Lectio Divina – Lunes VII de Tiempo Ordinario

“Tengo fe, pero dudo; ayúdame”

Invocación al Espíritu Santo:

Padre, concédeme los frutos de tu Espíritu Santo. Que sea tolerante y valore la diversidad de personalidades, culturas y situaciones. Que sea amable con quien necesita de mi tiempo y esfuerzo. Que descubra tu bondad y la comparta con otros. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Lectura. Marcos capítulo 9 versículos 14 al 29:

Cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde estaban sus discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo.

Él les preguntó: “¿De qué están discutiendo?” De entre la gente, uno le contestó: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido”.

Jesús les contestó: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho”. Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar espumarajos. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?” Contestó el padre: “Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos”.

Jesús le replicó: “¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene fe”. Entonces el padre delmuchacho exclamó entre lágrimas: “Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta”. Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas aentrar en él”. Entre gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó como muerto, de modo que la de mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso de pie.

Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en privado: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?” Él les respondió: “Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El deber de escuchar al Maestro queda subrayado en este relato que pone de manifiesto la impotencia y el fracaso de los discípulos ante un enfermo muy especial.

Este episodio contiene una magnífica catequesis sobre la fe y la Oración: la fe es la apertura incondicional a la acción de Dios; la oración es la llamada humilde y apremiante en la fe, que consigue de Dios lo que humanamente resulta imposible.

Sin fe y oración, el poder que a todo discípulo se le confiere no le servirá de nada.

Meditación:

En estos tiempos donde la ciencia es la primera en levantar la voz altanera, donde la misma razón quiere solucionarlo todo, tratando de imponerse a Dios; se desata la tormenta que golpea contra nuestra barca. Se podría exclamar como el Evangelio: ¡oh generación sin fe!

Este pasaje del evangelio nos recuerda la siguiente historia. En alta mar se desató una tormenta, el vendaval golpeaba contra la pobre embarcación y las olas la movían con ferocidad. Pero un niño que se encontraba en la proa jugando no parecía enterarse del problema. Un marinero sorprendido por su actitud corre hacia él cuando la tormenta ha pasado y lepregunta: ¿no tenías miedo? “No”-, responde con voz aguda, “porque mi papá era el timonel”

Es en los momentos difíciles de la vida, en la tormenta, en un dolor grade, como el del evangelio cuando desde la niñez ha sufrido. Cristo solo pide un poco de fe, basta un poco de fe para obrar el milagro. “Todo es posible para el que tiene fe”. La fe es capaz de mover montañas, las montañas del dolor, es capaz de arrebatar el milagro a Cristo, como la hemorroisa, la fe es el faro que nos muestra el camino. Por eso debemos pedir siempre, “Señor, creo, pero suple mi falta de fe”. ¿Cuando venga el hijo del hombre encontrará fe en el mundo?

Oración:

Gloria a ti, Señor Jesús, porque nos muestras hoy la eficacia de la fe suplicante y nos enseñas que la fe y la oración van unidas. Tú eres nuestro modelo de oración cristiana. Concédenos orar como tú quieres que oremos: con plena disponibilidad a la voluntad del Padre. Infunde tu espíritu en nuestros corazones para que sepamos pedirte lo que nos conviene; y danos siempre la fe, la esperanza y el amor para mantenernos como fieles discípulos tuyos. Amén.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 185 Quien dice “yo creo”, dice “yo me adhiero a lo que nosotros creemos”. La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para todos y que nos una en la misma confesión de fe.

Oración final:

Gracias, Jesús, por recordarme tan claramente que hay una clase de demonios que no salen sino a fuerza de oración y de ayuno. Sin vida espiritual es inútil cualquier esfuerzo evangelizador, por eso te ofrezco alimentar mi trabajo con la fuerza de la oración. Convénceme que solo podré ser instrumento de salvación para mis hermanos en la medida en que esté unido a Ti.

Propósito:

Hacer una comunión espiritual durante el día para unirme constantemente a Jesús en la oración.

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Homilía – Lunes VII de Tiempo Ordinario

Los tres evangelistas relatan esta curación, pero los detalles que brinda el evangelio de Marcos, nos presentan una excelente materia de reflexión.

Al bajar de la montaña, Jesús se encuentra a sus otros discípulos discutiendo con los doctores de la ley. No han podido curar al niño y el angustiado padre acude a Jesús.

Y Jesús, reprende la poca fe de la gente y de los mismos discípulos.

