San Pedro Damián

Pedro Damián nació en Ravena (Italia) en el año 1007. De familia muy pobre, a temprana edad perdió a sus padres. Llamábase solamente Pedro y sus primeros años fueron muy tristes y duros: iba vestido con andrajos y desde muy pequeño lo pusieron a trabajar hasta que se encargó de él un hermano, quien lo envió a la escuela de Faenza y después a la de Parma, donde hizo grandes progresos.

En agradecimiento, Pedro agregó a su nombre el de su hermano, y así se llamó en adelante Pedro Damián.

Posteriormente ingresó en el monasterio de Fonte Avellana. En 1035 era ya monje, notable por su austeridad e intensa vida interior. Su palabra brilló sucesivamente en Ravena, en Faenza y en Parma, donde pronto se vio entusiastamente rodeado por la juventud estudiosa. Eran grandes sus conocimientos, tanto en las ciencias sagradas como en las profanas.

Pedro Damián se había propuesto imitar el apartamiento del mundo, la pobreza, la penitencia y las vigilias de los antiguos solitarios. Pero no siempre pudo realizar este ideal: los monasterios se disputaban su saber y por obediencia debió enseñar en las diversas casas.

Nombrado superior en 1043, fundó cinco monasterios; en todos ellos fomentó el espíritu de caridad y humildad, restauró y reformó.

Trabajó con la acción y la palabra; escribió sin cesar, carteándose con los papas, los obispos y los príncipes. Viajó y predicó, ofreciendo en todas partes el ejemplo de una vida plena de pureza y sirviéndose para su obra de su extraordinaria formación cultural. Fustigó los vicios y la corrupción imperantes, tanto en los clérigos como en los seglares, y luchó por acabar con la simonía.

En el año 1057, fue obligado por el papa Esteban X a aceptar el título de cardenal-obispo de Ostia. Pedro Damián se distinguió como uno de los campeones del espíritu de reforma que soplaba sobre la cristiandad. Así recorrió Italia y atravesó los Alpes, ejercitando su celo apostólico y predicando con el ejemplo.

Los papas le encomendaron importantes trabajos diplomáticos que llevó a cabo con felicidad. Reformó a los monjes, desenmascaró al antipapa Honorio II y -ansiando ya el retiro para dedicarse totalmente a la oración- cumplió diversas legaciones en Francia e Italia. Volvía de Ravena, cumplida exitosamente una misión encargada por el papa Alejandro II, cuando murió, en un monasterio cercano a Faenza, el 22 de febrero del año 1072.

En 1828, el papa León XII lo declaró doctor de la Iglesia.

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