Meditación – Miércoles V de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles V de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 7, 14-23):

Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!»

Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. Él les dijo: «¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?» Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.

Luego agregó: «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.»

Hoy Jesús en el evangelio de Mc nos enseña que todo lo que Dios ha hecho es bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la que puede contaminar lo que hacemos. Esta enseñanza de Jesús desconcierta  no solo a la gente que le busca sino hasta a los mismos discípulos que una vez más le preguntan “sobre el sentido de la comparación”  que ha expresado ante la gente. Jesús aprovecha esta ocasión para colocar los firmes cimientos y principios en los cuales se debe asentar la auténtica moralidad.

Jesús se ha encarado con los fariseos por la forma legalista con la que actúan e imponen a todos sus prescripciones, llegando a matar el espíritu de la ley. A Jesús le importa la gente, ve que la ley de los fariseos les está encadenando, impidiendo de vivir la verdadera libertad de los hijos de Dios. Jesús les dice que lo importante  no es mantener  la “pureza legal” ajustándose escrupulosamente a la letra de la ley  en lo referente  aquí a los alimentos y su preparación. Es más: No hay por qué pensar que hay unos  alimentos más “puros” que otros; todos vienen de la mano de Dios y están, por disposición suya, al servicio del  ser humano.

Jesús llama la atención sobre lo que procede del interior, lo que se genera en el corazón humano. Ahí es donde reside la fuente de nuestros actos: los buenos y los malos.

Por eso, Jesús nos dice: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre” (Mc 7,15). La experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. No necesitamos ser lumbreras para constatarlo. Con facilidad descubrimos  esa huella profunda del mal en nosotros y en nuestro mundo esclavizado por el pecado. La misión que Jesús encargó a sus discípulos y nos sigue encargando hoy, es limpiar confiando en su gracia todo lo que contamina los corazones y esclaviza nuestro mundo. Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino, vivamos vigilantes para que no sea así. Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros actos humanos se transforma unidos al querer de Dios.

Jesús hace aquí mención solamente a la fuente de nuestros actos malos. Nosotros también sabemos que en el corazón del ser humano anida todo lo bueno que somos capaces de hacer para que el Reino de Dios siga creciendo en nuestro mundo. Practiquemos esta invitación como comunidad cristiana.

Hna. Virgilia León Garrido O.P.

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Lectio Divina – Miércoles V de Tiempo Ordinario

El amor para los demás es la evangelización que necesita el mundo

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente. Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame. Y en cuanto corresponde al plan eterno, Padre Dios revélame tus deseos. Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí. Dame a conocer lo que debo realizar. Dame a conocer lo que debo sufrir.

Lectura. Marcos capítulo 7, versículos 14 al 23

Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.

Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.

Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee dos o más veces el texto, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

La enseñanza de Jesús sorprende y desconcierta a los discípulos hasta el punto de tener que pedirle una explicación. Jesús responde a sus discípulos y, a través de ellos, invita a la comunidad cristiana de todos los tiempos a reflexionar sobre la verdadera fuente de la pureza o la impureza en el corazón humano.

Meditación:

Acojamos la invitación de Cristo para cultivar en nuestra vida un corazón puro, aprendamos a perdonar, a olvidar las ofensas, aprendamos la grande y difícil lección de pedir perdón a Dios y al prójimo. Es un buen momento para sembrar la semilla de las buenas palabras en nuestras conversaciones, porque esas palabras, como lo dice Cristo, demostrarán lo que se hay en nuestro corazón.

Oración:

Aquí estoy Señor para ser instrumento de ti, y que ese instrumento produzca sólo melodías bellas y hermosas y que de mí salgan bondades, como lo salen de ti. Estaré atento a eliminar los malos deseos del corazón. Amén.

Contemplación:

Junto a la llamada personal a la bienaventuranza divina, el hombre posee una dimensión social que es parte esencial de su naturaleza y de su vocación. En efecto, todos los hombres están llamados a un fin idéntico, que es el mismo Dios. Hay una cierta semejanza entre la comunión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, fundada en el amor. El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios.

