Era una familia noble de Córdoba, en aquellos tiempos de los califas. Se dedicó al estudio de la «Filosofía», o sea un conjunto de ciencias gramaticales y teológicas. Entre sus condiscípulos estaba Eulogio de Córdoba (9 de enero), con el cual hizo una amistad entrañable.
Esta amistad le llegó a dedicarse al estudio de las ciencias eclesiásticas. Las continuas conversaciones de los dos amigos le hacían penetrar en las profundidades de la ciencia de Dios. Ello no significaba que Alvaro se hiciera sacerdote; por el contrario, se casó con una sevillana y se vio envuelto durante un tiempo en preocupaciones de tipo familiar. Era un teólogo laico. Fue polemista y apologista. Escribió hermosos libros en un estilo vigoroso y rebuscado. Eulogio y Álvaro atrajeron la atención de otros hombres sinceros, y así se formó una pequeña comunidad de base que supo protestar en diversas ocasiones contra la dominación musulmana sobre los cristianos españoles.
En el año 850 estalló la persecución. Algunos cristianos se presentaban espontáneamente a confesar su fe; preferían la muerte a la esclavitud religiosa. Corría la sangre cristiana por Córdoba; se apoderaba el terror por todas partes. Álvaro animaba a los cristianos encarcelados. Su amigo Eulogio cayó en la lucha. Álvaro siguió vivo, pero el martirio de su amigo fue para él como su propia muerte.