En la conversación con el padre del niño, se ponen de manifiesto las dudas que el hombre tenía en el poder de Jesús.

Pero el Señor, lo ayuda. El Señor ayuda la fe de ese hombre que quería creer. Y el hombre le suplica al Señor: Creo, Señor, pero ayuda mi poca fe.

Esa súplica es también, muchas veces, nuestra súplica. Siempre necesitamos que nuestra fe crezca… , sea aún mayor.

Ya en la casa, Jesús les explica a sus discípulos que esa clase de demonios sólo se expulsa por la oración.

Jesús nos revela que no debemos poner la confianza en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de Dios.

Jesús dejó a sus apóstoles y a su Iglesia, el poder de sanar. Muchos santos, han ejercitado ese poder. Pero muchas veces, los esfuerzos no son tan eficaces…… porque confiamos más en nosotros que en el poder de Dios……. o porque nos falta fe.

Nosotros también, como los apóstoles, tenemos poca fe, creemos poco….. en el poder de la oración.

Si entre nosotros, la fe fuera más viva, se multiplicaría el poder curativo de los sacramentos.

Cuando crece la fe, se intensifica la oración y se multiplica y florece el poder de Dios

Hoy vamos a pedirle al Señor con humildad que ayude a nuestra poca fe, y vamos a proponernos hacer más oración y confiar en el poder infinito de la oración.

Comentario – Lunes VII de Tiempo Ordinario

Marcos 9, 14-29

a) Al bajar del monte de la Transfiguración, Jesús cura al muchacho epiléptico y mudo, al que todos consideran poseído por el demonio y al que los discípulos no han sido capaces de liberar. 

Con sus palabras, Jesús subraya sobre todo la necesidad de la fe para poder vencer el mal. Ante los discípulos se queja, con unas palabras que parecen un desahogo: «Gente sin fe, ¿hasta cuándo estaré con vosotros?». Al padre, que tenía algo de fe («si algo puedes,  ayúdanos») le asegura que «todo es posible al que tiene fe». A los discípulos que aparte le preguntan por qué ellos no han podido curar al poseso. les dice que «esta especie sólo puede salir con oración y ayuno». 

Jesús aparece de nuevo como más fuerte que el mal. Tiene la fuerza de Dios. Igual que en la montaña los tres discípulos han sido testigos de su gloria divina, ahora los demás presencian asombrados otra manifestación mesiánica: ha venido a librar al mundo de sus males, incluso de los demoníacos, de la enfermedad y de la muerte. Los verbos que emplea el evangelista son muy parecidos a los que empleará para la resurrección de Jesús: «Lo levantó y el niño se puso en pie» (en griego: «égueiren» y «anéste»). 

b) Nuestra lucha contra el mal, el mal que hay dentro de nosotros y el de los demás, sólo puede ser eficaz si se basa en la fuerza de Dios. Sólo puede suceder desde la fe y la oración, en unión con Cristo, el que libera al mundo de todo mal. No se trata de hacer gestos mágicos o de pronunciar palabras que tienen eficacia por sí solas. El que salva y el que libera es Dios. Y nosotros, sólo si nos mantenemos unidos a él por la oración. Esta es la lección que nos da hoy Jesús. 

Lo que pasa es que muchas veces nuestra fe es débil, como la del padre del muchacho y la de los discípulos. Por eso, puestos a hacer de «exorcistas» para liberar a otros de sus males, fracasamos estrepitosamente, como aquel día los apóstoles. Seguramente porque hemos confiado en nuestras propias fuerzas y nos hemos olvidado de apoyarnos en Dios.  Cuando nos sentimos débiles en la fe y sumidos en dudas, porque no conseguimos lo que queremos en nuestra familia o en nuestras actividades de la comunidad, por ejemplo las relacionadas con los niños y los jóvenes, será la hora de gritar, como el padre del muchacho enfermo: «Tengo fe, pero dudo, ayúdame». 

En el sacramento del Bautismo hay una «oración de exorcismo» en que suplicamos a Dios que libere de todo mal al que se va a bautizar: «tú que has enviado tu Hijo al mundo para librarnos del dominio de Satanás. espíritu del mal»; «tú sabes que estos niños van a sentir las tentaciones del mundo seductor y van a tener que luchar contra los engaños del demonio… Arráncalos del poder de las tinieblas y, fortalecidos con la gracia de Cristo,  guárdalos a lo largo del camino de la vida». 