Oración final:

Señor Jesús, tengo que reconocer que a veces me da pena que tú veas mi corazón, pero también sé que tú puedes cambiarlo; te pido, Señor, que con tu amor y tu misericordia lo purifiques y lo renueves, lo cambies por uno como el tuyo para que pueda amar de un modo nuevo, como tú nos amas a nosotros.

Propósito:

En mis conversaciones hablaré de lo bueno que conozco y callaré lo malo.

Homilías – Miércoles V de Tiempo Ordinario

En la religión judía, un punto muy importante era mantenerse puro, pues no se podía participar en el culto sin poseer ese estado de pureza. La palabra pureza no tenía para ellos el mismo sentido que le damos ahora. Hombre puro era el que no se había contaminado, ni siquiera por inadvertencia, con alguna de las cosas prohibidas por la Ley.

Por ejemplo, la carne de cerdo y de conejo era considerada impura: no se debía comer. Una mujer durante su menstruación o cualquier persona que tuviese hemorragias eran tenidas por impuras durante un determinado número de días, y nadie debía ni tocarlas siquiera. Un leproso era impuro hasta que sanara. Si caía un bicho muerto en el aceite, éste se hacía impuro y se debía tirar, etc. Todo el que se hubiera manchado con esas cosas, aunque no fuera por culpa suya, tenía que purificarse, habitualmente con agua, y otras veces pagando sacrificios.

Estas leyes habían sido muy útiles en un tiempo para acostumbrar al pueblo judío a vivir en forma higiénica. Servían, además, para proteger la fe de los judíos que vivían en medio de pueblos que no conocían a Dios.

Jesús quita a estos ritos su carácter sagrado; nada de lo que Dios ha creado es impuro; Dios no se ofende porque hayamos tocado a un enfermo, un cadáver o alguna cosa manchada con sangre. No le molesta que comamos esto o aquello. El pecado es siempre algo que ha salido del corazón, y no algo que hicimos sin querer.

Nuestro Señor proclama el verdadero sentido de los preceptos morales y de la responsabilidad del hombre ante Dios. El error de los escribas consistía en poner la atención exclusivamente en lo externo y abandonar la pureza interior o del corazón.

Por ejemplo, a sus ojos, la oración consistía más bien en la recitación exacta de una fórmula, de unas palabras, que en la elevación del alma a Dios. Igual sucedía con los alimentos.

La santidad radica en lo interior; el pecado procede de la voluntad.

Nosotros juzgamos a nuestros semejantes por sus apariencias; por eso nos equivocamos muchas veces en nuestros juicios. El mérito o la malicia proceden de la intención y de la voluntad. Una cosa externamente mala puede no serlo por falta de conocimiento o por falta de voluntad. Y por el contrario, una cosa externamente buena puede no haber sido hecha con rectitud de intención y perder todo su valor.

La pureza del corazón y la santidad es una meta para todos los bautizados. En este tema es definitivo el Concilio Vaticano II cuando dice que: «Todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena.» Jesús mandó a todos sus discípulos «sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto».

Pidamos hoy a María, nuestra madre, esa pureza del corazón que Jesús nos enseña.

Comentario – Miércoles V de Tiempo Ordinario

Marcos 7, 14-23

a) Los fariseos no es que fueran malas personas. Eran piadosos, cumplidores de la ley.

Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante.

Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.

La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.

b) El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona.

Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10).

Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia. ¿No se podría interpretar, en una historia no demasiado remota, que dábamos más importancia a la lengua en que se celebra la liturgia que a la misma liturgia? ¿al ayuno eucarístico desde la media noche, casi más que a la misma comunión? La hipocresía, la autosuficiencia y el excesivo legalismo son precisamente el peligro de los buenos.

Lo que cuenta es el corazón. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado: malos propósitos. fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias. injusticias. fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer.

