Lectio Divina – Lunes VI de Tiempo Ordinario

¿Por qué esta generación reclama un signo?

Invocación al Espíritu Santo:

Ven oh Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu y todo será de nuevo creado, y se renovará la faz de la tierra. Oh Dios, que has instruido e iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que este mismo Espíritu nos haga gustar y amar el bien, y siempre nos llene del gozo de sus consuelos divinos. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Lectura. Marcos capítulo 8 versículos 11 al 13:

Se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo.Jesús suspiró profundamente y dijo: “¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal”.

Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura:

La comunidad a la que escribe Marcos era perseguida, lo que hacía tambalear su fe. Para darles ánimo, el evangelista señala que todos somos humanos y necesitamos el apoyo de Dios para comprender el mensaje del Evangelio.

Meditación:

Las señales que Cristo ha venido dando a los fariseos no han hecho ninguna mella. Ellos son los que le piden al Señorseñales del cielo para creerle, y que hasta en el momento de la agonía en la cruz, no se cansan de repetir que “si baja de la cruz, entonces sí le creerán”

No puede ser que el hombre sea tan ciego para no ver todas las señales que Cristo ha hecho, y todas las señales que sigue haciendo, como son el milagro de la Eucaristía, que un hombre pueda perdonar los pecados, en los sacramentos… Aun así, nos lamentamos pidiéndole que haga algún milagro en nuestras vidas, para que creamos que está allí presente apoyándonos en cada momento.

Lo que más necesitamos es creer con sencillez para ver a los milagros que en cada iglesia, que cada sacerdote va haciendo sin darnos cuenta de ello. Por ello pidamos le al Señor que nos dé fe en este día para vivir más cercanos a Cristo.

Oración:

Gracias, Padre, porque nos diste a Jesús, tu Hijo, que en su misterio pascual de muerte y resurrección es el signo personal de tu amor hacia nosotros. Él nos mostró sobradamente que tú nos amas. Su persona, su palabra y su pan son para nosotros la señal perenne de su elección. En respuesta, tú quieres un amor libre, amor de hijos, no de esclavos abrumados por el peso de tu poder. Líbranos, Señor, de la tentación de pedirte pruebas de tu ternura para creer y convertirnos; y danos un corazón nuevo para alabarte por siempre. Amén.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 548: Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe. Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios. Pero también puede ser ocasión de escándalo. No pretenden satisfacer la curiosidad ni lo deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos; incluso se le acusa de obrar movido por los demonios.

Oración final:

Padre Santo, al contemplar el sacrificio de tu Hijo en la cruz, puedo encontrar la gran señal que me comprueba la grandeza de tu amor. Permite que esta oración me lleve a contemplarte plenamente en cada celebración de la Eucaristía. Esa es la gran señal, el más grande milagro. Que nunca sea indiferente ni se convierta la misa en un acto de piedad, sino una relación real a mi vida y a mi oración.

Propósito:

Aceptar con fe y amor, como María, la voluntad de Dios.

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Homilía – Lunes VI de Tiempo Ordinario

Hay gente, que fuera de sus ideas y gustos, no ven nada de lo que habría que ver.

Así son estos fariseos que piden pruebas a Jesús.

No ven los frutos de la presencia de Cristo, no ven el cambio en los corazones humanos…, no ven las curaciones…, no ven los milagros.

Esa gente, probablemente había escuchado a Jesús, y sin duda, la palabra del Señor era convincente, era clara…

Sin embargo, los fariseos discutían con Jesús, no aceptaron su palabra, no creyeron en Jesús.

¿Por qué?

Porque al Señor no se lo puede aceptar con la mente, si previamente no se le ha abierto el corazón.

Ellos habían escuchado a Jesús, pero querían ver…

Le piden a Jesús, signos de su poder, pero Jesús, no se los da.

Jesús respeta la libertad de esa gente …, y la nuestra….. de creer o no en Él y por eso no hace los milagros que le piden. Jesús no quiere imponerse por la fuerza de los milagros.