En la guerra continua entre el bien y el mal Cristo se nos muestra como vencedor y nos invita a que, apoyados en él -con la oración y el ayuno, no con nuestras fuerzas- colaboremos a que esa victoria se extienda a todos también en nuestro tiempo. 

«Toda sabiduría viene de Dios» (1ª lectura)

«Tus mandatos son fieles y seguros,  la santidad es el adorno de tu casa» (salmo, I) 

«Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón» (salmo, II) 

«Tengo fe, pero dudo, ayúdame» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4

Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto

Vivir la vida en clave de salvación

Los evangelios sinópticos colocan antes del comienzo de la misión de Jesús el relato de las tentaciones. Aunque las tentaciones estuvieron presentes a lo largo de la vida de Jesús, como lo están en nuestra propia vida.

Estela Aldave Medrano hace referencia a que, «Mateo y Lucas describen la triple tentación de hambre (con el pan), de poderes sobrenaturales (arrojarse del alero del templo) y de dominio sobre todos los reinos (que le son puesto delante).» Es interesante que el tentador prueba a Jesús utilizando pasajes de la Escritura.

También nosotros vivimos sujetos a estas tentaciones

Jesús ha ido al desierto llevado por el Espíritu, pero es una decisión que Él asume como propia. Es lógico que en este tiempo sienta hambre. La tentación es resolver un problema humano a través de algo extraordinario como transformar las piedras en pan. Jesús puede dejar el desierto e ir buscar pan, o sea resolver humanamente el problema. Hoy también podemos creer que el poder, el dinero o el saber van a resolver nuestras necesidades mágicamente.

La segunda tentación es más sutil porque pone el acento en la absolutización de sí mismo. Cuestiona nuestra propia identidad: “si eres el hijo de Dios”. Jesús vence esta tentación clarificando quien es.

Por ultimo Jesús afronta el desafío de la ideología y la dominación invitando a reconocer que la salvación es don de Dios. Jesús nos enseñó que el camino de la gracia se da a través de la entrega y el amor como servicio. Que desde la experiencia de Jesús crezcamos y maduremos en esta entrega de la vida.

Fray Edgardo César Quintana O.P.

Mt 4, 1-11 (Evangelio Domingo I de Cuaresma)

¿Por qué y cuándo fue tentado Jesús?

El relato de las tentaciones es una catequesis muy pensada en la que se quiere reflejar cómo Jesús asume solidariamente los dos grandes momentos de la etapa anterior: la historia de la humanidad que allá en el paraíso sucumbe a la tentación, es decir, no quiere aceptar los límites que le corresponde como criatura y la gran peregrinación del pueblo de Dios por el desierto durante cuarenta años. Jesús se solidariza con los protagonistas de ambos acontecimientos, pero desde su singularidad para darles respuesta adecuada y coherente. Esta presentación catequética, hay que desdoblarla y situarla en la vida histórica de Jesús, si se quiere comprender el auténtico mensaje. Quiero decir, que siguiendo tanto el relato sinóptico como el joánico de la misión de Jesús, comprobamos que Jesús fue tentado durante todo su ministerio, para inducirlo al rechazo de la misión que el Padre le ha encomendado y que Jesús aceptó: la salvación a través del verdadero mesianismo y de la tarea Siervo de Yahvé que asume la responsabilidad humana. Esta tarea es escandalosa para los judíos y choca con la concepción en boga en tiempos de Jesús. ¡Fue tentado como nosotros en todo, pero no pecó! ¿Pan o Palabra de Dios? El pan, remite al milagro del maná en el desierto. Jesús vence la tentación retirándose a la montaña y revelando a las gentes el sentido del pan (Jn 6,26ss). ¿Ostentación o silenciosa eficacia salvadora? La segunda tentación es la oferta de un modo distinto de llevar adelante el plan de Dios que el que Jesús se ha atrevido a adoptar. El pueblo judío tiene otras expectativas: la liberación social «manifestándose» como un gran líder que conduzca al pueblo a su liberación. Esta dialéctica de manifestación ostentosa y de ocultamiento salvador es la tentación segunda. La victoria sobre esta tentación se ilumina plenamente en la cruz liberadora de la ley, del pecado y de la muerte, pero que provoca un profundo escándalo. ¿Poder temporal o salvación total y universal? La tercera tentación hay que entenderla en un pueblo sometido duramente por los romanos (roban, violan, extorsionan sin escrúpulo) que necesita una liberación tangible que ha de realizar el Mesías. Y quieren hacerle rey, le ofrecen el liderazgo político-militar. El poder de Dios se manifiesta de otra manera y Jesús quiere encarnar y realizar ese plan (Sb 11,23). En esta realidad de la historia concreta de Jesús las tentaciones recobran toda su viveza. Durante su ministerio tuvo que enfrentarse constantemente con gentes que «le tentaban», le «ponían» a prueba insistentemente hasta la cruz como recuerda Lucas: «le dejó hasta otra ocasión».

