Lectio Divina – Lunes V de Tiempo Ordinario

Jesús salva a quien confía en él

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fíeles y llena de la divina gracia los corazones, que Tú mismo creaste. Tú eres nuestro Consolador, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción.

Lectura. Marcos capítulo 6, versículos 53 al 56:

Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret.

Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos.

A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee dos o más veces el texto hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Reconocido Jesús por la gente de Genesaret, Jesús aparece una vez más como lo ha hecho anteriormente como el médico de los enfermos y atribulados, de quien emana una fuerza prodigiosa, aquí Jesús nos da su identidad, sólo el hijo del hombre puede salvarnos de nuestros dolores, de nuestros sufrimientos. Sólo Jesús el hijo de Dios.

Meditación:

La Voluntad de Dios es que todos los hombres se salven mediante la gracia redentora de Cristo. Nuestra entrega a la Misión tiene que ser un secundar esta gracia en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean. Cristo nos llama a ser instrumentos de su gracia, corredentores con Él, apóstoles de su amor y misericordia. Que nuestra vida cotidiana esté siempre envuelta en ese ambiente redentor en el que Cristo está siempre al centro y que todas nuestras acciones tengan el dulce olor de Cristo salvador.

Oración:

Señor Jesús que esta manifestación que haces en cada Eucaristía sepa aprovecharla cada vez que te tenga en mi corazón, que esa presencia tuya no sea un estorbo o una actividad más en el itinerario de mi vida, sino que sea una realidad que me salve y que yo busque y salga al encuentro de ella. Y gracias por esa presencia tuya en la Eucaristía que me salva y sana.

Contemplación:

Como discípulos y misioneros, estamos llamados a intensificar nuestra respuesta de fe y anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la comunidad. El grito de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No delata la angustia de un desesperado, sino la oración del hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salvación de todos.

Oración final:

¡Jesús, qué alegría saberme salvado por tu gracia! Gracias por concederme sentirme renovado y fortificado con tu gracia santificante. Concédeme acercarme siempre a Ti con la fe y la sencillez del niño que todo lo espera de su padre. Que mi amor a tu amistad vaya siempre en aumento y el deseo de poseerte eternamente sea mi única ilusión.

Propósito:

En todas mis actividades tendré presente el fin último de mi vida que es llegar a Dios.

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Homilía – Lunes V de Tiempo Ordinario

La enfermedad y el sufrimiento han sido siempre uno de los problemas más graves del hombre. En la enfermedad el ser humano experimenta su impotencia y sus límites.

La enfermedad puede conducir a la angustia, a replegarnos en nosotros mismos y a veces, incluso, a desesperarnos y a rebelarnos contra Dios. Pero puede hacernos más maduros, enseñarnos lo que es esencial en la vida. Con mucha frecuencia, la enfermedad nos empuja, como en el caso que relata el Evangelio, a la búsqueda de Dios. A un retorno a Él.

La compasión de Jesús hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de toda clase, son un signo de «que Dios ha visitado a su pueblo» y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no quiso solamente curar, sino también perdonar los pecados. Vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo. Es el médico que los enfermos necesitan.

Su compasión hacia todos los que sufren lo lleva a identificarse con ellos. «Estuve enfermo y me visitaste», les dice en una ocasión a sus discípulos.

A menudo Jesús pide a los enfermos que crean. Se sirve de signos para curar. Los enfermos tratan de tocarlo porque salía de Él una fuerza que los curaba a todos.

Así, en los sacramentos, Cristo continúa tocándonos para sanarnos.

Conmovido por los sufrimientos del hombre, Jesús no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades»

Jesús no curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces este nos configura con Él y nos une a su Pasión redentora.

Pidamos a María que siempre que suframos alguna enfermedad del cuerpo o del alma, ella nos ayude a acudir a su Hijo Jesús con las mismas ansías que lo hacían los discípulos del Evangelio. Ellos se sentían necesitados y enfermos y sabían que el Señor podía curarlos.