Los judíos pedían un signo…

El mundo de hoy está pidiendo a los cristianos que sean verdaderos signos de Cristo.

Por eso a la luz de este evangelio, tenemos que preguntarnos si con nuestra vida estamos mostrando a Cristo.

Tenemos que mirarnos seriamente y pensar si los demás pueden ver a Cristo en nosotros.

Dice el Evangelio que Jesús suspira profundamente y se pregunta: ¿Por qué esta generación pide un signo?

Esa gente reclamaba un signo, cuando en realidad tenían delante de ellos, no al signo, sino a la realidad signada.

Hoy también mucha gente espera ansiosamente señales externas, apariciones…, fenómenos que en la mayoría de los casos no tienen mucho de religiosos, y que no agregan nada a lo que Cristo nos reveló.

La verdadera señal que deberíamos esperar, es el testimonio de los cristianos. La verdadera señal que el mundo debe esperar es el amor, que distingue a los cristianos.

Por eso no debemos esperar manifestaciones extraordinarias de Dios, sino encontrar a Dios en nuestra vida. Y ser nosotros signos de la presencia salvadora de Dios en el mundo de Hoy.

Somos nosotros los que debemos dar al mundo que nos rodea el signo de lo que somos.

Si el mundo moderno es ateo, no es porque rechace a Dios, lo que rechaza es la falsa imagen de Dios, que nosotros le presentamos. Y rechaza esa imagen porque es falsa. Y una imagen falsa no convence a nadie.

Hoy vamos a pedirle perdón al Señor, por nuestra falta de autenticidad. Por no ser lo que parecemos, ni parecernos a lo que deberíamos ser.

En nuestro actuar muchas veces ni nos parecemos a Cristo, ni somos de Cristo.

Por eso vamos a pensar en este día en cómo nos comportamos, en forma individual y cómo nos comportamos cuando actuamos en grupo, cómo se comporta nuestra comunidad.

¿Verdaderamente reflejamos a Cristo?

Si en nuestra comunidad, si entre nuestra gente hay mucha gente que necesita de señales, de apariciones, a lo mejor es debido a que nosotros no fuimos capaces de darle al Jesús auténtico.

Que María nuestra madre, no ayude a que surja de nosotros Cristo.

Comentario al evangelio – Lunes VI de Tiempo Ordinario

Marcos 8, 11-13

a) A Jesús no le gusta que le pidan signos maravillosos, espectaculares. Como cuando el diablo, en las tentaciones del desierto, le proponía echarse del Templo abajo para mostrar su poder.

Sus contemporáneos no le querían reconocer en su doctrina y en su persona. Tampoco sacaban las consecuencias debidas de los expresivos gestos milagrosos que hacía curando a las personas y liberando a los poseídos del demonio y multiplicando los panes, milagros por demás mesiánicos. Tampoco iban a creer si hacía signos cósmicos, que vienen directamente del cielo. El buscaba en las personas la fe, no el afán de lo maravilloso.

b) ¿En qué nos escudamos nosotros para no cambiar nuestra vida? Porque si creyéramos de veras en Jesús como el Enviado y el Hijo de Dios, tendríamos que hacerle más caso en nuestra vida de cada día. ¿También estamos esperando milagros, revelaciones, apariciones y cosas espectaculares? No es que no puedan suceder, pero ¿es ése el motivo de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Cristo Jesús? Si es así, le haríamos «suspirar» también nosotros, quejándose de nuestra actitud.

Deberíamos saber descubrir a Cristo presente en esas cosas tan sencillas y profundas como son la comunidad reunida, la Palabra proclamada, esos humildes Pan y Vino de la Eucaristía, el ministro que nos perdona, esa comunidad eclesial que es pecadora pero es el Pueblo santo de Cristo, la persona del prójimo, también el débil y enfermo y hambriento. Esas son las pistas que él nos dio para que le reconociéramos presente en nuestra historia.

