Lectio Divina – Jueves V de Tiempo Ordinario

Jesús como salvador, En quien nuestra fe se fundamenta

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo, a mi corazón y santifícalo. Ven, Padre de los pobres, y alíviame. Ven, autor de todo bien, y constélame. Ven, luz de las mentes e ilumíname. Ven, dulce huésped de los corazones, y no te apartes de mí. Ven, verdadero Refrigerio de mi vida, y renuévame.

Divino Padre Eterno, en nombre de Jesucristo, y por la intercesión de la Santísima Siempre Virgen María, envía a mi corazón El Espíritu Santo.

Lectura. Marcos capítulo 7, versículos 24 al 30:

Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.

Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.

Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee dos o más veces el texto, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En contraste con la actitud de los fariseos preocupados por tener bien lavadas las manos antes de comer el pan, aquí Marcos nos muestra a una mujer sirofenicia de nacimiento, y, por tanto, pagana, se apresura a pedir para su hija enferma lo que había sobrado de la multiplicación de los panes. El ejemplo de su fe, fuerte y perseverante, es un modelo para los destinatarios del evangelio de Marcos que son mayoritariamente cristianos procedentes del paganismo. Gracias a esa fe, también los sirofenicios podrán comer el pan en la mesa de Jesús.

Meditación:

Un día, una familia oyó hablar de un médico muy bueno, que curaba todo tipo de males. A ellos se les abrieron los ojos y desearon que su hija fuese curada por ese hombre. Pero no podían llegar hasta él porque estaba en el país vecino.

Sucedió que vino para descansar y al enterarse se llenaron de alegría. Fue a buscarlo la señora, para suplicarle que atendiera a su hija, porque sabía que él la podía curar, y así dejarían de sufrir. Pero él le respondió que sólo venía a descansar y que si quería que la curase hiciese una cita llamando a su consultorio y dejase el mensaje a su secretaria. La señora se entristeció muchísimo y esto bastó para conmover al doctor.

En los hombres los sentimientos mueven mucho, porque estamos hechos de alma y cuerpo. A Dios lo que más fuerte le puede mover el corazón es la fe, condición necesaria de todo cristiano que pide a Dios su felicidad.

Oración:

Señor te pido que me des esa fe que necesito para acercarme a ti, que mis preocupaciones no me aten a mi tierra, a mis posesiones, a mi forma de pensar, he pecado mucho contra ti, pero sé que tú estarás allí para que remediar mis males y salvarme. Que tome este ejemplo de ti al salir al encuentro de los demás para después de ser una persona sanada por ti, vaya yo al encuentro de las personas que ocupan de ti y llevarles tu palabra.

Contemplación:

Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras y acciones, con su muerte y resurrección, inaugura en medio de nosotros el reino de vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí donde no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido. En su vida, Jesús permanece fiel al Padre nos y entrega su vida para salvarnos.

Oración final:
Gracias, Señor, porque en esta meditación puedo ver las características de la verdadera Oración: fe, humildad, perseverancia y confianza. Me confirmas que la oración sincera es infaliblemente efectiva, porque Tú siempre me escuchas.

Propósito:

Ni desistir ni desanimarme cuando parezca que Dios no escucha mi oración.

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Homilía – Jueves V de Tiempo Ordinario

Este evangelio nos describe la curación de la hija de una mujer pagana.

Llama la atención la insistencia de la mujer, pidiendo a Jesús que cure a su hija.

Los judíos se consideraban hijos predilectos de Dios y pensaban que los paganos no eran más que perros.

Y Jesús contestó a esta mujer afligida repitiendo el refrán despectivo de los judíos.

Nos resulta extraña esta actitud del Señor. Pero probablemente Jesús quiso probar la fe de ella. Quería probar hasta dónde llegaba su fe.

Y la actitud de ella es una enseñanza enorme para nuestra poca paciencia, para nuestra escasa fe.

Porque ella insistió aun cuando en apariencia era rechazada por Dios mismo, era despreciada por Dios mismo.

Y ella insistió, con humildad. Ella…, no se justificó.

No le dijo a Jesús: yo soy buena…, yo no hice ningún mal….

Ella aceptó lo que el Señor le dijo y manifestó humildemente su «necesidad» de Dios.

