo él a la fe en Cristo con palabras sabias y cultas, sino que el verdadero artífice de la evangelización fue el poder del Espíritu que residía en él. Por eso, les dice, debe quedaros claro que vuestra fe no debe apoyarse en la sabiduría humana, sino en la gracia y el poder de Dios que habite en vosotros. Si creemos que vamos a convertir y a evangelizar al mundo con razones científicas estamos muy equivocados. No será la luz de nuestra razón científica la que convertirá al mundo, sino la luz de nuestro amor y de nuestra caridad. Las razones cultas de nuestros teólogos influyen menos en la conversión al cristianismo, que el ejemplo de caridad y amor que nos han dado la Madre Teresa de Calcuta y el misionero Vicente Ferrer.

Gabriel González del Estal

Sal y luz…

Señor Jesús, ¡qué atrevimiento el tuyo!
Tú llegas a decir de nosotros que somos:
“la luz del mundo” y “la sal de la tierra”.

No dices que hemos de ser,
sino que lo das por sentado: ya sois.

Si nos miramos a nosotros mismos
vemos que somos portadores
de mucha oscuridad.
Porque tenemos una fe muy pequeña,
porque nos falta caridad,
porque no somos humildes…

Si somos luz no es sobre todo
por lo que somos,
sino porque en nosotros estás Tú
y porque tu Espíritu nos ilumina
y nos conduce.

Tú nos invitas mostrar esa luz,
hemos de iluminar.
Ese es el reto que nos pones
ante nuestros ojos.

Estamos llamados a mezclar esa sal
que somos cada uno de nosotros
con nuestro mundo para darle buen sabor
y preservarlo del maligno.

Tú, nos empujas, a que salgamos
al escenario,
con lo que somos, para irradiar tu luz.

Claro, se trata de irradiar tu luz,
porque lo que es la nuestra…

Y para ello hemos de dejarnos iluminar
por tu persona, por tu vida.
Hemos de dejarnos penetrar
por tu manera de ser, por toda tu vida.

Se trata de ser la luz de Cristo
en el mundo,
o sea no está todo en que seamos buenos
o en que te sigamos sino que nuestra vida
tiene una finalidad orientada a ser luz
en nuestro entorno.

Seguro que si te seguimos seremos luz.

¡Cuánta necesidad tiene nuestro mundo
de luz y de sal!.De tu luz y de tu sal.

Hoy en día mucho se habla de crisis
y lo que en un principio hacía referencia
sólo a crisis económica
ahora muchos hablan
de crisis de valores: de falta de respeto,
de falta de entrega en el trabajo,
de falta responsabilidad
en las diferentes obligaciones,
de falta gratuidad,
de falta de solidaridad, etc.

Seguro que con tu luz y tu sal
muchas cosas de este mundo cambiarían.

Señor, como la samaritana,
nosotros te pedimos:
danos de esa luz, danos de esa sal.

No para nosotros
sino para poder ofrecerla
a nuestro mundo y así mejorarlo.
Ser luz en todos los ámbitos
de la vida humana:
en la familia, en el trabajo, en la política,
en los medios de comunicación,
en la enseñanza, en la economía…
por doquier hacen falta testigos
que aporten al mundo la luz y la sal
de Cristo, testigos que enriquezcan
el mundo con el toque divino.

Perdón, Señor Jesús,
porque, a veces,
los que más sal o luz
tendríamos que aportar
a nuestro mundo,
estamos apagados
o con unas luces tan tenues
que ni se ven.

Gracias por tantas personas
que irradian tu luz en nuestro mundo.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Esta vez son imágenes los que utiliza Jesús para ofrecernos su enseñanza: Dos hermosas imágenes o parábolas: la sal y la luz, dos elementos necesarios para la vida humana:

Vosotros sois la sal de la tierra. (13)
Vosotros sois la luz del mundo. (14)

• Es lo que dice Jesús de sus seguidores de entonces y de ahora: somos como la sal y como la luz.

• Pero tanto unos como otros podemos perder el sentido de lo que somos “ si la sal se vuelve sosa no vale para nada y si la luz la ocultamos ¿a quién alumbrará?”.

