Eugenia María José Smet, fundadora de las auxiliadoras de las almas del purgatorio, quien al profesar en religión tomó el nombre de María de la Providencia, nació en Lila (Francia), el 25 de marzo de 1825, en una familia muy piadosa, que disfrutaba de un relativo bienestar.
A los once años ingresó en el convento del Sagrado Corazón de su ciudad natal, donde permaneció hasta los dieciocho, y allí nació su permanente afán por ayudar a las almas del purgatorio. Al regresar a su hogar se dedicó a la protección de los indigentes y al adorno y limpieza de las iglesias de los alrededores. En 1853 reunió a un grupo de personas y les comunicó su proyecto de organizar una confraternidad de oraciones, que en breve tiempo llegó a contar con quinientos miembros, y que había de transformarse en congregación para la ayuda y el rescate de las almas de purgatorio.
Muchas dificultades le salieron al paso, sobre todo de las autoridades religiosas locales. Eugenia María no se arredró y escribió al papa, quien le mandó su bendición. Con ello, el arzobispo de Cambrai y el obispo de Belley patrocinaron su obra; Eugenia María se convirtió en superiora de un grupo de jóvenes acordes con su proyecto.
A principios de 1857 se hallaba en París, organizando un grupo.
El 1° de julio de ese año cada una de las congregantes tomó un nuevo nombre; el de Eugenia María fue cambiado por María de la Providencia, en la que nunca dejó de confiar. Como carecían de capellán, el superior de la Compañía de Jesús les envió al padre Basuiau, quien las dirigió espiritualmente. En 1858, en un acto presidido por el arzobispo de París, profesaron las primeras veintiocho novicias. A partir de ese momento, el número de postulantes fue creciendo.
En 1863, la madre María, como superiora general, realizó su primera fundación en la ciudad de Nantes. Tres años después el padre Basuiau partió hacia China.
El vicario apostólico de Kiang-Nan solicitó en 1867 la fundación de una casa en China. En octubre de ese año partieron para dicho lugar las primeras hermanas, y posteriormente las siguieron otras. De distintos países llegaron pedidos de nuevas fundaciones.
El 26 de agosto de 1867 la madre María de la Providencia recibía la confirmación de la congregación que le enviaba el sumo pontífice.
Desde hacía tiempo la fundadora padecía agudos dolores, producidos por una enfermedad incurable. No por eso cejó en su actividad. Tuvo todavía fuerzas para organizar un nuevo convento en Bruselas, pero sus energías disminuían. La guerra franco-prusiana de 1870 aumentó sus congojas. Pudo sacar a sus novicias de París, antes que los alemanes la sitiaran, y enviarlas a Nantes y a Bruselas.
La madre María de la Providencia murió en 1871.