«Al hombre, formado a tu imagen y semejanza, sometiste las maravillas del mundo para que en nombre tuyo dominara la creación» (prefacio de domingo)

«Sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo» (1ª lectura, I)

«Dios mío, qué grande eres» (salmo, I)

«Bendito sea el Señor tu Dios que te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia» (1ª lectura, II)

«La boca del justo expone la sabiduría, porque lleva en el corazón la ley de su Dios» (salmo, II)

«Las maldades que salen de dentro son las que hacen al hombre impuro» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Cumplimiento de la ley – Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Os lo aseguro si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Habéis oído el mandamiento: «No cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no jureis en absoluto. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del maligno.

Explicación

En una ocasión enseñaba Jesús a sus discípulos cómo su doctrina superaba a la ley de los judíos, les decía: – Habéis oído que se decía «No mates». Pues yo os digo: no os enfadéis, que haya paz entre vosotros. Además si queréis presentarle a Dios una ofrenda, primero debes estar en paz con tus hermanos y amigos. También les decía: – Antes se decía no rompas el juramento y cumple lo prometido a Dios. Pero lo que hay que hacer es ni jurar ni perjurar, sino simplemente afirmad o negad lo que creáis, porque el nombre de Dios no es ninguna broma.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

Sexto Domingo Ordinario – “A”(Mateo 5, 17-37)

NIÑO : Maestro, dices que debemos ser sal y luz para todos. Oye, Jesús ¿no crees que nos pides demasiado?

NIÑA: Sí… me parece que a nuestros padres no les exigían tanto.

JESÚS: Yo no he venido a quitar la ley, sino a darle plenitud, y os aseguro que desaparecerán el cielo y la tierra antes de que deje de cumplirse una letra o tilde de esa ley.

NIÑO: Oye, Maestro, ¿y si nos saltamos algo de lo que dice la ley, o se lo enseñamos mal a los otros?

JESÚS: El que haga eso, será el menos importante el en Reino de los Cielos.

NIÑA: ¿Y si nos esforzamos por hacerlo todo bien y ayudamos a los demás a hacer como nosotros?

JESÚS: Entonces seréis importantes en el Cielo y sal y luz en la tierra.

NIÑO: Maestro, ¿cómo podemos entrar en el Reino de los Cielos?

JESÚS: Tenéis que ser mejores que los letrados y fariseos. A ellos se les dijo: “No matarás, y si uno mata será condenado por el tribunal”. Pues yo os digo: Todo el que trate mal a su hermano será condenado.

NIÑA: Pero Jesús, ¡eso es muy difícil de cumplir! Además… ¿qué pasa si a mi hermano sólo le insulto?

JESÚS: Serás condenado.

NIÑO: Entonces… ¡Así no se salva nadie! Con las veces que nos insultamos todos…

NIÑA: Escucha, Maestro: el otro día al ir a comulgar, recordé que un compañero estaba enfadado conmigo,¡y con toda la razón del mundo!

JESÚS: ¿Qué hiciste?

NIÑA: Pues ¿yooo…? comulgar.

JESÚS: No, amiga, no. Tenías que haberlo dejado todo, ir a pedir perdón al compañero, hacer las paces con él y, sólo entonces, acercarte a comulgar.

NIÑO: Jesús, yo a veces miro lo que no debo.

JESÚS: Eso tiene solución. Si tu ojo te hace pecar, ¡sácatelo! Mas te conviene perder un ojo, que ser echado entero al fuego.

NIÑA: ¿Y si alguna vez cogemos cosas que no son nuestras? También se puede pecar con las manos.

JESÚS: Si tu mano te pone en peligro, córtatela y tírala. Mejor es perder una mano que caer entero al Abismo.

NIÑO: Al menos nos dejarás jurar… si no lo hacemos en falso.

JESÚS: No, no debéis jurar en absoluto. Ni por el cielo, ni por la tierra, ni por el templo de Jerusalén, ni por nada. A vosotros os debe bastar con decir sí o no.

NIÑA: Maestro, dices las cosas muy claras y son tan difíciles de cumplir, que te puedes quedar más solo que la una.

