Lectio Divina – Jueves VI de Tiempo Ordinario

“Tú eres el Mesías”. “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, de tus dones espléndido; luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Amén.

Lectura. Marcos capítulo 8 versículos 27 al 33:

Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.

Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.

Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirle. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El milagro del ciego anónimo se realiza en los discípulos. Mientras que la muchedumbre sigue confundida, los discípulos pueden ver claro. Pedro, en nombre de todo el grupo, proclama abierta y certeramente la identidad de Jesús: Tú eres el Mesías. Este es un momento central en el argumento del libro y ha sido preparado cuidadosamente.

Sin embargo, aunque la respuesta de Pedro era exacta, se podía prestar a graves malentendidos en la línea de un mesianismo triunfalista y político-nacionalista. Por eso los discípulos reciben la orden de callar. Era necesario completar y purificar el concepto de Mesías.

Meditación:

“Según todos los evangelistas, la confesión de Simón sucedió en un momento decisivo de la vida de Jesús, cuando, después de la predicación en Galilea, se dirige decididamente a Jerusalén para cumplir, con la muerte en la cruz y la resurrección, su misión salvífica. Los discípulos se ven implicados en esta decisión: Jesús los invita a hacer una opción que los llevará a distinguirse de la multitud, para convertirse en la comunidad de los creyentes en él, en su “familia”, el inicio de la Iglesia. Hay dos modos de “ver” y de “conocer” a Jesús: uno, el de la multitud, más superficial; el otro, el de los discípulos, más penetrante y auténtico.

Con la doble pregunta: “¿Qué dice la gente?”, “¿qué decís vosotros de mí?, Jesús invita a los discípulos a tomar conciencia de esta perspectiva diversa. La gente piensa que Jesús es un profeta. Esto no es falso, pero no basta; es inadecuado. En efecto, hay que ir hasta el fondo; es preciso reconocer la singularidad de la persona de Jesús de Nazaret, su novedad. También hoy sucede lo mismo: muchos se acercan a Jesús, por decirlo así, desde fuera. Grandes estudiosos reconocen su talla espiritual y moral y su influjo en la historia de la humanidad, comparándolo a Buda, Confucio, Sócrates y a otros sabios y grandes personajes de la historia. Pero no llegan a reconocerlo en su unicidad. Viene a la memoria lo que Jesús dijo a Felipe durante la última Cena: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? (Juan capítulo 14, versículo 9).

A menudo Jesús es considerado también como uno de los grandes fundadores de religiones, de los que cada uno puedetomar algo para formarse una convicción propia. Por tanto, como entonces, también hoy la “gente” tiene opiniones diversas sobre Jesús. Y como entonces, también a nosotros, discípulos de hoy, Jesús nos repite su pregunta: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Queremos hacer nuestra la respuesta de san Pedro. Según el evangelio de san Marcos, dijo: “Tú eres el Cristo” (Marcos capítulo 8, versículo 29); en san Lucas, la afirmación es: “El Cristo de Dios” (Lucas capítulo 9, versículo 20); en san Mateo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo capítulo 16, versículo 16); por último, en san Juan: “Tú eres el Santo de Dios” (Juan capítulo 6, versículo 69). Todas esas respuestas son exactas y valen también para nosotros”. (Benedicto XVI).

Oración:

Señor Jesús, ante un mundo que prefiere promesas falsas, nosotros queremos reconocerte como Hijo de Dios y Salvador de los hombres. Te creemos resucitado y vivo hoy como ayer, y estamos seguros de que vives en nosotros por tu Espíritu. Concédenos conocerte a fondo por la fe y la amistad; y haz que, queriendo a nuestros hermanos, nos entreguemos a la fascinante tarea de amarte apasionadamente. Amén.

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 424: Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre, nosotroscreemos y confesamos a propósito de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo capítulo 16, versículo 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por Pedro, Cristo ha construido su Iglesia.

Oración final:

Señor, que no sea sordo a tu voz. Gracias por el don de la fe. Pudiste haberme creado fuera de la fe en Ti, y, sin embargo, por puro amor y no por mérito mío, me diste la gracia de ser cristiano. Haz que mi fe en Ti quiera difundirla entre los hombres con quienes me encuentre como un verdadero regalo que vale la pena compartir.

Propósito:

Reflexionar a lo largo del día si Cristo es realmente mi Dios, o tengo otros dioses que me hacen feliz.

