No he venido a abolir las leyes sino a darles plenitud

Ahí está, Señor Jesús, tu Proyecto:
perfeccionar las leyes,
los comportamientos
de las personas,
partiendo de lo que ya existía.

Veo, Señor, que con tu venida
no haces tabla rasa,
sino que tienes en cuenta
lo que ya existía y partiendo de ello
ofreces tu novedad.

Novedad esta que va al corazón
del Proyecto de Dios,
novedad que hace las normas
más vivas,
mucho más exigentes
pero que al mismo tiempo
es como si les dieses eso: vida.

Ahí está uno de los filones
de tus enseñanzas:
perfeccionar lo que ya existía,
no quedarse en la materialidad,
sino llegar al espíritu,
al corazón de las normas
que son expresión
del deseo de Dios.

¡Señor Jesús!,
muchas veces, nosotros,
con frecuencia,
todavía vivimos en la tacañería
y por desgracia
nos contentamos con los mínimos,
con el mero cumplimiento
y lamentablemente no llegamos
al corazón, al núcleo,
de lo que Tú nos ofreces.

Por todo ello yo te pido perdón
porque nos dejamos llevar
por la ley de los mínimos.

¡Cuántas veces
somos tacaños contigo
y nos ajustamos tanto a lo justito
que parece que sólo pretendemos
no salirnos de la pista,
aunque arriesguemos nuestras vidas
o las vidas de los demás!
Algún día nos cortaremos las uñas.

Yo veo, Señor Jesús,
que lo que Tú nos pides es generosidad,
entrega total y permanente.
Lo que Tú quieres de nosotros
es una donación absoluta.

¡Señor!
ayúdame a ser generoso,
a entregarme por completo
a tu Proyecto.
Perdóname, Señor Jesús,
si todavía a veces
o en demasiadas ocasiones
procuro y me quedo
en el borde del precipicio.

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