• La sal y la luz tienen la finalidad de proyectarse hacia fuera de ellas. No se pueden encerrar en si mismas. Si así lo hacen pierden su función, la esencia de lo que son.

• La sal y la luz son o valen en tanto en cuanto van a incidir en otras realidades.

• La sal es el símbolo de la sabiduría. Y la mejor sabiduría es la Palabra de Dios.

• La luz es opuesta a la tiniebla que es el pecado, el error. San Pablo dice “si en un tiempo erais tiniebla ahora sois luz por el Señor: vivid como hijos de la luz”. (Ef 5,8-9)

• Estos textos nos ayudan a descubrir una de las finalidades más importantes de todo seguidor de Jesús: somos por esencia misioneros, transformadores de la realidad que nos envuelve según el Proyecto de Dios Padre. Pero para ello estamos llamados en primer lugar a ser sal y luz. Como le gusta decir al papa Francisco somos: DISCÍPULOS MISIONEROS. (EG 120)

• Dice la encíclica Redemtoris misio (39): “La Iglesia, pues, tiene el deber de hacer todo lo posible para desarrollar su misión en el mundo y llegar a todos los pueblos”.

• Y san Pablo nos dice: “predicar el evangelio no es para mí ningún motivo de gloria, es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mi no predicara el evangelio” (1 Cor. 9, 16)

• Teniendo en cuenta que la luz verdadera es Jesús, así nos lo dice la Palabra de Dios: “Yo soy la luz del mundo”. “La luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no la comprendieron” (Jn 1,5) “La luz verdadera que ilumina todo hombre estaba viniendo al mundo…” (Jn 1,9).

• Nuestro primer trabajo es dejarnos iluminar por esa luz de Jesús; llegar a ser, según nos dice San Pablo, “ahora sois la luz en el Señor” (Ef 5, 9). “A fin de que seáis hijos de la luz y del día” (1 Tes 5, 5).

• Nuestro mundo necesita, como siempre, de la luz de Cristo, luz que ilumine nuestro mundo que a veces está absorto por la comodidad, el egoísmo, la violencia o el placer ante todo.

• Jesús afirma: Vosotros sois la luz del mundo… vosotros sois la sal de la tierra.

• ¡Qué responsabilidad más grande la nuestra!

• Jesús nos dice que hemos de alumbrar… Y ello será por medio de nuestras palabras, de nuestras obras, por medio de nuestras vidas.

• “El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros, cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el «testigo» por excelencia” (Redemtoris Missio nº 42).

Comentario al evangelio – Presentación del Señor

Hoy celebramos la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo. La familia de Nazaret se acerca a Jerusalén para ofrecer al Señor la nueva vida: Jesús. Allí les espera Simeón, un hombre ya anciano y profundamente creyente. Él descubre que llega el Mesías y nos lo presenta. El evangelio de Lucas nos revela de qué manera vivía su fe este hombre sencillo llamado Simeón.

* Hombre que esperaba la liberación . Simeón era uno de tantos judíos que aguardaba la llegada del Salvador y, a pesar de que los años iban corriendo e iba viendo el final de su vida, no perdía la esperanza. Confiaba en que el Señor iba a cumplir su promesa. El paso del tiempo, los desengaños de la vida, las dudas,… no habían minado su confianza en Dios; al contrario, alimentaban la esperanza de que Dios algo tenía que decir en esta historia; tenía que manifestarse con claridad.

* El Espíritu Santo estaba en él . No sólo estaba, sino que le movía; movido por él fue al Templo. Hombre de Dios, que se deja conducir y guiar por Él, atento a las señales del Espíritu, conocedor de las llamadas al corazón, persona que sabe discernir, que intuye los caminos de Dios. Hoy diríamos hombre de profunda espiritualidad.

* Hombre que bendice a Dios . Reconoce la presencia de Dios en su vida y manifiesta con espontaneidad su gozo, su alegría, su agradecimiento. Dios es la verdadera alegría de su vida, lo que verdaderamente le llena, lo que mueve, su razón de vivir. Una vez que ha visto cumplida la promesa ve realizada su vida (puedes dejar morir en paz a tu siervo).