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Homilía – Jueves VI de Tiempo Ordinario

El Evangelio de la misa de hoy nos presenta a Jesús con sus discípulos en Cesarea de Filipo. Mientras caminan, Jesús pregunta a los apóstoles: «¿Quién dice la gente que soy yo?»,

No tenía el Señor necesidad de hacer esta pregunta pues Él conocía bien las opiniones y conversaciones del pueblo; pero el Señor preparaba el terreno para otra cuestión más definitiva. La respuesta que dieron los apóstoles fue sencilla: «Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías o alguno de los profetas.»

Todos reconocían en Jesús, cuando menos, que era comparable a los hombres más ilustres de la historia de Israel.

Y después que ellos dijeran las diversas opiniones de la gente, Jesús les hace la pregunta fundamental, directamente a ellos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»

El Papa, al comentar este pasaje dice que «todos nosotros conocemos ese momento en que no basta hablar de Jesús repitiendo lo que otros han dicho…, no basta recoger una opinión, sino que es preciso dar testimonio, sentirse comprometido por el testimonio, y después llegar hasta los límites de las exigencias de ese compromiso. Los mejores amigos, apóstoles de Jesús fueron siempre los que percibieron un día dentro de sí la pregunta definitiva, que no tiene vuelta de hoja, ante la cual, todas las demás resultan secundarias: «Para ti, ¿quién soy Yo?. Juan Pablo II nos dice que la vida y todo el futuro dependen de esa respuesta, nítida y sincera; sin retórica ni subterfugios, que pueda darse a esa pregunta»

Pedro contestó categóricamente: «Tú eres el Mesías».

Cuando el Sumo Sacerdote pregunta al Señor, en los momentos previos a su Pasión: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?, Jesús le contesta: «Yo soy, y verás al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Padre, y venir sobre las nubes del cielo».

En esta respuesta, Jesús no solo da testimonio de ser el Mesías esperado, sino que aclara la trascendencia divina de su misión.

En ese momento y ahora, sólo existe una única respuesta verdadera a la pregunta de Jesús: «Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo Unigénito de Dios. La Persona de la que dependen todas nuestras vidas, nuestros destinos, y nuestra felicidad».

Sabemos muy bien, -son palabras del Papa-, que ante Jesús no podemos contentarnos con una simpatía simplemente humana, ni es suficiente considerarlo sólo como un personaje digno de interés histórico, teológico, espiritual, social o como fuente de inspiración artística. Jesucristo nos compromete absolutamente y por enteros. Nos pide que al seguirle renunciemos a nuestra propia voluntad para identificarnos con Él.

En este año Santo, en que la Iglesia nos invita a una verdadera conversión del corazón, pidamos a María, nuestra Madre, que renovemos con firmeza nuestra decisión de seguir de cerca a Jesús, para que nos acoja como a uno de sus discípulos más próximos.

Comentario – Jueves VI de Tiempo Ordinario

Marcos 8, 27-33

a) Con el pasaje de hoy termina la primera parte del evangelio de Marcos. la que había empezado con su programa: «Comienzo del evangelio de Jesús Mesías, Hijo de Dios» (1,1). Ahora (8,29) escuchamos, por fin, por boca de Pedro, representante de los apóstoles, la confesión de fe: «Tú eres el Mesías». Es una página decisiva en Marcos, la confesión de Cesarea.

Es una pregunta clave, que estaba colgando desde el principio del evangelio: ¿quién es en verdad Jesús? Pedro responde con su característica prontitud y amor. Pero todavía no es madura, ni mucho menos, esta fe de los discípulos. Por eso les prohíbe de nuevo que lo digan a nadie.

La prueba de esta falta de madurez la tenemos a continuación, cuando sus discípulos oyen el primer anuncio que Jesús les hace de su pasión y muerte. No acaban de entender el sentido que Jesús da a su mesianismo: eso de que tenga que padecer, ser condenado, morir y resucitar. Pedro recibe una de las reprimendas más duras del evangelio: «Apártate de mi vista, Satanás. Tú piensas como los hombres, no como Dios».

b) Nosotros creemos en Jesús como Mestas y como Hijo de Dios. En la encuesta que el mismo Jesús suscita, nosotros estaríamos claramente entre los que han captado la identidad de su persona y no sólo su carácter de profeta. Nos hemos definido hace tiempo y hemos tomado partido por él.