Igual que en su tiempo apareció, no como un rey magnifico ni como un guerrero liberador, sino como un niño que nace entre pajas en Belén y como el hijo del carpintero y como el que muere desnudo en una cruz, también ahora desconfió él de que «esta gente» pida «signos del cielo» y no le sepa reconocer en los signos sencillos de cada día.

«¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (1ª lectura, I)

«Te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar?» (salmo, I)

«Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala como aceptaste los dones del justo Abel» (plegaria eucarística I)

«El cristiano de condición humilde esté orgulloso de su alta dignidad» (1ª lectura, II)

«Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos» (salmo, Il)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Amad a vuestros enemigos

Ser Santos

Sed santos es el imperativo, que Dios exige al pueblo de Israel a través de Moisés. Dios pretende que su pueblo imite su bondad, porque Él es Santo, y adoptar como modo de vida esa actitud en el comportamiento con los demás.

El código de santidad del que habla el Levítico no es algo inalcanzable a nuestras vidas, donde pareciera que solamente está reservado a unos pocos elegidos. Tampoco es un comportamiento del pasado o trasnochado, propio de otras épocas distintas a las actuales.

Hoy más que nunca estamos necesitados de vivir una santidad auténtica, comenzando por nosotros mismos. Al acoger el amor de Dios, como don, adoptamos un tipo de vida espiritual, que trasciende hacia los otros.

A la vez cuando uno experimenta la bondad de Dios en su vida, se siente llamado a compartir con los demás ese don. La santidad está orientada a formar comunidad, a suscitar encuentros, a practicar la justicia y solidaridad con nuestros semejantes, con nuestros próximos.

Hacer el bien, y buscar lo mejor para nuestro mundo, es hacer realidad la santidad de Dios, no solo preocupándonos de los que están cerca de nosotros. Sino también para los que son distantes a mí, y desde ahí tener una perspectiva más amplia, buscando y creando espacios de acogida, de encuentros con los distintos, este es el principal mensaje de Dios.

Comunidad unida

Pablo en su comunidad de Corintio pone de manifiesto el Evangelio de Cristo que se entrega por nosotros. El modelo a seguir debe ser el de la humildad, la sencillez, porque de nada sirve la soberbia, el sentirse sabio, por encima de los demás.

El nuevo templo es Cristo y ahí participamos todos de su amor, especialmente los más humildes, los que no cuentan, los que están al margen de todo.

Los fundamentos de su comunidad, y de la Iglesia deben orientarse hacia los últimos y olvidados. Por tanto no hacemos una lucha por el poder, de quien es el más importante, creando división. La enseñanza de  San Pablo es entregar nuestra vida a la misión que nos llama Jesús, sin enfrentamientos, procurando el bien de todos sus miembros de la comunidad,  porque compartimos una misma fe y un mismo sentir.

Amar hasta el extremo

El Evangelio de este domingo, pertenece al discurso de Jesús al comienzo de su ministerio público en Galilea. Jesús quiere enseñar a sus discípulos como deben comportarse con los demás, comenzando por las Bienaventuranzas. Les plantea una nueva justicia, que supera a la antigua, para vivir radicalmente en el amor de Dios.

Frente a la ley del Talión en la que permite la venganza ante un agravio, Jesús les pide no responder de la misma manera. Al contrario la propuesta va a ser la de amar a los enemigos. Esta nueva forma de enseñar, deja a sus discípulos desconcertados, pues lo más lógico es vengarse de quien ultraja. Y no solo a ellos, también este programa de vida, sigue cuestionando nuestro modo de ser cristiano.

Ante las diversas formas de mal que hay en el mundo, la alternativa que nos enseña Jesús, es a amarnos, sacar lo mejor de nosotros mismos. El ejemplo es el amor de Dios que se nos da, y que se pone de manifiesto con la encarnación de Jesús, como hijo de Dios.

Por ello no nos podemos conformar con el mal que hacen unos cuantos, quejándonos que el mundo anda fatal. Debemos ofrecer una alternativa que emana del Evangelio de Jesús, y es hacer de nuestra vida una entrega hacia el bien.

