San Andrés Corsini

Andrés Corsini pertenecía a una aristocrática familia. Sus padres, ya mayores y por muchos años sin descendencia, había pedido a Dios un hijo. Prometieron que si les concedía esa gracia y era varón, lo dedicarían al servicio de Dios. El hijo llegó el 30 de noviembre de 1302, día de la fiesta del apóstol san Andrés; de ahí su nombre, que significa «varonil».

Unos días antes del nacimiento, un sueño enturbió la felicidad de Peregrina Corsini, la futura madre. Soñó que en lugar del hijo esperado le había nacido un lobo, el cual, entrando en la iglesia de los padres carmelitas, poco a poco se convertía en cordero. Peregrina Corsini, al principio no entendió el sueño. Pero comenzó la incertidumbre y un malestar espiritual fue su gran secreto durante muchos años.

Con el correr del tiempo, Andrés, el hijo tan esperado, se convirtió en un joven pendenciero, desprejuiciado, sin voluntad para el estudio y jugador.

-»¿Cuál será tu futuro?», le preguntaban los apesadumbrados padres.

Él no escuchaba y continuaba con sus amigos frecuentando fiestas y casas de juego.

Un día se suscitó una disputa con su madre quién desesperada exclamó:

-»Verdaderamente eres tú aquel lobo carnicero que se me presentó en sueños»

Durante un tiempo Andrés anduvo meditativo y de tal modo fueron eficaces aquellas palabras que, avergonzado de su disipada vida, cambió su proceder.

Fue un despertar, un rehacerse. Se sintió otro hombre. Se encaminó al convento de Nuestra Señora del Carmen y pidió ser admitido en la orden.

Estudió en París y en Aviñón, se dedicó a las letras y fue un religioso ejemplar en la comunidad. Después de haberse graduado en teología, se lo eligió prior de convento del Carmen de Florencia; más tarde, obispo de Fiésole y nuncio de su santidad Urbano V, quien lo envió a Bolonia, entonces dividida en dos partidos, en misión de paz. Tenía el don de profecías; convirtió a muchos y realizó milagros.

Era la nochebuena del año 1372. Andrés oficiaba misa. Un bienestar desconocido se apoderó de él. El altar de la Virgen se iluminó con un resplandor nunca visto.

Nuestra Señora se le presentó hablándole: «Feliz Navidad, Andrés Corsini».

Y continúa la leyenda: «La madre de Dios le anunció que el día de reyes disfrutaría de la compañía del Rey de reyes».

Andrés Corsini tenía setenta y un años de edad y cuarenta de apostolado. Murió el 6 de enero, día de la Epifanía en el año 1373.

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