A pesar de su dolor…, no rechazó a Jesús, por el contrario, le volvió a pedir con humildad.

Y Jesús…, hizo el milagro.

Jesús llegó a su vida y la transformó. Curó a su hija.

El Señor quedó admirado de la fe de esa mujer pagana, y no pudo resistir esa súplica humilde, respetuosa e insistente.

Una vez más Jesús encontró más fe fuera de su pueblo que entre los suyos.

El diálogo de esta mujer con Jesús es una muestra de cómo debe ser nuestra oración.

Esta mujer que no era judía y no había escuchado hablar del Mesías…, ni del Reino de Dios…, ni de la promesa de salvación… Ella simplemente se dirige al Señor y dialoga con Él.

Y consigue la curación de su hija porque su oración es perfecta.

La mujer tiene «fe en el poder de Jesús». Una fe que no se debilita ni siquiera con las dificultades que encuentra.

La mujer es «humilde», se reconoce pecadora y comprende que no tiene derecho a que el Señor la oiga, pero se conforma con las migajas.

La mujer tiene «confianza» en la misericordia de Jesús y en que no la va a dejar irse con las manos vacías.

La mujer «persevera» en su petición a pesar de que Jesús la desalienta.

La mujer «pide lo que le sale del alma». Pide por «la curación de su hija».

El Señor no puede resistir esta oración y realiza el milagro.

Este evangelio tiene que llevarnos hoy a analizar cómo es nuestra oración. Qué y cómo pedimos a Dios.

Esta mujer nos muestra cómo acercarnos a Jesús, con fe, con humildad, con confianza y sin exigir. Si así lo hacemos, el Espíritu entra en nuestra vida, la cura y la transforma.

Comentario – Jueves V de Tiempo Ordinario

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Marcos 7, 24-30

a) El episodio sucede en el extranjero, en territorio de Tiro y Sidón, en Fenicia. La mujer que protagoniza esta escena no es judía, lo que le da un sentido muy particular al gesto de Jesús.

La buena mujer se le acerca con fe, para pedirle la curación de su hija, que está poseída por el demonio. Jesús pone a prueba esta fe, con palabras que a nosotros nos pueden parecer duras (los judíos serían los hijos, mientras que los paganos son comparados a los perritos), pero que a la mujer no parecen desanimarla. A Jesús le gusta su respuesta sobre los perritos que también comen las migajas de la casa y le concede lo que pide. Lo que puede la súplica de una madre. La de esta mujer la podemos considerar un modelo de oración humilde y confiada.

b) A los contemporáneos de Jesús el episodio les muestra claramente que la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros pueden ser admitidos a ella, si tienen fe. No es la raza lo que cuenta, sino la disposición de cada persona ante la salvación que Dios ofrece.

Lo que Jesús dice de que primero son los hijos de la casa es razonable: la promesa mesiánica es ante todo para el pueblo de Israel. También Pablo, cuando iba de ciudad en ciudad, primero acudía a la sinagoga a anunciar la buena nueva a los judíos. Sólo después pasaba a los paganos.

Para nosotros también es una lección de universalismo. No tenemos monopolio de Dios, ni de la gracia, ni de la salvación. También los que nos parecen alejados o marginados pueden tener fe y recibir el don de Dios. Esto nos tendría que poner sobre aviso: tenemos que saber acoger a los extraños, a los que no piensan como nosotros, a los que no pertenecen a nuestro círculo.

Igual que la primera comunidad apostólica tuvieron sus dudas sobre la apertura a los paganos, a pesar de estos ejemplos diáfanos por parte de Jesús, también nosotros a veces tenemos la mente o el corazón pequeños, y nos encerramos en nuestros puntos de vista, cuando no en nuestros privilegios y tradiciones, para negar a otros el pan y la sal, para no reconocer que también otros pueden tener una parte de razón y sabiduría.

Deberíamos corregir nuestra pequeñez de corazón en el ámbito familiar (por ejemplo en las relaciones de los jóvenes con los mayores), en el trato social (los de otra cultura y lengua), en el terreno religioso (sin discriminaciones de ningún tipo).