Si ante cualquier situación de maldad que contemplamos cada día, respondemos del mismo modo, no tendremos ningún mérito. Más bien estamos haciendo lo mismo, y por tanto reproducimos el mal una y otra vez, como pescadilla que se muerde la cola.

Presentar la otra mejilla es responder al mal con el bien, y así podremos romper cadenas de violencia, injusticias, enfrentamientos, etc.….que sacan lo peor del ser humano. Buscar lo bueno es una nueva forma de ser persona que nos ofrece Dios, afrontando el mal con las armas del amor, de la verdad, del diálogo y del encuentro.

El amor a los enemigos es la centralidad del mensaje de Cristo, para vivirlo con radicalidad e integridad, sin estrategias de poder económico, político o mediático. Es un don de Dios, que lo experimentamos con su bondad, y su misericordia. Es un proceso que debemos recorrerlo con normalidad, sin hacer gala de ello, y sin grandes ruidos o estridencias. Hacerlo vida de cada día, con pequeñas cosas y detalles, que en definitiva es lo que va constituyendo nuestro itinerario de fe.

Fr. Julio César Carpio Gallego O.P.

Mt 5, 38-48 (Evangelio – Domingo VII de Tiempo Ordinario)

¡La venganza es ajena al proyecto del Creador sobre el hombre!

Pues yo os digo no hagáis frente al que os agravia. La motivación de la así llamada ley del talión (cf. Lv 24,10ss; Dt 19) se produce en los casos en los que se ha sufrido un daño y un perjuicio grave, sobre todo en el caso de muerte accidental. La reparación no debe ser superior al agravio. Es conveniente recordar que al propio Dios se le llama el Go`el de su pueblo. La ley del talión atempera las ansias de venganza que hay en el corazón del hombre y, especial mente, en las antiguas culturas. Esta venganza tiende a infligir un mal mayor que el padecido y a duplicar la reparación, sin control y sin recurso a la justicia recta. Por eso esta ley significa en Israel una atenuación de esta inclinación natural. Que la venganza de sangre nunca sobrepase el mal sufrido. ¿Dónde está la novedad de Jesús en el sermón de la montaña? En que este intento de atemperar la reparación del mal sufrido es insuficiente. Hay que ir más adelante. No solamente excluye e invalida la ley del talión, sino que añade unas pautas de comportamiento que sólo se pueden realizar en la utopía evangélica. Jesús ha ido por delante.

Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa Y ya sabemos lo que significa dar una bofetada en la mejilla. Tiene una significación especial en la Escritura: se inflige con el reverso de la mano. Se trata de honor o deshonor, de honra o deshonra. Este gesto ha pasado a significar una de las formas más graves de injuria y humillación para el que la recibe. En aquella sociedad tenían especial cuidado en todo lo concerniente al honor y la vergüenza. Perdido el honor era prácticamente imposible recuperarlo. Se está pensando en injurias graves que atentan contra la fama, el honor y la dignidad de las personas en los planos y campos más delicados y más íntimamente estimados. Atañe a la misma esencia del ser persona social. No solamente no se debe devolver la bofetada recibida, sino que hay que estar dispuestos a poner la otra mejilla. Jesús ha ido al corazón de las personas y de los acontecimientos. Sólo con la mirada puesta en Aquel que lo proclama es posible realizar este programa, porque él merece toda credibilidad ya que ha ido por delante marcando el camino, sobre todo en sus procesos y muerte. La investigación del Jesús histórico nos permite conocer mejor la sociedad en que vivió Jesús y la presencia de Jesús en esa sociedad. El trato diario y de sol a sol con sus compañeros de trabajo le permitía entrar cada vez más en la problemática que les inquietaba. Y, precisamente, de Galilea salieron todos los movimientos revolucionarios. Estas palabras de Jesús alcanzan a todas las situaciones de conflicto comenzando por las más graves hasta lo más cotidiano.

2.” ¡Amar a los enemigos, suprema novedad del Evangelio!