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Rom 5, 12-19 (2ª lectura Domingo I de Cuaresma)

¡El reencuentro amoroso con Dios como fruto de la fe en Jesús!

Pablo procede a ilustrar el modo de la justificación por la fe, es decir, los efectos que produce en nosotros: ante todo, la paz con Dios (5,1-11) y la esperanza de la gloria de Dios por la cual seremos glorificados. En segundo lugar, la vida (5,12-21). Es una reproducción muy esquemática del contenido de 5,12-21. En efecto, en 5,12 el apóstol no pasa simplemente de un modo al otro de representar la salvación de los justificados, sino que una vez más asume el discurso desde la raíz. ¡Gratuidad y universalidad de la obra de Cristo! En Jesucristo, Dios ha reafirmado «su» justicia y por lo mismo «su verdad» en medio de toda la injusticia del mundo, dada gratuitamente a quien, en la fe, se abre dócil y responsablemente a ella. Mediante esta acción el segundo Adán no sólo contrabalancea el pecado, sino que concede a la humanidad un acceso de gracia para la vida eterna. Con el aconteci-miento de Jesús, Dios ha realizado una nueva e incomparable creación del mundo y del hombre. Por eso, esta lectura conecta profundamente con la primera. Es la respuesta cristológica y soteriológica que el Espíritu ofrece a la humanidad. ¡Cristo, contrapunto de Adán! Esta palabra sigue siendo vigente hoy como ayer. Los discípulos de Cristo en medio del mundo son llamados a hacer visible para todos nuestros hermanos los hombres.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Gen 2, 7-9; 3, 1-7 (1ª lectura Domingo I de Cuaresma)

¡Dios modela al hombre como modela la arcilla un alfarero y soplando en su nariz lo convirtió en un ser vivo!

Un relato de estilo popular pero que encierra un mensaje fundamental: dar explicación de la existencia del hombre y su tarea en el mundo como ser vivo. El relato nos invita a centrar la atención en algunas realidades de singular interés: Dios, como un alfarero, modela al hombre de la arcilla como se modelan las ánforas, las estatuillas o amuletos y utensilios de barro. A diferencia del relato más teológico de Gn 1 (tradición sacerdotal) en que se recuerda que el hombre ha sido «creado» por la Palabra a imagen y semejanza de Dios (es decir, libre, capaz de amar y en comunión con Dios y entre los seres creados y destinados a ser felices), en este relato la visión es más antropomórfica (modo característico de entender y presentar a Dios el teólogo-autor que llamamos yavista). Es el resultado de una acción delicadamente realizada por Dios: lo modela con sumo cuidado y cariño.

El Señor Dios sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo. Dios sopla en su nariz y se convierte en un ser vivo. Este teólogo sabe que con el término “espíritu” indica a la vez viento atmosférico, respiración de los seres vivos y el Espíritu de Dios. Eso lo ha observado por la experiencia. El hombre llega a la vida porque recibe el don (Espíritu) de Dios que sopla en sus narices (de donde procede habitualmente la respiración) y lo expresa con estilo simple y directo. El hombre ha recibido la vida como gracia. El Espíritu queda siempre más allá del alcance del poder del hombre. El verbo «soplar», que utiliza para expresar la acción del Espíritu en el hombre, se encuentra sólo otras dos veces en la Biblia: en Ez 37 (la visión de los huesos secos que reviven por el soplo del Espíritu) y en Jn 20,21ss (el momento de la aparición del Resucitado que derrama soble esllos el Espíritu y los envía al mundo y de). La primera creación, la promesa de la nueva creación a partir de la liberación del exilio de Babilonia y la nueva creación realizada por Cristo son obra del Espíritu Creador. ¡Dios crea al hombre para la vida y para la felicidad! Dios colocó al hombre en el jardín que es la dramatización de algunas verdades fundamentales: significa el bienestar por excelencia, es símbolo de la felicidad, es imagen plástica de la comunión misteriosa del hombre con Dios. Colaborar en la creación con su Creador es un don, es una oportunidad de realización del hombre como obra del amor de Dios y la acción del Espíritu. En el medio el jardín está el árbol de la ciencia del bien y del mal. Expresión plástica de una realidad teológica también: sólo Dios es el soberano, Él se reserva la autoridad de decidir y determinar el bien y el mal. El hombre ya ha recibido con el don del Espíritu creador la capacidad de ser libre en sus decisiones. Puede elegir el bien o el mal. ¡Pero el hombre se atrevió a querer ser como Dios! Pero la realiodad humana ha sido dolorosa y lo sigue siendo: injusticias, desprecios de las personas humana, guerras y muerte violentas, etc. Esta reflexión la realizaba un creyente en Dios, el Dios Bueno y Amor, conocedor de que el hombre ha salido de sus manos (es aconsejable leer este texto despacio: Sb 2,23-24).