«No está bien que el hombre esté solo: voy a hacerle alguien como él que le ayude» (1ª lectura, I)

«Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos» (salmo, I)

«Había desviado su corazón del Señor» (1ª lectura, II)

«Emparentaron con los paganos e imitaron sus costumbres» (salmo, II)

«Anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo» (Plegaria eucarística IV)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

No he venido a abolir las leyes sino a darles plenitud

Ahí está, Señor Jesús, tu Proyecto:
perfeccionar las leyes,
los comportamientos
de las personas,
partiendo de lo que ya existía.

Veo, Señor, que con tu venida
no haces tabla rasa,
sino que tienes en cuenta
lo que ya existía y partiendo de ello
ofreces tu novedad.

Novedad esta que va al corazón
del Proyecto de Dios,
novedad que hace las normas
más vivas,
mucho más exigentes
pero que al mismo tiempo
es como si les dieses eso: vida.

Ahí está uno de los filones
de tus enseñanzas:
perfeccionar lo que ya existía,
no quedarse en la materialidad,
sino llegar al espíritu,
al corazón de las normas
que son expresión
del deseo de Dios.

¡Señor Jesús!,
muchas veces, nosotros,
con frecuencia,
todavía vivimos en la tacañería
y por desgracia
nos contentamos con los mínimos,
con el mero cumplimiento
y lamentablemente no llegamos
al corazón, al núcleo,
de lo que Tú nos ofreces.

Por todo ello yo te pido perdón
porque nos dejamos llevar
por la ley de los mínimos.

¡Cuántas veces
somos tacaños contigo
y nos ajustamos tanto a lo justito
que parece que sólo pretendemos
no salirnos de la pista,
aunque arriesguemos nuestras vidas
o las vidas de los demás!
Algún día nos cortaremos las uñas.

Yo veo, Señor Jesús,
que lo que Tú nos pides es generosidad,
entrega total y permanente.
Lo que Tú quieres de nosotros
es una donación absoluta.

¡Señor!
ayúdame a ser generoso,
a entregarme por completo
a tu Proyecto.
Perdóname, Señor Jesús,
si todavía a veces
o en demasiadas ocasiones
procuro y me quedo
en el borde del precipicio.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Como podemos observar, en el Evangelio de este domingo, Jesús se detiene en una serie de leyes, fijándose en como eran interpretadas por los sabios y entendidos de su tiempo.

• Ellos se quedaban en el texto de la ley, en la materialidad.

• Jesús, partiendo y teniendo en cuenta lo que se decía en la ley, va más lejos, da muchos pasos más, la amplia.

• Jesús, va al corazón de lo que la ley pretende, o sea, busca ofrecer, la plenitud a esas normas.

• No elimina las leyes que existían sino que las amplía, las completa, las perfecciona.

• A tener en cuenta que estos ejemplos no son exhaustivos, son sólo eso ejemplos a los que nosotros deberíamos añadir otros muchos, haciendo siempre lo mismo, siguiendo siempre el mismo proceso: perfeccionar la ley, darle plenitud

• El hecho fundamental es que Jesús ha venido a dar plenitud a las normas, a las leyes, a la manera de comportarnos.

• Jesús, ha venido a presentarnos el corazón de lo que Dios quiere y que nos está diciendo por medio de esas normas de conductas.

• Como es fácil observar, Jesús pone siempre en el centro de todo el amor.

• Esa es la norma suprema desde la que hay que colorear todas las demás normas de conducta.

• Como Jesús dice: Él no ha venido a borra lo que hasta entonces era normativo, Él ha venido a perfeccionar lo que ya existía. Él ha venido para mostrarnos que lo fundamental es el amor.

• Como nos dice san Agustín: “Ama y haz o que quieras”.

• Pues eso: Dios quiera que sepamos poner en práctica en toda circunstancia esta plenitud de la ley en el amor y por otra parte ir también al corazón de lo que Dios espera de nosotros.

Comentario al evangelio – Jueves V de Tiempo Ordinario

A lo largo de la historia, por factores cuyo origen en buena medida se nos escapa, la mujer ha quedado relegada a un segundo plano en relación con el varón. Tal realidad  cultural se encuentra también en la Biblia, incluido el pasaje del Génesis que hemos leído: se la considera, en principio, como una “ayuda para el varón”, el cual le pone nombre igual que antes ha hecho con los animales, es decir, toma posesión de ella.