Los discípulos de Jesús iban donde Él estaba. Nosotros también sabemos dónde está El ahora: está en los que nos rodean, pero también y sobre todo, está en los sacramentos. También está en nuestro interior, y allí lo descubriremos haciendo silencio y escuchando. Él está más dentro de nosotros que nosotros mismos. Reconocernos necesitados y acudir a Él no es una tarea imposible. Ya sabemos como hacerlo y donde encontrarlo.

Comentario – Lunes V de Tiempo Ordinario

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Marcos 6, 53-56

a) El evangelio de hoy es como un resumen de una de las actividades que más tiempo ocupaba a Jesús: la atención a los enfermos.

Son continuas las noticias que el evangelio nos da sobre cómo Jesús atendía a todos y nunca dejaba sin su ayuda a los que veía sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad «pasó haciendo el bien».

Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». No es extraño que le busquen y le sigan por todas partes, aunque pretenda despistarles atravesando el lago con rumbo desconocido.

b) La comunidad eclesial recibió el encargo de Jesús de que, a la vez que anunciaba la Buena Noticia de la salvación, curara a los enfermos. Así lo hicieron los discípulos ya desde sus primeras salidas apostólicas en tiempos de Jesús: predicaban y curaban. La Iglesia hace dos mil años que evangeliza este mundo y le predica la reconciliación con Dios y, como hacia Jesús. todo ello lo manifiesta de un modo concreto también cuidando de los enfermos y los marginados. Esta servicialidad concreta ha hecho siempre creíble su evangelización, que es su misión fundamental.

Un cristiano que quiere seguir a su Maestro no puede descuidar esta faceta: ¿cómo atendemos a los ancianos, a los débiles, a los enfermos, a los que están marginados en la sociedad? Los que participamos con frecuencia en la Eucaristía no podemos olvidar que comulgamos con el Jesús que está al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, también nosotros debemos ser luego, en la vida, «entregados por los demás». De modo particular por aquellos por los que Jesús mostró siempre su preferencia, los pobres, los débiles, los niños, los enfermos.

Sería bueno que leyéramos los números 1503-1505 del Catecismo de la Iglesia que tratan de «Cristo, médico», y los números 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos», el encargo que Jesús dio a los suyos para con los enfermos: la asistencia humana, la oración, y de modo particular el sacramento propio de los cristianos enfermos: la Unción.

«Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría» (salmo, I)

«Y vio Dios que era bueno» (1ª lectura, I)

«Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra» (profesión de fe)

«La gloria del Señor llenaba el Templo» (1ª lectura, II)

«Levántate, Señor, ven a tu mansión, no niegues audiencia a tu ungido» (salmo, II)

«Los que lo tocaban se ponían sanos» (evangelio)

«Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana» (plegaria eucarística V b)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

No he venido abolir, sino a dar plenitud

El pueblo judío había aceptado la ley de Moisés, con los mandamientos como norma suprema, pero parecería, que Jesús, que sienta cátedra de sabiduría desde los montes y las praderas, desde el templo y desde la barca, y hostigando por igual a los escribas, fariseos y demás letrados, tiene otras miras distintas buscando la voluntad del Padre.

No aceptaba ciertas prácticas religiosas que se quedaban en el cumplimiento, al pie de la letra, de la ley, de tal manera que podría pensarse que tenía una actitud crítica ante el Antiguo Testamento. Pero hoy, una vez más, Jesús se lo deja claro: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud…”

Ahí tenemos la clave que Jesús quiere manifestar a todos los que le escuchan, empezando por sus discípulos… La plenitud de la ley está en el amor… a Dios que es nuestro Padre y al hermano que son todos…

Hoy el evangelio nos propone varios ejemplos: la ley no solo prohíbe matar al hermano, sino que se debe evitar todo gesto, acto interior y conducta que indique animosidad contra el prójimo, cualquier forma de animosidad…

El precepto de adulterar, y no solo por la acción externa sino por las actitudes, deseos y acciones personales dentro de las relaciones del matrimonio… de tal manera que quiere restituir al matrimonio, con su nueva ley de la gracia, al estado de la indisolubilidad…

Y, por eso, va añadiendo una sentencia que nos manifiesta esa plenitud que pide Jesús: “pero yo os digo…” Y ahí es donde nos deja la referencia que cada uno debemos vivir como seguidores que quieren ser fieles discípulos en su camino.