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes VII de Tiempo Ordinario

Nos encontramos ya en la segunda parte del Evangelio de Marcos donde, al ritmo de las tres predicciones de la Pasión, se nos va desvelando el verdadero rostro de Jesús, rostro que quedará definitivamente revelado en la Cruz y reconocido explícitamente en la profesión de fe de un personaje menor y pagano, el centurión romano: ¡Verdaderamente éste era HIJO de DIOS! Llegar a este reconocimiento y a esta profesión de fe es el hilo de oro que recorre todo el Evangelio marcano.

El sábado pasado nos dejamos a los discípulos más íntimos de Jesús en el Monte Tabor donde, después del primer anuncio de la Pasión que los había sumido en el desconcierto, la voz del Padre les revela la verdadera identidad de Jesús: Éste es mi HIJO, el amado; escuchadlo.

Al comienzo de esta VII Semana del Tiempo Ordinario tal vez podríamos preguntarnos: ¿Cómo vamos haciendo este camino con Jesús? ¿Vamos adentrándonos en el conocimiento interno de Cristo, nuestro Señor?

Jesús es parte esencial implicada en este proceso. Es más, sabemos que pacientemente acompaña nuestros torpes pasos en la vida de fe. Es elocuente el dinamismo en el que Jesús introduce a sus discípulos. Lo podremos disfrutar a lo largo de toda la semana. Se trata de un signo distintivo del Evangelio de Marcos, en el que Jesús modela el corazón de sus discípulos en dos circunstancias espacio-temporales: el camino y la casa, el movimiento y la quietud. Jesús recorre con nosotros los vericuetos de nuestra vida cotidiana, poniéndonos, cada amanecer, en una actitud de salida continua para situarnos en el corazón de la existencia humana, allí donde le gusta revelarse misteriosamente, tan misteriosamente que tiene que recurrir a la intimidad de la casa para explicarnos lo que somos incapaces de entender por nosotros mismos. Y allí, en la intimidad de la casa, a solas con Él, poder preguntarle todas nuestras dudas… dejar en Él todos nuestros fracasos, todos nuestros sueños… ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánta ternura!

Y es que, como dice el sabio autor del libro del Eclesiástico, toda sabiduría viene del Señor…la fuente de la Sabiduría es la Palabra de Dios que, en el tiempo culminante, se hizo carne para explicarnos en palabras y en gestos humanos que todo es posible para el que tiene fe. Esta frase que sale de labios de Jesús es el corazón del Evangelio de Marcos. Y… ¡qué necesidad tenemos de creérnosla! Quizás tengamos que suplicar, y no de cualquier forma, sino como el protagonista del Evangelio de hoy, gritando: ¡creo pero ayuda mi falta de fe! Puede ser que, en ocasiones, también nosotros nos sintamos amordazados por un espíritu mudo y sordo que no nos dejar hablar…Tenemos a nuestro alrededor demasiados hermanos vapuleados por espíritus inmundos que les impiden estar en pie de acuerdo a su condición preciosa de hijos de Dios.

Las palabras que Jesús dirige a sus discípulos son durísimas: ¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Menos mal que sabemos de su paciencia siempre inquebrantable.

Después de una jornada tan intensa no es difícil imaginar la necesidad que tendrían los discípulos de entrar en casa a solas con Jesús. ¡Qué regalo! Ojalá, nosotros sepamos disfrutarlo.