Pero a continuación podemos preguntarnos con humildad -no vaya a ser que tengamos que oír una riña como la de Pedro- si de veras aceptamos a Jesús en toda su profundidad, o con una selección de aspectos según nuestro gusto, como hacían los apóstoles. Claro que «sabemos» que Jesús es el Hijo de Dios. Entre otras cosas, Marcos nos lo ha dicho desde la primera página. Pero una cosa es saber y otra aceptar su persona juntamente con su doctrina y su estilo de vida, incluida la cruz, con total coherencia.

Día tras día vamos espejándonos en Jesús. Pero no sólo tenemos que aceptarle como Mesías, sino también como «Mesías que va a entregar su vida por los demás». Mañana nos dirá que acogerle a él es acogerle con su cruz, con su misterio pascual de muerte y resurrección. También para nuestra vida de seguidores suyos: «que cargue con su cruz y me siga».

A Pedro le gustaba lo del Tabor y la gloria de la transfiguración. Allí quería hacer tres tiendas. Pero no le gustaba lo de la cruz. ¿Hacemos nosotros algo semejante? ¿merecemos también nosotros el reproche de que «pensamos como los hombres y no como Dios»? Tendríamos que decir, con palabras y con obras: «Señor Jesús, te acepto como el Mesías, el Hijo de Dios. Te acepto con tu cruz. Dispuesto a seguirte no sólo en lo consolador, sino también en lo exigente de tu vida. Para colaborar contigo en la salvación del mundo».

«Al hombre le pediré cuenta de la vida de su hermano» (1ª lectura, I)

«En aquel día pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva» (prefacio de Adviento)

«El Señor, desde el cielo, se ha fijado en la tierra» (salmo, I)

«No juntéis la fe en Nuestro Señor con la acepción de personas» (1ª lectura, II)

«Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias» (salmo, II)

«El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial

Señor Jesús,
veo que lo que Tú nos ofreces
como meta
a la que hemos de dirigirnos,
como objetivo a conseguir es:
parecernos a Dios Padre.
Y esto aplicado
a todos los ámbitos
de la vida humana:
Parecernos a Dios Padre

Así por ejemplo,
como Dios hace salir el sol
sobre buenos y malos
así nosotros hemos de tratar
de ser buenos con todos.

Sencillamente porque Dios
actúa de esta forma. Y punto.
Ese es el último razonamiento.
Porque Dios obra
de una determinada manera
así y también he de tratar
de actuar de forma parecida
a la de Dios.

Es la manera de ser de Dios Padre
la que Jesús tiene en mente,
para proponérnosla
como punto de referencia,
como propuesta para ofrecérnosla
a imitar, a hacerla realidad
en cada uno de nosotros.

No quiere Jesús
que nos miremos entre nosotros
para copiarnos, para compararnos
sino que lo que pretende
es que cada uno tratemos de mirar
a Dios e imitarle.

Esa es la última razón
que Él encuentra
para convencernos
y defender su propuesta,
para invitarnos a ciertos
comportamientos que
a nivel humano nos pueden parecer
muy complicados
y a lo mejor incluso imposibles
de alcanzar para el ser humano.

Tú, Señor Jesús,
veo que te centras sobre todo
en las relaciones entre las personas,
que a la hora de la verdad
ocupan la mayor parte
de nuestra vida
y que son motivo
de que la convivencia adquiera
un cariz u otro.

Si las relaciones entre las personas
son buenas hay felicidad,
hay paz, hay alegría etc.
Por el contrario
si las relaciones entre las personas
son desastrosas, todo va mal.

Señor Jesús,
gracias por tus orientaciones
que me son ahora y siempre
muy válidas.
Gracias de tantas personas
que hacen lo que Tú, Señor Jesús,
nos propones.

Por último, Señor Jesús,
perdón, porque muchas veces
no tengo en cuenta tus orientaciones.
Perdón también
por todas las personas
que esto que Tú nos dices hoy
no lo tienen en cuenta.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• La Palabra de Dios nos presenta la ley denominada: Ley del Talión. Aunque no lo parezca, aunque a simple vista veamos en ella una gran barbaridad su finalidad era poner un límite a la prepotencia del más fuerte y a la venganza sin control. Por tanto en si fue una buena ley para que la gente no se desmadrase.

• Puede parecernos esta ley absurda; y si nos paramos a pensar en nuestros tiempos cuantas veces no continúa aplicándose: cuantas represalias se dan que son mucho peores que los males que las originaron.