Quiere que seamos sinceros y veraces con nuestros semejantes y que no invoquemos innecesariamente el nombre de Dios para justificar nuestras posturas y acciones… de tal manera que si actuásemos siempre con sinceridad bastaría nuestra palabra para tener siempre crédito.

La clave de este evangelio es la referencia a la reconciliación con el hermano. Es Jesús quien nos lo recuerda: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja la ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano”.

A Dios no le agradan ni oraciones ni sacrificios de quienes no se perdonan de corazón o tienen algo contra el hermano. Quien no perdona de corazón al hermano, tampoco puede esperar ser perdonado por Dios.

El Evangelio de hoy “no es práctico”, como lo sería un código de obligaciones y prohibiciones que nos dispensase de vivir y de pensar. Pero es vital: el don de Dios pide una respuesta tan total como la generosidad de donde ha brotado, de Jesús: “pero yo os digo…”

Sólo después de repensar todo lo que nos dice el evangelio de hoy, hay dos cosas que nos extrañan igualmente en Jesús: lo infinito de su exigencia y lo infinito de su indulgencia. Él no desespera de nadie, pero tampoco le da a nadie la ocasión de enorgullecerse. No se extraña de las faltas ni de las debilidades, pero aguarda siempre un arrepentimiento y un amor que sean a la medida de la prodigalidad divina.

La Palabra de Dios es exigente para todos los que queremos seguirle, y así, el amor a Dios no es sincero si no nos lleva a amar a nuestro prójimo. Por ello hoy esa Palabra nos invita a vivir la actitud humilde de quien está dispuesto a hacer de su vida un camino sencillo de fidelidad al amor de Cristo y a los hermanos, expresado en una obediencia por amor a la Ley de Dios.

Fray Carmelo Preciado Medrano O.P.

Mt 5, 17-37 (Evangelio Domingo VI de Tiempo Ordinario)

1ª: ¡La novedad de Jesús como realización consumada de la ley y los profetas!

Jesús ha venido a revelar al hombre la última voluntad de Dios. Dios había revelado anteriormente su voluntad a través de la ley que contiene las cláusulas fundamentales de la alianza del Sinaí (aunque más tarde se añadieron múltiples interpretaciones y adiciones). El núcleo esencial de la ley lo constituyen las cláusulas de la alianza. Los profetas fueron los encargados de interpretar esa ley y esa alianza en los momentos históricos que les tocó vivir. Jesús viene a realizar una nueva alianza, una nueva forma de encontrarse con la voluntad del Padre, una liberación de lo accesorio que entorpece el encuentro con esa voluntad. Jesús mismo, coherente con esta misión recibida de su Padre, cumplirá la ley. Pero el cumplimiento de Jesús significa realización, consumación. Su comportamiento y su palabra encajan perfectamente en la voluntad de su Padre. Descubre al hombre el verdadero sentido de la ley: acompañar y hacer posible la obediencia al Padre y la auténtica libertad. Jesús es el profeta definitivo enviado a este mundo. En él es posible la amorosa obediencia y la verdadera libertad. Cumplir y enseñar los mandamientos de Dios como lo propone Jesús tiene un premio desbordante.

2ª) ¡La justicia de los discípulos debe superar a la de los escribas y fariseos!

Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. La justicia farisaica consiste en que son practicantes meticulosos de todos los detalles de la ley en sus aspectos esenciales y en todas las determinaciones y menudencias. Practican la limosna, la oración y eI ayuno; acuden asiduamente a la sinagoga; practican toda clase de purificaciones y lavatorios para permanecer siempre en estado de pureza ritual intachable. Pero les falta espíritu porque no han entendido lo mejor del Dios al que pretenden agradar y servir, es decir, la actitud de misericordia y de interioridad. Les domina el afán del buen nombre, de las alabanzas y reconocimientos. Pero son duros con los demás, desprecian a los pecadores a quienes consideran impuros (recuérdese la parábola del fariseo y del publicano). Los doctores y rabinos reflexionan sobre la palabra de Dios, transmiten una tradición venerable. Pero se pierden en miles de detalles que hacen insoportable e irrealizable esa ley de Dios. Han envuelto las diez palabras (los diez mandamientos), en un ropaje de preceptos insoportables. Los rabinos saben mucho pero no lo traducen en la vida. Imponen muchos fardos en los hombros de los hombres pero no apoyan para su cumplimiento

3ª) ¡Respeto a la vida y rechazo de la violencia en todas las circunstancias!

Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Jesús asume y hace suya la cláusula de la alianza en que se prohíbe matar (Ex 20,13; cf. Dt 21), porque la vida procede de Dios y sólo Él tiene poder sobre ella y sobre la muerte de los hombres. Los hombres por ser imágenes de Dios adquieren el derecho al respeto de sus vidas en todas las circunstancias. La muerte violenta es un atentado, por tanto, contra el mismo Dios dueño de la vida. Jesús asume esta enseñanza de Israel. Pero llega más lejos. ¿Dónde está la novedad de Jesús en el sermón de la montaña? Avanzar en el camino del respeto a la vida afirmando que cualquier clase de violencia es un atentado también contra la vida. El discípulo debe estar preparado para llegar a la perfección en este camino. Mateo especifica algunas indicaciones de Jesús: enfrentamiento, pleitos, etc. Es necesario resolverlos antes de llegar al juzgado. Los discípulos deben resolver todas las diferencias por medios pacíficos. Jesús llega a la raíz de la intimidad del hombre de la que salen los planes, proyectos y actuaciones. La novedad es llegar al corazón del hombre y arrancar cualquier actitud que pueda conducir incluso a la muerte violenta del adversario. Es necesario fomentar la paz y la concordia en todos sus extremos para garantizar realmente el respeto a la vida y a la integridad del prójimo.

4ª) ¡La limpieza en las relaciones humanas debe alcanzar al corazón, a la intimidad!

El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. De nuevo Jesús remite a las estipulaciones de la alianza y las hace suyas (Ex 19,14; cf. Dt 22,13ss). En Israel se cuidaron meticulosamente las relaciones humanas en esta materia. La fidelidad al compromiso matrimonial era rigurosamente vigilada. Incluso se extendía al año anterior al matrimonio formal, el llamado desposorio que en Israel conllevaba las mismas exigencias que el matrimonio ya estipulado y realizado. Pero la legislación parece centrarse en las manifestaciones externas de fidelidad o infidelidad. ¿Dónde está la novedad de Jesús en el sermón de la montaña? En que avanza en dos direcciones: en el modo y en el contenido. La libertad que ofrece Jesús debe llegar a una purificación más profunda del corazón. Más tarde, cuando se trata el terna de comer con manos impuras, Jesús enseñó que los asesinatos, adulterios, homicidios, salen del corazón y eso es lo que mancha al hombre. En la lógica de la nueva moralidad del sermón, es en el corazón del hombre donde se toman las decisiones. Y Jesús invita a sus discípulos a vigilar el corazón, porque Dios ve en lo oculto.

5ª) ¡El amor y la fidelidad en el matrimonio son dones de Dios para siempre!

El que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce a adulterio y el que se case con la divorciada comete adulterio. Es cierto que en algunas circunstancias la legislación antigua permitía el divorcio (Dt 24,1 ss). Este tema era discutido con intensidad en las escuelas rabínicas de tiempos de Jesús, de tal manera que se dividían en dos líneas: una más exigente (Shamay) y otra más liberal (Hillel); ambos eran maestros reconocidos en Israel. El asunto del matrimonio y del divorcio inquietaba a los antiguos. De nuevo vuelve a surgir durante el ministerio de Jesús el mismo problema (Mc 10,1-12; Mt 19,1-12 y otros textos del Nuevo Testamento: 1Cor 7,10-11). ¿Dónde está la novedad de Jesús? En este caso Jesús invita a sus oyentes y a sus discípulos a dirigir la mirada a los orígenes. La legislación positiva del pueblo de Israel procede de Moisés que se vio obligado a legislar de esta manera. Pero el proyecto original de Dios nos es ese. Dios ha creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, por el matrimonio dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios unió que no lo separe el hombre. Una sola carne equivale a una sola persona. Por tanto, el Creador quiso que el matrimonio convirtiera a dos en uno por el amor, la entrega y la ternura en todos sus planos. Una sola persona no puede seguir viviendo si la dividimos por la mitad, porque está compuesta de dos mitades. Pero hay una razón más profunda todavía: el matrimonio es una imagen visible, la proyección más acabada en el mundo visible de lo que es Dios en su intimidad puesto que han sido creados a su imagen y semejanza. Y en su intimidad son tres y uno inseparables. El matrimonio es indisoluble porque el amor de Dios es indisoluble e irrompible. Esta característica del matrimonio querido por el Creador, según la visión bíblica del mismo, es la fuente de la verdadera felicidad del esposo y la esposa. Tan recia es esta realidad que incluso los profetas, como Oseas, Jeremías, Isaías o Ezequiel, compararon las relaciones de Dios con su pueblo en el paradigma del matrimonio.