Pero el texto del Génesis dice mucho más, y cosas que no se encuentran en el resto de literaturas antiguas: sólo ella está al nivel del varón (no los animales), es carne de su carne, y están llamados a ser una sola carne, y a vivir en apertura mutua, transparencia y confianza. Hermoso proyecto de Dios: matrimonio monogámico, complementariedad de sexos, vivencia serena y gozosa de la diferencia, felices los dos por el jardín…

Jesús encontró este plan divino muy conculcado: la mujer era objeto del capricho del varón, de un supuesto derecho a “usar y tirar”. Él proclamó solemnemente que “al principio no fue así” (Mt 19,8), e intentó rectificarlo. ¿Qué nos diría hoy? Pienso que no sintonizaría con un feminismo resentido y agresivo (que es otra forma de poner guerra entre los sexos, y en la sociedad), pero sí con los movimientos, humanos y eclesiales, de apoyo a las parejas para que vivan en felicidad, sin “sentir vergüenza” mutua, ni rencores y resentimientos. ¡Qué bella la sana vida matrimonial! Y al mismo tiempo, ¡qué frágil la afectividad y la sexualidad humana, capaz de lo más bello y noble y también de lo más abyecto! Nos conviene volver a algunas páginas del papa Francisco en su Amoris Laetitia.

Pero no concluyamos nuestra reflexión de hoy sin hacer unos subrayados en el evangelio. Hay de entrada algo llamativo. ¿Cómo es posible que Jesús vaya a Tiro y al mismo tiempo rehúse hacer el bien a los tirios? ¿A qué ha ido entonces? Probablemente el evangelista designa como “regiones de Tiro” zonas fronterizas de Galilea, que, intermitentemente, han pertenecido a un Estado u otro; pero el lugar debe de ser más bien judío. Jesús se atiene normalmente al plan veterotestamentario de poner “firme el monte de la casa del Señor” (Is 2,2; Miq 4,1), es decir, reconducir al pueblo de la alianza a su fidelidad primigenia, de modo que resulte un luminoso “reclamo” y las demás naciones se apresuren a participar de su tesoro religioso.

Pero hay miembros de esas naciones que se adelantan, que encuentran un “atajo”: el de una fe sencilla y confiada, como esta cananea. Son los últimos que se convierten en primeros y que de algún modo “trastocan” los planes profético-mesiánicos de Jesús. En más de una ocasión él, encarnado cultural y religiosamente en Israel, tendrá que exclamar con cierta extrañeza: “en ningún israelita he encontrado tanta fe” (Lc 7,9; Mt 8,10).

Nuestra pertenencia a Jesús y su comunidad no puede basarse en una herencia cultural, en costumbres a las que nos aferramos a veces incluso irracionalmente. Se es de los suyos por una actitud del corazón, por una fe sencilla y confiada, por participar en su forma de ser, sentir y actuar.

Severiano Blanco cmf

Meditación – Jueves V de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves V de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 7, 24-30):

Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.

En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.

Él le respondió: «Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros.»

Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos.»

Entonces él le dijo: «A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija.» Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Ésta es una de las palabras de Jesús más difíciles de comprender, del Jesús lleno de compasión y atención hacia los pobres. Algunos piensan que lo pudo decir por la conciencia que tenía de los límites geográficos de su misión. Otros afirman, para probar la fe de aquella mujer pagana. Pero esos métodos repugnan a la bondad de Jesús y a la bondad de Dios.

Pero ella no se desanima ante su dura respuesta, pues debía conocerle y confiaba en él: También los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.El hecho es que Jesús se dejó convencer ante el amor de aquella madre fenicia: Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio, ha salido de tu hija.

La fe no es patrimonio exclusivo de nadie. Es don de Dios que fructifica en obras y actitudes donde encuentra corazones bien dispuestos. Siempre han existido malos creyentes y buenos paganos. Sólo Dios lee en el corazón y sabe quiénes le pertenecen.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.