• Se trata por tanto de introducir el principio del control, el principio de la proporcionalidad.

• Por lo visto hacía falta poner unos límites porque los poderosos, los fuertes se extralimitaban y había que ordenar, poner unos límites.

• La nueva aportación de Jesús la concreta en distintos casos concretos.

1.- Al que te abofetea.
2.- Al que te quiera ponerte un pleito.
3.- A quien te requiera para caminar una milla.
4.- A quien te pide.

• Se trata de ejemplos a los que cada uno de nosotros podemos añadir otros muchos.

• Fijémonos como Jesús era un maestro concreto, no se perdía en abstracciones, Él iba directo a la vida de las personas.

• Es cierto que todo ello no quiere decir que hemos de ser unos tontos: Jesús en el momento de su juicio no dio su otra mejilla sino que se defendió y preguntó: «¿Por qué me pegas?” (Jn 18,23).

• Esta forma de pensar de Jesús nos está diciendo que hemos de vencer las ansias de venganza que pueden apoderarse de nosotros.

• En todo el texto se ve la aportación de Jesús, que no se reduce a no devolver mal por mal sino que va mucho más lejos, tan lejos que nos parece casi imposible “sí uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”. (39-42)

• La propuesta de Jesús es radicalmente nueva a lo que entonces y aún ahora suele darse.

• Jesús viene a decir: en las relaciones humanas devuelve siempre bien por mal, así de simple.

• Esto que dice Jesús en unos ejemplos concretos, seguidamente lo formula en un principio más general en el que afirma que el amor no se reduce sólo al prójimo sino que alcanza incluso a los enemigos “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. (43-44)

• No es fácil la propuesta de Jesús, es casi imposible para el ser humano. Si Dios no pone su mano, si Dios no nos ayuda…. nos es prácticamente imposible,

• Razón de esta propuesta de Jesús: «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. (45)

• Jesús mismo nos propone la meta a la que debemos aspirar: «ser perfectos como Dios es perfecto” (48). O sea la meta: parecernos a Dios. Nuestro modo de actuar es asemejaros a Dios. Ahí está el objetivo a imitar y de ahí es de donde deben emanar las leyes y los comportamientos entre los seguidores de Jesús.

• Como se ve la oferta de Jesús no se queda sólo en la no violencia, sino que ofrece una aportación activa, creativa dirigida a ofrecer una nueva relación con el adversario.

Comentario al evangelio – Jueves VI de Tiempo Ordinario

Pedro respondió acertadamente: «Tú eres el Mesías». Pero ni él ni sus compañeros sabían cabalmente qué quería decir eso de ser el Mesías; por ello Jesús se esfuerza en enseñarles «con toda claridad» de qué se trata su mesianismo (Mc 8,32).  Pedro sabía que Jesús era “el Cristo”, lo cual implicaba reconocer que Jesús tenía un poder sobrenatural, un sentido de misión divina y una unión especial con Dios. Posiblemente hasta allí llegaba el entendimiento del apóstol, pero aún no se imaginaba que todo terminaría en la cruz.

Jesús clarifica a Pedro, y al resto de los discípulos, que su mesianismo es diferente al que esperaban. El mesianismo de Jesús estará marcado por el sufrimiento hasta la muerte en cruz. Esta idea de mesianismo que plantea se sale de la lógica de aquel momento histórico. Esa claridad sobre el camino del dolor como vía de redención ofusca los ojos de Pedro el entusiasta, quien, como si se tratara de un acto de caridad, reprende a Jesús a solas. Jesús corrige en público a Pedro seguramente porque entendía que, aunque Pedro hubiera tomado la iniciativa, sus ideas no eran sólo suyas sino que las compartían un poco todos.

Jesús hoy, lanza la misma pregunta a cada uno de los bautizados. Nosotros que nos hacemos llamar los “nuevos discípulos” de Jesús estamos invitados a responder con nuestra propia vida, con nuestra forma de actuar, con nuestra manera de intervenir en el mundo, a la pregunta ¿Quién es Jesús para nosotros?  Sólo cuando seamos libres de las ideas extrañas de Dios que tenemos en nuestra cabeza y aceptemos con corazón sincero el Dios que nos revelo Jesús, podremos decir que somos verdaderos seguidores de Jesús de Nazaret y pro seguidores de su causa hasta la muerte.