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen… La formulación del amor al prójimo que encontramos en Lv 19,17s se refiere a los conciudadanos, miembros del mismo pueblo. Es más difícil encontrar la formulación del aborrecimiento a los enemigos en la Escritura. Pero sí lo encontramos, de alguna mane ra, en Qumrán: Detestarán a todos los hijos de las tinieblas, a cada uno según su culpabilidad, de acuerdo con la venganza de Dios (Regla de la Comunidad, 1, 9-1 1). Estos habitantes del desierto se tenían por la comunidad fiel de la alianza. Pero en el precepto del amor al prójimo se atenían sustancialmente al precepto del Levítico. En la mentalidad del judaísmo contemporáneo de Jesús se pensaba: hay que amar a los miembros del pueblo de Israel y aborrecer a los goyim (gentiles) que son unos impuros y malditos. Este es el ambiente en que hay que escuchar estas palabras de Jesús. Los enemigos en quienes piensa Jesús de forma más inmediata son los invasores romanos que extorsionan, roban, matan y violan sin escrúpulos. Los oyentes de Jesús están habituados a oír relatos de esos comportamientos de los romanos. El pueblo de Israel sentía por ellos un profundo desprecio y odio visceral. Extorsionaban a los agricultores con sus impuestos. La agricultura era el 90% del trabajo y de los ingresos en Palestina, más o menos. Esos son los enemigos de los que habla Jesús en el sermón de la montaña. ¿Dónde está la novedad de Jesús? En primer lugar, amar es la expresión más profunda de la amistad y de la comunión entre personas. La clave para comprender a Jesús se encontraría en algunos testimonios más significativos (1Jn 4,8; Jn 3,16s: 15,13; Jn; Lc 23,34). Dios es misericordioso y manifiesta su poder en el perdón y en la misericordia. Sólo el Lugarteniente de un Dios así puede proclamar estas palabras que alcanzan a la misma raíz del cristianismo va que es, al igual que Jesús, dentro de sus flaquezas y debilidades, el icono del amor de Dios. El amor a los enemigos sólo lo podrán comprender y practicar los que se encuentren bien asentados en la utopía de Jesús.

3ª) ¡Grandeza y exigencia de la filiación divina!

Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo… Jesús es el icono visible del amor de Dios hacia los hombres. Él sabe bien que su Padre ama a todos sin excepción ninguna, porque todos los hombres le interesan. Porque todos los hombres le pertenecen, porque es su Creador. Jesús transmite al mundo esta verdad fundamental. Cuando Jesús proclama estas directrices de comporta miento para sus discípulos lo hace como último enviado del Padre y como intérprete autorizado de su voluntad. Esto es posible, porque su Padre no manda nada imposible a sus hijos. Dios cuando manda ayuda para que se pueda realizar lo mandado. El último punto de referencia es el Padre y su amor universal real y eficaz a favor de todos los hombres. El evangelista Mateo, intérprete de las palabras de Jesús, indica en qué se manifiesta el amor universal de Dios: en su generosidad al distribuir los dones naturales y necesarios para los hombres. Dios no hace acepción de personas cuando envía la lluvia y permite la salida del sol cada mañana. A todos alcanza. Estas palabras suponen una mirada sobre el mundo que corresponde a la antigüedad israelita según la cual todo lo hace Dios y todo depende de Dios. Realmente en su comprensión de la creación y del mundo esta visión es coherente y razonable. El mandato del amor a todos, incluidos los enemigos, nos sitúa en el plan de Dios Creador. Por eso puede comprender que prójimos son todos los hombres sin distinción, como el Padre no hace distinción de personas.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

1Cor 3, 16-23 (2ª lectura Domingo VII de Tiempo Ordinario)

¡El conjunto de los creyentes forman un santuario!