Ciudad Redonda

Meditación – Lunes VII de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes VII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 9, 14-29):

En aquel tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo. Él les preguntó:
«¡De qué discutís?».
Uno de la gente le contestó:
«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces».
Él, tomando la palabra, les dice:
«Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo».
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre:
«Cuánto tiempo hace que le pasa esto?».
Contestó él:
«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos».
Jesús replicó:
«Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».
Entonces el padre del muchacho se puso a gritar:
«Creo, pero ayuda mi falta de fe».
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto.
Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
«Por qué no pudimos echarlo nosotros?».
Él les respondió:
«Esta especie solo puede salir con oración».

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús bajando del monte donde se ha trasfigurado delante de Pedro, de Juan y de Santiago, por lo que han intuido que Jesús además de ser hombre es el Hijo de Dios “Este es mi hijo amado. Escuchadlo”. Ahora Jesús se encuentra con un padre con un hijo atormentado por un espíritu que no le deja llevar una vida normal y que ha pedido a sus discípulos su curación. Algo que no han conseguido.

Viendo a Jesús acude a él para que sane a su hijo. “Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos”. La respuesta de Jesús es clara: “Todo es posible al que tiene fe”. Y apoyado en la fe vacilante del padre, cura a su hijo”. Y a esta fe, en el poder divino de Jesús, acude para explicar a sus discípulos por qué no han podido curar al muchacho. Con solo el poder humano de los discípulos no es posible curar enfermos, realizar milagros… hay que apoyarse en la fe, en el poder divino y en el amor divino de Jesús.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – Lunes VII de Tiempo Ordinario

LUNES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de feria (verde)

Misal: Para la feria cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Eclo 1, 1-10b. Antes que todo fue creada la sabiduría.
  • Sal 92.El Señor reina, vestido de majestad.
  • Mc 9, 14-29.Creo, Señor, pero ayuda mi falta de fe.

Antífona de entrada
Bendito sea Dios Padre, y su Hijo unigénito de Dios, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.

Monición de entrada y acto penitencial
Jesús cura a un muchacho poseso, alzándolo, tomándolo de la mano. Jesús pide fe y oración confiada, de otro modo nos cerramos a la acción de Dios. Marcos dice que “Jesús levantó al muchacho poseso cogiéndolo de la mano”; así describe su curación en términos de resurrección, como la curación de la suegra de Pedro o la resurrección de la hija de Jairo. Con su tacto, “cogiéndolo de la mano”,  Jesús cura y restaura vida.

Oración colecta
TE pedimos, Señor,
que tu gracia nos preceda y acompañe,
y nos sostenga continuamente en las buenas obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Los aún inmaduros discípulos no pudieron sanar a un muchacho epiléptico, popularmente considerado un “endemoniado”. Es entonces cuando interviene Jesús reprochándoles su falta de confianza en el poder de Dios. Sólo hasta que su padre afirma sin vacilaciones: «Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta», se realiza el milagro. Esta fe –expresada normalmente en sencilla y espontánea oración– es capaz de obrar maravillas. Y así su poder transformador llegará hasta nosotros a través de la eficaz «sacramentalidad» de la Iglesia.

Oración de los fieles
Acudamos a Dios Padre y presentémosle nuestras oraciones, pidiéndole que nos dé una fe profunda para que podamos hacer grandes cosas.

1.- Señor, ayúdanos a alzar de su desaliento a los descorazonados y abatidos, gracias a nuestra amistad y cercanía, y a nuestras palabras reconfortantes. Roguemos al Señor.

2.- Señor, bendice a los doctores, enfermeras, y a todos los que cuidan de los enfermos, para que logren levantar de su postración y enfermedad a los que buscan su ayuda. Roguemos al Señor.

3.- Señor, resucita de entre los muertos a todos nuestros seres queridos difuntos que murieron con fe y esperanza en la resurrección. Roguemos al Señor.

Dios Padre compasivo, que por medio de Jesucristo has liberado al mundo del poder del maligno; escucha la oración que te hemos dirigido y haznos participar de la victoria de tu Hijo sobre el pecado y la muerte. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
POR la invocación de tu nombre,
santifica, Señor y Dios nuestro,
estos dones de nuestra docilidad
y transfórmanos, por ellos,
en ofrenda permanente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Ga 4, 6
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abbá! Padre».

Oración después de la comunión
SEÑOR,
pedimos humildemente a tu majestad que,
así como nos fortaleces con el alimento
del santísimo Cuerpo y Sangre de tu Hijo,
nos hagas participar de su naturaleza divina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.