Gracias a Cristo, la cruz ha venido a ser la fuente de la cual emana todo tipo de gracias y bendiciones para todo el que quiera creer: liberación de hábitos de pecado, prudencia para llevar una vida recta y libertad de los poderes de las tinieblas. ¡El instrumento de muerte ha pasado a ser el vehículo que nos da la libertad y la vida!

¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué significa para ti aceptar la cruz? Las dos preguntas van de la mano, porque un Mesías crucificado ha de tener seguidores crucificados. ¿Asumes tú la batalla interna de decir “no” a los razonamientos de egocentrismo o prepotencia del mundo para avanzar en la vida espiritual enraizada en la realidad? ¿Crees en las verdades de tu redención y le pides a Dios fortaleza para vivirlas en la práctica? ¿Haces oración diaria teniendo la mirada fija en Jesús, tu Salvador crucificado?

Permite hoy que el Espíritu Santo te conduzca a la cruz, para que allí sane tu corazón y se renueve tu mente para que actúes conforme al maestro de la vida.

¡Qué Dios nos ayude! ¡Solos es imposible!

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves VI de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves VI de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 8, 27-33):

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»

«Y ustedes, ¿ quién dicen que soy yo?»

Pedro respondió: «Tú eres el Mesías.» Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.

Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.

Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»

La respuesta que Jesús le hace a Pedro, después de su afirmación de que era el Mesías, también nos sirve de provocación a nuestras respuestas, cuando somos preguntados por qué somos seguidores de Jesús, y qué aporta a nuestra vida.

Lo primero que les aconseja, que no se lo digan a nadie, pues igual se equivocan. Lo mismo nosotros es no comunicar a nadie, pues igual nos equivocamos, si no somos consecuentes con esas afirmaciones.

Ellos no habían comprendido del todo la misión de Jesús, pues tenían una idea equivocada de lo que era el Mesías; será necesario que guarden silencio hasta que no lo comprendan del todo. Es necesario que le sigan, que sigan aprendiendo. Es necesario que se liberen de falsas concepciones del Mesías y de la idea que tenían de su misión. Su misión es muy comprometida con su Dios como su Padre y con la humanidad. Tienen que seguir aprendiendo de su actuación y los acontecimientos que le van a ocurrir por ser el Mesías.

¿No tendremos que seguir descubriendo qué repercusiones tiene para nuestra vida, las afirmaciones que hacemos sobre Jesús?Aquí está la provocación, seguir descubriendo las exigencias de ser seguidores de Jesús y qué retos nos exige, para proponer a los demás el ser seguidor de Jesús.

Fr. Mitxel Gutiérrez Sánchez O.P.

Liturgia – Jueves VI de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA VI SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde).

Misal: Cualquier formulario permitido, Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar.

  • Gen 9, 1-13. Pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra.
  • Sal 101. El Señor desde el cielo se ha fijado en la tierra.
  • Mc 8, 27-33. Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.

Antífona de entrada          Cf. Jr 31, 3; 1Jn 2, 2
Con amor eterno nos amó Dios; envió a su Hijo único como víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Monición de entrada y acto penitencial
El evangelio de hoy nos dice que un día Jesús preguntó a sus discípulos quién pensaban que era él, y Pedro dijo: Tú eres el Cristo, es decir el Salvador prometido. Pero cuando Jesús les dijo que él salvaría a su pueblo por su sufrimiento y muerte antes de su resurrección, Pedro protestó. No podía aceptar la figura de un Señor sufriente. — A nosotros también nos es difícil aceptar el dolor y la contradicción. Nos quejamos y protestamos: “¿Por qué yo;  por qué a mí?”  Pero tenemos que aprender de Jesús que el dolor y la dificultad son parte de nuestra vida y, con frecuencia, son también el camino para la vida y la alegría. Personas que han sufrido por los otros comprenden bien lo que significa amar.

Yo confieso…

Oración colecta
OH Dios,
que quisiste dar pastores a tu pueblo,
derrama sobre tu Iglesia el Espíritu de piedad y fortaleza,
que suscite dignos ministros de tu altar
y los haga testigos valientes y humildes de tu Evangelio.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Con la profesión de fe de Pedro culmina la previa y gradual auto-revelación que Jesús ha venido ofreciendo a los suyos. Y aquí, de inmediato, se introduce el tema más amplio del «Mesías sufriente», con el consiguiente escándalo que en él va implícito. Este tema –de honda raigambre profética (Cfr. Isaías capítulos 42 y 53)– sólo vendrá a aclararse a la luz de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La interrogante que Jesús planteó en su momento a sus discípulos sigue abierta. Ella, hoy como ayer, sigue esperando la adecuada y comprometida respuesta de nosotros los creyentes.