* Hombre que anuncia a Jesús . Simeón intuye que la presencia de Dios en el mundo no va a ser algo neutral y que complacerá a todos. Será luz que ilumine y que muestre las cosas tal como son. Esto será alegría para unos y desencanto para otros; unos serán ensalzados y otros serán humillados. A María le tocará ser testigo de estas contradicciones y acompañar, muchas veces en silencio y sin comprender, esta vida de Jesús que será signo de contradicción.

Estos cuatro rasgos señalados tendrían que ser básicos en todo creyente. Pidamos a Dios que nos conceda el don de vivirlos y de contagiarlos a los que nos rodean.

Ciudad Redonda

Meditación – Presentación del Señor

Hoy celebramos la solemnidad de la Presentación del Señor.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 2, 22-40):

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos.»

Seguimos profundizando en el mensaje que nos trae la liturgia en fiesta de la Presentación del Señor con esa imagen de la luz. Una luz que viene como salvación y unos testigos que están llamados a llenarse del calor y fuerza de esa llama. Simeón hombre justo que conoce las promesas que aguarda su pueblo Israel. Un pueblo cansado de las fatigas que van azotando su propio devenir en el tiempo. Hay cansancio ya de contemplar siempre lo mismo, parece que la situación nunca cambia y a los pobres y desvalidos siempre se les cuelga es as de perder. Otra vez guerras, otra vez exilios y deportaciones, otra esclavitud, trabajos forzados. Lo que cuesta peregrinar por el desierto para desprenderse de los ídolos que nos vamos fabricando. El calor es insoportable. Tenemos hambre. Tenemos sed. Las serpientes se multiplican y nos muerden, caemos continuamente en venenos letales. ¿Cambiará el escenario alguna vez? Necesitamos un respiro urgente. Covid, guerra en Ucrania, corrupción en toda casa de vecino, asalto a las vallas, asesinatos… Parece que la «Luz» vino a los suyos y el recibo estaba tan elevado que prefirieron no saber nada de luz.

Simeón, Ana, al igual que nosotros hoy necesitamos en la pobreza de nuestra vida que anide esa luz que da pleno sentido en toda adversidad. «Mis ojos han contemplado a tu Salvador». Contemplar cara a cara a este Dios hecho hombre, que con su vida nos invita a cambiar la realidad de este mundo. Es precisamente en el contexto de desolación por el que podemos estar atravesando, cuando se alza la fuerza de la luz que nos da el aliento vital necesario. Hazte luz y cambiarás la realidad de otras personas: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Curioso que el bien pasa siempre desapercibido, que no hace ruido, que ni siquiera se comprende. Lo mismo que la vida del Nazareno. Nace pobre en un pesebre, la mayor parte de su vida oculto, solo tres años de misión.  Sin embargo, está puesto como signo para que se ponga de manifiesto la actitud de los corazones del ser humano.

Signo que nos nuestra una realidad que nos desborda con su luz: el amor. Hay que hacer un camino de purificación fuerte para vivir centrado en ese amor. Continuamente caemos, continuamente no aceptamos el reto que supone amar con la plenitud que Él amó: hasta dar la vida incluso por sus perseguidores. Menudo rayo luz es ese que nos trae Jesús. En las tinieblas de esta vida podemos ser la pequeña «llama» que da calor a los corazones destemplados en el desamor, energía a los que se quedan agotados en las cunetas de la vida, luz a los que viven en oscuridad. Tantas situaciones, contextos que necesitan ser iluminados por el amor, por el Salvador.

Otra imagen que nos presenta el pasaje del Evangelio es que este niño va creciendo y robusteciéndose. Algo normal en el ámbito de lo humano. Sin embargo, para que eso se de se necesita un ecosistema: «el hogar» la casa de Nazaret como escuela de vida cristiana en la que se aprende a crecer en la relación de intimidad con Dios. Necesitamos también nosotros beber de la sabiduría que desborda esta Sagrada Familia si queremos ser testigos veraces y luz en el mundo.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.

Liturgia – Presentación del Señor

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, fiesta

Misa de la fiesta  (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Credo. Prefacio propio. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. IV

  • Mal 3, 1-4. Llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando.

O bien:

  • Heb 2, 14-18. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.
  • Sal 23.El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
  • Lc 2, 22-40.Mis ojos han visto a tu Salvador.

