¡Dios modela al hombre como modela la arcilla un alfarero y soplando en su nariz lo convirtió en un ser vivo!
Un relato de estilo popular pero que encierra un mensaje fundamental: dar explicación de la existencia del hombre y su tarea en el mundo como ser vivo. El relato nos invita a centrar la atención en algunas realidades de singular interés: Dios, como un alfarero, modela al hombre de la arcilla como se modelan las ánforas, las estatuillas o amuletos y utensilios de barro. A diferencia del relato más teológico de Gn 1 (tradición sacerdotal) en que se recuerda que el hombre ha sido «creado» por la Palabra a imagen y semejanza de Dios (es decir, libre, capaz de amar y en comunión con Dios y entre los seres creados y destinados a ser felices), en este relato la visión es más antropomórfica (modo característico de entender y presentar a Dios el teólogo-autor que llamamos yavista). Es el resultado de una acción delicadamente realizada por Dios: lo modela con sumo cuidado y cariño.
El Señor Dios sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo. Dios sopla en su nariz y se convierte en un ser vivo. Este teólogo sabe que con el término “espíritu” indica a la vez viento atmosférico, respiración de los seres vivos y el Espíritu de Dios. Eso lo ha observado por la experiencia. El hombre llega a la vida porque recibe el don (Espíritu) de Dios que sopla en sus narices (de donde procede habitualmente la respiración) y lo expresa con estilo simple y directo. El hombre ha recibido la vida como gracia. El Espíritu queda siempre más allá del alcance del poder del hombre. El verbo «soplar», que utiliza para expresar la acción del Espíritu en el hombre, se encuentra sólo otras dos veces en la Biblia: en Ez 37 (la visión de los huesos secos que reviven por el soplo del Espíritu) y en Jn 20,21ss (el momento de la aparición del Resucitado que derrama soble esllos el Espíritu y los envía al mundo y de). La primera creación, la promesa de la nueva creación a partir de la liberación del exilio de Babilonia y la nueva creación realizada por Cristo son obra del Espíritu Creador. ¡Dios crea al hombre para la vida y para la felicidad! Dios colocó al hombre en el jardín que es la dramatización de algunas verdades fundamentales: significa el bienestar por excelencia, es símbolo de la felicidad, es imagen plástica de la comunión misteriosa del hombre con Dios. Colaborar en la creación con su Creador es un don, es una oportunidad de realización del hombre como obra del amor de Dios y la acción del Espíritu. En el medio el jardín está el árbol de la ciencia del bien y del mal. Expresión plástica de una realidad teológica también: sólo Dios es el soberano, Él se reserva la autoridad de decidir y determinar el bien y el mal. El hombre ya ha recibido con el don del Espíritu creador la capacidad de ser libre en sus decisiones. Puede elegir el bien o el mal. ¡Pero el hombre se atrevió a querer ser como Dios! Pero la realiodad humana ha sido dolorosa y lo sigue siendo: injusticias, desprecios de las personas humana, guerras y muerte violentas, etc. Esta reflexión la realizaba un creyente en Dios, el Dios Bueno y Amor, conocedor de que el hombre ha salido de sus manos (es aconsejable leer este texto despacio: Sb 2,23-24).
Fray Gerardo Sánchez Mielgo