Liturgia – Jueves V de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Gén 2, 18-25. Se la presentó a Adán. Y serán los dos una sola carne.
  • Sal 127. Dichosos los que temen al Señor.
  • Mc 7, 24-30. Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

Antífona de entrada          Sal 6, 3-4
Misericordia, Señor, que desfallezco; cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, dispongámonos celebrar estos sagrados misterios poniéndonos ante la presencia del Señor y, reconociéndonos pecadores, supliquemos con humildad su perdón y su misericordia.

• Tú que muestras el amor supremo de Dios. Señor, ten piedad.
• Tú que pones la grandeza de la vida en el amor y en el servicio. Cristo, ten piedad.
• Tú, promotor de misericordia y de comunión. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
tú quisiste que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades
para manifestar el valor de la enfermedad y la paciencia humana;
escucha benévolo nuestras plegarias por los hermanos enfermos,
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor,
la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos
entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a Cristo en su pasión
para la redención del mundo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Una vez que ha dejado en claro el asunto de lo «puro» y de lo «impuro», Jesús se retira por un tiempo a tierra de paganos, a fin de poder descansar y dedicarse así, más directa y explícitamente, a la formación de sus discípulos. Es entonces cuando, con una finalidad bien precisa, pone a prueba la fe de una pobre mujer extranjera, que viene a pedirle con insistencia la liberación de su hija. Cuando la fe es fuerte y tenaz como en este caso, no habrá límite alguno –ni étnico, ni social, ni religioso– a la universal llamada a la salvación que, en Cristo, a todos se nos ofrece.

Oración de los fieles
Presentemos confiadamente nuestras oraciones a Dios Padre de todos, que está siempre atento a la voz de los que le suplican.

1.- Para que la Iglesia sea siempre más comunidad de fe, de oración y de caridad. Roguemos al Señor.

2.- Para que nuestra diócesis cuente siempre con los sacerdotes necesarios para la evangelización. Roguemos al Señor.

3.- Para que los violentos dejen caer las armas, y todas las naciones de la tierra sean lugar de convivencia pacífica y cordial. Roguemos al Señor.

4.- Para que Dios conceda salud a los enfermos, consuelo a los tristes, esperanza y paz a todo el mundo. Roguemos al Señor.

5.- Para que el Señor abra nuestros oídos a la escucha de su palabra y nuestros labios para proclamar la fe. Roguemos al Señor.

Oh Dios, cuyo Hijo Jesús pasó por el mundo haciendo el bien, atiende nuestra oración, que sólo en Ti confía, y cura todas las enfermedades de nuestra alma. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SANTIFICA, Señor,
nuestras ofrendas y purifica nuestros corazones
con la luz del Espíritu Santo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Col 1, 24
Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia.

Oración después de la comunión
OH, Dios, singular protector en la enfermedad humana,
muestra el poder de tu auxilio con tus siervos enfermos,
para que, aliviados con el auxilio de tu misericordia,
merezcan presentarse sanos en tu santa Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Santa Apolonia

Era de Alejandría (Egipto). Entre otras cosas, se encargaba en la iglesia de la atención de los pobres; o sea, presidenta de Cáritas de su pueblo. En otras palabras, diaconisa de aquellos tiempos. Soltera, bonita y sin compromiso. Y así, años y años.

Se hizo mayor. Un día hubo en su pueblo un serio tumulto contra los cristianos. Como a Apolonia la conocían hasta las ratas, la apresaron enseguida e intentaron persuadirla para que sacrificase a los dioses del imperio.

Ella se negó, y los animales aquellos le rompieron todos los dientes a porrazo limpio. Por eso hoy es patrona de los dentistas.

Cuando ya la pobre estaba destrozada de golpes, encendieron delante de ella una hoguera la amenazaron con arrojarla de cabeza si no renegaba de la fe cristiana.

Debió de ser por impulso instintivo, porque, sin dudarlo un momento, ella misma se arrojó a las llamas, con lo cual les dejó a los otros asustados del todo.

Final dramático el de esta santa mujer, que demostró así su nulo miedo al tormento y a la muerte.

Mujer «sabia», que antes de dejarse caer prefiere tirarse para hacerse menos daño. Anciana ejemplar con más ánimo que cualquier joven. Cristiana entera que se dio del todo en la vida y en la muerte, en servicio de Jesús.