Ese templo sois vosotros. Pablo quiere reafirmar la unidad de la Iglesia amenazada seriamente en Corinto. La comunidad cristiana, cuerpo de Cristo (1Cor 12; Rm 12), es el verdadero templo donde habita la gloria de Dios y donde es colocada la nueva alianza. La escuela joánica interpreta las palabras de Jesús con motivo de la expulsión de los vendedores como el cuerpo glorioso de Cristo: Pero el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo (Jn 2, 21). El autor del Apocalipsis enseña que en la Jerusalén celestial no hay santuario, porque Dios y el Cordero es su santuario (Ap 21,22). El Espíritu Santo que mora en la comunidad, en la Iglesia, consuma lo que el templo prefiguraba, a saber, el lugar o estancia de la gloria de Dios (1Cor 6,19; 2Cor 6,16). Todos los fieles constituyen el templo de Dios: son santos desde la regeneración bautismal, poseen el Espíritu que garantiza la comunión (Jn 14,14). ¡Todo es vuestro! Todos participan de los bienes que Dios ha ofrecido al mundo. Dios lo será todo en todos al final del camino y para siempre, pero ya lo es desde ahora porque es el Padre de todos sin acepción de personas.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Lev 19, 1-18 (1ª lectura Domingo VII Tiempo Ordinario)

¡El punto de referencia de toda moral es el mismo Dios!

Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. Las prescripciones que se recogen en este capítulo 19 atañen a todo el pueblo. La santidad según la Escritura tiene un sentido más amplio que el uso que se hace en teología y en la espiritualidad. La santidad de Dios queda esclarecida cuando se realiza su proyecto. Y siempre tiene un sentido comunitario con consecuencias para la vida cotidiana y para la vida cultual. La santidad es uno de los atributos esenciales del Dios de Israel (Lv 11,44-45; 19,2; 20,7.26; 21,8; 22,32s). La primera idea que sugiere este atributo es el de la sepa ración, trascendencia, inaccesibilidad y fidelidad de Dios (Os 11). Dios es el Otro que trasciende al hombre y a todo el mundo creado y al que no le alcanzan las debilidades humanas. En el antropomorfismo de Israel no se habla nunca de las miserias de Dios, y menos en el orden moral. Sí se habla de la compasión de Dios y las entrañas de misericordia; se habla incluso de la cólera de Dios pero en sentido de celo por su honor. ¡No a la venganza y al rencor! En la legislación de Israel se atempera el impulso de venganza que existía en la antigüedad.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes VI de Tiempo Ordinario

Caín y Abel, triste episodio, el de le envidia de Caín. Por estar desconectado de Dios, se deshumaniza. Es toda una catequesis que explica lo destructivo del pecado de los celos, de le envidia especialmente cuando no se sabe valorar al ser humano. Es una sensación de estrechez. No le basta ningún espacio, ninguna ganancia. Los perores asesinos están fuera de sí, están tan insatisfechos que no caben, ni están satisfechos. Se expanden más allá de sus posibilidades. Esto lleva al punto de que necesitan ser los únicos, los insustituibles. Entran en un proceso de exterminar a todo lo que está en su espacio. Los grandes soberbios, como Alejandro Magno, Napoleón, Hitler y otros de éste tiempo son seres insaciables. Pero el ser humano está hecho para el infinito, Dios. No para otra cosa.

Hoy como ayer, pedimos signos y señales del cielo para creer en Dios. Desde siempre se ha asimilado a Dios con el poder, con lo mágico y con los portentos. No estamos diciendo que Dios no tenga poder. La señal  del cielo está en la tierra, en Jesucristo, Dios con nosotros, cercano. Además Cristo está dentro de nosotros mismos, dentro de nuestra propia historia, en el recorrido de nuestros acontecimientos, en el cada día.

Lo que el Evangelio a través de Jesús, presenta es que la lógica de Dios es muy diferente, porque la gloria de Dios está en la manifestación plena de Jesús Crucificado. Es en el Cristo colgado en la Cruz, donde Dios muestra su potencia y su gloria. En la vida cristiana nos da miedo hablar de la debilidad de Dios manifestada en Jesús de Nazaret, el Crucificado. Estamos invitados a reafirmar nuestra espiritualidad desde la idea de Dios que Jesús de Nazaret nos reveló. Hemos de vivir experimentando a Dios como Jesús lo experimentó: en la simplicidad, en la normalidad, en la impotencia. Jesús se resistió a dar señales portentosas de Dios. Lo manifestó como un Dios sencillo.