Oración de los fieles
Elevemos nuestras súplicas confiadas al Dios del cielo, pidiéndole que nos conceda la luz del Espíritu Santo para comprender sus designios.

1.- Por la Iglesia, para que no se avergüence de predicar a Cristo crucificado y de ser humilde con él y como él, roguemos al Señor

2.- Por los rezagados y atrasados en la vida,  por los pequeños “que no cuentan”, para que no sean pisoteados por los importantes y poderosos, roguemos al Señor.

3.- Por los que no saben adaptarse a la vida, por aquellos cuyas ideas o conducta no compartimos, para que sepamos respetarlos y tengamos un corazón y un lugar para ellos, roguemos al Señor.

Dios y Padre nuestro, que nos ha enviado a tu Hijo Jesucristo como Mesías; acoge la oración de tus hijos y llena el mundo con la luz de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
CONCÉDENOS, Dios misericordioso,
que, alimentados con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
bebamos con fe en la fuente de la misericordia
y nos mostremos cada vez más misericordiosos con nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 102, 17
La misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre para aquellos que lo temen.

Oración después de la comunión
SEÑOR,
alimentados con el pan de la mesa celestial te pedimos que,
por este sacramento de amor,
germinen las semillas que esparces
generosamente en el campo de tu Iglesia,
de manera que sean cada vez más numerosos
los que elijan el camino de servirte en los hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Onésimo

Onésimo (cuyo nombre significa «útil»), vivió en el siglo I y comienzos del II, en Frigia, región del Asia Menor, y antes de convertirse al cristianismo fue esclavo de un importante ciudadano de Colosas, capital de la comarca, llamado precisamente Filemón.

Era éste uno de los más destacados y fervorosos fieles de aquella comunidad; había convertido su casa en iglesia ya allí predicaba el apóstol san Pablo cuando pasaba por el lugar.

Un día Onésimo robó a su amo y, huyendo de la ciudad, tomó el camino de Roma. Llegado a la capital del Imperio, con recursos escasos, sin amigos a quienes acudir, recordó al apóstol de los gentiles al que había conocido en casa de Filemón. Estaba entonces el apóstol encarcelado y cargado de cadenas, pero en la prisión continuaba incansable su misión evangélica, consolando y llevando la luz de la gracia a aquellos desventurados que lo rodeaban. Y Onésimo, después de escuchar su palabra, arrepentido, confesó su delito y se convirtió.

Una vez bautizado, san Pablo lo envió de regreso a su antiguo señor, pero con una carta en la que le pedía no sólo el perdón de su delito, sino su liberación y que lo recibiera como a un amadísimo hermano, que había nacido a nueva vida en Jesucristo. Le dice en la mencionada carta: «Te ruego por mi hijo Onésimo, que he engendrado en mi prisión. El cual en otro tiempo fue inútil para ti, pero ahora es útil a ti y a mí. Te lo devuelvo; recíbelo, pues, como a mi corazón…

Si me consideras como un amigo, acógelo como a mí… Y si en algo te dañó o te debe, anótalo a mi cuenta… Yo lo pagaré»

Así, pues, por obra del apóstol, perdonó Filemón a su antiguo esclavo, le dio la libertad y volvió a enviarlo a Roma, para que lo asistiese en todo lo que pudiera. Quedo junto a aquel Onésimo, y entre otros menesteres, llevó, con Tíquico, la epístola que san Pablo dedicó a los colosenses. Tanto trabajó con la palabra y el ejemplo en aquella nueva y luminosa forma de vida, que san Pablo lo ordenó obispo de Éfeso. Probablemente sucedió en el cargo a san Timoteo (sucesor de san Juan Evangelista), y allí estaba cuando pasó san Ignacio de Antioquía, camino del martirio.

En su misión episcopal trabajó con el celo de los apóstoles y la fama de sus virtudes trascendió pronto los límites de su sede. De él hace gran elogio san Ignacio, obispo de Jerusalén, quien entre otras cosas dice: «Onésimo es inenarrable en su caridad».

En tiempos del emperador Domiciano, fue llevado preso a Roma, donde murió apedreado. Se cree que la lapidación tuvo lugar alrededor del año 109.