1Cor 3, 16-23 (2ª lectura Domingo VII de Tiempo Ordinario)

¡El conjunto de los creyentes forman un santuario!

Ese templo sois vosotros. Pablo quiere reafirmar la unidad de la Iglesia amenazada seriamente en Corinto. La comunidad cristiana, cuerpo de Cristo (1Cor 12; Rm 12), es el verdadero templo donde habita la gloria de Dios y donde es colocada la nueva alianza. La escuela joánica interpreta las palabras de Jesús con motivo de la expulsión de los vendedores como el cuerpo glorioso de Cristo: Pero el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo (Jn 2, 21). El autor del Apocalipsis enseña que en la Jerusalén celestial no hay santuario, porque Dios y el Cordero es su santuario (Ap 21,22). El Espíritu Santo que mora en la comunidad, en la Iglesia, consuma lo que el templo prefiguraba, a saber, el lugar o estancia de la gloria de Dios (1Cor 6,19; 2Cor 6,16). Todos los fieles constituyen el templo de Dios: son santos desde la regeneración bautismal, poseen el Espíritu que garantiza la comunión (Jn 14,14). ¡Todo es vuestro! Todos participan de los bienes que Dios ha ofrecido al mundo. Dios lo será todo en todos al final del camino y para siempre, pero ya lo es desde ahora porque es el Padre de todos sin acepción de personas.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

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