Antífona de entrada Sal 47, 10-11
Oh, Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: como tu Nombre, oh, Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra. Tu diestra está llena de justicia.

Monición de entrada
Los orientales llaman a esta fiesta Hipapante-El Encuentro. El Señor, niño, es presentado en el Templo. Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, dan testimonio de lo que es Cristo. Simeón dice que será Luz de los pueblos; por eso las candelas. Hoy se clausuran las solemnidades de la Manifestación o Epifanía del Señor.

Acto penitencial
Nosotros nos hemos visto ofuscados a veces por “luces” mundanas, diferentes de Cristo, que es la verdadera Luz. Le pedimos ahora al Señor que nos perdone.

• Señor Jesús, que tu luz nos guíe en el camino hacia el Padre. Señor, ten piedad.
• Cristo Jesús, irradia sobre nosotros la luz de la verdad y de la sabiduría del Espíritu. Cristo, ten piedad.
• Señor Jesús, que la luz de tu misericordia reúna a todas las naciones en tu amor. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
rogamos humildemente a tu majestad que,
así como tu Hijo Unigénito ha sido presentado hoy en el templo
en la realidad de nuestra carne, nos concedas, de igual modo,
ser presentados ante ti con el alma limpia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Se dice Credo.
Confesemos ahora la fe que, cimentada en la Palabra de Dios y en la Tradición de la Iglesia, se nos ha ido transmitiendo de generación en generación.

Reflexión
Esta fiesta celebra la purificación de María y la presentación del Niño Dios al templo. En tiempo de Jesús, la ley prescribía que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los cuarenta días que hubiese dado a luz (Cfr. Ex 13, 1-2.11-16; Lv 12, 1-8). En este día también se recuerdan las palabras de Simeón, llevando candelas a bendecir, las cuales simbolizan a Jesús como luz de todos los hombres. De aquí viene el nombre de la “Fiesta de las candelas” o el Día de la Candelaria…

Entre nosotros esta fecha ha adquirido, además, tintes “folclóricos” ligados sobre todo a la convivencia en torno a la “Rosca de Reyes” del 6 de enero. Las velas benditas se suelen prender cuando eventualmente surjan apremios o dificultades en cualquier momento del año. Es esta una fiesta que podemos aprovechar para reflexionar acerca de la ejemplar obediencia de María y para agradecer a Jesús que haya querido venir a iluminar nuestros corazones en el camino hacia la Patria eterna.

Oración de los fieles
Oremos juntos a Jesús, nuestro comprensivo y fiable sumo sacerdote, que puede ayudar a todos nuestros hermanos y hermanas:

1.- Para que nuestro Señor acoja a los niños, aun cuando nadie se los presente. Roguemos al Señor.

2.- Para que el Señor acoja a los padres, aun cuando no hayan logrado llevar a sus hijos hacia él. Roguemos al Señor.

3.- Para que el Señor acepte a los ancianos, aun cuando no hayan reconocido todavía al Salvador y no hayan encontrado la auténtica paz. Roguemos al Señor.

4.- Para que el Señor acoja a todos los hombres, aun cuando no sean conscientes de las riquezas que Cristo les ofrece y de la felicidad que ha preparado para ellos. Roguemos al Señor.

5.- Para que el Señor acepte a todos los cristianos, aun cuando hayan fallado en hacer brillar su luz a todas las naciones. Roguemos al Señor.

Señor, acoge nuestra oración en este santo lugar, en nuestro templo, a donde ti has venido, como en Jerusalén, para encontrarnos. Muestra tu amor a todos los que acabamos de presentarte a ti, nuestro Dios y Señor, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
TE pedimos, Señor,
que te sean gratos los dones presentados por la Iglesia exultante de gozo,
pues has querido que tu Hijo Unigénito se ofreciera como Cordero inocente
por la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión   Lc 2, 30-31
Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos.

Oración después de la comunión
POR estos dones santos que hemos recibido,
llénanos de tu gracia, Señor,
tú que has colmado plenamente el anhelo expectante de Simeón y,
así como él no vio la muerte sin haber merecido acoger antes a Cristo,
concédenos alcanzar la vida eterna
a quienes caminamos al encuentro del Señor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.