6ª ) ¡La lealtad debe regir las relaciones humanas!

Pues yo os digo que no juréis en absoluto. El juramento es trata do en la Escritura con sumo respeto. Se trata de un acto en el que se hace presente Dios de una forma del todo singular para dar firmeza a las decisiones humanas, especialmente las que atañen a la justicia y dignidad de las personas. Pues bien, Jesús introduce una novedad significativa. No se debe jurar en ningún caso ni por nadie. Las relaciones humanas cotidianas o las graves deben resolverse desde la sinceridad, la lealtad y la franqueza. Evidentemente que esta moral conlleva graves riesgos, dada la inclinación de nuestra naturaleza, de abusos de los más débiles, Jesús sabe muy bien el alcance de nuestras posibilidades y se arriesga. Que las relaciones humanas en todos los asuntos se resuelvan en un sí o un no. Todo lo demás procede del Maligno que es mentiroso por naturaleza y no quiere el bien del hombre. Esta moral conduciría a una realización humana en la paz y la concordia.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

1Cor 2, 6-19 (2ª lectura Domingo VI de Tiempo Ordinario)

Y Dios nos la revelado por el Espíritu, y el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios. En la reflexión veterotestamentaria sobre las relaciones entre el Espíritu y la Sabiduría se había llegado a una comprensión de ambos como íntimamente relacionados. El libro de la Sabiduría llegó a una profundidad peculiar. Se les atribuyen los mismos atributos a una y a otro. El Espíritu es entendido también como animador de la vida moral. La sabiduría de la cruz es objeto de una especial revelación de Dios. Trasciende los límites donde el hombre desarrolla sus conocimientos, Supera al hombre, desbordándolo. El apóstol utiliza un lenguaje muy singular.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes V de Tiempo Ordinario

El autor del Génesis no conoció las inquietudes ecológicas de la encíclica Laudato Si’, ni mucho menos las extravagancias de “clorofílicos” modernos, que pierden el sueño por si se seca o desaparece una hierba de la tundra siberiana, pero son insensibles ante la existencia de lujosas clínicas abortistas.

Existen interpretaciones del Evangelio, y de la Biblia en general, llamadas “materialistas”. Con alguna reserva, me apunto a esa hermenéutica, que no es exhaustiva pero tiene un lado correcto. El Dios de los cristianos (y los judíos) es muy de este mundo, es Creador, amante de la belleza, de la materia, ¡hasta el punto de encarnarse él mismo!

Cuando se contempla el universo con los ojos del corazón, como hace el autor bíblico, se lo percibe como un gran templo. No es un caos amorfo, sino un conjunto lleno de harmonía. Como el templo de Jerusalén, tiene su bóveda, su decoración… Los astros marcan las fiestas, invitan a dar culto al Creador. ¡Cuánta razón tenían los santos que se entregaron a la oración en forma de inspiración poética!: “Loado seas, mi Señor, por el hermano sol; de ti, Altísimo, lleva significación” (S. Francisco de Asís). “Oh bosques y espesuras/ plantados por las manos del Amado; / oh prado de verduras/, de flores esmaltado/, decid si por vosotros ha pasado/. Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura… con sola su figura/, vestidos los dejó de su hermosura” (S. Juan de la Cruz).