Estos le piden a Jesús una señal. Él no se presta para esto. La fe no es un espectáculo. Cristo se da media vuelta ante los que lo desafían, no como acto soberbio, sino como invitación al conocimiento de sí mismo, a quedarse sin lo espectacular, y los fariseos se quedan solos consigo mismos, con sus propias realidades de etnocentrismo, teocentrismo, egocentrismos y todos los centrismos que destruyen la comunión con Dios y con los hombres.
¿Estamos dispuestos a experimentar a Dios desde el sin-poder, tal como Jesús lo hizo?

Ciudad Redonda

Meditación- Lunes VI de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes VI de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 8, 11-13):

En aquel tiempo:

Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo.»

Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.

Jesús no acaba de entender que los descreídos fariseos le pidan “un signo del cielo”. “¿Por qué esta generación reclama un signo?”. Jesús ya ha hecho más que suficiente, con sus palabras y gestos especiales, como la curación de enfermos, para que sus oyentes crean en él y le acepten a él y a su mensaje.

La actitud de los oyentes de Jesús en su tiempo y en todos los tiempos, también en el nuestro, es doble: unos, haga lo que haga, le van a rechazar… no le van a dejar entrar en sus corazones, de alguna manera podemos decir que le van a matar… y otros le van, le vamos a aceptar con los brazos abiertos, nombrándole el Señor y Dueño de nuestra vida.

No valen los signos prodigiosos para creer en Jesús. Jesús no tiene más que dos vías para conquistarnos: sus palabras de vida y su desbordante amor hacia nosotros. Y a estas dos vías podemos añadir otra: Quien camina desde la amistad con Jesús por la senda que nos traza se encontrará en su corazón con la alegría, la felicidad, la vida abundante que tanto anhelamos.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – Lunes VI de Tiempo Ordinario

LUNES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Gén 4, 1-15. 25. Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
  • Sal 49.Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
  • Mc 8, 11-13.¿Por qué esta generación reclama un signo?

Antífona de entrada
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa: tú eres el que restituyes mi heredad.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, sabiéndonos peregrinos en presencia de Dios, y confiando en su bondad, supliquemos su misericordia al comenzar la celebración de la Eucaristía, pidiendo perdón por nuestros pecados.

• Tú, que nos puedes salvar. Señor, ten piedad.
• Tú, que nos invitas a ser sinceros. Cristo, ten piedad.
• Tú, que nos iluminas con tu ejemplo. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
que manifiestas tu poder sobre todo
con el perdón y la misericordia,
aumenta en nosotros tu gracia, para que,
aspirando a tus promesas,
nos hagas participar de los bienes del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Unamos ahora nuestras voces a la de Jesucristo y, arraigados en su amor, dirijamos nuestras plegarias a Dios Padre.

1.- Por la gente que tiene que afrontar pruebas y sufrimientos, para que crezcan como personas y como cristianos a través de la prueba de su fe, roguemos al Señor.

2.- Por los que vacilan en su fe o dudan de comprometerse a vivir según las exigencias de su fe, para que el Señor les dé perspicacia y fortaleza, roguemos al Señor.

3.- Por todos nosotros, para que el Señor aumente nuestra fe y la haga rica y espontánea, sin que necesitemos señales especiales ni milagros, roguemos al Señor.

Dios y Padre nuestro, que nos ha dado el gran signo del cielo en la resurrección de tu Hijo, escucha nuestras súplicas y haznos fuertes en la fe. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
DIOS misericordioso,
que destruiste el hombre viejo
y quisiste crear el hombre nuevo a tu imagen,
concédenos, renovados del mismo modo,
ofrecer este sacrificio de reconciliación,
agradable a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Mt 19, 27-29
En verdad os digo, los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna.

Oración después de la comunión
SEÑOR,
que el sacramento del cielo renueve nuestro cuerpo y espíritu,
para que seamos coherentes en la gloria de aquel
cuya muerte hemos anunciado y compartido.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.