Comentario – Domingo VI de Tiempo Ordinario

(Mt 5, 17-37)

Ya sabemos que Jesús se oponía a los fariseos que controlaban la conducta de la gente exigiéndole una multitud de prácticas, imponiendo todo tipo de normas y costumbres. Por eso algunos pensaban que Jesús estaba despreciando los escritos del Antiguo Testamento, que se solían llamar “la Ley y los Profetas”.

El evangelio de Mateo muestra que Jesús no rechaza las normas morales del Antiguo Testamento, que se resumen en los mandamientos, y que no propone una fe sin moral. Mateo muestra con claridad que Jesús exigía a sus discípulos un determinado comportamiento, un estilo de vida que era más simple, pero no menos exigente que el de los fariseos.

Al contrario, el estilo de vida que Jesús espera de sus discípulos es más exigente que el de los fariseos: “Si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos” (v. 19). ¿En qué sentido Jesús es más exigente que los fariseos legalistas? Porque Jesús espera que nuestro comportamiento no sea un cumplimiento exterior, sino que brote del corazón; no espera que hagamos el bien porque está mandado, sino porque brota de un amor sincero al hermano, de un afecto interior y real, y eso es más exigente que cumplir mil normas externas, porque en realidad es imposible si Dios no nos llena de su propio amor.

Por eso, este texto nos dice que no es suficiente “no matar” para entrar en el Reino de Dios, porque cuando tratamos mal a un hermano ya estamos expresando la falta de amor de nuestro corazón. Por eso mismo, el acto exterior de llevar una ofrenda al altar es inútil si no estamos en paz con los demás.

Oración:

“Señor, concédeme adorarte desde lo más profundo de mi ser, para que mis acciones sean expresión de un corazón bueno, liberado, sanado. Ayúdame a ver cuando mis acciones sean solamente un cumplimiento exterior, que no expresa un amor sincero”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día