No neguemos el interés a los conocimientos astronómicos, botánicos o atómicos; agradezcamos a Dios el don de la inteligencia y del progreso científico. Pero no perdamos de vista la otra dimensión, seguramente más cálida, más humana. Y contemplemos lo existente con los ojos de Dios: “Vio que todo era muy bueno”.

Misteriosamente el mal se introduce en la creación buena. Ahí están las catástrofes naturales, las enfermedades y la muerte, lo uno y lo otro originando indecible sufrimiento humano. No son lo proyectado por Dios, cuya gloria consiste en que el hombre viva (S. Ireneo, siglo II). Jesús aparece en el mundo como el restaurador -siquiera mediante pequeños signos- de una creación deteriorada.

En los evangelios encontramos tradición y redacción; el evangelista recoge y transmite hechos singulares, concretos (tradición), y de vez en cuando hace sus resúmenes (redacción). Hoy hemos escuchado uno de estos resúmenes generalizantes. En esa presentación de Jesús sanador, el autor no se propone principalmente recordarnos una historia (tan cierta que ni siquiera sus enemigos pudieron negarla, y la calificaron de magia), sino sobre todo definirle como fuente de vida e invitarnos a vivir “tocándole”.

Seamos, como él, restauradores de la hermosura creada, y sanadores de dolencias.

Severiano Blanco cmf

Meditación – Lunes V de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes V de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 6, 53-56):

Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.

Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

El evangelio de hoy se sitúa en Genesaret, cuando Jesús ya está de lleno en lo que llamamos su vida pública, cuando Jesús ya ha predicado su buena nueva en diversos lugares y ha curado a bastantes enfermos. Su fama se ha extendido de un lado a otro. Y allí donde va acuden muchos a él para escuchar su palabra y que cure a los enfermos.

En principio, lo que más sobresale es la curación a los enfermos. “En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos”.

Bien sabemos que entonces y ahora Jesús no busca solo la curación de los enfermos de sus dolencias físicas. Busca, ante todo, para que sus oyentes “tengan vida y vida en abundancia”, que acepten su evangelio, su buena noticia, cuyo núcleo está en el reino de Dios. Busca que sus oyentes acepten a Dios como Padre y Rey y Señor de sus vidas. Que le dejen reinar en sus corazones para que guíe todos sus pasos.

De esta manera, nuestro corazón irá al ritmo del corazón de Jesús, y tendremos sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes. Es el milagro de la transformación del hombre viejo al hombre nuevo. Cristo nos hace vivir mejor.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – San Pablo Miki y compañeros

SANTOS PABLO MIKI y compañeros, mártires, memoria obligatoria

Misa de la memoria (rojo)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de mártires (para varios mártires); Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Gén 1, 1-19. Dijo Dios, y así fue.
  • Sal 103. Goce el Señor con sus obras.
  • Mc 6, 53-56. Los que lo tocaban se curaban.

Antífona de entrada
Las almas de los santos, que siguieron las huellas de Cristo, viven gozosas en el cielo. Derramaron la sangre por su amor, por eso se alegran con Cristo para siempre.

Monición de entrada y acto penitencial
El 5 de febrero de 1597, en Nagasaki (Japón) fueron crucificados veintiséis cristianos (misioneros jesuitas y franciscanos, religiosos japoneses, como Pablo Miki, y diecisiete laicos: catequistas, intérpretes, médicos y niños). Sonriendo y cantando sufrieron el martirio. (Entre ellos estaba san Felipe de Jesús).

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
fortaleza de todos los santos,
que te has dignado llamar a la vida eterna,
por medio de la cruz, a los santos mártires Pablo Miki
y, concédenos, por su intercesión, mantener con vigor,
hasta la muerte, la fe que profesamos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
San Marcos nos describe con rasgos muy sencillos a Jesús, ocupado en recorrer todos los pueblos del territorio de Genesaret, mientras va sanando a muchos enfermos. Tanta era la fe en Él, que la gente estaba convencida de que les bastaba un casi “mágico” «tocar la punta de su manto» para reencontrar la salud. Muy pocas veces se dan cuenta, sin embargo, de que esta su tan interesada y superficial credulidad no era suficiente para hacer nacer en ellos la verdadera «fe». Era una fe viva y comprometida en la persona y en la misión de Jesús.

