Comentario – Martes VII de Tiempo Ordinario

Marcos 9, 29-36

a) Jesús anuncia por segunda vez a sus discípulos su pasión y su muerte, para irles educando en lo que significa ser seguidor suyo.

Pero tampoco esta vez parecen muy dispuestos ellos a entender lo que les está queriendo decir. Lo que les preocupa, y de eso discuten en el camino, es «quién será el más importante». Ya se ven en el Reino del Maestro, ocupando los puestos de honor.

¿Cómo van a entender que se les hable de cruz y de muerte? Eso sí, ahora Pedro no le lleva la contraria, para no recibir la dura reprimenda de la primera vez.

Jesús, ya en la tranquilidad de casa, les da una lección para que vayan corrigiendo sus miras: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y pone a un niño en medio de ellos y dice que el que acoge a un niño le acoge a él. Precisamente a un niño, que en el ambiente social de entonces era más bien marginado de la sociedad y tenido en muy poco.

b) La lección de la servicialidad la puede dar Cristo porque es el primero que la cumple. Toda su vida está en esa actitud de entrega por los demás: «No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por los demás». Es una actitud que manifestará plásticamente cuando le vean ceñirse la toalla y arrodillarse ante ellos para lavarles los pies. Pero sobre todo cuando en la cruz entregue su vida por la salvación del mundo.

También nosotros podemos tener dificultades en querer entender la lección que Jesús dio a los apóstoles. Tendemos a ocupar los primeros lugares, a buscar nuestros propios intereses, a despreciar a las personas que cuentan poco en la sociedad y de las que no podemos esperar gran cosa. Eso de buscar los primeros puestos no pasa sólo en el mundo de la política. También nos puede pasar en nuestro mundillo familiar o comunitario. A nadie le gusta ser «servidor de todos» o «ser el último de todos».

La salvación del mundo vino a través de la cruz de Cristo. Si nosotros queremos colaborar con él y hacer algo válido en la vida, tendremos que contar en nuestro programa con el sufrimiento y el esfuerzo, con la renuncia y la entrega gratuita. Seguimos a un Salvador humilde, aparentemente fracasado, el Siervo de todos, hasta la Cruz. El discípulo no puede ser más que el maestro.

«Prepárate para las pruebas, mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes en el momento de la prueba» (1ª lectura, I)

«Confía en Dios, que él te ayudará, espera en él y te allanará el camino» (1ª lectura, I)

«Dios se enfrenta a los soberbios y da su gracia a los humildes» (1ª lectura, II)

«Encomienda a Dios tus afanes que él te sustentará» (salmo, II)

«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 4