JESÚS: ¿No os gusta? ¿No os parece bien? Pues… marchaos.

NIÑO: No, Jesús, eso no. No nos ofreces un camino de rosas, pero la meta merece la pena. ¿A que sí?

NIÑA: Maestro, te seguiremos a donde tú vayas, y si el camino se hace difícil en ti encontraremos la fuerza necesaria.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles V de Tiempo Ordinario

En una hoja parroquial de hace medio siglo existía una sección de “consultorio moral”, en la que aparecían preguntas de la más variopinta casuística. No se me olvida una referente a si los caracoles son carne o pescado, es decir, si pueden comerse en viernes de cuaresma o no. Y no puedo evitar este recuerdo cada vez que me encuentro con el texto paulino “el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,17).

San Pablo no coincidió con Jesús por los caminos de Palestina, pero estuvieron muy cercanos en su crítica a la superficialidad religiosa, las exterioridades y la casuística moral. Ni uno ni otro se hizo problema de la posible suciedad física (purificación de las manos) o de la distinción entre alimentos puros e impuros. Y la escuela paulina relacionó esa libertad con el mensaje del Génesis: “todo lo que Dios ha creado es buen, no hay que desechar nada, basta tomarlo con acción de gracias” (1Timoteo 4,4).   

¿Cuánto tiempo y energías habremos perdido los cristianos en disquisiciones bizantinas, sin consistencia ni sentido? En nuestras discusiones, a veces seculares, con hermanos de otras confesiones, sobre sutiles y refinadas formulaciones teológicas, ¿hemos cuidado los sentimientos del corazón, como Jesús pedía? Y cuando hemos rechazado a un sacerdote de la propia parroquia, o de la comunidad religiosa, a causa de una nimia “irregularidad” litúrgica, ¿hemos pensado dónde están los acentos del evangelio?  Jesús lo dijo magistralmente: “coláis el mosquito y os tragáis el camello” (Mt 23,24). Que Él nos ayude a poner nuestra atención en lo que se la merece.

Y no nos despidamos sin una nueva mirada al texto del Génesis que hemos leído. Sin entrar en profundidades metafísicas, el autor ha querido decirnos algo sobre la “naturaleza” del ser humano: está hecho de barro, es frágil como las demás criaturas, con las que vive en comunión; pero es superior a ellas porque lleva consigo el aliento de Dios, el “espíritu” de Dios. Por eso se lo declara señor y administrador de la creación. Quedan establecidas las claves del más sano ecologismo, el de la encíclica Laudato si’. El cosmos no debe esclavizarnos (“no adoréis a nadie, a nadie más que a Él”), pero tampoco nos es lícito esclavizarlo, abusar de él o destruirlo: Dios dispuso que el hombre “cuide” el jardín; le dejó como un administrador, que deberá rendir cuentas. Más que administrador, es hermano de las cosas (Francisco de Asís); deberá respetarlas y amarlas. 

Finalmente –alargando un poco la reflexión– el Génesis nos habla del misterioso fruto prohibido. Aquí en realidad se cambia de tema, y el autor echa mano de préstamos culturales extraños para afirmar una verdad elemental: el hombre no debe invadir el mundo de lo divino, sino admitir con sencillez y agradecimiento la presencia de Dios en su vida. La magia, brujería, adivinación, etc., tan seductoras en tiempos de dura y fría secularidad (¡!), son formas de hurgar irreverentemente en lo reservado a Dios. Nos toca adorarle, esquivando toda tentación de dominarle.

Severiano Blanco cmf

Liturgia – Miércoles V de Tiempo Ordinario

MIÉRCOLES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Gen 2, 4b-9. 15-17. El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén.
  • Sal 103. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
  • Mc 7, 14-23. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.

Antífona de entrada Sal 6, 3-4
Misericordia, Señor, que desfallezco, cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy vamos a encomendar en la celebración de la Eucaristía a los ministros de la Iglesia, para que todos y cada uno de ellos cumplan con fidelidad y entrega su propio servicio allí donde el Señor les ha llamado a servir a la Iglesia.