Oración de los fieles
Dirijamos ahora nuestras peticiones a Dios Padre, que se complace en las súplicas de los que lo buscan con sinceridad.

1.- Para que la Iglesia nazca y se desarrolle en aquellos lugares donde aún no existe. Roguemos al Señor.

2.- Para que aumenten entre nosotros las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor.

3.- Para que progresen la unidad y comprensión entre las naciones. Roguemos al Señor.

4.- Para que los cristianos que sufren persecución, siguiendo el ejemplo de san Pablo Miki y sus compañeros mártires se mantengan fuertes en la confesión de la fe. Roguemos al Señor.

5.- Para que cumplamos con nuestros deberes religiosos con un corazón sincero. Roguemos al Señor.

Señor y Dios nuestro, que quieres que te sirvamos con sinceridad de vida, escucha las oraciones que te hemos dirigido y haz que siguiendo tus mandatos te alabemos con nuestros labios y con toda nuestra alma. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
RECIBE, Padre santo,
las ofrendas que te presentamos en la fiesta de tus santos mártires
y concédenos a nosotros, siervos tuyos,
permanecer siempre firmes en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Lc 22, 28-30
VOSOTROS sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino, dice el Señor, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino.

Oración después de la comunión
OH, Dios,
que iluminaste de modo admirable
el misterio de la cruz en tus santos mártires,
concédenos, por tu bondad, que,
fortalecidos por este sacrificio,
permanezcamos siempre fieles a Cristo
y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos.
Por Jesucristo nuestro Señor.

San Pablo Miki y compañeros

En el siglo XVI lo que hoy constituye el Japón, estaba dividido en numerosos y pequeños estados independientes. La evangelización del territorio comenzó con la llegada de san Francisco Javier en 1549, quien realizó una amplia obra misionera. Se calcula que treinta años después había en el Japón más de 150.000 cristianos y medio centenar de sacerdotes jesuitas.

En 1582, facciones contrarias lucharon por el dominio político del país, y del desorden consiguiente supo sacar partido un general, quien se coronó emperador. Alcanzado el poder, decretó la abolición de los templos y entidades cristianas y la deportación de los misioneros.

Poco después, procedentes de Filipinas, llegaron los primeros franciscanos, quienes a la predicación juntaron las obras de caridad en bien de los pobres y los enfermos. El 8 de diciembre de 1596, el emperador ordenó el encarcelamiento de todos los misioneros, contra los que se dictó sentencia de muerte.

Al enterarse los fieles de lo que ocurría, por los bandos pregonados en las calles, corrieron donde se hallaban los presos para ponerse a su servicio.

Temiendo que se interrumpiera el comercio con los portugueses, que tantos beneficios le reportaba, el emperador resolvió que el edicto se aplicara sólo a los que habían llegado de Filipinas y a sus acompañantes.

Así, pues, en la lista de las personas a ejecutar quedaron solamente seis franciscanos, cuatro de ellos españoles: san Pedro Bautista, san Francisco Blanco, san Martín de Aguirre y san Francisco de San Miguel y también san Felipe de las Casas, mejicano y san Gonzalo García, nacido en India de padres portugueses. Se incluían, además en la lista: un coreano y dieciséis japoneses bautizados (entre los que había un médico, un soldado y tres muchachitos que ayudaban a los sacerdotes en la misa); a éstos se añadieron otros tres japoneses más, que se encontraban con los jesuitas en Osaka: Pablo Miki, Juan de Goto y Diego Kisai.

Antes de ejecutarlos, se los llevó en carreta por varias ciudades, con el objeto de infundir temor hacia el cristianismo, pero el resultado fue totalmente contrario.

El gobernador en persona se encargó de dirigir la ejecución. Todos fueron crucificados. A una señal, las veintiséis cruces se izaron en una colina situada frente a la ciudad, que desde entonces se llama Colina de los mártires.

Era el 6 de febrero de 1597. Fueron canonizados en 1862.