Y para mejor celebrar estos sagrados misterios, pidamos al comenzar la Eucaristía a Dios nuestro Señor perdón por nuestros pecados y que nos llene de su gracia renovadora.

• Buen Pastor, que conoces a tus ovejas. Señor, ten piedad.
• Buen Pastor, que buscas con amor la oveja perdida. Cristo, ten piedad.
• Buen Pastor, que nos guías hacia la vida de tu Reino. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
tú quisiste que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades
para manifestar el valor de la enfermedad y la paciencia humana;
escucha benévolo nuestras plegarias por los hermanos enfermos,
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor,
la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos
entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a Cristo en su pasión para la redención del mundo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Una interesante lección dada por Jesús a los suyos está relacionada con lo “puro” o “impuro”. En un ambiente de gran intimidad, Él les aclara que lo que en realidad «mancha» no es lo que viene del exterior sino lo que procede del «corazón» del hombre. Es decir, lo que expresa sus buenas o malas intenciones. De esta forma, Él ancla la ética a las decisiones tomadas de acuerdo a la propia conciencia. Todos hemos de tener una mirada limpia y una actitud optimista frente a las cosas creadas, que en sí mismas –y de acuerdo a su Hacedor– han sido declaradas como «muy buenas» (Cfr. Gen 1, 31).

Oración de los fieles
Oremos, hermanos, confiadamente a Dios Padre, que se compadece de toda miseria humana, y pidámosle que inspire Él mismo nuestra oración.

1.- Por la Iglesia, por el Papa y los obispos, por las comunidades de cristianos en todo el mundo. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que ejercen autoridad y tienen responsabilidad en el mundo. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los que buscan contentarse con las migajas de la misericordia de Dios. Roguemos al Señor.

5.- Por todos los cristianos, por sus comunidades, y por los que empiezan a abrirse al Evangelio. Roguemos al Señor.

Atiende, Padre del cielo, los deseos de tu Iglesia en oración, para que tu misericordia nos conceda lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
OH, Dios,
bajo cuya providencia transcurre cada instante de la vida,
recibe las súplicas y oblaciones que te ofrecemos
implorando tu misericordia a favor de los hermanos enfermos,
y así, quienes tememos por su enfermedad,
nos alegremos de su salud.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Col 1, 24
Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia.

Oración después de la comunión
OH, Dios,
singular protector en la enfermedad humana,
muestra el poder de tu auxilio con tus siervos enfermos,
para que, aliviados con el auxilio de tu misericordia,
merezcan presentarse sanos en tu santa Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Jerónimo Emiliani

Cerca de la plaza de San Marcos, en la incomparable ciudad de Venecia, en un palacio de bronce y mármoles, había nacido este niño en medio de la ambición y el placer. A los 15 años era soldado, y a los 25 vestía el traje de senador. Pero a los 28, le ocurrió algo que transformó su vida. Fue durante la guerra de la República de Venecia contra Luis XII de Francia. Jerónimo cayó preso y fue metido en un oscuro calabozo. De repente, él mismo lo cuenta, una mujer bellísima se le apareció en medio de la cárcel, le rompió las cadenas de los pies y le abrió las puertas que daban a la calle.

Desde entonces ofreció a la Señora todas sus antiguas dignidades y se dedicó a llevar la vida de un pordiosero. La ambición había muerto en él. Iba de iglesia en iglesia y de hospital en hospital; entraba en la casa de los enfermos para dejar sus limosnas y volvía a la suya acompañado de críos que no tenían ni padre ni madre ni maestro que los fundó.

Jerónimo los alimentaba, los instruía y los preparaba para la vida, como precursor de Juan Bosco.

A esta fundación de Venecia siguieron otras en todo el norte de Italia: Bérgamo, Brescia, Como, Somasca. En Somasca estableció la casa central, y allí murió rodeado de rapazuelos a quienes enseñaba a leer y a rezar.